"La hermandad es un vinculo extraño, inexplicable la mayor parte del tiempo y generalmente áspero e hiriente. Pero, ocasionalmente puede ser suave y cálido, cariñoso y gentil. "

x—x—x—

Inuyasha siguió acostado, simplemente mirando hacía el cielo. Estaba hambriento, cansado y le dolía su cuerpo por el esfuerzo. Pero estar ahí bajo las nubes, con el césped debajo de él y escuchando el ruido del arroyo, fue maravilloso.

Tal maravilla lo estaba adormeciendo, pero Inuyasha no quería perder ningún segundo de este momento, por lo que apretó sus manos en puño; sus garras picaban en las palmas de sus manos. La sensación de rasgadura lo mantuvo alerta, pero no lo suficiente, por lo que Inuyasha apretó un poco más.

Cuando la piel se desgarró, el dolor despertó a Inuyasha. Manteniéndolo alerta.

Inuyasha miró su entornó más despierto, y su estómago le recordó que necesitaba comida. Se levantó cuidadosamente, su brazo derecho siendo un recordatorio constante de que aún estaba herido. A este punto, esa herida ya debería de haber sanado, había sido solo un corte provocado por los humanos. Pero aunque ya había cerrado, todavía estaba la cicatriz muy reciente. Su piel alrededor roja e inflamada.

Inuyasha la ignoró, simplemente sería más cuidadoso. El medio demonio se concentró en dar su tercer intentó por atrapar alimento. Esta vez, fue mucho menos enérgico que las primeras dos veces, su cuerpo ya fatigado y su mente sin ninguna concentración real.

Cuando tuvo suficiente, simplemente volvió al césped, y se durmió.

El ruido del agua, la aspereza del césped y los rayos del sol lo ayudaron a descansar más cómodamente. No había esa clase de sonido ni sensaciones en su pesadilla. Añadiendo, que también estaba cansado, le dolía la cabeza y ya no tenía ningún interés real en lo que le sucediera. Podría soportar el hambre un día más, lo había estado haciendo muy bien últimamente. Otro día más sin comida no le sería ningún problema. Ademas, su agotamiento era mucho más pesado que cualquier miedo, hambre e inseguridad que tuviera.

x—x—x—

Sesshomaru terminó de alimentarse, merodeó un poco por los alrededores por si se encontraba a algún demonio o grupo humano que buscara la perla. Y al no encontrarse con ninguno se permitió relajarse. Se estaba dando algo de tiempo para volverse a encontrar con Inuyasha, dándole sobre todo tiempo al medio demonio para que cazara su propia comida.

Los segundos que Sesshomaru tenía para sí mismo eran apreciados, pero se veían socavados por todas las preocupaciones que no abandonaban su mente.

Cuando consideró que ya había pasado el tiempo suficiente y sus pensamientos no lo dejarían tranquilo, Sesshomaru regresó al punto de encuentro. Sin embargo, Inuyasha no estaba ahí. El demonio podría esperar un poco más, pero Sesshomaru ya no tenía paciencia. Solo iría a darle un vistazo sin intervenir, simplemente para asegurarse que Inuyasha estuviera bien. Y esperando que con suerte Inuyasha hubiera atrapado algo de alimento.

Entre más rápido Inuyasha se recuperara, más rápido sería para Sesshomaru recuperar su antigua normalidad. Ya había tenido suficiente de humanos y medio demonios para toda una vida.

Sesshomaru voló silenciosamente hacía el río, dirección que había tomado Inuyasha por última vez, y miró detenidamente a los alrededores por problemas. Últimamente Sesshomaru estaba más alerta de lo que acostumbraba. La paranoia de Inuyasha y las constantes presencias de demonios no le daban ningún descanso.

Antes de que sus pensamientos pudieran irse más lejos, se vieron interrumpidos cuando vio a Inuyasha no muy lejos, pero el medio demonio no estaba haciendo nada que Sesshomaru esperaba. Al contrario, hacía lo que Sesshomaru temía: Nada.

Inuyasha estaba recostado en el suelo, con su brazo derecho, aquel brazo herido, acunado contra su pecho. Tenía los ojos cerrados y daba respiraciones suaves.

Maldita sea, maldijo Sesshomaru. Inuyasha estaba descansando cerca del río, un lugar abierto donde era plenamente visible para cualquier peligro que hubiera. Para alguien que parecía aterrado por todo, tomar un descanso en un lugar así era más que irresponsable. Era preocupante.

