Holi. Ya sé que tengo bastante ausente, y tristemente me ausente un poco más. E andado de arriba para abajo con lo de mi salud y he llegado a considerar spoilear las historias que me faltan para que cuando menos no se queden con la duda de qué sigue o cómo acabó...

Anyway. Vayamos a la historia.


"Hábitos"

Había algo captivante en la manera en la que Kaoru se cepillaba el pelo.

Apenas y se habían completado dos semanas completas de que Kenshin llegara al santuario Fushimi Inari; catorce días exactos de rutinas y enseñanzas en compañía de su nueva amiga y uno que otro nuevo personaje. Y aunque las actividades eran variadas durante el día -más que nada por los encargos por parte del pueblo de Kioto- la rutina de la noche era la misma; y parecía al menos que seguiría siendo la misma.

Todas las noches Kaoru llegaba primero a la habitación, sin importar lo mucho que Kenshin se apresurara con sus deberes de limpieza del dojo, ni de cuánto adelantara de sus tareas del día siguiente o en reducir su tiempo en la ducha, ella siempre llegaba primero. Y al parecer con tiempo de ventaja si los futones dispuestos daban prueba de esto.

Igual que entonces, con la respiración acelerada y casi falto de aliento, había discorrido el shoji para encontrar a su compañera ya lista.

Ah, claro. También estaba la manera en la que ella lo recibía.

-Bienvenido Kenshin. -Le sonrié la niña.

-Tadaima (Regresé/Estoy en casa) -Contesta él.

Es entonces que Kenshin entra como siempre a la habitación y se entretiene en acomodar sus ropas en el mueble junto a su cama. La distancia le permite observar a su amiga del otro lado de la habitación mientras se cepilla el pelo frente a un espejo redondo, el cual está soportado por una base de metal.

La aprendiza de miko pasa la peineta por su negro cabello y la caída hace un siseo como de serpiente.

Una vez más el aprendiz de samurai ha quedado hechizado por el movimiento.

¿Cuándo fue que había empezado a admirarla? Se cuestiona. Apenas catorce días y ya no ubica el día, la noche, el momento justo en el que había caído presa de aquel hechizo; mas es incapaz de contenerse.

La peineta sube y baja, mientras Kaoru extiende las hebras y las trenza. El muchacho admira la curva del cuello de su compañera y el reflejo de su sonrisa a ojos cerrados en el espejo. Luego abandona el instrumento sobre la cómoda, con el cabello sobre su hombro izquierdo -siempre el izquierdo- la niña comienza a trenzar su cabello en una floja trenza. Justo cuando está por terminar, el pelirrojo tiene a bien romper el contacto y acomodarse sobre su futón.

Tan sólo cinco segundos después, la aprendiza lo mira antes de apagar la luz de la lámpara.

-Kenshin, oyasumi -le susurra.

-Oyasumi, Kaoru dono -contesta él en el mismo susurro.

Y luego ambos se van a dormir.

Kenshin se queda un instante, sin embargo, mirando sin mirar el techo de madera sobre su cabeza. Luego cierra los ojos y dibuja en su mente aquellos previos momentos en los que su compañera se peina el cabello. No sabe decir muy bien por qué, pero hay algo en aquella tarea que le resulta conocido, casi familiar; como si llevase meses siendo testigo de aquello, casi incluso un año, al grado en el que le da tranquilidad.

Suspira.

Si su maestro lo viera, le advertiría que tuviera cuidado pues es evidente que está a punto de caer enamorado.

Luego ríe por lo bajo.

"¡Qué absurdo!" Piensa, "es apenas una niña."

Luego el recuerdo de haber visto a una joven cepillarse el pelo, a través de dos shojis entre abiertas se cuela en su mente. Es mayor entonces, y se ha detenido de golpe en su avance por el pasillo rumbo a su habitación, cuando aquella vista le ha capturado y es incapaz de mirar hacia otra parte.

Kenshin arruga el gesto, vuelve a abrir los ojos y mira por encima de su hombro.

"Es apenas una niña." Se convence.

Y luego por fin se duerme.


A/N: Inspiración, ¿dónde te escondes? XO