A veces es necesario ser empujado hasta el límite antes de poder encontrar la voz y el coraje para hablar de nuevo. A veces es necesario tocar fondo para darte cuenta de que has terminado de descender y es hora de subir.

Mandy Hale.

—x—x—x—

Inuyasha creyó que estaba hecho, con ese optimismo de no perder más, de alejar el miedo y los recuerdos. Inuyasha tenía un feroz pensamiento para mantenerlo firme y descansar. Un nuevo propósito.

Pareció estar bien.

—¿Piensas quedarte ahí? —le preguntó Sesshomaru por segunda ocasión, todavía no se había movido, tan quieto y mirando con esos ojos ambarinos tan inquietantes. Pero no eran aterradores, fue un alivio que siguiera ahí, un recordatorio de dónde estaba Inuyasha ahora.

—Me quedaré— respondió Inuyasha, porque sentía que tenía que quedarse ahí, si iba a cambiar lo haría ahora, y quería demostrar su independencia. Aunque el aire frío lo estaba volviendo rígido en sus músculos.

Sesshomaru lo miró con ojos atentos, evaluándolo.

—Estaré bien, quiero hacer esto, Sesshomaru— dijo Inuyasha sin pensarlo mucho, abrazándose a sí mismo para mantener el calor. Antes de que Sesshomaru llegara, Inuyasha había mantenido una feroz pelea por su cordura, lo había dejado agotado. Estaba tan cansado, lo único que ya quería era dormir y si Sesshomaru seguía ahí Inuyasha cambiaría de opinión; Inuyasha ya había superado el buscar el consuelo de Sesshomaru en las noches de sueño, había estado durmiendo por sí solo sobre las ramas como antes, no quería cambiar eso de nuevo. Menos ahora en su condición humana, solo lo haría ver más débil, quitarle el poco control en su ya frágil existencia.

Sesshomaru no dijo más, simplemente volvió a tierra firme buscando su propia comodidad.

Inuyasha vio al demonio apoyarse y recostarse en uno de los árboles. Tan pronto vio a Sesshomaru cerrar los ojos, Inuyasha hizo lo mismo y esperó a que el sueño lo reclamara... Pero no, el sueño no llegó.

En cambio, regresaron las pesadillas buscando venganza. Volvieron con mucha más fuerza de cómo habían estado antes de que Sesshomaru volviera. Eran los recuerdos de lo que hizo cuando fue más vulnerable que cualquier otra noche. Justo como estaba ahora. Las vividas emociones de la memoria quemaron como acero fundido, podía sentir los toqueteos distantes e inexistentes que le erizaban la piel y esa voz susurrante murmurándole su complacencia. Fue más que aterrador, y lo hizo sollozar silenciosamente en contra de su voluntad.

Inuyasha quiso gritar, pero se sintió mudo. Quiso forcejear y moverse, pero se sintió entumecido. El clima no ayudó en nada a su precaria situación, solo una mala simulación de cómo había estado allá, en ese infierno. Congelado hasta los huesos.

No puedo, no puedo. No puedo hacerlo, una parte de su conciencia gritó.

No, no puedes, estuvo de acuerdo esa voz susurrante, escuchándose como la grava.

Inuyasha no podía respirar, estaba hiperventilando nuevamente, sintiendo como su visión se le escapaba.

Pero luego hubo un brazo detrás de su hombro, y luego le siguió uno debajo de sus rodillas, el agarre había sido inseguro, cuidadoso y tomó firmeza cuando Inuyasha fue levantado. Pronto su cabeza estaba siendo apoyada por un pelaje blanco y cálido. El contacto lo trajo bruscamente a la realidad, lo despegó de la memoria perversa. Alejó a Inuyasha de los delirios que querían derrumbarlo.

El humano se concentró en el pelaje blanco, en la tela blanca, en la armadura familiar. El oxígeno comenzó a llegar lentamente, sus pulmones comenzando a trabajar. Cuando se creyó lo suficientemente relajado, se le fue quitado. Porque la familiaridad se fue, dejándolo ahora apoyado sobre la rigidez del tronco de un árbol y la rigurosidad de la tierra firme.

Sesshomaru abarcó su visión, el demonio caminando no muy lejos agarrando algunas ramas saludables, arrancándolas y partiéndolas como si fueran simples ramitas. Las juntó todas en un solo lugar, e inició una fogata.

Inuyasha se enfocó en las flamas salvajes, en la tierra acre debajo de sus pies, en las picaduras de la palma de sus manos que inconsciente e inevitablemente había vuelto desgarrar y, sobre todo, uso todo su esfuerzo en respirar. Si no estuviera en este inminente ataque de pánico, Inuyasha sería capaz de avergonzarse, de quejarse por tal debilidad cuando pensó que no lo volvería a tener, cuando se suponía que sería mejor. Lo tomó como un propósito que quería cumplir con su vida, pero le parecía imposible cumplir, siempre algo le recordaba su lugar.

Ya ni siquiera sabía por qué lo intentaba.

