Participación mayoritaria de personajes: Kikyō, Kagura, InuYasha y Sesshōmaru.

Participación minoritaria de personajes: Rin.

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Capítulo 45.

Los días de octubre en Japón suelen ser cálidos, oscuros, fríos y, hacia el final del mes, cortos. Es recomendable usar chaqueta en la mañana y en la noche, pero en el día puede hacer sol. Es un mes con cambios constantes como la vida misma.

Después de que el cuerpo de Bankotsu cayera sobre su propio charco rojo, todo se había detenido a su alrededor; recordaba a Naraku haberse quedado un par de segundos viendo el cuerpo inerte caer, limpiarse con cuidado los restos de sangre en la cara y luego descender el brazo poco a poco como si no lo creyera, hasta que después guardó el arma y simplemente se fue, diciendo que todos volvieran a sus labores. Cuando Kyokotsu la había soltado, simplemente corrió despavorida hasta el cuerpo de Ban, que ahora no era más que un montón de carne y huesos sin vida, completamente vacío. El dolor… el dolor que había sentido mientras tomaba el cadáver entre sus brazos, cuando la sangre rojísima había manchado su pecho desnudo, marcando su piel y su alma, los restos de su cerebro esparcidos…

Los gritos desgarradores que rasgaron su garganta y la fuerza con la que apretaba a su difunta pareja pidiéndole que no la dejara, aun sabiendo que ya lo había hecho, eran cosas que nunca iba a olvidar. Había llorado tanto, incluso había gritado a Kikyō que la dejara en paz por lo menos esa vez, que la dejara vivir su mierda y se largara, lloró hasta quedarse completamente sola en la explanada, porque incluso Renkotsu había sido retenido por sus colegas, lloró hasta quedarse vacía.

Habría querido suicidarse ahí mismo; la idea de tomar cualquier arma cercana era tan tentadora, el solo imaginar poder encontrar un modo de dejar de sentir cómo le hincaba el alma por la pena era suficiente para que quisiera acabar con ella ahí mismo. Había visto el cuerpo de Bankotsu tornarse pálido con el paso de los minutos, volverse frío y aquello solo era señal de que debía dejar de rehusarse a aceptar la realidad, a aceptar que él había muerto.

«¡Vive todo lo que puedas por los dos!», le había dicho y únicamente por eso, había decidido que no se iba a hacer daño.

Pero la tragedia había llegado en cadena, porque esa misma noche, después de enterrarse el cuerpo de Ban, Renkotsu sí que había acabado con su propia vida sumando a El Gremio una valiosa pérdida más. Kanna se había quedado sola también y la entendió, pero, si era muy sincera, podía apostar a que ningún dolor en ese momento se comparaba con el suyo. Respirar dolía, caminar dolía… Se había encerrado en su cuarto de la mansión por casi tres días sin recibir nada más que agua y calmantes, esperando a que Naraku entrara para acabar de una vez con ella, incluso pasaba el tiempo sin seguros en la puerta.

Sin embargo, eso jamás pasó, ni siquiera lo había visto asomarse cerca de esa área de la casa. A esas alturas de la vida, tenía claro que su absurdo sueño de ser libre era solo eso: un sueño, y uno muy idiota. Tenía tan pocas ganas de seguir adelante, tanto agotamiento, tanto vacío, que la muerte habría sido un regalo. Hacia el cuarto día, aunque como un zombie, salió de ese cuarto a pedir comida y un calmante para poder dormir, porque ya no podía más. Una semana en total había estado desconectada de todo hasta que tuvo las agallas de pararse frente al escritorio de Naraku, volverle a ver la cara y en vez de odiarlo… no sentir absolutamente nada.

No tenía nada, estaba vacía… ni rencor, ni odio —porque antes habría pensado que mataría a Naraku mientras dormía por lo que le había hecho a su esposo—, ni llanto, nada; todo se había ido con Bankotsu, incluso sus ganas de tener una vida diferente.

"—¿Qué vas a hacer conmigo? —Se paró frente a él con la espalda encorvada, sin poder siquiera evitarla o corregirla, las manos simplemente colgando y la mirada sin brillo, plana.

