Una vez más, les saluda Mary Morante.
En serio agradezco infinitamente a Elsa de Larios, Yulia, Jenny Leegan, Meribet, atlas1950, patriciagrandchester22, Nessieprettysweet, Yoselin, Dickens1985 por sus reviews. También agradezco, a los que han firmado de manera anónima. El capítulo anterior es el que más reviews ha recibido (hasta ahora) y créanme que, hasta la fecha, sigo leyéndolos, para animarme a escribir.
Hablando de los reviews, espero poder cumplir las expectativas, sobre lo que esperaban para este capítulo (sobre todo, espero sorprender a más de uno)
Sin más, he aquí el capítulo 8.
Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko N agita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.
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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA
Señor y Señora Leagan
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Chicago, Illinois. Día de Acción de Gracias.
El año 1916, pasó más rápido, de lo que Eliza Leagan hubiera esperado.
Después del desafortunado incidente en Lakewood, Eliza tuvo que permanecer en la cabaña de Tom por dos días, debido a la fuerte tormenta que azotó la región. Esta situación, la obligó a convivir con el joven Steve, de quien quedo prendada sin remedio.
Su relación, desde entonces, ha tenido más bajos que altos. Aun así, Eliza no le demostraría su interés a Tom, fingiendo una empatía forzada hacia él – Yo solo estoy pagando mi deuda contigo, nada más – Le decía siempre.
En cuanto a Tom, al principio, veía a Eliza como una potranca salvaje, llamando su atención – Si que será un reto domarla – Pensaba, antes de darse cuenta, que la actitud salvaje y arrogante de Eliza, lo habían cautivado – Definitivamente, voy a esforzarme por conquistarla.
Tom tampoco admitiría su atracción hacia Eliza, al menos, por el momento.
No obstante, este sentimiento oculto, no limitaría a Eliza para recorrer las tiendas en Chicago, buscando un regalo para Tom. Después de todo, el obsequio era "por agradecimiento", pues gracias a una carta que Tom le escribió a Candy, pudo constatar que su hermano estaba bien.
Por las festividades, había mucha gente en las calles, incluso soldados que regresaban a casa, para pasar las fiestas con sus familias. No era raro, ver vehículos militares circulando por las avenidas – ¿Qué combinaría más con los ojos de Tom? – Se preguntaba Eliza, observando el aparador de una tienda para caballeros – ¿La camisa beige o la camisa color arena? – Pasa una mano por sus cabellos, cuyo largo llega un poco arriba del hombro – O quizá, esa camisa azul marino.
Sin percatarse, tres mujeres se aproximaron a ella – Vaya, vaya, miren quien está aquí – Al girarse, ve a Daisy Dillman – Es Eliza Leagan, la hermana de ese borracho cobarde.
– ¡Mi hermano no es ningún borracho cobarde! – Se queja Eliza – ¡Se ha enlistado al ejército!
Las acompañantes de Daisy rodean a Eliza – Yo escuché, que tu hermano lloró todo el camino, al campo de entrenamiento – Comenta una joven pelinegra, llamada Ophelia.
– Pues yo escuché, que se asustó tanto, que mojó los pantalones jajaja – Dice la otra chica, llamada Gertrude.
– ¡Todo eso es mentira! – Eliza aprieta los puños – ¡Mi hermano jamás hubiera hecho cualquiera de esas cosas!
Un coche militar sin capota se detiene a unos metros de ellas, bajando de un salto, un alto y apuesto soldado.
Con rabia, Daisy se para delante de Eliza – Pues yo escuché, que todo el batallón piensa que Neil Leagan, será el primero en morir.
– ¡Cierra la boca Daisy, Neil no...! – Sin aviso, un soldado se interpone, interrumpiéndolas y llamando la atención de las mujeres – ¿Quién eres tú? – Cuestiona Daisy.
Con pulcra caballerosidad, el joven toma la mano de Daisy – Conózcame indigno de tan grandiosa belleza – Besa su mano con suavidad – Que nunca he sido acreedor de tan honorable damisela, el perdón jamás me será merecido, y mi corazón siempre será desdichado.
