Hola otra vez.

Mary Morante hace su aparición.

Este capítulo me costo un poco de trabajo escribirlo (por falta de tiempo), y se lo dedico a todos aquellos que han dejado su review, los cuales les aseguro leo con mucho cariño y contestaré después, lo aseguro.

Espero que les guste, no olviden dejar un review (ya es tarde y mañana trabajo, por eso no pude responder los otros review)

Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.

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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA

Feliz Año Nuevo Candy

.oOo.

Un mes atrás.

Candy estaba limpiando cuidadosamente, el sudor en la frente de Neil, con su pañuelo bordado – Parece que esta noche, tuviste menos fiebre.

Eran alrededor de las 07:00 am y Neil aún dormía. Candy puso su pañuelo a un lado de la almohada y con cautela, peinó sus cabellos, para acomodar el paño en su ojo izquierdo.

La puerta de enfermería se abrió, ingresando Clara Miller – Buen día Candy, como... – Candy se gira y pone su dedo índice en los labios – Shhh, el paciente está durmiendo – Guiña su ojo.

Clara sonríe y cubre su boca. Despacio, se acerca a ella sin despegar los ojos de Neil – Se ve tan tranquilo cuando duerme – Voltea y habla en voz baja – Además, creo que es muy guapo, ¿no piensas lo mismo?

Sin responder, Candy lo mira fijamente. Más allá de sus lesiones, estaba el rostro de un Ardley; tan Ardley, como Archie, Stear, Anthony o Albert. En realidad, Candy no se había tomado la molestia, de analizar sus facciones, hasta que Clara hizo el comentario. Sus rasgos sin duda, eran suaves y finos, sin dejar de ser masculinos. Su quijada es fuerte y delineada, sus cejas son algo espesas, su nariz es delgada, recta y ligeramente respingada en la punta. Sus labios son medianos, y desde hace tiempo, Candy noto que su voz era más grave.

Definitivamente, Candy tenía que aceptar que Neil, tenía su encanto como cualquier Ardley – Por cierto, Candy, el Dr. Delrick quiere hablar contigo.

Parpadeando un par de veces, Candy vuelve en sí – ¿Quiere hablar conmigo?

c - c - c - c

Media hora más tarde, Candy ya estaba en la oficina del Dr. Alfred L. Delrick – Pase enfermera Ardley, la estaba esperando.

Candy hace una reverencia – ¿Necesita algo de mí, Dr. Delrick?

– Por favor, siéntese – El doctor se sienta en el escritorio frente a ella – Lo que voy a decirle enfermera Ardley, es confidencial, así que espero guarde el secreto – Ante la afirmación de Candy, prosiguió – El presidente Woodrow Wilson, desea mantener a los Estados Unidos de Norteamérica, neutral ante la Gran Guerra – El galeno se pone de pie y toma un folder – Aun así, debido al acontecimiento del RMS Lusitania, el presidente ha decidido, preparar una legión especial de combate – Candy abre el folder que le ofrece, mostrando documentación oficial de estrategias militares – Las tensiones políticas han ido en aumento, no tengo la menor duda, que pronto ingresaremos al conflicto entre naciones.

Esto empezó a preocupar a Candy – Si hay más muertes, habrá más huérfanos – Analizó – ¿Ya está decidido, Dr. Delrick? – Le entrega los documentos.

El médico militar tomo los papeles y negó con la cabeza – Por ahora, estamos preparando a estos jóvenes cadetes, para que los alemanes no nos tomen desprevenidos.

– Entiendo.

– Ahí es donde entra usted, enfermera Ardley – De nuevo, el médico se sienta – Cuando atendió al paciente Neil Leagan, diagnóstico las fracturas costales, además supo cómo poner el vendaje.

Con recato, Candy baja la vista – Solo cumplía con mi deber.

– ¡Tonterías! – El Dr. Delrick apoya ambas manos en el escritorio – Olvide esa falsa modestia, enfermera Ardley, tuvo la capacidad de atender las necesidades del paciente y necesito más personas como usted.

Confundida, Candy pone una mano en su pecho – ¿Personas como yo?

