Participación mayoritaria de personajes: Kagome, InuYasha.
Participación minoritaria de personajes: Kagura, Kikyō y Naraku.
.
.
.
Capítulo 38.
Los «qué, cómo, cuándo, dónde y por qué» no habían faltado en las reacciones del team «La hora del té», porque ellos eran simplemente así, no importaba si ya era un hecho que se había anunciado, parecía la noticia más grande jamás dada en la vida de cada uno de ellos, quienes habían dejado de lado sus propios problemas para contagiarse de la alegría de los futuros padres que, orgullosos, se miraban uno al otro por lo que habían conseguido en tan poco tiempo. Las felicitaciones, claro, no habían parado para la pareja de casados, porque… ¿cómo no felicitar a la dupla más fabulosamente estable y bonita que habían conocido en sus vidas? Bueno, Miroku y Sango eran un matrimonio digno de seguir como ejemplo, incluso sabían exactamente cómo manejar sus inconvenientes y a eso aspiraban InuYasha, Kagome, Kōga y Ayame, ya que, de alguna forma, Takeda y Tanaca se habían convertido en una especie de figura muy respetable entre el grupo.
Con la nueva noticia, los ánimos de Kagome estaban por los cielos. Era grato sentir que, después de todo, probablemente, su pareja tenía razón cuando dijo que había más de una razón para que su hermana hubiera comprado el vehículo de contado y, además, estaba la noticia de la maternidad de Sango, ¡¿no era eso increíble?! ¿Cómo no iba a mandar a la mierda, aunque fuera por un par de días, esas preocupaciones para sonreír por su prima? Incluso había acompañado a sus padres a dejar un pastel hasta la casa de los Takeda porque obviamente Naomi también iba a celebrar que su sobrina iba a ser madre. Los padres de Miroku irían ese fin de semana a visitarlos al igual que los tíos de Higurashi, lo que sería una excelente ocasión para que Naomi viera a su hermana y pasaran tiempo en familia.
Ese día por fin habían podido coincidir ella y su novio para hacer la tan esperada visita al orfanato de Nerima; las cosas que habían conseguido entre juguetes, ropa, medicina y alimento especial para los más pequeños era lo que más emocionada la tenía. Extrañaba a los niños, pero más que todo a Shippō y sabía ella cuánta ilusión le haría verlos juntos una vez más, como en los viejos tiempos. Todo en su vida parecía extremadamente brillante y lleno de colores, ¿por qué no habría de estar tan feliz como lo estaba?
Estiró el dedo y una canción que amaba comenzó a sonar, por lo que, sin pensarlo si quiera, empezó a cantarla en voz alta.
Mientras su novia se relajaba al punto de empezar a cantar camino al orfanato, InuYasha sonrió, extasiado por el momento. A pesar de todo, no iba a negar que la noticia de sus amigos lo había puesto demasiado contento llegando incluso a hacerlo olvidar por un buen rato lo que lo venía carcomiendo desde la conversación con Kagome en su habitación. La música siguió metiéndose por sus sentidos, sin embargo, su mente pareció demasiado concentrada en lo inquieto que se encontraba todavía. Entre todo lo bueno que había pasado y que estaba pasando esa tarde, el cargo de conciencia empezaba a hacerle mella cada tanto y trataba lo más posible de permanecer conectado a tierra y disfrutando de sus vacaciones, pero le estaba costando un poco. Suspiró cuando tuvo que detenerse en un semáforo e inconscientemente golpeteó el dedo índice en la palanca de cambios al son de la música.
—Estoy feliz —expresó sinceramente, volviendo a su pareja para verlo sonreír ante su comentario luego de haber cantado su parte favorita de la canción.
—Puedo notarlo —le respondió en un tono ameno. Verla tan contenta en su compañía no ayudaba a sus sentimientos agrios.
Una vez que por fin llegaron al establecimiento, ambos bajaron del auto para tomar las cajas y bolsas que habían llevado. InuYasha alcanzó a dejar seguro su auto con las llaves y avanzó tras su novia quien ya se encontraba saludando a la recepcionista que ya bien los conocía. El establecimiento también era una guardería, así que más de un niño saldría beneficiado.
