Participación mayoritaria de personajes: Kagome, InuYasha, Kikyō.
Participación minoritaria de personajes: Sesshōmaru y Rin.
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Capítulo 46.
Lo nuevo que ahora sonaba un poco mal en su vida, aparte de la palpable ausencia de Kikyō, era la inevitable partida de InuYasha. Era difícil fingir que no le dolía profundamente imaginar que estaría cuatro años tan lejos de él y con poquísimas oportunidades de verlo, pero era peor pensar que solo por eso, él podría perder la oportunidad de realizar uno de sus mayores sueños. La vida le había quitado demasiado ya. Claro que InuYasha bien podría estudiar esa carrera ahí mismo en un instituto privado de tercer nivel, pero desaprovechar una beca para Londres, en donde la mitad del monto sería costeado por el rector de la universidad donde él trabajaba, era simplemente absurdo. InuYasha tenía que hacerlo, tenía que irse y ella estaría ahí para procurar que lo hiciera, no importaba nada más.
Sabía que él se lo había comentado o más bien, consultado, por si ella le decía que no se fuera, pero… ¿en qué mundo era sano que truncara así sus sueños y desperdiciara oportunidades por una relación? Especialmente cuando le había dicho que jamás dejara ir lo que le daba la vida por alguien más que no fuera él mismo. A pesar de que, cuando habían hablado y estaba genuinamente emocionada, en la noche no había podido parar de llorar como una imbécil; el rostro feliz que InuYasha había mostrado por su comprensión y ánimos la hacía sentir la peor persona del planeta, recordando esos dorados ojos preciosos brillando con una mezcla de pena y alegría que jamás podría describir. Amaba a InuYasha, a pesar de los problemas y malentendidos, no había una sola pizca de su ser que no lo amara con una fuerza que le asustaba y por eso era casi imposible no sentir pánico de solo pensar que estaría lejos tanto tiempo, sin embargo, el hecho de tener en claro que él cumpliría una meta tan importante, la hacía sorber su pena y sonreír entre el llanto.
Y tal vez no era su tiempo, quería decir, el momento adecuado para que los dos se reunieran, pero quería que InuYasha fuera feliz con o sin ella. Lo que fuera, pero que él estuviera feliz.
Desde el fondo de su corazón, le deseaba lo mejor del mundo y que siempre se sintiera bien porque lo merecía, realmente sí. Aunque él decía que no era seguro porque aún no rendía el examen y demás, ella sabía que sí que lo pasaría, estaba segura de que sería el mejor y por eso estaba encargándose de que así fuera, animándolo a estudiar y pasando el mayor tiempo posible a su lado; estaba consciente, además, de que esos comentarios de negatividad solo eran para que no se sintiera triste por su partida, lo conocía lo suficiente como para asegurarlo.
Por supuesto que su madre lo sabía, ya que era imposible ocultarle a ella la pena y las lágrimas, así que, entre una charla de pocas palabras y más abrazos, Naomi le había dicho que la ayudaría en lo más que pudiera para que ella viera a InuYasha más seguido, porque, sí, oficialmente su madre sabía de la relación de ambos.
"—Esta casa está ya medio vacía —le había dicho, todavía con la pena de la ausencia de Kikyō y sonriéndole como más pudo—, no quiero que ahora también tú estés ausente por el dolor".
Ella también extrañaba a su hermana… Dolía que, después de una vida entera de estar con ella, de reír, de llorar y de contarse todo, ahora ya no estuviera ahí, que había salido a hacer su vida y que se sentía como una persona totalmente ajena a casa. Que no la culparan, apenas habían pasado tres semanas, la herida podría seguir latente, aunque aceptara la decisión de la mayor. Entre sus cavilaciones y las lagrimillas que se habían escapado, reparó en que sus sentimientos actuales hacia InuYasha y Kikyō eran iguales: aunque entendiera y apoyara —más a InuYasha que a Kikyō— a los dos, todavía no era capaz de dejar de sentirse herida o triste y no podía evitar percibirse como una egoísta. Estaba muy cansada de toda esa actitud.
