Participación mayoritaria de personajes: InuYasha, Sesshōmaru y Rin.

Participación minoritaria de personajes: Esposa de Hiten (nombrada aquí Yuna Yamamoto).

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Capítulo 42

Las miradas doradas chocaban entre sí desafiándose, como si fueran muy diferentes, irónicamente. Ninguno de los dos decía palabra, excepto hasta que prácticamente fueron obligados por el mesero, que ya se había acercado a preguntar qué deseaban ordenar.

—Para mí un café cargado sin azúcar—empezó a pedir sin dejar de observar fijamente a su primo— y una botella con agua mineral, por favor.

El joven, que ya había notado la tensión entre esos dos desde que habían entrado al Café, asintió y tomó nota, pero tenía ganas de salir de ahí inmediatamente.

—Bien —asintió—. ¿Qué va a ordenar usted, señor? —Se dirigió al pelinegro con un gesto atento.

—¿Venden refrescos? —Seguía enfocado en el peliplata.

—Sí, señor.

—Pues una Coca-Cola de vidrio bien fría para mí, por favor —dijo y su tono fue serio, casi molesto.

El muchacho agachó la vista y volvió a apuntar. Juraba que el aire era más pesado en esa mesa.

—¿Desean ordenar algo más? —Preguntó, pero se arrepintió al instante.

—¡No, muchas gracias! —El grito unísono de ambos lo hizo asustar y tuvo que aferrarse al pequeño bloc de notas en sus manos.

—Lo siento —hizo una reverencia, todavía nervioso—. Con permiso —y se retiró sin decir más.

«Eres un grosero impertinente de lo peor». InuYasha arrugó la nariz mientras soltaba aquello con el pensamiento, sintiéndose completamente iracundo al tener que soportar una reunión con él. Sesshōmaru lo observó con el mismo desdén pensando algo parecido.

Ambos se habían comportado como unos groseros impertinentes de lo peor, pero no iban a aceptarlo públicamente, así que el peliplata fue a lo que realmente importaba.

—Por nuestra seguridad —decidió iniciar la conversación mientras ponía el celular sobre la mesa— esta conversación va a ser grabada —InuYasha no tenía nada de qué quejarse porque francamente no tenía idea de lo que estaba haciendo su primo, pero suponía que tenía toda la facultad de seguir adelante con ello, porque era el maldito comisario—. Creo que no vives bajo una piedra y recuerdas el asesinato del presidente de Asahi Bīru, Hiten Rei —continuó y vio al pelinegro subir la mirada después de haberse quedado unos segundos sobre su celular móvil.

—Asesinato que tu departamento no pudo resolver, ¿verdad? —Cuestionó, llamándolo incompetente, en realidad, porque había visto sobre ese caso que la fiscalía había tenido que cerrarlo por falta de pruebas, testigos y demás. No sabía bien qué tenían que hacer los policías, pero le pareció que no hacían bien el trabajo.

—Asesinato que ahora mismo investigo —corrigió, sintiendo la ira recorrerlo después del estúpido comentario que en nada aportaba a su investigación— y mejor cierra la boca y no opines sobre mi trabajo, porque no tienes ni idea —con eso último, InuYasha pareció más presto para escucharlo, aunque molesto y orgulloso. Era difícil trabajar así—. Estuve investigando un poco sobre ti estos días… —soltó el dato interesante, aunque por la reacción nada asombrada del menor supo que no había sido una sorpresa—, estás en una relación, ¿no es así?

En vez de asentir y simplemente dejar que la conversación fluyera, InuYasha se acomodó en la silla y le dedicó una sonrisita ladina a su compañero.

—Parece que me has vigilado bien —respondió después, mirando hacia otro lado. De algún modo era escalofriante saber que había estado siendo vigilado y ni siquiera se había dado cuenta, incluso si ya lo tenía asumido; además, eso significaba que ahora sabía de Kagome y eso le dejaba un terrible sabor de boca.

Terrible.

—¿Fuiste pareja de Kikyō Higurashi? —Saltó a su siguiente interrogante observando cada gesto que le pudiera indicar que el interrogado pudiera tener algo que ver con su caso.

Inmediatamente, InuYasha dibujó una mueca de confusión en su rostro que acompañó de un gesto algo burlón.

