Participación mayoritaria de personajes: Kagome, InuYasha, Nuevos personajes.

Participación minoritaria de personajes: Kagura, Naraku, Ayame y Kōga.

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Capítulo 39.

Sus estudios en ingeniería civil deberían servir para que el trabajo manual ese quedara decente; las medidas estaban bien, la meticulosidad que había puesto en cada medida daba resultados… ahora solo faltaba que las manos de su novio también ayudaran a forma la manualidad para después evaluar si era factible o no proseguir con los detalles de la cajonera de miniatura que habían estado haciendo con ayuda de un tutorial en YouTube; admitía que estaba un poco harta de escuchar la voz de la chica una y otra vez cada que repetían un fragmento del vídeo para poder captar la instrucción. Y es que, en palabras de su pareja, «todo pasaba muy rápido».

Lo bueno era que con su tiempo libre podía ayudarle a su novio a estudiar y él, a su vez, podía echarle una mano con ese detalle dedicado única y especialmente para Sango, que últimamente había estado llenándose de regalos por todos lados. Sería la futura madre más mimada del planeta y eso la hacía feliz. Su mamá llegó con unas botanas para ambos a la oficina que todos compartían y les deseó buena suerte antes de retirarse.

El celular del chico sonó y este lo atendió para notar que era un mensaje de su padre por WhatsApp.

—Mira, papá está reconstruyendo este auto con los chicos —le mostró el celular a su novia y la joven pelirroja sonrió, emocionada.

—¿Volvió al taller? —Esas sí que eran buenas noticias.

—Sí, ¿no te dije? —Guardó el móvil para volver a ayudarla—. Desde que volví a la universidad ha estado con mejor ánimo y decidió volver a trabajar.

Ayame se puso de puntillas para darle un beso en los labios que los hizo sonreír a ambos—. Me alegro mucho, amor.

Continuaron trabajando, felices porque el regalo estaba quedando bastante bien y, por lo visto, sí que estaría apto para añadirle detalles. Ambos concentrados pegando y juntando las piezas, con la buena noticia de Wolf en sus mentes. Desde que la madre de su novio había muerto, el señor Wolf había caído en depresión y, por lo tanto, con un sinnúmero de enfermedades que lo llevaron a dejar por completo el taller por el que había trabajado alrededor de treinta años. A pesar de que tenían ganancias por el arriendo de la casa que su madre le había heredado, el taller seguía siendo su principal fuente de ingresos y por la que Kōga podía seguir estudiando, así que, entre tanto, el joven tuvo que dejar los estudios y de eso ya hacía más de dos años. Bien decían que el tiempo lo curaba todo y después de lo que habían pasado, sus vidas volvían a acomodarse de alguna forma. Y por eso y por todo lo demás, Ayame amaba y admiraba a Kōga tantísimo.

—Oye, por cierto —Wolf interrumpió el silencio, pensativo—, ya que Kagome está a punto de terminar su tesis, deberías también empezar a hacer tu trabajo de titulación, ¿no?

La muchacha sonrió ante el resultado del esfuerzo de ambos y sin despegar su atención de este, siguió la conversación—. Bueno, mi facultad no exige tanto como la de K —se inclinó para ver más de cerca una de las piedras brillantes y pegarla de forma correcta mientras su novio la imitaba—, yo todavía tengo un año para prepararme, considerando que acabo de terminar el plan de estudios.

Aunque su amiga también apenas había terminado hacía cuatro meses; la compadecía por el trabajo tan apresurado. Cada facultad funcionaba diferente, por ejemplo, la suya, en la que había podido saltarse un semestre para dedicarse a cubrir el plan de idiomas que tenía que completar como requisito indispensable antes de pasar a noveno semestre, ralentizando su progreso e igualándose con Kagome, por lo tanto, terminando al mismo tiempo, a pesar de haber ido un semestre más adelante que ella. La ventaja suya era que tenía más tiempo para titularse, pero Higurashi lo haría en un par de semanas.

—Claro, eso te da ventaja para trabajar holgadamente —opinó, distraído. Le estaba gustando mucho el resultado.

—Y no solo eso —Ayame paró un segundo para mirarlo y sonreírle—: tengo tiempo para ayudarte en este semestre y quizás hasta nos graduemos juntos.