—Dios, estas son muchas cosas —la escuchó decir apenas pudo poner las cajas sobre el escritorio—. Muchísimas gracias a los dos —hizo una reverencia.
—Hola, Yara —saludó InuYasha—. No tienes que agradecer, para nosotros es muy grato poder ayudar.
La joven asintió, sonriendo.
—Pasen, por favor, yo registraré esta entrada y llamaré a Takahashi-sama —les informó haciéndoles un ademán para que siguieran.
Kagome también hizo una reverencia, contenta.
—Gracias a ti, Yara.
La pareja se dedicó una mirada fugaz antes de empezar a caminar hacia los infantes.
—¡¿Qué carajo estás diciendo?!
Kagura cerró los ojos digiriendo el grito que acababa de recibir. Se estremeció por completo y tuvo que cruzar la pierna para calmar los malos sentimientos que los gritos de su jefe siempre le daban. Daba vueltas como un león enjaulado detrás de ella, ni siquiera estaba fumando. Se le había ocurrido callar lo del caso de Hiten porque, si era muy sincera, tenía miedo y había estado ocupada haciendo otras cosas, por lo que dejó la información para cuando se hubiera preparado mentalmente para oírlo rugir de esa forma.
—Me acabo de enterar, Naraku —mintió, evidentemente, pero eso no era lo que importaba.
—Qué incompetentes, mal nacidos, hijos de puta… —pronunció con odio, pero en un tono más sosegado por la decepción. Tomó aire y se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos para poder pensar con claridad—. Ese maldito comisario infeliz, te juro que voy a matarlo con mis propias manos.
—Ya sabes que no-
—¡Ya sé, maldita sea, ya sé! —Rugió, a punto de soltarle una bofetada—. ¡Déjame decir lo que me salga de los cojones! —Sentía que la cabeza le iba a explotar y tuvo que volver a sentarse para encontrar su habano.
Había quedado frente a Toriyama una vez más, quien lo observaba ahora en el más sepulcral silencio pensando en lo que pasaría después de eso. Cuando por fin volvió a fumar se quedó callado un tiempo tratando de volver a ordenar sus ideas y mirando por su enorme ventanal.
»—¿Cuánto tiempo tenemos? —Inquirió por fin y la pelinegra pensó que esa pregunta se parecía mucho a la que ella había hecho cuando Bankotsu se lo comentó.
—Como máximo, dos meses —le respondió en un tono plano, pero segura de lo que decía. El fin para El Gremio ahora parecía más cerca que nunca.
Naraku siguió en silencio meditando en su siguiente paso. Si era sigiloso todo podía salir mejor de lo que parecía. No era momento de que Kikyō lo supiera, era mejor si no la ponía sobre aviso, no sabía cómo podría reaccionar y había dos posibles opciones: o que se pusiera paranoica y fácilmente en evidencia o que fuera directamente con la policía a confesar todo. No confiaba lo suficiente en ella. No importaba qué pasara entre ellos.
—Quiero que contrates al mejor abogado penalista de este país —prosiguió, haciendo que Kagura abra mucho los ojos—. Que esté a tus pies cuando se lo ordenes, no importa lo que cueste.
—¿No se lo dirás a Kikyō? —Se inclinó un poco hacia adelante, como si con eso pudiera entender mejor las decisiones de su señor.
—Ella lo sabrá cuando tenga que ser —sentenció con tono firme y molesto; esa era una clara señal de que la de ojos rojos no podía hacer más preguntas tontas—. Mientras tanto, contacta al abogado y vigílala el doble, que este contigo o conmigo el mayor tiempo posible.
—¿Cómo? —Alzó una ceja, confundida.
—No sé lo que hagas, pero mantenla cerca, porque el comisario maldito ese es escurridizo y puede que llegue hasta ella.
Kagura tomó aire, asintiendo—. Como digas, Naraku.
Cuando tomó la foto en su celular sintió que el corazón se le iba a salir por la boca. Sonrió como una boba ante la nueva imagen de InuYasha con Shippō en los brazos, como rara vez pasaba y no pudo evitar un ligero sonrojo. Cuando aún estaban en la universidad ella solía verlos jugar y discutir, a veces como hermanos y otras como padre e hijo y su mente tonta enamorada no podía evitar hacer escenarios locos como si los tres fueran una familia. Volvió en sí cuando notó que el pequeño tenía chocolate en la comisura de sus labios, así que se acercó mientras sacaba un pañuelo del bolsillo de su falda para limpiar la zona.
