Participación mayoritaria de personajes: Kagome, InuYasha.

Participación minoritaria de personajes: Kagura, Kikyō y OC.

.

.

.

Capítulo 37.

—Muchas gracias —hizo una reverencia al chófer del taxi una vez estuvo fuera del vehículo y lo vio irse después de un segundo.

Tomó aire lo más hondo que pudo observando el imponente edificio frente a ella y colocándose adecuadamente los lentes de sol que había decidido usar para disimular sus ojeras, el cansancio, la preocupación y demás cosas que la hacían lucir terrible debido al nulo tiempo que había tenido para arreglarse y llegar rápido a la empresa en donde trabajaba su hermana. Cruzó la calle soportando el sol tan radiante de ese día. Cuando estuvo a la sombra del complejo volvió a sentir frío por sus nervios. Las enormes puertas de vidrio templado se abrieron automáticamente antes de que ella se acercara demasiado, dándole la bienvenida a «Golden Textil».

—Buen día, bienvenida a «Golden Textil», ¿tiene alguna cita pendiente? —La amable recepcionista hacía su saludo de recibimiento mirándola afable y con una sonrisa perfecta para su cargo.

Kagome observó el lugar en silencio unos segundos, como asegurándose de que estaba en el lugar correcto ya que era la primera vez que acudía. Sonrió de vuelta ante la señorita y carraspeó para sonar normal.

—Buen día —devolvió con voz suave—. No, estoy aquí para entregar documentación importante a la señorita Higurashi Kikyō.

—Comprendo —asintió la joven, un poco confundida. Era nueva en el trabajo y francamente no recordaba bien los nombres de todos los trabajadores—, ¿me indica el área en la que trabaja? —Preguntó delicadamente, tomando el teléfono y observando a su derecha las extensiones de los departamentos de la empresa.

—Es la secretaria del presidente.

Kagome vio a la chica alzar el dedo—. Permítame un momento.

Higurashi le hizo un gesto de afirmación y se alejó un poco del escritorio en forma de media luna sin dejar de observar cada aspecto impoluto del lugar. Tomó aire y sacó su celular para ver la hora mientras escuchaba a la jovencita hablar y comunicarse con su hermana para decirle que bajara. Lo que había visto en ese contrato de compraventa la tenía bastante alterada y la sensación de que todo el cuerpo le hincaba, no desaparecía.

»—En breve baja la señorita Higurashi —le anunció justo cuando Kagome escuchó que colgaba el teléfono—, puede pasar a esperarla —le hizo un gesto indicándole la sala de espera con elegantes muebles color blanco que se encontraban ya más entrada la primera planta—. ¿Le ofrezco algo de beber? —Se preparó ágil, lista para salir de su zona y atender a la recién llegada.

—No, no se preocupe —le dijo rápidamente. No quería molestar, ya era demasiado para ella con todo lo que tenía en la cabeza—, muchas gracias.

Caminó hasta el recibidor y con cuidado se sentó sobre el mullido mueble, acomodándose para esperar a su hermana. Sin siquiera quererlo, comenzó a mover los pies en un intento de desfogar la ansiedad que tenía. Mientras el tiempo pasaba, para ella todo parecía un milenio debido a las ganas enormes que tenía de ver la cara de Kikyō después de lo que había leído. No pasó demasiado después de que mirara de nuevo la hora para comprobar que apenas habían pasado tres minutos; los tacones y el caminar típico de la mayor se escucharon resonar por las enormes baldosas beige.

—Gracias al cielo, estamos a tiempo —dijo en tono aliviado, llegando hasta la menor, quien, con un semblante bastante serio, se levantaba para entregarle la carpeta.

—Sí, es un alivio —respondió con voz plana, observando que Kikyō abría el folio para comprobar que fueran los documentos correctos.

Ante la respuesta, la pelinegra frunció el ceño y ladeó un poco el rostro, ya comenzando a irritarse.

—¿Te pasa algo, Kagome? —Inquirió con tono ligeramente enojado. Le daba la sensación de que su hermana estaba rara con ella y ya que por fin tenía tiempo de preguntarle, se aventuró a hacerlo—. Desde que te llamé estás rara, ¿es por el favor que me hiciste?

