Buenos días, tardes, noches a todos, les saluda como siempre su humilde escritora Mary Morante.
Antes que nada, siento mucho la tardanza en la continuación del fanfic. Sinceramente había tenido poco tiempo libre, y si esta tercera ola de COVID-19 sube, a lo mejor tardare un poco en la siguiente (espero que no, tengo algo ya avanzado jeje)
Como siempre, agradezco infinitamente y una vez más a Bethy Alien, Fabiola R, Rosi White, Meribet, Many Graham, Maribel, Nessieprettysweet, Dobledragon, Clau claudita, Yoseline, Amanda, Rosyfdz28, Cilenita79, Andy Tirez, Rebeca, AlenDarkStar, Gaby39, jtk, Mia8111, Andree, Elizabeth, Fiorela, Iboncita, LulaNio, Karelit, Sandy VG, Gdix20, Gaby, Janny leagan, Criss, Layla leagan, Bombonachs, LightGiogia, Selys00, Jenny Leegan y a los que me han dejado reviews como anónimos, creánme que eso me ha animado mucho en los meses, en serio y de corazón, se los agradezco mucho.
Sin más, he aquí el capítulo 12.
Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.
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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA
Soy Candy Leagan
Una función más había finalizado. Una vez más, el ramo de rosas fue entregado a la primera actriz, y como siempre, el eco de los aplausos y el clamor de las jovencitas, acompañaron a Terry Grandchester hasta las puertas del hotel, donde los guardias de seguridad, dieron un respiro de alivio al afamado actor – Que pase una buena noche, Sr. Grandchester – Exclamó el gerente del hotel.
– Igualmente – Terry ingresó al ascensor y sacó su encantadora personalidad, despidiéndose de los presentes – ¡Damas y caballeros, disfruten de esta maravillosa velada! – Hace una reverencia.
Las puertas de hierro del ascensor se cerraron, dejando atrás el agradecimiento de extraños que le admiraban. Terry suspiró y buscó de entre sus ropas, el papel que un joven botones del hotel le entregó, media hora antes de empezar la obra de teatro.
"Tienes visita, te estarán esperando"
S.G.
Este mensaje, lo mantendría bajo una fuerte tensión. Las corta frase de su esposa, decían más de lo que hubiese querido saber. Ellos estaban con Susana.
El timbre del ascensor sonó en el último piso y el iluminado pasillo se alargaba frente a él; cerró los ojos y sonrió con ironía – Será mejor terminar con esto de una vez – Llega a su suite de lujo y al abrir la puerta, Susana le recibe, moviendo su silla de ruedas hacia él – Terry, te estábamos esperando.
El apuesto actor miró a los que la acompañaban: Annie, Archie, Eliza y Tom – Estoy cansado – Pasa de ellos y se sirve un whisky en las rocas, ignorando a todos.
Cuando Terry se fue de la reunión familiar, no lograron alcanzarlo antes de que subiera al coche y se fuera. Durante semanas le buscaron, pero no localizaban su paradero. La compañía de teatro había iniciado una nueva gira de presentaciones, por lo que encontrarlo no fue tarea fácil, siendo Eliza quien logró conseguir el itinerario de las funciones, contactando ni más ni menos que a Susana Grandchester – Terry, por favor – La joven esposa junta sus manos, derramando algunas lágrimas – Viajaron desde lejos para hablar contigo, por favor ellos...
– Lo siento, pero esto no te incumbe – Le replica de manera tosca – Cuando se vayan, cierras la puerta con llave – Cansado, encamina sus pasos a la habitación.
Susana se rompe y empieza a llorar – ¡No has estado bien, desde que la viste a ella! – Al escucharla, Terry detiene sus pasos – ¡Todo esto es por Candy y su esposo! ¡Snif! ¡Snif!
– ¡Mentira! – frustrado, Terry arroja el vaso de whisky a la chimenea, provocando una fuerte llamarada por el alcohol, asustando a las damas presentes – ¡Todo eso es mentira!, ambos se detestan y nunca se casarían.
– ¡Neil si lo haría! – Expresa Eliza, llamando la atención de todos, siendo abrazada de manera protectora por Tom – Mi hermano estaba enamorado de Candy.
– Neil es un mentiroso – Archie se dirige a Eliza – Y la mayoría de nosotros, sabemos que intento obligar a Candy a casarse con él – En respuesta, Eliza cruza sus brazos, cierra los ojos y gira su cabeza – Sin embargo, aunque todavía quiera casarse con ella, él se enlistó en el ejército, ¿comprendes Terry? – Esta nueva información, desconcertó a Terry, pues desde su punto de vista, era imposible que el cobarde de Neil Leagan, tuviera semejante valor. Al captar su atención, Archie continúa – Además, Candy esta estudiando para ser doctora – Mueve las manos en el aire – Por eso, no existe la mínima posibilidad de que hayan coincidido, ¿no será que te confundiste?