Naraku, que estaba esperando cualquier otra cosa de ella, se quedó en silencio, observándola con mucha atención. Esperaba que fuera a gritarle y reclamarle un montón de cosas, incluso él mismo pensaba que era natural una reacción así, pero ella solo se había encerrado, sabía que no quería ni comer y verla ahí, por completo destruida, le hizo pensar que la nueva Kagura era el peor castigo que le podía sobrevenir. Incluso peor que los berrinches de Kikyō, quien, muy probablemente, no volvería.

—¿Solo eso dirás? —Ladeó el rostro, achicando los ojos.

O quizás solo estaba fingiendo toda esa maldita calma y vacío. Se echó para atrás en la silla, analizándola mientras se acariciaba la barbilla: ¿estaba tramando algo contra él? ¿Escapar, quizás? No lo sabía, pero todo podría ser posible. Suspiró después, interpretando la expresión corporal de Kagura, sus ojos apagados y gachos, cómo parecía haber perdido todo rastro de fuerza, de carácter.

No fue demasiado claro para él si Kagura le servía así.

—Desaparecí una semana —decidió comentar finalmente, cruzándose de brazos. No iba a responder a esa pregunta, ni siquiera ella misma sabía qué realmente le pasaba y cómo deshacerse de ese sentir tan helado por dentro—, debe haber mucho por hacer, así que solo suéltalo"

Por supuesto que sus labores habían ido volviendo gradualmente, dos semanas después, pero ahora ya no estaba sola, siempre llevaba un guardia con ella a todas partes, a veces incluso eran dos. Imaginaba que Naraku, en el fondo, creía que lo iba a traicionar en venganza, pero portaba tan pocas ganas de seguir existiendo que ni ánimos de insultarlo tenía, así que sus guardias eran simplemente inútiles. Lo único que la movía era la voluntad de Bankotsu, aunque, si era sincera, llevar esa calidad de vida no lo valía lo suficiente.

A veces todavía lo lloraba, especialmente cuando se colocaba su «anillo de bodas». En el pecho, el corazón se contraía tanto que le quitaba el aire. Jamás había creído en el destino, el hilo rojo o mierdas de esas, pero entre lo mucho que lo extrañaba y lo oscuras y frías que eran las noches, rogaba que, si había otra vida, ojalá pudiera volverlo a ver.

Quemaba que Bankotsu había sido el único de los dos que se había ido, incluso cuando tenían la misma posibilidad irse juntos.

Dolía que, por más que volviera mil veces a El Gremio, jamás lo vería otra vez.

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Todavía, a veces, se sentía en trance.

En muchas ocasiones le pasaba en el trabajo, en otras cuando estaba sola en casa, cuando se duchaba o cuando intentaba dormir: siempre veía los dedos de Naraku apretando el gatillo y acabando con la vida de su ex mejor amigo.

Después de que el cuerpo de Bankotsu cayera sobre su propio charco rojo, todo se había detenido a su alrededor; no pudo reaccionar ante nada, ni siquiera en los primeros segundos en los que Kagura había corrido, desnuda, hasta el cadáver. Supuso que toda la sangre se le fue a los pies y perdió el sentido casi por completo mientras caía de rodillas al suelo desde su silla, sintiendo que el pecho se le cerraba y le impedía la respiración; deseó con todas sus fuerzas desaparecer, pero el desgarrador grito de Toriyama, mientras sostenía el cuerpo, la hizo volver en sí. Había corrido como pudo hasta ella, ya sin ningún guardia que la detuviera, con ganas de ayudarla e incluso sacándose el blazer para dárselo, pero…

"—¡Déjame en paz, maldita sea, por lo menos esta puta vez! —La había mirado enardecida, con los ojos rojísimos y llenos de un dolor que seguramente la estaba haciendo conocer el mismísimo infierno.

Entre todo ese caos, se preguntó cómo Naraku era capaz de largarse y dejar todo así, a la deriva… ¡¿Qué clase bestia sin corazón hacía eso?! Lo odiaba tanto en esos instantes.

—Kagura, lo siento tanto… —le dijo, con la voz quebrada y temblando, apretando entre sus dedos la prenda que le ofreció—. Yo-…

—¡Que te largues ya! —Volvió a gritarle, pero esta vez, abrazando con fuerzas a lo que quedaba de Bankotsu, pegándolo a su pecho como si con eso lo pudiera revivir; no la volvió a mirar—. Deja que viva mi mierda sola, Kikyō… —susurró después, pensando que, si no le gritaba, ella respetaría su maldito espacio y la ganas que tenía de aniquilar a todo el planeta para quedarse sola—. Por favor, déjame en paz."