Trató de calmarse y notó en el reloj de su habitación que el horario de salida de su pareja ya había pasado hacía algunos minutos. No quería hartarlo, en serio no quería asfixiarlo de su presencia, pero cada hora era oro perdido. Se mordió los labios, indecisa.
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¿La policía?
¡¿La puta policía?!
Desde la noche anterior casi no había podido dormir; esa era la única mierda que le faltaba, es que… Golpeó el volante después de detenerse en un semáforo. Conocía a InuYasha, sabía que esa cita no era un juego, que no estaba bromeando y que, por lo visto, andaban tras su rastro. En algún momento se le ocurrió mirar por el retrovisor, activando el instinto de Kagura para ver si era perseguida, pero el tráfico era tal, que, literalmente, cualquier auto podría o no ser su verdugo. Estaba nerviosa, a punto de un colapso y con un nuevo sentimiento de odio mezclado con miedo que no la dejaban procesar bien la información; estaba alterada de manera inusitada y se desconocía, lo cual hacía que sus sentimientos negativos crecieran. Pronto llegaría a la cafetería que había pactado con su ex y sabía que estaría arribando más de media hora antes. Las manos le hincaban como si estuviera al borde un edificio a punto de lanzarse del veinteavo piso.
No tenía una maldita idea de qué tendría que estar haciendo en los planes de la policía, pero supuso que tendría que ver con alguna estupidez que habría hecho Naraku de la que ella no se había enterado. ¡¿En qué puto momento se había metido en tanta mierda?! Se sentía ahogada, asfixiada, quería despertar de esa pesadilla. Pensó en su familia y en todo lo que pensarían si se enteraran de todo eso, pensó en Kagome.
Kagome...
Amaba a su hermana con la vida, la extrañaba, esos días apartada de casa habían sido de los peores de su existencia, especialmente porque no sabía cómo afrontar la soledad y viviendo tanto dolor. Quería correr a ella y, aunque fuera irónico, refugiarse en su regazo como antes, cuando todo con Naraku había acabado, el aborto había sucedido y llorar en silencio, notando cómo ella hacía lo posible por consolarla, era lo único que la calmaba. Necesitaba a alguien, pero estaba tan sola, que le daba escalofríos.
Y esa era la vida que había elegido.
Cuando estacionó su auto fuera del lugar pactado, tomó aire muy hondo, intentando calmarse, aunque sin éxito. Buscó el celular en su bolsa, lo sacó y abrió WhatsApp.
"Estoy aquí"
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Cuando el mensaje llegó al móvil viejo, apenas estaba subiéndose al auto en el parqueadero de la universidad, así que simplemente inspiró hondo antes de responder.
"Apenas estoy saliendo, dame veinte minutos"
La cafetería estaba bastante cerca de su sitio de trabajo, pero con el tráfico de esa hora sabía que demoraría más de lo normal. Notaba que Kikyō estaba ansiosa, porque llegar casi cuarenta minutos antes era un poco exagerado, considerando que sabía que apenas salía de sus labores. Condujo unos minutos, estancándose un par de veces entre el resto de vehículos, pero logrando cubrir su ruta de forma satisfactoria y entre el tiempo que había anunciado. Buscó un momento dónde parquearse y cuando lo hizo, pensó varias veces en si llevar o no su móvil —el nuevo—. Se sentía raro volver a ver a su ex novia después de todo lo que había pasado, pero era mucho peor por las condiciones y el porqué de su cita, además de que ahora él por fin era pareja de la hermana de esta. Muchas cosas habían cambiado desde que rompieron. Suspiró mientras cruzaba la calle. Justo antes de entrar, una llamada lo asaltó, haciéndolo volver al teléfono, pensando que sería Kikyō insistiendo por su presencia, pero claro que no, no era ella, eso sería si llevara el móvil antiguo.
Y la sangre se le heló.
Tragó duro antes de picarle al botón en su Smartphone—. ¿Hola?
Del otro lado de la línea, su interlocutora pudo captar automáticamente que algo no andaba precisamente bien.
