Sin duda, tu coraza te protege de la persona que quiere destruirte. Pero si no la dejas caer, te aislará también de la única que puede amarte.
Richard Bach
—x—x—x—
Ver a su amiga tan herida emocionalmente, y verla irse sin despedirse a través del pozo. Terminó por romper toda fortaleza sobre la situación para Sango.
Sango lo intentó, trató de no reclamarle, trató de darle tiempo como dijo Kaede, pero eso fue demasiado. Y ver al pequeño zorrito confundido y entristecido, pidiéndole a Kagome que volviera. Fue el punto culminante.
Era común que siempre que Kagome se marchara de la época feudal en un estado emocional cuestionable se culpara a Inuyasha. Eso fue algo que no pareció cambiar, teniendo muchas razones para hacerlo, sin embargo, en esta ocasión existían demasiadas emociones conflictivas de por medio. Ocasionando el arrebato por ambas partes; Siendo Inesperado y no del todo claro por parte del hibrido.
Tal vez habían sido demasiado duros culpándolo por la despedida abrupta de Kagome, o no hicieron lo suficiente para él.
Con tan solo pensarlo hizo sentir miserable a Sango. Sango temía por Inuyasha, y también, temía que su amiga no volviera; Kagome era la que más sufría el áspero trato del medio demonio, pero también la que más soportaba.
Sango se sentó en el suelo no muy lejos de la choza. Simplemente tratando de mantener sus pensamientos tranquilos. El aire a su alrededor se ponía muy tenso en ocasiones, y todos se veían afectados por el cambio drástico de dinámica.
Aún con la muerte de Naraku, las cosas no habían mejorado.
Miroku su acercó a Sango en silencio, sentándose junto a ella. Muy dentro de la exterminadora le gustaría que Miroku tuviera sus acciones con doble intención por lo menos para olvidar todo y sentir que no había cambiado. Sin embargo, eso no fue así, incluso el monje era más serio y siempre se le veía muy pensativo.
—Me gustaría pensar que simplemente nos está evitando y que no está muy lejos de nosotros— rompió el silencio Miroku.
Sango asintió —Aún no puedo creer que huyera, o que hablara de Kagome y de nosotros de esa forma.
Miroku estuvo de acuerdo, pero de todos modos lo defendió: —No podemos culparlo.
Sango se sintió algo molesta, sabía que no tenía que ser muy dura con todo el asunto, pero Inuyasha estaba actuando mal. Ella quería discutir, pero no vio el caso: Miroku defendería a Inuyasha y Sango vería por Kagome. No era la primera vez que entraban en discusión defendiendo a sus amigos cercanos.
Sango suspiró, liberando un poco de tensión. Guardó silencio, pero no lo aguantó mucho al ver pensativo a Miroku observando las estrellas con una mirada indescifrable.
—¿Qué sabes? —preguntó Sango.
—Aun no sé nada, son simples suposiciones—respondió.
—¿Suposiciones?
Miroku inclinó la cabeza en la afirmación. Y le contó lo que creía y las reacciones vistas en Inuyasha: Las discusiones cada vez que se le intentaba hablar sobre lo ocurrido. Su aversión al mínimo contacto físico. La rabia que demostraba al no querer que nadie revisara sus heridas. Las acciones que hacía cuando dormía breve e incómodamente en un lugar durante el día. Inuyasha siempre estaba ahí quejándose, luchando entre sueños contra el aire. Las veces en las que Shippo provocaba a Inuyasha para tener sus discusiones cotidianas, pero el medio demonio tenía expresión vacía y se marchaba sin ni siquiera decir palabra. Lo común que era verlo desaparecer para después notar que su cabello se encontraba húmedo a pesar de que el hibrido no era muy afán al baño ... Había tantas cosas sospechosas, la más dura fue ver que los miró con una expresión herida por última vez después de la discusión que tuvieron.
Miroku intentaba descifrar lo ocurrido con Inuyasha. No tenía una respuesta clara, o en ocasiones ni siquiera podía reconocerlo. Cada que una suposición llegaba a su cabeza, la eliminaba rápidamente negándose a pensar que su amigo fuera tratado con tal barbaridad.
Tanto la exterminadora como el monje se quedaron ahí, hablando, intentando averiguar lo sucedido con su amigo medio demonio. Buscando una manera de ayudarlo.