Irse de ahí había sido el peor calvario que había vivido en toda la vida. Le había dolido dejar a Kagura ahí, pero debía aceptar que ella ya no quería y no podía estar un segundo más en ese lugar. Ya no más. Los temblores en el cuerpo, la constante sensación de pánico, la falta de aire, lo frío en sus manos, el miedo; el miedo de Naraku, el miedo de que cada persona en ese lugar parecía conocer exactamente su nueva dirección; el miedo de que Naraku era capaz de absolutamente todo, el miedo de saber que había estado años perdonándole toda su mierda como si fuera el típico ex tóxico que te cela mucho o a veces te agrede, pero no, no era solo eso, sino una bestia absoluta y frívola que pasaba por encima de todo y de todos. No entendía por qué le afectaba tanto que Kagura estuviera con Bankotsu, porque no parecían celos, pero aquello la hizo sentirse todavía más aterrada.

Quería salvarla… Después de todo lo que había pasado, parte de ella quería salvar a Kagura, ayudarla a irse, ¡lo que fuera!, pero ni siquiera tenía ganas de salir de casa. Por algina razón, también se sentía bastante inútil, sin un gramo de experiencia o valentía, sin imaginar cómo podría armar un plan si no estaba cerca, por lo menos. Se había hecho un ovillo en la cama varias veces, pensando en el dolor que debería sentir Toriyama, imaginando que estaría planeando matar a Naraku y, a pesar de que le daba escalofríos, una gran parte de ella apoyaba esa decisión. Alguien tenía que acabar finalmente con él y cada día que pasaba, se convencía más, aunque fuera difícil, peligroso y, hasta cierto punto, doloroso.

Y combinando todo eso con sus sentimientos hacia él, había explotado todo en su maldita cara. Esa noche, apenas llegó a su departamento, se había encerrado a temblar y llorar toda la noche, incluso al día siguiente, parecía seguir inyectada por la adrenalina y terror que había vivido la tarde anterior. Lo peor había sido tratar de fingir frente a sus padres y Kagome que estaba bien, cuando quería echarse a brazos de los tres y llorar un día entero sacando todo lo que tenía dentro, pero que no pudo. Después vino la reunión para estrenar su nuevo hogar el siguiente fin de semana, algo que también le había caído como una patada al estómago, pero que tuvo que soportar con una sonrisa falsa, porque se trataba de gente que quería, pero ella no podía más, ya no.

No quería volver a saber de Naraku, no quería volver a verlo, ni a escucharlo y mucho menos a su organización… quería arrancarse la piel para dejar por fin de quererlo, para sentir desprecio o nada por él, pero todavía no podía y le dolía recordar cada cosa que habían vivido antes, como si él hubiese muerto y ella no pudiera evitar pensar en lo que habría podido ser, era una sensación extraña y amarga. Hacia esa última semana, solo había trabajado dos días, porque su cansancio y ansiedad eran tan notables, que su jefe tuvo que obligarla a tomar una licencia médica y asistir también con un profesional que le recomendó un par de medicamentos para poder conciliar el sueño y calmar los nervios. Había tenido que decir que casi había tenido un accidente en el auto y por eso estaba tan traumada.

Su vida era una mentira tras otra y se preguntó cuándo dejaría de hacerlo, porque ya estaba cansada. Se dio la vuelta en la cama, todavía sintiéndose débil por el efecto que la pastilla empezaba a hacer y antes de acomodarse sobre la almohada, vio que su teléfono se encendió sobre la mesita de noche.

Otra de las cosas con las que no podía lidiar era con que Naraku le escribiera desde cualquier número, porque otro sentimiento horrible y dual era el hecho de querer saber algo de él y de tener miedo de hacerlo, también. Estaba hasta los ovarios ya. Estiró la mano para tomar el aparato móvil y lo alzó un poco para ver la barra de notificaciones y notar que era un mensaje de WhatsApp de un número desconocido.

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Sabía que Kikyō lo había bloqueado de todos lados con su número de siempre, así que, aprovechando que coleccionaba sus celulares viejos que aún servían, tomó el móvil anterior y con un número totalmente nuevo que tuvo que comprar específicamente para eso, le había escrito ese mensaje.

