¡Hola a todos!
De nuevo, Mary Morante hace su aparición.
Antes que nada, quiero ofrecer una disculpa. Han pasado algunas cosas en mi rutina diaria, por eso no había tenido tiempo de escribir este capítulo. Como siempre, agradezco de corazón a C.C. Suu, atlas1950, Jenny Leegan, ayacegua, Meribet, Yoseline, Nessieprettysweet, Dickens1985, Dobledragon, reed books por sus reviews, en serio que los apreció y me doy mi tiempo para leerlos, en especial los de Dobledragon, ya que son reviews bastante largos jaja.
Sin más, les dedico a todos ustedes este capítulo, esperando que sea de su agrado.
Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko N agita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.
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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA
Entre la Tormenta y la Calma
New York City, 1 de enero de 1917.
En base a la estrategia elaborada por los hermanos Delrick, la mitad de las parejas, pasaron la noche en casa del general Delrick. Las parejas restantes, fueron hospedadas en un hotel cercano, cuyo dueño, era un viejo amigo de la familia y tenían total confianza en él.
Entre las parejas que se quedaron a trasnochar, estaban por supuesto: Candy y Neil, junto con Oswald y Alina (para alivio de Neil, Oswald resultó ser el esposo ficticio de Alina). La fiesta finalizó alrededor de las tres de la mañana, por ello, muchos dormirían hasta tarde.
Alrededor de las 08:00 hrs, Clementina disfrutaba su desayuno – Buenos días, señorita Delrick – le saluda Neil.
– Oh, que tal, buenos días – Clementina se limpia con una servilleta – Eres Neil Leagan verdad, por favor, siéntate y acompáñame a desayunar, seguro tienes hambre.
– Es muy amable señorita Delrick, gracias – Después de hacer una reverencia, Neil se sienta junto a ella – Por favor, olvida las formalidades, llámame Clementina o solo Tina – Al sonido de una pequeña campanilla, un sirviente le trajo a Neil un plato con fruta picada, pancakes y café caliente.
Con amable sonrisa, Neil asiente – Buen provecho, Tina – Empieza a comer y Clementina toma la palabra – ¿Ya despertó Candy?
El moreno niega con la cabeza – Disculpa, pero no llamé a su habitación, supongo sigue durmiendo.
– ¿Sabes?, Candy me ha hablado mucho sobre ti.
Un acceso de tos nerviosa, se manifestó en él. Pronto, tomó un gran trago de agua, para apaciguar la tos, desatando la risa de Clementina – Calma, no es lo que tú crees.
– Sinceramente, no quisiera saber que le ha dicho sobre mí, la señorita Ardley.
– Considérate afortunado – Clementina da un sorbo a su café – De lo que más ha hablado, es de tu drástico cambio, al ingresar al ejército.
Esta confesión, no la esperaba el joven Leagan – ¿Será que tengo una última oportunidad con Candy? – Se preguntaba en su interior, para inmediatamente recapacitar – No, en realidad nunca tuve oportunidad con ella.
Por otro lado, Clementina analizaba su reacción, sonriendo para sus adentros. Ambos continuaron platicando sobré cosas banales, como el clima, lo hermoso que es Francia y los lugares a visitar en New York – Tina, sé que hoy es día festivo, pero seguro conoces a un buen joyero.
Una sonrisa cómplice, se dibujó en su rostro – Tienes razón, ¿qué necesitas?
Después de una pausa, Neil suspiro – Solo… No le cuentes a Candy.
A las 10:30 hrs, Candy despertó, recordando la fiesta de Año Nuevo, donde bailó con Neil la mayor parte del tiempo – ¿Todo fue un sueño? – Baja la vista y aprecia el anillo matrimonial, que porta su dedo anular – No, no ha sido un sueño.
El suave golpeteo a la puerta de su habitación, la obligó a levantarse – ¡Permítame un momento! – Rápido, coge un albornoz para cubrirse.
– Buenos días, señorita Ardley… Oh perdone, quise decir, señora Leagan – Saluda la sirvienta – La señorita Delrick, me pidió que le trajera su desayuno – Se hace a un costado y empuja un carrito de servicio.
– Que amable, muchas gracias – Una vez que entró, Candy cerró la puerta – Si piensa salir con su marido, le aconsejo que se abrigue bien – Acomoda el desayuno en la pequeña mesa – Estuvo nevando toda la noche, y afuera hace mucho frío.
– Mi marido... Será difícil acostumbrarme a llamarlo así – Candy se sienta en la silla – Gracias... por cierto, ¿sabes dónde está Clementina?
– La señorita Delrick y el señor Leagan, salieron hace como una hora – Asegura la sirvienta – Su marido, me pidió le recordará, que más tarde saldrían a dar un paseo.