El humano dejó de divagar cuando Sesshomaru comenzó a moverse, alejándose de la fogata. Inuyasha se abrazó más a sí mismo, un inútil intento de ocultarse. Para sorpresa de Inuyasha, el demonio tomó un lugar junto a él, no cerca, no había contacto entre ellos, los separaba la esponjosidad de la estola. Pero estaba prácticamente a su lado.

Inuyasha anticipó una burla, un insulto, un regaño o incluso alguna de esas palabrerías que Sesshomaru le había soltado, algo para sacarlo de ese abismo en el que Inuyasha no podía salir. Pero el demonio no dijo nada, simplemente estaba ahí.

Inuyasha despegó ligeramente el rostro de sus antebrazos para mirar a Sesshomaru de reojo, solo brevemente. La postura del demonio era tensa y hosca, su mandíbula afilada en una mueca severa, mirando hacia la fogata con profunda seriedad. Y antes de que Inuyasha pudiera dejar de mirarlo, los ojos dorados lo notaron.

Tan pronto sus miradas se cruzaron, Inuyasha la esquivó volviendo su vista al suelo. Pero era claro que Sesshomaru estaba tan incómodo como Inuyasha. Todo esto solo prometía que sería una larga, larga noche.

Y lo fue, fue una noche inmensa y terriblemente incómoda. Las pesadillas lo acecharon todo el resto de la noche, burlándose cada vez que parecía que caería inconsciente por el cansancio. Con la voz susurrante repitiéndole palabras que ya conocía. Más de una vez se tuvo que recordar dónde estaba, e incluso se apegó un poco a la estola. La calidez de la pelusa fue lo suficiente para mantenerlo anclado.

Sesshomaru no dijo nada esta vez, pero su presencia era constante, como una muralla impenetrable con una serenidad envidiable. Y jamás se movió, se quedó ahí todo el tiempo que la oscuridad se mantuvo.

Cuando por fin el amanecer llegó, Inuyasha volvió a su forma de medio demonio; tenía de vuelta sus garras, su agudo olfato y sus triangulares orejas caninas. Incluso el dolor se adormeció, el frio solo dejando secuelas de unos cuantos estremecimientos que se fueron cuando el sol tocó su rostro.

Inuyasha abrió los ojos con pesadez cuando el sol le llegó, sintió el cambio en él. Siempre sentía un golpe de adrenalina, una fuerza que le indicaba su nuevo estado, pero esta vez se sintió igual con ese cansancio en todas sus extremidades a causa de no haber dormido nada.

Antes de que Inuyasha pudiera revisar su entorno, no pudo contener un bostezo. Al hacerlo, Sesshomaru comenzó a moverse, esta vez para ponerse de pie y comenzar a eliminar cualquier rastro de ellos en el lugar.

—Buscaremos alimento más tarde. Hay que movernos—dijo Sesshomaru, sin mirar a Inuyasha.

Inuyasha se levantó y estiró los brazos y piernas, todos sus músculos y huesos protestantes por toda esa incómoda posición en la que permaneció. Y siguió a Sesshomaru con pereza. Estaba ya demasiado cansado como para protestar, demasiado cansado como para tener hambre, o preocuparse por darse un baño o incluso para recordar.

Descubrió con el transcurso del día que mientras menos luchara, más fácil y adormecido se sentía. El susurro que parecía no querer irse, fue algo que Inuyasha escuchó sin darle demasiada importancia.

Simplemente siguió adelante con eso. Después de todo, ¿Qué sentido tenía pelear, si el ciclo de todos modos iba a repetirse?

—x—x—x—

Sesshomaru creyó que las cosas serían diferentes, había visto un atisbo de lucha en los ojos oscuros. Fueron familiares a pesar de que eran tan coloridamente diferentes.

Pero se equivocó.

Inuyasha volvió con las pesadillas, volvió a tomar esa posición en donde simplemente intentaba hacerse pequeño. Ya no tenía las orejas triangulares que delataban su emoción, pero apestaba a miedo. Con esos ojos vidriosos y perdidos, los sollozos silenciosos y los estremecimientos.

Sesshomaru no sabía qué hacer con eso.

El demonio tuvo que bajar al humano de la gran rama para evitar una caída desastrosa. Después hizo una fogata para evitar que los temblores en Inuyasha continuaran, quizás el clima le afectaba más, y Sesshomaru no quería imaginar más enfermedad. No ayudó mucho, pero era algo. Luego se quedó junto a él sin saber qué más hacer. Nunca había sido bueno con los humanos, no los entendía ni quería. No heredó la comprensión de su padre por esas criaturas, y estaba muy seguro que Rin no era como los humanos promedio.

Así que simplemente se quedó ahí, frustrado consigo mismo. Porque él, Sesshomaru, no tenía ni idea de qué hacer. Y la admisión era más que deshonrosa. Como si no fuera suficiente, la noche fue extremadamente larga, y nunca encontró el alivió en el sueño porque jamás lo buscó. E Inuyasha tampoco.

Tan pronto salió el sol, e Inuyasha se movió. Sesshomaru estaba listo para abandonar el lugar sin vacilación. Inuyasha siguiéndole obedientemente.

