Debes tomar la decisión de seguir adelante. No sucederá automáticamente. Tendrás que levantarte y decir: 'No me importa lo duro que sea esto, no me importa lo decepcionado que esté, no voy a dejar que esto me supere. Voy a seguir adelante con mi vida'.

Joel Osteen.

x—x—x—

Kagome estaba mucho más tranquila sabiendo que Inuyasha no estaba solo. No era lo que le gustaría, pero sabía que Inuyasha estaba bien y eso debería serle suficiente.

Los demás también parecían tranquilos con la idea. Mucho más relajados sin la preocupación constante. Jaken fue el único que no lo tomó tan amigablemente, quejándose un par de veces, indignado por ya no tener la compañía de su Señor Sesshomaru. Sin embargo, pronto se le pasó cuando Rin le recordó que tarde o temprano el demonio de cabellera plateada vendría por ellos, diciendo que Sesshomaru no los abandonaría así sin más.

—¿Acaso duda del Amo Sesshomaru, Maestro Jaken?—cuestionó Rin, con falso asombro.

—Por supuesto que no, niña tonta, yo nunca dudaría de mi señor de tal manera. El amo Sesshomaru sería incapaz de tal cosa—refunfuñó la criatura verde ofendido.

Eso fue suficiente para que Jaken ya no mencionara el tema. Rin era una niña increíblemente paciente cuando se trataba de Jaken. Era la única que podía manejarlo cuando el lacayo se ponía un poco insoportable.

A pesar de las actitudes del demonio verde, la compañía del grupo de Sesshomaru era bienvenida. Ayudaban en la cabaña, y nunca se sintieron como extraños.

Sin embargo, el único que no podía contagiarse de los buenos ánimos por demasiado tiempo era Shippo. El niño seguía un poco decaído y admitió que jamás volvería a molestar a Inuyasha si regresaba.

—No se fue por eso, Shippo— consoló Kagome.

—Lo hizo, fui cruel, no me oíste Kagome—lloriqueó Shippo.

—No, no lo hice, pero estoy segura de que no fue por lo que dijiste.

—Ese día todos habíamos sido crueles con nuestras palabras, pero ya no las volveremos a mencionar—recordó Sango.

—Nos disculparemos y seguiremos adelante—mencionó Miroku.

Shippo los miró, había tanta confianza en sus palabras. Le dieron una sonrisa tan amable, tan segura y cálida. Shippo creyó en ellos, y creía que Inuyasha volvería pronto. Sorbió un poco las lágrimas rebeldes, y se atrevió a sonreír, intentando igualar el optimismo de los demás.

Algo en Shippo sabía que Inuyasha no quería verlos tristes, quizás por eso el medio demonio se había ido, todos estaban tristes incluso Inuyasha. Necesitaban buenos ánimos, ser como eran antes. Quizás ya no volverían a como fueron, pero podrían ser mejor. Más fuertes.

Después de esa charla con el pequeño kitsune, Shippo se volvió un poco más animado. No todo era perfecto para todos, a veces los buenos ánimos se iban. Pero ya no se quedaban desconsolados por demasiado tiempo.

Para el tercer día, Kagome se sintió con una nueva energía y optimismo renovado. Y por ello, decidió intentar purificar la perla, pero cuando entró al santuario donde la perla era contenida, todo buen ánimo flaqueó.

El ambiente en aquel lugar se sentía tenso y opresivo. Y todo recuerdo, todo mal pensamiento que Kagome había intentado olvidar. Regresó a ella con una fuerza que la abrumó. Y luego llegaron los susurros que le prometía maravillas, diciéndole que le harían olvidar todo mal. Todo aquel deseo que Kagome quisiera, los susurros se lo prometían. Tal energía maligna que irradiaba la Shikon era demasiada. Kagome ni siquiera pudo acercarse a la perla que tenía un color tan negro como un abismo. Aún no estaba lista.

Cabizbaja, Kagome regresó a la choza de la anciana Kaede, dónde solo se encontraban Jaken, Ah-Un y Miroku. Los demás estaban en la aldea; la anciana Kaede atendiendo a un aldeano. Sango había ido a la aldea a comprar algunas cosas, que no necesitaban, pero era bueno ver más personas. La exterminadora se había llevado a su hermano con ella, y Rin, Kirara y Shippo les siguieron. Era bueno para Rin, la niña no había estado en otra compañía que no fueran ellos. Y también era bueno para Shippo porque era una gran distracción .