Por esta ocasión, Candy no se sentía incomoda de salir con Neil. En este paseo, estarían acompañados por sus amigos – Me apresuraré a almorzar.
c - c - c - c
Cerca del mediodía, Candy, Neil, Alina, Oswald y Clementina, salieron a caminar a Central Park. Una vez allí, Clementina los animó a patinar sobre hielo y siendo día festivo, había muchas personas aprovechando el hielo firme – Antes de mi enfermedad, venía con mi amiga Martha, casi todo el invierno – Clementina patina junto a Candy y Oswald. Al no comprender de quien hablaba Tina, Oswald mira a Candy. En respuesta, la rubia hizo un gesto negativo y con la boca, deletreo una palabra en silencio – Falleció.
Unas suaves risas, cercanas a ellos, llamaron su atención. Al girarse, fueron testigos de cómo Neil enseñaba a patinar a Alina. Ambos mostraban un brillo especial en su mirada, se sonrojaban más que por el frío, sonriéndose el uno al otro. Oswald se alegró por su amigo, mientras que Candy, le observaba incrédula – No puede ser el mismo Neil.
– Bueno chicos, creo que voy a dar unas vueltas – Clementina soltó a Candy y se alejó, dejándola con Oswald – Tina es muy agradable – Afirmó el soldado.
– Jiji, una vez que la conozcas bien, sabrás que es genial.
Oswald bajo la vista, notando que se deslizaban con las manos entrelazadas – ¿Q-quieres que paremos? – Pregunta un poco nervioso.
– No... Oswald te llamas, ¿verdad? – Candy pone una mano sobre su cabeza y ríe avergonzada – Perdona, no recuerdo bien tu nombre.
En tanto, Clementina alcanzó a la pareja Leagan-Jones – ¡Hola chicos!, espero no interrumpir.
– Por supuesto que no, Clementina – Alina se sonroja – Neil solo me está enseñando a patinar.
– ¿Ya vieron lo bien que se llevan, Candy y Oswald? – Los tres miran a Candy riendo y platicando con Oswald, tomados de las manos – Parecen una pareja de verdad.
– Aunque no lo creas, mi amigo Leagan ha cambiado mucho – Oswald jala a Candy, para esquivar a unos patinadores.
Con media sonrisa, Candy despeja los rizos de su pecoso rostro – De cierta forma, no se parece al Neil qué conozco.
– Una parte, es gracias a Alina – Cruza miradas con ella – Y otra parte, es gracias a ti Candy, porque arreglaste la fotografía.
– ¿La fotografía?
A prudente distancia, Neil mantenía un ojo vigilante sobre Oswald y Candy – Sabes Neil, la idea de mi padre, el general Delrick, era que las parejas empezarán hoy a fingir su matrimonio.
Mientras, Oswald le cuenta todo lo que ha sucedido con Neil, desde que se recuperó, hasta la fecha – No imaginaba que podía dibujar – Menciona Candy.
– ¡Dibuja muy bien! – Oswald recuerda, todo el esfuerzo que ha hecho Neil – Le ha costado trabajo dejar de ser un necio, pero créeme, lo ha logrado – Ajusta sus lentes – Si tan solo pudiera cambiar de lugar con él, yo podría ser tu marido.
Ante esas palabras, Candy le mira fijamente, con rubor en sus mejillas – ¡Lo digo para que Neil pueda estar con Alina! – Mueve su mano libre – Tú sabes, ella es muy bonita.
Curiosa, Candy parpadea un par de veces, ruborizando más a Oswald – Q-quiero decir, no es que tú no seas bonita... Pienso... Creo que eres muy guapa... Eres muy rubia y tus ojos son muy verdes... – Sumamente avergonzado, Oswald baja la gorra, para esconder su rostro – ¡Rayos!, no sé qué estoy diciendo.
Con sonrisa divertida, Candy da pequeñas palmadas en la mano de Oswald – A mí también me gustan tus ojos verdes.
Los dos se miran y empiezan a reír, hasta que fueron interrumpidos – Es de mala educación, cortejar a la esposa de tu mejor amigo – Escuchan a sus espaldas y al voltearse, ven a Neil Leagan detrás de ellos – Oswald, ¿me permites a mi esposa? – Con sutileza, los separa y le extiende una mano a Candy.
Confundida, Candy ve a Oswald y este se encoge de hombros – Por supuesto Neil – Eleva la mano enguatada de Candy y besa su dorso, a modo de despedida – Fue un agradable paseo, señora Leagan – El joven Roosevelt guiña su ojo – Ahora, me uniré a mi esposa.
De inmediato, Leagan rodea los hombros de Candy, haciendo una curiosa mueca – Neil, ¿qué fue...? – Inesperadamente, el soldado sonríe y le da un tierno beso en la mejilla, previo despejar sus rizados cabellos, para hablarle al oído – No mires ahora, pero hay al menos tres hombres, observando a los patinadores.
