Participación mayoritaria de personajes: Kagome, InuYasha, Kikyō.

Participación minoritaria de personajes: Sesshōmaru y Suikotsu.

.

.

.

Capítulo 47.

Cuando entró a su departamento, lanzó las llaves por quién sabe dónde, se tomó de la cabeza y tiró el cuerpo contra el mueble de forma violenta, maldiciendo todo sin abrir la boca.

Era un imbécil, mil veces idiota.

Suspiró hondo cuando notó lo frío que se sentía ese departamento en el instante cuando la presencia de su pareja en el lugar podría haber sido una realidad, pero no era así. Haberle dicho a Kagome que no fuera parecía una de sus peores elecciones, sin embargo, no podía hacerlo… habría sido demasiado para él en un solo día y, eventualmente, terminaría siendo descubierto. Las cosas no funcionaban bien desde que había empezado a mentir y aunque, cuando la oportunidad de la beca se había presentado, se dio un respiro para dejar de parecer culpable todo el tiempo, en ese momento ya no había ninguna otra emoción que lo salve y sabía que era evidentemente mentiroso. No era tonto, había notado que la azabache se había sentido mal por la llamada que tuvieron y no la culpaba, porque él se habría puesto igual si de repente notaba esa actitud, tomando en cuenta los incidentes anteriores. Miró con tristeza hacia la mesa de centro e inconsciente había empezado a jugar con sus dedos, los brazos caían sin ganas por sus piernas y se encontraban al final entre las manos, tocándose apenas. Ojalá pronto se acabara todo y no tuviera que volverle a mentir.

El sonido de su celular lo sacó de su reflexión, haciéndolo enderezar y hacer una mueca de extrañeza cuando notó que el texto era de mensajería del trabajo. Cuando estuvo dentro de la aplicación, cerró los ojos con fuerza y se echó hacia atrás en el mueble, inspirando hondo; veinte días le acababa de avisar el rector que tenía para rendir el examen. Llevaba preparándose ya algún tiempo, pero veinte días era demasiado pronto para él y menos entre todo ese caos que estaba viviendo.

Tenía que calmarse de una jodida vez o nada en su vida volvería a fluir jamás.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Camino de vuelta a su casa, la paranoia la había acechado como si fuera a matarla, haciéndola mirar para todos lados, con los sentidos extrapolados, alerta y estresada, buscando un indicio de que era seguida y aunque no hubo nada, ahora su mente creaba nuevos escenarios en los que su familia estaba a punto de llamarla para decirle lo decepcionados que estaban de ella; ahora también veía que la gente la miraba con desprecio cada vez que se paraba en un semáforo o que todos la juzgaban por sus actos… Para cuando arribó a su edificio, estaba perdiendo los estribos. Subió con ira hasta su hogar sin saber cómo manejar todo lo que tenía por dentro y luego de un rato de dar vueltas como león enjaulado, había encontrado una forma de relajarse.

Ahora estaba ahí, tomándose un té mientras observaba afuera por el gran ventanal, buscando algún auto sospechoso entre todos los parqueados en las aceras, notando también cómo su mente ahora maquinaba más que nunca.

El pánico de pensar que tenía que volver con Naraku ya lo había pasado momentos antes, lo tenía aceptado y, francamente, la idea suicida de regresar y hacer lo que tenía en mente, le parecía cada vez menos descabellada, aunque fuera radical y tuviera muy pocas posibilidades de sobrevivir. Negó con la cabeza. No iba a aceptar vivir el resto de su vida asediada por la policía hasta acabar en la cárcel, prefería arriesgarse a su nuevo plan. La idea de saber que ahora estaba perdida y que, eventualmente, tendría que desparecer un día de la vida de su familia si es que no afrontaba todo por la vía legal, le apretaba el corazón a punto de hacerla sentir que le faltaba el aire, pero es que no podía hacer más. Tal vez esa era la idea más ridículamente estúpida en la que había pensado, pero era lo más factible en ese momento para ella.

Prefería desaparecer de la nada, que la dieran por muerta un día y así rescatar, de alguna forma, la poca reputación y dignidad que le quedaba en vez de verse forzada a confesar todo. Eso ante la familia y la sociedad, ya que, para ella, únicamente quedaba un acto de humanidad que no solo hacía para recoger la poca empatía que restaba, sino que le salía genuinamente del corazón. Así que no había demasiadas opciones para Kikyō Higurashi, porque una vez que la policía se enterara, siempre estuvo consciente, ya nada sería lo mismo.