—No —le respondió de inmediato, quitándole la mirada. ¿Qué rayos…? Ella no debería estar avergonzada; o quizás sí, por haber metido las narices en donde no debía—. Lo siento, es que me quedé hasta tarde para entregar el avance de mi tesis —terminó por decir con un tono más dulce, fingiendo un gesto sonreído.

No, no iba a soltar lo que tenía dentro ahí y en ese estado.

—Lo siento —se lamentó, dejando de lado automáticamente el tema. Si Kagome decía que era por eso, pues así sería—. Bueno, nos vemos en casa, que tengo que volver —apurada, hizo movimientos con las manos para anunciar que se retiraba, pero los ojos marrones de Kagome seguían apagados—. ¿Estás bien?

La aludida asintió.

—Ve, no te quito más tiempo —la animó a volver a su oficina, pero Kikyō parecía no poder avanzar.

—De acuerdo… —decidió por fin empezar a caminar, dejándola ahí y yéndose con una extraña sensación en el estómago—. Gracias, Kagome.

La azabache se despidió con un movimiento de mano y le dedicó una última sonrisa fingida antes de darse la vuelta y salir del edificio con una mezcla de tristeza y coraje que no la dejaron en paz por el resto de camino de regreso a su casa.


Se había levantado un poco más tarde ese día aprovechando que las últimas reuniones de final de ciclo académico empezarían una hora después de lo habitual, así que había tenido tiempo de pasar por casa de sus tíos para tomar el desayuno y hablar con su prima sobre algunos detalles para el reingreso de Kōga el siguiente semestre. El día había empezado demasiado perfecto para su gusto, tanto, que le asustaba, pero se dio el tiempo de disfrutar cada momento, incluso había jugado un momento con Kirara y le había tomado un par de fotos que ahora reposaban en la galería de su teléfono. Antes de salir con rumbo a la universidad se las había enviado a Kagome y como todavía no le respondía, suponía que seguía durmiendo, así que la dejó en paz mientras sus cosas seguían avanzando. Últimamente, tenía mucha energía.

Después de salir de la cita con los maestros y autoridades decidió pasar antes por la librería para comprarle a Shippō el cuaderno y los crayones que había mencionado a su tutora en el orfanato la última vez que había ido. Pidió también unas bolsas grandes de papel para empacar lo que había reunido junto a su pareja y poder llevarlo en la siguiente visita que harían los dos al fin después de tanto tiempo. Salió del local con una sonrisa y condujo hasta su restaurante chino favorito con tranquilidad viendo el sol brillante que iluminaba las calles de Nerima. Después de recibir su orden, llevó las bolsas con almuerzo hasta el auto y finalmente se dirigió hasta la casa de los Higurashi. Notó antes que Kagome le había respondido a las fotos de Kirara con emojis de caras enamoradas y varios corazones, aunque le parecía que había sido una respuesta un poco escuálida, estaba a punto de verla y ya le preguntaría si todo andaba bien.


Una vez que terminó de teclear toda la información, suspiró hondo y se tronó los dedos para relajarlos un poco después de estar entumidos tanto tiempo sobre el teclado. Suspiró hondo, otra vez, moviendo la cabeza en círculos y cerrando los ojos para sentir cómo sus cuerdas sonaban y el cuello parecía menos tenso. Estaba a punto de tirarse contra la silla cuando notó que alguien abría la puerta de la estancia, así que se puso alerta.

—Buen día, Yor.

Casi le da un infarto cuando notó que era su jefe, así que se puso de pie al instante haciendo una reverencia.

—Kajiya-sama —pronunció con voz temblorosa ante la mirada severa de su superior.

Tōtōsai la observó unos segundos, reflexionando… Yor había sido su secretaria desde que él había entrado al puesto, incluso había servido allí antes y era una trabajadora eficiente, así que… ¿realmente valía la pena deshacerse de ella si es que se trataba de un error? Debería analizar su comportamiento después de que le preguntara sobre la bendita solicitud antes de tomar una decisión. Mientras tanto, la aludida no podía dejar de escuchar sus propios latidos que la estaban ahogando y haciéndole sentir escalofríos.