"Soy InuYasha. Ni me vayas a preguntar por qué, pero tengo problemas que tú me estás causando, así que deberíamos hablar de esto de manera personal"

Después de enviar esa tremenda bomba, simplemente había dejado el maldito teléfono por donde más pudo. Desde que Sesshōmaru había aparecido de nuevo en su vida, sentía que sus nervios habían subido a niveles impensables y constantemente le dolía la cabeza. Había prometido no hablarle a Kikyō, sí, sí, mierda, lo sabía, sí, pero eso que había pasado las últimas tres semanas, ya había rebasado su límite.

Cuando por fin se había cumplido la semana de plazo, el día lunes exactamente, le habló a Sesshōmaru para decirle lo realmente poco que había logrado averiguar, incluyendo el detalle de la mudanza, la dirección —que había sacado de Ayame de forma muy casual— y el dato de que había comprado el auto de contado; claro que el comisario lo había mandado a la mierda porque no le había dado prácticamente nada nuevo, excepto la nueva dirección y que aquello no valía la pena para los días que se había tardado, pero qué culpa de mierda iba a tener él. Habían peleado, él le había dicho que se había ganado un horrible problema con Kagome por hacer esa mierda y que ya no iba a poder hacer nada más, que le valía un comino si lo arrestaba y colgó.

Después había llegado Kagome a su casa, simplemente tocando y parándose ahí, aunque con un semblante agrio, diciéndole que estaba bien, que iba a olvidar la mierda del día anterior, que iba a hacer como que nada había pasado y que lo disculpaba por sus preguntas invasivas, pero que no iban a volver a hablar sobre Kikyō ni por broma, porque eso le causaba todavía dolor y conflicto y odiaba sentir celos por su hermana, odiaba sentir que estaba a su sombra o considerar la remota posibilidad de que él seguía enamorado de la mayor, lo cual, evidentemente, no era ni una pizca de verdad; Kagome también había dicho que se sentía todavía herida y apenada por lo que había sucedido, incluso con lo de su primera pelea sobre sus intenciones iniciales, pero que suponía que solo le faltaba tiempo para olvidarlo y que, además, tenían que volver a visitar a Shippō y habían prometido ir los dos a su casa, por lo que no quería decepcionarlo e ir toda malhumorada. Él había sentido que salvar su relación si seguía usándola para los fines de Sesshōmaru, sería imposible, porque su pareja le dio un ultimátum y él sabía perfectamente que sí lo cumpliría; sintió pánico solo de pensarlo.

La cosa había ido a peor cuando, tratando de estabilizar su vida, el rector de la universidad lo había llamado para decirle que le tenía una propuesta y esa era la de gestionarle una beca para estudiar diseño gráfico en Londres… se había quedado de una sola pieza.

Se había tomado el tiempo para pensarlo, realmente no había podido decir que sí o que no, pero después de un par de días, pudo por fin comentarlo con su familia y, claro, con Kagome, quien había representado la opinión de todos: con todo el dolor del mundo por saberlo lejos mucho tiempo, sí, definitivamente debía aceptar. Bueno, él aún debía rendir un examen, así que no era seguro si lo pasaría, por lo que nada estaba dicho, pero había sido un impacto muy grande a su vida y no quería tomar nada a la ligera. Por mucho tiempo pensó en la ausencia de sus seres queridos y de ella, claro, que era de quien más le afectaba, pero Kagome le había dicho que haría todo lo posible por ir a verlo, pero que, como bien le dijo al inicio de su relación, nunca dejara sus sueños por alguien que no fuera él, de alguna manera iban a poder los dos con la distancia porque se trataba de cumplir sus objetivos. Claro que ese evento había ayudado a acelerar el proceso de reconciliación con Kagome, quien parecía querer pasar mucho más tiempo con él, porque, según ella, debía aprovechar antes de que se fuera.

Eso había sido agridulce y no había momento del día en que no lo pensara.

Luego había aparecido Ayame, preguntándole sobre esa nueva manía de cuestionar sobre Kikyō, que le había parecido muy raro después de haberle dicho la nueva dirección de ella y demás… lo había puesto contra la espada y la pared, pero, al final, había terminado diciéndole todo lo de Sesshōmaru, dejando completamente preocupada y anonadada.