Con desconcierto, Candy pone grande los ojos. Adivinando sus deseos, Neil se para delante de ella y sujeta su mejilla – No voltees.
Vacilante, Candy trata de enfocar su mirada en él. De repente, las palabras de Clara hacen eco en su mente – "...Creo que es muy guapo, ¿no piensas lo mismo?" – Y antes de darse cuenta, empieza a analizar sus rasgos faciales – Realmente, Neil no ha cambiado mucho... Si ayer lo hubiera visto con más luz, lo habría reconocido sin dudarlo.
La mirada seria y profunda de Candy, le extraña a Neil. Si bien, aunque lo veía con atención, su mente parecía distante – ¿En qué estará pensando? – Se preguntaba – Sonríe mi amor, solo tenemos tres meses de casados. Prácticamente, estamos de luna de miel.
– ¿Tres meses de casados?
Con desespero, Neil rueda los ojos – Patina conmigo – La jala hacia él, como si le enseñara a patinar. Lentamente empiezan a deslizarse, confundiéndose entre la gente – ¿No leíste el informe que nos entregaron? Te di una copia anoche.
– Ups, estaba tan cansada, que me quede dormida – Candy se encoge de hombros y saca la lengua.
Con forzada sonrisa, Neil trata de ocultar su disgusto – Sí que eres despistada, amorcito – Aprieta los dientes
– ¡Oye! – Candy infla sus mejillas – Anoche tenía mucho sueño, tú quisiste bailar hasta el final.
– No te sientas tan importante, Candy – Réplica molesto – Yo solo estaba cuidando a Alina.
– No puedes cuidar a alguien, mientras estás bailando – Candy frunce el ceño y voltea su cara.
– ¡Diablos Candy, en serio que me...! – Por ir discutiendo, no se dieron cuenta que llegaron al borde del hielo, cayendo ambos sobre la nieve. Neil fue el primero en caer, (iba patinando de espaldas), recibiendo a Candy en su regazo – ¡AH!
El lugar estaba tan concurrido, que ni Oswald, Alina o incluso Clementina, vieron el accidente. Algunas personas, se acercaron para ayudarles y asegurarse, de que estaban bien – ¿Le ayudo señorita? – Una mano varonil, ofreció su ayuda.
– Sí, gracias – Con la ayuda ofrecida, Candy pudo ponerse en pie – Así que, el tarzán pecoso, pierde sus habilidades en invierno.
– ¡¿Tarzán pecoso?! – Al elevar la vista, reconoce al joven de cabellos castaños que le ayudó – ¡Terry!
– ¡Candy! – Rápido, Terry le da un gran abrazo – Candy, te he estado buscando desde ayer.
– Terry, yo... – Rápido, Neil rodea la cintura de Candy, alejándola de él – ¡Hey, Grandchester! – Leagan habla con firmeza en su voz – ¿No vas a saludar a los amigos? ¿O solo piensas saludar a mi esposa?
– ¿Esposa...? – Abrumado por esta inverosímil noticia, mira sorprendido a Candy, quien sentía como si un balde de agua fría, cayera sobre ella. Con brusquedad, Neil retira su propio guante y le enseña a Terry, su anillo de matrimonio – Como podrás ver, no estoy mintiendo.
Con el alma en un hilo, Terry busca la verdad en la rubia – ¿Es cierto eso, Candy?
A punto de responder, Candy mira más allá del joven actor y localiza a Susana, sentada en su silla de ruedas, esperando paciente a Terry, su esposo. Con dulce sonrisa, Candy cierra los ojos y abraza de lado a Neil, descansando la cabeza en su brazo, desconcertando a los dos – De hecho, llevamos tres meses de feliz matrimonio.
Con rostro serio (y no muy convencido), Terry asintió – Candy, sólo deseo tu felicidad... – Se vuelve hacia Neil y aprieta los puños, amenazante – Leagan, si te atreves a lastimar a Candy, yo te juro que…
– ¡¿Qué Grandchester?! – Con burlona sonrisa, Neil se percata que ahora, es más alto que Terry – Tú tomaste tu decisión, Candy tomó la suya – Ladino, rodea los hombros de su aparente esposa, para regresar a la pista – Si nos disculpas – Sin dar más explicaciones, Neil se lleva a Candy.
– Perdóname Terry... No quiero que sufras conmigo... – Candy cierra los ojos y se aferra a Neil, dejando atrás, una vez más, al amor de su vida.
c - c - c - c
El paseo del día festivo, finalizó. Al día siguiente, ya estaban listos para zarpar en el RMS St. Mary, con destino a Francia. El RMS St. Mary era un barco de lujo, casi tan lujoso, como lo había sido en su momento el RMS Titanic y cuya superstición, hizo que este navío fuera bautizado con un nombre santo.