En el transcurso del día, lo que ocurrió anoche fue ignorado y no se mencionó. Y aunque la actitud de Inuyasha fue mejorable en cuanto a aquel comportamiento, fue peor que los demás días.

El medio demonio evitó de nuevo la comida, era silencioso, ni siquiera fue a bañarse lo que hacía casi obsesivamente en cada oportunidad, y se quedaba ahí distraído y cabeceando.

—Estoy cansado, lo intentaré mañana—había dicho Inuyasha cuando Sesshomaru le recordó el entrenamiento. Así que Sesshomaru lo escuchó, y culpó el lamentable actuar de Inuyasha a el sueño.

Cuando anocheció, Inuyasha no protestó en sus insistencias de acompañarlo. Simplemente se ocultó arriba en uno de los árboles, se veía muerto de sueño a pesar de haber tomado unas cuantas siestas durante la tarde.

Nuevamente, las actitudes y comportamientos eran algo a lo que Sesshomaru no sabía cómo tratar. Por lo que lo dejó pasar, y fue a su patrulla. Desquitando sus frustraciones e incomprensiones con cualquier ser que se cruzara en su camino.

Parecía una noche común en cuanto a los enfrentamientos, Sesshomaru se preguntaba cuando dejarían de venir, cuando los demonios menores entenderían que no tenían ni una oportunidad. Pero se detuvo abruptamente al escuchar un par de gritos y gruñidos. No era territorio de su recorrido habitual, pero Sesshomaru no dudó en revisar.

Esta vez ya no eran solo demonios los que merodeaban.

Encontró humanos y demonios batallando entre ellos con ferocidad. Era una cantidad menor de demonios, y una gran cantidad de humanos. Había armas grandes siendo arrastradas por caballos y manipuladas por los humanos; Eran balistas listas y cargadas, disparándole enormes flechas a los demonios que volaban sobre ellos. Tal compañía de armas grandes le dio a entender a Sesshomaru que no estaba lidiando con simples humanos.

Mirando con atención a los humanos, poseían armaduras brillantes y elegantes, todas de un solo color pertenecientes posiblemente a un acaudalado señor feudal. Los movimientos y la forma de matar daban indicativo de que estaban bien entrenados. Sin embargo, no se parecían a los que Inuyasha se había enfrentado tiempo atrás: Los otros humanos parecían más unos mercenarios bien pagados, estos humanos eran soldados listos para enfrentar a algún batallón.

Sesshomaru no pudo seguir observando porque un demonio se le abalanzó, sin usar a Bakusaiga, Sesshomaru lo eliminó fácilmente con su látigo venenoso. Pero eso hizo que también los humanos lo notaran.

—No eres como esos monstruos—uno de los soldados dijo.

—De seguro es el monstruo que cuida la aldea—gruñó otro de los hombres, agitando la espada en dirección a Sesshomaru—Estamos listos para ti, monstruo. Esa perla no será tuya—amenazó, y se fue contra Sesshomaru, de nuevo, Sesshomaru impidió el ataque con su látigo, matando al humano de inmediato. Porque sí iban por la perla y mantenían con ellos a esta cantidad de hombres y armas, era evidente que no dejarían a nadie con vida. Iban listos a la guerra para enfrentarse a una aldea que ni siquiera estaba lista para una batalla.

—Este Sesshomaru no tiene necesidad de una cosa tan inútil, pero no dejaré que vayan por la perla— respondió Sesshomaru con severidad.

A los hombres no les pareció, y menos cuando Sesshomaru había eliminado a uno de sus compañeros con un simple movimiento. Con arma en manos y confiando en sus números y balistas, los soldados también se enfrentaron a Sesshomaru. Algunos demonios huyeron afortunadamente en dirección contraria lejos de la aldea, otros en dirección a la aldea –Sesshomaru de verdad esperaba que el grupo de Inuyasha se hiciera cargo- y los restantes, los menos inteligentes permanecieron luchando tanto contra los humanos y contra Sesshomaru.

La batalla duró muy poco, porque cuando Sesshomaru tuvo suficiente, un movimiento de Bakusaiga acabó con todo enemigo. Dejó a un humano con vida, solo para saber sí más humanos llegarían, saber qué le esperaba. Si acaso estos humanos guardaban una relación con los anteriores.

Pero el humano insolente no le respondió nada a pesar de estar en el suelo, desangrándose de una herida en el hombro y pierna, con el filo de Bakusaiga sobre su pecho: —De qué sirve hablar, moriré, prefiero morir antes de-...—y entonces Sesshomaru lo hizo posible, dejando caer a Bakusaiga sobre el pecho del hombre sin advertencia. Acabando prontamente con la vida del soldado.

Sesshomaru ya le había cuestionado dos veces, y las dos veces el humano se había negado a hablar, además, el humano tenía razón. El hombre se estaba desangrando, el tiempo de vida que tenía era limitado, de todos modos, iba a morir.

Y sin perder más el tiempo en aquellas trivialidades, Sesshomaru voló de regresó para asegurarse de que los demonios que habían logrado escapar hacía la aldea no llegaran a su destino.