—¿Qué tiene que ver eso con-…?

—Responde la pregunta. —Sesshōmaru se inclinó hacia adelante como acechándolo y logró tener la atención deseada. No había ido a jugar y estaba harto de tantas niñerías—. ¿Por qué terminaron?

Taishō tuvo que rendirse ante la supuesta seriedad del asunto para poder responder como se debía, ya que parecía que sus dudas no iban a ser respondidas. Seguía sin entender qué tenía que ver Kikyō en todo eso, pero decidió decir la verdad.

—Ella terminó conmigo, en realidad—le aclaró como primera cosa—, dijo que ya no me quería, básicamente —se encogió de hombros. Si lo pensaba más fríamente, había sido una razón válida y sin rodeos, no entendía por qué en ese momento le había parecido tan fatal, si es que era la verdad que ya no lo quería, ¿qué carajo va a hacer en una relación con él? Era lógico terminar. Sesshōmaru continuaba viéndolo fijamente—; luego me enteré de que había alguien más.

—¿Sabes quién era es persona? —Asaltó de inmediato, interesado. ¿Otra persona en la ecuación? Fácilmente, ese nuevo elemento podría reemplazar a InuYasha y ser, tal vez, quien podría estar buscando.

—No lo sé… —negó, concentrado en sus recuerdos—, puede que sea algún ex.

—Cuando te enteraste de que estaba con otra persona, ¿ya había sucedido el asesinato de Hiten? —Continuando con sus deducciones, siguió preguntando cosas claves para comparar datos y saber si el tiempo coincidía y volvía a la teoría de que Kikyō había sido amante del fallecido y por eso había terminado su relación con InuYasha.

—N-no lo sé —confundido todavía más, realmente no teniendo idea de para dónde iba esa conversación, observó al detective con rostro perturbado—, creo que sí… —hizo un poco de memoria para asegurarse de que estaba en lo correcto y podía jurar que sí; luego de analizar un momento la pregunta y unir las respuestas que había dado, como por fin digiriendo todo lo que pasaba, alzó una ceja, suspicaz—. Un segundo, ¿estás insinuando que Kikyō tenía algo con Hiten? —Ladeó el rostro, pensando en que tal vez acababa de soltar una tontería, pero al ver el silencio que Sesshōmaru guardaba no lo pudo creer—. Por favor, es ridículo.

Ambos se dieron un respiro del interrogatorio cuando sus pedidos llegaron y tuvieron que removerse un poco para recibirlos.

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Tocó el timbre y después de poco, la exuberante mujer azabache de cabello rizado y ojos azules le abría la puerta, cambiando su expresión a una seria apenas la reconoció.

—Detective —hizo un gesto de saludo con la cabeza y su voz ahora sonaba un tanto incómoda. Después de todo lo que había pasado hacía aproximadamente nueve meses y por cómo había terminado, se sentía muy extraño volver a ver a uno de ellos en la puerta de su casa.

Si ya no había nada más que decir.

—Buenas tardes, señora Yamamoto —también hizo una reverencia intentando ser lo más delicada posible—, lamento la molestia… —la miró directamente, enderezándose—, ¿puedo pasar?

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Ahora él tomaba su café mientras InuYasha se alzaba la botella de cristal, pero, en esa ocasión, mirando por el ventanal de la cafetería.

—Esta reunión no va a durar mucho —comentó después de dejar el vaso sobre la mesa y reanudar la grabación—, no te preocupes.

El pelinegro alzó ambas cejas haciendo un gesto con la cabeza.

—Eso espero.

—Necesito que me digas todo lo que sabes sobre Kikyō —el menor volvió a sentirse incómodo y no le pareció lógico lo que estaba pasando, es que… ¿qué tenía que ver Kikyō? O sea, estaban hablando de un asesinato que ni ellos habían podido resolver, ¿en qué afectaba a su vida eso? Rodó los ojos. Sesshōmaru se quedó en silencio un momento viéndolo con mucha frialdad—. En mi investigación hay pruebas contundentes que indican que tu ex pareja pudo haber tenido una relación con su jefe —fue cuidadoso con los detalles que soltaba, pero si quería que su primo hablara, él también debía ceder un poco.