InuYasha volvió a verla cuando notó la concentración con la que hacía algo tan simple como limpiar la cara de un niño. Los tres ahora estaban tan cerca, Shippō en sus brazos, Kagome cuidando de él… fue un extraño cuadro que le hizo sentir cálido en el pecho. Sonrió.
—Vaya, es bueno verlos juntos nuevamente, chicos —la voz de la directora los hizo separarse al acto, enfocando su mirada en ella.
—Takahashi-sama —Kagome hizo una reverencia para saludar.
—Ve a jugar, niño —le susurró al pequeño mientras lo bajaba. Ya estaba enorme a sus diez años.
—De acuerdo —hizo lo propio sin rechistar y los adultos se quedaron solos.
—¿Cómo está, Takahashi-sama? —InuYasha hizo un movimiento respetuoso con su cabeza también.
—Pues al fin pudimos coincidir —dijo Kagome con una sonrisa. Era cierto que era la primera vez que iban juntos como pareja. Shippō había chillado cuando les preguntó si por fin estaban juntos y ella había dicho que sí.
—Me alegra que hayan venido —Rumiko miró para los niños jugar en la parte de atrás, felices, compartiendo el tiempo. Sonrió, nostálgica… siempre era difícil desprenderse de uno de ellos cuando habían pasado tanto tiempo cerca.
—¿Está todo bien? —InuYasha había notado la expresión de nostalgia en la mujer, quien regresó la vista a ellos apenas pudo. Kagome se unió a la conmoción.
—Sé cuánto quieren a Shippō —les dijo aferrándose a los folios que traía en los brazos. Kagome asintió. Rumiko conocía a esa pareja desde hacía mucho y también estaba consciente del especial cariño que tenían por Shippō. No dudaría que, teniendo más edad, ellos hubieran decidido adoptarlo.
—¿Pasa algo malo con él? —La azabache temió algo terrible, no pudo evitar ese pensamiento negativo.
—No, no —negó con la cabeza—, al contrario —InuYasha, quien tenía el ceño fruncido, suspiró. Takahashi volvió la mirada a la pareja—. Es muy posible que lo adopten.
Sus dedos impulsaron la puerta de cristal de su oficina permitiéndole entrar a esta. Caminó directamente hacia las repisas y buscó la carpeta por nombre y fecha con su dedo índice; cuando la encontró la sacó con cuidado haciendo que las demás se inclinen por la falta de una de ellas. Caminó hacia su escritorio concentrada en sus labores y archivó los documentos. Estuvo a punto de regresar con el folio cuando su celular vibró sobre otros documentos. Se detuvo a ver la barra de notificaciones y frunció las cejas cuando notó de quién era el mensaje.
"Oye, estoy por la ciudad y súper aburrida. ¿Quieres hacer algo?"
¿Esa era Kagura invitándola a salir en plan… amigas? Aquello realmente le hizo gracia, aunque también le pareció un poco raro; sin embargo, si lo pensaba bien, ya habían compartido algunos momentos como para tener esas confianzas, de alguna manera…
"Esta tarde quiero empezar a ver departamentos, podrías acompañarme"
Envió el mensaje y rápidamente la vio «escribiendo». Suspiró hondo ante la idea de tener que desprenderse de casa.
"WTF, ¿te vas a mudar? [Emoji de cara asustada]. ¿Por qué es que esto no lo sabía?"
Kikyō medio sonrió, aunque nostálgica. A dónde había llegado su vida que una noticia como esa primero la sabía alguien que no tenía nada que ver con ella antes que su propia familia.
"Nadie lo sabe todavía. Entonces, ¿vienes conmigo?"
Esperó la respuesta con el celular entre ambas manos. Miró hacia el frente, pensativa, hasta que el móvil vibró de nueva cuenta.
"Sí"
Kikyō sonrió antes de volver a escribir.
"Pero ven en taxi, porque iremos en mi auto. Y yo manejo"
"A veces eres odiosa e insoportablemente presumida, ¿lo sabías? [Emoji de cara poniendo los ojos en blanco]"
—Ah, de alguna manera… me hace muy feliz que Shippō por fin tenga una familia, ¿no crees?
