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Antes de que comiencen a leer un capitulo que me tarde meses en publicar, quiero agradecer por las maravillosas palabras de aliento. De verdad muchas, muchas gracias. No saben lo gratificantes que son, y un increíble aliento que me dan en seguir escribiendo. Es un hobby que lamentablemente ya no puedo hacer mucho, pero recibir un correo sobre un nuevo comentario siempre me da ánimos en seguir intentándolo y disfrutarlo.
No estoy muy feliz con el capítulo, pero creo que es necesario. Disfruten de la lectura!...
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No dejes que te venza el cansancio o el miedo, utilízalo para avanzar, para seguir.
Joël Dicker
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Después de que Sesshomaru regresó, Inuyasha seguía motivado y vivaz, pero con cada paso de regreso al refugio eso se fue perdiendo.
Lamentablemente para Inuyasha, la maravillosa sensación de adrenalina y emoción se fue desvaneciendo. No fue un sentimiento agradable, porque Inuyasha estaba siendo consciente de las dolencias y la exhaustividad física. Su espíritu había estado demasiado entusiasmado con la batalla que no tomó en consideración su físico desnutrido que se había mantenido a la altura por pura fuerza de voluntad.
Y que Sesshomaru estuviera ahí en completo silencio solo dando miramientos de reojo con mucha brevedad y atención, no ayudó tampoco.
Inuyasha resopló evitando el contacto visual. Ya no estaba en forma ni de humor para querer entender los pensamientos de Sesshomaru. Demasiado concentrado en seguir sintiendo la impulsividad de la batalla que tristemente se estaba perdiendo, dándole paso al cansancio e incomodidad.
—Estás herido—le informó Sesshomaru.
—No es nada—comentó Inuyasha, pero, de todos modos, Sesshomaru seguía observándolo—. Estaré bien—agregó. Quizás esas palabras ayudarían a que Sesshomaru dejara de mirarlo como si se fuera a caer en cualquier momento.
—Sigues diciendo eso—murmuró Sesshomaru con amargura, y volvió su vista al frente.
Inuyasha fingió no oírlo, no quería pensar en eso ni iniciar una discusión. Mucho menos atraer los malos pensamientos. Inuyasha necesitaba hablar y centrar su atención en otra cosa, pero Sesshomaru tan inútil como Inuyasha para esto, siguió en silencio. El demonio no había tenido intención de hablar, ni en detenerse, además que continuó dando miramientos hacía Inuyasha y luciendo pensativo.
—¿Qué hay de ti?, ¿Ese demonio fue un problema? —preguntó Inuyasha, sin saber que más decir, pero con toda la intención de mantener una conversación.
Sesshomaru no respondió y su mirada regresó al frente, por unos segundos Inuyasha pensó que hizo una pregunta estúpida por lo cual estaba siendo ignorado. Si Inuyasha estuviera en su mejor momento aquel demonio no habría sido ningún problema, y de eso Inuyasha estaba seguro. Quizás por ello la pregunta era ofensiva para Sesshomaru.
Inuyasha no podía dejar de recriminarse por esos segundos demasiados largos; No había sido su intención ofenderlo o algo así, simplemente había querido mantener una charla. Aunque por lo menos había conseguido que Sesshomaru dejara de mirarlo.
Finalmente, Sesshomaru se dignó a responder seriamente: — No lo hizo.
Y se hizo el silencio de nuevo.
Inuyasha suspiró, con cada paso que daban más agotado se sentía. Definitivamente una conversación no lo salvaría del desánimo, porque no podía formular ninguna habladuría que valiera la pena. Inuyasha nunca había sido un gran conversador, nunca había sido su punto fuerte.
No como Kagome, Miroku o Sango, ellos siempre sabían que decir incluso Shippo. Pensar en ellos hizo que la desmotivación tomara fuerza. Así que se centró en lo ocurrido recientemente.
—¿Esa cosa te dijo algo allá atrás? —preguntó Inuyasha.
—No sé a qué te refieres, Inuyasha.
—Ese demonio, ¿te dijo algo?, has estado…
—Algo les impide destruir la perla, ¿No es así? —le interrumpió Sesshomaru, lo que hizo que Inuyasha se silenciara y le prestara atención. No era precisamente el tema que Inuyasha buscaba, pero cualquier distracción era aceptable.
—La perla no se puede destruir, al menos no por la fuerza, se fragmentaría. Y está demasiado contaminada para pedir un deseo—respondió Inuyasha, no había querido tener nada que ver con la perla desde que recuperó su libertad, pero sí había logrado escuchar algunos comentarios, después de todo no era sordo y era inevitable no oírlo cuando Kaede le hablaba de ello las veces que Inuyasha no podía escapar de los cambios de vendajes.
Sesshomaru detuvo su caminar y miró atentamente de reojo a Inuyasha, era evidente que esperaba más.