Encontró a unos a mitad de camino, otros demasiado cerca que habían sido interceptados por la compañía de Inuyasha.

Ahora los que estaban en compañía de la neko demonio eran la exterminadora y el monje. Los vio luchar, solo para asegurarse que cumplieran con su trabajo. Lo que hicieron.

Fue tranquilizador saber que no habían perdido sus habilidades y seguían siendo aceptables en batalla. Saber eso lo hizo quedarse para advertirles sobre los otros humanos, para saber por qué aún no habían eliminado la perla, y quizás, oír algo de su propia compañía.

Sesshomaru se acercó a ellos—. Desháganse de la perla— dijo, sonando como una orden.

La exterminadora y el monje lo miraron sorprendidos—Señor Sesshomaru—dijeron ambos al unísono, tomando una postura relajada, olvidando su defensa.

—Lo estamos intentando, pero...—argumentó el monje.

—No me interesa, solo elimínenla. Ya no son solo demonios menores lo que la persiguen.

—¿Qué otra cri-...?—cuestionó la exterminadora, pero Sesshomaru la interrumpió.

—Humanos, y no era un grupo pequeño.

—Esto era predecible. Pero no creí que sería tan pronto, creí que habría algo más de tiempo—dijo el monje.

—No hay tiempo, y no dejaran de venir. No es la primera vez, Inuyasha ya tuvo un encuentro con mercenarios humanos. Era cuestión de tiempo para que llegarán más.

—¿Él está bien? — Preguntaron ambos humanos al mismo tiempo, ignorando completamente el problema principal.

— Lo está— respondió Sesshomaru.

— Ayer, ayer fue luna nueva— dijo el monje, con nerviosismo.

— Lo fue— acordó Sesshomaru. El monje lo miró, esperando algo más, con preocupación en su rostro, pero a falta de respuesta del demonio de cabellera plateada la exterminadora agregó:

—Inuyasha en luna nueva es...

— Lo sé— cortó Sesshomaru, impacientemente.

La preocupación en los humanos no se fue, se veían nerviosos y ansiosos, miraron a su alrededor con la esperanza de visualizar algo, a alguien que evidentemente no estaba ahí.

—¿Sigue con usted? —cuestionó el monje tímidamente.

—Lo es.

Los humanos suspiraron con alivio, miraron nuevamente a su alrededor buscando, pero al no ver nada, se atrevieron a volver hablar.

—Gracias por estar ahí para él—agradeció la exterminadora, sonriendo ligeramente. El monje imitó la sonrisa de alivio, mirando a Sesshomaru con alguna extrañeza de agradecimiento.

El demonio de ojos dorados se disgustó. Estas conversaciones banales, las emociones, Sesshomaru no estaba aquí para esto.

—No busco la gratitud—les dijo con dureza.

Los humanos no se sorprendieron por la violencia en su voz, al contrario, sus sonrisas permanecieron, casi con nostalgia—. Lo sabemos—mencionó el monje.

Sesshomaru frunció el ceño en la molestia, pero se quedó sin replicas porque la Neko demonio hizo acto de presencia, maullando y ronroneando como aquella vez con el joven exterminador cuando le aseguraron que su compañía estaba segura y a salvo.

La exterminadora habló por la neko demonio como si lo intuyera—. Rin, Jaken y la criatura dragón están a salvo, han sido muy buena compañía.

Eso aligeró el mal humor de Sesshomaru, pero ya no vio sentido quedarse ahí. Los humanos se estaban desviando del tema principal—. Deberían encargarse de la perla, solo trae problemas— les recordó con severidad antes de marcharse

—Señor Sesshomaru, por favor, dígale a Inuyasha que no era nuestra intención alejarlo. Siempre puede ir a la aldea, estar con nosotros. Ambos son bienvenidos, no tienen que alejarse— dijo la exterminadora, suavemente.

Sesshomaru no era un mensajero, pero escuchó las palabras mientras se alejaba, tenía un lugar al cual volver por lo que siguió su camino.

...

Las cosas no mejoraron.

Inuyasha estaba desganado, mudo, comiendo muy poco, no quería entrenar, y seguía a Sesshomaru a todas partes sí podía. Se excusaba con que estaba cansado, siempre cansado. Ya ni siquiera le protestaba, no maldecía, ni gritaba. No había ninguna pizca de energía. Mucho peor que la primera vez, el medio demonio simplemente parecía indiferente.

Sesshomaru creyó que habían pasado de ese estado.

El demonio a pesar de su disgusto se obligó a mencionar su encuentro con la exterminadora y el monje, esperando conseguir alguna reacción del hibrido. Pero Inuyasha solo lo miró con una emoción indescifrable para después continuar con su desdén y seguir ocultó sobre el árbol.

Si no fuera por la presencia constante detrás de Sesshomaru en cada movimiento, Sesshomaru podría pensar que estaba solo.