Por su parte, Jaken preparaba el fuego para empezar a cocinar, nunca dejó de quejarse y refunfuñar por hacer cosas tan mundanas. La enorme bestia dragón, Ah-Un, era una criatura perezosa, cerca de la choza mientras dormitaba. Y Miroku lavando las ollas, preparándolas para darles uso.

—¿Ya la viste?—preguntó Miroku, sin perder la atención en su labor. El monje sabía que Kagome visitaría la perla.

—Lo hice, pero ni siquiera pude acercame.

—¿Sucedió algo?—preguntó Miroku, aunque su buen humor se había ido y parecía pensativo.

—Es… malvada. La energía que se siente a su alrededor, el color que tiene, los pensamientos que te hace tener apenas entras al santuario.

—Yo… sé de lo que hablas—confesó Miroku, interrumpiéndola. El monje detuvo sus quehaceres y miró a Kagome con comprensión—. Ayer intenté probar suerte, como monje he tenido que quitar maldiciones, tratar con objetos malditos. Pensé que podría ayudar en algo, pero tampoco pude hacer nada. Es muy diferente con las cosas que he tratado. Es más peligrosa de lo que pensaba, creí que sin la presencia de Naraku la contaminación perecería.

La mención del medio demonio arácnido estremeció a Kagome, fue lo mismo para Miroku quien se silenció de inmediato. Sin embargo, Kagome asintió desganada. Kaede les dijo que solo podían pedir un deseo cuando la perla de Shikon estuviera purificada, Kagome creía que contaminada o no, el deseo se debería cumplir. Pero estando frente a la Shikon, era tan tentadora que detectaría el deseo que más anhelabas—. ¿Cómo acabaremos con la perla si ni siquiera podemos acercanos a ella?—Kagome cuestionó, no había tenido intención de mencionarlo, quería guardar esas dudas para ella, pero todavía sentía las garras de malos pensamientos en su mente y corazón.

Miroku desvió su atención hacía sus labores, sus cejas levemente fruncidas en la preocupación como si tuviera las mismas dudas. Kagome se sintió culpable de traerle esos pensamientos y energías negativas al monje, por lo que cambió de tema tan rápido que no le dio oportunidad a Miroku de responder.

—¿Quieres que te ayudé en algo?—preguntó Kagome, forzando una sonrisa. Fingiendo que el tema nunca se dio, no valía la pena atormentarse con eso. Necesitaban estar enfocados. Miroku la miró y como si leyera sus intenciones también sonrió ligeramente.

—No, gracias. He terminado, solo llevaré esta olla al fuego para poner a coser las verduras.

—Te ayudaré con eso entonces—dijo Kagome, y acompañó al monje.

Trabajaron en silencio, no hubo broma ni comentario. Jaken los dejó a solas cuando se acercaron a él, y se fue directamente a acorrucarse junto a Ah-Un.

Kagome habló cuando el silencio le pareció demasiado: —Lo siento por ser tan mala compañía, la perla me ha dejado afectada. Yo…

—No tienes porque disculparte, Kagome. Lo sé—interrumpió Miroku, arrojando toda la verdura picada a la olla con agua hirviendo—. Yo tampoco estoy siendo la compañía más agradable. Será mejor que no nos acerquemos a la perla por el momento.

Kagome seguiría el consejo, y lo aceptó a buen grado, no obstante, todavía tenía una curiosidad en ella—... ¿Crees que estén bien?—preguntó, refiriéndose a un par de hermanos de cabellera plateada.

Miroku dio una sonrisa pequeña, entendiendo el cuestionamiento de inmediato—. Lo creo. Si no lo estuvieran lo sabríamos.

Kagome no dudó en estar de acuerdo, deseando con todas sus fuerzas que fuera cierto. Pero no mencionó ni pensó más en ello, cuando la presencia de su compañía restante se comenzó a oír.

Kirara fue la primera en llegar, maullando alegremente con una pequeña corona de flores sobre su cabeza, Rin y Shippo detrás de la pequeña Neko; Shippo, en sus manos, traía un ramo con gran variedad de flores silvestres y Rin con una corona elaborada hasta la mitad. Kohaku traía una bolsa de arroz medianamente grande y Sango no traía nada, pero sí tenía una sonrisa complacida en sus labios. La alegría de ellos fue contagiosa, por lo que monje y sacerdotisa olvidaron sus preocupaciones.