– ¡Yo sé lo que vi! – El aclamado actor aprieta los puños – Tienen tres meses… no, cuatro meses de casados, y eso me lo dijo la misma Candy cuando los enfrenté.
– ¿Dónde los viste? – Pregunta Archie.
– Los vi en Central Park – Con disgusto por recordar ese momento, Terry se sirve otro vaso de Whisky – Estaban patinando.
– Yo también los ví – Intervino Susana, bajando la cabeza con tristeza – Sin duda, esa joven era Candy.
– Eso es imposible, ellos no… – Archie quería continuar, pero la mano de Tom en su hombro lo interrumpe – Creo que no todos sabemos la misma información, ¿no es cierto, Annie?
Un silencio incómodo los envolvió en la alcoba, tomando por sorpresa tanto a Archie, como a Terry, quien sintió una punzada asfixiante en su pecho – Si alguien sabe toda la verdad sobre Candy, esa es Annie – Pensó y al mismo tiempo, se percató que todos habían hablado, excepto ella – Annie, por favor… – Terry se plantó delante de ella, controlando su fuerte carácter para no asustarla – ¿Qué sabes de Candy?, por favor, dínoslo.
– ¿Annie? – Archie abraza de lado a su esposa, pues permanecía con la vista baja, apretando sus manos – ¿Tú sabes algo más?
– Candy se enlistó en el frente, como enfermera voluntaria – Todos se volvieron hacia Eliza, dueña de tan fuerte revelación – ¿Qué? – La castaña rojiza alza los hombros – ¿Querían saberlo o no?
Furioso, Terry se aproximó a Eliza, siendo protegida nuevamente por un galante y fornido Tom Steve – No te atrevas.
– ¡Eso te daría mucho gusto!, ¿no Eliza? – Terry aprieta los puños – ¡Deja de mentir!
– ¡Ella no miente! – Exclama Tom, defendiendo a su futura esposa, que permanece detrás de él.
Archie está a punto de apoyar a Terry, cuando Annie rompe su silencio – No son mentiras – Con tristeza, cubre su rostro con ambas manos – Candy se enlistó en el cuerpo de la cruz roja… snif… por más que le supliqué… por más que le pedí… snif…
– Annie – Bastante impactado por la noticia, Archie toma a la señora Cornwell de los hombros – Pero… por… ¿por qué no me dijiste nada?
– La tía abuela – Annie alzó la vista y miró a los presentes – La tía abuela habló conmigo, cuando regresamos de luna de miel.
– ¡Esa vieja bruja! – Archie soltó a Annie, apretando los puños – Nunca ha considerado a Candy como miembro de la familia, seguro que la convenció para que se alejara de nosotros.
– Te equivocas Archie – Tom abraza de lado a Eliza y ella asiente – Candy deseaba ir a la guerra por voluntad propia, esto por que…
– No… no, no, no – Terry empieza a apretar los puños, sintiendo cómo su corazón era estrujado por esta cruda información – ¡No! ¡Annie por favor, dime que es mentira!
– Neil se encontró con Candy en el ejército – Eliza mira a Tom y continúa – En la cena de Acción de Gracias, Neil nos contó que partirían en barco a Francia, junto con el escuadrón de sanidad, después de año nuevo.
Ante esta nueva revelación, todos quedaron callados, solo se escuchaban los sollozos de Annie y de Susana. Terry se empezó a sentir mareado, se sentó en el sillón más cercano y de un solo trago, se bebió todo el whisky – Candy… mi dulce Candy… – Cerró los ojos y empezó a recordar, cuando la vio salir corriendo de su función en año viejo – Deseabas despedirte de mí, mi amor.
– Eliza – Archie continuaba consolando a su esposa, que ahogada en llanto, no dejaba de pedirle perdón a su esposo – ¿Existe la posibilidad, de que Neil se haya casado con Candy?
– Bueno, él…
– ¡Todo esto es terrible! – Susana cubre su rostro con un pañuelo – Candy se ha ido a la guerra, y se ha casado con un hombre horrible.
– ¡Mi hermano no es un hombre horrible! – Eliza encara a Susana – Neil es un guapo y valiente hombre del ejército, además tiene novia y no es Candy.
– Entonces se fue, porque tiene el corazón roto… snif… – Concluye entre lágrimas Susana Grandchester.
Terry alzó la mirada, creyendo saber toda la verdad de la repentina decisión de Candy, sintiendo una mezcla de sentimientos de culpa y arrepentimiento – Candy mi amor, nunca pudiste olvidarme y yo nunca pude olvidarte, por eso te fuiste a la guerra.