—Hace poco más de cuatro meses le pedí que enviara una solicitud para la reapertura del caso del presidente de Asahi a Chiyoda, ¿por qué aún no he obtenido respuesta? —Inquirió severo, observando cada gesto de la muchacha, quien parecía genuinamente sorprendida.

Yor se sentó de inmediato, manteniendo su expresión confundida—. La envié, señor, estoy segura —entró al correo, sabiendo perfectamente lo que había sucedido y buscó un poco, frunciendo la cejas—. Deme un segundo, señor —lo miró fugazmente y entró a la carpeta de borradores, en el que claramente se encontraba la dichosa solicitud. Para ser sincera, con el tiempo que había pasado, pensaba que ya lo habrían olvidado. Tōtōsai seguía viéndola y convenciéndose de que se trataba de un error—. No puede ser, soy una incompetente —estaba al punto de las lágrimas.

—¿Qué pasa? —El fiscal se inclinó un poco para indagar, ligeramente conmocionado por las culpas que Yor se echó.

—Algo pasó y el correo se fue a borradores —siguió lamentándose mientras giraba un poco la pantalla para indicarle a Tōtōsai que había sido «enviado» en la fecha—. Dios, lo lamento tanto, señor —continuó y volvió a corregir la postura del PC para luego empezar a revisarlo nuevamente—. Entre todo este trabajo que hemos tenido últimamente no me he dado el tiempo de verificar nada sobre casos anteriores —cuando por fin envió el correo con la solicitud, miró de nuevo para Kajiya, con un semblante apenadísimo y a punto de soltarse a llorar—. Entenderé si quiere despedirme, yo…

Una vez más, el mayor se quedó en silencio, reflexionando… un error lo podría tener cualquiera y francamente se le hacía muy injusto despedirla por eso cuando le había demostrado ser completamente competente. Era cierto que últimamente el trabajo los había consumido y esa era la excusa perfecta que podía enmendar el error de Yor.

—No te voy a despedir —le dijo, con su expresión más seria—, pero si algo como esto vuelve a ocurrir, puedes olvidarte de tu lugar de trabajo aquí, ¿has entendido?

—Sí, señor —respondió de inmediato, avergonzada.

—Mantenme informado apenas llegue una respuesta de Chiyoda —le dijo como despedida, saliendo de la estancia sin esperar otra respuesta.

Yor lo vio dirigirse a la oficina del comisario por medio de las cristalerías y apenas se vio sola en la pequeña estancia, tomó su celular lo más rápido que pudo para timbrar a su compañero.

—Yoi, sí —se recostó por fin, suspirando y tomándose la frente con una mano—. No, no, el fiscal acaba de venir para hablarme sobre el caso… Pues quién más va a ser —movió el brazo libre en señal de obviedad—, seguramente el comisario que le insistió. No —negó con la cabeza—, casi me despide. Avísales a tus amigos que ya no pude retenerlo más… sí, el caso de Hiten seguramente será reabierto.


Mientras el portón se abría en modo garaje volvió a su auto para conducirlo y entrar a la propiedad; apagó el motor, salió del vehículo junto con las bolsas de comida y volvió para cerrar la entrada de la casa Higurashi. Avanzó hasta la puerta y antes de que tocara el timbre, Kagome ya le estaba abriendo.

—Traje comida china —alzó las fundas y le dijo a modo de saludo, notando de inmediato que ella se veía confundida—. ¿Estás bien?

—Dios, olvidé por completo que vendrías —se llevó una mano a la frente y lo hizo pasar con un gesto.

—¿Qué? —Soltó una risilla incrédula—. Venimos preparando esto hace una semana —no dejó de avanzar hasta la cocina para poner la comida en platos.

Kagome cerró la puerta y suspiró hondo, con su expresión preocupada. Era verdad que ambos habían estado planeando una salida al orfanato con varios días de anticipación y entre sus conocidos habían hecho una recolecta de ropa, juguetes y demás cosas para los niños, cosas que, se suponía, iban a empacar ese día en su casa. Con todo lo de Kikyō estaba con la mente en una sola cosa.