Antes de abordar, Candy se despidió de su amiga Clementina, y ambas acordaron, intercambiar correspondencia – Se que regresarás sana y salva Candy, aun así, cuídate mucho y que Dios te cuide.
En el interior del barco, hay gran movimiento de personas. Los botones y demás mozos, se desplazaban de un lado a otro, atendiendo con especial prioridad, a los pasajeros de primera clase. A las familias Leagan, Brown Roosevelt, Howland y Anderson, les tocó boletos de primera clase, emocionando de sobremanera a Alina, Virginia y Clara, esposa ficticia de Angus – Nunca había viajado en barco, mucho menos en primera clase – Con entusiasmo, Clara toma las manos de Candy.
– Candy, tú perteneces a la familia Ardley, seguro has viajado mucho en barcos y trenes – Virginia junta sus manos y suspira – Que envidia.
– ¿Cómo explicar mi vínculo con los Ardley? – Candy ríe apenada – Quizás, habré hecho un par de viajes en barco.
Al mismo tiempo, los hombres entregaban sus equipajes a los botones – Tienes mucha suerte, Angus – Se queja Johnny – Viajarás en primera clase, nosotros viajaremos en clase económica, ni siquiera alcanzamos segunda clase.
– Si pudiéramos cambiar de esposa, te regalaría mi lugar – Angus se lamenta – Clara habla demasiado.
– Anímate Angus – Oswald le da palmadas en su espalda – No puede ser tan malo, Clara es guapa y es muy inteligente, escuché que terminó sus exámenes de medicina, con el promedio más alto.
– Tú dices eso, porque Alina es tu esposa – Angus levanta sus manos – Si estuviera en tu lugar, también estaría contento... claro, sin ofender, Leagan.
El mencionado negó con la cabeza – Angus, Angus... – Sonríe y abraza a su amigo – Tenemos que dar nuestro mejor esfuerzo y disfrutar del viaje.
– Sí claro, al lado de la doctora Candice Leagan, cualquier viaje es hermoso.
Oswald advierte, la disimulada mueca que Neil mostró, por unos segundos – Lo que pasa, es que a Angus le gusta Virginia – Aclara Oswald.
Ante las torpes negativas, todos los soldados empezaron a reír; a diferencia de Neil, que permanecía inexpresivo, preocupando a Roosevelt – Jaja, sí que eres terco, Angus – Divertido, Neil rodea al joven Howland del cuello – Vayamos a revisar el registro de camarotes.
La hora de partir llegó, y a pesar del gélido ambiente, toda la tripulación salió a cubierta, para despedirse de New York City – ¡Wooow, que hermoso! – Feliz, Clara toma el brazo del pobre Angus. Virginia y Alina reían entre sí, en tanto, Candy localizaba a Clementina y Damien entre la multitud – ¡Adiós Tina, volveré, lo prometo!
– ¡Que Dios les bendiga Candy, Clara! – Clementina y su hermano, agitan los brazos – ¡Daniel, cuida mucho de Candy!
– ¿Daniel? – Candy voltea a ver a Neil, pero Alina se adelanta – Neil es diminutivo de Daniel, ¿no lo sabías, Candy?
– Jajaja, que clase de esposa eres... jajaja no sabes el nombre de tu marido – Con burla, Johnny apoya su dedo índice, sobre la nariz de Candy – Y esta vez, tu bello rostro no te salvará, doctora pecas.
El rostro de Candy, se cubrió de un intenso carmesí, antes de sacar su lengua – ¿A quién llamas doctora pecas? – Frunce el ceño y pone manos en la cintura – Además, eso ya lo sabía.
Todos los amigos reían, a diferencia de Neil, que sólo esbozó media sonrisa – Mejor regresemos al interior – Sugiere Leagan, rodeando los hombros de Candy – Hace frío y tenemos cosas que hacer, caballeros.
Sus amigos se despidieron, pues los varones se reunirían más tarde. Justo en ese momento, Candy entendió su situación marital: compartiría cama con él – ¿Qué ocurre Candy?, ¿acaso crees que voy a 'comerte'? jajaja.
– N-no me parece gracioso, 'Daniel' – La rubia se cruzó de brazos y desvió la mirada.
Cerca de la pareja, estaban los hermanos Delrick, despidiéndose de sus familiares. Junto a ellos, iban soldados y sargentos, custodiándoles – ¿Ves al general Delrick? – Se inclina hacia ella, teniendo cuidado, de no ser escuchado por alguien más – ¿Por qué no hacemos una tregua?
– ¿Una tregua? – Curiosa, Candy parpadea.
– Al menos, finjamos que nos llevamos bien – Con caballerosidad, le ofreció su brazo – Si hago algo que te moleste, puedes acusarme con el general o el doctor Delrick.