Aún molesta, Eliza pone manos en la cintura – Además, si no me equivoco, tú eres la actriz que sufrió un accidente ¿no? – Frunce el ceño – Si tanto te preocupaba Candy, nunca te hubieras entrometido en su relación con Terry – Alza la mirada satisfecha, al ver como su rostro palidecía – Creo que eres la última persona aquí, que en realidad siente pena por ella.
– ¡Cállate! – Susana tapó sus oídos y bajo la cabeza – ¡Mientes!
– Eliza – Annie le mira consternada – ¿Acabas de defender a Candy?
La castaña rojiza abrió grande los ojos, sonrojando fuerte sus mejillas al darse cuenta, de que efectivamente parecía estar defendiéndola. Enternecido por su reacción, Tom la rodeo por la espalda y le dio un beso en la mejilla – Mi hermosa prometida.
Frustrada, Susana veía a cada uno de los presentes – ¿Es que nadie va a decir lo contrario?, todos... ¿todos piensan lo mismo que ella? – Gira la silla de ruedas hacia Terry, que tampoco ha hablado – Tú también piensas eso, verdad Terry.
– Susana yo...
El labio inferior de Susana empezó a temblar y apretó los ojos – ¡Largo de aquí todo el mundo! – Se acerca a Terry y lo toma del brazo – ¡Fuera, fuera, quiero estar sola! – Llorando amargamente, Susana se metió a la habitación y cerró la puerta de un fuerte golpe.
– Lo que no entiendo – Continúa Archie – Es como Albert, dio permiso a Candy para ir a la guerra.
– El tío abuelo tampoco sabe nada – Confirma Eliza – La tía abuela se encargó de eso.
– Albert – Una pequeña luz al final del túnel, comenzó a brillar para Terry. Si había alguien en toda la tierra, que era capaz de traer a Candy de vuelta, ese tenía que ser Albert – Hay que pedirle a Albert que intervenga, seguro que él hará algo.
Los cuatro bajaron la vista – ¿Qué? ¿Por qué no dicen nada?
– Albert tuvo un accidente en New York – Explica Annie – Un coche lo atropelló y está en el hospital.
– No puede ser – Terry pasa sus manos por los cabellos, frustrado al sentir que no había solución – Eliza… ¿Neil se casó con Candy?
Tom se preparó y abrazó de lado a Eliza, por cualquier cosa – No me gusta admitirlo, Neil ama a Candy, pero ahora tiene novia y se llama Alina Jones – Rueda los ojos, incómoda por insistir con ese tema – Si los viste juntos, quizás estaban obligados por alguna razón, pero nada en este mundo, haría que Candy se fije en él.
– En eso tiene razón Eliza, yo te puedo asegurar Terry, que jamás en toda su vida, Candy le daría la mínima oportunidad a Neil Leagan – Finalizó Annie, sintiendo absoluta seguridad en sus palabras.
c – c – c – c
Al otro lado del mar, la tormenta de nieve parecía otorgar un suave momento al falso matrimonio Leagan, que finalmente demostraba todo el amor que se tenían el uno al otro. En cada beso de Neil, un pequeño fuego nacía en el pecho de Candy, creciendo más y más. Era algo nuevo y desconocido para ella, que le provocaba una desbordante felicidad y al mismo tiempo, la hacía temblar. Los besos de Neil eran de un hombre enamorado, un hombre con vasta experiencia de alcoba y eso la dejaba en desventaja.
En comparación con el único beso adolescente de su vida, estos besos la ponían nerviosa, pero ese amor que sentía hacia Neil, la mantenían unida a él.
En tanto Neil, si no podía creer lo que había escuchado, mucho menos creía lo que estaba haciendo. Si este era un hermoso sueño lúcido, daría su vida ahí mismo para no despertar jamás. El joven soldado no era tonto, conocía mucho de mujeres y su lenguaje corporal lo decía todo – Esas monjas hicieron un buen trabajo… ¡oh mi casto amor! – Sintiéndose el hombre más afortunado del mundo, apretó más el pequeño cuerpo de la rubia, hizo un pequeño camino de besos hacia el cuello, besando y rozando su nariz, en esa parte delicada tras su oreja – N-Neil… por… espera… – Ante su titubeo, Neil se adueñó de sus labios, para calmar sus nervios.
– ¡Soldado Leagan! – La potente voz del sargento Jackson, provocó que tanto Candy como Neil, dieran un pequeño salto, separándose. Pronto, Candy sintió el aire gélido en sus húmedas mejillas, robando un poco el calor de sus labios, no así la sensación suave y el sabor dulce de su boca – ¡Por Dios Santo! ¿Qué cree que está haciendo?