—Lo siento, es que me acosté súper tarde entregando el avance, ya sabes… —se excusó, llegando hasta él para ayudarle con la comida.

—¿Cómo va el proyecto? —Inquirió con genuino interés, pero sabiendo que Kagome le mentía y que eso no era lo que la tenía mal.

—Bien, ya hice las correcciones que me hiciste… —se encargó de llevar los recipientes desechables al bote de basura y en seguida regresó con su pareja—. Gracias por traer la comida —en un arranque de emociones, se abrazó fuertemente a él, aspirando su aroma con profundidad. Le pareció que ese gesto le ayudaría a calmarse un poco.

InuYasha no tardó en correspondería, aunque sin tocarla con las manos porque olían muy fuerte a comida y condimentos. La estrechó, sabiendo que ella lo necesitaba.

—¿Qué pasa? No estás así por haberte desvelado y lo sabes —le dijo en tono suave, pero fue firme. Después de unos segundos, Kagome se separó de él y lo miró directamente a los ojos.

Sin decir más, se puso de puntillas para alcanzarlo y darle un beso cálido que nuevamente no tardó en ser correspondido. Fue una caricia, un gesto sencillo que les dejó una buena sensación a ambos. Tenía un par de días que no se veían, por lo que el contacto físico les sentó de maravilla.

—¿Te parece si vamos a comer? —Le propuso, sonriendo apenas, pero sinceramente—. Después resolvemos lo que sea, ¿sí?

Él suspiró, asintiendo. Después de todo, lo perfecto que iba su día había sido solo un anuncio de que algo no iba a resultar bien al final.

—Está bien.


Estaba a punto de meterse un pedazo de pollo a la boca cuando su celular vibró sobre la mesa. Puso los ojos en blanco maldiciendo a todo ser vivo sobre la tierra y dejó el tenedor para tomar el maldito móvil. Suavizó la expresión cuando vio de quién se trataba, pero volvió a arrugar la cara al darse cuenta del mensaje que había ahí.

"Tengo malas noticias y son de la policía"

Había leído desde el panel de notificaciones, así que rápidamente entró a la aplicación de mensajería. Su pareja todavía estaba «en línea». Tecleó como alma que llevaba el diablo pensando únicamente en la cara que haría su jefe apenas se enterara.

"¿Sobre el caso de Hiten? ¿La secretaria no pudo retenerlo más?"

Envió y obviamente había adivinado la cuestión. Miró su plato con pena porque no pensaba que podría seguir comiendo después de eso. El celular volvió a vibrar en sus manos.

"Siempre tan astuta. Así es, parece que por fin se dieron cuenta y no han desistido"

"¿Cuánto tiempo tenemos antes de que se venga encima la desgracia?"

Kagura sabía perfectamente que la más afectada probablemente sería Kikyō, quien ahora prácticamente pertenecía a su bando, por lo que había que protegerla y, de alguna manera, se pondrían en peligro como organización. No, no, estaba harta de estar encerrada y prefería mil veces seguir atada a Naraku que estar en una cárcel y menos si era de Japón.

"Dos meses como máximo. Creo que debes avisarle a Naraku, yo tampoco quiero ir a la cárcel"

Y Bankotsu le había leído la mente. Era obvio que nadie quería ser encerrado. Se trataba de un tema muy delicado, el resto no podía enterarse o se armaría una guerra. Los pensamientos de que con Onigumo eso jamás habría sucedido no dejaron de asaltarla como una maldición. Cruzó la pierna como si con ese gesto pudiera liberar un poco la ligera ansiedad que empezaba a invadirla.

"Pues a enfrentarlo a ver qué pasa"


Después de haber lavado los platos, limpiado los espacios utilizados y subido las bolsas junto con lo que InuYasha había recolectado, a pesar del silencio y pocos comentarios acerca de lo que hacían, ahí se encontraba la pareja en el cuarto de la joven, doblando la ropa y viendo que estuviera en buen estado mientras las clasificaban para guardarlas al final. InuYasha no quería ser insistente, pero era obvio que el semblante de su novia no cambiaría y eso lo ponía un poco nervioso, considerando que ella siempre era la que tenía toda la buena vibra y mucho más si se trataba de los niños.