El pensamiento trajo todas esas sensaciones que Sesshomaru tanto odiaba. Que estaba cansado de reconocer y de sentir.

Sesshomaru pensó en las posibilidades por las cuales Inuyasha estaba ahí tan desinteresado por su entorno; Una probabilidad era que Inuyasha aún estaba enfermo, el medio demonio no se había recuperado del todo. Otra motivo podría ser que Inuyasha había tenido un ataque de pánico y quedado inconsciente. Sea como fuera, ninguna posibilidad le gustaba a Sesshomaru.

Sesshomaru tocó tierra firme y fue más ruidoso de lo necesario para alertar a Inuyasha. Pudo ver como en aquel lugar donde se ubicaban las triangulares orejas que últimamente permanecían ocultas, se movían. Lo que indicaba que estaba siendo escuchado, sin embargo, Inuyasha no hizo ningún esfuerzo en moverse o indicar que despertaría pronto.

Sesshomaru llegó al medio demonio, y a pesar del acercamiento, Inuyasha siguió sin responder. El híbrido se veía escuálido, y su piel rojiza por la exposición continua al sol. Sesshomaru temió otra enfermedad, pero sí lo fuera Inuyasha no habría discutido con él en la mañana por el alimento.

—Te entregaré a los humanos—amenazó Sesshomaru, gravemente, esperando alguna reacción de Inuyasha. Sabía que Inuyasha reaccionaría de inmediato por la mención, el medio demonio evitaba hablar de ellos y no dejaba de mencionar que no quería regresar. Pero no consiguió ninguna acción por parte de Inuyasha. El medio demonio de verdad estaba inconsciente.

Sesshomaru miró y olfateó alrededor. Olía a la sangre de Inuyasha, pero no había muestras de sangre de ninguna otra presencia, ni leña ni nada que indicara que Inuyasha había tenido alguna comida, o algún encuentro indeseable para alarmarlo.

Al ver que no había peligro, Sesshomaru observó a Inuyasha con detenimiento, para descubrir de donde veía la posible nueva herida. Pensó que era en el brazo que el medio demonio acunaba, pero al descubrirlo no vio sangre, pero tampoco una total sanación. Sin embargo, el olor estaba cerca, y lo encontró muy pronto. Las palmas de Inuyasha tenían marcas medias lunas, más profundas de las que imaginaba. La revelación no le gustó.

Sin deseos de pensar en ello, con pesar y sin opciones, Sesshomaru recogió a Inuyasha con cuidado, con uno de sus brazos por debajo de los hombros y el otro no muy arriba de las rodillas. Inuyasha no se inmutó, solo parpadeó un poco, entrecerró los ojos ligeramente y volvió a la inconsciencia.

Sesshomaru se sorprendió al sostener a Inuyasha.

Inuyasha no era pesado en absoluto, pareciera que no había subido ni un gramo desde la última vez que Sesshomaru lo había sostenido de esta manera antes de llevarlo a los humanos para su recuperación.

Lo que le hizo recordar a Sesshomaru que no había visto a Inuyasha alimentarse en todo el tiempo que llevaban juntos. Eso hizo que Sesshomaru tuviera una nueva conclusión para la fatiga de Inuyasha. Si Inuyasha no estaba comiendo, sería muy difícil que pudiera recuperarse adecuadamente.

La regeneración venía con un costo. Sesshomaru la conocía bastante bien cuando perdió su brazo. Había estado inmóvil por un par de días a causa de ello. La regeneración consumía mucha energía, y sin alimento, el proceso era aún más lento, difícil y agotador. Inuyasha ya estaba herido con anterioridad y tenía nuevas heridas que tratar, nunca iba a mejorar si seguía de esta manera.

Sesshomaru suspiró de mala gana, y con el medio demonio en brazos. Sesshomaru buscó un nuevo refugio para él e Inuyasha.

—x—x—x—

Inuyasha despertó en un lugar desconocido; nada de lo que el recordaba estaba presente. A excepción de la espesura del bosque y Sesshomaru.

Inuyasha parpadeó para quitar cualquier somnolencia y enfocarse en su alrededor. Observó su entorno. El medio demonio estaba recargado en uno de los arboles, con una fogata a unos cuantos pasos de él, y Sesshomaru cerca del fuego, preparando una liebre para asar.