Caminó por los pasillos de su lugar de trabajo con ambos vasos de café en las manos. Desde que su pareja había conseguido el objetivo por el que había luchado por algo más de seis meses, ese mismo día, parecía que el ambiente era otro, incluso se respiraba un aire de felicidad y frescura que la hizo sonreír. Entró a la oficina que compartía con su pareja llevando las bebidas y lo encontró hablando con el técnico de su equipo que revisaba la tan ansiada laptop en busca de pistas relevantes.

—Ten —le extendió la bebida y su novio apenas estiró la mano para tomarla, ni siquiera la regresó a ver. Ella sonrió de nuevo. No podía culparlo, después de todo, a pesar de que incluso ella misma le hubiera dicho que lo dejara, él había sido constante y por fin lo había conseguido.

—Espere, comisario —ella se puso alerta cuando escuchó al joven alertarlos con algo que acababa de encontrar.

—¿Qué pasa?

—Parece que hubo —comenzó a teclear, mirando la pantalla con mucha atención— una aplicación que estuvo grabando en segundo plano, pero se interrumpió de repente… déjeme ver si puedo recuperarlo.

—¿Por qué no grababa con la cámara? —Inquirió confundido, sus cejas estaban muy fruncidas. Hiten era un hombre muy extraño para su gusto.

—Puede que estuviera viendo algo con la pantalla a full —seguía buscando los datos necesarios—, puede ser la foto de alguien o un vídeo.

—El material que estaba utilizando para masturbarse —dedujo la detective, también bastante enfocada en el caso. Su novio asintió, dándole la razón absoluta. En la estación nadie sabía que eran pareja, aunque lo sospecharan; aquello nos ería favorecedor para sus carreras.

—Bueno, estoy de vuelta —la voz del fiscal llamó la atención de todos. Entró rápido después de haber atendido un par de pendientes. Los presentes lo saludaron de forma respetuosa—. ¿De qué me perdí, Yamada? —Se dirigió a la joven pelinegra colocándose a su lado, reposando el cuerpo sobre el filo del escritorio.

—Parece que hay una grabación que nos dé alguna pista de lo que hacía aparte de la autosatisfacción —alzó a una ceja y bebió su café.

Tōtōsai asintió esperando resultados consistentes ya que le había costado mucho conseguir que reabrieran el caso, ¡había tenido que viajar a Chiyoda para poder convencer al departamento de que valía la pena! Si todo resultaba como el comisario decía, probablemente se trataría de una enorme red de narcotráfico y lavado de activos que incluso la DEA debía atender.

—¡Por fin! —Jaken, el técnico, había encontrado lo que buscaba y ahora los tres estaban esperando respuestas, reunidos muy cerca del otro apenas lo escucharon alzar la voz—. Hay poco tiempo de grabación, pero puede que haya algo —sin esperar más, dio a play.

Los interesados se acercaron mucho para poder escuchar con claridad, aunque los primeros segundos, únicamente parecían escucharse los clics de la laptop y después de eso las exhalaciones propias de la actividad física que el occiso había estado practicando. La incomodidad fue evidente en los rostros de todos, pero eso no impidió que siguieran atentos al material, que, al parecer, solo era audio, porque la pantalla estaba en negro. Siguió corriendo el tiempo hasta que por fin lograron escuchar algo más que no fueran los gemidos.

"—Ah, sí… qué buenas tetas tienes, maldita…"

Yamada se sintió ofendida ante el comentario definitivamente misógino y asqueroso que el difunto había soltado. Su novio se dio cuenta de la incomodidad, pero siguió atento.

"—Vamos, di que eres mi perra, Kikyō"

—¿Kikyō? —Preguntaron al unísono y el técnico tuvo que parar la grabación.

—Me suena su nombre —acotó la chica, pensativa, y atacando de inmediato la documentación sobre el escritorio.

—Debe ser alguna amante —prosiguió el fiscal, pero el comisario miraba la pantalla en silencio sacando sus conclusiones.

—Revisa su historial de búsquedas en el navegador —ordenó, seguro de que encontraría algo ahí que los llevara a la tal Kikyō sin necesidad de buscar en los archivos de la investigación tal y como lo estaba haciendo su novia.

Jaken asintió y apenas se posicionó en las búsquedas no tuvo que bajar demasiado para encontrarse con el perfil de Instagram de «Kikyō Higurashi».

»—Lo sabía —dijo, haciendo una mueca de victoria. Su jefe se acercó a él mientras la página cargaba.