—Está contaminada y no se puede pedir deseos de esa manera—agregó el hibrido.
—¿Por qué no? —cuestionó Sesshomaru.
—No lo sé, la anciana Kaede debe saberlo. Se suponía que Kagome debería purificarla, pero ella aún no puede…—Inuyasha guardó silencio prontamente, había estado evitando hablar de ella, pero ahora recordó lo injusto que fue.
La última vez que Inuyasha vio a Kagome, la joven sacerdotisa había corrido alejándose de él con lágrimas en los ojos, probablemente de vuelta al pozo de dónde jamás debió salir. Porque Inuyasha había sido cruel, mezquino y dañino solo porque podía. Porque creía que con eso el veneno terminaría.
Nada de eso funcionó.
El veneno se había atascado ahí en su pecho, como un parasito imposible de extirpar.
—Inuyasha —La repentina voz de Sesshomaru alertó a Inuyasha, sacándolo de sus pensamientos.
El medio demonio bajó las orejas de inmediato, dio un paso atrás listo para correr. Fue inevitablemente instintivo. Pero se dio cuenta que Sesshomaru estaba delante inexpresivo e inclemente.
— ¿Qué sucede? —preguntó el demonio.
—Yo, yo estoy cansado… eso es todo—respondió Inuyasha, no del todo una mentira. Pero no era de su preocupación su lamentable estado, ahora era Kagome. Kagome que siempre parecía estar ahí, que raramente se había quejado al respecto sobre la perla solo para tener alguna conversación, para no estar en ese silencio tenso e incómodo. E Inuyasha se había aprovechado de eso y… lo lamentaba mucho, no sabía sí Kagome lo perdonaría alguna vez por eso… o incluso sí había regresado. Quizás ya estaba en su hogar, a salvo y segura como siempre debió ser.
La atención de Inuyasha volvió a Sesshomaru cuando lo escuchó suspirar, fue un sonido cansado. No era propio de Sesshomaru, fue alarmante. Más aún cuando Sesshomaru lo miraba con un ceño profundo—Sigamos— dijo, y volvió a seguir su camino.
El viaje al refugio fue mucho más largo de lo que Inuyasha recordaba.
No pasó mucho para que Sesshomaru tuviera razón en darle miramientos, porque Inuyasha sí estaba listo para colapsar en cualquier momento. Los pies de Inuyasha prácticamente ya se estaban arrastrando, le fue mucho más difícil continuar. Su mente inundada por Kagome y los demás, su cuerpo sin dejarle de recordar dónde dolía por recibir golpes, y su estómago recordando que no había sido alimentado para brindar tanta energía. Dio unos pasos antes de colapsar.
El cansancio y la inconsciencia lo abordaron muy rápido.
Sesshomaru ya sabía que eso pasaría así que cuando se hizo el silencio absoluto, Sesshomaru ya estaba ahí para evitar que Inuyasha cayera al suelo. El demonio maniobró al hibrido para cargarlo, sostenerlo por debajo de sus hombros y rodillas. Inuyasha tenía que estar demasiado exhausto y perdido en el sueño para tener el descaro de acorrucarse en la estola de Sesshomaru.
—Esto no tiene que hacerse un hábito—gruñó Sesshomaru, dejaría pasar lo de la estola, pero ya había tenido que llevar a Inuyasha más de una vez. Sin embargo, el hibrido no reconoció sus palabras.
Sesshomaru no tuvo más opción que continuar. Volverían al antiguo refugio para eliminar cualquier rastro de su presencia, y después buscar un nuevo lugar. Como ya no tenía a Inuyasha siguiéndolo ya no había necesidad de caminar, no si quería hacer todo rápido, por lo que sosteniendo firmemente a Inuyasha que era un peso preocupantemente ligero en sus brazos, Sesshomaru decidió ir por los aires. Volando lo suficientemente alto como para sobresalir de los árboles.
El demonio encontró el refugio anterior con rapidez y eliminó la fogata y las huellas del lugar empujando todo poco honorablemente con sus pies. Inuyasha no le permitía usar sus brazos; aunque fácilmente pudiera sostenerlo solo con uno, sin embargo, sería incómodo y despertaría a Inuyasha. Bien podría haberlo dejado en algún lugar mientras Sesshomaru realizaba aquellos deberes, pero el hibrido se veía cómodo, plácidamente descansado su cabeza contra la estola.
Sesshomaru sabía mejor que nadie que Inuyasha no había estado durmiendo como debería y que realmente ocupaba el sueño.
Cuando Sesshomaru terminó con lo que estaba haciendo volvió a los aires, decidiendo cuál sería su nuevo refugio. No tardó en encontrar un nuevo lugar, y tan pronto llegó ahí bajó a Inuyasha al suelo, apoyándolo en el tronco de un árbol.