– ¿No entiende, enfermera Ardley? – El doctor se pone de pie y camina hacia Candy – Quiero que usted, sea médico en el frente de batalla.

Pasmada, Candy abre grande los ojos – ¿Quiere que yo sea doctora?

Apoyando una mano en el hombro de la rubia, el médico se explica – Se que le prometí a su querida tía abuela, que no la mandaría a las trincheras, pero en este momento, necesitamos contar con suficiente personal de salud capacitado.

¡Cree que soy familia de verdad, de la tía abuela! – Candy no puede evitar soltar una risita – Jijiji.

– ¿Qué la divierte, enfermera Ardley?

Recuperando la compostura, la mencionada se pone erguida en su silla – No, lo siento.

Sin responder, el doctor movió la cabeza – Tratare de mantener la promesa, que hice con mi vieja amiga Elroy. Si estudia medicina, la pondré en el puesto médico oficial de primer contacto, lejos de las trincheras, para auxiliar a los heridos de rescate – El Dr. Delrick se encamina a la puerta – Tampoco la obligaré a que sea médico, pero si acepta mi propuesta, le pondré unos exámenes, para medir sus conocimientos.

La idea de estudiar medicina, jamás paso por la cabeza de Candy. Ella amaba ser enfermera, y aunque le gustaba mucho leer los libros de medicina del Dr. Martin, nunca se imaginó en el papel de médico. Ahora, estaba la puerta abierta para convertirse en doctora – ¿Seré de mayor ayuda en el frente?

– ¡Sin duda!

Aun con la duda, Candy bajo la mirada y asintió.

– Entienda enfermera Ardley, que estudiará mucho y solo podrá ejercer en el frente – El hombre, mete las manos en los bolsillos de sus pantalones – Claro está, que la academia de medicina estará esperándola cuando regrese, me asegurare de eso.

– Esta bien, Dr. Delrick.

El médico militar hizo su saludo, y Candy respondió de la misma manera. Le abrió la puerta y la joven Ardley salió, pensativa – Voy a convertirme en doctora.

Desde entonces, el Dr. Delrick le dio muchos libros y la puso a estudiar. Esto le daba ciertas dispensas en los pases de lista, ya que se la pasaba repasando y/o presentando evaluaciones, la mayor parte del tiempo.

Hasta ese día, cuando el Dr. Delrick le dijo al selecto grupo de enfermeras, que las mandaría al colegio médico de New York, por seis meses – Iré a New York... Espero no encontrarme con... – Tan absorta iba en sus pensamientos, que no percató, de que sus pasos la llevaron al límite del cuartel de sanidad. Al elevar la vista, vio a un soldado que corría hacia ella, desde el otro lado de la cerca de malla – Hola Candy, ¿cómo estás?

¿Es Neil? – En principio, Candy pensó no reconocer al joven, hasta que ambos se aproximaron a la malla – Bien... – De repente, se sorprendió a sí misma, admirando los galantes rasgos de Neil Leagan, como si Clara hubiera grabado esa idea en su subconsciente – ¿En qué estás pensando Candy? – Recapacita – Me alegra ver que han sanado tus heridas.

– ¡Enfermera Ardley! – Grita una sargento especialista – ¡¿Acaso está coqueteando con el soldado?! ¡Más le vale no besarlo, sino será confinada a la biblioteca!

Ante esas palabras, Candy sintió una oleada de calor subir a su rostro, volteo rápido y regreso corriendo a los edificios. Cuando cayó en cuenta de que no se despidió, por un breve instante, estuvo a punto de girarse, pero por extraño que parezca, estaba casi segura de que Neil mantenía un ojo sobre ella, poniéndola nerviosa – Creo que he estudiado demasiado – Se excusa mentalmente – Estoy pensando tonterías.

.oOo.

Después de la valiente actuación de Neil, Candy no dejaba de pensar en el joven Leagan. Durante el viaje en tren, estuvo rememorando los drásticos cambios que se estaban gestando en él. Ya no se veía como un niño llorón, mucho menos débil. Ahora, Neil caminaba con seguridad real (no la falsa seguridad, que da el status o el dinero), hablaba con más amabilidad y su risa dejo de ser sarcástica.