—¿Kikyō Higurashi? —Repitió Tōtōsai, observando las pocas fotos que había en la cuenta. No parecía haber demasiado sobre su trabajo, residencia u otro identificativo. Había una foto con otra joven y en la descripción daba a entender que era su hermana—. Kagome Higurashi.

—¡La encontré! —Yamada dirigió la atención a ella—. Kikyō Higurashi fue la secretaria de Hiten —alzó la vista y notó que su novio captó rápido la información.

—Ve al perfil de su hermana, debe haber algo allí.

—En seguida.

Mirando el Instagram de Kagome Higurashi, con mucho más contenido multimedia, llegando hasta abajo algunos meses antes, una foto muy peculiar paralizó los movimientos del comisario.

—Déjame ver esta foto —tocó la pantalla y Jaken la amplió de inmediato. Sus ojos se abrieron de más al reconocer a alguien en esa imagen y poco a poco se fue enderezando mientras un millón de cosas cruzaban por su mente, entre ellas, lo pequeño que podía ser el mundo—. Yo sé quién es.


Los siguientes dos meses de relación habían vuelto a ser pacíficos y buenos, tal como los anteriores. Después de que hubieran discutido y no hablado por dos días, la paciencia de InuYasha iba a explotar y aunque había buscado una excusa para verla, aunque fuera con sus padres cerca, ella no había asomado ni un pelo; tuvo que esperar pacientemente a que lo llamara, pero grande fue su sorpresa cuando llegó a su puerta y después de decirle que, aunque todavía tenía una espinita dentro, lo extrañaba como una condenada. Se habían amado esa misma tarde con toda la intensidad que había quedado paralizada la noche que parecía que todo se había ido a la mierda. Poco a poco las cosas fueron volviendo a la normalidad y eso les había aliviado el corazón a ambos. Habían podido compartir también todo el proceso de adopción de Shippō y, afortunadamente, ahora habían formado una amistad con los nuevos padres del niño, manteniendo de alguna manera el vínculo y permaneciendo cerca de él. Nuevamente, las clases habían regresado y con ello, el trabajo de InuYasha, además Kagome estaba por terminar su tesis y la presentaría en dos semanas.

Entre sus manos tomó la cámara y la alzó para enfocar la entrada al baño, luego hizo zoom hasta el amuleto en las repisas del mueble y después se dirigió a la ventana, en donde el sol de la tarde daba todavía muy brillante.

Sip, es perfecto —comentó sin dejar de mirarla.

—¿Sí? Eso es bueno —Kagome sonrió, complacida. Le había regalado un mejor lente para la cámara y ahora la estaba probando, parecía feliz con el resultado.

Tomó su cabello y notó que ya había crecido unos tres centímetros más debajo de los hombros, por lo que ya podía llevar toda la masa de hebras hacia un hombro para ver qué tal iban las puntas. Sin decir nada se levantó y estiró el cuerpo lo más que pudo observando la vista desde ahí, que, aunque desde un piso alto, se veía increíble. Cruzó los brazos por delante del pecho desnudo y se quedó ahí, simplemente disfrutando del momento. InuYasha, que había notado que ella reposaba en ese lugar sin moverse, se había quedado prendado de su figura un momento, casi sin pestañear, notando cómo esta se apreciaba contraluz, completamente limpia, era una sensación que no supo describir, pero le pareció incluso inspiradora.

—Oye —le salió llamarla, ella solo respondió con un sonido sin dejar de observar por la ventana—, ¿puedo tomarte una foto?

La azabache se sonrojó al instante abriendo los ojos lo más que pudo. Giró para verlo y notar que no era una broma.

—¿C-cómo? —Esa propuesta era nueva en todos los sentidos posibles y aunque no le pareció mala, no supo cómo sentirse con ella.

Como hacía tiempo que no pasaba, los colores se subieron a la cara de InuYasha y tuvo que abrir la boca apenas para tomar aire cuando notó que su novia había visto otras intenciones en su propuesta.

—N-no, no es lo que estás pensando —se removió un poco y las sábanas descubrieron su desnudez, haciendo el momento todavía más bochornoso. Se dio cuenta de que su novia se percató del detalle porque apretó los labios y quiso reír—. Maldición —susurró, volviéndose a tapar. No era que le molestara, pero si tomaba en cuenta el contexto, parecía un pervertido increíble.

—¿Qué clase de foto? —Alzó una ceja sin dejar de sonreír.