Ninguno de los dos había tomado la noticia de una sola forma. Lo primero fue sorprenderse y alegrarse por lo obvio, porque por fin después de más de cinco años en ese lugar, había una familia estable y dispuesta a darle amor, pero luego surgieron las dudas de quiénes eran, de si vivirían lejos y de cómo sería todo entre ellos para visitar al niño y un montón de cosas. En la mente de cada uno, la idea de que ellos, en otras circunstancias y con más años, habrían sido quienes lo adoptaran, era lo único que resonaba. No sabían bien qué sensación les dejó la noticia, pero era algo agridulce, después de todo… era una oportunidad única para Shippō y se lo merecía, al igual que cada niño en ese lugar. Con Rumiko habían quedado en que los llamara con anticipación para lograr coincidir con la pareja que sería la posible nueva tutora del pequeño y así poderse conocer, a lo que ella había accedido sin problema y asegurando que eran personas maravillosas.
—Sí —le respondió InuYasha, apretándola más contra él.
Después de regresar habían decidido pasar al departamento de Taishō para ver una película antes de que el descanso de Kagome se terminara y volviera a su tesis. La joven se había abrazado a su pareja y ahora ambos reposaban en la cama mientras, con la mano libre, el ambarino escogía qué ver en la plataforma de streaming.
Y aunque la joven parecía entusiasmada por la actividad, InuYasha sabía muy bien que pronto se quedaría dormida. Miró el reloj y eran las cuatro de la tarde, solo quería estar seguro de cuánto tiempo iba a pasar antes de escucharla roncar a su lado.
Kagura miró por el retrovisor con su mega instinto activado, pero recordó que las circunstancias eran otras.
—Tranquila —oyó decir a su copiloto—, nadie nos sigue.
Era extraño que ahora era Kikyō quien manejara cuando todo el tiempo había sido al revés. Sentía que el auto era muy pequeño en comparación a la enorme camioneta a la que estaba acostumbrada. Rodó los ojos y suspiró. Bueno, de alguna forma estaba haciendo algo diferente a lo habitual. Miró para Kikyō quien parecía muy concentrada en la carretera y sabiendo a dónde se dirigía. No decirle lo que estaba pasando le sentaba un poco mal, pero no tenía idea de cómo reaccionaría si le contara. Se mordió de la lengua.
—Y… ¿por qué quieres salir de casa? —Inició la conversación, genuinamente interesada. Era obvio que se lo iba a comentar a Naraku esa misma noche, tenía que hacerlo.
La aludida se encogió de hombros sin dejar de mirar hacia el frente.
—Mi vida cambió mucho después de que regresé con Naraku —le comentó, sincera. Esa era la verdadera razón. Al final del día, la única persona a la que podía contarle esas cosas era a ella, a Kagura. Toriyama hizo una mueca… la entendía, de algún modo pensaba que la transición no debió ser fácil porque conocía a Naraku perfectamente y con él todo de tan tormentoso, sin embargo, no sabía por qué ella volvía siempre—. Ya no puedo seguir mintiéndole a mi familia sobre qué estoy haciendo cuando llego tarde a casa, siento que me ahogo —hizo un ademán con la mano derecha y volvió de inmediato al volante— y ahogo a mis seres amados con ello. Estoy cansada de mentir y… —tomó aire— eventualmente, me mudaría, no iba a vivir siempre en la casa de mis padres, ¿no?
Ahora fue Kagura quien se encogió de hombros.
—No lo sé, nunca tuve una familia tan funcional como la tuya.
Higurashi recordó la noche en la que Naraku la había agredido después de hablar de Onigumo. Parecía que ambos compartían ese resentimiento, solo que Kagura sí había tenido un mejor padre. Lo sintió, porque ella jamás sabría lo terrible que era eso. Después de todo, Naraku y su secuaz se parecían más de lo que ambos querían aceptar y quizás por eso, de alguna manera, seguían ambos junto al otro. Notaba cómo Toriyama era la única que podía usar tacones en todo El Gremio, también cómo era la única que le hablaba a Tatewaki casi como un igual y, claro, el simple hecho de que era la segunda al mando en esa organización.