"—Pero ¿qué dices? ¿Qué significa todo esto? —Inquirió, incrédula y llevándose una mano a la frente, tratando de asimilar todo.

—¿Entiendes por qué no le puedo decir nada a Kagome? —Le respondió con otra pregunta, no sabiendo hasta dónde metía la pata contándole algo que específicamente le habían dicho no soltar—. Esto es muy extraño y siento que peligroso y lo peor es que sigo sin entender qué tiene que ver Kikyō aquí.

—Pues habla con ella —le propuso de inmediato, sin pensárselo.

—¿Qué?

—InuYasha, si Kikyō está metida en algún problema, no solo se hunde ella, también afectará a su familia, especialmente a Kagome —le explicó, moviendo las manos en señal de desespero— y si no, pues ya tomará precauciones por si están erróneamente tras su pista.

—Te acabo de decir que Sesshōmaru me prohibió hablar con ella porque dice que podría alertarla —le refutó, nada contento con esa sugerencia"

Pero ella había insistido, aunque le dijo mil veces que no, alegando que, si Kikyō no estaba en problemas, bien se podría acercar a la policía, arreglar el problema y terminar con esa mierda y los interrogatorios, porque era obvio que Kikyō haría eso, jamás le fallaría a la justicia, ¡era Kikyō! La idea le había estado tentando mucho la última semana y media, aunque tratando de ocultarlo cuando estaba en compañía de su novia, mordiéndose la lengua por no decirle lo que tenía dentro, porque necesitaba ya deshacerse de todo ese mal rollo, sumado a que había posibilidades de que se fuera… ¡Tenía tanto lío en la cabeza, que sentía que necesitaba ir al hospital por medicina! El estrés lo iba a matar, ocultarle cosas a la gente que quería era más que agotador y frustrante. Ayame había seguido insistiendo todo ese tiempo y todo el contexto que tenía había hecho que por fin se atreviera a citarla.

Estaba hasta los huevos ya, de una maldita vez se tenía que solucionar todo o iba a volverse loco. Su prima misma le había dado el número de Kikyō y era por esa razón que había podido volver a contactarla y ahora estaba ahí, esperando que respondiera de forma positiva, porque tenía que sacarse esa espina sí o sí, aprovechando que, seguramente, él ya estaba libre de Sesshōmaru.

"Eh... sinceramente, no sé qué responder a este mensaje tan aleatorio. Espero que sea una broma"

Cuando leyó aquel atropello sintió tanta rabia… Kikyō parecía un ser irresponsable que no estaba al tanto de lo que sucedía con ella, pero todavía más le molestaba que lo tomara como un chiste. Tecleó una respuesta, pero todavía portaba una expresión de ira en su cara.

"¿Te parece que estoy jugando? Créeme, no te escribiría si no fuera importante y realmente serio"

Envió el mensaje y rápidamente notó que ella estaba «escribiendo».

"Espero que de verdad sea importante, porque después de tanto tiempo, me parecería ofensivo que seas el típico ex que no supera la ruptura todavía; eso sería muy patético de tu parte, InuYasha"

Se ofendió, francamente… Unas horribles ganas de decirle que no, porque la verdad era que estaba muy a gusto con Kagome, lo asaltaron y le dio vergüenza de sí mismo. Tomó aire, se tranquilizó, cerró los ojos y le volvió a responder.

"¿Me lo parece o te crees el centro de la tierra con esta idea de que no se te puede superar? No sabía que fueras tan egocéntrica, Kikyō"

La nueva respuesta que recibió fue un par de signos de pregunta.

"Mira, no tengo tiempo para jugar contigo. Si se te da la gana, me confirmas una cita en la cafetería de siempre a las seis de la tarde cualquier día, que tengo disponibilidad a esa hora si es entre semana"

El corazón le hincó… Se sentía terrible hacer eso a escondidas de Kagome, pero se dijo que pronto acabaría, de seguro que sí.

"¿Y por qué rayos debería yo acceder a una cita contigo como si fuera tan importante? No seas petulante"

Tomó aire profundamente, con los dedos pulgares suspendidos sobre el móvil antes de volver a teclear.

"No sé, qué tal… ¿la policía quiere saber sobre ti?"

Cuando mandó ese mensaje, juró que vio la cara estupefacta y pálida de Kikyō quitándole en un segundo lo valiente.