InuYasha tomó aire profundamente y no soltó la cámara. Era difícil de explicar.

—Quiero decir… —empezó—, si pudiera conceptualizar en una imagen de alguna marca de productos para mujer, podría usar tu figura de espaldas como logo…

Kagome se quedó en silencio un momento analizando lo que InuYasha acababa de soltarle. Miró para todos lados imaginando que se refería a un tema más artístico que otra cosa.

—¿Quieres decir que mi cuerpo te inspiró?

Él ladeó el rostro con una expresión que gritaba «por fin me entendió» por todos lados—. Entre otras cosas —comentó ahora sí con más de un sentido.

La sonrisa de la azabache se extendió todavía más y asintió.

—De acuerdo, ¿cómo quieres que me ubique?

—Date vuelta —él salió de la cama, alistando la cámara—, necesito que estés a contraluz.


Como hacía mucho que no pasaba, su jefe no se encontraba en los predios de El Gremio sino que reposaba su pateable trasero en la mullida silla de su despacho en la mansión Tatewaki. Ella, como era costumbre, permanecía el mayor tiempo posible en donde él estuviera, porque prácticamente le pagaba para que fuera su otro yo, pero con vagina y los ovarios mejor puestos que su par de… Tomó aire antes de tocar, como no era costumbre, porque ahora traía malas nuevas y quería hacer las cosas mejor antes de recibir un montón de gritos. Era terrible notar que el final se veía cada vez más cerca, aunque sabía que eso podría tener solución si lo trataba de forma más racional y no pensando con la cabeza inferior.

—Pasa —él sabía que era ella, por algo era la única mujer que usaba zapatos de tacón de todos quienes trabajaban a su servicio.

—Buenas tardes, Naraku —otro inusitado saludo, cortesía de Kagura Toriyama. Dejó de ser una payasa cuando, como si de un endemoniado se tratase, su señor giró la cabeza lentamente para verla con odio.

Los dos meses habían pasado volando, nadie tenía idea, pero cada día que avanzaba, Naraku perdía un poco de su cordura por no saber cómo detener esa investigación sin tener que matar a media fiscalía, lo cual lo hacía todo más difícil. Todos los días desde que la fecha exacta se había cumplido, preguntaba a Kagura por si ya habían empezado, pero ella le decía que todavía no y de eso ya era más de una semana. Cada vez que la veía entrar a sus oficinas sentía un escalofrío poco inusual recorrerlo. Ya hasta tenía ojeras. Kikyō ni lo sospechaba, ella seguía su rumbo completamente normal, excepto porque ahora hacía más actividades con Kagura y aunque las dudas la habían asaltado, dejó de preguntar cuando él le dijo que trataba de darle un poco de espacio a su secuaz y que ella era la excusa perfecta para que se relaje.

—¿Vas a quedarte parada ahí todo el día? —Le insistió, soltando el humo mientras hablaba. Estaba más irritable que antes esos días.

La aludida suspiró alzando la tan acostumbrada tableta y leyendo el correo que le había llegado en la mañana.

—La nueva pastilla fue completamente aprobada por fin, ya puede empezar a producirse en masas —le informó con voz plana. Era la única buena noticia que le llevaba, igual.

—Pues que comiencen —le respondió con un tono ligeramente desinteresado. No era eso lo que realmente quería saber.

—La inversión se estima en millones de dólares, debes reunirte urgentemente con tus socios para que aprueben el proyecto—acotó como tratando de decirle que dejara de hablar como si todo fuera tan fácil.

—¿Otra reunión? —Estaba ya hasta los huevos, no iba a mentir.

La asistente hizo un movimiento afirmativo.

—Consulté sus horarios, suponiendo que algunos viajan desde Estados Unidos y Francia, entre el martes y jueves próximo hay disponibilidad de todos los socios —continuó informando y lo único que tranquilizó un poco a Naraku fue la competencia de Toriyama, que, francamente, era la única persona que lo mantenía al tanto de sus propios negocios. Se había enajenado últimamente por pensar en cómo sacarse de encima a la policía—. ¿En qué día los agendo?

Se acarició la barbilla analizando sus opciones y si tomaba en cuenta que las cosas podrían salir mal, estaba claro que el día más idóneo sería…—. El miércoles.

La joven asintió apuntando en el aparato móvil. Tomó aire como por millonésima vez en lo que iba del día y el gesto activó las alarmas de Naraku, que la miró con los ojos bien abiertos.