Mientras Sesshomaru preparaba la fogata Inuyasha jamás mostró señales de despertarse. Y cuando terminó con aquella labor, Sesshomaru se quedó cerca del hibrido durmiente todo el tiempo, aunque más de una vez el demonio pensó en dejarlo. Sesshomaru quería eliminar toda pestilencia de los muertos en sus garras y en su vestimenta, o encontrar otra variedad de comidas que no fuera alguna liebre que tuvo la desgracia de curiosear cerca de ellos. Pero reprimió todos esos pensamientos porque la alternativa era llevar a Inuyasha consigo, cosa que ya no quería. Además, no quería despertarlo.
La oscuridad invadió el cielo muy, muy lentamente y la presencia de otros seres en el territorio comenzaron a aparecer. Todo esto fue señal de que Sesshomaru debería comenzar a defender los alrededores, y no podía dejar a Inuyasha simplemente ahí acostado dónde estaba expuesto, por lo que volvió a cargarlo para dejarlo escondido entre las ramas de los árboles.
Sesshomaru no sabía que otra cosa hacer por el medio demonio que no era consciente de su entorno y sería incapaz de no parecía despertar pronto con su boca ligeramente abierta dando suaves respiraciones y sus orejas escondidas entre su cabellera.
—Debes mejorar—le ordenó Sesshomaru firmemente, como había hecho más veces de las que le gustaría aceptar. Si Inuyasha no lo escuchaba despierto, mucho menos lo haría dormido, y esta vez no fue diferente. Sus palabras fueron a oídos sordos que no mostraron señal de reconocerlo.
Solo para asegurarse, Sesshomaru tocó la frente de Inuyasha para saber si no estaba lidiando con alguna enfermedad. Afortunadamente no parecía haber fiebre, pero eso no lo tranquilizó.
Un chillido en el cielo le recordó a Sesshomaru que su único problema no era Inuyasha y de mala gana el demonio fue a patrullar los alrededores, regresando a mirar a Inuyasha cada tanto para asegurarse que no cayera del árbol ni la fiebre se diera a conocer.
Cuando por fin los demonios menores dejaron de llegar, cuando ya no había humanos a la vista e Inuyasha pareció que no enfermería, fue cuando Sesshomaru se dio la oportunidad de descansar no sin antes volver a bajar a Inuyasha.
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Inuyasha no sabía en qué momento había perdido la conciencia; un segundo Inuyasha estaba ahí caminando detrás de Sesshomaru devuelta al refugio con el sol en el punto más alto en el cielo, y en el otro, al abrir los ojos se encontró recostado apoyado en uno de los árboles que definitivamente no era el refugio que conocía y con el sol apenas asomándose en el cielo.
El joven hibrido parpadeó un par de veces para despabilarse y tratar de recordar. Pequeños fragmentos comenzaron a llegarle, y le plantaron una sonrisa en el rostro. Recordaba la lucha y la emoción de la batalla, el sentimiento victorioso, la adrenalina y el orgullo de poder manejar la espada como antes.
Fue el mejor momento que había tenido, aunque después de eso todo era un borrón y ahora su cuerpo le reprochó toda la emocionante actividad de la batalla; sus músculos se sentían adoloridos y rígidos, además sentía un hambre voraz. Todo ello siendo un recordatorio de su descuido en días pasados y su desgaste y exceso de energía del día anterior.
El hambre era fuerte e insistente, lo que lo motivó a moverse de mala gana.
Inuyasha se levantó entre tambaleos, se estiró para activarse y cuando por fin estuvo de pie y observó adecuadamente su entorno mucho más alerta sin el sueño pesándole… se sorprendió por lo que miró: Sesshomaru estaba descansando apoyado en un árbol no muy lejos de él, solo a unos cuantos pasos después de la fogata ya extinta.
El demonio de cabellera plateada dormía plácidamente recargado en el árbol con su estola sirviéndole como apoyó para darle un sueño más cómodo.
Inuyasha nunca lo había visto dormir, por lo menos no cuando estaba amaneciendo. Sesshomaru siempre era el primer en estar despierto, alerta, de vigía o consiguiendo alimento. Nunca descansando o siendo perezoso cuando el sol comenzaba a salir.
El joven hibrido caminó cautelosamente cerca de la fogata para traerla a la vida de nuevo, y a pesar del ruido que Inuyasha hizo sin intención, Sesshomaru no mostró signos de levantarse. Inuyasha no podía creerlo, se pellizcó el antebrazo lo suficiente para ser doloroso y hacerle ver que no estaba en un sueño extraño. Pero no, estaba despierto y muy, muy sorprendido por ver a Sesshomaru tan exhausto.
Debe de estar terriblemente cansado, pensó Inuyasha incrédulo. Mirar a Sesshomaru así era tan extraño e inusual, lo suficiente como para desconcertar a Inuyasha, sin embargo, el estómago del hibrido gruñó en protesta lo que lo hizo reaccionar y con ello tuvo una idea.