La oferta era tentadora. Si Neil quería propasarse, podía acusarle con sus superiores y quizás, llegaría a Francia, sin tener que fingir un matrimonio, con alguien a quien odiaba – ¿Vamos a dormir en la misma… habitación? – Toma su brazo y empieza a caminar con él.
El joven moreno elevo ojos al cielo, poniendo una mano en su mentón – Pues sí, normalmente los esposos, duermen en la misma habitación.
La rubia se detuvo y Neil se giró hacia ella. Al ver su enrojecido rostro, entendió hacia donde dirigía la pregunta – Oh, ya veo... – Sonríe – No te preocupes, eso ya está resuelto.
– ¿Resuelto?
Con amabilidad, Neil abre la puerta a los pasillos principales – Entremos.
c - c - c - c
El camarote de primera clase, estaba compuesto por dos habitaciones grandes, más el cuarto de baño. La primera habitación, contaba con chimenea y sobre esta, un hermoso reloj de madera, una mesa con cuatro sillas y una pequeña sala, con cojines decorativos. El dormitorio, tenía una cama matrimonial con dosel, un secreter, un espejo de cuerpo entero, un armario y un sofá pequeño. En el cuarto de baño, había una preciosa tina de mármol, un inodoro y un espejo sobre el lavabo.
Ambas piezas, contaban con dos ventanas, decoradas con cortinas, así como dos pequeños candiles, al centro del techo – Bienvenida a tu camarote, Candy – Neil cierra la puerta y antes de que la joven protestara, le entregó la llave, con el número del camarote – Esta es tu llave, cuídala y no la vayas a perder.
– Eh... – Angustiada, Candy aprieta la llave en su pecho y asiente.
Sin prestarle atención, Neil va a su maleta y saca un par de trajes – Hoy tenemos una cena de bienvenida, voy a colgar mis trajes en el armario – Ingresa a la alcoba y Candy aprovechó la distracción. De inmediato, corrió hacia la puerta, metió la llave en el cerrojo y la giró, cerrando la puerta por accidente – ¿No puso cerrojo a la puerta...? – Volvió a girar la llave y al abrir la puerta, vio a Alina y a Oswald parados en el pasillo – Candy, ¿está Neil contigo?
– Yo... sí – De a poco, Candy fue recuperando la calma. Se hace a un costado, para que los recién llegados entren – Pasen por favor, Neil está en... – El sonido de un martilleo, enmudece a Candy. Los tres se asoman a la pieza y ven a Neil, arreglando la puerta del armario – Mira Oswald, la puerta estaba algo caída – La prueba, moviéndola de un lado a otro – Creo que quedó bien.
El castaño se acerca y revisa la puerta – Muy bien, la has arreglado – Complacida, Alina va con Neil y le da un pequeño beso en la mejilla, sonrojando al soldado – Eres muy hábil, te felicito.
En cuanto a Candy, estaba tan estupefacta, que permaneció inmóvil, con la boca ligeramente abierta, resbalando de sus manos, la llave del camarote – Candy, ¿te pasa algo? – Pregunta Alina, al tiempo que Oswald se agacha y coge la llave.
Simulando una sonrisa, Candy niega con la cabeza – No es nada, estoy bien.
– Que bueno que llegaron, vamos a la sala – Guarda el martillo en un pequeño estuche de herramientas, que está en su maleta, y los conduce a la sala – Candy, le pedí a Oswald y a Alina que vinieran – De entre sus ropas, saca dos hermosas cajitas de terciopelo, una color vino y otra color azul oscuro – Porque quiero entregarles esto.
Emocionada, Alina toma la caja color vino y al abrirla, ve un hermoso anillo de compromiso, junto a dos argollas matrimoniales que le hacían juego. Candy hace lo mismo y nota que el contenido es parecido, siendo diferente, el diseño de las joyas – No entiendo – Expresa la pecosa.
– Neil y yo, comparamos los anillos matrimoniales – Oswald se quita su anillo y lo muestra – Y nos dimos cuenta, que todos son iguales.
Las chicas retiran sus anillos y los comparan – ¿Todos los anillos son lisos? – Cuestiona Candy.
– No podemos confirmarlo, pero es muy posible – Neil toma la caja de Alina – Ayer fui con un joyero, y le pregunté, las especificaciones de un anillo de matrimonio – Alza la argolla femenina, mostrando las letras grabadas en su interior: Oswald B. Roosevelt – Como verán, se graban los nombres de los esposos – Toma la mano de Alina y con suavidad, desliza el anillo de diamantes – Además, no puede haber matrimonio, sin anillo de compromiso – Le sonríe y besa su mano.