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—Casi no has tocado la comida —dijo, mirándolo con preocupación y sin soltar sus palillos.

Su pareja simplemente pareció volver en sí al escuchar su voz, mirando hacia el plato y tomando de nuevo el par de ohashi para atrapar un pedazo de pollo y llevarlo a su boca con muy pocas ganas.

—Hoy no tengo mucha hambre —respondió después, aunque, de todas formas, estaba tratando de acabar con su porción en el plato.

Rin suspiró hondo, volviendo a sus alimentos y escuchando solo el sonido propio de los utensilios contra la porcelana, siendo lo único que los acompañaba. La noche era fría. Yamada sabía perfectamente por qué Taishō estaba así y era debido a lo terrible que había salido el caso; sin las pruebas necesarias, el asesinato de Hiten seguía prácticamente igual, incluso con toda la investigación, realmente no había nada concreto aparte de la teoría que habían formado a partir de sus interrogatorios a ex compañeros de Kikyō, lo cual no había sido validado por Tōtōsai.

Después de ir y venir, había concluido que, si bien Kikyō no había sido amante de Hiten, este la habría invitado a salir, tomando en cuenta la personalidad de Higurashi y su comportamiento aparentemente ético, era muy posible que esta lo hubiera rechazado, en especial si era cierto que había vuelto con su misterioso ex, entonces, el occiso, obsesionado con esta mujer, toma una actitud negativa y empieza a acosarla y a insistirle tanto que la llegó a hartar; Kikyō le comenta a su pareja y esta manda a asesinar al ex presidente de Asahi. Su teoría parecía bastante consistente, haciéndole pensar que esta persona podría o no ser un jefe de la mafia, sin embargo, investigar a su familia quedaba totalmente fuera de discusión, tomando en cuenta que podrían mentir por ella ya que se trataba de una investigación no respaldada oficialmente. Tōtōsai les había dicho que, aunque el caso estuviera siendo investigado de nuevo, necesitaban pruebas reales de sus suposiciones para por fin hacerlo oficial e invertir recursos, ya que la organización no podía permitirse despilfarros, en especial porque ese expediente ya había tenido su investigación y estaba oficialmente fuera de discusión de forma legal.

A pesar de todos los contras, durante las últimas tres semanas, Sesshōmaru había estado siguiendo a Kikyō cada vez que podía, pero ella iba de su casa al trabajo, viceversa y, últimamente, a citas en una clínica privada. No había nada raro en ella, absolutamente nada, ni visitas que no fueran sus familiares, ni salidas… Kikyō era una mujer con una vida completamente normal y aparentemente muy correcta. No parecía estar saliendo con nadie y varias veces él había querido bajarse del carro, llamar a su piso y hablarle, pero se había detenido hasta encontrar algo que le indicara que esa mujer se traía algo entre manos: nada. InuYasha le había dicho que ya no podía sacarle información, incluso se había revelado diciéndole que lo metiera a la cárcel si se le daba la gana, pero que no arruinaría su relación por sus pedidos, al final terminó dejándolo porque sabía que ya no le serviría más y hasta paró de vigilarlo para concentrarse en la única pista que habría logrado tener, quien tampoco le dio un solo indicio sospechoso. Claro que también investigó a Kagome, sus movimientos y hasta los de sus padres, pero no había nada, no había una sola mierda, todos parecían llevar vidas muy normales, incluso había entrado «por una cotización» a la fábrica de los Higurashi y todo le había parecido muy funcional y, probablemente, también en regla. Estaba empezando a cansarse y francamente le ardía el hecho de haber insistido tanto con que allí había algo más y haber hecho tanta solicitud para terminar como un payaso. A veces, las teorías se hacían confusas y ya no estaba seguro de si era mafia y Kikyō podría saberlo, de si era un simple enemigo de los que no tenía idea y al que no podría llegar por medio de Higurashi o solo un ex loco de la pelinegra que tenía mucho poder… Estaba harto y hasta cansado, ya ni siquiera tenía vida.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando, después de terminar de comer, sintió la cercanía de su novia, poniéndole la mano en el hombro derecho, tratando de darle apoyo.