Sesshomaru había hecho mucho por él, quizás era el momento de devolverle el favor. Con eso en mente, Inuyasha iría a traer esta vez el alimento para los dos.
Conseguir dos liebres lo suficientemente desafortunados para ser capturadas le llevó un tiempo demasiado largo a Inuyasha. Primero, porque Inuyasha tenía que darse un baño, fue algo que necesitaba hacer antes que cualquier otra cosa. Segundo, la idea original había sido conseguir peces, pero no encontró ninguno nadando por los alrededores del río, y tercero las malditas liebres habían sido escurridizas. Pero por fin ya tenía a ambas liebres clavadas en sus respectivas varas, ahora solo tenía que ponerlos en la fogata y esperar a que Sesshomaru despertara.
Por alguna razón, Inuyasha estaba emocionado ante la idea de llevarle alimento a Sesshomaru, no había duda de que el demonio lo rechazaría, conociendo a Sesshomaru eso es lo que haría. Nunca había aceptado nada de Inuyasha. Sin embargo, Inuyasha sentía que tenía que hacerlo, por lo menos intentarlo; Sesshomaru había hecho esto por él cada que Inuyasha no estaba en condiciones de buscar su propia comida.
Además, también le demostraría a Sesshomaru que Inuyasha podía valerse por sí mismo.
Lo último lo tenía más que extasiado. Inuyasha quería recuperar de vuelta su independencia, su autonomía, seguir sintiéndose como él mismo. El día de ayer se había sentido increíble, fue capaz de luchar, y se sintió tan bien. No iba a permitir que la voz cruel y los recuerdos se lo quitaran –otra vez-, los mantendría en el fondo de su mente, ignorándolos por completo con su nuevo objetivo en mente del alimento manteniéndolo distraído como para distinguir a la maliciosa voz.
Inuyasha no iba a permitir que nada arruinara su renovado buen humor.
Pero cuando regresó al refugio, encontró el lugar solitario, aún con la fogata encendida. Sesshomaru no estaba por ningún lado.
No importa, se dijo a sí mismo. Atrapó su alimento, estaba hambriento, eso era suficiente. Sesshomaru de todos modos iba a rechazarlo. Entonces, ¿por qué se sentía increíblemente decepcionado?
—¿Sesshomaru? —murmuró, mirando a los alrededores.
El silencio fue su respuesta.
—Ni siquiera sé porque me molesté—farfulló Inuyasha, ignorando la vocecita molesta que le reprochaba y gritaba: "Sabías que esto pasaría", entre demás tonterías que Inuyasha iba a ignorar.
El joven hibrido escogió la liebre que comería y la dejo ahí reposando sobre la fogata, mientras que aún no sabía qué hacer con la otra que comenzaba a sentirse pesada. Por mucho que quisiera devorarlas a ambas, no había estado alimentándose bien como para que su estómago pudiera mantener ambos alimentos abajo.
Mientras Inuyasha se debatía, escuchó el suave crujido de las ramas avisando una presencia que se acercaba. Inuyasha se tensó al ruido, simplemente no podía evitarlo, tomó unas cuantas respiraciones y miró a Sesshomaru cuando el demonio se acercó más.
—Veo que te ha ido bien—dijo Sesshomaru, pulcramente vestido, su cabellera y estola ligeramente húmedas y observando ambas liebres con detenimiento, hasta que sus ojos descansaron en la segunda liebre que Inuyasha sostenía con la vara.
Inuyasha podía imaginar sus palabras, llamándole la atención sobre que apenas se estaba recuperando.
—Tuve suerte—contestó Inuyasha, encogiéndose de hombros—. Pero no creo poder comerla—agitó la vara con la segunda liebre para recalcar su punto—. Puedes quedártela, es tuya si quieres, sino simplemente tírala por ahí… no importa—diciendo esto último con nerviosa rapidez.
Con todo ya dicho, Inuyasha simplemente dejó la segunda liebre ahí junto a la suya. No importaba lo que Sesshomaru hiciera con ella, bien podría calcinarse y fingir que nunca había pasado.
Sorprendentemente el demonio se acercó, y tomó la vara.
Inuyasha contuvo el aliento por la cercanía y por las acciones del demonio de cabellera plateada. El hibrido se estaba preparando para el rechazo, quizás Sesshomaru solo quería tener la satisfacción de arrojar la liebre y gritarle a Inuyasha por tal desperdicio de alimento. Pero no sucedió nada de eso. Todo lo contrario.
Sesshomaru tenía intención de alimentarse.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Inuyasha exaltadamente por la sorpresa.
—Creí entender que esto era mío—respondió Sesshomaru secamente.
—Lo es, pero esta crudo.
Sesshomaru enarcó las cejas como si no entendiera porque sería un problema.
—Hablas en serio, está crudo—dijo Inuyasha, alejándose de Sesshomaru unos pasos para verlo mejor—. Podrías…
—¿Enfermar? —interrumpió Sesshomaru con un resoplido divertido—. No voy a enfermar por alimento crudo, Inuyasha.