—Los detectives tienen en sus manos la computadora —soltó y se preparó para los gritos.

—¡¿Y te dejas la mierda para el final? —Mientras rugía golpeaba el escritorio con ambas manos. Toriyama cerró los ojos y ladeó el rostro—. ¡Maldita sea, Kagura! —Odiaba tanto todo lo que estaba pasando. ¿Por qué demonios no había dejado a Hiten ahí y sacado a Kikyō para ubicarla en otro trabajo? ¡¿Por qué se había complicado tanto la vida?! Qué maldita mierda todo.

Jamás pensó que la muerte de una rata como esa le iba a traer tantos problemas.

—Ordené las noticias porque después de saber esto, no querrías escuchar lo demás —comentó, lógicamente y Tatewaki se sentó, casi rendido—. Por suerte, el abogado ya está a mi disposición, aunque me costó convencerlo —alzó una ceja—, dice… que tiene ética y valores —rio, burlona—, pero procederá con una llamada.

Su jefe, que reposaba una mano cerca de la boca, la miró, pensativo, pero asintiendo muchas veces. Esa era una buena noticia.

—Hay que vigilar a Kikyō —repitió.

—Está bajo mi tutela, no te preocupes.


Era la primera vez que Kagome se sentía como una modelo, pero, por increíble que pareciera, tomando en cuenta que estaba totalmente desnuda, no se sintió ni un segundo incómoda. Con ese simple gesto InuYasha le estaba diciendo que le gustaba tal y como era, que admiraba todo lo que era ella de todas las formas posibles y eso la hizo sentirse mucho mejor respecto a cómo apreciaba su cuerpo frente al espejo. Después de varias tomas, ambos, sin ponerse una sola prenda, se sentaron sobre la cama y miraron las fotos una a una; Kagome sugirió borrar un par y elogió otras dos. La mayoría de imágenes no revelaba demasiado su cuerpo tomando en cuenta que lo que se buscaba era aprovechar la luz natural para delinear su silueta. InuYasha le dijo que las editaría pronto y que, si deseaba, ella podía estar en esas sesiones con Photoshop.

—Gracias por las fotos —alzó el dispositivo y sonrió, todavía ligeramente avergonzado— y perdón si soné como un pervertido.

—Bueno… —Kagome ladeó el rostro, pícara—, no me molestaría si ahora te portas un poco pervertido —le besó el hombro y desde ahí lo miró, lasciva.

Él le sonrió de vuelta, tomándola por la nuca y dejando de lado su herramienta fotográfica—. Sí, pero esta vez, sin cámaras —y la besó.


Después de la increíble revelación que el perfil en Instagram de la tal Kagome le había brindado, lo primero que había hecho era comentar brevemente con su superior de quién se trataba y su pareja simplemente le había preguntado si estaba seguro de proceder con ello, aunque evidentemente no le afectara demasiado, seguía siendo un tema que prefería no tratar, pero al segundo había descubierto que sería la manera perfecta para continuar con su investigación sin levantar demasiadas sospechas hasta obtener algo conciso, por lo que le había dicho a su novia que sí, que procedería como tenía que ser.

Tōtōsai le había dicho que siguiera con cautela, que indagara bien porque no se tenía nada aún y no necesitaban una denuncia a la propia fiscalía por abusar del poder o por acoso policial; ja, le hablaba como si fuera un niñato inexperto que no sabía lo que hacía. Empezar con el menor sería muy adecuado si sus suposiciones eran ciertas. Encontrar esa dirección había sido cuestión de minutos en la base de datos y con la foto, así que, sin pensarlo más, había tomado su auto y se dirigía al domicilio. Dentro de él había una sensación de victoria que no se desvanecía.

Estacionó el vehículo cerca del inmueble que se suponía que habría de visitar y observó lo alto que era, por lo menos unos quince pisos. Alzó las cejas… el mocoso vivía bien, por lo visto, incluso después de todo lo que había pasado. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el celular vibró en el bolsillo de su pantalón.

—¿Qué sucede? —Contestó mirando a los alrededores para no perderse ningún detalle.

¿Llegaste al edificio? —La voz femenina salió casi preocupada por el auricular, aunque mantenía la calma, no podía evitar sentirse inquieta por el futuro encuentro de su pareja.

Él asintió sin dejar ni por un segundo su tarea visual.