—¿Estás bien? —Le preguntó con voz preocupada, levantándose de la cama. «¿Hola?» no parecía un saludo precisamente propio de su pareja.
El aludido se aclaró la garganta, divisando a su cita a unas pocas mesas frente a él, con aparente ansiedad, esperándolo. Maldijo todo.
—S-sí, perdona, me distraje con algo aquí, en la universidad —mintió, saliendo de la cafetería para que el ruido no lo delatara.
Kagome frunció el ceño, del otro lado, pero se calmó, sabiendo que estaba bien y volviendo a sentarse.
—Vaya, pensé que ya habías salido —le dijo entre una ligera risita, aunque sintiendo un extraño retorcijón en el estómago por lo rara que estaba siendo esa llamada, sin embargo, de seguro, eran solo erróneas percepciones de ella.
—Sí, es solo que me quedé terminando algo, pero pronto salgo para el departamento —su voz se escuchaba casi distraída; no podía evitar quitarle la mirada de encima a Kikyō desde su ángulo, temía que lo fuera a ver y se acercara o, mucho peor, que Kagome se enterara de dónde estaba realmente.
—Oh, excelente —continuó la azabache, enfocándose en el motivo de su llamada—, porque pensaba que podría pedir algo de cenar para nosotros y acompañarte esta noche —volvió a sonreír, con las mejillas ligeramente rosadas.
InuYasha sintió que el mundo se le vino encima y las manos le temblaron. Estaba helado, parecía que todo se iba a caer encima suyo de repente y no sabía cómo detenerlo. Se quedó en silencio unos segundos sin poder evitarlo, haciendo que su novia vuelva a preocuparse.
»—¿InuYasha?
—K, realmente lo siento —decidió decirle. Jamás habría creído que querría terminar urgentemente con una llamada de su novia, es que la vida sabía burlarse bien de él—. Tengo mucho trabajo esta noche, no creo que pueda recibirte.
—Oh, pero ¿estás seguro? ¿No quieres que te ayude? —Se ofreció, aunque un poco decepcionada por la negativa—. Prometo no molestarte.
¿Molestar? Es que ella jamás sería una molestia… Fue duro escucharla decir eso.
—No, no te preocupes —agachó la mirada, sintiéndose por milésima vez miserable—. Pero mañana puede que esté libre y nos podamos ver, ¿sí? —Aquello lo pidió esperanzado, porque sí que quería verla, siempre quería, pero ese día no, era demasiado para él.
Kagome sintió su pecho cerrarse, pero trató de sonar normal. No tenía idea de por qué le había afectado tanto un simple no, pero la sensación agria no se iba… quizás era que le parecía que InuYasha le estaba mintiendo.
—Sí, espero estar desocupada también.
Taishō suspiró, aliviado.
—De verdad lo siento —insistió, con la culpa a flor de piel. Esa mierda debía acabarse pronto, porque no iba a soportar mentirle así una vez más—. Hasta mañana, K.
—Suerte —alcanzó a decir y no pudo evitar sonar fría.
InuYasha iba a abrir la boca para decirle algo más, pero escuchó el sonido que le avisaba que la llamada había terminado. Despegó el celular de su oreja y lo miró con una expresión de ira y pena contenidas, teniendo inmensas ganas de arrojar el aparato móvil. Volvió a enfocarse en la mayor, sin quitar esa expresión. Sabía que Kagome había notado que no le estaba siendo sincero y ahora estaría sintiéndose muy mal, probablemente desconfiando o quién sabía qué…
Quizás, la culpa no era de Kikyō, pero tenía todas las ganas de echársela y reclamarle por ello. Ese día, tal vez por fin se enteraba de lo que tenía con Kagome si es que se daba la oportunidad o podía que no, pero estaba dispuesto a todo y poco le importaba ya.
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Movía el pie contra el piso en un gesto de desesperación particular. Miró su reloj en el celular como por décima vez y quiso arrojar la bebida que ya le habían servido mientras esperaba que InuYasha apareciera de una maldita vez.
—¿Sabes, Kikyō?