Antes de cualquier otra cosa, Inuyasha apretó sus puños con la suficiente fuerza para que sus garras picaran en la palma de sus manos. Necesitaba verificar que no estuviera en una pesadilla, cuando notó que no lo era, miró hacía arriba para calcular cuánto tiempo había pasado. Por culpa de los ramas y hojas de los arboles, Inuyasha no pudo ver mucho, sin embargo por el tipo de luz solar y sombras, el medio demonio supuso que el sol estaba en su punto más alto, listo para irse en cualquier momento.

—¿Desdé cuando no te alimentas?—preguntó Sesshomaru, rompiendo el silencio.

Inuyasha no se atrevió a mirarlo. Sabía que esa liebre sería para él, si no simplemente Sesshomaru no hubiera sacado el tema.

—Como dije, puedo cazar, y es lo que haré antes de que el sol desaparezca—declaró Inuyasha, poniéndose de pie cuidadosamente. Listo para volver a buscar su propio alimento, hace unas horas estaba exhausto, pero ahora se sentía lo suficientemente descansado. No iba a darle la oportunidad a Sesshomaru de regodearse. Sin embargo, al ponerse de pie sus piernas se estremecieron, tuvo que sostenerse del árbol cercano para apoyarse.

—Puedes, pero no ahora—dijo Sesshomaru, usualmente su voz era severa, o tenía cierta arrogancia que erizaba a Inuyasha en la molestia, pero esta vez se escuchaba plana, casi cansada.

Inuyasha se atrevió a mirarlo, la severidad del demonio estaba ahí. Con ojos dorados y fríos que miraban como la liebre comenzaba a tomar otra coloración por el calor.

—Responde a mi pregunta Inuyasha, ¿Desde cuando no te alimentas?

—Me he estado alimentando— se defendió Inuyasha, soltándose del árbol cuando pudo ponerse correctamente en pie. Necesitaba demostrarle a Sesshomaru que no era patético, que podría arreglárselas por su cuenta.

—Mentiroso—dijo Sesshomaru, estaba esa pizca de burla en su tono, aunque parecía más enojado que burlón.

—Es cierto, me he alimentado. He encontrado algunas bayas y...

—¿Bayas?—resopló Sesshomaru, mirando a Inuyasha. Se veía enojado, Inuyasha no esperaba eso, esperaba la burla y la arrogancia. Inuyasha podía lidiar con la humillación, estaba acostumbrado a eso, no a tratar con el enojo preocupado que Inesperadamente le estaba dando Sesshomaru—. ¿Con eso te has alimentado?

—S-sí, pero...

—¿Incluso con los humanos?—interrumpió Sesshomaru.

—¿Qué te importa?—cuestionó Inuyasha, listo para correr si su paciencia con Sesshomaru se desvanecía. La pregunta fue suficiente respuesta para Sesshomaru, la tensión que mostraba el demonio puso en alerta al híbrido, pero al final, el demonio volvió su atención al fuego.

—Eso no es alimento, no ahora cuando necesitas recuperarte—dijo Sesshomaru, casi como si hubiera sido un esfuerzo escupir aquellas palabras. Se veía tenso y su energía indicaba toda la furia que su impasibilidad no podía ocultar.

—He sobrevivido con eso de niño—se defendió Inuyasha, indeciso sobre que hacer. Quizás sí estaba soñando, o quizás no, pero no quería estar más ahí. Le dolía la cabeza, y no entendía porque Sesshomaru parecía tener un gran problema con eso.

—Circunstancias diferentes—habló Sesshomaru.

Lo que enojo a Inuyasha, por supuesto que eran circunstancias diferentes, Naraku no lo había lastimado de niño, que estúpido era, como Inuyasha lo había olvidado. Los recuerdos querían llegar a él como un tsunami, pero Inuyasha se tensó y apretó los puños tan fuerte para no pensar en ello. Centrándose en el picor en sus manos.

—Deja de hacer eso— llamó la atención Sesshomaru.

—Hacer qué— se quejó Inuyasha, duramente, listo para replicar cualquier tontería que Sesshomaru quisiera decir.

—Basta, Inuyasha— gruñó Sesshomaru esta vez, su voz fue aterradora. Y lo fue aún más cuando se movió caminando hacía él.