Se despegó de la ventana y después de suspirar, secándose aquella lagrimilla que había rodado sin que lo pudiera evitar, tomó su celular del centro de mesa de la sala e hizo un pedido de comida a la pizzería más cercana. Cualquiera habría pensado que no comería después de todo eso, pero no había probado bocado desde la noche anterior, cuando InuYasha le había escrito para citarla. Tenía hambre.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Su dedo índice golpeaba el volante cada vez con menos paciencia y el resto de sus falanges ahora apretaban la circunferencia con rabia. Maldijo por lo bajo al notar que no había nada de movimiento en ese edificio, que no la pescaba para nada, que ella no sabía, no decía nada… Sabía que, probablemente, había sido informada, así que, en vez de perder el tiempo y alertarla más, decidió esperar un buen rato mientras regresaba a la estación y luego pasar por su edificio para ver si su departamento tenía las luces prendidas y valía la pena espiarla, aprovechando la noche para no ser tan obvio, pero llevaba ahí una hora, aproximadamente, y nada sucedía.

Na-da.

Estaba harto de esa mierda, harto de que ese parecía ser un fracaso para su carrera, porque había tantas malditas trabas en el camino que se sentía incompetente. Sabía perfectamente que había mucha cosa mala detrás, pero el camino estaba tan limpio que le causaba malestar físico solo recordarlo; realmente, no tendría nada si es que su única ficha no podía moverse: Kikyō.

Ya de seguro que InuYasha lo había arruinado, así que, ese día, era su último chance de saber lo que fuera y decidir si seguía o no con ese caso. A la final, todo lo de reabrirlo habría sido en vano y probablemente perdería para siempre la confianza de Tōtōsai. Fijó la vista de nuevo al frente cuando notó que una bicicleta se detenía frente al edificio, parecía que llevaba un pedido de comida; dudó unos segundos en qué hacer con ello… ¿Y si iba hasta él y aprovechaba que le abrían la puerta para subir? Movió los pies, todavía meditando mientras lo veía hablar por teléfono. Alzó la vista hacia la ventana objetiva y pudo divisar cómo Kikyō se asomaba al balcón; fue con esa señal que salió del auto como alma que llevaba el diablo y casi corrió hasta el muchacho.

—Comisario Sesshōmaru Taishō —mostró su placa en la ropa, abordando al joven—. ¿Trae un pedido para Higurashi Kikyō? —Inquirió, visiblemente interesado por la información.

—S-sí, señor —algo asustado, no pudo hacer más que decir la verdad. No todos los días un agente policial te detenía para preguntarte cosas.

—Bien, gracias —miró para la entrada, asegurándose de que todavía no bajaba y volvió al chico—. Por favor, solicito discreción. Solo haga su trabajo —le dijo con una voz tan fría que el aludido solo pudo asentir, todavía nervioso.

Sesshōmaru caminó entonces hacia la entrada del garaje y se escondió tras las rejas, esperando a que Kikyō saliera. Pasaron unos segundos y por fin escuchó la puerta abrirse, revelando a la mujer que caminaba rumbo a recoger su pedido. Esperó a que el muchacho se fuera y sigilosamente volvió a acercarse a la entrada principal antes de que su objetivo se perdiera en el edificio, sacando el móvil para ponerlo a grabar dentro de su pantalón. Cuando estuvo detrás de ella, casi le pareció increíble.

—¿Higurashi Kikyō? —Inquirió con voz grave, notando cómo ésta se detenía en el acto.

Pudo jurar que la sangre se le heló, incluso tuvo ganas de soltar lo que traía en las manos, mismas que ahora se sentían tan frías como el hielo. Sin perder el tiempo, hizo una mueca para arreglar su expresión, alzó la quijada, tomó aire y se giró para por fin encontrarse con una familiar mirada dorada.

—Estoy en desventaja —respondió, viéndolo avanzar hasta ella de forma segura, aunque lenta.