...
Kaede salió de la choza. Su trabajo incrementado por la ausencia de la joven sacerdotisa. Sin Kagome, Kaede tenía que buscar la manera de purificar la perla, pero no conseguía traer luz a la perla oscurecida. Tal vez la energía tan negativa e impura que irradiaba la Shikon, hacía que el proceso para los muchachos fuera más difícil. A pesar de ello, no podía dejarla sin protección. Comenzaba a sospechar que tarde o temprano tales energías empezarían a atraer a criaturas indeseables.
Kaede despejó sus pensamientos al mirar a la exterminadora y el monje no muy lejos. Observó a los chicos con gran pena. Como si quisiera cubrir el sol con un dedo, escondía la información de ellos, pero verlos ahora, se dio cuenta de lo equivocada que estaba. Ella creía que los protegía, pero sólo los distanciaba más al ocultarles información.
Kaede tomó una decisión.
No sabía cómo se los diría, ella misma trataba de decirse que sólo era un pensamiento suyo, que simplemente eso no podía suceder y mucho menos a Inuyasha. Sin embargo, no podía mentirse para siempre. Ella sabía que significaban todas esas heridas y marcas en él, no era la primera vez que las veía, por desgracia, ya había tratado a pacientes con ese tipo de cicatrices. Pero no era común verlo en jóvenes masculinos, sin embargo sucedía.
—Muchachos—habló cansadamente la anciana.
Sango y Miroku miraron a la anciana a la espera de lo que diría, con una mirada curiosa al ver lo nerviosa que se encontraba Kaede.
—¿Se encuentra bien? —preguntó Miroku, preocupado.
La anciana asintió—. Yo creía que cuidaba de ustedes, que los protegía. Pero me equivoqué, estoy haciendo las cosas más difíciles para todos— confesó Kaede.
El monje y la exterminadora se pusieron nerviosos y preocupados por el tono de voz utilizado de la mujer mayor. Shippo era ajeno a los comentarios, perdido en un sueño junto a Kirara, en cambio, Kohaku estaba despierto y realizando labores en la choza porque no sabía cómo animar a su hermana y amigos.
Estando a solas y al saber que Inuyasha no se encontraba en los alrededores. Kaede sabía que tenía que decirles, no se sentía preparada, pero nunca era momento para hablar de tal tema.
—¿Qué sucede? — cuestionó Miroku con la preocupación siendo evidente.
La anciana se sentó lentamente en el suelo frente a ellos. Sabiendo que lo que estaba a punto de decir no sería fácil.
Sango y Miroku se ofrecieron una mirada breve y angustiosa, sin pensarlo y como manera de apoyo, se dieron la mano; sintiendo con ello que no importaba la información que Kaede les diera... Podrían soportarlo juntos.
—x—x—x—
—La perla es nuestra—vociferó uno de los hombres, disparando contra Inuyasha una flecha.
Inuyasha no tenía intenciones de obtener la perla en lo absoluto, fue esa maldita cosa que lo metió en toda esta situación. Pero no podía seguir pensando en eso, tenía que encargarse de estos hombres. Esquivó el ataque con dificultad, y utilizó sus garras contra el lanzador. Los otros gritaron para que lo esquivara, pero el hombre estaba demasiado centrado en dispararle otra flecha.
Los hombres restantes gritaron pestes contra el hibrido al ver caer los restos sin vida de su compañero.
Inuyasha se apartó de los ataques recibidos, flexionó sus garras y se preparó para pelear.
Inuyasha eliminó al trío con complicaciones y algunas heridas. Su cuerpo aún no listo para la acción.
Las heridas en su cuerpo torpe no eran la preocupación de Inuyasha, su preocupación eran las nuevas voces que se escuchaban; Más hombres venían. Las víctimas fueron demasiado ruidosas, sus gritos atrajeron atención, y eso ocasionó que más gente armada llegara.
Inevitablemente, nuevas heridas fueron provocadas hacía el joven hibrido: Sus movimientos no eran tan veloces como antes y sus ataques no eran tan fuertes tampoco.
—Maldito hijo de perra, los asesinaste. ¡Nos las pagarás! —gritó de los hombres con rabia.
Los hombres no eran fáciles de derrotar como Inuyasha pensaba. Los hombres no eran simples bandidos, eran mercenarios entrenados y definitivamente no venían solos.