Neil soltó a Candy – ¡Paso tiempo de calidad con mi esposa, Señor! – Hace su saludo militar y su respuesta había salido de manera espontánea, con un toque de alegría mal fingida, que fácilmente podía confundirse con burla (especialmente viniendo de Neil, uno de los soldados más capaces y rebeldes de sus tropas)
– ¿Tiempo de calidad con su esposa? – El sargento frunce más el entrecejo – Yo diría que estaba dando un espectáculo de inmoralidad, soldado Leagan y por favor, quítese todo ese colorete de su cara – Candy abre grande los ojos y cubre su boca, mira a Neil y ve que saca de entre sus ropas, un pañuelo conocido, el mismo que uso para vendarle su mano cuando chocó su vehículo en Chicago – ¡Señorita Ardley! - De nuevo, el sargento Jackson la toma por sorpresa, sacándola de sus pensamientos y parándose lo más erguida posible – Me extraña de su comportamiento, una Ardley como usted, dando esa clase de espectáculos.
– En realidad yo... - A punto de responder que no era una Ardley, Neil parecía adivinar sus intenciones y rodeó su cintura, acercándola a él – La señorita solo ha decidido, tomar en serio su compromiso Leagan – Sonríe y guiña su ojo – Si usted me entiende.
– Ustedes dos... – El sargento Jackson iba a continuar retándolos, pero los oficiales marines que le acompañaban, se aproximaron a él y le hablaron en voz baja – Los estaré vigilando – Expresa secamente – Buenas noches.
Neil hace su saludo militar con la mano libre, acariciando la espalda de su ficticia esposa – Candy – Se vuelve hacia ella, apoyando las manos en sus mejillas, viéndola con brillo en sus ojos – Eso que dijiste, ¿es cierto, Candy?
Dichosa y al mismo tiempo apenada, Candy baja la vista y asiente con suavidad. El corazón de Neil latía tan fuerte, que estaba casi seguro ella podía oírlo con facilidad. Con delicadeza puso la mano en su mentón y la obligó a mirarle. Su adorada rubia estaba fuertemente sonrojada y sonreía con timidez, deseaba tanto besarla de nuevo – Si tan solo no anduviera cerca el sargento Jackson – Neil se lamentaba.
Candy abrió la boca, y a punto de pronunciar palabra, escuchó en la lejanía el nombre de Alina – Neil, tenemos que ir por Alina.
De a poco, la sonrisa de Neil se desdibuja, sin perder el brillo de sus ojos. El cariño y la preocupación que sentía por Alina, cambió rápido su estado de ánimo. Al darse cuenta de ello, Candy bajo la vista, sintiendo miedo por los dos.
– Candy – Neil la abraza fuerte y le da un beso en la frente, antes de separarse – Te recuerdo, que yo no soy ese idiota de Grandchester – Al pronunciar su nombre, siente por un breve instante, un sabor amargo en su boca – Yo ya tomé mi elección y no pienso cambiarla.
Candy negó con la cabeza, rememorando como Alina salió corriendo con el corazón roto, en medio de la tormeta de nieve – ¿Recuerdas a Susana Marlow?
Confundido, el joven soldado alza una ceja – ¿Qué tiene que ver esa mujer, contigo y…? – Una expresión de terror se apoderó de Neil – No, no puede ser capaz – Por un segundo, se trató de convencer de lo contrario, pero la urgencia por encontrar a Alina se volvió cuestión de vida o muerte – ¡Tenemos que encontrarla!
Candy apretó las solapas del saco afelpado, para que este no cayera y tomados de las manos, salieron corriendo, gritando el nombre de la joven enfermera – ¡Alina! ¡Alina! – Cada minuto que pasaba, Neil se ponía más y más nervioso, siendo percibido por Candy.
Si bien Neil aseguró que su decisión ya estaba tomada, no podía ocultar lo mucho que Alina significaba para él – No recuerdo haberlo visto así de asustado por alguien – Reparó por un segundo – También estoy preocupada por ella, tenemos que encontrarla.
Largos minutos pasaron y al fin, se topan nuevamente con Clara, Oswald y Angus – ¡Candy, Neil!
– ¿Ya encontraron a Alina?
Los tres asintieron y Clara toma la palabra – Yo la encontré, bueno, mejor dicho, ella me encontró.
El joven Leagan cierra los ojos, exhalando un gran suspiro de alivio – Gracias a Dios – Pasa una mano por sus cabellos – ¿Cómo está Alina?
La señora Howland se aproxima a Neil – No muy bien, la acompañé a su camarote y me pidió te dijera, que la alcances allá con Oswald.