—Qué tontería —negó y volvió a beber la gaseosa. Era completamente absurdo. No podía decir que conocía a Kikyō demasiado, pero sí lo suficiente como para saber que nunca lo engañó y menos con su jefe—. ¿Y quieres que me convierta en tu informante? —Sea lo que sea que estuviera tramando Sesshōmaru, no quería ser parte de él.

—Bueno —había sido hora de sacar la artillería pesada, así que se acomodó también en la silla—, siempre puedo pedirle a alguien más que lo haga, pero —achicó los ojos y curvó los labios, victorioso. Ya se le quitaría esa cara de arrogante al mocoso ese— no creo que le siente bien eso a Kagome, ¿no? —Con aquella amenaza también dejaba más que claro que eso no tendría que salir de ahí, que InuYasha tendría que cerrar su bocota, asegurando que no habría manera de alertar a su objetivo.

—¡No te-…! —Al instante casi saltó sobre él, alterado y con los ojos muy abiertos. Tuvo que volver a sentarse bien al notar que había atraído miradas con ese arrebato, así que respiró hondo, ahora tocado en una fibra muy sensible: Kagome—. No te metas con ella, déjala fuera de tus mierdas —sabía que Sesshōmaru estaba al corriente con muchas cosas, pero hablar de su novia con esa propiedad le había parecido violento.

Con eso último el peliplata solo confirmó que no había forma de que su investigación llegara a oídos de la mujer. No todavía.

—Habla ahora, InuYasha —le dijo con voz casi amenazante y mirada retadora.

Quería pegarle, quería mandarlo al diablo, pero con la mención a su pareja lo había puesto contra la espada y la pared.

—¿Qué quieres saber?

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—Tenga —Rin alzó las manos para recibir el té y lo tomó por el platillo mientras veía a la viuda de Rei sentarse educadamente sobre el sillón frente a ella.

—Muchísimas gracias, Yuna-san —hizo un gesto con la cabeza y sorbió un poco de la bebida caliente. La señora ya le había dicho que no la llamara tan respetuosamente, que prefería su nombre a secas.

La aludida suspiró juntando las manos sobre sus piernas.

—Entonces, han reabierto el caso de mi difunto marido —comenzó a decir con voz decaída mientras miraba el celular que grababa sobre la mesita de centro. Volver a recordar todo eso aún le hacía eco negativo en la cabeza—. Entiendo… aunque no sé qué más podría decir que no dije antes —sobó la palma de su mano ante la mirada fija y atenta de la detective que buscaba qué palabras utilizar después de que Yuna terminara de hablar—. Solo espero que encuentren al asesino de mi esposo, quizás así nuestro pequeño Manten… —miró hacia atrás instintivamente porque su hijo estaría en su habitación jugando con sus carros y atropellando sus muñecos. Las visitas al psicólogo no se habían detenido desde la muerte de Hiten y quizás era eso lo que más dolía después de él— pueda cerrar este ciclo y vuelva a ser como antes.

Y Rin sabía lo mucho que eso le afectaba a la interrogada, la verdad era que le parecía una situación injusta y dolorosa, por lo que le costó más avanzar, pero tenía que hacerlo porque era su trabajo.

—Siento mucho todo lo que ha tenido que pasar —se condolió y dejó que los segundos pasen para continuar—. El comisario y yo —prosiguió— andamos detrás de una pista que creemos importante, pero… —se mordió los labios, pestañeando varias veces.

—¿Pero? —Yuna se alertó, ¿una nueva pista? Seguramente era importante como para que fuera a su casa otra vez.

—Bueno, es un poco complicado de decir ahora —para distraer los ánimos decidió volver a beber té—. Yuna-san, ofrezco mis disculpas de forma anticipada, pero necesito hacerle esta pregunta —continuó después de dejar su bebida sobre la mesa de centro de la sala. La mujer la miró expectante, con una expresión más bien seria—: ¿cree que su esposo tenía una amante?

La pregunta le cayó como un balde de agua fría, pero, a la vez, como un chiste monumental. Sonrió, irónica.