Y aunque todavía se veían rasgos de arrogancia, esta se esfumaba cuando estaba entrenando, o charlando con los demás soldados – En serio desconozco a Neil... – Candy se recarga en la ventana – ¿Qué lo motivo a unirse al ejército? – De pronto, lo obvio se presento ante sus ojos, como si esa parte de su vida, la hubiera escondido en lo más profundo – Si Candy no se casa conmigo, iré a la guerra... – Las palabras de Neil resonaron en su cabeza.

Pensaba que solo eran palabras, de un niño mimado – Afirmó, recordando el fallido compromiso – ¿Qué no se había mudado a Florida, para buscar una novia?

Desconcertada, Candy sacudió su cabeza – No, no puede ser que haya hablado en serio sobre el matrimonio, Neil es egoísta, mentiroso, soberbio, manipulador, malvado...

Todos esos calificativos, describían muy bien al antiguo Neil. No obstante, ¿estas palabras, encajaban con este nuevo Neil Leagan?

En su interior, Candy sentía que hablaba de otra persona, y no del joven que le hizo la vida imposible junto con su hermana – Aun así...

c - c - c - c

Cuando Candy llegó a Grand Central Terminal, en New York, un chofer la estaba esperando, mostrando un letrero con su nombre – Hola, yo soy Candy White Ardley.

– Bienvenida a New York, señorita Ardley, la están esperando.

De inmediato, el chofer condujo por las avenidas principales. Por su parte, Candy imagino que pronto llegarían, hasta la residencia de la Escuela de Medicina. Contrario a esto, el chofer se detuvo en una enorme casa – Acompáñeme por favor, señorita Ardley.

Al ingresar, se escuchaba la melodía de un piano, y un sirviente salió a atenderles – Bienvenida señorita, sígame por favor – Candy fue conducida, hasta la habitación de donde provenía el sonido. En el interior, se encontraba una bella joven, de cabello largo, castaño oscuro y piel aperlada, responsable de la música – La señorita Candice White Ardley, ha llegado – El sirviente la presenta.

La joven dejo de tocar y se volvió hacia la puerta. La doncella es hermosa, pero sus ojos color miel, parecían algo distantes para Candy – Buenas tardes Candice, mi nombre es Clementina Delrick.

Estupefacta, Candy pone ojos enormes – ¿Usted es la amiga de la tía abuela Elroy?

Clementina se suelta a reír – Jajaja ¿Acaso me veo tan mayor? Solo tengo veinticinco años.

Avergonzada, Candy se disculpa – Oh, lo siento, es que ella me dijo...

– Tranquila, solo bromeaba contigo – Hace un gesto con la mano, y el sirviente se retira – La amiga de tu tía abuela, es mi abuela Clementine Delrick, ellas son amigas de la infancia – Clementina alzo las manos, sin voltearla a ver – Pero no seas tímida Candice, acércate para verte.

La mirada fija y los movimientos limitados de su cabeza, le aclaro a Candy que pasaba con ella – No puede ver...

– Pero si puedo escuchar.

Confundida, Candy se acerco a ella – Pero si yo no dije nada.

– Me disculpo de nuevo – Candy se aproximo lo suficiente, para que Clementina pudiera tocar su rostro – Normalmente, la gente al verme, dice en voz alta que soy ciega, pero se les olvida que no soy sorda jajaja.

Las manos de Clementina exploraron con cuidado el rostro de Candy – Eres muy bonita, tienes el cabello rizado, como si fueran pequeños resortes.

– Algunos dirían, que esta muy enredado – La enfermera empieza a reír.

Complacida, Clementina empieza a reír con ella – Se que seremos muy buenas amigas, Candice – Toma sus manos – Y llegas en buen momento, en un mes van a operarme los ojos.

– ¿Van a operar sus ojos?

La joven Delrick se hizo a un lado, haciendo un movimiento para que Candy se siente junto a ella – No soy ciega de nacimiento – Se aclara – Cuando tenía diez años, enfermé muy grave, solo recuerdo que una noche dormí con visión borrosa, y al día siguiente ya no veía nada.

Ante esto, Candy se quedo pensativa – Estoy segura, que la cirugía le va a ayudar mucho, señorita Delrick.