Cuando la voz masculina asomó por detrás de ella, al son de las pisadas, no pudo evitar cerrar los ojos con cierta irritación; tenía miedo, francamente, de saber qué tenía que decirle, pero le puso atención y lo vio sentarse frente a ella con una expresión de ira en el rostro como si tuviera la culpa de sus problemas, cuales quieran que estos fueran.
Hizo un gesto expectante con la cabeza.
»—Estoy muy molesto contigo —le dijo por fin, al tanto de que era casi absurdo, considerando que hacía falta mucho contexto. InuYasha solo quería sacar su coraje, aunque estaba consciente de que no era una manera muy correcta.
—Qué novedad —dijo con sarcasmo, alzando las cejas y mirando hacia abajo, mientras cruzaba las piernas—. Ha sido así desde que terminamos —le soltó, sin poderlo evitar. El hecho de que él estuviera ahí después de haberle dicho semejante cosa y que ahora le hiciera ese comentario tan aleatorio solo la había molestado más, sumándose a la lista de sentimientos amargos que la embargaban.
—Ojalá ese fuera mi único problema —le siguió InuYasha, casi de inmediato, echándose para atrás—. O, no —alzó el dedo índice, notando que ella ahora lo veía otra vez—, espera… —la tensión negativa era palpable. Todo ese tiempo Kikyō le había dado igual después de que por fin había superado la ruptura como para que ahora fuera la razón por la que estaba en esa situación tan incómoda. Se inclinó un poco hacia su compañera y la miró suspicaz, con una audaz sonrisa ladina—. Ojalá ese fuera mi problema —hizo énfasis.
Al notar el golpe de vuelta, la aludida solo inspiró hondo antes de hablar, pero se distrajo de inmediato cuando el mesero regresó a su mesa para ofrecerle algo a Taishō, quien pidió una gaseosa bien helada.
—¿Me busca la policía? —Decidió intervenir mientras esperaban, moviendo el pie derecho de forma incesante y cruzando los brazos sobre su pecho.
Sabía que su carácter estaba terrible y de seguro que se veía peor, pero no podía evitarlo, ¡ya no soportaba que InuYasha no entrara en materia!
Taishō lo aplazaba a propósito, porque dentro de todo ese arranque de valentía por contarle todo a su ex, se estaba cuestionando si era correcto decirle algo tan delicado justo cuando Sesshōmaru le había prohibido tajantemente hacerlo, pero ya estaba allí, ya había soltado la bomba y no podía mentir más. Ya no. Sabía que tenía dos opciones: poder seguir su relación en paz sin más mentiras, además de continuar con el proyecto de la beca o ir a la cárcel. No pudo evitar mirar por los grandes ventanales para ver que seguía sin ser perseguido y no pudo ver nada malo, al menos ningún auto conocido.
»—Oye —volvió en sí ante el llamado de Higurashi. Reparó entonces en lo distinta que se veía y su forma de actuar tan dura, muchísimo más que antes, además de parecer llena de ira… o quizás su percepción de ella se había visto afectada por los últimos sucesos.
No sabía cómo iniciar la conversación y ya llevaba varios segundos sin hablar.
—Hace semanas, un agente de la policía llegó a mi casa para hacerme preguntas sobre ti —soltó, viendo cómo en esos ojos cafés relampagueó el miedo apenas le dijo eso. Kikyō se puso pálida, todavía más—; quería saber qué relación tenías con Hiten y, en general, todo lo que supiera acerca de tu persona —omitió la parte en la que Kagome le contaba sobre su ex y lo del auto pago, mientras ella lo observaba atentamente, apretando los puños sobre la mesa y con las cejas arqueadas—. Yo…
—Una disculpa, caballero —se interrumpió cuando el mesero arribó con su orden—, señorita —se dirigió a Kikyō—. Aquí tiene su pedido. ¿Desean ordenar algo más?
—No, gracias —Higurashi habló por ambos, no sabiendo cómo deshacerse del joven.
—Disfruten su orden —hizo una leve reverencia con la cabeza—. Con permiso.
InuYasha lo vio irse y poco después, volvió a su cita; tomó la botella de vidrio y con una sonrisa falsa, la alzó—. Por cierto, esta es mi gaseosa favorita.