– Bueno, entonces ¿qué estamos esperando? – Neil toma la mano de Candy, pero Clara se interpone en su camino – Lo siento Neil, quiere hablar contigo a solas… sin Candy.
– ¡Quiere hablar con Neil a solas! – Candy parpadeó, sintiendo un conocido temor en su interior, apretó el saco afelpado junto con el prendedor.
El moreno observa a la bella doctora – Candy – Neil suspira, toma su mano y despeja los cabellos de su cara – No voy a estar a solas con ella, Oswald me va a estar acompañando.
Oswald esboza una pequeña sonrisa – Yo me aseguraré, de que Neil no haga nada tonto – Guiña su ojo y pone una mano en su hombro.
En otro momento, Neil se hubiera molestado por el gesto de Oswald para con Candy, pero este no era el momento para celos injustificados, menos con Oswald – Primero te llevaré al camarote.
Con tristeza, Candy mueve la cabeza – Esta bien Neil, tienes que hablar con Alina, no deberías de hacerla esperar.
– Pero Candy, me gustaría…
– Yo la acompaño al camarote, no te preocupes – Clara rodea los hombros de la pelirrubia – ¿Vamos?
Neil acaricia con suavidad las mejillas de Candy, dándole un último beso en la frente – ¿Confías en mí?
– Si – Respondió sin meditar mucho a la pregunta. Confiaba en Neil, como nunca pensó que lo haría.
Así, el grupo se dividió en dos. Neil y Oswald se adelantaron al camarote Rooselvelt, mientras que Angus y Clara acompañaron a Candy – Candy yo… perdóname por lo que pasó en la cena.
– Clara – Con el corazón en un hilo, Candy luchaba con todas sus fuerzas para que este, no cayera a pedazos – No te preocupes – Fue lo único que atinó a decir, pues sus palabras se atragantaban en la angustia de saber, que Neil iba a hablar con ella.
– Alina es muy hermosa, tiene nobles sentimientos, ella… no es huérfana como yo – Baja la cabeza y se aferra al saco afelpado, que desprende el suave y nostálgico perfume de Neil – Su historia con él es distinta… seguramente ellos, no se han lastimado tanto… no hay cicatrices antiguas por sanar…
Al notar el lento andar de Candy, Angus y Clara cruzaron miradas. Con cariño, Clara rodeo los hombros de la rubia, animándola a seguir, mientras Candy iba sumida en sus pensamientos – En Central Park, se veían tan enamorados… si ella intenta convencerlo… seguro Neil…
– Candy ¿estás bien? – La joven doctora reacciona dando un respingo, Angus mira de reojo a Clara y prosigue – Ya vamos a llegar a tu camarote.
– Yo… – Sonríe amable y niega con la cabeza, sintiendo por dentro, las lágrimas a punto de salir – Yo estoy bien, ya estoy a unos pasos del camarote, puedo ir sola.
– ¿Estás segura Candy? – Cuestiona Clara, preocupada.
– Por supuesto – Se giró – Nos vemos – Sin darles oportunidad de replica, empezó a correr, desahogando todos sus miedos en cálidas lágrimas.
– ¡Candy! – Clara alzó una mano, pero Angus la abrazó y negó con la cabeza. Ambos solo suponían, la fuerte lucha interior que su amiga sentía en ese instante.
– Neil, que hipócrita soy, no quiero perderte… no a ti.
¿Confiaba en él?, sí, pero no confiaba en Alina – Una mujer enamorada, es capaz de convencer a cualquier hombre que sienta algo por ella.
– Lo sé por experiencia.
– ¿En que momento, te volviste el hombre más importante de mi vida?
Tan sumida estaba en su dolorosa reflexión, que no notó la falta de llave en el cerrojo. Giró el picaporte y al abrir un poco la puerta, sale corriendo el pequeño coatí – ¿Clint?
Clint se gira y regresa a Candy, parándose en dos patas y jalando su vestido negro – Clint pero, ¿que te sucede? – Abre la puerta e ingresa al camarote – Vamos, tienes que entrar o cogerás un resfrío – Enciende las luces y el animalito se asusta, saliendo corriendo por el pasillo.
– ¡Cli…! – Un tosco guante de cuero cubrió su boca, al tiempo que sentía el gélido cañón en su sien – Despacio, va a cerrar la puerta, meine dame – Ordena una ronca voz masculina.
– Ese acento... es alemán.
.oOo.
Casi al mismo tiempo, en otro pasillo, Oswald y Neil corrían al camarote de la familia Howland – ¡Alina no está!
– ¡¿Qué dices?! – Clara aprieta las manos – Y-yo la dejé ahí, hice justo lo que ella me pidió.
– No podemos perder el tiempo – Angus se acomodó su abrigo – ¡Vayamos a buscarla!