Las acompañantes de Daisy cruzaron miradas, preguntándose quién era el desconocido galán, que le hablaba tan apasionadamente. En tanto, Daisy estaba boquiabierta, mostrando un intenso rubor en sus mejillas. El soldado, dirigió su mirada cómplice hacia Eliza, guiñándole un ojo.
– ¡NEIL! – Con grata sorpresa, la castaña dio un gran salto y abrazó fuerte a su hermano – ¡Neil, has regresado!
– ¡Hola Eliza! – Con gusto, Neil envuelve en un fraternal abrazo a su hermana.
– ¿No nos dijiste que era feo y cobarde? – Gertrude reclama, a una perturbada Daisy.
– Pues si tú no lo quieres Daisy, yo si quiero conocerle – Ophelia da un paso hacia Neil, cortando el abrazo de hermanos – Hola, mi nombre es Ophelia Sadler – Se presenta con coquetería – Mucho gusto.
– El gusto es mío, señorita Sadler –Neil toma la mano de Ophelia y deposita un beso en el dorso.
Con celos enardecidos, Daisy toma los brazos de ambas mujeres – ¡Vámonos!
– ¡Pero tú dijiste que era una basura! ¡Dijiste que era muy feo! – Replican las dos – ¡Has perdido tu oportunidad con él!
– ¡Ay ya cállense! – Avergonzada, Daisy las obliga a retirarse, jalándolas de los brazos – ¡Dije vámonos!
Los hermanos Leagan, ven como Daisy prácticamente sale huyendo, y ríen de manera frívola – Jajaja oh, Neil – Eliza toma sus brazos emocionada – ¿Qué haces aquí? pensé que estabas en Europa.
– Estamos de permiso por las fiestas, mira allá – Neil alza una mano y saluda a los soldados, que esperan en el vehículo militar – Ven Eliza, te llevaremos a casa.
La castaña, mira como los soldados le sonríen y la saludan – ¿Llegaste subido en esa 'cosa'? – Hace una mueca, al ver el automóvil sin capota – No puedo acompañarte, el chofer me está esperando.
– Eso se arregla fácil – Neil se inclina y la carga, encaminándose hacia el vehículo con su hermana en brazos – ¡Qué haces tonto, bájame ya mismo! – Protesta pataleando.
De inmediato, el chofer de un automóvil cercano corre para auxiliar a Eliza – ¡No te preocupes James, soy yo, Neil Leagan!
– ¿Señorito Leagan? – El chofer ajusta sus lentes – Sí, es usted... Se ve muy distinto.
– Gracias James, yo llevaré a Eliza a casa – Los soldados se reorganizan, para hacerles un espacio al frente, junto al conductor. Al sentarse, Neil toma a su hermana de la cintura y la acomoda en sus piernas, haciendo que Eliza se aferre a su pecho – ¡Neil! ¡¿Es que te has vuelto loco?! ¡Bájame de aquí!
– Jajaja tranquila Eliza, todo estará bien, arranca Zanahoria.
– ¿'Zanahoria'? A que te refieres con... – Apenas iba a preguntar, cuando el gallardo pelirrojo que ahora iba de chofer, asintió y puso el motor en marcha.
Con cierta torpeza, "Zanahoria" o Maxwell, condujo por las avenidas de Chicago. Adelante en el coche, iban sentados Oswald, Neil con su hermana y Maxwell. Atrás iban Johnny, Dennis, que ahora lucía más delgado y George.
Para Eliza, está era una manera poco convencional, para viajar en coche. Empero a esto, Neil y el resto de los soldados parecían disfrutarlo, desconcertándola – ¿Acaso siempre viajan así en el campo militar?
La animosa platica entre ellos se detuvo, poniendo de nervios a Eliza – ¿Por qué se callan? ¿Qué dije? – De repente, todos soltaron fuertes carcajadas, incluso Neil – ¿Es qué se están burlando de mí? – Eliza jala una oreja de su hermano, e indignada voltea su cara.