—Lo siento, no quise ofenderte.
—Déjalo así —Kagura había estado recordando su infancia y lo difícil que fue crecer sabiendo que su madre jamás la había querido, además de criarse más bien como un soldado que como una niña. Cuando veía a niños por la calle junto a sus familias se preguntaba cómo se habría sentido ser normal. Negó con la cabeza, desechando esos sentimientos que nada tenían que ver en ese momento—. ¿Y ya escogiste qué lugares cotizar?
Kikyō asintió, agradeciendo silenciosamente el cambio de tema.
—He estado viendo algunos departamentos en internet.
Cuando abrió los ojos el cielo estaba ya bastante apagado, señal de que anochecería por completo en minutos. Apenas fue consciente, acomodó mejor el brazo derecho para que su compañera pudiera estar más cómoda y su propia extremidad también. A ambos, el sueño les había ganado después de todo, sin embargo, antes de entregarse plenamente a los brazos de Morfeo, notó que a su chica solo le había tomado veinte minutos dejar de atender a la película así que, aprovechando lo confortable que se veía todo, decidió acompañarla y ambos se habían quedado completamente dormidos.
Kagome se removió cuando a su cuerpo le pareció que había descansado lo suficiente, aunque fue más bien su reloj interno de estudiante universitaria que le avisaba que ya había sido demasiado tiempo de reposo. Se estiró lo más que pudo mientras su pareja se movía para prender la luz de la lámpara de su mesita de noche y por fin abrió los ojos para acostumbrarse a la nueva iluminación. El tiempo con InuYasha siempre era grato, siempre se sentía como un escape de la realidad y un lugar seguro al que ir para sentirse protegida, así que normalmente estaba en su punto más relajado cuando estaban juntos. Después de la charla que habían tenido y las últimas actividades que habían compartido juntos, el pecho se sentía lleno de una sensación cálida que solo pudo describir como una profunda felicidad que, aunque no era constante, por lo menos se quedaba un buen rato con ella. InuYasha volvió a acomodarse y tomó aire profundamente, relajando el cuerpo con ese gesto. La azabache se abrazó más a él, casi aferrada, como si con ese gesto pudiera acercarlo más o, por lo menos, dejar de sentir que el amor no cabía dentro de su ser.
—¿Dormiste bien? —Le preguntó con voz suave, acariciando de la misma forma el brazo femenino que cruzaba su cintura en un abrazo. Las muestras de cariño que Kagome le estaba dando en ese momento se sentían demasiado para él y era fastidioso no poder quitarse la sensación de que no las merecía.
La escuchó soltar una risita.
—Sí, y al final no vi nada de la película.
—Veinte minutos tardaste —le dijo alzando ambas cejas. A veces su mente daba marcha atrás, a cuando se la pasaban peleando y hacía una comparación con ese tipo de momentos pensando que parecían imposibles.
Volvió la atención a tierra cuando Kagome se acomodó en su pecho de tal manera que sus caras habían quedado más cerca y a la misma altura. Los ojos dorados chocaron con los chocolates de manera profunda, intensificándose, cuando la mano femenina se posó sobre el rostro del joven maestro acariciando con su dedo pulgar la mejilla, sin decir una sola palabra. Las pupilas bailaban inquietas ante ese momento que hacía mucho que no tenían, uno en el que admiraban simplemente el rostro del otro, cada lunar, cada imperfección, cada matiz de color en la piel y cómo aprendían a leerse las miradas por intensidad. Aquello que antecedía siempre a un beso que iniciaba ella, normalmente ella; claro que era correspondida al instante, al mismo tiempo, porque era algo que él también esperaba y que deseaba. De pronto, las manos de la joven subieron por los brazos moderadamente fornidos, hicieron un viaje inestable por la curvatura del cuello y finalmente reposaron entre la oreja y la mejilla, afianzando el beso, profundizando los movimientos. Mientras tanto, las manos de InuYasha revolvían el cabello azabache, tomando control para empezar a descender por el cuello. Cuando Kagome movió las piernas para quedar encajada sobre él y el beso terminó, volvió a verlo fijamente, con la boca entreabierta y el corazón aceleradísimo.