—¿Es una broma? —Ladeó el rostro; Rin no entendió la reacción—. Quién no fue amante de mi esposo, es la verdadera pregunta —la detective abrió apenas la boca, cayendo en cuenta—. Hiten estaba con cada mujer que podía, yo lo sé, no soy tonta —negó con la cabeza trayendo viejos recuerdos de todas esas aventuras—. Desde que había empezado a trabajar en Asahi tuvo que cambiar de secretaria alrededor de diez veces —apretó su vestido con las manos, todavía sintiéndose frustrada por todas esas humillaciones—, porque con todas había un lío de faldas… —volvió a suspirar ya que solo de recordarlo se cansaba—, él lo quería ocultar, pero claro que yo me terminaba enterando de todo —terminó de decir mirando el piso, con todo aquello muy vívido.

La pelinegra, que había estado captando toda la información, empezó a ordenar los datos en su cabeza y todo parecía ser más claro que hacía quince minutos.

—Lo siento mucho… —se condolió una vez más, pero de forma más genuina.

—No se preocupe —negó restándole importancia, pero secándose una traviesa lagrimilla que mojó su cara—, era algo a lo que ya me había acostumbrado.

Miradas marrón y azul marino se encontraron después, como intentando comunicar algo que ninguna de las dos entendió, perpetuando el silencio.

—Entones usted podría decir que era un hombre abierto sobre sus sentimientos a las mujeres con las que estaba —su tono de detective salió a flote después de encontrar la pregunta adecuada sin ser demasiado explícita.

—Definitivamente —asintió, su respuesta fue rápida—. Hiten era coqueto por naturaleza, incluso cuando salíamos antes de casarnos —alzó un dedo y se acomodó en el mueble, recordando—, fue muy directo para todas las propuestas que me hizo.

«¿Directo?», pensó Rin, volviendo a su té. Entonces era fácil que todas las mujeres de su interés terminaran sabiendo de sus intenciones ya que no disimulaba, al parecer.

—Yuna-san —se inclinó y reposó los brazos sobre las piernas, dando un aspecto dominante, demostrando que llevaba las riendas de la conversación—, ¿recuerda a su última secretaria? —preguntó con tono cauteloso—. La joven pelinegra de fleco recto —hizo un gesto demostrativo en su frente—, la señorita Higurashi Kikyō.

Haciendo memoria, la verdad era que Yuna no había tenido mucho que recordar, la chica estaba próxima en sus memorias, aunque muy irrelevante para su gusto.

—Sí, la recuerdo… —afirmó después de poco, asintiendo un poco confundida—. ¿Qué sucede con ella?

—¿Usted cree que habría podido tener una relación con su difunto esposo?

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Las preguntas habían ido variando sobre cosas más leves como en dónde trabajaba, cuántos años tenía —para corroborar que InuYasha dijera la verdad—, cuánto tiempo trabajó en Asahi y así hasta llegar a un poco sobre su círculo cercano, qué cosas solía hacer en su tiempo libre, qué carácter tenía y si podría mencionar algo que le pareciera fuera de lugar.

Claro que, aunque a su mente había llegado, InuYasha no mencionó lo de la compra al contado del auto que Kagome le había comentado. Durante el interrogatorio había intentado unir las piezas y había llegado a teorizar que tal vez ese ex había sido el mismo que sí le había comprado el vehículo y que habría mandado matar a Hiten, pero esta se iba abajo cuando no hallaba un motivo aparente para que eso suceda, ya que las cosas seguían pareciéndole tontas, especialmente lo de que podrían haber sido amantes. Sea como fuere, todo eso era muy confuso, pero sentía que había muchos detalles que no sabía y, francamente, a esa etapa de su vida, no le interesaba saber sobre lo que su ex hacía o dejaba de hacer con su vida privada. Incluso si eso era de interés de su tonto primo comisario.

—Así que no sabes nada de ese ex del que te comentó —acotó mientras se alzaba la botella de agua para beber un poco y analizar todos los datos que InuYasha le había soltado.

—Ya te dije que no —contestó rápido, irritado—, parece que terminaron mal —agregó poco después, aunque ligeramente más calmado—, es todo lo que sé —InuYasha sintió un poco de culpa después de decir eso recordando lo que su novia le había confiado y creyendo que la traicionaba confesando eso, pero trató de calmar esos pensamientos porque estaba ante una situación aparentemente grave.