– ¡Ouch! calma Eliza, no te enojes – Neil soba su oreja – Mira te presento a los chicos: él es Maxwell Anderson, alias 'Zanahoria', de este lado está Oswald B. Roosevelt, alias 'Teddy' y atrás están Johnny Bullock, alias 'León', Dennis Smith, alias 'Serpiente' y George Morris, alias 'Águila'.
– ¿Todos tienen un apodo? – Con orgullo, los soldados sonrieron y asintieron – ¿También tú? – Eliza pregunta a su hermano.
Con entusiasmo, Oswald abraza de lado a Neil – Le presento al soldado especialista de primera: 'Chicago'.
– ¿Chicago? – A punto de hablar Eliza, Maxwell da un giro con el volante, provocando que el coche diera saltos – Olvídalo... Por cierto, ¿qué fue todo eso que le dijiste a Daisy?
Sonriente, Neil comenzó – Conózcame indigno de tan grandiosa belleza... – Enseguida, George continuó – Que nunca he sido acreedor de tan honorable damisela, el perdón jamás me será merecido, y mi corazón siempre será desdichado.
Confundida, Eliza miró a Neil – Vimos que te estaba molestando – Confiesa Neil – George me ayudó a escoger las palabras, para calmar a Daisy.
Una vez más, la brusca conducción de Maxwell hizo que el vehículo diera saltos más violentos. Los inesperados brincos, hicieron que Eliza se aferrará a Neil, y sin querer, pudo sentir su desarrollado torso – Me recuerda al pecho de Tom, cuando lo abrace en la tormenta... – Eliza cierra los ojos e imagina que va junto a Tom.
– Awww, tu hermana es muy tierna – Expresa Dennis – Se ve que te extrañaba mucho.
– Créeme, yo también estoy sorprendido – Al oír esto, Eliza se separa de Neil, apenada.
– Pensé que habías dicho, que tenía carácter fuerte – Comenta Oswald.
– ¡¿Qué les dijiste de mí, Neil?! – Nuevamente, Eliza toma la oreja de su hermano, jalándola – ¡Anda responde!
Todos reiniciaron las risas, incluso Maxwell se distrajo tanto, que no prestó atención al camino – ¡Cuidado Zanahoria! – Oswald señala al árbol frente a ellos.
Dentro de la residencia Leagan, se escuchó un estruendo tan fuerte, que movilizó a todo el mundo – ¡Vamos, creo que ha habido un accidente! – Dice Watson, el mayordomo principal de la casa.
Al salir, encontraron el coche militar impactado en un árbol, afuera en la acera – ¡Señorita Leagan! – Los criados, entre extrañados y asombrados (por verla llegar con un grupo de soldados), corrieron en su ayuda – ¿Se encuentra bien?
Con el cabello alborotado, Eliza baja del vehículo, siendo auxiliada por Neil y Oswald – ¿Acaso me veo bien?
– Se encuentra bien, Watson – Responde Neil divertido – Solo fue un pequeño salto, nada grave.
– ¿Señorito Neil? – Watson, Dorothy y demás sirvientes, quedaron pasmados al ver al nuevo Neil Leagan.
– ¿Qué es todo este alboroto? – Sale Sarah Leagan, quedando igual de petrificada, al ver a Eliza ingresar del brazo de su galante hijo – ¿Neil hijo, eres tú?
– Buen día madre – Neil se acerca a ella y le da un beso en la mejilla – Ya estoy en casa.
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Más tarde, Edward Leagan llegó a la residencia, siendo ayudado a bajar del vehículo, por su chofer – Que extraño – Le dice al conductor – No hay nadie para recibirnos.
El señor Leagan se equivocaba, por así decirlo. Si había gente en la casa, pero todos estaban en la cocina, viendo incrédulos, como Neil y sus amigos preparaban la cena de Acción de Gracias – Tus papás quedaran encantados, con mi famoso pay de manzana – Aseguraba Johnny.