—Y bien —dijo entre que exhalaba un poco de aire—, no quiero sonar invasivo —su pareja se detuvo ante las palabras, pero no lo miró—, pero… ¿ya podemos hablar de lo que te está pasando?

Había estado tratando de evitarlo, por Dios que sí. Estaba tan ahogada en sus propios pensamientos y culpas que no podía ni siquiera tratar de entablar una conversación normal con su novio porque no había segundo en que no pensara en Kikyō. Y no solo en ella, también pensaba que haber revisado esos documentos había sido muy indiscreto de su parte, además de atrevido, por lo que intentar reclamar o pedir explicaciones a la mayor, la pondría en desventaja, además, si lo pensaba de forma más fría… ¿Por qué carajo tendría Kikyō que darle explicaciones? ¿A ella? ¿A ella que también le estaba mintiendo respecto a con quién estaba saliendo? ¿A ella que podría quedar como la mujer que siempre estuvo enamorada de su pareja cuando estaban a punto de casarse? Estaba dando tantas vueltas en sus culpas que las manos ya le temblaban y tuvo que parar de doblar la ropa para sentarse sobre el colchón, ignorando el nuevo llamado de InuYasha.

Agachó la vista. ¿Era prudente acudir a él y contarle algo considerando que se trataba de su ex pareja? ¿Era bueno soltarlo y de alguna forma exponer a su hermana? No quería hacerlo, pero necesitaba desahogarse y su novio no iba a descansar hasta saber qué era lo que pasaba y, sinceramente, la presión en su pecho la estaba matando.

«Lo siento, Kikyō, pero no puedo más…»

Y ojalá su hermana pudiera escucharla, así tal vez se acababa toda esa mierda que era la farsa en la que aparentemente se había convertido su relación de hermanas. Miró para Taishō con los ojos brillosos e inquietos, no pudiendo negar más la angustia que la estaba envenenando.

—InuYasha, ¿Kikyō alguna vez te habló sobre su ex pareja? —Inquirió como para saber qué tan violenta sería al contarle aquello—. La que tuvo antes de ti.

El aludido se enderezó en la silla que había tomado del escritorio de la azabache para estar a su altura y su expresión pasó a seria. No estaba cómodo hablando de Kikyō con Kagome, de ninguna manera. Sentía que suficiente daño le había hecho cuando decidió tomar esa estúpida decisión como para ahora hablar de los ex o esas cosas. La miró ahora de forma un poco fría, sin poder esconder lo amargo que se sentía tener que tocar ese tema entre los dos, porque apenas estaba tratando de superar lo feo que era el recuerdo de haber jugado con Kikyō para herir a Kagome, quien era, básicamente, una de las personas que más le importaba en la vida.

Sin embargo, decidió asentir para afrontar lo que fuera que se viniera. Si Kagome quería aclarar algo, él daría la cara y aunque su expresión no pasó desapercibida para la joven, ella supo entender que no era fácil.

—Sí, algo me dijo sobre una terrible experiencia con su ex novio —dijo rápido, sin respirar, sin carraspear, solo lo dijo.

—Ya veo —por un lado, esa afirmación le hacía sentir menos desgraciada, ya que InuYasha tenía una idea de lo que estaba a punto de contarle—. ¿Te habló mucho de él?

Negó automáticamente.

—No, fue muy reservada con los detalles.

E igual lo sería ella.

—InuYasha, ese hombre… —decidió que lo contaría, sería así. Evidentemente, iba a reservarse muchas cosas también—, fue terrible. No quiero contarte las cosas que hizo, pero maltrató a Kikyō de muchas formas —la culpa de InuYasha subió otros dos niveles. Así que el desgraciado había sido tan malo, que incluso se notaba lo afectada que había quedado su propia novia y él encima había hecho más mierda—; fue una maldición en la vida de ella y hasta en la mía, lo detesto… —apretó los puños en las sábanas y achicó los ojos.