Sesshōmaru se destapó la placa cubierta por la chaqueta y notó que la joven abría apenas la boca—. Sesshōmaru Taishō, comisario de Nerima —se presentó. Por fin estaban ahí—. Necesito hablar con usted.

¿Taishō? Kikyō quiso sonreír por lo pequeño que era el mundo.

—¿En qué puedo ayudarle, comisario? —Fría, totalmente congelada tanto en expresión como en mirada, ladeó apenas el rostro, demostrando seguridad y dominio.

Aunque ese comisario no pareció intimidarse ni un poco, porque aquellos ojos ámbar eran muy distintos a los de su ex pareja, estos no saltaban de un lado a otro, incluso parecían no tener vida.

—Creo que usted y yo sabemos muy bien el motivo de mi presencia en este lugar —le respondió en un tono serio y grave—, principalmente porque ahora nota que —alzó la quijada—, en efecto, sé en dónde vive.

Y con ese último comentario, le dio a entender que era obvio que, si un detective de la policía la abordaba de repente, sabía su nombre y su dirección, era porque ella hacía parte de una investigación criminal muy delicada. No tenía que ponerse a explicar demasiado.

—Nuevamente, le pregunto —pero Kikyō era astuta, claro que no iba a darse por aludida, incluso si tenía la soga en el cuello—: ¿en qué puedo ayudarle?

Bien, así que así iba a jugar esa mujer.

Pues perfecto.

—Seré sincero, Kikyō —decidió decirle, fingiendo que daba su brazo a torcer. Lo siguiente que diría, probablemente sería muy atrevido, pero la estrategia podría brindarle algún resultado, considerando que era muy obvio que la pelinegra estaba avisada, por lo tanto, sus movimientos serían extremadamente discretos e inteligentes. Para él ya era muy obvio que Kikyō sí sabía de lo que estaba hablando—, porque, aunque no lo parezca, estoy en desventaja y hay cosas que no puedo seguir perpetuando —como perder el tiempo tratando de investigar otras fuentes cuando sabía que ella era la única llave—, especialmente porque estoy consciente de que usted es la última ficha que me queda —cómo le jodía hablarle como si no fuera él quien estaba del puto lado de la justicia—: ¿usted sabe quién mató a Hiten, su ex jefe? —Y la soltó.

Analizó cada gesto, por mínimo que este fuera, notando cómo las pupilas brillaron y pudo jurar que temblaron, si no hubiera sido por la luz deficiente, de seguro que habría captado más detalles. Sin embargo, antes de que el silencio fuera demasiado obvio, Higurashi carraspeó para proceder a recordar que ya había dado su testimonio con anterioridad, el cuál era completamente real y comprobable.

—Cuando yo llegué a trabajar, simplemente encontré a la policía fuera de la empresa —repitió, ya más segura de sí misma. Si lo veía de alguna forma más lógica, no tenía sentido que ella fuera una sospechosa—, lo dije mil veces en el interrogatorio.

—¿Sabía que antes de que lo mataran, estaba autocomplaciéndose con material visual suyo? —Continuó de inmediato, notando cómo su interrogada abría lo boca por la impresión. No podía ser que ese asqueroso realmente estuviera haciendo eso antes de que Kagura lo matara, con razón Naraku había procedido así, pensó Kikyō, mirando hacia cualquier lugar, asqueada y sorprendida por lo que acababa de escuchar, hasta que fue interrumpida nuevamente—. No quisiera decirlo, pero algo como eso me puede hacer pensar que usted tenía algo que ver con él.

—¡Jamás-…! —Se alteró, pero apenas lo notó, bajó el tono, arreglando la compostura. Ninguno de los dos casi se había movido de su posición, mostrando, con su rigidez corporal, lo tensos que estaban; en ningún momento Kikyō dejó de sostener la caja de pizza con ambas manos—. Él tenía una familia y yo estaba en pareja en ese momento —se defendió.

El colmo sería que aparte de creer que ella tendría que ver con ese asesinato, también era una zorra.

—Entonces, ¿tiene idea de qué otro enemigo habría podido proceder? —A pesar de que la pregunta era completamente sarcástica, ya que Kikyō tenía todos los síntomas de ser la culpable ante sus ojos, no estaba de más cerciorarse de que no había alguien más a quién interrogar.