La comida y su elaboración fue otra gran distracción.

La noche se precipitó muy rápido en el cielo.

Kohaku estaba listo para salir a sus patrullas nocturnas pese a ir en contra de los deseos de Sango. Sin embargo, la exterminadora se le uniría por esta noche.

Miroku y Kagome no querían quedarse atrás, pero eran demasiados para Kirara y Ah-Un no tenía la intención de salir si no era con la compañía de Rin y Jaken. Aparte, alguien tenía que quedarse atrás, si las advertencias que Sesshomaru le había dado a Kohaku eran ciertas, el peligro podía llegarles en cualquier momento.

Monje y sacerdotisa tuvieron que quedarse atrás, viendo alejarse a sus amigos exterminadores.

—Estarán bien, son los mejores exterminadores que he conocido. Estarán a salvo—dijo Miroku, sonriendo cariñosamente hacia el cielo donde se habían marchado los exterminadores—. Andando señorita Kagome, nosotros tenemos nuestra propia patrulla por hacer—comentó con buen ánimo.

Kagome sostuvo con fuerza su arco, y asintió con entusiasmo. Ya extrañaba el poder ayudar. Quería probar también sus practicas de tiro con arco que Kaede le brindaba. Aunque realmente esperaba no encontrarse con problemas, y deseaba con todo su corazón que Sango, Kohaku y Kirara tampoco se metieran en problemas.

x—x—x—

—Puedo ayudar—dijo Inuyasha. Ya era la segunda ocasión que pedía ir con Sesshomaru. Ahora que comenzaba a entrenar con Tessaiga, le había dado un poco de confianza, lo suficiente para demostrar que no era un cobarde, que podía ser como antes.

—Aún no—respondió Sesshomaru.

Inuyasha resopló enojado. Lo había estado haciendo bien, entrenando sin descanso, incluso cuando Sesshomaru le había dicho que era suficiente. Aún no podía hacer ningún ataque con Tessaiga, muy apenas podía levantarla. Pero todo eso fue bueno, cansaba sus extremidades sin igual. Terminaba demasiado agotado como para pensar o preocuparse. Y estaba comiendo también, no mucho pero lo estaba intentando; Hoy por fin sus esfuerzos habían dado frutos y había atrapado a su propio pez sin ayuda.

Además, Inuyasha no aguantaría otra noche solo. No importa lo mucho que entrenara, no tendría descanso hasta que viera a Sesshomaru llegar. Su mente que parecía no atormentarlo durante el día, lo hacía en ese momento de soledad. No quería soportarlo más.

—Inuyasha—advirtió Sesshomaru.

El joven medio demonio entendió la mención, estaba haciendo esas cosas con sus manos que Sesshomaru detestaba. Inuyasha aligeró la presión a sus puños, de nuevo, estaba sangrando muy ligeramente; la tela amortiguaba que Inuyasha se hiciera un gran daño, pero aún así el liquido carmesí no se hizo esperar. Era un mal hábito que Inuyasha había tomado, pero le ayudaba para no dejar que sus pensamientos divagaran, cuando se sentía en peligro y para evitar desquitarse cuando tenía malos pensamientos.

—En otra ocasión—habló el demonio reanudando la primera conversación, intentando persuadir a Inuyasha. No era la primera vez que se lo decía tampoco.

—Ya largate—gruñó Inuyasha con enfado, evitando el contacto visual con Sesshomaru, dándole la espalda. No quería ver al demonio, solo sacaría lo peor de sí; Lo insultaría, lo maldeciría y gruñiría. Y Sesshomaru tendría esa expresión de furia contenida, con todos sus músculos tensos y sus ojos afilados listos para atacar, pero siendo incapaz de hacerlo, porque el miedo que Inuyasha le demostraría al mínimo movimiento le bastaría para no hacer nada.

Que tan patético tenía que ser para que Sesshomaru no quisiera despreciarlo. Inuyasha ya estaba cansado de cuestionarse sobre eso, también de antagonizar a Sesshomaru a la menor pequeñez. De todos modos no servía de nada, porque fingirían que nunca pasó e Inuyasha tendría algún miedo un pavor a la nada en la que la presencia de Sesshomaru sería su único consuelo. Tan patético.

