.02. Como Una Profesional.

Knife of Day era la banda del momento.

Cuando a Sora Takenouchi la llamaron desde Wolves Records para ser su mánager durante una importante gira, se sintió realmente satisfecha.

Estaba en una fiesta en la casa de su mejor amiga, Mimi. Aquella noticia le animó más de lo que hubiera esperado. Hacía poco que había roto su compromiso con su exnovio y su bella amiga se había empeñado en organizar fiestas de la alta sociedad a la que pertenecía para presentarle a alguien.

Valoraría siempre sus buenas intenciones. Pero realmente había salido destrozada de aquel noviazgo de varios años y no le apetecía salir con nadie, le abrumaba la sola idea de tener que conocer a una persona nueva, ir a cenar o al cine, fingir desinterés el tiempo suficiente como para captar la atención completa del nuevo posible pretendiente y que las cosas pudieran tornarse más serias. El último vínculo había finalizado casi un mes antes de casarse, cuando descubrió que su novio le era infiel con varias mujeres. Y todas eran artistas famosas.

Claro, ambos trabajaban como representantes y tenían contratos con unas cuantas bandas, pero quien se ausentaba más a menudo era ella, por estar viajando por el mundo.

No era fácil mantener una relación a distancia en esos términos, y aunque alguna vez se había llegado a confundir con algún artista muy carismático, siempre había salido airosa de la prueba, volviendo a casa con su chico y sin serle infiel.

Cuando la vida que creía haber construido se desmoronó, Sora pasó por una complicada crisis existencial, porque tras tantos años estando tan segura de sí misma, de pronto se encontró rodeada de mentiras. Aquello sí que dolió.

Pero en esa noche de luna llena, estando en la terraza de la mansión de la familia Tachikawa, recibió la primera oferta de trabajo que sabía que realmente le ayudaría a dejar todo atrás. Porque si de algo estaba segura, era que necesitaba estar alejada de todo durante unos meses, viajar siempre le había abierto la mente a nuevas posibilidades.

Mientras hablaba, vio aparecer a Mimi a su lado, quien sostenía dos copas de champagne en sus manos y observaba expectante las expresiones de su rostro. Takenouchi sonreía.

Cuando finalizó la llamada se apresuró a guardar el móvil en el pequeño bolso que llevaba en la mano y tomar una de las copas.

- ¿Qué te pasó? Conozco esa expresión – ella leía muy bien los ojos de Sora tras tantos años de amistad.

La pelirroja le guiñó un ojo enigmáticamente y acercó su copa a la que ella sostenía en su mano para provocar un corto choque entre los cristales, que apenas resonó en la terraza llena de mármol.

-Me voy, y es por otra gira mundial – dijo eso y se bebió todo el contenido con rapidez – adiós a todo por un tiempo.

- ¿De verdad? – Mimi sonrió y suspiró, acercándose a la barandilla exquisitamente labrada en piedra para observar la luna llena en todo su esplendor – ¿Sabes? en el fondo siempre supe que era lo único que te ayudaría a salir de esto – dijo sonriendo dulcemente.

-Pero si has hecho muchísimo por mí. Eres como una hermana. - Tachikawa abrazó a su mejor amiga y asintió ante sus palabras. Se bebió el champagne que le quedaba de un sorbo, se volvió hacia Sora para darle un beso en la mejilla.

- Siempre estaré ahí para ayudarte, ¿sabes? Ahora dime ¿De qué banda se trata? -preguntó curiosa.

-Knife of Day.

Mimi abrió mucho sus ojos.

-Esa banda… ¿es la de Yamato Ishida? Ese chico raro de la secundaria, el rubio bonito y serio.

-Sí. Les está yendo muy bien últimamente, ya era hora de que se ganaran la oportunidad de viajar lejos.

-Pero… él ha estado metido en drogas. -Mimi sonó preocupada. Ella no se acostumbraba a la idea de que su amiga viviera rodeada de artistas y de la parte sucia de la industria musical.

Ya hacía años de la primera vez en la que ella se había hecho cargo de una banda. Ahora su nombre era muy reconocido en el negocio, sabían que era muy exigente y que no permitía estupideces de sus clientes.

Era curioso recordar cómo había comenzado a ganarse el respeto en aquella primera ocasión.

Se trataba de una banda bastante problemática, una que daba varios dolores de cabeza a los representantes o productores que trabajaban con ella. Era la banda con la que cada nuevo aspirante a manager debía pagar derecho de piso, y era difícil lidiar con uno de los músicos -el líder- que vivía de los excesos.