Sonrojada, Alina mira con coquetería a Neil, desatando un momento incómodo para los acompañantes – Cof, cof... – Oswald aclara su garganta, recordando al par de tórtolos, que no están solos – Si bueno – El joven de lentes mira a Candy – También creemos, que puede haber mujeres espías en el barco.
– ¿Mujeres espías? – Candy baja la vista y toma el anillo de Neil, encontrando su nombre grabado en el interior – Comprendo, una mujer notaría que los anillos son falsos.
– ¡Eres muy inteligente! – Oswald toma la mano de Candy – Permítame, señora Leagan – Con cuidado, le pone los anillos, avergonzando a la rubia – Gracias Oswald.
Este gesto, definitivamente no le gustó a Neil – Oye Teddy, tenemos cosas que hacer – Se levanta del sofá y toma el brazo de su amigo – Ponte tu anillo y vámonos.
Con sonrisa burlona, Oswald sigue a Neil – Coge tu abrigo Chicago, afuera hace frío – Se vuelve hacia las mujeres y hace una reverencia – Con su permiso, damas.
– ¡Ya vámonos! – Con brusquedad, Neil saca a Oswald del camarote y cierra la puerta, dejando a Candy con Alina. Las chicas cruzaron miradas y se rieron – Vaya, sí que son listos – Alina enfoca la vista, en su antiguo anillo – Jamás hubiera notado, la similitud de los anillos.
– Yo tampoco – La joven doctora, no podía creer, todo lo que estaba pasando. Acababa de emprender un viaje a Francia, como esposa de Neil Leagan, quien ahora es oficial militar. Además, estarán vigilando a los pasajeros, en una misión secreta, antes de llegar a su destino: La Gran Guerra – ¿Te pasa algo? Estás muy callada, Candy.
Candy reacciona y niega con la cabeza – Lo siento, estaba pensando en otra cosa.
– Candy, hay un favor que quiero pedirte – Alina se acomoda delante de ella, seguido toma sus manos – Durante el viaje, quisiera pasar el mayor tiempo posible con ustedes – Apenada, baja el rostro – Ya sabes... es por Neil... y verás...
– ¡En serio está enamorada de Neil! – Con cierta sorpresa, Candy le sonríe y aprieta sus manos – No te preocupes, seguro él también quiere pasar tiempo contigo. Si no fuera por la misión, en este momento estarían juntos.
– ¡Muchas gracias! – Con gran alegría, Alina abraza a Candy – Trataré de darte tiempo a solas con Oswald, se ve que se gustan.
– ¡¿Oswald... y yo?! – Sin poder evitarlo, Candy se suelta a reír, contagiando gratamente a Alina.
– Ven Candy, hay que prepararse para el baile.
c - c - c - c
Pasados siete días, la relación entre Candy y Neil se mantuvo sin cambios. Por breves momentos, (generalmente en las comidas) la familia Leagan convivía con el señor y la señora B. Roosevelt. Después, Candy y Neil paseaban por el barco, observando discretamente a los pasajeros, sobrellevando una conversación monótona. En la tarde, Neil acudía al casino del barco a jugar cartas, donde intercambiaban información, usando un lenguaje secreto.
Candy y el resto de las damas, se juntaban para merendar, mientras sus "maridos" hacían "cosas de hombres". Cerca de las 19:00 hrs, las mujeres se despedían y se recogían en sus camarotes. El servicio llegaba a las 20:00 hrs, y dejaba una charola, con cena para dos personas.
Por supuesto, Neil no llegaría, hasta cerca de las 23:00 hrs. A esa hora, Candy ya estaba descansando en el dormitorio, mientras que Neil, apenas cenaría una comida fría.
Si su esposo ficticio fuera otra persona, sin dudarlo, Candy le ayudaría a calentar la cena. En cambio, lo único que hacía por él, era mantener la mesa junto a la chimenea, con la esperanza de que, al menos, no se congelara.
Cada día, después de cenar, Neil acomodaba su saco de dormir cerca de la chimenea. Al día siguiente, despertaba a las 04:30 hrs, para hacer una hora de ejercicio y darse una ducha rápida, antes de que Candy despertara (casi siempre, entre las 06:30 y 07:00 hrs)
La rutina, había sido bastante tolerable para ella, pues la mayor parte del día, se la pasaban rodeados de personas.
En su interior, Candy todavía sentía miedo de Neil. Las dos primeras noches, casi no pudo dormir, sabiendo que él estaba al otro lado de la puerta. La tercera noche, tuvo pesadillas, todas relacionadas con Neil Leagan. Para el cuarto día, finalmente, pudo dormir la mayor parte de la noche, tal vez por cansancio.
El miedo hacía Neil había disminuido, pero no bajaría la guardia. Confiar en Neil Leagan, tampoco era opción.
Al amanecer del octavo día, el ambiente marino cambió. Conforme avanzaban las horas, el mar se agitaba cada vez más,. Durante la tarde, los pasajeros fueron llamados al gran salón, pues se haría un importante anuncio.