Sesshomaru no dijo nada, simplemente se alejó. Dejando a Inuyasha en la soledad del bosque.

El mal hábito quiso regresar a Inuyasha, pero Inuyasha se contuvo. Dejando sus palmas abiertas y tensas, sus manos estaban demasiado maltratadas, ya era suficientemente malo tratar de sostener a Tessaiga para causarse aún más daño.

El medio demonio exhaló e inhaló un par de veces, necesitaba concentrarse, rechazar los recuerdos que querían regresar. No tuvo éxito, no del todo, estaba esa siempre ansiedad presente. Gruñó de frustración, con necesidad de desquitarse con algo, los demonios no tardarían en salir por la noche. Quizás si Inuyasha se enfrentara a ellos, Sesshomaru vería de lo que era capaz.

No es que necesitara la aprobación de Sesshomaru, uno de los motivos por los que Sesshomaru era una compañía tolerable para Inuyasha era porque no tenía nada que demostrarle, Sesshomaru no esperaba nada de él. No tenía esa expresión de terrible compasión o preocupación. A diferencia de su antigua compañía, en la que Inuyasha estaba demasiado en alta estima, en la que tenía la necesidad de defenderlos, no al revés. Estaba hastiado de sus miradas cálidas, intranquilas y gentiles. De sus preguntas constantes y su necesidad de consolarlo. Todo eso en vez de ayudar, lo asfixiaba. Más aún con todo lo dicho por él, Naraku, aquel que siempre le susurraba que era pura lastima lo que le ofrecían. El que le recordaba porque ya no debería sentir algo por ellos.

Con un suspiro, Inuyasha miró resignado a uno de los árboles. Viendo cual era el que tuviera las ramas más resistentes y el que tuviera más hojas. La maleza lo ocultaría bien. Pero de nuevo, esa picazón, esa ansiedad de ya no esconderse lo molestaba, así que cuando escuchó el primer gruñido en los aires, Inuyasha tomó una decisión.

Ya no quería esconderse.

Enfrentar a los demonios que se encontraron con Inuyasha. Fue… no fácil como Inuyasha había imaginado. No utilizó a Tessaiga, la espada era un obstáculo en vez de una ayuda, además, Inuyasha había peleado años sin ella, hacerlo ahora no parecía un gran cambio. Pero lo fue.

Pese a eso, Inuyasha no recibió un gran daño, estaba acostumbrado a peor después de todo. Rasguños, golpes, moretones que no tardarían en florecer, la herida en su brazo derecho se había reabierto y muy posiblemente se tardaría el doble en sanar. Pero se sintió bien, casi como su antiguo yo.

La adrenalina de la pelea le evitó que la intranquilidad por otras cosas lo abordaran, y en parte ayudó que los demonios a los que se enfrentó no tuvieran aspectos temibles como de insecto, de araña o miembros extensos, flexibles y errantes.

Cuando Sesshomaru llegó, Inuyasha muy apenas podía mantenerse en pie, su respiración estaba agitada y parecía que en cualquier momento se desvanecería. Pero Inuyasha se sentía mucho mejor de lo que lo había hecho desde hace tiempo.

El demonio de ojos dorados no pareció sorprendido ni conmocionado por la imagen. Probablemente había olido la sangre a kilómetros y ya sabía que esperar, pero sí se notó muy disgustado por los cadáveres y el método que Inuyasha había utilizado para enfrentarlos.

—Debiste haber usado la espada—comentó Sesshomaru.

Inuyasha no estaba dispuesto a que los comentarios de Sesshomaru lo desanimaran así que simplemente respondió: —No la necesitaba—. Y con ello comenzó a trepar al árbol que le había parecido agradable.

—¿Qué crees que estás haciendo?, Debemos movernos—dijo el demonio.

Era evidente, los cadáveres no tardarían en dar unos terribles olores, en atraer carroñeros. Pero eso era de las menores preocupaciones para Inuyasha.

El medio demonio se recostó en una rama, sintiéndose cansado, adolorido y sin ningún pensamiento en mente.

—Vete a la mierda, Sesshomaru. Estoy cansado—dijo, y cerró los ojos, si Sesshomaru le respondió o no, Inuyasha ya no escuchó, navegando hacía el sueño sin sueños. Algo tan necesario y querido.