– Por favor, llámame Clementina, o solo Tina.

– Y tú puedes llamarme Candy.

Clementina Delrick le explicó a Candy, cual era el proyecto que el Dr. Alfred L. Delrick, había dispuesto para ella. La respetuosa familia Delrick, estaba al tanto del plan estipulado por Elroy Ardley (aunque desconocían, la verdadera intención de la tía abuela). Mientras estudiaba medicina, Candy estaría viviendo al cuidado de la familia Delrick, y de vez en cuando, cuidaría de la anciana matriarca, la señora Clementine Delrick – ¿El general Walter y el doctor Alfred son hermanos?

– Mi tío decidió estudiar medicina, pero mi padre siempre gusto de la vida militar – Comenta Tina.

Además, Candy conoció al miembro más joven de la familia: Damien Delrick, un huérfano como ella – Cuando cumplí quince años, buscaron a alguien que fuera mi guía, pero hubo un error en la solicitud del orfanato y nos mandaron a Damien, que solo tenía cinco años – Clementina le cuenta la anécdota – Al principio, mi padre iba a regresarlo, pero me dio tanto coraje, que pensarán que el niño era inservible, que amenacé con tirarme por la ventana, si se deshacían de él.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, e ingresó un joven de quince años, de ojos marrón y cabello tan rubio como el de Candy – Mucho gusto Candy, mi nombre es Damien, hermano de Clementina.

Candy no podía creer, que en esa familia tan respetada y adinerada, hubiera un huérfano como ella, y eso la hizo sentir más en confianza, sobre todo con Clementina – Encantada de conocerte Damien.

Con el pasar de las semanas, Candy comenzó a confiar más en Clementina. El poco tiempo libre que Candy tenía, lo usaba para acompañarla y platicar con ella, hasta el punto, en que Clementina llegó a conocer casi toda la vida de la enfermera. Durante la convalecencia de su cirugía, Candy pidió unos días de permiso, para acompañar a su amiga – Por alguna razón, ese tal Albert no me gusta – Declaró la joven Delrick.

– Le debo mucho a Albert – Respondió Candy – Si no fuera por él, no seria parte de los Ardley.

– Pero él te abandonó cuando vivían juntos – Exclamó Tina – Y solo dijo quien era él, por la situación de emergencia que se presentó.

Por alguna razón, Clementina disgustaba de Albert, y eso incomodaba tanto a Candy, como a la paciente convaleciente – Mejor háblame de ese chico Neil Leagan – Pidió Tina, con la intención de cambiar de tema – Me gusta escuchar de él.

En su interior, Candy pensaba que Clementina había entendido las cosas al revés. William Albert Ardley era el bueno, Neil Leagan era el malo, sin necesidad de dar más explicaciones. Empero a esto, Tina era su amiga, y ahora también era su paciente, y Candy jamás incomodaría a un paciente a propósito – Neil Leagan me buscaba, porque quería casarse conmigo...

c - c - c - c

Los meses pasaron, y gracias a Dios, Clementina recuperó la vista. Con la recuperación completa de su amiga, Candy pudo concentrarse más en los estudios.

Casi una semana después de la llegada de Candy a New York, se unió Clara Miller y otras tantas enfermeras, seleccionadas por el Dr. Delrick, debido a sus aptitudes de ciencia médica (según sus palabras), lo que ayudó a Candy, para esforzarse más y estar lista, para ir al frente – Pronto, estaré ayudando a los soldados más necesitados.

Acción de Gracias llegó y Clementina aprovecho las festividades, para salir con Candy y comprar toda la ropa de moda posible. Cuando recuperó la vista, Clementina se dio cuenta de que su apariencia era anticuada y decidió arreglar su aspecto. Cortó su cabello para estar a la moda y cambió casi todo su guardarropa, siempre acompañada por Candy – Esta ropa de invierno se te ve adorable Candy, combina con tus ojos – Tina pone un saco afelpado color verde, sobre las ropas de Candy – Está decidido, voy a comprártelo.

– Créeme Tina, no es necesario, pero gracias – Ambas salen de la tienda y para sorpresa de Candy, se encuentra con Albert, esperándola en la acera – ¡Albert!