—Te quiero, InuYasha —soltó desde lo más hondo de su corazón, inclinándose en el acto para volverlo a besar.
Sin embargo, esta vez ya no fluyó igual. Las punzadas en el pecho de Taishō eran tan fuertes que tuvo que detenerla por las muñecas de sopetón, tragándose todos los sentimientos que él también tenía por expresar y asombrándola.
—Espera, Kagome… —le dijo con la voz ronca, pero no era por la excitación del momento precisamente.
—¿Qué sucede?
Ambos cuerpos se acomodaron en una posición tal que ahora estaba sentados frente a frente para tener una conversación. Las manos de la muchacha ahora yacían frías, una sobre su rodilla y la otra sosteniendo su peso en el colchón. El aludido trató de empezarlo a explicar sin rodeos, pero tal y como pasa cuando hay una culpa que te carcome y avergüenza, no pudo seguir y desvío la vista, sintiéndose imbécil. Se había prometido que aquello se lo diría después, que no tenía por qué arruinar todo lo bien que había sido su relación hasta entonces, pero cuando ella parecía verlo como la persona más increíble del mundo y decir que jamás haría algo como eso, la culpa le pesaba tanto que no sería capaz de volverle a hacer el amor en su vida si es que no soltaba ya toda la mierda que tenía dentro desde aquel maldito día en el que conversaron sobre Kikyō. Ella seguía expectante, mirándolo con una expresión de angustia. Temió lo peor, no iba a negarlo.
Por fin las agallas lo alcanzaron y pudo volverla a encarar, pero antes, tragó duro.
—Dijiste que Kikyō pensaba que yo me acerqué de nuevo a ti solo para sacarte información sobre por qué había terminado conmigo —comenzó a decir y aunque el cerebro de Kagome le avisó que se venía una avalancha de decepciones, decidió pensar que se trataba de otra cosa, así que se limitó a asentir. Él volvió a tragar saliva con tanta violencia que juró que su novia pudo escucharlo—. Era verdad.
Si es que Kagome ya tenía una expresión seria, su rostro completamente cambió a una peor, haciéndole temblar los párpados en el acto. Antes de echarse a llorar como una estúpida, quería una explicación.
—¿Cómo? —Ladeó el rostro, tomando aire para poder procesar lo que acababa de oír. Tenía que ser una broma.
—Kagome —se inclinó un poco para alcanzar las manos femeninas—, te juro que —ella las quitó al instante, como si quemara, InuYasha hizo puños y se retractó— deseché la idea de inmediato, no pude seguir con eso porque era-…
—¿Cruel y egoísta? —Lo interrumpió, casi en un susurro y con el labio inferior temblando. No, no quería llorar, pero su cuerpo no respondía.
—Sé que fui un imbécil, Kagome, pero solo quiero que escuches mis razones —prosiguió, sintiendo frustración por no poder hacer nada para detener toda la mierda que le estaba provocando. La vio tomar aire otra vez, como calmándose y eso fue una luz verde para continuar—. En aquella ocasión estaba tan lleno de rabia por la forma en la que Kikyō había terminado las cosas, porque fue un momento que me molesta recordar —continuó y ahora, los ojos rojos y cristalinos de Kagome no se despegaban de él— y, sí, sí, estúpidamente pensé que tú podrías ayudarme a descubrirlo si me acercaba nuevamente —la aludida sonrió con decepción y sacó la mirada, pero no dijo nada, apenas se secó las lágrimas que habían comenzado a rodar—, pero cuando estábamos en la playa simplemente me di cuenta de que querer saber lo que había pasado era una excusa y que mis verdaderas intenciones en el fondo eran… —se detuvo un momento para respirar, odiándose intensamente por todo eso—, eran sobre ti, Kagome y no pude seguir con esa mierda de idea que cruzó por mi mente.
Higurashi también tragó duro después de la confesión, prosiguió secándose la cara y trató de controlarse.
—¿Y tenías que esperar a que yo te dijera eso para que lo soltaras? —Se enfocó en él otra vez, su voz se escuchó quebrada.
—Oírlo de ti fue más de lo que pude soportar… —ahora él miró hacia abajo, incapaz de seguirla encarando. Todo había resultado peor de lo que había imaginado—. Lo lamento.