No necesitó la compañía de Sesshomaru, no necesitó apretar sus puños, no necesitó inhalar y exhalar con angustia. Solo cerró los ojos y descansó. Se sintió como algo que haría antes, antes de conocer el miedo.

x—x—x—

La compañía de Inuyasha para Sesshomaru era molesta, pero había diferentes tipos de molestia según Sesshomaru, y esta era más tolerable. No sabía que es lo que había impulsado a Inuyasha, pero sospechó que fue ese enfrentamiento con los demonios de bajo rango que se encontraron con Inuyasha quienes lo motivaron lo suficiente. Lo llevaban a terrenos conocidos en cuanto a la actitud del medio demonio. No era bueno siempre, a veces Inuyasha se desanimaría y haría cosas sin reprochar, miraría de vez en cuando a la nada, no querría entrenar, comería poco que otros días y tendría esa mirada triste y miserable.

No obstante era más común verlo animado, entrenando con mucho más empeño y comiendo en menor cantidad, pero comiendo. Inuyasha ya cazaba su propia comida. Y ahora el medio demonio buscaba ramas en las cuales recostarse por la noche, siempre cerca de la presencia de Sesshomaru.

Fue un alivio, Sesshomaru estaba cansado de estar en terrenos desconocidos sin saber como actuar, sin embargo contenía su lengua, siendo cuidadoso con sus palabras.

Raramente hablaban, Inuyasha ya no hacía preguntas, ni contaba nada. Solo maldecía y se quejaba si estaba de buen humor, quejándose de todos los refugios que escogían para pasar la noche.

En los entrenamientos, Sesshomaru no era una presencia activa, rara vez estaba ahí a la vista, normalmente siendo un espectador en las sombras. Pero cuando lo estaba simplemente le decía a Inuyasha que es lo que hacía mal. Inuyasha maldecía y resoplaba, pero siempre corregía su postura. Lo estaba haciendo mejor, no era un experto espadachín, pero el mestizo nunca había recibido educación. Había llegado lejos por su propia cuenta, lo suficiente como para defenderse. Pero aún le faltaba por aprender.

Por mucha mejora que parecía mostrar Inuyasha, Sesshomaru sabía mejor. Podía ver esos leve estremecimientos, ese cansancio que Inuyasha creía que ocultaba. La energía que Inuyasha demostraba en el día era insana, las heridas jamás sanarían así, Inuyasha siempre las reabría con movimientos bruscos. Nunca estaba quieto, pero Sesshomaru no sabía como tratar eso. Lo intentó una vez sin éxito, solo haciendo que Inuyasha se ofendiera, lo maldijera, y huyera. El medio demonio reapareció por la noche, mirando a Sesshomaru con ojos cautelosos, y como Sesshomaru ignoró el tema, el medio demonio lo hizo también. Entrenando aún más.

Sabía que Inuyasha estaba buscando desesperadamente una normalidad, tan apresuradamente que se estaba olvidando de cuidarse adecuadamente a sí mismo.

La única forma de oposición que Sesshomaru podía demostrar era negarse a que Inuyasha lo siguiera por la noche. Ignorando las quejas y reproches del medio demonio. Además, Inuyasha no quería utilizar su espada. Sería más un estorbo que una ayuda en esa condición. A Sesshomaru le bastaba solo un movimiento para acabar con los demonios, si llevaba a Inuyasha consigo sería una inmensa perdida de tiempo. Tiempo que podría servir para cubrir otro territorio.

Y una noche en particular, Sesshomaru creyó que sería solo un mal día para el medio demonio que parecía retraído, comió muy poco y se ocultó en el árbol más robusto tan pronto la oscuridad apareció en el cielo. El demonio ignoró el perturbado estado del mestizo, no era la primera vez. Añadiendo que Sesshomaru tenía una patrulla por hacer, por lo que no dio un segundo miramiento.

Los demonios fueron una gran descarga de energía y frustraciones para Sesshomaru, los que mantenían contenido el mal humor de Sesshomaru. Ya no volvió a ver al niño exterminador, ya que este se encontraba en compañía de la mujer exterminadora o a veces del monje, Sesshomaru no quería tratar con ninguno de ellos. Por ello los evitó. Aparte, no había nada que fuera digno de mencionarse, Sesshomaru podía manejar a cualquier enemigo que se le posara enfrente.