Sarah Leagan junto a Eliza, miraban consternadas, como los jóvenes soldados se adueñaban de la cocina – Mamá, dile algo a Neil, actúa extraño.
– Buenas tardes – Ingresa a la cocina el señor Leagan – ¿Por qué todos están aquí?
– ¡Querido! –Sarah va con su marido – Neil ha regresado, y trajo a todos esos... soldados...
Ante la presencia de su padre, Neil se puso rígido. En cambio, sus amigos al verlo dejaron su quehacer, e hicieron el saludo militar – Señor, agradecemos que haya permitido que nuestro amigo Neil, se enlistara en el ejército, señor – Pronunciaron al unísono.
Conmovido, Neil sonríe a sus amigos, agradeciendo el gesto – ¡Neil no irá a la guerra! – Sentencia Sarah, desatando un incómodo silencio – Edward, dile que le has perdonado.
Neil y su padre se miraron fijamente, esperando una respuesta – ¿Es lo que quieres, hijo?
De inmediato, Neil hace su saludo militar – ¡Pido permiso para ir a la guerra, señor!
Respetando los deseos de Neil, Edward Leagan asintió – Te deseo la mejor de las suertes, hijo – Le extiende su mano y Neil la estrecha con gusto.
Con frenesí, los amigos de Neil le abrazaron, para inmediatamente continuar con sus labores domésticas – Este relleno de pavo, le encantará a tu familia – Confiaba Maxwell.
Abrumada por la decisión de su hermano, Eliza salió de la cocina – Neil... de seguro vas a la guerra, por culpa de esa Candy – El teléfono empezó a sonar y Dorothy atendió la llamada – Buenas tardes, residencia Leagan… Sí, el joven Neil se encuentra aquí.
– ¿Quién le llama a mi hermano?
– Es una joven, pero no pregunte su nombre.
– Puede que sea Candy – Molesta, Eliza le arrebata el teléfono – Veté, yo tomaré la llamada – Se acomoda el auricular – Si bueno, habla Eliza Leagan, ¿quién eres tú y por qué llamas a mi hermano?
Al otro lado de la línea, se escuchó una voz femenina – Bu-buenas tardes, mi nombre es Alina Jones... él...
– No es Candy – Eliza sacude su cabeza – Mira, no importa quien seas, si de verdad estás interesada en Neil, no dejes que se acerque a esa chica de Pony.
– Chica de Pony... disculpa, pero no entiendo...
– Su nombre es Can... – De repente, escucho el tono de línea – Candy, Candy White... ¿Bueno, hola?
Presionando el interruptor de gancho, Neil cortó la llamada – ¿Qué crees que haces, Eliza?
– ¡Evitando que cometas un error! – Con brusquedad, Eliza le entrega el auricular a Neil y se retira.
Alina volvió a llamar y ahora sí, pudo comunicarse con el joven Leagan. El resto del día, Neil y sus amigos festejaron Acción de Gracias, con cierta tensión en el ambiente, gracias a Sarah y a Eliza, que no estaban nada felices, con la idea de Neil en el campo de batalla.
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Mientras desfilaba hacia Times Square, Neil recordaba sus vacaciones con la familia. Eliza seguía inconforme de su decisión, pero ambos acordaron compartir correspondencia. Su madre estaba renuente a despedirse de él, pero al final lo hizo, dándole la bendición.
Su padre, por primera vez lo miró de frente, con orgullo en sus ojos – Por favor, hijo, regresa con bien a casa – Le dijo, cuando se despidieron.
Al final del desfile, el general Walter Delrick y el sargento Jackson, los estaban esperando para organizarlos. Todos cambiaron sus ropas de gala y dejaron bajo resguardo el material usado en el desfile, incluyendo los instrumentos musicales. El sargento Jackson hizo un rápido pase de lista, y a un grupo selecto de cadetes, les fue entregando un sobre con una dirección – A las 00:30 hrs, tiene que acudir a esta dirección, soldado Leagan.
– ¡Si señor! – Neil hizo su saludo militar y fue a alcanzar a Oswald – ¿Sabes a donde nos están citando?