.oOo.
En tanto, en el camarote de Candy, dos espías alemanes hacían destrozos a los muebles, sillones, etc, mientras gritaban y amenazaban a las mujeres – ¡¿DÓNDE ESTÁN LOS UNTERLAGEN?! ¡LOS PAPIERE! ¡LOS PAPIERE!
Alina estaba con Candy. La rubia enfermera le había mentido a Clara.
Cuando salió corriendo, se ocultó entre los botes y empezó a formular un plan, para recuperar a Neil. En su desespero, encontró una sola manera para lograrlo, pero necesitaba hablar a solas con la doctora Ardley.
La enfermera sabía muy bien, que sus amigos no le permitirían hablar a solas con ella. Así que buscó la manera de acercarse a Clara y le pidió la acompañase a su camarote.
Cuando mandó por Neil, se escabulló al camarote Leagan, para encontrarse a solas con su rival de amores.
Alina estaba decidida. Ella le pediría; no, le exigiría a Candy que renunciara a Neil. Para la joven Jones, Candy ya había tenido y perdido su oportunidad con él, no podía simplemente llegar y robarse a su novio.
Sin embargo, no imaginó que los espías alemanes la estaban siguiendo. De hecho, el escándalo en el gran salón, los puso en la mira de la inteligencia alemana, descubriendo parte de sus identidades secretas – Candy… snif… tengo miedo… – Le susurra, apretándose junto a ella en el sillón, siendo encañonadas por uno de ellos.
Con violencia, el otro alemán arroja el reloj que permanecía sobre la chimenea, destrozándose en el piso – ¡Los papiere! – El espía de cabello castaño y ojos azules, ve de reojo a su compañero rubio de ojos aguamarina y este asiente – ¡Tú! – Toma la muñeca de Alina y las separa, apuntándole en la cabeza – ¡Tú! – Señala a Candy – ¡Busca los papiere de la guerra, o tu amiga morirá!
Candy sentía que todo su cuerpo temblaba, alzó las manos y el espía las llevó a la alcoba, empujándola, haciendo que Candy tropezara y cayera al suelo – Busca.
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El RMS St. Mary era un barco bastante grande, así que correr de un lado a otro en busca de Alina, les había tomado bastante tiempo a los cuatro. La tormenta de nieve recuperó su fuerza, dificultando más la busqueda – ¿La encontraron? – Pregunta Angus a Neil y Oswald.
– No, debemos de… ¿escucharon eso? – Neil escucha que algo se mueve entre los botes salvavidas y al asomarse, nota al coatí agazapado y temblando de frío – ¿Clint?
Al ver a Neil, el animalito se asustó y retrocedió – ¡Clint espera! – Se arrodilló y ofreció su mano – Clint nunca se separa de Candy – Recapacitó – Ella tampoco lo sacaría en medio de esta tormenta… ¡por Dios Santo! – Abrió grande los ojos – ¡Clint! ¡¿Candy está en peligro?!
El coatí levantó la cabeza, asintió y salió corriendo rumbo a los camarotes – ¡Clara, Angus, busquen ayuda y vayan a mi camarote! – Se incorpora y corre detrás de la mascota – ¡Oswald acompáñame!
Mientras, en el camarote los espías alemanes estaban gritando y discutiendo entre ellos. Los únicos papeles que encontró Candy, fueron sus pasajes del barco, sus documentos de identidad, su acta de matrimonio y algunos papeles menores, como el telegrama confirmatorio de la reserva hotelera en París, entre otros. El espía rubio cogió la mano izquierda de Candy y retiró los anillos de compromiso y matrimonio, cotejando la información con el acta de matrimonio y los datos inscritos en el interior del anillo. Alina y Candy solo veían, como ambos hombres parloteaban molestos en su idioma, en especial cuando encontraron la caja del prendedor en forma de cisne, junto con la dedicatoria de Neil.
El otro espía le quita los anillos a Alina y comparan la joyería. Asustada, Candy esconde su prendedor bajo el enorme saco – Los anillos los han confundido – Despacio, se aproxima a Alina y esta se esconde tras ella – Neil tenía razón al personalizar los anillos.
Un suave ruido convocó el silencio en el interior del camarote. El aire gélido se filtró hasta la habitación y los espías apuntaron con la pistola a las mujeres. Cada uno, tomó a su rehén y salieron a la pieza principal, apuntando hacia la puerta entreabierta – Suchen – Le ordena al espía que custodia a Candy.
El otro asiente y lentamente se aproxima a la puerta entreabierta, apuntando la pistola hacia la penumbra del pasillo vacío, listo para disparar. De repente, un ruido en el interior hace voltear a los cuatro y logran ver una mancha blanquecina, corriendo tras los muebles destrozados, desconcertándolos – ¿Qué crees que haces? – El otro, manda al espía junto a Candy – ¡Der Schuss! ¡Der Schuss!
