Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 2

Soltó una breve risa burlona antes de quedarse en silencio, me evaluó por unos momentos que sentí fueron años.

La sensación de estar bajo su escrutinio me hizo poner nerviosa, lo cual era raro en mí. Recompuse mi semblante después de cruzar y descruzar las piernas.

Levanté la mirada y de nuevo estaba su mueca seca en su rostro.

― Mi mundo no gira alrededor de ti, Isabella Marie ―espetó en un severo tono frío―. Tenía dieciséis años para siquiera procesar lo que quería.

― Y por eso desde entonces me odias ―comenté―. Te recuerdo que yo tenía doce años y no podía tener novio.

Bufó de forma graciosa. En realidad no era gracioso él, sino la forma en que se enojaba.

― No veo por qué tenemos que tocar temas personales en la oficina.

― Por la única razón que me estas tratando como si me odiaras. Lo que me lleva a pensar que me detestas porque nunca acepté salir contigo, porque te recuerdo que los años posteriores nunca me dejaste en paz, fui algo así como tu crush.

Llevó las manos a su rostro, lo frotó con fuerza y luego se me quedó mirando.

― Admito que quisiera tener tu autoestima ―confesó con una sonrisa que me decía se estaba burlando de mí―. Por favor, Swan, olvidemos el tema.

― Entonces, me darás el empleo.

― No.

Estreché los ojos al verlo sonreír.

― Dijiste que era la más capacitada ―le recordé con mucha educación. Él no me haría perder la paciencia―. Si soy la más capacitada considero que merezco una oportunidad en tu empresa, al menos deberías ponerme a prueba.

Su sonrisa burlona me irritó las entrañas. Me imaginé lanzándole un vaso de agua fría en esa cara perfecta.

― No. No te daré ninguna oportunidad, aquí no se trata de oportunidades sino de esfuerzo y capacidades por brindar, tú no las tienes.

Mi corazón estaba latiendo desaforado. En la punta de mi lengua estaban todas las palabras que necesitaba decirle ―respiré hondo y exhalé.

Me incorporé con mi actitud de ganadora y en ningún momento quité mis ojos de los suyos. Ni un solo pestañeo.

Di media vuelta con tal lentitud que bien tenía opción de apreciar mi trasero a su gusto; caminé contoneando mis caderas en un ritmo exagerado, puse la mano en la puerta.

― Gracias por nada ―mascullé entre dientes.

― Ahora irás a llorar con tu familia ―exhaló. Di media vuelta, mirándolo, se había puesto de pie―. Le contarás al viejo Charlie que no pudiste entrar a Cullen Marketing, seguro se pondrá furioso porque su plan no funcionó.

― Tus conjeturas perversas no tienen nada que ver conmigo. Realmente no comprendo de dónde sacas tales conclusiones, pero te digo que estas muy lejos de la realidad. Si vine a este lugar fue por una oportunidad laboral, no porque me interese contar nada a mi padre ―tragué saliva― y aunque digas que no, te notas muy ardido conmigo, no tengo la culpa de que nunca me hayas gustado.

Sonrió con un resoplido ridículo.

― Bájate de tu nube, Isabella Marie. Hay muchas mejores que tú.

― Las podrá haber, no lo dudo ―llevé mi índice a mi mentón y di varios golpecitos―. Pero no podrás cambiar qué por quién morías era por mí y te rechacé en más de una ocasión. Chao.

Cretino.

Caminé lejos de él y de todas las miradas que me observaban en el recorrido a la salida.

Mis tripas gruñeron feroces por alimento, parecía que deseaban rasgar mi estómago. Era tiempo de volver a mi guarida.

XX

Estaba agotada de haber caminado todo el día. De recorrer cada oficina y que solo me respondieran con un "gracias".

Me quité los altos tacones al entrar y caminé descalza hasta el sofá donde me desparrame.

― Estoy en casa ―articulé.

Lu. La gata blanca y peluda se asomó de su escondite, le hice una seña que viniera conmigo, sin embargo ella no lo hizo y se quedó en su lugar.

Era una gata panzona y esponjosa, bastante perezosa.