Oswald se encoge de hombros – Ni idea, pero parece que es importante – Recorre con la vista a sus compañeros – No a todos les han dado este sobre.
– Prácticamente, solo tenemos media hora para celebrar el año nuevo – Llegan Angus y Johnny junto a ellos – También nos dieron un sobre.
– A nosotros también nos dieron invitación – Aseguran Maxwell y George.
– Espero que no seamos trece invitados – Johnny niega con la cabeza – Es de mala suerte.
Oswald y Neil salen primero del edificio, donde están organizando a los soldados – Hay mucha gente – Oswald se detiene en las escaleras – ¿No dijiste que te encontrarías con Alina?
– Sí, pero no quedamos en un lugar específico – Se queja Neil – ¡Rayos!, si no la veo hoy, será hasta mañana.
– ¿En verdad te piensas declarar hoy?
El rostro de Neil se puso serio. Pensativo, bajó la mirada y asintió – No veo por qué no.
– Entonces, esperemos el año nuevo, cerca del centro – Sugiere Oswald – Si te está buscando, es más fácil que nos encuentre en un punto fijo, que estarnos persiguiendo.
Así, el grupo de amigos se reunió en el centro de Times Square. Felices reían y festejaban, con el firme propósito de evitar el tema principal, del porque estaban ahí.
Ninguno mencionaría la guerra.
A punto de dar la medianoche, empezó a nevar, sin que esto opacara el ambiente de celebración. De pronto, Neil sintió que alguien chocaba con su espalda. Al girarse, aún con la poca luminosidad de los faroles, pudo reconocer el cabello rizado y los bellos ojos verdes de la chica – ¿Candy?
De improviso, Neil sintió como si estuvieran solos los dos, en ese mar de gente – Ha estado llorando – Con suavidad, limpia el trayecto de las lágrimas.
Los ojos de Candy lo decían todo – No me ha reconocido – Neil se inclinó con cautela, esperando no recibir un golpe de su parte. Con delicadeza, sujetó su rostro con la mano izquierda y la mano derecha la apoyó en su hombro. Le dio un fugaz beso en la mejilla y después la jaló hacia él, para hablarle al oído – Feliz año nuevo, Candy.
Al separarse, vio como los copos de nieve, parecían formar una especie de corona sobre su cabeza, y en sus ojos, se reflejaban los fuegos artificiales – Tan bonita como siempre, eh, Candy – Hace una mueca.
Esa mueca, Candy la reconocería en cualquier lugar – ¡Eres Neil!
– ¡El mismo que viste y calza! – Sonríe con descaro – Vaya Candy, viajar hasta New York para recibir un beso de mi parte, ¿a qué se debe tal honor?
Los colores subieron al rostro de Candy, antes de fruncir el entrecejo – Grr... Eres un... –La pecosa alza su mano, pero antes de soltar la bofetada, alguien coge su muñeca, tomándola desprevenida.
– Disculpe oficial, pero esta jovencita estaba con nosotros – Se excusa uno de los ebrios – Perdónela, ya nos la llevaremos.
Abrumada, Candy forcejea para librarse – ¡Oiga suélteme!
Con ánimo festivo, Oswald se acerca a Neil, para darle el abrazo de año nuevo. No obstante, en un rápido movimiento, Neil toma las solapas del hombre que sujetaba a Candy – ¡La señorita está conmigo, estúpido! – Furioso, Leagan aprieta los puños – Si vuelves a tocarla, te aseguro que no llegarás al 2 de enero.
Esto sí que era nuevo para Candy, ¿su enemigo acérrimo, acababa de defenderla? – Cálmate Neil, respira profundo – Interviene Oswald, al tiempo que los ebrios salen corriendo – Ya aprendieron su lección – Roosevelt rodea sus hombros, calmando los ánimos de Neil – Ven, celebremos este nuevo año – Finaliza, dándole un fraternal y efusivo abrazo – ¡Feliz año nuevo, imbécil!