Sesshōmaru achicó los ojos pensando en lo siguiente que diría, analizando las opciones que había a la mano.

—¿Crees que tu novia, Kagome —apenas la nombró su primo lo miró, asesino y con los ojos saltones—, sepa si Hiten tuvo algo que ver con su hermana? —Aun así, continuó con su interrogativa—. Si no fueron amantes, tal vez él tenía una… —ladeó un poco el rostro, con cuidado de no soltar algo más revelador. InuYasha podía ser astuto, pero sabía que en el estado en el que se encontraba por todo eso no se pondría a analizar cada cosa que dijera—especial admiración por ella. —Lo que necesitaba saber era si esa mujer llegó a ser consciente de eso, porque la obsesión de Hiten era evidente.

—No sé —le respondió en tono harto, pero fingiendo una expresión tranquila—, no hablo con ella sobre mi ex —continuó, dándole a entender que era un tonto que no se fijaba ni siquiera en ese estalle tan evidente y obvio.

—Que es su hermana —resaltó, todavía medio incrédulo por ese juego con ambas hermanas. No tenía idea de que el pelinegro podría llegar a ser así, pero definitivamente estaba casi fuera de su lista de sospechosos.

Indignado, InuYasha hizo puños sobre la mesa y se tuvo que aguantar las ganas de partirle la cara.

—¿Sabes? —Hizo un gesto con la boca, moviéndola de un lado a otro lentamente, saboreando su agrio sentimiento—. Todo esto ya me hartó —puso ambos brazos sobre la mesa y se agazapó un poco para acechar al peliplata—, ¿por qué no averiguas tú mismo tus cosas, haces tu puto trabajo y nos dejas a Kagome y a mí en paz? —Culminó, con desdén y hartazgo.

Qué mal ambiente había entre los dos, era cansino. Entonces, hasta los huevos de toda la mierda también, Sesshōmaru palmeó apenas la mesa y con el mismo gesto corporal masculló—: Escúchame bien, imbécil, ya he tenido suficientes concesiones contigo —empezó a enumerar mientras su compañero no le quitaba la vista—; he sido civilizado, te pedí de forma adecuada que colaboraras y he soportado tus altanerías y niñerías, incluso que cuestiones mi trabajo, pero estoy harto de ti —en ningún momento alzó la voz. InuYasha creía que solo él se sentía incómodo y constantemente tenía ganas de golpearlo cuando estaban cerca, pero para él también era un fastidio tener que convivir—. Si no haces lo que te estoy diciendo, realmente vas a conocerme y créeme, primito… —sonrió, malévolo, negando con la cabeza mientras InuYasha parecía falsear con la mirada ante la amenaza que obviamente creyó— no quieres saber de lo que puedo ser capaz, así que, o averiguas pronto todo lo que puedas sobre ese ex y Hiten respecto a Kikyō —su mirada era severa y amenazante, pero el menor nunca dejó de sostenerla, demostrando que él también podía ser cabrón, porque ambos llevaban la misma sangre—, o atente a las consecuencias. Y más vale que seas discreto —agregó de inmediato—, porque si arruinas esta investigación, yo arruino tu vida, no lo dudes ni por un segundo—sacó su billetera sin dejar de mirarlo—. Tienes una semana, InuYasha, así que es mejor que te pongas a trabajar ya —terminó de decir al tiempo que golpeaba los billetes sobre la mesa.

InuYasha lo vio levantarse dispuesto a largarse sin mirar atrás; puso los ojos en blanco, viéndose obligado a querer parar el berrinche.

—Sesshōmaru…

—No te asustes si llegas a casa —giró apenas la cabeza solo para decirle eso— y me encuentras tomando el té en tu sala.

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Su mirada se fijó en la carretera desde que salió de esa casa y aferró las manos al volante mientras su mente no dejaba de reflexionar sobre la información que ahora agregaba a su cerebro. El móvil vibró de pronto sobre su soporte para celular y apenas apretó el botón en sus manos libres, abrió la llamada.

¿En dónde estás? —La voz de su pareja se dejó escuchar, parecía estresado.

—En el auto —le informó deteniéndose en el semáforo, ya era de noche—, acabo de salir de casa de Yuna —miró para su ventana inmediata, distrayendo los ánimos—. ¿Y tú?