Inuyasha sólo atacaba, sin burlarse de sus enemigos, sin su arrogancia natural, simplemente les atacaba como si de su forma de demonio se tratara; Aunque, no era tan fuerte como en ese estado, y tampoco disfrutaba de lo que hacía.
Era pura adrenalina y una furia insaciable lo que mantenía en pie a Inuyasha.
Utilizando solamente sus garras, se lanzó contra ellos. Los hombres venían bien armados, lo que le dificultaba maniobrar. Inuyasha también podía utilizar su espada, mantenía el colmillo de su padre a su lado, pero no planeaba utilizarlo. Si la traía consigo fue porque Kagome lo obligó.
Kagome... ni siquiera sabía si la joven sacerdotisa seguía con los demás o verdaderamente la había apartado de la época feudal. Tal distracción le costó una herida superficial en su brazo derecho que no alcanzó a esquivar del todo.
La desventaja numérica y la obstinación de Inuyasha por no utilizar armas le estaban costando.
Concentrarse en la batalla era difícil cuando los mercenarios atacaban al mismo tiempo, y el agotamiento era evidente en sus extremidades. Cada que asesinaba a uno, los demás se volvían más agresivos en los ataques.
Llegó un punto donde el griterío se detuvo y el lugar apestó a sangre, logrando ser finalmente percibido por su olfato. Esto hizo que se detuviera abruptamente.
Era sangre y cuerpos de hombres malheridos en proceso de convertirse en cadáveres pronto, nada nuevo que no hubiera visto u olido. Pero, era diferente, esta vez él causó esto. La idea hizo que el disgusto lo invadiera, se había dicho que sería el monstruo que todos decían, pero esto...
Observó sus manos ensangrentadas. Inuyasha tenía heridas, pero la sangre de los humanos era más persistente.
Se había encargado de mercenarios antes, no obstante, atacarlos de esta manera no era algo que él hiciera por lo menos no siendo consciente. Esto no era él.
El sonido familiar de cadenas aumentó sus sentidos. Sus orejas se retorcieron por la señal del sonido. Estaba a punto de mirar, pero fue detenido al sentir un brazo que pasaba por sus caderas, enrollándose a él como una serpiente a su víctima.
Inuyasha entró en pánico, sintiendo ese terror frío recorriéndolo.
No es real, no es real..., se repitió. El agarre se volvió más aprensivo y posesivo, al igual que el sonido de las cadenas más cerca.
La imagen frente al él, el tacto y el crujido de cadenas fueron demasiado. Cerró sus ojos con fuerza, con la esperanza de que estuviera soñando; Que ese brazo no fuera real, que no atacó a los mercenarios de esta manera, Malas personas o no, esto no es lo que soy. Que no hubiera huido de sus amigos, ni discutido con Kagome... que no hubiese estado en manos de Naraku en primer lugar.
—No cierres los ojos, Inuyasha, sabes que no me gusta. Pierdes toda la diversión con ello—lo escuchó susurrar junto a él, tan cerca que incluso podía sentir la fría mejilla contra la suya.
Su cuerpo se heló, su respiración quedándose atrapada. Su intento desesperado de huir del contacto aterrador lo trajo a otra pesadilla peor.
—Abre los ojos, Inuyasha, admira tu obra; Creo que es perfecta—más manos – o podrían ser tentáculos-, Inuyasha sólo podía sentirlos serpenteando sobre su cuerpo vestido.
—¡Basta! —logró decir, obligándose abrir sus ojos. La cruel escena seguía frente a él, pero Naraku ya no estaba, tampoco el brazo, ni los sonidos de cadenas, ni mucho menos los tentáculos. Sólo estaba él, el hedor de muerte, cadáveres y su terrible sentimiento de miedo, y culpa.
Le habían dicho que Naraku ya había muerto, y, sin embargo, su presencia era constante, burlándose de él en cada instante.
La impotencia del sentimiento traía ardor a sus ojos. Y lo que él provocó no ayudaba.
Los cadáveres descuartizados a su alrededor, algún gemido escuchándose en la agonía. Toda la escena era horrible, como si hubiese sido realizada por un...
—Tal vez sí lo soy—se murmuró para sí. Cabizbajo, adolorido y manchado de la sangre de sus contrincantes. Huyó de la escena.
