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«Lo mejor del mundo es saber cómo pertenecer a uno mismo».
Michel de Montaigne.
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«La penumbra de la noche invadió por completo el campo de béisbol, el único poste de luz que iluminaba la oscuridad era el de aquel sendero vacío, ese que permitía el acceso a los dormitorios del equipo de béisbol y al campo de prácticas bajo techo.
Sawamura abandonó el campo de práctica techado con la intención de buscar una bebida energética que le reforzara la resistencia y le permitiese proseguir con su noche de entrenamiento. Todavía debía de hacer veinte lanzamientos más antes de ir a buscar al cátcher del primer equipo y arrastrarlo al campo junto a él.
—¿Ese no es Sawamura?
Eijun escuchó que alguien pronunció su apellido detrás de él.
—Si —corroboró otra voz—. ¡Hemos tenido suerte! —rió.
—¡Sawamura! —exclamó una tercera voz.
Eijun volteó a ver al hombre que se dirigió hacia él en el momento que, la lata de bebida energética sabor naranja, golpeó el plato de la maquina expendedora. Aquel pítcher de primer año observó al trío de estudiantes de segundo año que se dirigían a él en un tono de voz poco amigable. Sawamura frunció el ceño incómodo, el desprecio era evidente.
Al principio no desconfió del propósito que albergaban en mente sus compañeros de equipo. Sawamura era estúpidamente honesto, inocente e impulsivo; poseía una extraña cualidad que le permitía transformar la energía de quienes le rodeaban en cuestión de minutos. Por esta razón, no era insólito ver que convertía a desconocidos en amigos o transmitía confianza a través de acciones inusuales.
Dicho de otra manera, Sawamura absorbía a los demás en su ritmo. Quizás, por esa razón, no había visto con confianza el desprecio que desprendían los estudiantes de segundo año.
Eijun retrocedió con precaución.
—¿Qué ocurre, Sawamura? —interrogó el más alto—. Habíamos pensado que, como te llevabas demasiado bien con los de tercer año, podías hacer lo mismo con nosotros. —Esbozó una sonrisa ruin—. Ustedes los titulares no son los únicos que están en el equipo.
Sawamura lo observó sin pronunciar palabra alguna. No obstante, la curiosidad por fin decidió punzar su cerebro: ¿qué era lo que querían de él?
—¿Qué puedo hacer por usted, senpai? —le preguntó al más alto.
Eijun detalló en una sutil observación las manos de sus superiores, escudriñando si llevaban consigo algo en especial. A primera vista, lo único que parecía tener el más alto era un teléfono celular. De hecho, infirió que ni siquiera estaban entrenando.
—¡Ya sé! —gritó con fervor—. ¡¿Quieren convertirse en mis amigos?! —Intentó acertar—. ¡A decir verdad, necesito que alguien atrape mis lanzamientos! ¡Miyuki Kazuya escapó!
Sawamura no empezó a insultar al capitán del equipo de béisbol, no porque no quisiese, sino, por el silencio apático de los estudiantes de segundo año.
—¿Qué ocurre? —interrogó—. Creo que eso no es lo que han venido a buscar. —Atinó lacónicamente.
—¡Vaya! —exclamó el estudiante más bajo—. Yo pensé que eras un imbécil que no razonaba.
Sawamura esbozó una sonrisa indiferente.
—Cualquier persona es capaz de razonar, senpai —contestó impasible.
A diferencia del tono de voz jovial que utilizaba alguien como Kuramochi o Kanemaru a la hora de insultarlo; aquel que empleó ese estudiante de segundo año estaba lleno de odio y resquemor. Eijun no necesitó la capacidad perceptiva de Miyuki o la astucia de Haruichi para entenderlo.
—Crean o no… —Continuó incómodo—: en realidad no soy tan idiota.
—Vamos a olvidar a este imbécil —dijo el más alto.
—Un momento, Koizumi —interrumpió el único que no había hablado.
Sawamura lo reconoció como la tercera voz.
—La verdad es que… —Inició la conversación—. Creímos, en su momento, gracias a tu físico, que eras quien se estaba besando con el capitán. —Contempló con crueldad al pítcher de primer año—. Al parecer nos equivocamos.
Eijun se sorprendió con esa confesión, poco a poco sus ojos se abrieron por la conmoción y su respiración se volvió errática.
«Por favor, no, no, no, no, no», suplicó histérico: «debe ser solo una broma».
A pesar de todo, por más que intentó convencer a su cerebro que lo que su compañero de segundo año estaba diciendo era una broma, la realidad lo abofeteó. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿En realidad le habían visto? ¿Era posible? ¿Por eso se comportaron así?
Sawamura intentó calmar tanto su respiración como su cuerpo, no tuvo éxito.
—¿Qué ocurre? —inquirió Koizumi—. ¿Por qué estás temblando?
Enomoto esbozó una sonrisa vil.
—Era él —declaró.
Eijun abrió la boca con la intención de desmentir aquella afirmación.
—No —bisbiseó—. ¿Qué está diciendo, senpai? —balbuceó con ansiedad—. ¿Por qué el capitán estaría besando a otro hombre?
Sawamura escuchó cómo poco a poco su voz desapareció y se volvió un sollozo.
—¿Ha sido una broma? —Empuñó su mano derecha en la tela mugrienta de su uniforme deportivo—. ¿Debería reírme?