– ¡Candy! – Con emoción, Candy corrió a los brazos de Albert y este la recibe, dándole un fraternal y prolongado abrazo.

Con la intención de pasar el día de Acción de Gracias junto a Candy, Albert viajo hasta New York. Por desgracia, el patriarca no viajó solo, ya que la tía abuela Elroy insistió en acompañarlo – Buenas tardes, Candice.

– ¿Tía abuela? – Recuperándose, Candy se volvió y presentó a la joven de lentes que la acompañaba – Albert, ella es Clementina, nieta de la paciente que atiendo.

A pesar de la amabilidad de Albert, el saludo de Clementina fue muy seco – Un gusto en conocerle.

La cena de Acción de Gracias, transcurrió con cierta tensión en el ambiente. Todos trataban de evitar el tema de Candy en el ejército. Clementina hacía uno o dos comentarios desagradables por él, mientras que Albert sentía que algo se le estaba escapando de las manos, pero no sabía en realidad que era. Solo se enteró, de que Candy ahora estudiaba medicina en la Universidad de New York – Te felicito por tu nieta, Elroy – Dice la matriarca Clementine Delrick – Cuando no esta estudiando, me atiende muy bien y es muy amable.

– Muchas gracias, querida Clementine – Contesta la tía abuela Elroy.

Incómodo, Albert toma la palabra – Candy, ¿por qué no me dijiste que querías estudiar medicina?

Por que yo tampoco lo sabía – Quería responderle eso a Albert, quería decirle la verdad de lo que pasaba, quería pedirle perdón y que no se preocupara por ella, que era su decisión y que todo iba a estar bien, que pronto volvería a casa. Pero sabía muy bien, que no podía sincerarse con él, por ahora – Bueno yo...

– Por que yo se lo pedí y ella aceptó – Respondió el Dr. Delrick – Tiene potencial esa jovencita, señor Ardley.

– Además, Candy es libre de estudiar lo que ella quiera – Clementina replica, algo molesta.

– ¡Yo jamás...! – A punto de protestar, Albert es interrumpido por la tía abuela – ¡Brindemos y demos gracias, por las decisiones de la juventud!

Todos se dieron cuenta, de la doble intención de ese brindis, no dejando más remedio, a que los presentes elevaran su copa y brindaran – ¡Salud!

El día de Acción de Gracias terminó. Albert se despidió de Candy, y regresó junto con la tía abuela Elroy a Chicago, sintiéndose frustrado, de no haber podido pasar tiempo a solas con ella, gracias a la tía abuela y a esa joven Clementina – Esa mujer es insufrible – Pensaba Albert.

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Pronto llegaría diciembre, y aunque Candy había planeado pasar las fiestas en el hogar de Pony, una desgracia aconteció dos semanas antes de Navidad.

La amable señora Clementine Delrick, falleció.

Toda la familia Delrick se presentó al funeral, acompañados por las más acaudaladas familias de New York. Como era costumbre, tomaron fotos post mortem a la señora Delrick, acompañada de sus hijos, Walter Delrick, Alfred L. Delrick, y sus nietos: Clementina, Jane, Aura y Bianca (esposa e hijas del Dr. Delrick) y el joven Damien – Ven Candy, párate junto a mí – Le solicito Tina – Snif… La abuela habría querido una fotografía junto a ti.

Así, Clementina y su familia estaban tan tristes, que Candy no dudo en acompañarlos durante la Navidad – Esta Navidad es muy especial Candy, porque nos estás acompañando.

– Eres muy amable Tina, gracias.

Dos días después de Navidad, el Dr. Delrick y el general Walter Delrick, llamaron a junta extraordinaria al equipo de sanidad – Habrá un desfile militar el 31 de diciembre – Habla el general Delrick – En un par de días, los soldados vendrán a New York y nos organizaremos, para zarpar a Francia el próximo martes 2 de enero.

El Dr. Delrick toma la palabra – Les recomiendo, que se comuniquen con sus familias antes de partir, salgan, diviértanse.

Aunque parecían palabras amables, los hermanos Delrick sabían muy bien porque les decían esto. Quizás, muchos de ellos no volverían de la guerra.