Igual —igual salía de su interrogatorio, igual estaba en su auto—. ¿Qué tienes? —Estaba esperando saber si al menos su novia sí que había conseguido algo mejor o que fuera información que ayudara a completar el puzle en el que esa investigación se había convertido.

Rin suspiró, un poco decepcionada por sus resultados.

—Al parecer, nada —volvió a arrancar mirando directamente hacia adelante—: Yuna no cree que Hiten haya tenido una relación con Kikyō porque duró mucho tiempo como su secretaria —y es que había dicho que tres años trabajando para él le hacían pensar que Higurashi no habría cedido ante su marido como todas las demás, incluso que Hiten había prometido cambiar y demás cosas, lo cual le había hecho dudar todavía más porque esa información no parecía coincidir con sus hallazgos— y demás detalles que te contaré en la estación —resolvió decir porque no iba a explicar todo lo que tenía por teléfono.

Su pareja resopló apenas, seguramente también incómodo por sus resultados. Tōtōsai no les estaba dando demasiado espacio para continuar mientras no tuvieran pistas concisas, así que debían seguir con su trabajo con normalidad y aprovechar sus pocos espacios libres para continuar, lo que ralentizaba todo el proceso. No tenían hombres ni otros recursos, ni siquiera utilizaban los vehículos de la estación.

Sí, con InuYasha resultó algo parecido —del otro lado, Sesshōmaru también conducía con destino a la comisaría—, parece que nadie nos puede confirmar un vínculo real.

—Aún investigamos a sus ex compañeros de trabajo, es la ventaja —trató de animarlo—. Además, por cómo se expresó Yuna de Hiten, parece que, si bien no hubo una relación, Kikyō tuvo que haberse enterado de los sentimientos de su jefe —afirmó, intentando darle algo más concreto para no desanimarlo.

Y lo consiguió, porque Sesshōmaru se quedó unos segundos callado, dándole la razón.

—Nos vemos en la fiscalía, entonces —respondió al final, decidido—. Llego en media hora.

—Nos vemos allá, pues.

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Se secó la cabeza con la toalla mientras, todavía desnudo, su mirada estaba fija en cualquier punto de la habitación. Inhaló pasando por al lado de su cama, cruzando la habitación hasta llegar al compartimiento de su clóset y tomar un pijama.

¿Qué diablos tenía que ver Kikyō en toda esa mierda?

Desde que había llegado a casa no había dejado de pensar una y otra vez en ella, buscando, casi inconsciente, un momento de su relación en la que le hubiera parecido una persona extraña o con conductas asesinas, que no era lo que Sesshōmaru le había dicho, pero sí lo que ahora pensaba uniendo sus dos citas anteriores. Cuando él conoció a Kikyō, ella ya trabajaba en Asahi, jamás hablaron demasiado de sus trabajos… indagando en esos recuerdos se dio cuenta de tantas cosas que no conocían uno del otro, tantos detalles que se habían perdido, como si ambos se hubieran concentrado más en estar juntos que en construir su confianza y lazos. Kikyō jamás dijo haber estado inconforme con su trabajo, tampoco mencionó tener problemas con su jefe y, se atrevía a decir, mucho menos tener una relación sabiendo que ese hombre era casado y, encima, estaban juntos. Quizás no conocía a su ex como la palma de su mano, pero un mínimo sí y sabía que era una mujer decente y respetuosa como toda la familia Higurashi.

Se sentó sobre la cama y miró el teléfono con las manos picando por llamarla y preguntarle qué diablos estaba pasando, pero arrepintiéndose en el acto; ya su primo lo había advertido y, para tener de nuevo el contacto de su ex, tenía que preguntarle a Ayame por él —porque no se lo pediría s su novia ni estando loco—, lo cual desataría una serie de preguntas que tendría que llevar a explicarle a todo el mundo que había vuelto a ver a Sesshōmaru y por qué. Quiso agarrarse de los cabellos por la frustración que sentía, como ahogado en toda esa situación sin tener a nadie a quien acudir y luchando con sus expresiones para que no se le notara que estaba con todo eso encima.