—Lo siento —dijo sinceramente. Le hizo otra llaga en el pecho verla reaccionar así. Notó que Kagome sufría mucho los estragos de la ex relación abusiva de su hermana—. Pero... no entiendo a qué quieres llegar con esto —pronunció un poco confundido, pero sin dejar de mostrar que seguir hablando del tema lo estaba poniendo muy nervioso.

La azabache inspiró hondamente para poder proseguir.

—Ese hombre tiene mucho dinero —continuó. No diría su nombre y mucho menos en qué trabajaba y todavía menos diría algo sobre el hijo que Kikyō perdió—. Mucho, de verdad —insistió.

—Entiendo. —Decidió que escucharía hasta el final y no volvería a hacer preguntas. Kagome tendría sus razones para mencionar lo que estaba mencionando.

Higurashi recogió las piernas y en ellas reposó la quijada sin poder mirar a su pareja a los ojos. Sentía que el estómago se le estaba revolviendo y las manos las tenía frías.

—Hace tiempo que creo que Kikyō me miente —dijo en tono bajo, jugueteando con sus propios dedos.

Su cabello, ya no tan corto, había caído por su cara y la cubrió toda. InuYasha había vuelto a inclinarse para estar cerca de ella y estiró la mano para quitar las hebras con mucho cuidado.

—¿A qué te refieres? —Le preguntó en el mismo tono, sin dejar su tarea con el cabello.

—Yo presiento que desde que terminó contigo, está con alguien.

Ante lo que su novia acababa de soltar, sus manos se paralizaron en el acto. Kagome lo notó y por fin lo miró, buscando la razón por la que aquello había hecho que su chico dejara de moverse de sopetón, aunque podía entenderlo, de alguna forma… si a ella le contaran algo así, también estaría asombrada.

"Mira…, estás aquí, llevándome a casa a-aún sin que tuvieras obligación de… hacerlo… Eres tan diferente…"

Ese recuerdo asaltó su mente dejándolo sin nada para decir, volviendo sus recuerdos a esa noche tan extraña.

"Lo siento por no valorarte"

"Yo… yo no te quiero, InuYasha. Hay otra persona, si-siempre tuviste razón"

"No le vayas a decir a K que tengo a alguien. Ella es muy celosa"

Sintió un ataque de furia recorrerlo después del último recuerdo. ¿Celosa? ¿En serio se había atrevido a llamar celosa a Kagome tomando en cuenta que podía estar saliendo con alguien que le había hecho tanto daño, que su propia hermana menor todavía sufría por eso? Miró hacia la izquierda, tratando de procesar lo que estaba sucediendo. Claro que Kagome tenía razón, ¡la tenía! Estaba consciente de que su hermana le estaba mintiendo, pero él no podía abrir la boca y decir que sí. Eso no le incumbía y…

»—¿InuYasha? —Se había quedado un buen tiempo callado—. ¿Qué pasa?

—Nada, nada… —mintió rápidamente, volviendo en sí—, es solo que me parece que tus sospechas coinciden con las que tuve en su momento… —hablar de eso le estaba resultando más difícil de lo que creía, pero ahora era el doble porque tenía que mentir por Kikyō y esperar a que ellas mismas solucionaran sus problemas.

Bueno, eso tenía sentido. Las alertas rojas de Kagome se apagaron y ella se sintió miserable por sentirlas. Confiaba en InuYasha plenamente, pero a veces su cerebro le jugaba muy malas pasadas. Negó con la cabeza, volviendo al tema principal mientras acariciaba su pierna con el dedo pulgar y volvía a su posición anterior, en donde había encontrado una nueva zona de confort.

—Dios, no debería decir esto de mi hermana —se lamentó entonces, toda avergonzada. En serio, ¿qué estaba pasando con ella?—. No pienso que Kikyō te haya engañado, InuYasha, ella no es así-

—Pero crees que terminó conmigo porque alguien entró a su vida, entiendo y yo también lo creo —le interrumpió él, tratando de calmarla. Ella ahora lo miraba con tristeza y las cejas arqueadas, dándole un toque desesperado a su expresión—. ¿Por qué mencionaste que el ex de tu hermana tiene mucho dinero?

—Encontré su contrato de compraventa del auto hoy en la mañana —InuYasha le hizo una señal para que siguiera porque era obvio que no entendía qué tenía eso de malo— y el método de pago había sido de contado, InuYasha, en efectivo.