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Llegado el 31 de diciembre, Clementina le dijo a Candy, que la familia saldría a recibir el año nuevo a Times Square y regresarían a casa, para cenar. Candy saldría unas horas antes, pues había quedado con Clara Miller para ver el desfile militar – Dile a Clara, que me encantaría acompañarlas, pero mi padre quiere que le ayude a envolver los regalos.

– Clara se sentirá un poco decepcionada al no verte, pero te entenderá.

A punto de salir, la voz de Clementina la detiene – Candy... – Insegura de continuar, Tina hace una respiración profunda – La compañía de teatro de Terrence Grandchester, ha regresado a la ciudad, ten cuidado.

¿Terry está en la ciudad? – La pecosa quedo perpleja y asintió – Gracias Tina.

– Abrígate bien, puede nevar en cualquier momento – Muchas de las charlas que Candy tuvo con Clementina, mencionaban a Terry Grandchester, el más grande amor que había tenido Candy. Por ello, Tina estaba al tanto de su situación y justo esa mañana, el periódico anunciaba la presentación de la compañía de teatro, que promocionaba las cintas cinematográficas, de un talentoso actor llamado Charles Spencer Chaplin – Espero que no se encuentre con Candy – Rogaba Tina por dentro.

Una hora después, Candy ya estaba junto a Clara, mirando a los apuestos soldados, marchar por las calles de New York – ¡Mira Candy, allá están Alina Jones y Virginia Moore! ¡Hola chicas, hola! – Clara hace movimientos con ambas manos, para llamar su atención, pues ya era tarde y había oscurecido.

– ¡Candy, Clara! – Alina y Virginia se apresuran entre la gente, para saludarlas – Ha pasado tiempo, que gusto de verlas por aquí.

– Que gusto verlas de nuevo, Alina, Virginia – Saluda Candy – ¿Vienen con alguien a ver el desfile?

– Más bien, Alina viene para buscar a su novio – Comenta Virginia, sonrojando a la otrora rubia.

– ¡Virginia, aún no es mi novio! – Responde Alina, enrojecida – Aunque... quizás hoy se me declare.

Las tres chicas empezaron a reír, deseándole suerte y abochornando más a Alina – ¡Miren, ya viene la banda militar! – Señala Virginia y una oleada de jovencitas, se apresuró entre la multitud, para ver a los guapos cadetes de cerca – ¡Candy no te separes! – Grito Clara, pero fue en vano. Todas esas jovencitas se empujaban entre sí, alejando a Candy de sus amigas.

Desde su posición, Candy pudo ver a los soldados. Su uniforme de gala les daba un porte distinguido y elegante, y las filas estaban divididas por el instrumento que tocaban. Alina señaló a un alto y apuesto joven, que tocaba el tambor, pero la multitud y la distancia, solo le permitieron ver la espalda del soldado – Seguramente, Alina llevará a las chicas a Times Square, para alcanzar a su novio – Se dijo Candy, debido a que el desfile militar terminaba ahí – Me adelantaré y ahí las alcanzaré.

De inmediato, Candy salió de entre la multitud y se metió en calles paralelas, para evitar a toda la gente que se aglomeraba por el desfile. Pasada media hora, Candy se dio por vencida, pues se había perdido – Me he perdido, que tonta soy, nunca había salido de noche en New York – Cerro su puño y golpeo suave su cabeza.

Un local llamó su atención, pues estaba rodeado de gente y había una marquesina de luces, anunciando un espectáculo – Preguntaré ahí como llegar al desfile.

El lugar en cuestión, estaba proyectando varias cintas cinematográficas. Candy pagó su boleto de entrada y vio que el local estaba tan lleno, que la mayoría de las personas permanecían de pie – Esta demasiado oscuro, me acercaré a esa esquina – La rubia se paró cerca de la salida, y por un momento, se entretuvo tanto viendo al comediante en la pantalla, que olvidó la hora que era.

Pasado el tiempo, la función terminó y las luces se encendieron, pues pronto iba a dar la medianoche – ¡Agradecemos de corazón todo su apoyo, no olviden ir a recibir el año nuevo en Times Square!