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Apretó tanto los dedos contra el volante, que estos se volvieron amarillos. Sentía una presión en el pecho tan asfixiante que quería gritar, pero esta no era de pena, sino de odio puro. Cerró los ojos un segundo, pensando en cómo proceder y poco después, los abrió de nuevo, porque no era demasiado difícil llegar a una conclusión.
Sacó el celular de su bolsillo, puso la cámara, hizo zoom lo más que pudo y su teléfono inteligente hizo el trabajo, permitiéndole tomar una foto que dio la sensación de que había sido capturada a dos metros de distancia, incluso desde su lugar, casi escondido. Se dio la tarea de tomar algunas, las que fueran y luego seleccionarlas. No podía creer que realmente ese imbécil se hubiera atrevido a fallar así cuando había sido específico y muy claro en decirle cuáles eran los riesgos de arruinarlo todo, pero aun así… Volvió a su galería y ojeó las tomas, notando que habían sido alrededor de quince, para luego bloquear el móvil y ponerlo en el asiento del copiloto del auto de su pareja. Cuando vio a la persona que vigilaba salir de su casa y conducir con esa prisa, supo que algo grande había pasado, especialmente porque no iba a otra parte que no fuera el trabajo o la clínica desde hacía tres semanas.
Pensó que por fin encontraría algo raro en ella cuando estaba a punto de rendirse, pero lo único que había hallado era un decepcionante panorama que, probablemente, terminaría por destruir su investigación. Miró otra vez para el celular, pensando en su siguiente paso, lo tomó y marcó el número de su pareja.
—¿Todo bien? —Le respondió ella poco después.
—Necesito el correo electrónico de Higurashi Kagome —le dijo, ahora mirando hacia el frente.
—¿Seguro? ¿No habíamos dicho que ella era la menos indicada? —Recordó, sonando confundida. Ambos habían llegado a la conclusión de que Kagome sería de las personas más peligrosas en esa investigación, porque, probablemente, sería la primera en avisar a su hermana; por sus investigaciones, notaban que ambas habían sido muy unidas desde pequeñas.
—Hablaremos cuando esté en la estación, solo tenlo listo —exigió, llevando la mano a la llave del vehículo.
—Bien, lo haré —la detective colgó y él volvió a dejar el móvil en el asiento a su lado.
Arrancó el auto y con movimientos suaves en el volante se encaminó hacia su lugar de trabajo, todavía con la sangre hirviendo.
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Ya lo sabían. O, al menos, lo sospechaban.
Si la intención había sido saber sobre Hiten, tenían una pista de que ella podría hacerlos llegar a algo grande. Sabía perfectamente por qué ella era clave, por qué querían saberlo todo, aunque sí le había sorprendido lo de la suposición de haber sido amante de su jefe muerto, pero eso no era lo realmente importante en ese momento. Se había quedado callada casi todo el tiempo, escuchándolo decir que estaba harto de los cuestionamientos de la policía —aunque no había querido decir quién diablos era el agente—; InuYasha también se había mostrado incluso dudoso de ella, cuestionando si su mudanza le parecía extraña después de todo o si notaba cambios en su actitud.
Todo eso era culpa de Naraku. Bueno, no solo de él y eso era lo que más le jodía y afectaba. No supo qué responder cuando InuYasha se quedó callado esperando algo más de ella, tuvo que desviar la mirada y tragar duro para poder tomar las fuerzas necesarias que le permitieran enfrentar la mierda que tenía por delante. No podía soltar nada, incluso podría ser una trampa del comisario si es que cabía, que le habría mandado a InuYasha a investigar más; pensó rápidamente en por qué no había llegado a ella antes para que le preguntara lo que quisiera y fue cuando notó que, tal vez, la policía pensaba que ella tendría que ver directamente con esa muerte. Por otro lado, InuYasha esperaba impaciente una respuesta, pero esta no parecía llegar.
—Oye —llamó su atención y ella lo vio de inmediato, aunque perdida—, ¿ya puedes decirme qué pasa? —Insistió, con el mal carácter empezando a dominarlo.