Candy, Alina, Virginia y Clara, notaron entre los pasajeros, a sus amigos que viajaban en segunda y tercera clase – Seguro es muy importante lo que dirán – Comenta Virginia.
El capitán John Hanley, se dirigió a los pasajeros – Buenas tardes damas y caballeros, los hemos citado aquí, para informarles que se ha formado una tormenta invernal – Ante el asombro y temor generalizado, prosiguió – No se preocupen, todo estará bajo control. Solo les pedimos que, por su seguridad, sigan las siguientes instrucciones.
Serios, Neil y Oswald cruzaron miradas – Después de las 19:00 hrs, todos deberán permanecer en sus camarotes – Explica el capitán Hanley – Para los pasajeros de primera y segunda clase, a partir de esa hora, la cena será llevada a cada camarote. En el caso de la tercera clase, podrán ir por su cena, hasta las 20:00 hrs. Es muy importante, que mantengan la calma y no salgan de sus camarotes, hasta nuevo aviso.
– Nos dará tiempo, para ir al casino – Oswald le dice a Neil.
– ¿Es necesario que vayan? – Sin poder ocultar su miedo, Alina toma del brazo a Oswald (además, tenía que mantener las apariencias) – ¿No puedes quedarte en el camarote?
– Calma Alina, regresaré antes de la hora señalada, es una orden del capitán Hanley.
Con temor, Candy eleva la vista a Neil – ¿Regresarás temprano? – La pregunta, salió de sus labios de manera involuntaria. Al darse cuenta, la rubia bajo la vista, sintiéndose tonta, por mostrarse vulnerable. En cambio, Neil suavizó sus rasgos y apoyo una mano en su mentón – Por supuesto, pequeña Candy – La rodea en un abrazo y besa su mejilla – Estaré ahí temprano, no tengas miedo.
A las 19:00 hrs exacto, la mayor parte de los pasajeros, estaban ya recluidos en sus camarotes. A las 19:25 hrs Candy recibió el servicio de alimentos, y mientras esperaba a Neil, el barco se estremecía ante las fuertes olas que lo rodeaban.
Las horas pasaron, dieron las 22:30 hrs, la comida se enfrío y una fuerte lluvia empezó a caer. Asustada, Candy sacó el rosario que le regaló la hermana Rosario y se puso a rezar – Dios… ¿dónde está Neil?
El tiempo siguió su curso, y a las 23:50 hrs, la tormenta ya estaba encima del RMS St. Mary, acompañada de fuertes truenos, relámpagos y un gran oleaje, que sacudía con violencia al navío. Este escenario, sumado al hecho, de que los objetos empezaron a caer, paralizaba de miedo a la joven doctora. Sus manos temblaban sin poderse controlar, no podía concentrarse en su rezo y no dejaba de pensar en el Titanic, el Lusitania, ni en Neil – Dios mío, ¿y si nos encontramos con un iceberg...? ¿o si los alemanes hunden el barco...? ¿O si Neil...?
Las luces del camarote se apagaron y el barco se sacudió fuerte, llenando de pánico a Candy – ¡Tengo que salir de aquí! – Sin razonar sus acciones, Candy se puso un albornoz ligero y corrió a la puerta. Al abrirla, choco con alguien, que la rodeo por la cintura – ¡Candy, Candy, cálmate! ¿a dónde vas?
– ¡Neil! – Un relámpago, confirmó a la persona frente a ella – Estás empapado.
Rápido, Neil ingresa al camarote y cierra la puerta – Esta lloviendo – Explica lo obvio, se quita el impermeable prestado, junto con el saco y la gorra – Hubo una situación afuera, y algunos hombres nos ofrecimos de voluntarios – Acomoda las prendas en una silla, toma sus zapatos y pone todo cerca de la chimenea, para secarlos – Es por eso que... – Inesperadamente, Candy lo abraza fuerte de la cintura, hundiendo el rostro en su pecho – ¿Candy? – Neil pone sus manos en los hombros de la rubia y despacio, la separa – ¿Estás bien?
– No... – Una fuerte sacudida del navío, seguida de un estruendoso sonido, desataron en ella, un miedo irracional – ¡Neil, tenemos que salir de aquí y buscar un bote salvavidas!
– ¿Salir? ¡Candy espera! ¡CANDY! – Neil se apresuró a cerrar la puerta, antes de que Candy saliera corriendo del camarote – ¡No podemos salir! – La rodea de la cintura, por la espalda – ¡Afuera es muy peligroso!
– ¡Es más peligroso quedarnos en el barco! – Con rudeza, Candy forcejea en sus brazos – ¡Podemos chocar con un iceberg, o ser hundidos por los alemanes!