– ¡Feliz año nuevo, idiota! – Con enorme sonrisa, Neil aprieta el abrazo.
– Es un buen momento para irme – Candy ajustó su bolso y dio unos pasos hacia atrás, pero el fuerte e inesperado abrazo de Clementina, la detuvo en su lugar – ¡Candy, al fin te encontramos!
– Tina, Clara, ¿Cómo es que...?
Alina también llegó corriendo, pero ni siquiera vio a Candy – ¡Neil!
– ¡Alina! – Con brazos abiertos, Leagan recibió a la efusiva enfermera Jones, fundiéndose en un tierno y cálido abrazo – ¡Te he estado buscando por todos lados! – Reclama la chica.
– Bueno, ya me encontraste – Con ternura, Neil peina los cabellos de Alina, despejando su frente para depositar un cálido beso.
Pronto, soldados y enfermeras, e incluso Clementina, se unieron al abrazo de un solo festejo, el inicio del año 1917. Por alguna razón desconocida para Candy, no podía apartar los ojos de la pareja Leagan-Jones – Todo este tiempo, Alina estaba hablando de Neil...
– Candy, Clara, no sabía que tenían tantos amigos – Confiesa Clementina – Todos están invitados a nuestra cena de año nuevo.
Los varones se miraron entre sí – Agradecemos mucho la invitación, señorita – Angus se excusa – Pero tenemos que acudir a este lugar – Le enseña el sobre junto con la invitación, donde se aprecia una dirección.
Complacida, Clementina asiente – Es curioso – Mueve la cabeza – Yo también voy para allá.
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A las 00:20 hrs, el personal convocado, ya se encontraba en la residencia Delrick, siendo el punto de reunión, un salón acondicionado en el sótano. Una vez que aseguraron las puertas, quedaron bajo resguardo por oficiales disfrazados de sirvientes.
Dentro del salón, estaban el general Walter Delrick, el médico militar Alfred L. Delrick, la joven Clementina Delrick y el sargento Jackson, quien se encargó de separar a los varones y a las mujeres en dos filas, respectivamente, basado en la lista detallada que elaboró el propio general Delrick.
El general Delrick toma la palabra – Antes que nada, les deseo un feliz año 1917 – Los soldados hicieron el saludo militar – Descansen soldados... Bien, trataré de ser breve – Empieza a caminar, en el espacio creado por las dos filas – Tenemos pruebas fehacientes, de qué hay espías alemanes siguiéndonos los pasos, y seguramente, viajarán con nosotros a Francia.
Un exaltado murmullo, por parte de las féminas, se oyó en el salón – Por esa razón, los hemos citado aquí esta noche – El general toma la tabla con la lista – Necesitamos de su total disposición, para que lleguemos sanos y salvos a Europa.
Candy y Clara se miraron de reojo. De nuevo, el general camina entre las filas – Antes de continuar, si hay alguien que no quiera cooperar o esté casado, es libre de irse.
Un incómodo y tenso silencio se presentó en el salón – Entiendo entonces, que se apegarán a nuestras órdenes.
– ¡Sí señor! – Fue la respuesta unánime de los soldados, seguida por el personal de salud – Sí, general Delrick.
– Muy bien – El general Delrick vuelve al frente de las filas – Ingresaron aquí como solteros, ahora saldrán de aquí como marido y mujer.
Las expresiones de asombro y conmoción, no se hicieron esperar, haciendo eco en el salón – ¡Todos guarden silencio, que el general Delrick está hablando! – Ordena el sargento.
Nuevamente, reinó la tensa calma – ¡Pongan atención, jóvenes, que esto es cuestión de vida o muerte! – Walter Delrick habla con voz enérgica – Los espías, buscan la documentación oficial con estrategias militares, que llevaremos a la guerra – Tras una breve pausa, continúa – Todos los que están aquí, han sido seleccionados por sus habilidades particulares – El general hace un gesto hacia su hija, y está se acerca con unos papeles – Cada pareja de casados, contará con una historia personal, para viajar a Francia. Durante el viaje, se mezclarán como pasajeros comunes, sin levantar sospechas de su persona.