Inuyasha perdió toda tensión, y retrocedió de inmediato. Se encogió un poco, por instinto, y esperó lo que sea que Sesshomaru tenía pensado hacerle. El miedo se volvió un nudo terrible en su pecho, así que se negó a mirar a Sesshomaru.

Sesshomaru se detuvo en seco, a seis pasos lejos de él.

—Tus manos, estás sangrando. Ya no hagas eso— dijo Sesshomaru, tranquilamente, muy tranquilamente en opinión de Inuyasha. Lo que hizo que Inuyasha se atreviera a mirarlo.

No había nada de tensión en el demonio, no había ningún indició de que quisiera lastimar a Inuyasha. Tampoco se veía severo ni aterrador, al contrario, se veía cansado y serio.

Inuyasha no quería mirarlo, por lo que miró hacia sus propias manos. No le habían dolido hasta que las notó. Sí que se había hecho daño, la sangre escurría de sus palmas. Ahora podía sentir el liquido caliente derramarse entre sus dedos, y el ardor en sus manos.

Repentinamente, Sesshomaru comenzó a romper una parte de su Haori, sorprendiendo a Inuyasha.

—Qué estás-… — intentó cuestionar Inuyasha, perplejo, pero fue interrumpido por Sesshomaru.

—Alza tus manos, no es necesario que me acerque si no quieres.

Inuyasha tragó el nudo que había subido por su garganta, el miedo no se fue. Contradictoriamente, le había asustado más.

Sesshomaru fue increíblemente paciente, y lo miró con serenos ojos dorados, que Inuyasha nunca había notado. Siempre eran indiferentes y fríos.

Temerosamente, Inuyasha alzó su mano izquierda, mostrando su palma. Sesshomaru prontamente comenzó a envolverla con cuidado, rapidez y con precisión. Jamás lo tocó, sus dedos nunca rozaron, incluso al momento de hacerle un nudo. No hubo ningún contacto. Pero si ejerció fuerza por lo que Inuyasha siseó.

—Eso duele—se quejó.

—Entonces lo recordarás para no volver a pasar por esto— comentó Sesshomaru, pero desenvolvió ligeramente la tela para no ser tan opresiva—. La otra mano.

Inuyasha obedeció, los estremecimientos disminuyeron cuando levantó su mano derecha.

Al igual que con la palma izquierda, Sesshomaru la envolvió con cuidado. Ninguno de los dos dijo nada, y Sesshomaru tampoco vio la necesidad de anudar con fuerza, fue gentil esta vez.

Una vez terminado, Sesshomaru se alejó de Inuyasha volviendo a la fogata, mirando a la liebre ya bien asada.

—Ya esta listo— anunció Sesshomaru.

El demonio caminó hacia el otro extremo, lejos de la liebre, del fuego y lejos de Inuyasha.

Sesshomaru miró a Inuyasha, había una orden ahí que el demonio no quería mencionar, pero Inuyasha sabía: Quería que Inuyasha comiera la liebre.

Inuyasha no quiso pelear, no había espíritu en él en estos momentos. Menos cuando Sesshomaru se comportaba con tanta calma, con una cortesía desconocida.

Lentamente y con cautela, Inuyasha se acercó a la fogata, tomó la rama donde yacía la liebre y se la llevó hacía donde había estado.

Todo era incómodo, nadie se mencionaba nada, pero con la liebre cerca de él. El estomago de Inuyasha comenzó a rugir por alimento, comida real; Ya no más hierbas ni pequeñas frutillas. Así que con unos cuantos soplos a la comida, Inuyasha comenzó a pellizcar pequeños trozos.

Apenas ingirió el alimento, su apetito se incrementó y olvidó toda angustia. Fue delicioso, Inuyasha cerró los ojos y lo disfrutó con gusto, tomando trozos más grandes efusivamente.

—Despacio o enfermaras—escuchó la voz de Sesshomaru.

Inuyasha obedeció de mala gana, y comió con lentitud. Iba por su tercer pedacito de carne de liebre, cuando comenzó a recordar.

No había tenido liebre en su cautiverio, siempre era pan o arroz. De vez en cuando pescado si era bueno. El buen sabor de la liebre se perdió en su lengua, sabiéndole a ceniza. No podía simplemente alejarse de los pensamientos perversos, si su mente olvidaba, su cuerpo no; Si su cuerpo lo olvidaba, su mente lo recordaba.