Por las noches, Sesshomaru comenzó a hacer patrullas más extensas y fuera del territorio, encontrándose con alguno que otro grupo humano que estaba detrás de la perla. Algunos hablaban, diciendo que venían de algún clan, o mencionando que provenían de alguna región. A veces, un mercenario o ladrón mal herido suplicarían por su vida argumentando que querían la perla por buenas razones; Curar cierta enfermedad, recuperar ciertos terrenos que les fueron arrebatados, traer de vuelta algún familiar, restaurar su aldea, etc. Se lo decían como si Sesshomaru de verdad fuera un guardián de la perla y les cumpliera el deseo por simple capricho. También le insultaban como si de verdad fuera un guardián de la aldea.

Sesshomaru no era ninguno de esos nombres, y no sabía de dónde venían tales apodos. Nunca dejaba a nadie con vida para tal tontería.

Las enfrentamientos constantes por las noches, comenzaron a desgastar a Sesshomaru. La emoción de la batalla fue algo con lo que comenzó a volverse indiferente, todas las noches era un nuevo encuentro, pero no veía aprendizaje en la batalla, no veía dignidad en ello tampoco. El uso excesivo de Bakusaiga también fue algo que le empezó a repercutir, dejándolo con un cansancio que no creía que sentiría. Bakusaiga y él eran nuevos entre sí, y a veces Sesshomaru usaba más energía de la necesaria por simple frustración y aburrimiento.

No era necesaria una espada para que Sesshomaru eliminara a sus enemigos, pero con Bakusaiga la eliminación de enemigos era tan sencillo como un pestañeo.

Una tarde, Sesshomaru tuvo suficiente y obligó a Inuyasha a entrenar. Diciéndole que no se moverían de ahí hasta que Inuyasha moviera la espada, hasta que entrenara de una vez.

El medio demonio hizo mala cara, pero no reprochó, tomó su distancia desvainó la espada y la agitó perezosamente.

—Ahí está, vámonos— murmuró el medio demonio.

—Inuyasha— gruñó Sesshomaru, con ese tono que sabía que Inuyasha temía.

Ciertamente el medio demonio se estremeció—. Eso es lo que querías— dijo Inuyasha, impasiblemente, en su defensa.

—Puedes hacerlo mejor.

—No, no puedo, como bien sabes soy un hibrido, esta es mi estúpida fuerza— y agitó nuevamente la espada sin energía—. ¿Contento?, vámonos.

—Eres un hibrido, pero eres mejor. Lo hacías mejor.

—¡Lo hacía! — gritó Inuyasha, con una emoción que parecía perdida—. Pero ya no, eso fue antes, ya no me importa— resopló.

Sesshomaru vio al medio demonio tensarse, parecía realmente frustrado de pronto. Era en un estado en el que Sesshomaru no lo había visto, como una especie de criatura lista para salir de su trance.

Y antes de que Sesshomaru pudiera seguir empujando alguna palabra contra el medio demonio, Inuyasha simplemente explotó sin aparente motivo, tomando una expresión furiosa en sus rasgos que últimamente habían estado apáticos.

— Eres un jodido dolor de cabeza. Y sabes algo, Sesshomaru, lárgate, vete, déjame. No te necesito, nadie te obliga a quedarte—gruñó Inuyasha.

—El sentimiento es mutuo, Inuyasha, y eres tan libre de irte como yo. Y, sin embargo, aquí estás— respondió Sesshomaru, con la misma molestia.

Inuyasha hizo una mueca desagradable, preparándose para volver al ataque. Pero se escuchó un fuerte estruendo lo que hizo que ambos platinados dejaran su discusión.

Las orejas de Inuyasha que usualmente estaban planas contra su cabeza se irguieron atentas al sonido, su posición insegura y tambaleante se volvió tensa y firme. Sus hombros se cuadraron, su agarre hacia la espada se afianzó con fuerza.

Fue bueno para Sesshomaru ver algo de ese poderío devuelta.

—¿Qué fue eso? — preguntó Inuyasha.

—Humanos— comentó Sesshomaru. Aunque el sonido fue del lado contrario de la aldea, se escuchó peligrosamente cerca, era evidente que si se dejaba pasar se convertiría eventualmente en un peligro.

Miró a Inuyasha a los ojos, el medio demonio también lo miró, alarmado. La lucha que el hibrido había mostrado se extinguió y bajó las orejas, se veía dudoso e inseguro. Sesshomaru asumió que Inuyasha se quedaría y se refugiaría. Por lo que, sin un segundo pensamiento, Sesshomaru se dirigió a dónde probablemente se había originado el fuerte sonido.

Sorprendentemente Inuyasha le siguió con una expresión dolorida, tratando de mantenerle el ritmo. Sesshomaru redujo su vuelo para no dejar atrás a Inuyasha.

—¿Cómo sabes qué son humanos? —preguntó Inuyasha, alzando su voz.

—Los he visto. Ya no son simples mercenarios o ladrones, son soldados—respondió Sesshomaru.

—¿Por qué no lo dijiste? —Inuyasha acusó.

—No preguntaste.

—Nunca mencionas nada.

—Nunca preguntas.

Inuyasha resopló ruidosamente. Sonaba más a él mismo, al insolente medio demonio al cual Sesshomaru estaba lamentablemente familiarizado por su padre.