—Sé que ha sido difícil, Sessh —comenzó a decir y su voz sonó suave. Siempre que quería animarlo usaba ese tono; su pareja siguió mirando hacía la mesa, únicamente escuchándola—, pero eres el mejor detective que he conocido, has triunfado muchísimos casos… —suspiró.

—Pero esto es diferente, sabes que he insistido demasiado con que hay mafia detrás…

—Y por eso mismo quizás no lo encuentres —le interrumpió, haciéndole entrar en razón. Sesshōmaru frunció el entrecejo—: es gente con poder inmenso, probablemente sepan que estás detrás del caso y esconden absolutamente todas las pruebas.

—¿Dices que hay un informante dentro de la fiscalía? —Se puso alerta volviendo a verla. ¿Por qué no se le había ocurrido antes? Por eso era que Rin siempre actuaba como el elemento perfecto para complementar el trabajo.

Yamada asintió.

—Es posible, aunque difícil de probar…

—Le avisaré a Tōtōsai —dijo, como una especie de recordatorio.

Al final del día, las palabras de la detective intentaban darle a entender que no era su culpa, que, probablemente, era él solo tratando de luchar contra una organización criminal enorme y por eso era tan difícil dar con pruebas contundentes. Igual y Kikyō tal vez no era la mujer indicada, pensó Sesshōmaru, después de tomar en cuenta las palabras de su pareja: ¿y si estaba completamente equivocado? En realidad, tenía toda la facultad de renunciar a esa investigación cuando quisiera, pero todavía no podía darse por vencido. Sacó su celular del bolsillo para apuntar un par de cosas en sus notas, pero Rin detuvo su acción con las manos, antes de que siquiera pudiera buscar la aplicación.

—¿Qué haces? —Le dijo con tono severo, mirándola extrañado desde su posición.

—Sesshōmaru… —susurró, con el corazón haciéndole temblar los labios por la fuerza con la que latía. Se inclinó un poco hacia él y abrió la silla; Taishō cooperó casi sin darse cuenta, usando su pie para impulsarse y que el mueble abriera espacio con más facilidad—. Hace varios meses ya que iniciamos este caso y desde entonces no hemos tenido tiempo ni para nosotros —le dijo, abriendo un nuevo espacio, pero ahora entre las piernas masculinas con ayuda de su rodilla derecha, invadiendo el área del ambarino.

Sesshōmaru sabía que Rin tenía razón y por eso no pudo refutar nada, a cambio, estiró el cuello para observar los ojos brillantes de su novia y recibir las tiernas caricias en la cara, que le avisaban que ella estaba buscando de su contacto físico.

—Sabes que los dos hemos tenido más trabajo que solo esto —le respondió al fin, pero fue más por no quedarse callado.

—Pero olvida toda esta mierda un momento ya —su voz sonó casi suplicante. La necesidad de volver a estar entre los brazos de su novio subía como la espuma de la cerveza, rapidísimo, nublándole el juicio.

—Rin…

—Solo esta noche… —se acercó tanto a él, que sus labios casi rozaban los del peliplata—, te necesito.

Por un breve momento, Sesshōmaru mandó al diablo la investigación y todo el trabajo, perdiéndose en la anatomía femenina, especialmente cuando los primeros gemidos llegaron a sus oídos, repitiendo su nombre, reaccionando al jugueteo de sus dedos entre los pliegues de su novia.

Ambos supusieron que aquello realmente les ayudaría a reducir el estrés.

Continuará…


Cada vez que termino de escribir un capítulo me pregunto cuándo dejaré de poner "continuará" al final.


Ay, mis niñas preciosas, he estado desaparecida muchísimo tiempo, la verdad es que me siento MUY agotada, sin embargo, como hoy he encontrado un poco de paz, decidí hacer estas sencillas notas de autor para agradecerles sus hermosos comentarios. Ustedes todas son unas diosas y me hace tan feliz saber que les gusta lo que leen. Siento que este capítulo no es lo suficientemente bueno para el tiempo que las he hecho esperar y me disculpo, aun así, lo entrego con mucho cariño. El motivo de mi cansancio tiene que ver con actividades académicas, ustedes me entenderán.

Les dejo un beso enorme a todas, son un cielo y me alegran el día siempre: agus-chan874, Marlenis Samudio, Megoka, Rosa Taisho, Susanisa, Karii Taishō, XXlalalulu, Rodriguez Fuentes e Iseul.