En esa maldita investigación había gastado de sus recursos y le jodía tanto estar ya cerca de la verdad, pero no tener nada a la vez.

Para ese momento, Kikyō había vuelto a su posición altiva y dominante, bastante cansada de esa mierda de conversación, especialmente sabiéndose casi expuesta. Eso tenía que acabar ahí, sus nervios no eran de acero, aunque lo pareciera.

—Lo dije antes y no quiero volver a revivir esto, pero… ¿sabe qué, comisario? —Ladeó el rostro y se llevó la mano al bolsillo de su abrigo, tomando su billetera para luego abrirla sobre la caja de pizza y buscar una tarjeta dorada—. Si su investigación formalmente —hizo énfasis en la palabra, sabiendo que le daba en el ego, porque, de ser algo formal, ella estaría ya en la delegación— necesita información de mí —Kagura le había dado aquella tarjeta mientras practicaban tiro diciéndole que nunca estaba de más un abogado, especialmente por los medios en los que ahora se movía; en ese momento, aunque le pareció raro, le halló sentido rápidamente, pero ahora apostaba su cabeza a que todo había sido un plan de Naraku y que el maldito sabía de antemano que la policía estaba tras ella. Iba a matarlo con sus propias manos, ¡con razón Kagura siempre estaba atenta a que no las siguieran! Y últimamente incluso más de lo normal—, puede llamar a mi abogado —extendió el contacto, aunque no fue recibido de manera inmediata—, esta es su tarjeta —se hizo un nuevo silencio entre ambos que Kikyō rompió rápidamente con una despedida muy extraña—. Pase una buena noche, Sesshōmaru.

Taishō se quedó con la tarjeta ahí, entre sus dedos índice y medio, viendo cómo Kikyō daba la vuelta y se marchaba, dejando a su paso solo el sonido de sus tacones y el terrible odio que estaba causándole esa conversación improductiva.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Por más que había intentado no hacerlo, las lágrimas habían aflorado más de una vez y ya estaba harta.

¿Estaba InuYasha harto de ella? Quería decir, nadie le creería esa mierda de que estaba trabajando y por eso no aceptó que fuera a pasar la noche con él, era obvio que quería estar solo y aunque eso no fuera malo, no podía evitar sentir que era de un día para otro y por lo tanto le dolía. Claro que estaba en todo su derecho de decir que no, pero sentía que le había mentido en vez de ser sincero, lo cual le causaba más molestia. Había teorizado mucho, entre esas que tendría alguna cita y por eso no estaría en casa realmente o que solo estaba harto de verle la cara… todas eran fatales. Suspiró hondo, volviendo a concentrarse en la pantalla del computador. Desde que había sabido que él se iría, todo había cambiado, realmente le preocupaba y era molesto no poder dejar de tener ese sentimiento amargo debido a su pesar por que InuYasha se fuera y el doble pesar de sentir pesar por sentir pesar… ¡porque él tenía que cumplir sus objetivos! Tanto le estaba costando aceptar que no tenía que satanizar sus sentimientos porque eran válidos y resultaba que InuYasha de repente se comportaba así.

Y no era que no podía soportar el mínimo malentendido, sino que, en los últimos meses, ya habían pasado un par de cosas entre ellos que hacían que todo tomara un sentido distinto. Siguió tecleando el trabajo que le había sido encomendado mientras tomaba su bebida helada favorita y no despegaba los ojos del monitor. Se suponía que ese día se verían, pero ella estaba ocupada todavía parte de la tarde y con lo incómoda que estaba, no creía ser capaz de ir a verlo como él le había sugerido. Se sintió como una tonta y no como la adulta que se suponía que era. Alzó la mirada cuando alguien tocó la puerta de su habitación.

—Siga —permitió y pocos segundos después vio a su padre asomarse. Sonrió, dejando un poco de lado sus preocupaciones.

—¿Cómo va el informe? —Le inquirió, pasando y dirigiéndose a ella. Kagome suspiró, asintiendo—. Parece que bien.