– Al final de cada día, reportarán únicamente las actividades o personas, que les resulten sospechosas, ¿entendido?
– ¡Sí señor! – Respondieron todos al unísono, mirando hacia el frente.
Temerosa, Candy estaba rogando a los cielos – Dios, por favor...
El teniente Jackson, junto con el Dr. Delrick, movieron una mesa, mientras que Clementina acomodaba tinteros y plumas fuente – Soldados, giren a su derecha, damas, giren a su izquierda – Ordena el general – A partir de hoy, la persona frente a ustedes será su cónyuge, hasta llegar a Francia.
Al ver a Neil delante de ella, Candy sintió un intenso escalofrió, acompañado de un fuerte hormigueo, que recorría todo su cuerpo – ¡Neil será mi esposo!
En cuanto a Neil, con dificultad pudo mantener su postura, sintiendo en su pecho el salvaje palpitar de su corazón – Candy... – De inmediato, puso los ojos en Alina, quien no dejaba de observarle – Alina...
Cada pareja, fue pasando a la mesa, para firmar un acta de matrimonio falsa. También les dieron alianzas matrimoniales, junto con un sobre sellado, con la historia de su viaje. El tenso ambiente permanecía en el salón, y por instantes, Candy sentía que le faltaba el aire – Candy, tienes que firmar el acta de matrimonio – Clementina le extiende una pluma fuente – ¿Candy?
Parado frente a ella, con rostro inexpresivo, permanecía Neil Leagan, escogiendo las alianzas de matrimonio. Sin mediar palabra, Candy pasó amarga saliva, se inclinó y cogió la pluma fuente – Vamos Candy, solo será hasta llegar a Francia – Se dijo mentalmente – Puedes hacerlo.
Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, Candy enfocó la vista y firmó el acta – Excelente – Clementina retiró el documento, para que la tinta se secara – Ahora, tienes que ponerte el anillo.
El joven Leagan, extendió su mano hacia ella, esperando la mano izquierda de la pecosa. Neil ya portaba su anillo de oro, y con un suave movimiento, colocó la alianza en el dedo anular de Candy.
Sin poder aguantar más, Candy se desmayó, siendo atrapada en el aire por Neil – ¡CANDY! ¡CANDY!
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Cuando Candy despertó, eran alrededor de las 01:30 hrs. Miró a su alrededor y reconoció su alcoba (habitación proporcionada, por la familia Delrick) – ¿Cómo es que llegué hasta aquí?
El suave aroma de jamón horneado, papas y salsa gravy, despertó su apetito, demostrado por el rugir de su estómago – ¡Vaya Candy, al fin despiertas!
– Neil – Al verlo sentado en la pequeña mesa, al centro de la habitación, la sensación de hambre disminuyó – ¿Dónde está Clementina?
– La hija del general Delrick, tuvo que salir para atender a los invitados – Con cuidado, se limpia con la servilleta de tela – ¿No tienes hambre?
Mirándolo con reserva, Candy negó con la cabeza – ¿Qué haces aquí?
Con serenidad, Neil continuó comiendo – Cuido a mi esposa, ¿qué más?
Sintiendo impotencia, la rubia apretó las sábanas que cubrían su cuerpo – Disfrutas esto, ¿verdad?
Sin inmutarse, Neil siguió comiendo – Siempre soñé, con un falso matrimonio contigo, antes de viajar a la guerra – Responde con sarcasmo.
Furiosa, Candy se levantó de la cama – Nunca dejarás de ser Neil Leagan.
– ¿Y por qué tendría que dejar de serlo? – Apretó los cubiertos – Seguro desearías a ese actor de quinta en mi lugar, pero esto no es un dulce sueño, Candy – Respira hondo, tratando de calmarse – De todas formas ¿para qué quieres ir a la guerra? ¿es acaso un capricho de hija adoptiva? – Eleva su copa de vino, a modo de brindis – ¿O te vas por culpa de ese Grandchester?