Cuando terminó con cualquier enemigo que se encontrará, y no había señales de que aparecieran más. El demonio volvió al refugio, sabía que Inuyasha no se encontró con enemigos por que no olió la sangre. Sesshomaru creyó que sería una noche tranquila y tendría un descanso silencioso, pero al llegar, Inuyasha no se presentó. Lo que era raro, Inuyasha bajaba de cualquier árbol tan pronto llegaba Sesshomaru; peleados o no, adormilado o no, el medio demonio bajaba del árbol se aseguraba que Sesshomaru estuviera ahí y volvía a lo suyo. Pero ahora, no había ninguna señal de vida. Ni siquiera el suave aroma del medio demonio.

Las emociones inútiles que Sesshomaru jamás imaginó sentir, pero que eran, desgraciadamente, muy comunes estos días se hicieron presentes con intensidad. Como si no fuera suficiente estar preocupado por la niña.

Sabía que el medio demonio seguía por ahí, podía oler la ligera presencia. Pero a la vez también era algo desconocido. Si Inuyasha estaba jugando un estúpido juego o haciendo alguna idiotez de las suyas, Sesshomaru no se contendría, no esta vez.

—¡Inuyasha!—llamó, con un gruñido que no pudo contener. Estaba enojado y lo hizo saber. No había forma de que Inuyasha siguiera la tontería con eso.

No obtuvo respuesta.

—¡Inuyasha!—volvió a llamar, nuevamente sin respuesta.

Cuando Sesshomaru estuvo apunto de hacer un tercer llamado, escuchó un hipo silencioso. Sesshomaru lo conocía.

El demonio miró hacía arriba, al árbol más alto, solo más alto que los demás por unos centímetros. En la rama más alta miró el ropaje rojo tan familiar, pero no vio al portador mestizo de cabellera plateada y ojos dorados. En cambio, la criatura que tenía las rodillas contra su pecho, con brazos cruzados y mirando entre las abertura de sus antebrazos. Era humano; con ojos marrones oscuros y un cabello tan negro como la noche.

—Eres humano—dijo Sesshomaru, y la tensión en el cuerpo del humano fue casi palpable, como si lo hubiera insultado.

—Por supuesto que soy humano—respondió Inuyasha con enojo, con un veneno que Sesshomaru desconocía. El humano apretó sus manos en los antebrazos tan fuerte que se veía doloroso. Había una ira en esos ojos cristalinos, una mueca furiosa en el rostro cincelado, pero sobre todo había miedo. Un miedo que Sesshomaru creía que no volvería a ver, que evitaba provocar, el mismo miedo que vio cuando recién liberó a Inuyasha.

Sesshomaru hizo lo único que sabía hacer mejor, lo único que le pareció más adecuado. Fue indiferente, una indiferencia fingida, pero indiferencia después de todo. Algo mucho más fácil para tratar la situación.

—¿Piensas quedarte ahí?—cuestionó el demonio.

Inuyasha lo miró aún con todo ese remolino de sentimientos, con lágrimas que se agolpaban alrededor del borde de sus parpados inferiores.

—Qué mierda te importa—se quejó Inuyasha. Esa era la triste defensa de Inuyasha, la ira. Siempre la ira. Sesshomaru no estaba sorprendido, pero no quería lidiar con eso.

—Suficiente de eso. No estoy dispuesto a seguir tolerando tal comportamiento.

Inuyasha se estremeció peor que si Sesshomaru se hubiera acercado. Era por ese motivo por el que el demonio evitaba mencionar palabras con el medio demonio, era como si siempre dijera lo incorrecto con él. En otras circunstancias no habría problemas, pero ahora, la minúscula cosa parecía un problema abismal.

Antes de que Sesshomaru pudiera corregirse, Inuyasha habló: —Y-yo también, ya estoy cansado de sentirme así. Estoy cansado de esto, lo intento, pero… no sé… él-él tenía razón...

La mención y el quebrantamiento en la voz de Inuyasha, lo perdido que sonaba socavaron la indiferencia de Sesshomaru, la ira la remplazó fácilmente.

—No la tenía, ni la tendrá—dijo Sesshomaru con severidad, sabiendo a quien se refería Inuyasha.