—Lo estaba terminando, papá.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

No había vuelto a casa desde que se había mudado y de eso ya era poco más de un mes, lo cual iba contra sus deseos iniciales, que habían sido ir a comer a casa de su familia algunos fines de semana, incluso quedarse a dormir, pero que fue mandado a la mierda por nada más y nada menos que… Sí, justamente ése hombre. De todas formas, tanto Naomi como Suikotsu habían estado pendientes de ella, procurando que el estrés que hubiera provocado su licencia médica, hubiera desparecido, aludiendo a este su comportamiento extraño de días anteriores. Kagome también había estado presente, aunque con menos frecuencia y eso, aunque la inquietaba y hería de alguna forma, no dejaba de darle cierta tranquilidad; su hermana menor podía leerla más rápido que nadie en el mundo y no estaba dispuesta a enfrentar nada. Ni siquiera podía enfrentarse a ella misma luego de la muerte de Bankotsu.

Después de todo lo que había pasado la noche anterior, en la soledad de su cuarto solo había podido pensar en cuál sería su destino, el mismo que en ese momento hacía que le sudaran las manos, heladas, rígidas… Dolía y quemaba la idea de tener que simplemente tomar la decisión de irse y por mucho que hubiera considerado la idea de entregarse, no había tenido el valor.

Sí, era cobarde, tanto o más que todas las personas a las que había criticado. Tantos valores, tanta mojigatería, tanta ética para terminar siendo una delincuente más… Deshonraba el nombre de sus padres, traicionaba la confianza de su hermana. Su nueva visita ahora parecía una despedida, más bien, una forma de decirles adiós antes de tomar el siguiente paso en su vida, antes de mandar todo a la mierda. Y ya había pensado exactamente qué diría para justificar que salía oficialmente de «Golden Textil».

Su trauma y licencia médica sí servían de algo, después de todo. Miró por el retrovisor y por fin divisó lo que parecía ser el auto de Sesshōmaru, porque juraba que lo había visto ya. Sonrió, ladina; que la siguiera y la viera hacer cosas completamente normales era una gran ventaja para seguirle probando que era, entre varias comillas, inocente. Le daba una semana más para dejarla de acosar y solamente en ese momento se contactaría nuevamente con Naraku.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

—¿Está todo bien? —Kagome se inclinó un poco hacia el frente, tratando de descifrar el semblante inconforme de su padre—. ¿Está mal mi reporte?

—No, hija, claro que no —se apresuró en responderle, negando con la cabeza y dejando la tableta con el correo abierto sobre la cama, a su lado.

—Bien —asintió—, entonces supongo que lo imprimo para el lunes —sugirió, sonriendo. Desde que había empezado a trabajar con sus padres en la empresa, no había tenido la oportunidad de presentar sus propuestas para la expansión del negocio y ya que por fin pasaba, temía estar equivocada, aunque, por una razón, presentía que el humor de su padre no era culpa suya.

Suspiró hondo y se encaminó hacia su colchón para sentarse justo al lado de Suikotsu, colocando una mano sobre su hombro y apenas haciéndolo caer en cuenta de que no había respondido a lo último que la azabache había dicho. Desde que Kikyō se había mudado, las cosas parecían ir lentas para tratar de salir de una especie de duelo emocional por la «pérdida» de la mayor y eso era entendible para Kagome, quien era la que, probablemente, peor la había pasado antes, durante y después; además, justo cuando se había ido, un ataque de estrés le había atacado, las cosas eran difíciles, por eso entendía que sus padres últimamente estuvieran un poco pensativos todo el tiempo, era normal. Todos en esa casa —que parecía más grande que nunca—, extrañaban a Kikyō.

—Bueno, sabes que dentro de poco tu madre y yo cumplimos treinta años de matrimonio, ¿no es así? —Le dijo por fin, siendo sincero.

—Claro que sí, fecha que también se aproxima mucho a sus cumpleaños —acotó la joven, sonriendo más sinceramente—. Muchas felicidades a los dos —le dio un apretón en el brazo y dejó que su alegría fuera más palpable.

—Gracias, hija —le palmeó la mano sobre el hombro—. Ya sabes, me habría gustado planear algo junto a Kikyō y junto a ti como solemos hacer todos los años.

La azabache asintió. Era cierto que todos los años, los tres preparaban la sorpresa para Naomi en su cumpleaños y era… raro no poder seguir con la tradición.