—Es por la perla— añadió Inuyasha, pasos después.

—Es por la perla—acordó Sesshomaru.

No se dijeron más.

Sesshomaru notó en el camino como Inuyasha comenzó a dudar, porque se volvió vacilante, la espada que aún seguía en su mano estaba floja. Pero cuando llegaron, Sesshomaru se olvidó del hibrido para mirar lo que tenía enfrente. Efectivamente vieron a algunos humanos armados y listos... pero no estaban vivos. Eran partes humanas ya destrozadas, unidas para volver a ser lo que fueron. Había partes que ni siquiera encajaban, pero estaban unidas a pesar de ya tener días u horas de descomposición. Eran más de dos docenas de hombres muertos de pie, con las armas bien preparadas.

Había una especie de catapulta con ellos, que parecía moverse con vida propia, lanzando rocas que aparecían por arte de magia.

Todo esto era evidentemente producido por algún demonio dedicado a la nigromancia. Peligrosos, raros y muy violentos cuando se lo proponían.

Si el lugar no oliera terriblemente a muerte, Sesshomaru podría detectar al causante de esto de inmediato, y acabar con todo de un ataque. Pero no había señales de la presencia.

Sesshomaru volvió su atención a Inuyasha, el medio demonio estaba sorprendido, tensando su agarre en Tessaiga. Claramente no esperaba a estos muertos vivientes, sí Sesshomaru era honesto, tampoco lo hacía.

—Sabía que vendrían, no arruinarán mi diversión—vociferaron cada uno de los cuerpos al mismo tiempo, y se abalanzaron contra ellos.

—No hay que dejar que se acerque a la aldea—alertó Sesshomaru.

Inuyasha asintió con decisión y ambos se prepararon para atacar.

La catapulta lanzó rocas a diestra y siniestra, a lo que Sesshomaru se enfocó primero. Pero la arma, como a los muertos que destrozaba, se volvió a regenerar.

Sesshomaru no estaba usando a Bakusaiga, aunque era muy probable que con aquella espada al eliminar a los muertos ya no volverían a la "vida" y todo acabaría. Pero vio a Inuyasha pelear. No estaba ciertamente peleando como era, mayormente esquivaba los ataques, y cuando se veía un poco desesperado usaba la espada.

Tessaiga nunca tomó su intimidante apariencia, y cuando lo hizo, hizo que Inuyasha se empujara hacia su dirección, como si el arma fuera demasiado pesada para sostenerla. Pero Inuyasha lo estaba intentando. Quizás lo que el medio demonio necesitaba era un entrenamiento contra un cuerpo real, algo a quien golpear y no solo al aire. Por lo que Sesshomaru siguió peleando simplemente con sus garras y látigo venenoso, dándole tiempo a Inuyasha de adiestrarse nuevamente con Tessaiga.

Matar cadáveres para verlos regenerarse otra vez no era nada emocionante, pero Inuyasha lo estaba tomando seriamente, así que Sesshomaru lo permitió. Además, Sesshomaru descubrió que el ser despreciable no estaba ahí, seguramente no estaba muy lejos. Los seres que se dedicaban a las ilusiones o a este tipo de magias nunca estaban presentes, siempre planeando todo a la distancia, escurridizos y alejados de la verdadera acción. El pensamiento le trajo ese enojo caliente e hirviente, le recordó a una misma alimaña con la que no tuvo la satisfacción de eliminar como era apropiado a pesar de haberle quitado la vida.

La distracción de Sesshomaru hizo que un cadáver le diera un golpe de suerte en el dorso de su brazo derecho. El arma estaba lo suficientemente oxidada y maltratada para no tener suficiente filo, sin embargo, el golpe había sido duro lo que lo hirió. No era una herida profunda ni de gravedad, pero lo hizo sangrar.

Sesshomaru no había sangrado, no desde su batalla con Naraku, se había prometido a si mismo que no pasaría de nuevo, pero ahí estaba.

Los cadáveres comenzaron a reír—. Herí al señor del oeste, había oído que era una hazaña imposible. Pero ahí está, sabía que esto sería demasiado fácil. La perla será mía.

La paciencia de Sesshomaru se agotó con estas palabras, gruñó de enojo, olvidó incluso porque le dio demasiado tiempo a la miserable criatura de seguir con vida, agarró a Bakusaiga con su mano herida listo para acabar con todo. Pero el ambiente cambió a su alrededor, lo que lo hizo detenerse. El aire se volvió salvaje e irregular, y con la misma extrañeza que se formó se fue. La mitad de los muertos no estaban a la vista, pero volvieron a formarse.

—Tenemos que encontrar a ese maldito bastardo—gruñó Inuyasha con enfado. Estaba en esa posición cuando lanzaba el Kaze no Kizu, lo que explicó la situación anterior. Evidentemente el ataque había sido débil, porque el poder desapareció muy pronto, pero fue lo suficientemente fuerte como para acabar con unos cuantos enemigos.