El aludido pestañeó un par de veces, volviendo a su semblante serio y reflexivo. Ahora todo tenía sentido sobre por qué Kagome había dicho que ese hombre tenía mucho dinero. De cualquier manera, en lo poco que había conocido a Kikyō, no le parecía que ella fuera una mujer que se dejara convencer por lujos o dinero y mucho menos, con lo independiente que era, que su pareja le comprara un auto. Se suponía que Kagome debería conocerla más que él.

—¿Crees que tu hermana dejó que ese ex le compre el auto? —Inquirió, sin saber exactamente qué tono utilizar. ¿Estaría siendo imprudente? La vio asentir rápido pero casi arrepentida de la suposición—. ¿Te parece que Kikyō haría algo así?

Kagome se mordió la lengua. Que ella pensara que la mayor había dejado que Naraku le compre el auto significaba que tenía que explicar que Tatewaki era un duro de la mafia y que probablemente podría tener amenazada a su hermana o cualquier cosa. De pensar en eso, la piel se le erizó y sintió un escalofrío en todo el cuerpo. Kikyō había cambiado, había muchas cosas que le decían que ella podría estar de nuevo con él, pero ya lo habían hablado y Kikyō no había parecido dudar. O era que ella le quería creer, ¡ya no lo tenía claro! Ver ese contrato le había revuelto el estómago, pero aún había explicaciones que no incluyeran a Naraku.

—No lo sé —terminó por decir. Contarle a InuYasha también significaba que ella quería creer otra cosa. Automáticamente, recordó el sueño que había tenido la mañana de su competencia de natación y un nuevo escalofrío se adueñó de su anatomía.

—Oye, ella tiene un buen trabajo, ¿no? —Trató de animarla. Era obvio que Kikyō sí estaba con alguien, se lo había dicho a la cara, pero, aunque había sido una relación abusiva, ella ya era una adulta y sabía lo que hacía, Kagome no tenía por qué pagar por esos errores. Su pareja asintió.

—Sí, trabaja en "Golden Textil".

—Pues es una gran empresa y, por lo que sé, había estado ahorrando por un buen tiempo —continuó, fabricando él mismo una mentira que sonara lógica y dejara tranquila a su chica.

—Sí, pero-

—Tal vez hasta hizo un préstamo, Kagome, no te atormentes por eso —se impulsó un poco en la silla con ruedas y le tomó las manos en señal de apoyo, deseaba verla quitar esa expresión angustiada. Kagome abrió ligeramente la boca, recordando que, sobre los pagos del vehículo, Kikyō había dicho que ya estaba arreglado y no habló más de ello, estaba tranquila—. Oye, y si tanto te preocupa esto, puedes hablarlo con ella, ¿no?

Al tiempo que soltó aquello, la vio negar frenéticamente, casi asustada. Las palabras del ambarino habían funcionado para calmarla un poco y hacerla reflexionar en que tal vez él estaba en lo correcto y no tenía que precisamente tratarse de Naraku, pero ahora abría una nueva caja de Pandora.

—Hablar con ella significa decirle que hurgué de más en sus cosas y, además… —se mordió los labios. Tal vez decir eso no era del todo correcto, pero era su razón más grande.

—¿Qué cosa? —Insistió, frunciendo el ceño por la expresión de la azabache.

—InuYasha, si mi hermana no está ocultando nada, soy yo quien sí lo hace —bajó las piernas y ahora sí se atrevió a verlo a la cara—. Y si sí está escondiendo a su ex, entonces yo también lo hago, ¡te escondo! —Estaba muy frustrada. El ambarino se echó para atrás y chasqueó la lengua, inconforme con la respuesta—. Y no sabes cuántas veces he querido decirlo, créeme, pero no puedo. Ya hablamos de esto, todavía es muy pronto.

Él asintió, tratando de tragarse la mala sensación.

—Sí, entiendo. —Y sí lo hacía, solo que no le gustaba aceptar esa realidad. Él estaba dispuesto a enfrentarlo todo, a hablar con quien fuera para no seguir escondiendo su relación, pero por respeto a su pareja no decía nada, aunque no era algo con lo que estuviera cómodo.