Sin perder el tiempo, el espía empezó a disparar al escurridizo animal, siendo reconocido al instante por Candy – ¡NO CLINT! – Toma la mano del espía y logra levantar su arma, disparando al techo.
Este alboroto los distrajo el tiempo suficiente, para que Neil junto con Oswald irrumpieran de manera violenta en el camarote. Neil se arrojó a la espalda del espía que sujetaba a Candy, mientras que Oswald hizo lo suyo, empujando con su cuerpo al otro. Los cuatro hombres se enfrascaron en una lucha de vida o muerte, aterrorizando más a las mujeres, que solo podían pegarse al rincón de la habitación – ¡Candy, Alina! – Neil da varios puñetazos al espía – ¡Rápido vayánse!
La salida estaba prácticamente obstruida por la pelea. De inmediato, ambas se pegaron a la pared y Alina fue la primera en alcanzar la entrada de la habitación. Al ingresar esta, entrecierra la puerta y se asoma, con abundantes lágrimas en los ojos – ¡Alina, Alina por Dios déjame entrar! – Candy golpeaba y apretaba el pomo de la puerta, pero la otrora rubia, sujetaba con todas sus fuerzas el pomo desde su interior.
– Si Candy muere, Neil será libre – Alina no podía alejar esa terrible idea de su cabeza, sintiéndose al mismo tiempo. la peor basura del mundo – Lo siento Candy… lo siento… perdóname – Antes de cerrar la puerta, un espía coge la cintura de Candy y la amenaza con una navaja, provocando además el fuerte cierre de la puerta – ¡CANDY NO! – Gritó Neil.
Armándose de valor, Candy pisó el pie del espía y mordió su mano con fuerza, haciendo que este suelte la navaja. Oswald lo acorraló golpeándole con la culata de su pistola en la cabeza y Candy alcanzó un pequeño florero, estrellándoselo también en la cabeza.
La puerta del camarote fue brutalmente abierta, ingresando Angus, Clara, el sargento Jackson y varios marines. El soldado que Neil mantenía derribado, se incorporó lo suficiente para sacar una pequeña pistola y disparar hacia Candy, pero Angus actuó rápido y se interpuso en el trayecto del proyectil, recibiendo la bala en su lugar – ¡CANDY! ¡ANGUS!
– ¡MALDITO! – El soldado Leagan lo derribó de nuevo y de entre sus ropas, sacó su navaja y le asestó una fuerte puñalada en el costado derecho. Al tiempo, Clara se arrodilló junto a Angus y puso su mano en la herida, manchando de sangre sus ropas.
Todos en el camarote se empezaron a mover tan rápido, que parecía una locura. Los espías heridos fueron sometidos por Neil, Oswald y los marines. Por otro lado, Candy se apresuró hacia Angus y ambas doctoras lo examinaron, sintiendo un alivio momentáneo, al notar que la bala generaba un efecto hemostático temporal – ¡Llévenlo de inmediato a la enfermería! – Ordena el sargento Jackson, se agacha hacia Candy y nota el prendedor, arrancándoselo de sus ropas y se lo muestra a Neil – Esos "ladrones", quisieron llevarse este prendedor – Neil asiente con frialdad – Me lo llevare como evidencia.
Los marines salieron del camarote, unos sujetando a los supuestos ladrones, mientras que otros, iban cargando a Angus, siendo seguidos de cerca por Clara. Oswald ayudó a Candy a ponerse de pie; entretanto, Neil abría la puerta de la habitación, recibiendo en sus brazos y de manera inesperada, a una mortificada Alina – ¡Neil, Neil! ¡estás a salvo!
– Alina – El moreno cruzó miradas con Candy y esta bajó la vista. Alina se percató de que Neil no la estaba viendo y corrió hacia Candy – ¡Candy por favor! ¡dile a Neil que no lo amas! – Se hincó y se aferró al vestido de la mencionada – ¡Dile la verdad, lo odias y nunca podrás quererle!
Una mano cogió el brazo de Alina, la levantó y le dio una fuerte bofetada, tirándola al piso – ¡OSWALD! – Exclama Candy con terror, al ver tan impensable acción en un chico tan sereno y bondadoso como él.
– ¡¿Cómo te atreves a hablar de amor?! – Reclama el soldado Roosevelt – ¡Si fuiste capaz de dejar atrás a Candy, esperando que muriera por una razón egoísta! – Aprieta los puños – Alguien con un corazón tan frío, no merece ser amado.