Mientras los aplausos resonaban en el lugar, Candy sentía, como la sangre bajaba hasta sus tobillos, pues el que hablaba, no era otro sino Terry Grandchester – ¿Candy, eres tú? – Una voz femenina le llama, y al girarse, reconoce a la chica en silla de ruedas – ¿Susana Marlow?

– De hecho... – Susana la corrige, elevando su mano izquierda, para mostrar su alianza matrimonial – Ahora soy Susana Grandchester, ¿Candy, qué haces aquí en New York? ¿Estás buscando a Terry?

– No yo… – Nerviosa, Candy da unos pasos hacia atrás – Yo ya me iba… – Gira sobre sus talones y sale corriendo, siendo en ese momento, reconocida por Terry – ¡Candy espera! – Grita Susana, pero Candy no se detiene, corriendo lo más rápido que el gélido ambiente le permitía – ¿Por qué me sorprendo?, sabía que Terry finalmente se casaría con ella – Su corazón palpitaba tan fuerte, que sentía iba a salirse del pecho.

Los pequeños copos de nieve, empezaron a caer, chocando contra su rostro. Cuando sintió la falta de aire, se detuvo – Hola hermosa, ¿estás perdida? – Dos hombres en estado de ebriedad, se acercaron a ella – Ven con nosotros a celebrar – El más alto, trata de coger su mano – Es de mala suerte, empezar un año nuevo sola.

– ¡Déjenme en paz! – Candy ya estaba llorando – ¡No estoy sola! – De nuevo empezó a correr, para huir de los molestos ebrios, que le seguían de cerca.

Sin darse cuenta, ya había llegado a Times Square, y la cuenta regresiva empezó a ser coreada por la multitud – ¡Diez!

Al girarse para buscarlos, Candy chocó con la espalda de alguien tan fuerte, que ni siquiera lo movió de su lugar – P-perdón... yo...

– ¡Nueve!

El joven soldado se volteo, mostrando una alegre sonrisa, pues estaba riendo con sus amigos.

– ¡Ocho!

Candy notó, que el soldado era tan alto como Albert, y al cruzar miradas con ella, la sonrisa se fue borrando de su rostro.

– ¡Siete!

Delante de ella, estaba un alto y apuesto oficial, de cabellos castaño grisáceo, ojos color chocolate y piel morena. Su cara se le hacía familiar, pero no imaginaba quien podría ser.

– ¡Seis!

El soldado, elevó su mano izquierda enguantada, retiro el guante con la otra mano, y pasó sus cálidos dedos por el rostro de la rubia, limpiando el trayecto de las lágrimas.

– ¡Cinco!

¿Por qué no puedo moverme? – Se preguntaba Candy en su interior – Será porque él me resulta tan familiar...

– ¡Cuatro!

Los copos de nieve continuaban cayendo, atorándose en los ensortijados cabellos rubios de Candy, así como en sus largas pestañas – Esa mirada... – Candy trataba de recordar, quien era él.

– ¡Tres!

Sin dejar de sostener su cara, el joven se inclino despacio hacia ella.

– ¡Dos!

El caliente vapor de su boca, se estrello suavemente en su mejilla. Apoyando los labios, depositó un delicado y tierno beso.

– ¡Uno!

El beso en su mejilla fue breve, aunque para Candy, la sensación fue duradera. El joven la acerco más, para hablarle directo al oído – Feliz año nuevo, Candy.

– ¡Feliz año nuevo! – Gritaba todo el mundo, cayendo confeti de colores a su alrededor, siendo iluminados por los fuegos artificiales. Candy podía ver las luces festivas detrás de él, dándole un aspecto enigmático – Esa voz...

Al separarse, Neil pudo ver en los ojos de Candy, el reflejo de los fuegos artificiales, esbozando una mueca conocida.

Esa mueca, Candy la reconocería en cualquier lugar – ¡Es Neil Leagan!

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ConTinUarA…

Prometo que de ahora en adelante, habrá más interacción Neil & Candy (al menos, daré mi mejor esfuerzo para ello)

¿Qué les gustaría ver en el siguiente capítulo? No olviden dejarme un review.

Nos leemos después ;)

MaRyMoRaNTe:)