De nuevo, Inuyasha se encontró corriendo hacía ningún lugar, sólo buscando un lugar donde se sintiera seguro.
No se detuvo por ninguna circunstancia, a pesar de que sus piernas estaban exhaustas. En una parte del camino comenzó a sentir una mirada, sintiendo como una presencia lo acosaba. No estaba seguro si era su imaginación atormentándolo, o sí ciertamente era seguido. Pero tampoco quiso detenerse a averiguarlo.
Llegó a un punto donde sus piernas no quisieron obedecerle más y terminó por caer al suelo de rodillas, en una posición que de inmediato despertó en él uno de los sentimientos más degradantes vividos. Sin fuerzas para levantarse, se sentó en el suelo con las rodillas junto a su pecho, intentando mantener todo pensamiento olvidado.
En un lugar abierto, donde la oscuridad cubría el cielo, era claramente un lugar peligroso. Pero la mente de Inuyasha estaba impregnada en sus propios recuerdos como para saber realmente sobre los peligros de la realidad que vivía ahora.
—De saber que buscabas una muerte tan mísera, te hubiera matado antes.
Inuyasha levantó la mirada para encontrarse con Sesshomaru. Las orejas de Inuyasha se pegaron más contra su cabeza. El aura y la mirada tan penetrante y con tal hostilidad hicieron sentir gravemente en peligro a Inuyasha.
—Lo hubieras hecho— murmuró Inuyasha, evitando el contacto visual.
Que Inuyasha actuara como si no existiera la presencia de Sesshomaru y que dijera ese comentario con miseria, era una ofensa.
—Cállate— gruñó Sesshomaru—. Tú actitud de autocompasión y estupidez me es muy irritable.
—Si tanto te molesta, déjame solo— refunfuñó Inuyasha.
Sesshomaru negó —Eres...
—Lo sé, lo sé. Una vergüenza, patético, débil, un bastardo, una mierda... dime algo que no sé— Inuyasha interrumpió, soltando un resoplido y levantándose con algunos tambaleos. La presencia de Sesshomaru, aunque incómoda, sabía que era real y con algo de suerte alejaría la presencia indeseable del otro ser.
Sesshomaru podía notar que Inuyasha no había estado alimentándose bien, no durmiendo y tuvo un momento difícil contra esos humanos por las heridas nuevas que se veían. Aunque en sincera opinión, los humanos lo habían llevado peor, fue desconcertante cuando miró la escena; No había muestras de un Inuyasha irracional, por ello, tomando en cuenta la relación del mestizo con los humanos, era una imagen difícil de aclarar.
Pero de nuevo, Sesshomaru se recordó que la vida humana no era de su interés, centrando su atención a Inuyasha.
—Vamos, debemos volver con tu grupo—dijo Sesshomaru, sin perder la molestia en su fría voz.
Inuyasha negó —No voy a volver.
—Andando—dijo el demonio, dirigiéndose a donde se encontraba la aldea humana, e ignorando los comentarios del hibrido.
—¡Dije que no voy a volver!
Sesshomaru se detuvo, volviendo su mirada al media sangre.
—¿Qué es lo que quieres, Sesshomaru? —dijo cansadamente el medio demonio.
—¿Por qué crees que quiero algo?
Inuyasha rió amargo —¿Lo dices en serio? —la sonrisa se esfumó y con actitud más seria habló —. Si quieres burlarte de mí, ya tienes tu diversión. Tener un momento para sentir lástima, supongo que ya lo conseguiste. No sé qué quieras de mí, pero ya lo tienes. Ahora déjame solo.
—Eso no es lo que busco.
—Oh, entonces creo que lo entiendo—Inuyasha tomó el colmillo de su padre con su mano ensangrentada, y lo arrojó hacía Sesshomaru.
Sesshomaru se molestó, ver la espada por la que había luchado e intentado conseguir desde un principio, ser arrojada a sus pies como la nada, añadiendo que la empuñadura tenía un olor a sangre humana. Fue insultante y ofensivo.
—Pero que insolente, ¿Cómo te atreves? —gruñó el demonio.
La energía a su alrededor se volvió peligrosa, e Inuyasha tenía motivos de temer, pero no lo hizo. Simplemente quería terminar con esto.