La joven siguió perdida, sin tener el valor para contestar; su mente se había quedado en blanco y en lo único que pensaba era en Naraku una y otra vez, pero no podía avanzar, sabía que estaban planeando una estrategia que tenía que ver con él; estaba estancada y su cerebro no podía seguir procesando. Desesperada, sintió que los párpados le temblaban y trató de tomar aire ante la nueva insistencia de InuYasha.
—No tengo la más mínima idea —por fin pudo mentir, analizando todas sus posibilidades, porque su mente empezó a trabajar de pronto, cuando decidió abrir la boca. Sentía que después de enterarse de eso tendría que tomar decisiones radicales con más de un objetivo; sentía que un fin se acercaba, pero no estaba segura de cuál.
InuYasha sonrió, ladino, notando su falsedad, dándole a entender que no era su problema.
—Escucha, Kikyō —comenzó a decir, alzando ambas cejas y acechándola, viéndola casi vulnerable. Apreciaba a su ex como una persona que fue importante en su vida, además de ser la hermana de la mujer que amaba, pero tenía la sensación de que había hecho tantas cosas incorrectas que perdió por completo el ánimo de inmiscuirse siquiera en un gesto empático y amable. Esto, claro, lo pensaba InuYasha, porque no tenía idea de qué era lo que realmente pasaba con Higurashi—: hace mucho tiempo que terminamos —le aclaró entonces—, lo que hagas con tu vida, realmente no me afecta —negó con la cabeza e hizo un gesto de quemeimportismo—, ni me incumbe, pero —arrugó las cejas. Era increíble cómo no era capaz de ver que, a su alrededor, la gente que la quería también se desmoronaba—, ¿sabes? Hay alguien a quien sí y esa es tu hermana.
Cuando «importar» y «tu hermana» habían hecho clic en su cabeza, sintió que un enorme balde de agua fría le cayó encima y tuvo que obligarse a ponerse recta sobre la silla, notando que sus párpados no solo saltaban, sino que la esclerótica temblaba y ardía bajo ellos.
«Kagome…»
Entonces Kagome sospechaba de ella, entonces ella también se había dado cuenta y, quizás, todas esas veces que la vio raro, cuando reaccionó mal sobre su mudanza, todas esas eran sospechas… Abrió la boca ligeramente, perdida en sus reflexiones, recordando cada gesto de la menor y maldiciéndose una y mil veces. O quizás Kagome no sospechaba y solo había resentido ciertas actitudes de ella. Con razón siempre le preguntaba si estaba bien, con razón siempre le llamaba la atención cuando se refería a su forma de actuar, notaba sus cambios… ¡Kagome lo notaba todo! Y lo peor era que ella había estado ignorando todo eso, pensando que solo eran preguntas de rutina o simple forma de colmarle la paciencia, era una estúpida mil veces. Apretó los dedos de los pies dentro de sus botines y tuvo inmensas ganas de tomarse de la cabeza con fuerza. Suspiró, pensando mejor las cosas.
Bien, tal vez InuYasha podría estar utilizando a su hermana solo para conseguir información, esa podría ser una buena estrategia, solo que esta vez no sería por su ego, sino para la policía.
—Hablas de Kagome como si la conocieras demasiado —decidió atacar, mirándolo de forma muy fría, casi cortante.
Taishō no tuvo miedo ante esa pregunta, la verdad era que no, además, parecía ser un cuestionamiento vacío, Kikyō en realidad no estaba refiriéndose a lo que él podría tener con la azabache, podía verlo en esos ojos marrones que lo observaban casi con desconfianza.
—Ha sido mi mejor amiga desde antes de que conociera a tu familia —le dijo entonces, tomando la botella para alzársela y terminar con la bebida—, y yo mismo la he visto ponerse muy triste —hizo que el cristal golpee la mesa de madera y volvió a centrarse en su compañera — por tus actitudes repentinas, pero —llevó el dedo índice a su boca y lo dejó ahí un segundo—, a pesar de todo, lo peor no es eso —movió el índice contra Kikyō, indicándole lo que soltaría después—, sino que no mientes solo para ti, arrastras a todos con ello.