Inuyasha negó con la cabeza, Sesshomaru no entendía. Nadie lo hacía, y esperaba que nunca lo hicieran. El medio demonio se abrazó a si mismo tan fuerte, encogiéndose, ocultando su rostro entre sus brazos.

—"Si llegas a salir me aseguraré de que no seas el mismo" él lo dijo, más de una vez—titubeó Inuyasha, recordándolo a la perfección. Comenzó a recordar todo tan repentinamente cuando la oscuridad lo envolvió. Cuando sintió el cambió en él, cuando la noche lo sofocó. Sus heridas que no habían sanado en su estado de híbrido se intensificaron en su forma humana, le recordaron todo con una aterradora claridad.

—Era una criatura que mentía y engañaba, no había ninguna razón en sus palabras—dijo Sesshomaru, con calma, con su aterradora tranquilidad. Casi sonaba verdadero. Y también se había acercado, su voz sonaba a tan sola poca distancia. Muy posiblemente volando quietamente cerca de Inuyasha.

—No... no estabas ahí— murmuró Inuyasha sin defensa, tratando de refutar toda palabrería de Naraku, pero en su cabeza tenían sentido y razón y Sesshomaru lo entendería sí hubiera estado ahí. Pero no quiso tener ese pensamiento, la idea lo enfermó.

Se quedaron en un silencio tenso, hasta que se Sesshomaru se atrevió a hablar.

—No sé que esperas de mi, Inuyasha—habló Sesshomaru, repentinamente. La sinceridad de sus palabras perturbó a Inuyasha en razones muy diferentes de lo que estaba ahora. Se atrevió a mirar al demonio, su rostro inflexible, pero sus ojos engañosamente vacilantes.

Era inaudito, Inuyasha pudo haberse reído por la incertidumbre de su hermano mayor, la perplejidad era una momento único que Inuyasha nunca había visto en el demonio. Pero estaban en circunstancias muy diferentes, Inuyasha estaba lejos de regodearse, encontrándose perturbado e igualmente perdido.

—No lo sé—confesó Inuyasha, silenciosamente como si no quisiera ser oído. Se tomó unas cuantas respiraciones para no dejarse abordar por el pánico y preguntó:—… ¿Qué esperas de mí?

—Que mejores—respondió Sesshomaru de inmediato sin ninguna duda.

—¿Mejorar?—bufó Inuyasha—. ¿Cómo?, Lo he intentado, no sé cómo, no es fácil, yo-…

—Nadie dijo que fuera fácil, no sé un cómo, pero no le dejes tener razón. Demuestra que se equivocó.

Los ojos dorados e inquebrantables de Sesshomaru, no abandonaron los ojos marrones e inseguros de Inuyasha.

Quizás era el sueño, el dolor o la tenacidad en la mirada y palabras de Sesshomaru, que no permitieron que Inuyasha se perdiera en los recuerdos. Inuyasha suspiró temblorosamente, derramándose algunas lágrimas rebeldes. No sabía como mejorar, no sabría sí lo haría. Lo había estado intentando tan mal, y no tenía resultados. Estaba cansado de cuestionarse, de cuestionar a Sesshomaru, y de pelear.

Pero Sesshomaru tenía razón, nadie dijo que fuera fácil, e Inuyasha no quería renunciar. No quería darle el gusto, Naraku ya le había quitado mucho, Inuyasha no estaba dispuesto a perder más.

x—x—x—x—

x—x—x—

Sé lo que dirán: ¿Esto es real? ¿Una actualización en casi dos semanas?… Yo tampoco puedo creerlo, pero la inspiración llegó repentinamente así que aquí esta, esto fue gracias a todo el apoyo recibido. Gracias por sus comentarios, de verdad, sé que me tardo mucho en actualizar y me sorprende cuando recibo sus comentarios esperando actualizaciones con ansias. ¡Gracias!, disfrutó mucho leer todos sus comentarios y opiniones.

Sobre la historia, sé que algunas se preguntaran sobre Sesshomaru y ver a Inuyasha humano, pero en el manga, Sesshomaru sí ve a Inuyasha humano y es indiferente al respecto, no le sorprende ni parecido. Si estas interesado en ver eso; es cuando enfrentan a Moryomaru.Y bueno, sobre los cambios de humor de Inuyasha, se explica por el trastorno de estrés postraumático no es fácil y no a todos les da igual. Todos lidian con el trauma diferente. Así que no lo culpen, hace lo que puede.