—Eso no es suficiente para ti—comentó Inuyasha con burla fingida—, entonces toma esto también—. Y arrojó la funda.
Más indignación llegó a Sesshomaru. Sesshomaru ya no tenía interés en la espada, pero eso no quería decir que el colmillo mereciera tal trato. No dejaba de ser un recuerdo de su padre.
—Fingiré que no lo hiciste. Toma a Tessaiga y vámonos—ordenó Sesshomaru, muy peligrosamente.
Inuyasha lo miró, retándolo—. Lo entiendo, ya no la quieres. Olvidé que tienes una espada mucho mejor. Pues bien, se quedará ahí porque yo no pienso tomarla— se dio la vuelta para alejarse. Pero fue detenido por Sesshomaru, quien, con una velocidad impresionable, yacía frente a él sosteniéndolo por el hitoe y levantándolo a la altura de los ojos.
—Es el colmillo que te heredó nuestro padre, tendrás que darle el respeto que se merece.
Inuyasha no forcejeó a pesar del pánico. Motivo de alarma era que Sesshomaru tuviera los ojos ligeramente rojizos y a pesar de eso Inuyasha no luchó.
Sesshomaru se quedó ahí, con algunos gruñidos que soltaba por la molestia. Pero se contuvo al no ver ninguna reacción por parte de Inuyasha. Lo cual le fue frustrante. Inuyasha tenía algunas heridas leves, pero la del hombro para una persona promedio debería de ser más que una molestia. Sin embargo, Inuyasha estaba ahí quieto, sin quejarse, sin maldecir, sin ningún signo de pelea. Ocultando su rostro con el flequillo.
—Esta es tu oportunidad— susurró Inuyasha.
¿Oportunidad?, Sesshomaru aligeró el agarre y se olvidó del enojo. Confundido por las palabras de Inuyasha —. No comprendo a lo que te refieres, Inuyasha.
Inuyasha lo miró, Sesshomaru no veía en ellos el miedo y desconfianza que observó cuando recién lo liberó, o que hacía en ocasiones cuando su vida o compañeros estaban en riesgo. Tampoco era la mirada arrogante, luchadora y rebelde que le daba en sus encuentros. En realidad, lo que miró fue la derrota.
—Siempre has querido matarme. Hazlo.
Sesshomaru no podía negar que estaba sorprendido... y decepcionado.
—¿Qué estas esperando?, ¿No es lo que querías? —cuestionó Inuyasha.
Sesshomaru guardó silencio, e Inuyasha estaba más que incómodo. ¿Qué es lo que quería Sesshomaru de él?, ¿Quería que le suplicara, o buscaba que se humillara más?
Le había costado a Inuyasha decir lo que dijo, pero que Sesshomaru se quedará ahí sin hacer nada, incrementó la angustia de Inuyasha.
—¿Qué no me escuchas? — reclamó el medio demonio sin paciencia —. Dije que...
—Te escucho perfectamente, Inuyasha—cortó Sesshomaru —. ¿Quieres morir?
La pregunta hizo que Inuyasha mostrara algo de lucha, forcejeando contra el agarre. Incapaz de responder.
—¡Suéltame!
—No has respondido a mi pregunta, Inuyasha.
Inuyasha forcejeó un poco más, pero pocos segundos después dejó de pelear, pensando en la pregunta de Sesshomaru.
¿Quiero morir?, se cuestionó Inuyasha a sí mismo.
—x—x—x—
—¿Te sientes mejor? —preguntó la Sra. Higurashi trayendo consigo un vaso de agua y medicinas para su hija.
—Sí gracias, mamá—agradeció Kagome, tomando la medicina y volviendo a acobijarse entre las sabanas. Kagome había olvidado la comodidad de su cama, e ignorado su propia salud el tiempo que pasó en la época feudal.
Su madre le cepilló el cabello azabache—. Descansa, Kagome.
Se dieron las despedidas de buenas noches. Cuando su madre estuvo a punto de salir, Kagome dijo:
—¿Mamá?
—¿Sí?
—Tendré que volver a ellos mañana.
Su madre le dio una mirada que Kagome no pudo descifrar del todo, pero después sonrió y asintió, cerrando la puerta detrás de sí.