—No es solo eso— se quejó Inuyasha—. ¿Que acaso los demonios no tienen decencia o algo así?, ¿comen como salvajes?, quiero decir, esperaba más. La comida debe saber mal y ser muy aburrida entonces.
El buen humor de Sesshomaru no flaqueó a pesar de la ofensa—. Te equivocas, Inuyasha. Los demonios también tienen una gran variedad de platillos y de muy buen sabor, pero estamos en la intemperie, no hay tiempo para la comodidad.
—Siempre hay tiempo para una buena comida—comentó Inuyasha, algo que había dicho Kagome cada que traía su alimento extraño pero delicioso de la otra época. El recuerdo lo entristeció, y alborotó a su estómago quien rugía por tales delicias.
Su melancolía debió de ser evidente, porque el buen humor se perdió. Sesshomaru regresó de nuevo la vara a su lugar sin decir palabra.
Esperaron en silencio a que la comida estuviera lista y cuando lo hizo, Inuyasha fue el primero en tomar lo que era suyo, devorándolo lentamente con mucha impaciencia. Sesshomaru por su parte, daba bocados pequeños y educados, amonestando a Inuyasha cada tanto cuando el medio demonio pareciera que se atragantaría al alimentarse demasiado rápido. Cuando terminaron, eliminaron todo acto de presencia en el lugar y siguieron su camino en un silencio sepulcral.
Al atardecer, Sesshomaru se detuvo en un lugar abierto saliendo de la seguridad del bosque que tenía de los nervios a Inuyasha, el medio demonio no le perdía ni un paso a Sesshomaru. Sin entender que sucedía. Repentinamente, Sesshomaru se detuvo y anunció que entrenarían.
—¿Entrenaremos? —preguntó Inuyasha, sin poder creerlo. Sesshomaru siempre le ordenaba entrenar, jamabas usaba la palabra para referirse también a sí mismo.
—Es eso lo que dije— respondió Sesshomaru mientras desenvainaba a Bakusaiga.
—… ¿Hablas en serio?
Sesshomaru simplemente le miró con su expresión afilada, su rostro no daba indicios de que bromeara. Inuyasha no creía que lo decía en serio, era demasiado sorprendente. ¿Acaso ayer había luchado tan mal?
Aquella inseguridad hizo dudar más a Inuyasha. El demonio ajeno a todo esto, tomó su distancia de Inuyasha sin perderle la mirada y sosteniendo a Bakusaiga listo para un ataque.
Inuyasha no se movió y Sesshomaru se impacientó.
—Aún no estás listo entonces—murmuró Sesshomaru con la intención de volver a envainar a Bakusaiga. Al verlo, Inuyasha desenvainó a Tessaiga. La espada al principio se mostró en su forma liviana y oxidada, pero cuando Inuyasha la sostuvo con ambas manos se convirtió en su gran y majestuosa forma.
—Estoy listo— vocifero Inuyasha, sin saber realmente que esperar de todo esto.
—Adelante, Inuyasha. Estoy esperando.
Cuando Sesshomaru dijo eso, Inuyasha se abalanzó con dudas, pero dispuesto a atacar, a complacer a Sesshomaru para que la vergonzosa situación terminara pronto. Ya que Tessaiga seguía siendo pesada, desequilibrando sus movimientos.
A Sesshomaru solo le bastó un ligero movimiento con su arma para evitar el ataque de Inuyasha.
—Puedes hacerlo mejor—le dijo Sesshomaru, tan similar al día anterior antes de su pelea con los muertos. La molestia de ese momento volvió a encender a Inuyasha, ese enojo lo motivó a atacar más fuerte. Pero de nuevo, Sesshomaru lo esquivó con facilidad y utilizando a Bakusaiga para contratacar con suficiente ligereza para empujar a Inuyasha sin problemas.
La sencillez y lentitud con la que Sesshomaru lo trataba avergonzaba al guerrero en Inuyasha. Sesshomaru nunca lo había tratado con tanta amabilidad a la hora de pelear, nunca, ni por inofensiva que fuera su disputa. Esto era tan humillante.
Ahora entiendo, pensó Inuyasha con ira. Sesshomaru solo quería avergonzarlo, recordarle lo débil e insignificante que se había vuelto. Lo quería seguir viendo temeroso y necesitado. El demonio de cabellera plateada simplemente estaba ahí con su aire de superioridad y su rostro estoico, pero seguramente disfrutando todo esto, llenándose de grandeza y burlándose en pensamientos.
Maldito bastardo. ¡Ya no más!, Gritó Inuyasha internamente, traicionado y herido por confiar en Sesshomaru. El susurro regresando como el zumbido de un mosquito, alentándolo a la ira.