Apenas esas palabras habían salido de su boca, Kikyō se puso de pie, indignada, sin pensar en si la gente alrededor los veía, con toda la ira tomando control de ella.
—No sé quién te crees que eres para decirme eso —masculló entre dientes, porque no alzaría la voz, eso no—, pero hasta aquí —golpeó también la yema de su índice contra la mesa; su mirada reflejaba mucha furia y violencia contenida. Los nervios siempre trabajaban de formas misteriosas en ella— ha llegado esta estúpida conversación —los golpes con su falange aumentaron.
Para ese tiempo, el ambarino también se había puesto de pie, desafiándola, ¿creía acaso que iba a tenerle miedo? Kikyō era de esas personas que hacían mal las cosas y luego terminaban más enojadas que sus víctimas y eso no iba para nada con él.
—A mí solo me preocupa el bienestar de Kagome —insistió, dándole a entender que ella no era el problema—, porque no eres tú quien la ve sufrir por pensar en que su hermana pueda estar metida en no sé qué problema —soltó, en el mismo tono bajo, pero cargado—, ya que es obvio que le mientes —siguió, pero ahora pensó mejor en sus palabras—, debido a que la policía anda tras de ti —habló desde su reflexión. Si había algo de lo que estaba seguro, era de que Kikyō algo había hecho, muy grande o muy pequeño, algo había hecho, o Sesshōmaru no estaría tan interesado en ella— y la verdad, no me interesa por qué, pero preocúpate más por tu familia —soltó la que duele y lo notó por cómo los ojos femeninos temblaron y se enrojecieron ligeramente, haciéndolo ver que había llegado hondo con sus palabras. Sacó su billetera y tal como Sesshōmaru había hecho tiempo atrás, tomó unos billetes al alzar y los puso sobre la mesa, dando un golpazo, aunque no demasiado sonoro— y deja de parecer un maldito cubo de hielo… —Kikyō quiso abrir la boca ante ese estúpido comentario, pero ni siquiera se pudo mover. InuYasha negó, pensando que era increíble que después de tanto, su ex se siguiera comportando tan fría—, pensé que los querías más.
Sin decir una sola cosa más, abrió la silla y desapareció de la vista de la pelinegra, dejando un rastro de soledad, angustia, miseria y culpa tan grandes en Kikyō, que, a esta, las piernas le fallaron y se obligó a volver a la silla para tomarse el rostro con ambas manos y frenar sus inmensas ganas de llorar.
Continuará…
Como una semana llevo escribiendo este capítulo JAJAJAJAJA YA MÁTENME.
Mis hermosas lectoras, vuelvo con la actualización de esta indecencia porque ya necesito avanzar y aprovechando que medio que tengo tiempo libre, poder dejar mi respectivo aporte de lectura para ustedes.
Susanisa: Preciosa, realmente muchísimas gracias a ti por leerme y por dejarme siempre tus hermosos comentarios, son muy importantes para mí y los aprecio demasiado. Me alegro y a la vez me entristece que hayas podido empatizar con el dolor de Kagura, la verdad es que puse mucho de mi experiencia personal; yo sigo viviendo el duelo de mi abuelo desde hace dos años, así que puedo decir que también me identifico mucho. La verdad es que como vemos, Kikyō está entre la espada y la pared y debe tomar una decisión. Justamente en estos momentos se va a poner muy tensa la historia porque estamos ya en la recta final, así que espero que lo disfrutes. Muchos besos.
Karii Taisho: Siento mucho que hayas estado llorando, pero agradezco que puedas haber empatizado de esta forma con el capítulo, ya que hay mucho de mí aquí, también es muy bonito saber que pudiste calmarte para leerlo y disfrutar del dramón que se está armando ahora; bueno, esta historia es un drama por excelencia, pero pues, este arco ya es el final. Muchísimas gracias por tus hermosas palabras y por tu espera, preciosa, espero que estés bien.