Kagome se quedó sola en la oscuridad y comodidad de su habitación. No se despidió de nadie al venir aquí, y no tenía muchos recuerdos cuando volvió a su época. Recordaba que hubo muchas lágrimas y abrazos.
Su estancia aquí, como era su hogar. Era cómodo, seguro y agradable. Recibió constantes llamadas de sus amigas e incluso de Hoyo, quien le recetó extrañas medicinas. No sabía que mentiras les había contado su abuelo, pero incluso él mencionó que pensaron que ya no la verían de nuevo y se volvía más difícil seguir respondiendo a las llamadas preocupadas de sus amigas.
Considerando toda la situación, su familia estaba llevando muy bien que ella viajara a través del tiempo. Aunque a pesar de su fachada, Kagome suponía que no la estaban llevando del todo bien como le hacían creer; las atenciones y abrazos que le daban expresaban toda su preocupación.
El primer día se la pasó en cama, durmiendo por la fiebre que ignoraba. El segundo día hasta ahora, le había contado todo a su madre, no había escatimado detalle..., tal vez omitió todos esos momentos de muerte inminente que pudieron haber tenido, aunque pareció que su madre lo intuyó. No puedes vivir todas esas aventuras sin que tu vida terminara en riesgo. Sin embargo, Kagome explicó con fervor como Inuyasha siempre estaba ahí.
Con el pensamiento Kagome enterró su cara en la almohada, sintiéndose culpable por haberlos dejado. No tenía más lágrimas para llorar, eso ya lo había hecho mucho. Simplemente estaba ahí, ocultando el rostro en la almohada, escuchando sólo el silencio.
Su madre le había ayudado a despejar ciertas dudas, y ofrecido palabras reconfortantes. Kagome estaba más que aliviada por ello, y también porque su madre le había dejado en claro que no era una persona débil.
Se levantó de la cama, se dirigió a la ventana; abrió la ventana por la simple costumbre que siempre esperaba por Inuyasha, y después volvió a recostarse. Se cubrió con las mantas y miró hacía la ventana, sabía que él no vendría, a pesar de eso, ella mantenía la esperanza. Esperanza que no sabía por qué quería mantener, no del todo. Tal vez no conocía tanto a Inuyasha como imaginaba. Mañana los vería de todos modos, aunque no estaba muy segura de como interactuaría con Inuyasha más.
¿Qué estarán haciendo?, se preguntó, tanta tranquilidad le era rara, pero estando en su hogar no debería de sorprenderle. Esa tranquilidad no era un lujo que se podía dar en la época feudal. Con un suspiro, deseó y esperaba de todo corazón que del otro lado por lo menos no estuvieran discutiendo.
Kagome se quedó ahí divagando, preguntándose qué hacían en su ausencia mientras esperaba el sueño.
—x—x—x—
¿En verdad era tan débil?, tan débil como para no ver motivos para seguir viviendo.
—No voy a seguir perdiendo mi tiempo—dijo Sesshomaru, liberando secamente a Inuyasha del agarre.
Inuyasha cayó al suelo, sin ningún comentario que decir. Con su cabeza en un mar de confusiones.
—Toma la espada y vuelve— dijo Sesshomaru con su tono frío como de costumbre. Le dio la espalda y caminó hacía la dirección que Inuyasha tenía pensado irse.
Inuyasha miró atrás; observando la espada oxidada y la funda que le había salvado en batallas.
—No puedo hacerlo—murmuró el hibrido más para sí, pero el experto oído de Sesshomaru lo recibió.
—Si puedes—comentó Sesshomaru, con indiferencia.
Inuyasha negó. Sesshomaru no entendía, para el demonio, para todos era tan fácil juzgarlo.
—Tienes que superarlo.
Aquellas palabras que no tenían intención de sonar agresivas lo hicieron para Inuyasha, después de todo el demonio lo había visto en su peor momento—. ¿Crees que es fácil, ¿eh?... no sabes nada—musitó Inuyasha.
—Tienes razón, no lo sé, y no me interesa. Guarda tu lástima, ya tuve suficiente de ella.
Las palabras crudas hirieron la sensibilidad de Inuyasha—. ¡Lo sabía, sólo estas aquí para burlarte!
Sesshomaru se detuvo y se dio la vuelta para poder visualizar a Inuyasha —. Te he dicho que no.
—¿No?, entonces no lo entiendo.