—Sí, estoy casi en frente —le informó analizando el panorama—, pero vigilaré un poco por si sale o entra antes de usar su número de contacto.

Comprendo —la joven, del otro lado, también asintió—. Si necesitas refuerzos, solo llama —no pudo evitar sacar a relucir su lado protector.

—No creo que sea necesario… —lo último lo dijo casi en susurro.

Iba a responder algo más dulce ante la preocupación de su pareja, pero sus sentidos captaron, a través del vidrio medianamente abajo, las características físicas de quien estaba esperando, dejándolo mudo por unos segundos, tratando de agudizar la vista para estar seguro.

¿Estás ahí? —Escuchó después mientras subía los vidrios de su ventana.

—Creo que ya lo tengo —comentó, más para sí que para su interlocutora—. Te llamo más tarde —sin esperar respuesta, colgó.

Analizó las posibilidades de entrar detrás de su objetivo que aún estaba tratando de ingresar a los predios del edificio; entrar con su auto le quitaría mucho tiempo porque tenía que ir a dar una vuelta para posicionarse en sentido correcto y entrar al parqueadero, así que optó por bajarse, cruzar la calle casi corriendo y no perder el vehículo de vista.

—Buenas tardes, señor, identifíquese, por favor —le pareció extraño que intentara ingresar por la vía de los vehículos en vez de por la puerta principal. Sin perder el tiempo, el alto e imponente hombre le mostró su placa tras la chaqueta, haciendo que le ceda el paso inmediatamente—. Adelante, comisario —lo observó irse y volvió a su posición.

Caminó rápidamente tras el rastro del carro blanco y por suerte jamás se le escapó porque era el único de ese color ahí. Fue cauteloso en cómo abordaba el área y sin hacer demasiado escándalo, lo siguió desde una distancia prudente. El joven se veía bastante concentrado en sus cosas, podía notar que ni siquiera parecía haberse percatado de su presencia, lo que le dio ventaja mientras avanzaba hasta el ascensor más cercano. Lo vio esperar a que las puertas se abrieran y apenas pulsó el botón con su número de piso, entró y se elevó, el comisario corrió para obtener por fin la dirección exacta.


Abrió la puerta de su departamento y antes de cerrarla pasó directamente a la cocina con el ramen que había comprado camino de vuelta a casa después de dejar a su novia sana y salva en su residencia. Se encargó de colocar también un par de fundas de pan en la alacena antes de volver a la entrada y se lavó las manos. Cruzó la isla de mármol listo para empujar la puerta cuando sintió que alguien puso el pie, impidiéndole la acción. Frunció el ceño de inmediato y antes de asomarse siquiera para enterarse de quién se trataba, una voz que por algún motivo le pareció familiar, se dejó oír, imponente y grave.

—Tanto tiempo sin vernos, InuYasha.

Cuando el rostro por fin se presentó ante él, sintió que un balde de agua helada había sido derramado sobre su cuerpo, sintió escalofríos y un montón de sensaciones negativas en un segundo.

No, no podía ser.

Era él.

—¡Sesshōmaru!


Continuará…

Es emocionante y definitivamente placentero por fin presentar un personaje que quería desvelar desde el capítulo 26 (creo) o 27, no sé bien, yo no me acuerdo de lo que hice hace media hora.

Veo que esperaban otra reacción de Kagome, solo puedo decir que esa no es la única pelea que van a tener uwu

Les dejo un beso enorme a XXlalalulu, Marlenis Samudio, Megoka, Rosa Taisho, Susanisa, Rodriguez Fuentes e Iseul.

En esta ocasión aprovecharé para responder especialmente al comentario de MegoKa, ya que al ser un usuario invitado, casi nunca puedo interactuar con ella: Gracias, gracias por ese review precioso, me hizo sonreír y conmover en el fondo del corazón. No voy a dejar la historia, está terminada y aún hay algunas cosas que quiero que lean porque a mí me gusta lo que veo cuando corrijo, solo es que a veces me cuesta mucho editarla porque es más pesada que Wedding planner, pero ten por seguro que esta historia llegará a su término. Tanto a ti como a todos quienes a pesar de todo han persistido hasta aquí leyendo esta historia son la razón por la que sigo publicándola. Les mando un beso y a ti también, me alegro haberte hecho sentir tanto con el capítulo, pero me temo que Kagome no tendrá esa misma actitud siempre. Y eso era todo.

Les mando un abrazo a todos, gracias por leer.