Sora encontró durante la prueba de sonido un estuche de guitarra con varios paquetitos plásticos que contenían un polvillo blanco que parecía ser cocaína. Furiosa se los guardó entre sus pertenencias y poco tiempo después, cuando ellos se disponían a relajarse en el backstage comenzaron los problemas.

El líder de la banda no encontraba los paquetitos y comenzó a culpar al resto, gritando, maldiciendo y amenazando con no salir a tocar si no aparecía la sustancia.

Sora se plantó ante él y lo enfrentó, diciéndole que ella tenía lo que él buscaba y que llamaría a la policía.

De inmediato el músico pareció enloquecerse, ella hasta temió por su integridad, sin embargo el resto de los integrantes de la banda se interpuso y comenzaron a intentar razonar con él. Poco a poco se tranquilizó y empezó a explicarles a todos que necesitaba eso para tocar, que ya no podía seguir sin eso.

Sora le escuchó y le comentó que si seguía en ese camino, ella nada podía hacer para evitar su autodestrucción, y que eso afectaría su vida, a la banda, que iba a repercutir en ventas y números y tarde o temprano pronto se quedarían sin sello discográfico, y peor aun, sin shows si la noticia se expandía por la industria.

Luego se arriesgó desechando todas las drogas antes del show.

Le obligó a tocar sobrio, aunque él accedió a regañadientes, todos sus compañeros accedieron a acompañarlo y sugerirle hacer rehabilitación, reconocieron que nunca habían sabido manejar el consumo problemático del líder y que al sello discográfico parecía no importarle. Que nadie se había tomado el tiempo de hablar con su compañero desde otra perspectiva que no fuera culpabilizarlo.

Fue más fácil que él aceptara la ayuda, Sora acompañó parte del proceso individual y las últimas veces que lo había visto, él estaba disfrutando de su paternidad y vida en familia, haciendo giras con la banda y mejor situados a nivel de opinión pública.

También se propuso plantear la gravedad del asunto ante los dueños de la discográfica, alegando los problemas legales que le traerían a la firma, las denuncias que perjudicarían a otras bandas, la cancelación que habría por parte del público y los medios de comunicación, además de que supondrían una muy mala influencia para los admiradores, y propuso que se hiciera un seguimiento clínico a ese hombre. Al principio algunos pusieron el grito en el cielo.

¿Cómo terminar con las drogas si muchos músicos dependían tanto de ella?

Y Sora realizó una investigación de rendimiento.

Cuando vieron las conclusiones y los resultados de la banda problemática luego de pasar por la "experiencia Takenouchi" quedaron maravillados.

Lamentablemente había que hablar en términos de pérdida y ganancia para que a esas corporaciones les importara la salud de los músicos con los que tenían contrato, poco les importaba su bienestar desinteresadamente, pero a ella sí que le preocupaba el tema, de modo que se involucraba en las bandas con ese tipo de problemas y les ayudaba a crear un plan de acción y contención para mantener a salvo a sus miembros problemáticos.

Los resultados eran buenos y se había ganado el cariño de muchos colegas que seguían su método o que habían aprendido a manejar sus impulsos.

En algunos otros casos, cuando el problema era algún músico muy irritante, el hecho de explicarle la responsabilidad para con su público y ellos mismos también era útil.

Su trabajo se cotizaba muy bien y muy pronto construyó una imagen favorable de sí misma ante la industria, haciéndose especialista para dirigir las giras de las bandas más complicadas. Cada vez que recibía una oferta, sabía que se trataba de artistas problemáticos, por fortuna la mayoría de las corporaciones la apoyaban en su cometido, habían estudiado las notables mejoras en el rendimiento.

En definitiva, a Sora le gustaba ser quien era, y ya era reconocida por su profesionalismo hacía bastante tiempo.

Este nuevo desafío no sería muy diferente a los anteriores.

-Si me llamaron a mí es porque hay que marcar un límite – se encogió de hombros.

Apenas recordaba a Ishida, un chico solitario e insolente que se había construido un buen nombre en la música con su banda. Sin embargo, nunca había trabajado con él y su grupo.

Así que esa noche, por primera vez en varias semanas, se permitió sonreír a gusto, olvidando al hombre que tantos dolores de cabeza le había traído en los últimos tiempos.

XxxxxxxxxxxxxxxxX