Sesshomaru detuvo sus pensamientos pesimistas sobre el ataque, porque Inuyasha se veía muy seguro, agitado por el esfuerzo, decidido, y con una alegría que no le había visto. Sesshomaru no se lo iba a quitar solo para explicarle sus fallos.

Los cadáveres recién formados volvieron a reír—. Me había olvidado de ti, mestizo, tan orgullosos por un lamentable ataque. No puedes matar algo que ya está muerto, no importa la cantidad de ataques absurdos que le lances.

Sesshomaru creyó que eso afectaría el humor de Inuyasha, pero Inuyasha parecía ignorante a sus palabras, eliminando a los cadáveres que se le acercaban lo suficiente con un movimiento de Tessaiga que ya estaba en su gran tamaño, notándose mucho más ligera en las manos de Inuyasha quien la agitaba con fluidez.

—Ve tras él, sé que te volverás loco si no lo haces—dijo Inuyasha, y se posicionó para pelear.

Sesshomaru lo miró sin comprender.

—Ahora es tu presa, ¿no? —interrumpió Inuyasha, inclinando ligeramente la cabeza—. Vete, yo me encargaré de esto— dijo segundos después de asestar un buen golpe a uno de los cadáveres.

Sesshomaru se sorprendió por ese cambio de actitud, una minúscula sonrisa fanfarrona del antiguo Inuyasha era visible. Sabía que no debería sorprenderse de la siempre cambiante actitud de su hermano menor. Sesshomaru no estaba muy seguro de dejarlo, no sabía cuánto duraría esta actitud en Inuyasha. Pero de verdad Sesshomaru tenía que matar a esa criatura que se estaba pavoneando, insultando y burlándose por cualquier estupidez.

—No mueras—le advirtió a Inuyasha, antes de decidir marcharse.

—Lo sé, ese es tu maldito privilegio. Vete, y no tardes mucho, estas cosas apestan—bufó Inuyasha, no había veneno en su voz, más que una molestia fingida. O quizás no tan fingida porque estaba arrugando su nariz en el disgusto.

Sesshomaru se marchó con decisión después de eso, Inuyasha estaría bien.

—x—x—x—

Inuyasha vio a Sesshomaru marchar, no hubo miedo por su despedida, no hubo temor al enfrentar a estos cadáveres que parecían un cuento de nunca acabar, no hubo susurros molestos, solo la pura y radiante adrenalina en sus venas. La emoción de la batalla.

No la había sentido en lo que parecían décadas, como algo muy lejano a pesar de haber enfrentado a demonios menores antes, incluso salió levemente herido de esos encuentros, pero eran una burla a comparación. Su último enfrentamiento que consideraba real era aquel que tuvo con los mercenarios. Esa batalla no se sentía como esta, esa lucha se había sentido equivocada y cruel. Porque Inuyasha los dejó sufrir, no los hirió a matar, los lastimó para agonizar. Había estado fuera de sí esa vez, aceptando el daño que recibiera, pero también como si estuviera viendo a otra criatura en su cuerpo haciendo el trabajo. Solo luchando con desesperación para demostrar algo. Sí, estaba defendiendo a la aldea, evitando que fueran por la perla, evitándole problemas a sus... a los demás, pero pudo haber sido rápido, mejor. No la carnicería que hizo.

Pero esta vez era diferente. Estaba plenamente consciente y utilizando a Tessaiga. Al principio había estado dudoso de usarla, en realidad estaba inseguro de venir en primer lugar, porque no había querido luchar.

No había querido muchas cosas, la indiferencia lo tenía adormecido. Aceptando la voz de su cabeza, dejando que simplemente las cosas transcurrieran. Que las pesadillas lo llevaran a su inevitable destino. Pero luego Sesshomaru tenía que ser jodidamente molesto e insistente, y la susurrante y maliciosa voz de su cabeza no dejaba de hostigarlo tampoco, e Inuyasha había tenido suficiente. Estaba furioso y enojado, completamente listo para despotricar.

Pero tuvo que escucharse el estruendoso sonido que le dio curiosidad, Sesshomaru corrió e Inuyasha no pudo evitar seguirlo. Sentía que era algo que necesitaba saber, algo que tenía que verificar con sus propios ojos. Luego se enteró de que la perla estaba atrayendo demasiada atención. Todo fue demasiado.

Inuyasha pudo darse la vuelta y correr, abandonar la aldea, a Sesshomaru, a todo lo que conocía para empezar de nuevo. Pero esos pensamientos no se sentían bien por varias razones. Y cuando fue testigo de las presencias que venían por la perla, Inuyasha tuvo que quedarse.

La voz le susurró que se fuera, que no valía la pena, que el destino que tendría la aldea y a aquellos seres a los cuales Inuyasha seguía considerando absurdamente amigos era justo lo que se merecían. Pero no pudo, así como no podía evitar la crueldad con la que cargaba y recordaba, no podía eliminar los recuerdos de sus "amigos". Simplemente no podía a pesar de todos sus esfuerzos, a pesar de todo el veneno con la que él-Naraku- intentó contaminarlas con mucho empeño.