Inuyasha atacó con fiereza, con tal fuerza que podría ignorar el peso de la espada lo suficiente para que Sesshomaru se tomara la pelea enserio. El demonio así lo hizo, comenzando a moverse un poco más, pero en el momento que contraatacó un ataque de Inuyasha, empujó al hibrido con tal fuerza que terminó haciendo que Inuyasha se alejara unos cuantos metros. Tal estallido de fuerza inesperada hizo que Inuyasha tropezara y cayera hacía atrás sobre su trasero al no poder equilibrarse correctamente. La dura defensa lo había sorprendido.
—¿Esperabas gentileza? — cuestionó Sesshomaru al ver que Inuyasha lo miraba con ojos atónitos.
—No, y será mejor que no te contengas, Sesshomaru. Porque yo no lo haré—gruñó Inuyasha, volviendo a sostener a Tessaiga que había caído junto con él. La espada volvió a su gran tamaño, y quizás fue el deseo de luchar de Inuyasha lo que hizo que la espada se sintiera un poco más ligera cuando se levantó listo para pelear.
—No espero menos— respondió Sesshomaru.
Lucharon por lo que parecieron horas. Y al contrario de lo que Inuyasha pensaba, Sesshomaru nunca se regodeó cuando Inuyasha fallaba. En realidad, lo que el demonio hacía era aconsejar a Inuyasha sobre la postura a la hora de pelear o lo que tenía que hacer para esquivar mejor.
Era mucho más fácil seguir tales consejos con la práctica y con tener un compañero de entrenamiento.
Entrenar solo y luchar contra el aire había sido aburrido, pero ahora con Sesshomaru era entretenido, educador y algo doloroso. Sesshomaru era severo cuando Inuyasha no escuchaba, demostrándole porque sus observaciones tenían que escucharse, sus costillas habían recibido un duro golpe por no escucharlo. Sesshomaru no fue gentil, no escatimó en fuerza tampoco. No hizo menos a Inuyasha.
Esas acciones silenciaron los murmullos molestos, aplacaron la ira e incentivaron a Inuyasha a hacerlo mejor.
Sin embargo, Inuyasha ya no tenía tanta energía para seguir el ritmo. Estaba cansándose muy rápido, el aire le comenzaba a faltar, sus extremidades no dejaban de temblar, pero no quería detenerse. Esto era justo lo que necesitaba, quería hacer esto para siempre. Pero su cuerpo se estaba volviendo lento, desequilibrado, la espada que se había mantenido considerablemente ligera para moverla más de pronto se volvió a su primer estado oxidado.
Sesshomaru chocó por última vez a Bakusaiga con suavidad contra Tessaiga que hizo a Inuyasha tropezar por el repentino movimiento y el cansancio. Dando todo por finalizado.
—Es suficiente—habló Sesshomaru, envainando a Bakusaiga a su costado.
Inuyasha se levantó prontamente del suelo, tratando de traer a Tessaiga de vuelta a la lucha—. No, no, espera, puedo…
—Seguiremos mañana, hay que movernos—cortó Sesshomaru, regresando en dirección al bosque.
—¿Mañana?, ¿Podemos seguir entrenando mañana? —cuestionó Inuyasha, tímidamente, siguiendo el ritmo de Sesshomaru.
—Si es lo que quieres.
—Quiero—respondió Inuyasha de inmediato, olvidando la vergüenza de sonar como un chiquillo ansioso.
—Entonces mañana será. Buscaremos un nuevo refugio, está comenzando a oscurecer.
Inuyasha le siguió con renovado entusiasmo adentrándose de vuelta al bosque sin poder esconder el bostezo que tuvo. Estaba exhausto.
Encontraron un nuevo refugio pronto, pero no sin antes buscar un rio para darse un baño rápido, cada quien tomándose su tiempo y distancia. Cada quien buscó su cena también, Inuyasha cenó en la soledad del refugio con la fogata frente a él sin dejar de repasar y revivir el entrenamiento en su mente con una alegría que no sabía que aún tenía. Sesshomaru regresó cuando Inuyasha terminó, pero su convivencia fue corta ya que el demonio tuvo que irse a patrullar.
El cansancio impidió que Inuyasha se ofreciera a ir, por lo que esperó al demonio mayor con impaciencia sobre un árbol, dormitando cada segundo, pero sin poder dormir hasta que Sesshomaru regresara seguro.
Cuando Sesshomaru volvió, Inuyasha pudo dormir con tranquilidad.
Tal y como Sesshomaru dijo, entrenaron al día siguiente y al siguiente, y al siguiente. El entrenamiento se convirtió en una rutina muy bienvenida.
La práctica continúa comenzó a hacer que Inuyasha se alimentara mejor, no se perdía ninguna comida. Lo dejaba tan cansado por las noches que lo hacía dormir sin problema. Lo distraía tanto en el día que no daba la oportunidad a que los susurros negativos regresaran. Hasta Tessaiga había mejorado, volviéndose menos pesada, incluso Inuyasha pudo lanzar uno que otro Kaze no Kizu, eran ataques pequeños, pero ya tenían mejor dirección.