—Es cierto —pestañeó un par de veces, pensativa—. Oye —una idea pareció surcar su mente de pronto, haciéndola arrugar las cejas—, pero esta vez cumplen treinta años de casados, deberías… —hizo una pequeña pausa— invitarla a algún lugar especial, no sé, tal vez un viaje o-

—Y estoy completamente de acuerdo con Kagome, papá —ambos regresaron la vista ante la llegada de la joven mujer, empezando a sonreír, casi incrédulos—; yo propongo: París —Kikyō sonrió ampliamente, con una nostálgica felicidad inundando su pecho.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

—Seré sincera —solo pudo verla pasar directamente para la sala de su departamento, mientras se deshacía de su abrigo y bolsa, hablando como si no quisiera perder el tiempo.

—Bueno…, ¿hola? —Cerró la puerta. Claro que le hacía feliz tenerla de nuevo en su espacio, pero notaba que no había pasado ni siquiera un saludo entre los dos.

—Bien, hola —le dijo de no tan bien humor, girándose para verlo. Amaba a ese hombre con todo su corazón, pero a veces solo quería ahorcarlo. Lo vio tomar aire profundamente y empezar a alzar los brazos para cruzarlos en su pecho—. He estado molesta y triste porque creo que anoche simplemente no querías verme y no fuiste capaz de decírmelo de forma sincera —soltó sin respirar, haciendo que un escalofrío recorra a InuYasha y rápido baje los brazos—; incluso llegué a pensar que estabas en una cita con otra —esto último, lo dijo afligida, un poco avergonzada por sus paranoias.

—¿Qué? —No pudo evitar soltar. Eso ya no era una simple incógnita, Kagome literalmente había adivinado lo que había estado haciendo el día anterior y eso lo aterró, incluso de forma mística.

¿Era novio de una bruja? Se le secó la boca.

No, quizás solo era sexto sentido, sumado a que ella realmente lo conocía.

—Sí, ya sé que eso último es estúpido y tal vez lo primero también, no lo sé, yo… —se llevó una mano a la frente, tratando de calmarse después de explotar de esa forma. InuYasha solo pudo intentar acompasar su corazón desbocado para enfrentar eso de la manera más calmada posible; ya no era solo que su novia era una jodida adivina, sino que tenía noticias sobre su examen, ¡era mucha información que procesar! Hubo otro espacio de silencio—. La llamada me pareció muy extraña, ¿sí? No quiero justificarme, pero sonaste raro ayer —terminó por decir, tratando de dejarlo atrás con esa última intervención.

InuYasha se llevó la mano a la barbilla, tratando de que ese gesto distrajera los horribles nervios que no lo dejaban en paz después de decidir decir aquello. Claro que había sonado raro, era completamente obvio que así era, pero no podía darse el lujo de ocultarlo, porque no soportaría sembrar más desconfianza entre los dos.

—No, en realidad tienes razón —dijo, intentando que su voz no se quebrara por la adrenalina que lo recorría entero.

Miradas ámbar y chocolate hicieron contacto entonces. Las cejas femeninas se arrugaron al instante, haciéndola abrir ligeramente la boca; no sabía si estaba indignada, triste, decepcionada o no había entendido bien.

—Lo lamento, estoy confundida —un escalofrío le cruzó el cuerpo entero. Sus manos habían empezado a temblar y el estómago se le revolvió. Tenía miedo. Era gracioso cómo siempre parecía dispuesta a recibir la verdad porque la pedía a gritos, pero cuando notaba que esta se avecinaba, el pánico le hacía querer vomitar.

E InuYasha lo notó.

—¡No! —Se apresuró a tratar de arreglar—. Maldición, no estoy saliendo con otra mujer —casi masculló. Le molestaba que los silencios incómodos dieran paso a malinterpretar todo. La vio respirar como si el alma le volviera al cuerpo.

—¿Entonces?

—Tienes razón en que no estaba listo para verte ayer… —trató de que sus ojos no sean cobardes y después de divagar, por fin se fijaron en su pareja, que parecía confundida—. Recibí una llamada importante y quería estar solo.

—Por Dios, ¿estás bien? —Kagome corrió hacia él, olvidando todo su conflicto anterior.