Kagome trató de animarse un poco porque ahora era él quien no se veía bien. Se acercó más al filo de la cama para alcanzarle el rostro y acariciarlo delicadamente.

—Oye… no se trata de haya algo malo en ti y lo sabes, ¿verdad? —Intentó sonreír y él seguía viendo al piso. Dejó de acariciarlo para explicarle algo más—. Decirle a mi hermana sobre nosotros, más allá de lo que pueda pensar de mí, también se trata de lo que piensa de ti y no quiero ni imaginar qué pasaría.

Taishō ahora sí la miró arqueando una ceja, confundido.

—¿De mí? —Entendía que no estaría feliz, pero qué más podría pensar.

Kagome volvió a hacer un movimiento afirmativo con la cabeza.

—Ella siempre ha dicho que te acercaste de nuevo a mí para sacarme información sobre por qué terminó contigo, ¿quién diablos pensaría eso? ¡Y de ti!

Mientras su novia movía los labios, la sangre se le congeló en el cuerpo y Kikyō regresó de nuevo a su cabeza, pero de una forma muy agria.

"Ya no busques más respuestas… Veo que has vuelto a ser amigo de mi hermana, espero que no sea para buscar más porqués"

En ese momento se había sentido horrible, pero escuchar a Kagome mencionarlo, decir que eso no era posible por ningún motivo, lo estaba pisoteando y se sentía tan miserable, que la garganta se le secó. Casi se ahoga con su propia culpa sintiendo las manos helarse. Maldito fuera él mismo y el momento en el que había pensado en aprovecharse de ella así, aunque hubiera sido muy poco tiempo y se hubiera arrepentido rápido, sus intenciones iniciales todavía lo martillaban. Hizo puños las manos y tragó duro.

»—¿Qué diablos? —Ella rio, burlona—. Es lo más estúpido que se le podría ocurrir a mi hermana, ¿verdad?

«Basta, Kagome…»

Decirle eso probablemente iba a mandar a la mierda la relación tan estable que habían construido y justamente a un paso de hacer algo juntos, algo que realmente disfrutaba. No, no…, no podía aclararle eso. ¿Y si mejor cerraba la boca? Si él había desistido rápido de esa idea idiota y evidentemente estaba con ella porque la amaba y no porque quisiera acercarse a Kikyō, así que podría vivir con eso. Quizás algún día se lo contaría, quizás después de años, quizás luego.

»—¿InuYasha? ¿Estás ahí? —Movió una mano para llamar la atención de su pareja que de repente se había quedado en la nebulosa—. ¿Qué pasó? —Inquirió apenas él volvió en sí.

—Nada, solo estaba pensando en cómo se le ocurría a Kikyō pensar algo así…

Y mintió, mintió porque fue la única salida rápida. Y no se acabaría el mundo porque omitiera eso por el momento. Antes de volver a decir algo sus teléfonos sonaron al unísono, avisándoles que un mensaje había llegado al grupo «La hora del té».

"Hay algo importante que tienen que saber"

El mensaje lo había enviado Sango y parecía que era serio, así que la pareja se acomodó y enfocó toda la atención en sus móviles.

"Vengan a casa esta tarde, es muy importante"

No hubo más mensajes hasta que Ayame y Kōga intervinieron, parecían un poco asustados por el tono tan serio. InuYasha y Kagome volvieron a mirarse, sintiendo una rara sensación recorrerlos.

Continuará…


Ay, por fin siento que avanzo hajjaa. Darle al InuKag seis meses de relación "estable" me estuvo consumiendo tiempo valioso —y aun así empiezan los problemas a los cuatro meses, lol—. De todos modos, ya vemos que las cosas comienzan a cagarse poco a poco y todo por culpa de ¿quién?, exacto, de Naraku. No mía, obvio, porque yo no soy quien escribe esta cosa lamentable.

Quiero agradecer de todo corazón por sus hermosos reviews a: XXlalalulu, Marlenis Samudio, Megoka, Rosa Taisho, Susanisa, Rodriguez Fuentes, TaishoScott e Iseul.