MegoKa: Mi Mego preciosa, qué gusto por fin poderte contestar de una forma más personal, no siempre tengo tiempo de hacerlo, pero ahora se dio la oportunidad y estoy feliz porque puedo dirigirme a todas ustedes. La verdad es que lo de Rin sí fue un poquito de fanservice, no lo voy a negar, pero estuvo bien para distraer los ánimos. Yo creo que ya ahorita los sentimientos de Kikyō, y ella misma lo sabe, no sirven para nada, así que deberá tomar una decisión interesante que ya pronto se develará y que es, básicamente, lo que detona toda la bomba que explota hacia el final. Con Kagome las cosas puede que se arreglen de otra manera porque ese no va a ser su problema principal. Mira, Naraku es un medio psicópata, pero yo creo que en el fondo sí que le dolió un poco y realmente Kagura no le sirve así, como una muerta en vida, así que le molesta mucho. Muchísimas gracias por tu constante lectura y hermosos comentarios, me hacen muy feliz y siempre me alegra verte por aquí.
Xxlalalulu: Hola, mi hermosa Lulu, me dio mucha risa el inicio del comentario; la verdad es que no pensé que iba a impactar de esta forma la muerte de Bankotsu, pero debo admitir que sí ha sido un evento doloroso de escribir y agradezco que puedas empatizar con ello de esta forma. Yo creo que Kikyō toma una decisión adecuada, así que eso ya lo veremos más adelante, créeme que va a enmendar todos sus errores. Como lo dije antes, lo de Rin fue fanservice y me alegro de que lo hayas disfrutado. Entiendo que lo de Kagura y Bankotsu haya sido un shock porque es realmente un evento muy importante en la historia que se veía venir desde hace mucho, si miras hacia atrás, así que entiendo que tengas esta impresión y espero que pronto puedas salir de ella para que sigas disfrutando de la historia. Un beso grande para ti también y como siempre, un placer leer tus comentarios, eres una diosa.
Marlenis Samudio: Mi preciosa Marle, como siempre, agradecida de tus comentarios y de tus opiniones que aportan mucho a la historia. La verdad es que lo de la propuesta de InuYasha, pues, es algo importante para que el personaje en sí alcance sus objetivos, así que supongo que era algo inevitable. Yo creo que a este punto de la historia solo queda leer para que veas cómo se va desarrollando absolutamente todo y pueda disipar tus dudas, de lo contrario, sería hacerte spoiler y como dije arriba, esta confusión de Kagome va a ser el menor de sus problemas. Y sí, lo bueno es que InuYasha por fin va a deslindarse de esto. Te mando un beso enorme, reina de los stickers bonitos.
Rosita Taisho: Hola, mi Rosita preciosa, como siempre, es un gusto leer tus comentarios. La verdad es que sí ha sido bastante triste toda esta situación, estamos en momentos tensos y oscuros de la historia, así que agradezco que puedas vivirlos de forma adecuada y disfrutarlos. Debo admitir que me reí mucho con tus insultos hacia Naraku, pero se los merece. Esperemos que Kikyō realmente encuentre un buen momento para ella entre todo este dolor. Ayame, como siempre, es la mejor consejera. Sí, ya era hora de algo picante y me alegro de que lo hayas disfrutado con Sesshōmaru y Rin. Mucho cariño para ti.
Agus-chan874: Hola, Agus preciosa, quiero agradecerte muchísimo por tus comentarios desde que te uniste esta historia, han sido muy lindos y emocionantes para mí, realmente aprecio demasiado que hayas leído el fic y te hayas enganchado con él; gracias por mencionar aspectos sobre la forma en la que transmito los sentimientos y tu emoción al saber que hay una nueva actualización. Eres una reina, quiero que sepas que estoy leyendo todos tus comentarios y me hacen muy feliz, muchísimas gracias. Espero que esta actualización te haya gustado también.
Iseul c-137: Te amo, reina. No puedo creer que te cambiaste el nombre, pero bueh. Ya actualiza Hell otra vez, HACEME EL FAVOR, AKUMAAAA /llora/.
Les dejo un beso enorme a todas.