—No me sorprende— dijo Sesshomaru.
—¿Qué es lo que quieres? —reclamó.
—¿Qué te hace pensar que espero algo?
—No me vengas con esas estupideces, Sesshomaru —gruñó Inuyasha.
Sesshomaru conocía esa mirada, al parecer tener esta discusión hacía que Inuyasha ignorará sus propios problemas. Pero la mirada duró poco. Esa confusión, tristeza y miedo se reflejaron de nuevo. Por lo menos notó que el Inuyasha de comportamiento más desagradable, pero tolerable a diferencia del actual, seguía ahí.
Inuyasha no podía saber lo que Sesshomaru pensaba. Ese maldito,pensó. La mirada gélida le estaba poniendo demasiado incómodo.
—¡Deja de mirarme! —exclamó Inuyasha con molestia.
Sesshomaru dejó pasar el tono tan irrespetuoso, simplemente se volvió para volver a su camino. No tiene sentido que siga perdiendo mi tiempo, se dijo el demonio a sí mismo, ignorando el por qué seguía ocupándose del mestizo.
Inuyasha como de costumbre, uso el sentimiento de enojo como una fuerza, se levantó y dio unos cuantos pasos hacía Sesshomaru con sus orejas contraídas hacía atrás —¿Eso es todo?... vienes aquí a... no sé qué estás pensando o haciendo. Pero termina con esto de una vez—exigió con el ceño fruncido.
—Por última vez, Inuyasha, toma la espada y lárgate—la frustración siendo evidente en el demonio.
—¡No, ya te dije que no voy a hacerlo!
Inuyasha se lanzó hacía el demonio sin pensar. Sesshomaru imaginó el ataque; Inuyasha era tan predecible en ciertos aspectos y como siempre, Inuyasha era demasiado lento como para tener alguna oportunidad contra él.
—¿Cómo te atreves? —exigió Sesshomaru, gruñendo por la reacción de Inuyasha.
—Estoy terminando con esto. Así que cállate y pelea.
Inuyasha volvió a atacar, sin siquiera acercarse un poco a Sesshomaru, pues éste le evitó con facilidad. Esto enfurecía a Inuyasha por lo que continuó atacando. Con cada ataque erróneo y ver que Sesshomaru no mostraba ningún signo de atacar, Inuyasha lo confrontó verbalmente, sin embargo, no dejó de seguir con su esfuerzo físico.
—¿Los humanos te dejaron? —preguntó Sesshomaru, entre la pelea, ignorando las malas habladurías de Inuyasha.
—¿Humanos? —Inuyasha ignoró a las personas a las que se refería.
— Me refiero a los humanos de tu grupo—mencionó, esquivando el triste intentó de Inuyasha por dañarlo.
El silenció breve y después un "Que te importa" por parte de Inuyasha, fueron la suficiente respuesta que Sesshomaru necesitaba.
—Ya veo, tú los dejaste.
Inuyasha se sorprendió por la fácil deducción. Detuvo su ataque. Recordaba ese día. Recordó que después de decirle todas esas cosas desagradables a Kagome, se sintió vacío, como un verdadero monstruo. Sintiendo la constante presencia de Naraku tan cerca como si en cualquier momento saliera y lo "premiara" por la acción.
...
Volvió a la cabaña para buscar refugió por lo menos ahí tenía más fuerzas de fingir delante de ellos que estar solo. Sin embargo, debió de haber imaginado que estarían esperando por él.
Sango y Shippo estaban ahí viéndolo con rabia, y Miroku no muy lejos de ellos con decepción y tristeza.
Quien estaba frente a él no era Naraku, sin embargo, las miradas furiosas por parte de sus "amigos" le provocaban una sensación similar.
—¡¿Cómo pudiste hacerlo?! —gritó Sango con enojo.
—¡Eres un tonto, Inuyasha! —el zorrito reclamó con sus ojos acuosos.
Los reclamos podían seguir escuchándose.
Ellos seguían juzgándolo, lo que hizo que Inuyasha apretara los puños con fuerza. Ellos no entendían. La hostilidad recibida, fue igual como en aquellas ilusiones, sueños y palabras que Naraku le repetía. Lo estaban haciendo sentir intimidado y reforzando todos esos sentimientos que comenzó a tener en su cautiverio.