Sus sentidos se pusieron alerta cuando ella se levantó de la cama así que él, en automático, hizo lo mismo; ahora se miraban prácticamente de un extremo a otro del mueble. Ella empezó a asentir rápido, intentando componerse.
—Te creo —le dijo, sinceramente. Sí, sí que le creía, no podía dudar del amor que InuYasha sentía por ella, era palpable y había demostrado un millón de veces que la quería y que hacía lo posible por verla feliz; no era una estúpida y eso tampoco era una novela en la que el protagonista parece un ciego que invalida todo lo maravilloso que claramente su interés amoroso ha hecho por él. Incluso comprendía el hecho de que él tuviera cierto resentimiento hacia ella después de lo que había pasado y por eso pudo pensarla por un momento como un medio para sacarse la espina, que con ambas hermanas había tenido una mala experiencia y demás, pero mezclar todas esas cosas justo cuando la herida comenzaba a sanar hacía que su mente y corazón exploten y se sintiera traicionada y terriblemente herida, incluso cuando ante ella, era justificable—. Es más, ahora mismo trato de ponerme en tus zapatos y pienso —hizo un ademán con las manos, como si lo explicara. InuYasha estaba estático, ni siquiera podía moverse ante lo que ella estaba diciendo— que con lo impulsiva que soy, tomando en cuenta que —hizo comillas con los dedos— «no terminamos en buenos términos» y probablemente sentías todavía resentimiento hacia mí, pudiste verme más bien como el medio que podría ayudarte a llegar a tu objetivo, también podría haber pensado algo así, no lo sé.
—¿Pero? —Insistió, sabiendo que había uno. No todo podría ser color rosa.
—Me duele que Kikyō tenía razón —le dijo seria, sin titubear—. Y aunque sí, sí, cuando ella lo dijo tú ya ni pensabas en utilizarme, ella tuvo razón y yo te defendí, InuYasha —se señaló, pero por lo menos, ya no lloraba—, te defendí porque a pesar de todo, pienso que eres una persona increíble, aunque a veces simplemente seas un estúpido inmaduro que no sabe cómo gestionar sus decepciones.
El aludido cruzó el lugar para estar de nuevo cerca de ella, aunque nuevamente recibió un gesto evasivo. Kagome lo miró después notando la tristeza en los ojos dorados, el arrepentimiento y la frustración. Nadie había dicho que esa relación seria fácil, después de todo, les antecedía un pasado muy confuso y malinterpretado, con heridas, mentiras e inmadureces que los dos habían protagonizado. Nadie había dicho, tampoco, que destapar todo lo malo haría que se dejaran de querer.
—No quiero que dudes de mí —su voz tembló producto de los sentimientos negativos— y mucho menos de lo que siento, Kagome.
Ella negó, abrazándose como un gesto en el que se mostraba vulnerable.
—No dudo de ti, InuYasha —aunque se sentía ligeramente más tranquila, tenía la necesidad de salir corriendo y llorar por horas en su habitación—. Y como lo dije antes, te creo, además de que agradezco que hayas sido sincero —no podía evitar el resentimiento y decepción que tenía, aunque lo positivo de la situación era que sabía cuáles eran las intenciones de su pareja, por lo que podría reponerse más rápido—, pero quiero estar sola ahora.
—Kagome…
—Yo te llamaré —asintió y se estiró para tomar su bolsa que estaba sobre el mueble cerca de la cama— cuando esté lista para volver a hablar —hizo un movimiento con la cabeza en señal de despedida—. Gracias por la tarde de hoy.
Él se mordió los labios, odiando no poder retenerla después del espacio que le había pedido.
—No me agradezcas…
—Hasta luego.
Continuará…
En mis planes, la escena era menos representativa para la relación xd
Bueno, finalmente…
Habría actualizado rápido, pero me quedé sin internet una vida entera, así que ya no pude más. Sus reviews me animan a seguir actualizando, aunque a veces quiero dejar esta historia ahí, pero los leo y siento que vale la pena. Gracias, no saben cuánto les agradezco.
Un saludo enorme y especial a: XXlalalulu, Marlenis Samudio, Megoka, Rosa Taisho, Susanisa, Rodriguez Fuentes e Iseul.