La bofetada, junto con las palabras sensatas de Oswald, la dejaron petrificada, temblando en el suelo, sujetando con fuerza la adolorida mejilla – O-Oswald… yo… – Alina empezó a ver borroso y el estrés de todo ese día por fin la sobrepasó, desmayándose, siendo auxiliada por Candy – ¡Alina! ¡Alina!
Aprovechando que Alina lo había soltado, Neil ingresó apurado al baño y devolvió parte de la cena, sintiendo asco al ver sus manos ensangrentadas, lavándolas frenéticamente en el lavabo. Humedeció varias veces su rostro y comprendió que aquel reflejo, ya no le pertenecía al antiguo Neil Leagan.
Sin mostrar emoción alguna en su semblante, Neil salió de la habitación y entregó al sargento Jackson, de manera discreta, unos documentos doblados. Después se inclinó hacia una Alina inconsciente, con suavidad, retiró algunos cabellos dorados de su frente y la tomó en brazos, pasando de Candy.
– Neil la cargó en sus brazos – El corazón de Candy se detuvo, y aunque quisiera reaccionar, simplemente no podía moverse.
– Oswald, lleva a Alina a la enfermería por favor.
Con sumo cuidado, Oswald recibió a su ficticia esposa en brazos y salió del camarote. Hasta ese momento, Candy pudo reaccionar y observó a toda la gente que les rodeaban. El sargento Jackson salía del camarote y Candy se asomó al pasillo, reconociendo al capitán John Hanley, explicando lo sucedido a los pasajeros de camarotes cercanos, gracias a la revuelta generada, que los había despertado.
Finalmente Clint salió de su escondite y se pegó a Candy, cuya triste mirada extraño al animalito – Clint, gracias al cielo estás a salvo.
Sin aviso, unas fuertes manos tomaron sus hombros, la giraron sobre su eje, para inmediatamente ser rodeada por unos desesperados brazos, pegándola a su cuerpo de manera casi asfixiante. El moreno escondió el rostro en el pequeño hueco de su cuello, dejando caer pequeñas y cálidas gotas en el hombro de la rubia – Neil.
– Y-yo… – El joven trataba de hablar, pero su voz se atoraba en la garganta, acariciando su espalda y sus ensortijados cabellos una y otra vez, con la ansiedad de un hombre asustado y profundamente enamorado – Sentí que te perdía, mi dulce Candy.
– Neil – Candy cerró los ojos y por primera vez en toda la noche, su corazón recibió algo de paz y serenidad, sintiendo que, en los brazos de su esposo ficticio, nada malo podía suceder.
Neil Leagan, su acérrimo enemigo, la había elegido a ella, y no podía sentirse más feliz y agotada por todo lo acontecido.
Al separarse, Candy ve algo distinto en los rasgos de Neil, además que parecía no darse cuenta de que estaba llorando – ¿Estas bien, amor mío?
Ahora era el turno de Candy, soltar ya las últimas lágrimas – Cuando estabas enfrentando a ese soldado… después tomaste a Alina… yo sentí que te perdía dos veces.
Recuperando el gesto de siempre, Neil frunce el entrecejo y sonríe cínico – Te dije que yo no era tan estúpido como tu ex novio.
Ese característico y agridulce sarcasmo, hizo sonreír con melancolía a la rubia – Disculpen – Un marine llega con ellos y hace su saludo – Me han informado que necesitan urgentemente a la doctora Leagan, ¿es usted la doctora Candy Leagan?
Neil la abrazó por la espalda, apoyando su mentón en la cabeza de Candy – Si, yo soy Candy Leagan.
– Acompáñeme a la enfermería por favor.
Ambos enamorados se miraron y su rostro cambio, comprendiendo que esto no se había acabado – Vamos Neil, Clint.
Neil recuperó su saco afelpado y se lo puso de nuevo a su amada – Vamos.
Esta guerra, apenas comenzaba.
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ConTinUarÁ…
Toda una situación peligrosa se ha presentado en este viaje, situación que bien se pudo haber evitado (quizás) si no hubiera sido por la discusión en el gran salón. Candy ha visto los verdaderos y puros sentimientos de Neil para ella, disipando todos sus miedos.
En cuanto a Neil, este se siente confundido, emocionado, enamorado y al mismo tiempo asqueado. Esta es la primera vez que apuñala a alguien y esta seguro, de que a partir de ahora ya no será el mismo Neil Leagan que abordó el barco en New York.
Angus está herido, Albert en New York también se está recuperando de un accidente ¿qué le habrá pasado al patriarca Ardley?
Y como siempre, si quieren hacer sentir bien a esta pobre doctora, ¿qué tal un review? Eso es alimento del alma para esta humilde escritora :)
Nos leemos después ;)
MaRyMoRaNTe:)