Los recuerdos siempre parecían venir de la nada, sin motivo ni necesidad. Sin advertencia. Lo odiaba mucho.

Las nauseas invadieron a Inuyasha, lo que le hizo recordar porque no comía. La comida nunca parecía quedarse abajo.

—Come lo que creas necesario, te estás recuperando—nuevamente la voz de Sesshomaru fue escuchada, sacando a Inuyasha de cualquier ilusión.

El demonio estaba ahí impasible, manteniendo las llamas de las fogata bajas.

Inuyasha tragó cualquier disgusto, se aguantó las nauseas y alejó a la liebre de él. Colocó las rodillas sobre su pecho, y se cruzó de brazos. No pudo evitar apretar sus puños. Por la tela, fue imposible hacerse daño, pero todavía podía sentir el picor que sus garras le ocasionaban. Miró hacia el fuego y centró toda su atención a ello. No sabía como tratar con Sesshomaru, pero era mejor así. Aún podía sentir la energía del demonio ahí al igual que su presencia. Lo que fue un consuelo. Si estuviera con Kagome y los demás no había forma que lo dejarán tranquilo, demasiado preocupados, mirándolo como si quisieran saberlo todo. Cuando Inuyasha no quería que supieran nada. Los extrañaba.

—Mañana entrenaras con tessaiga—dijo Sesshomaru de la nada.

—¿Qué?—cuestionó Inuyasha sin comprender, mirando a Sesshomaru.

—Entrenaras con tessaiga mañana. Tus manos sanarán para entonces—volvió a mencionar Sesshomaru, recargando su espalda ligeramente a alguno de los grandes arboles, y tenía sus ojos cerrados. Como si estuviera descansando.

—Yo no puedo-...—dijo Inuyasha, quería recordarle que el colmillo era pesado, se lastimaría más de lo que le ayudaría.

—Lo harás—cortó Sesshomaru, con voz autoritaria. Se alejó del apoyo del árbol y se puso de pie con los ojos abiertos, dándole toda esa apariencia altiva conocida. Sus ojos dorados tan penetrantes miraron a Inuyasha, negándose a aceptar objeciones—. Inicialmente no podías sostener a tessaiga correctamente, y la practica te ha llevado a manipularla mejor. Necesitas practicar nuevamente.

Inuyasha estaba sin palabras, no sabía que decir. Pero la determinación que demostraba Sesshomaru, encendió una breve flama de voluntad en Inuyasha.

Como si hubieran hecho un acuerdo tácito, Sesshomaru se olvidó del tema, comenzando a apagar la fogata—. Debemos irnos, comienza a oscurecer.

Y con ello, Inuyasha comenzó a seguir a Sesshomaru sin protesta. Cauteloso y levemente curioso hacía donde irían. Pero sobre todo preguntándose si mañana sería capaz de levantar la espada, esperaba que sí.

El anochecer llegó prontamente, aunque Inuyasha tuvo la oportunidad de visitar un río antes de que Sesshomaru dijera que tenían que alejarse de ellos por la noche.

Inuyasha sabía que los ríos atraían seres en busca del vital liquido, y también llevaban a aldeas. Aunque este era un territorio conocido y sabía que tampoco no estaban lejos de la única aldea que estaba cerca. La idea no le gustó, pero no cuestionó a Sesshomaru. El conocimiento hizo a Inuyasha más cauteloso, pero también le brindó cierto consuelo que no quería tener.

Si fuera una trampa o Sesshomaru quisiera abandonarlo, sabía que el demonio no tendría problemas en mencionarlo.

Aunque no habían hablado mucho, habían estado caminando en silencio. Cuando oscureció, Sesshomaru estuvo más alerta y tenso. Lo que puso a Inuyasha nervioso.

Una vez establecidos y cuando ya no hubo ninguna señal del sol, Sesshomaru se fue.

—No llames la atención, volveré—había dicho, y se alejó sin darle una segunda mirada a Inuyasha.

A Inuyasha no le gustaba la sensación de impotencia, sentirse inútil quedándose ahí escondido sin hacer nada. Pero sabía que no sería útil en su estado. Aún no, pero quizás si volvía a practicar con la espada, podría servir de algo.