Tomé mi celular y verifique los ahorros en mi cuenta bancaria. Tenía mil dólares que no alcanzaban para mucho tiempo, tomando en cuenta que solo eran para pagar el mes de renta.

Desanimada seguí escuchando el gruñir de mis tripas.

Tenía dos opciones: volver con mi familia y qué ellos se mofaran de lo fracasada que era. O bien, la segunda opción era arrastrarme ante Cullen y rogar por una oportunidad.

Ninguna opción sonaba convincente.

Estaba enfadada con mi familia. No les perdonaría que solo me usarán como la muñeca que se exhibe en la agencia Swan para conseguir contratos de marcas exclusivas. De ninguna manera regresaría a ellos pidiendo una nueva oportunidad.

Ahora. Ya había recorrido los posibles empleos que se adaptaran a mis necesidades y en todos y cada uno me pedían experiencia.

¿Cómo se consigue la experiencia cuándo no te dan una oportunidad laboral?

Exhalé todo el aire retenido. Mis hombros se hundieron a la vez que mi cuerpo lo hacía en el sofá.

La desesperanza se estaba apoderando de mí.

También el atún estaba por asquearme y en cualquier momento vomitaria. Tenía su olor impregnado en mi nariz, para mi estómago no estaba siendo suficiente ingesta para alimentarme de ello, así que iba a volver a repetir ese menú grasiento del Mcdonalds.

Cerré mis ojos.

Existía un debate monumental en mi cabeza.

Sentí el pelaje de Lu restregarse en el dorso de mi mano que colgaba fuera del sofá. La acaricié, solo deslizando mis dedos en su suave y esponjoso pelo.

― Aguante un poco Lu, ya verás que pronto saldremos de esta y volverás a tus sesiones de spa.

Exhalé. Estaba por entregarme a los brazos de morfeo cuando de fondo escuché que sonaba "As itwas" de Harry Styles.

Presurosa me incorporé. Busqué mi bolso por todos lados hasta que lo vi en la mesa del comedor, rebusque entre mi IPad, mi cosmetiquera y todo el revoltijo que había.

― ¿Diga? ―Pregunté sin aliento.

No me has dicho si decidiste trabajar en Volturi Imagen ―escuché la nasal y desagradable voz de Aro, de solo escucharlo me revolvió el estómago.

― No quedamos en nada ―espeté.

Quedamos en que si estas dispuesta a pasar una noche conmigo, el trabajo es tuyo. Tienes la opción de convertirte en mi asistente personal, incluyendo beneficios adicionales. Por supuesto, todo de forma muy discreta, Isabella.

El coraje subió por mi sistema y recorrió mi garganta.

― ¡No quiero nada! ―Colgué la llamada antes de perder los estribos y decirlo lo que se merecía ese infeliz.

Estaba maldiciéndolo en mi mente cuando nuevamente sonó mi celular, lo tomé y le dije todo lo que pensaba de él.

― ¡Váyase al infierno viejo asqueroso! Y si vuelve a molestarme le diré todo a su esposa Sulpicia, dudo que la señora esté de acuerdo en que esté acosandome. ¡Estúpido!

Oye, Pookie ―escuché la voz aterciopelada que yo conocía bien.

Froté los dedos en mi frente. ¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué tenía que llamarme de esa manera?

― ¿A qué te refieres? Cullen, te advierto que no estoy en mi mejor momento para soportar bromas.

Otro día que estés menos enojada hablamos, quizá haga una excepción… no sé. Necesito ponerte a prueba.

Resoplé, guardando compostura.

Sonreí y sentí que había un poco de luz al final del túnel.

― ¿Hablas en serio?

Te espero mañana a primera hora. Te advierto que soy el peor jefe y no habrá contemplaciones.

― Gracias, Cullen ―dije al momento que mi sonrisa se extendía en mis labios―. Ahí estaré.

Nos vemos mañana, Pookie.

Me puse a dar pequeños saltos.

Lo iba a lograr, me ganaría ese empleo por mis propios méritos.


Hola. Me alegro mucho que le hayan dado una oportunidad, les aseguro que van a amar a estos dos testarudos.

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Gracias totales por leer 🍂