—Sí, no te preocupes —la sostuvo por los brazos, intentando sonreír para calmarla—. Oye, ayer me llamó el rector —la tomó por la cara y la acunó, haciendo que toda la atención de su chica se fije en él—, dice que la fecha del examen ya se oficializó… —La verdad era que esa noticia sí lo había dejado bastante descolocado; ambos sabían que eso significaba que la fecha de partida de Taishō se hacía cada vez más cercana, por lo que se trataba de un sentimiento agridulce.

—P-pero eso es bueno —trató de darle ánimo, pasando por alto lo mucho que le hincó el corazón. Ahora la extrañeza de InuYasha por teléfono tenía más sentido.

Él negó, tomando aire hondísimo. Sin decir nada más, dejó que su cabeza se incline hasta tocar ambas frentes, con los ojos cerrados. Kagome abrió la boca, un tanto asombrada por el gesto que parecía realmente anhelado. El corazón se le aceleró.

—No me siento listo para esto aún —expresó sinceramente y muy triste. Quería una oportunidad como esa, pero no dejar a Kagome, a su familia, a su casa, a sus recuerdos, a su ciudad. Era difícil y de verdad que cada vez que se veía más cerca, parecía hacerlo sentir más nervioso—, yo…

—Está bien, está bien… —trató de calmarlo de inmediato, también acariciando el rostro masculino, suave, delicada— es una gran oportunidad, InuYasha y entiendo que estés estresado —también entendía que quisiera estar solo después de eso, incluso si fuera ella, la verdad es que tal vez no habría querido ver a nadie por lo menos hasta digerirlo. Pensó en que InuYasha habría estado tal vez frente a las fotos de sus papás, eran muchas cosas— y a veces no sepas cómo manejarlo, pero de ningún modo puedes echarte para atrás —se separó un poco para que él abriera los ojos y asegurarse de que le estaba entendiendo—, ¿oíste?

Kagome sí quería que InuYasha se superara, quería que hiciera realidad sus sueños, que cumpliera sus metas y sabía que lo había pensado muchas veces, pero verlo tan inseguro le hacía querer tomar el control para que sintiera que merecía tomar ese chance, que era capaz y que todo estaría bien.

—¿Lo dices en serio? —Él sabía que Kagome estaría afectada, podía notarlo en sus ojos, pero también notaba cómo realmente quería animarlo, que era sincera y que tenía reales buenos deseos.

—Claro que sí —sonrió, mientras el dedo índice acariciaba una parte de la mejilla de su novio.

—Gracias por esto… —dijo después del nuevo silencio, realmente gratificado, con el corazón más calmado y el pecho liviano—. Gracias por-

Shhh, cállate ya —le puso el índice en la boca, haciéndolo detenerse al acto. Quería disfrutar de InuYasha cada segundo antes de que lo inevitable pasara— y mejor bésame —aunque tenía inmensas ganas de llorar, sentía una extraña carga de deseo hacia él que la hizo sonreír, pícara. Cruzó los brazos por la nuca para hablarle contra la boca—, que en lo único que pienso las últimas veinticuatro horas —sintió que las grandes manos de su ex maestro de matemáticas la aprisionaban más por la espalda y sonrió junto a él por cómo ambas anatomías ahora encajaban de forma muy íntima— eres tú.

—Creo que me pasa lo mismo —fue lo último coherente que dijo antes de volverse a hundir en una ola placentera entre los brazos de su novia.

Aún cuando fuera agridulce.

Continuará…


Diosito, ojalá ya vaya quedando menos para terminar hshsha.


Hey, mis niñas hermosas, he vuelto con este intento de fiiiiic. Esto días estuve con un reto para otro fandom (un saludo para Karii y MegoKa que estuvieron ahí) que me sacó muchas emociones, así que aproveché ese subidón de ánimo para actualizar, hay tanto que quiero que leaaan. Ah, capitulo 47, ya mismo llegamos al 50, toda esta transición es muy importante aunque ahora no lo parezca, incluso ese viaje de los padres Higurashi.

Decir también que las fotos que tomó Sesshōmaru no son para que el InuKag se separe, o sea, sí con esa intención, pero termina desencadenando otro evento más relevante que ese. Separarlos por malentendidos de celos a esta altura de la trama seria horrible de mi parte.

Un beso enorme para: agus-chan874, Marlenis Samudio, Megoka, Rosa Taisho, Karii Taishō, Rodriguez Fuentes e Iseul.