Al principio la técnica le había mortificado, la había lanzado en un momento de adrenalina hacia Sesshomaru. No obstante, el demonio estaba intacto después del ataque cubriéndose con Bakusaiga y alentando a Inuyasha a que lo intentara de nuevo.
Los comentarios de Sesshomaru ya no hacían sentir inferior a Inuyasha o los consideraba ofensivos, incluso cuando Sesshomaru hizo uno que otro comentario burlón y engreído. Era parte de la personalidad de Sesshomaru ser tan pomposo y presumido, supuso Inuyasha. Además, Inuyasha fue el primero en ser insultante. Aunque ya no eran con saña o enojo como lo habían sido con Sesshomaru desde que tenía memoria. Se sentían más naturales, extrañamente entrañables y podía verse en esa pequeña sonrisa sardónica en el demonio que no había verdadera mala intención.
Esta nueva dinámica era tan extraña, extraña en el mejor de los sentidos.
Hizo a Inuyasha preguntarse, ¿Cómo se perdieron de todo esto? Y luego recordó toda esa mala sangre por culpa de la espada, la herencia de su padre, quizás si su padre hubiera sido más directo con Sesshomaru las cosas pudieron ser diferentes. Aunque también estaba ese desagrado de Sesshomaru por la condición de Inuyasha de ser medio humano, pero a estar alturas eso último no parecía ser un problema real con la niña que Sesshomaru protegía. Algo en la ironía hizo reír a Inuyasha.
Tal vez Sesshomaru había heredado más de su padre de lo que se daba crédito.
Sesshomaru frunció el ceño al ver la distracción de Inuyasha—. Perderse en pensamientos en una batalla es inapropiado, Inuyasha—dijo.
—No lo estaba. Solo te veías algo cansado, te estaba dando un respiro—respondió Inuyasha, juguetonamente, aún sin perder el buen humor.
—Mira quien habla—resopló Sesshomaru burlonamente.
Inuyasha sonrió y continuó con la lucha. Olvidando sus cavilaciones, después de todo ahora estaban bien y era lo único que importaba.
Una noche antes de que Sesshomaru fuera a patrullar, Inuyasha ya se sentía lo suficientemente bien para hacerlo también, por lo que mencionó:
—Sabes que podría ayudar.
—Lo sé—respondió Sesshomaru, asegurándose que Tenseiga y Bakusaiga estuvieran a sus costados.
—Entonces… ¿puedo ir? —preguntó Inuyasha, fingiendo desinterés, mientras extinguía lentamente la fogata.
—¿Puedes hacerlo?
Inuyasha dejó lo que hacía y miró a Sesshomaru. El demonio estaba imperturbable mirándolo con intensa frialdad. Inuyasha no entendía y sus facciones lo delataron.
—Si te sientes listo, hazlo. Si no lo haces, entonces quédate. No necesitas ningún permiso para eso—le dijo Sesshomaru antes de marcharse así sin más al escucharse el primer demonio menor en el aire.
A pesar de la incongruencia de días anteriores, Inuyasha no se lo cuestionó dos veces, apagó la fogata y corrió detrás de Sesshomaru.
—Antes solo me habías dicho que no estaba listo—cuestionó Inuyasha cuando logró alcanzar a Sesshomaru.
—Porque no lo estabas—respondió Sesshomaru—. Los demonios comenzarán a llegar en grupos, tienes que estar preparado.
Inuyasha no tuvo tiempo de seguir cuestionando a Sesshomaru por sus contradicciones cuando tal y como dijo el mayor, los demonios comenzaron a llegar en grandes cantidades.
Por las apariencias extrañas y aterradoras de las numerosas criaturas dio indicio de que eran los de bajo rango, aquellos irracionales que solo querían cumplir su objetivo de llegar a la perla.
La batalla entusiasmó a Inuyasha: emocionado de tener a Tessaiga siendo más familiar en la lucha, la presencia de Sesshomaru ahí tan sólida como una roca y tan letal que Inuyasha tenía que apresurarse si quería tener una buena pelea con algún demonio.
Era maravilloso… pero no perfecto. Las formas amorfas de algunos demonios lo hacían titubear. Eran esas criaturas con cuerpos largos y flexibles, como serpientes o... Inuyasha cerró los ojos, negó con la cabeza no dispuesto a pensar en ello, y se precipitó para acabar con esto.
Los demonios llegaron en oleadas, una tras otra, y cuando pareció que fue suficiente, e Inuyasha estaba sonriente de que habían hecho un buen trabajo, Sesshomaru tuvo que hablar:
—Aún no ha terminado—advirtió Sesshomaru y se movió hacia otra parte del bosque. Inuyasha le siguió nuevamente sin tomarse el tiempo de tomar un respiro.