– Eres un grosero – Candy cruza sus brazos – Además, eso no te incumbe.
Por un segundo, Neil y Candy cruzaron miradas – Cierto, no me incumbe... en fin, de todas formas, no puedo creer que el tío abuelo William, haya permitido que seas voluntaria.
El semblante de Candy cambio, mostrando un desconcertante miedo en sus ojos, dándole la explicación suficiente a Neil, para comprender lo que estaba pasando – El tío abuelo no lo sabe...
Candy se apresuró a la puerta, pero Neil la alcanzó, tomándola de los hombros – Candy, esto es serio, ¿por qué quieres ir a la guerra? ¡puedes morir!
– Tú también puedes morir – Replicó – Y parece no importarte.
– ¡Por Dios Candy, solo escuchaste que serías mi esposa y te desmayaste! – Neil trata de hacerla recapacitar – Si no puedes manejar una simple misión de espionaje, ¿cómo podrás enfrentar todo lo que se viene?
Candy abrió la boca para responder, sin embargo, por esta ocasión, Neil tenía razón. La noticia fue tan impactante para ella, que no pudo manejarla con madurez – Me desmaye, como una niña asustadiza – Pensó y relajó su cuerpo.
Neil aflojó su agarre y Candy elevo el rostro – Tienes razón Neil, no supe como manejarlo, pero estoy segura, de que podré hacerlo.
– Si estás tan segura de eso, demuéstralo – Neil le ofrece su brazo – Sal conmigo y únete a la fiesta, como mi esposa.
Una vez más, Candy sintió que se le helaba la sangre – ¿Qué pasa Candy? – La reta – Pensé que estabas dispuesta a ir a la guerra.
– Lo haré, sólo si prometes no pasarte de listo conmigo – Cierra los ojos y voltea su cabeza.
Frustrado, Neil pasa una mano por su cara – Todo tiene que ser complicado para ti, ¿no Candy? – Suspira – No estoy en posición para 'pasarme de listo', recuerda que estaremos siendo vigilados.
Después de unos minutos de silencio, Candy tomo el brazo de Neil – Vamos.
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Al ingresar al gran salón, un sirviente anuncio a los que se unían al festejo – El señor y la señora Leagan.
– ¡Que bueno!, Candy ya se siente mejor – Clementina junta sus manos.
Clara mira con atención, las manos de la joven Delrick – Tina, ¿te manchaste de tinta?
Rápido, Clementina bajo las manos – Si bueno, tuve un accidente en la tarde.
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Cuando Candy salió para verse con Clara, Clementina llevó los regalos a la oficina de su padre. Al dejarlos sobre el escritorio, encontró la lista de las parejas, que el general Delrick había hecho. Con cuidado, tomó la lista y localizó el nombre de Neil Leagan y el de su amiga Candy – ¿Por qué razón, mi padre no los emparejó? ¿quién es este Oswald?
Originalmente, Oswald sería el esposo ficticio de Candy. Clementina vio un tintero nuevo sobre el escritorio – ¡Damien, Damien, ven pronto! – Sale Clementina corriendo, con papeles manchados de tinta – Por favor, ayúdame a transcribir estos nombres a una hoja nueva.
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ConTinUarÁ…
Sus sospechas son ciertas, Clementina ha cambiado los nombres de la lista, bueno, al menos un par de nombres, para que Candy sea pareja de Neil.
Eliza cree que Neil va a la guerra, para evitar que Candy muera en el campo de batalla. Usará cualquier oportunidad, para alejarlo de ella, así tenga que pedirle a una desconocida, que lo mantenga a raya de la huérfana.
En cuanto a Neil, para él va a ser una dura prueba. Justo cuando iba a dar un paso importante con Alina, tendrá que esperar, para poder fingir un matrimonio con su amada Candy, gracias a una importante misión, que podría costarles la vida a muchos soldados.
¿Cómo les irá a Candy y a Neil en el barco? ¿Qué piensan ustedes?
No olviden dejarme un review.
Nos leemos después ;)
MaRyMoRaNTe:)