Ocultárselo a su familia era fácil, solo tenía que frecuentarlos menos hasta que todo se acabara, pero con Kagome era distinto. Ahora que se estaba tomando un tiempo antes de empezar a buscar trabajo pasaba mucho con él haciendo cualquier cosa, ayudándole, compartiendo… ¡¿Cómo diablos iba a hacer?! Volvió a su interrogante inicial sin poderle encontrar una respuesta lógica. De todas formas, la idea de que Kikyō había comprado un auto de contado le hacía mella, como encendiendo una alarma, aun cuando eso no parecía tener nada que ver con la muerte de Hiten; le pareció que por algo su novia estaba alarmada o quién sabía qué; ya no sabía ni qué pensar, pero estaba seguro de que, desde ese momento, cualquier movimiento de la mayor sería extraño para él. Maldito el instante en el que volvió a ver a ese zoquete, ahora no sabía ni qué pensar.

Otra situación que lo tenía tenso era tener que conseguir información sobre el ex de su ex, con, claramente, Kagome… Todo podría ponerlo en evidencia, pero, principalmente sobre ese tema, era incómodo hablarlo con su novia, como si estuviera demasiado interesado en la vida amorosa de Kikyō, llegando a malinterpretarse; ellos ya habían tenido un problema justamente por eso, por hablar de sus intenciones iniciales y, francamente, sí él fuera Kagome, hallaría muy raro un cuestionamiento sobre la vida de su ex, como si quisiera seguir indagando y buscando porqués. Negó con la cabeza apenas esa idea surcó su mente. No quería otra pelea con Kagome.

No otra vez, no por eso.

Suspiró hondo, más confundido que al principio. No quería que Sesshōmaru se acercara a Kagome ni siquiera a preguntarle la hora, así que, si deseaba que eso se hiciera realidad, tenía que resolverlo él mismo como fuera. Incluso si eso significaba tener problemas. Así que… no había opción: tenía que callar y hacer lo que se le había pedido. Entre más rápido se acabara esa mierda, mejor para todos. Quería proteger a su pareja, incluso si se trataba de su propia hermana, que ya era bastante grandecita como para saber lo que estaba haciendo.

Quiso echar todo a la mierda para poder prepararse para descansar ya que al otro día tenía trabajo temprano cuando el móvil sonó sobre su mesita de noche. Se asomó para ver de qué se trataba y vio que era un mensaje de su chica por WhatsApp; un escalofrío le recorrió la espalda y lo hizo enfriar las manos. Tomó el celular despacio casi dudando en si responder o no.

"¿Estás despierto?"

Movió el pie derecho sin cesar hasta que decidió dejar de ser un cobarde y entrar a la aplicación de mensajería.

"Sí, en un rato me voy a descansar. ¿Está todo bien?"

Notaba que ese mensaje no parecía muy feliz de su parte, era seco y simple, podía sentir su mal humor a través de la pantalla, pero algo le decía que no era un problema con él exactamente. Ella estuvo «escribiendo» casi de inmediato.

"No, InuYasha, no está bien"

Kagome seguía escribiendo, pero él decidió intervenir.

"Tranquila, dime de qué se trata"

"Es que no puedo creer que haya dicho esto, no es posible"

Tanto el envío de su mensaje como el de la azabache habían sucedido en el mismo instante. Kagome volvió a escribir.

"Mamá se puso mal y todo. No puedo creer que Kikyō haya dicho que se va"

¿Se iba? ¿Kikyō se iba? ¿De dónde? Frunció el ceño, medio confundido, pero sintiendo que sus alertas volvían a encenderse como sin razón aparente.

"¿Cómo que se va?"

Inquirió y la respuesta también llegó rápido.

"De la casa, InuYasha; Kikyō va a mudarse de nuestra casa"

Abrió la boca ligeramente con un montón de cosas pasando por su cabeza.

Eso no se veía bien.

Continuará…


Se siente emocionante escribir estas escenas con She knows de J. Cole de fondo.

Bueno, bueno, este cap fue mucho de InuYasha, Sesshōmaru y Rin, que van sacando sus conclusiones. Por fin estoy entrando a los puntos más críticos de todo este enrollo.

Les dejo un beso enorme a: XXlalalulu, Marlenis Samudio, Megoka, Rosa Taisho, Susanisa, Rodriguez Fuentes e Iseul.