Tan pronto vio que Sesshomaru desapareció, y comenzó a sentir las energías demoníacas. Inuyasha apagó la fogata y trepó al árbol más espeso con torpeza, su cuerpo siendo torpe. No podía ejercer demasiada presión en sus manos, ni en su brazo derecho que aún estaban heridos. Las ramas y hojas lo cubrieron, lo hicieron sentir pequeño, como cuando era un niño y huía de demonios que querían devorarlo. Había tenido miedo aquella vez, pero esa vez no había sido miedo, porque ahora Inuyasha conocía lo que era el verdadero miedo demasiado bien.

Suspiró, apretó sus puños y cerró los ojos, tratando de concentrarse en cualquier otra cosa, en lo útil que sería cuando volviera a manejar la espada. Solo necesitaba respirar.

—x—x—x—

Sesshomaru agitó a Bakusaiga, la espada lanzó un poderoso ataque, asesinando de inmediato al grupo de demonios que venían en camino. Los demonios no eran ningún reto, sólo una gran molestia.

Sesshomaru tendría que hablar con el grupo humano para que se deshicieran de esa perla lo más pronto posible. Ya comenzaban a llegar grupos más grandes de demonios, añadiendo que ya no solo eran demonios de clase baja. Pronto comenzarían a llegar más, pronto podrían llegar demonios más fuertes. Y no había que olvidar a los humanos, Sesshomaru no había visto ninguno aún, solo a los que Inuyasha había enfrentado. Un grupo pequeño a comparación de los que podrían llegar.

Esta vez, Sesshomaru no se encontró con el niño exterminador, por lo que no recibió noticias de su compañía. La ausencia de su grupo se comenzaba a sentir; Ya no había alabanzas absurdas de Jaken, las fuertes pisadas de Ah-Uh, ni los tarareos y preguntas de Rin.

Inuyasha le era una compañía desconocida, aún más ahora. Dónde Sesshomaru no sabía que hacer o que decir cuando Inuyasha se veía demasiado pensativo e inseguro. Sesshomaru esperaba que el entrenamiento con Tessaiga distrajera al medio demonio, le devolviera un poco de actitud y algo nuevo en que concentrarse.

Minutos después, los demonios dejaron de llegar, y Sesshomaru se dio un breve descanso. Esperó un poco por más, pero cuando ninguno llegó, Sesshomaru fue en la búsqueda de los rezagados. Cuando terminó, Sesshomaru volvió a donde debería.

No encontró a Inuyasha por ningún lado, aunque sabía que seguía por ahí a pesar de que la fogata estaba completamente apagada y cubierta de tierra.

Un crujido de uno de los árboles llamó la atención de Sesshomaru.

Inuyasha estaba en la rama más ancha, escondido entre la maleza, mirando a Sesshomaru con cautela. Tenía los ojos inyectados en sangre. Una señal de que las lágrimas habían estado presentes.

—¿Hubo algún problema?—cuestionó Sesshomaru.

Inuyasha negó con la cabeza y bajó del árbol lentamente.

—Nada fuera de lo normal. Los demonios siguen demasiado concentrados en la perla como para ponerme atención—murmuró Inuyasha, mirando a toda dirección menos a Sesshomaru.

Sesshomaru lo respetaría, y ya no hizo mención del tema. Se dirigió a uno de los árboles, y se recostó como el día anterior. Inuyasha lo miró esta vez, yéndose al otro extremo. El medio demonio abrazó sus rodillas y las llevó contra su pecho. Bajó la cabeza y la ocultó entre sus manos. Era una rara, miserable e incómoda forma de dormir, pero podía sentir que Inuyasha lo observaba.

Sesshomaru intuyó que Inuyasha buscaba la misma compañía que ayer.

—Descansa, mañana tienes que entrenar—recordó Sesshomaru, se había obligado a decirlo. Después de eso se dispuso a dormir. Como era usual en él, el sueño no llegó rápido. Pero la tensión en su cuerpo se relajó.

Pasó un tiempo considerable hasta que Sesshomaru comenzó a oír ruidos y sentir de nuevo aquella cercanía a su lado. No lo entendía, pero lo dejaría pasar. El sueño lo envolvió muy rápido entonces.

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Nueva actualización por demanda popular. El bloqueo en esta historia ha sido fuerte, pero sus comentarios me han dado el aliento necesario. ¡Gracias!

Sin embargo, actualizaciones esporádicas porque el internet me odia.