Inuyasha simplemente no podía evitar preocuparse por ellos. Fue algo primario, algo que tenía que hacer.

—No hay que dejar que se acerque a la aldea—había dicho Sesshomaru.

E Inuyasha lo aceptó. Tener a Tessaiga junto a él en batalla fue emocionante, seguía siendo pesada e incómoda. Pero familiar y tan instintiva.

La lucha lo mantuvo alerta, acalló las habladurías de su mente, las inseguridades, todo. La voz susurrante le recordó varias veces que Inuyasha no podía hacerlo, pero lo estaba haciendo. Con tambaleos, adolorido, con más esfuerzo de lo que le gustaría admitir, pero estaba luchando.

Entonces uno de los cadáveres tuvo que herir a Sesshomaru. E Inuyasha sintió esa energía vibrante en Tessaiga que fue contagiosa para Inuyasha, fue como si el aire por fin pudiera entrar correctamente a sus pulmones. Lanzó un Kaze no Kizu con impetuosidad instintiva, se sintió libre, de verdad, más como el mismo. Honesto esta vez.

Y después Inuyasha tenía que dejar ir a Sesshomaru, el demonio tenía que hacerlo. Inuyasha no estaba intimidado por la cantidad de cadáveres que lo rodeaban, si no por la soledad que cubrió con falsa bravuconería, pero cuando Sesshomaru se fue a buscar al bastardo que había hecho todo esto. Nada de la energía se había ido con él. Inuyasha todavía estaba dispuesto a la batalla, todavía tenía esa energía en sus venas. No importaba cuantas veces los cadáveres se regenerarán, Inuyasha las destruía las veces que fueran necesario. Incluso aunque la cantidad de muertos fuera abrumante.

Inuyasha saltó, esquivó, agitó la espada y el ciclo se volvió a repetir. No estaba ileso, pero el dolor lo mantuvo más alerta, precavido, le recordó que, a diferencia de sus contrincantes, él estaba vivo.

No pasó mucho tiempo para que los cadáveres se desplomaran, despedazándose en el proceso, la catapulta volviéndose ceniza. Todo había acabado.

No obstante, el terrible mal olor se quedó, puede que el olfato de Inuyasha no era tan agudo como lo había sido mucho antes, pero el olor de la muerte era increíblemente penetrante. Se cubrió con su antebrazo, y esperó a Sesshomaru.

La adrenalina aún seguía en sus venas, Inuyasha esperaba que jamás se fuera. Que no hubiera sido únicamente un golpe de adrenalina. Pero tampoco tuvo el tiempo de sentirse miserable si lo fuera, porque Sesshomaru llegó con un ceño fruncido. Sin daños, incluso su herida en el brazo ya no estaba ahí. El demonio estaba completamente ileso.

—¿Todo acabo? —preguntó Inuyasha.

—Por ahora—respondió Sesshomaru—. Vámonos, este lugar es asqueroso.

Sesshomaru se dirigió devuelta al refugio, e Inuyasha detrás de él.

Inuyasha realmente esperaba que esa parte miserable y esa voz que lo estuvieron atormentando en los últimos días, también murieran ahí junto al montón de cadáveres. Porque no quería renunciar a esta sensación.

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Tardado pero seguro. Tuve fallas con el computador, pero afortunadamente ya lo arreglé, sin embargo, la ausencia se debió a que se me dificulta escribir. A veces no me decido cual perspectiva me gusta más así que ahora los dejé a ambos; Tanto a Inuyasha como a Sesshomaru.

Espero lo hayan disfrutado fue un desafío total y fue reescrito mil veces, al final ni siquiera apareció la idea original, pero me agrado el resultado de todos modos.

Sobre la historia; Cuando Sesshomaru se refiere a que Bakusaiga y él son bastante nuevos entre ellos es porque lo son. Hay que recordar que la espada apareció por en la recta final de la serie, nunca tuvo entrenamiento real con ella.
A veces no menciono tanto a Kagome o a los demás en la perspectiva de Inuyasha porque eso lo deprime, al igual que son su fuerza también son su debilidad y Naraku fue aprovechado con eso. En estos momentos Inuyasha no tiene una buena imagen de ellos, pero de todos modos quiere protegerlos. Y no se preocupen por Inuyasha, estará mejor, ya probó la valentía de la batalla. Es un luchador, lo tiene en él, así que estará bien… a veces.

Por último, muchísimas gracias por sus comentarios y su inmensa paciencia 3 .

Agradecimientos a:

Miranda, Chechy14, REY0795 : sus comentarios fueron increíbles, muchísimas gracias.

Talawolfgirl: Hi, and thank you so much, I appreciate your comments and your idea is fantastic, it is deeply appreciated.

CrisUL: Tu comentario fue una maravilla para leer, me conmovió bastante, es porque no imagine que causara tal impacto, creí que simplemente pasaría desapercibida y me alegró que no sea así. Totalmente no es una historia convencional, pero me emociona bastante que provoque tantos sentimientos. Muchísimas gracias por tus palabras, y no dudes en seguir comentando independientemente del resultado. Siempre es bueno para mejorar o seguir con el buen trabajo.