– ¿Iceberg? ¿alemanes? ¡Candy reacciona! – Si no fuera por el arduo entrenamiento militar, Candy se hubiera liberado fácilmente de los brazos de Neil. Aun así, sostenerla para evitar que haga una locura, no le estaba resultando tan fácil al soldado Leagan – ¡Neil déjame ir! – Suplica la rubia.
– Si sales de la habitación, cometerás un suicidio – Con dificultad, Neil la tomó en brazos y la llevó a la habitación – Solo es una fuerte tormenta, todo está bajo control.
Con grandes lágrimas bajando de sus ojos, Candy frunce el ceño – Entonces ¿por qué se fue la luz?
– Por seguridad, cortan el sistema eléctrico – Neil afloja su agarre y de nuevo, Candy trata de escapar – ¡Entiende! ¡No irás a ningún lado! – Con apuro, la carga en sus brazos y la arroja a la cama, poniéndose encima de ella, para inmovilizarla.
– ¡Suéltame! – A este punto, la rubia estaba histérica y comenzó a golpear a Neil, desatando una fuerte pelea entre los dos – ¡Tenemos que escapar!
– ¡No saldrás de aquí! – Aprieta su agarre – ¡Puedes morir!
– ¡Siempre has sido malo conmigo! – Candy se sacude con violencia, lastimando sus propias muñecas – ¡Tú me odias y quieres verme sufrir!
Este reclamo, le dolió más a Neil, que los golpes recibidos – ¡MENTIRA! – Aprieta el agarre y Candy, obstinada, le da un fuerte golpe en la entrepierna, logrando que Neil se inclinara de dolor; sin embargo, no aflojó su agarre sobre ella. Desesperada, muerde la mano de Neil, e intenta de nuevo golpear su entrepierna – ¡BASTA! – Esta vez, el soldado utiliza lo aprendido durante el entrenamiento. Con ágil movimiento, sujeta ambas muñecas sobre su cabeza, con la mano izquierda, mientras que con la mano derecha, saca una navaja de entre sus ropas y se la pone en el cuello – Eso que sientes en tu cuello, es una navaja de trinchera – Le habla con voz fuerte y profunda – Esta diseñada, para causar una lesión letal, Candy.
Paralizada por el miedo, Candy sintió el frío metal en su piel, comprendiendo que Neil no mentía – Si sales a cubierta, caerás por la borda y morirás… Si mueres, mañana encontrarán un tercer cadáver en esta habitación.
La rubia no paraba de temblar, dificultándole el habla – ¿T-tercer... cad-dáver?
Con el reflejo de un relámpago, Neil pudo ver el delicado adorno en el cuello de Candy. Lentamente, deslizó la hoja debajo de las perlas y reconoció el objeto – Un rosario… – Enfocó la vista en Candy, quien no dejaba de llorar – Reza conmigo, Candy.
Los ojos verdes de Candy se abrieron de sobremanera – ¿Q-quieres que…?
– Repite conmigo – Regresa la navaja, a la altura de su cuello – Padre nuestro…
La habitación quedó en silencio, solo la tormenta y las fuertes olas, hacían eco en el lugar – Candy, repite conmigo: Padre nuestro…
– P-padre nu-nuestro…
– Que estás en el cielo…
– Q-que estás… en el…
– Cielo…
– Ci-cielo…
– Santificado sea tu nombre…
c - c - c - c
Al amanecer, el sol regalaba su brillo por primera vez, desde que zarparon, dejando atrás aquellas nubes de tormenta, que habían causado tanto revuelo en el RMS St. Mary, especialmente, en el camarote A-07.
Los primeros rayos de sol, encontrarían a los ocupantes de dicho camarote, dormidos en la cama matrimonial. El rostro de la señora Leagan, se mantenía oculto, entre el cuello y el brazo de su marido, a quien tenía abrazado del cuello. El señor Leagan, en cambio, abrazaba la cintura de su esposa, dejándola usar su otro brazo como almohada.
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ConTinUarÁ…
¿Cómo es que Clementina, sabe el nombre de Neil? Muy fácil, lo leyó cuando revisó el registro de las parejas.
La relación entre Neil y Candy, había estado bastante fría, hasta ahora, que se han peleado fuerte, debido al temor de Candy de naufragar y morir en el mar (Desde mi perspectiva, Candy siempre ha sido melodramática jaja ¿alguien recordará todas las veces que se ha desmayado la chica?). Esta pelea los agoto, y ahora, habrá que esperar para saber que sucederá una vez que despierten.
¿Qué opinan? ¿Quién despertara primero? ¿Candy? ¿Neil?
¿Cuál será su reacción? ¿Candy acusará a Neil con sus superiores?
Compártanme sus ideas, no hay comentarios erróneos y no olviden dejarme su review.
Nos leemos después ;)
MaRyMoRaNTe:)