—Ella se fue, y... y probablemente n-no volverá por tu cu-culpa—lloró Shippo.
—¿Mi culpa?... —Inuyasha negó con la misma rabia recibida —. ¡Que esa perra se haya largado no es mi c-...!
—¡Inuyasha!... ¡No es manera para referirte a ella! ¡Sólo quería ayudarte! —defendió Miroku.
¿Ayudarme?, pensó Inuyasha, el pensamiento le hizo reír. No querían ayudarlo, sólo querían burlarse de él— Feh, tonterías, esa perra egoísta...
...
Inuyasha negó para olvidarse de todas las palabras dichas, las miradas y reacciones recibidas. En esos momentos que el recuerdo seguía en su mente, notó lo realmente mezquino que fue con ellos, pero tenía sus razones y no cambiaría de opinión. El daño estaba hecho. Aparte, a este punto, ellos deberían estar odiándolo por completo.
Nuevamente, Inuyasha fue invadido por la mirada de Sesshomaru. Inuyasha comenzaba a odiarlo. Al parecer, no era el único que había cambiado.
Su ira fue drenada de él al recibir un fuerte contacto en su rostro. Inuyasha cayó hacía atrás, sintiéndose apagado, y con las mil dudas en su cabeza. Suficiente tenía con su propia confusión, para que Sesshomaru trajera más a ella.
—¿Por qué lo haces? —preguntó Inuyasha con un hilo de voz tan delgado por la inseguridad, sin intentar hacer contacto visual con Sesshomaru.
—Me atacaste, es natural que intente defenderme.
—No es a lo que me refiero, ¿Por qué haces...? —Inuyasha se quedó pensativo, buscando las palabras correctas, tratando de encontrar las respuestas por sí mismo.
—¿Por qué hago qué? —cuestionó Sesshomaru.
—Esto, ¿Por qué haces esto? —un ligero tono molesto era percibido en Inuyasha. Sin embargo, seguía manteniendo su firme mirada hacía el suelo, e intentando ocultar toda emoción en su rostro con su flequillo.
—¿Esto?, Se más específico en tu pregunta, Inuyasha.
Inuyasha se tragó todos los insultos mordaces. Estaba realmente molesto por la actitud de Sesshomaru, pero también le inquietaba. No sabía cómo sentirse al respecto, porque no entendía por qué lo hacía —¿Por qué estas...? —suspiró —. ¿Por qué estas ayudándome?
—No lo sé—admitió el demonio.
La pronta respuesta desconcertó a Inuyasha—. ¿No lo sabes? —cuestionó Inuyasha incrédulo, teniendo el valor para mirarlo. Sesshomaru estaba ahí con el mismo aspecto indescifrable de siempre—. Esa no es una respuesta. Debe haber una razón—alegó.
—Probablemente, pero a diferencia de ti. Yo respondí a tu pregunta, tú ni siquiera respondiste a la mía.
La respuesta tomó desprevenido a Inuyasha —... Tampoco lo sé—murmuró, siendo evasivo con el contacto visual. Si hubiese dado ese tipo de respuesta a Naraku, estaba seguro de que el arácnido lo hubiera empujado a encontrar una respuesta real. Se estremeció con tan sólo pensarlo.
—Esa es una respuesta lamentable— comentó Sesshomaru. Lo que regeneró la mala actitud de Inuyasha.
—Es la misma que tú me diste—reprochó Inuyasha, con molestia.
—El valor de las preguntas es diferente. — explicó Sesshomaru.
—No, no lo es —defendió Inuyasha.
—Lo hace, pero no me extraña que no puedas razonar una simple respuesta.
—Bastardo, tu hiciste lo mismo.
—No, yo te respondí. Y entre los dos, tu eres el bastardo, no yo.
Inuyasha gruñó y omitió las últimas palabras dichas del demonio —El "no lo sé" no cuenta como una respuesta—argumentó.
—Lo hace... por lo menos temporalmente.
¿Realmente no lo sabe?, Inuyasha se cuestionó en la confusión. Le daba miedo, y con más claridad le hacía pensar que estaba en un sueño o algo similar.
—¿No me odias? —cuestionó el medio demonio tímidamente, tan similar a un susurro. Con esa mirada desesperada en busca de respuestas, e incluso esperanzada.
—¿Qué te hace pensar eso?