La lucha continuó. Terminaban en un lugar y comenzaban en otro. Para cuando de verdad todo acabó Inuyasha estaba exhausto, dio unos cuantos miramientos a Sesshomaru mientras llegaban al refugio. Inuyasha estaba sorprendido por la condición de Sesshomaru, parecía que Sesshomaru no había luchado; Sesshomaru estaba impasible y tan pulcro porque su agilidad le permitió que ninguna criatura se le acercara.
Inuyasha no podía comprender como Sesshomaru aguantaba esto todas las noches, le faltaba mucho por entrenar si quería igualar la energía de Sesshomaru.
Con eso en mente, Inuyasha seguiría entrenando. De nuevo, esta noche fue una noche sin pesadillas. Inuyasha podría acostumbrarse.
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Sesshomaru no podía seguir así.
Los demonios nocturnos comenzaban a agobiarlo, alguno que otro humano también. Llegaban cada vez más cada noche. Su costumbre por tener la compañía de Rin y Jaken comenzaba a ser insistente, no había visto a la niña ni al demonio verde en largos días y estaba intrigado por cómo se encontraban. Y escuchar sobre la perla lo tenía hastiado: ¿Por qué les parecía tan importante?, ¿Qué tan patéticos tenían que ser para entregar su vida por esa maldita roca?
Naraku la había usado y de todos modos murió. Incluso aunque la perla le dio poder, nunca fue un verdadero rival para Sesshomaru. Pensar en el hibrido arácnido hirvió la sangre de Sesshomaru.
Aquella furia que no pudo contener hizo que se desquitara con las criaturas que tenía enfrente. Una ráfaga de ataque de Bakusaiga eliminó todo a su paso.
Inuyasha lo miró desconcertado por el fugaz y poderoso ataque de Sesshomaru, quien generalmente se reservaba a la hora de pelear. Trató de igualarlo, pensando que Sesshomaru tenía prisa por acabar con esto. El hibrido se movió ágilmente esquivando cada demonio que quisiera atacarlo, logró hacer que aquel grupo se juntara y cuando lo hizo lanzó su Kaze no Kizu. El ataque fue concentrado y poderoso eliminando todo a su alcance.
—¿Vistes eso? — preguntó Inuyasha orgulloso, su sonrisa evidenciando su arrogancia—. Sabes, podrías tomarte la noche libre, tengo esto.
Sesshomaru bufó listo para responderle, pero otro grupo de demonios le interrumpió.
—Concéntrate, Inuyasha. No ha terminado—fue lo único que Sesshomaru pudo decir. El joven hibrido no necesitaba esas palabras, él ya estaba listo de nuevo para lucha.
Ver mejoría en Inuyasha era lo único tolerable de toda esta situación. Su medio hermano mestizo era un aceptable compañero de entrenamiento, aunque Sesshomaru no podía usar un gran ataque con Bakusaiga. No podía entrenar alguna habilidad con ella, pero podía comenzar a conocer mejor la espada y a entrenar su brazo izquierdo de nuevo. Había pasado tanto sin su brazo que a veces olvidaba que lo tenía de vuelta, entrenar le ayudaba a volver a equilibrarse.
E Inuyasha estaba mejorado mucho. Poco a poco más de su antiguo espíritu estaba ahí; Su sonrisa molesta y arrogante estaba de vuelta, sus burlas infantiles y descaradas se decían cada vez más. Y el manejo con Tessaiga se estaba volviendo digno.
—Lo digo en serio, Sesshomaru, puedes irte si vas a estar tan distraído. Estoy haciendo todo el trabajo—se quejó Inuyasha, falsamente, disfrutando en maniobrar la espada de un lado a otro.
Sesshomaru hizo el mismo movimiento anterior de Inuyasha, esquivando y aglomerando a las feas criaturas en un solo lugar. Sesshomaru contando con mucha mayor agilidad y fuerza terminó por eliminar el doble de demonios que Inuyasha— ¿De verdad? —cuestionó.
—Feh, presumido—murmuró Inuyasha, asestando el golpe final al último demonio.
Esperaron unos segundos por más criaturas, pero ninguna llegó. Pese a ello, su patrulla aún no había terminado. E Inuyasha lo sabía, fue el primero en moverse hacia el este, la última zona por visitar.
—¿Es mi imaginación, o están comenzado a llegar más? —preguntó Inuyasha, cuando Sesshomaru lo alcanzó y lo adelantó por unos cuantos pasos más.
—No es tu imaginación. Seguirán llegando mientras la perla exista.
—Ellos… ellos lo harán— farfulló Inuyasha suavemente—… Lograran purificar la perla, solo, solo necesitan tiempo.
—Tiempo—murmuró Sesshomaru con desgano. Paciencia era lo que Sesshomaru ya no tenía.
Pronto tendría que visitar la aldea. Pero por ahora, ahora solo le quedaba luchar.
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