Eijun comenzó a sentir culpabilidad porque se dejó llevar por el momento y esa acción no lo condenó únicamente a él, sino, al capitán y cátcher principal del equipo de béisbol. Sawamura le prometió a Kazuya que ocultarían su relación romántica… era probable, desde el punto de vista del capitán, que no existía alguien que lograra mirar su noviazgo como normalmente se juzgaría uno entre un hombre y una mujer decente.
A pesar que él no estaba de acuerdo con el común «que dirán los demás si se enteran de esto», Kazuya no debía de estar en la posición de cargar un peso extra, como lo era su relación romántica con el pítcher de primer año, en su espalda. No obstante, ¿alguien comprendía esa opresión en su garganta cuando se encontraba con él?, ¿los desenfrenados latidos de su corazón cuando el cátcher lo besaba?, ¿lo encantadora que le resultaba últimamente su sonrisa maliciosa?
Sawamura tardó en descubrir que se trataba de amor, uno censurado por la sociedad.
Aquello era ridículo; empezó como una confesión unilateral por parte del pítcher de primer año y se convirtió más temprano que tarde en una relación formal que el cátcher no tardó en consolidar. Eijun disfrutaba de los besos clandestinos después de la práctica diaria, ese roce tímido de la piel del cátcher sobre la suya cuando él abandonaba su posición para entregarle personalmente la bola de béisbol; la tensión sexual que se incrementaba a medida que un partido de práctica culminaba o el coqueteo continuo que se escondía detrás de una broma indirecta que solo él lograba captar.
Eijun en ningún momento tuvo miedo por lo que pudieran haber dicho de él… sino, de como seria visto el capitán. ¿Qué era lo que debía de hacer para arreglar ese malentendido?
Sawamura tragó pesadamente.
—Debieron haber visto mal —titubeó intimidado.
La expresión de Uehara se volvió lóbrega.
—Créeme que también pensé lo mismo —escupió mordaz—. Aunque la silueta que vi definitivamente era la del capitán… es fácil reconocerlo —ratificó escueto—. Sin embargo, lo que despertó mi curiosidad era el niño que estaba besándolo… ¿no crees que es demasiada casualidad que tenga tu misma complexión física, Sawamura?
—¿Qué demonios estás diciendo, Uehara? —preguntó Enomoto—. Era él.
Eijun intentó refutar aquel hecho.
—Yo no…
Uehara perdió la paciencia.
—¡¿Quieres dejar de mentir de una buena vez, maricón de mierda?! —bramó.
Sawamura sintió cómo ese único término despectivo lastimaba ese inocente sentimiento que tanto le profesaba al capitán; mordió su labio inferior con pesadumbre. En aquel momento, él no era nada más que un niño pequeño obligado a despertar del agradable sueño que había estado anhelando para vivir en la cruel realidad.
—¿Qué está pasando aquí? —demandó una voz—. ¿Por qué tanto escándalo?
Miyuki atravesó el pasillo que separaba al campo de prácticas techado con los dormitorios de los estudiantes del club de béisbol. A primera vista, el capitán del equipo tenia el aspecto de haber tomado una confortable siesta en su habitación. Sin embargo, era bastante obvio que estaba ansioso por intervenir en la práctica del pítcher de primer año. Ocultó el guante del cátcher en su espalda cuando su mirada se cruzó con la del chico.
—¿Sawamura? —pronunció aquel apellido con desconcierto.
¿Qué demonios estaba ocurriendo ahí? Miyuki dejó a un lado la novela de ficción que había estado leyendo porque se hizo demasiado tarde y su novio no lo había ido a buscar. Obviamente, se preocupó. Eijun era inconcebiblemente obstinado y no desperdiciaba la mínima oportunidad de obligarle atrapar para él.
Por ese motivo, Miyuki abandonó su habitación con el propósito de encontrarlo.
—¿Qué ocurre aquí? —insistió molesto.
—¡SA-WA-MU-RA!
Kuramochi interrumpió la discusión y, sin saber que demonios estaba ocurriendo, volteó el rostro para ver a su compañero de habitación.
—¿En dónde está mi jugo? —le preguntó.
—Creo que está en el suelo —Koizumi respondió.
—¿Hn?
Kuramochi ni siquiera se molestó en ver donde ese chico estaba señalando. En aquel momento, lo más importante era el silencio sepulcral del pítcher de primer año.
—¡Sawamura! —bramó—. ¿Me estás ignorando?
Haruichi abandonó el campo de entrenamiento techado con la intención de descubrir a que se debía tanto escándalo. Satoru había estado observando en completo silencio desde que Kuramochi dejó a un lado la práctica de bateo con el propósito de arrastrar a Sawamura devuelta a su rutina.
—Eijun.
Miyuki esbozó una sonrisa indolente.
—¿Qué demonios está ocurriendo aquí? —inquirió hosco.
Sawamura se tensó. Aquella corriente eléctrica que desprendía su cuerpo cuando el capitán le coqueteaba se convirtió en un repugnante sentimiento de angustia. ¿Por qué su cuerpo se sintió más pesado que de costumbre? Ciertamente, no era lo mismo mentalizarse sobre una situación en específico sin haberla vivido; sin importar cuánto haya leído en internet sobre ello. Eijun nunca imaginó que la sensación de intranquilidad que le invadió al estar a un lado del capitán en ese momento le destruiría por completo.
Eijun sacudió su cabeza de un lado a otro con la intención de contestar la pregunta que el capitán realizó. Kazuya frunció el ceño incómodo; era evidente que algo había ocurrido y ese trío de segundo año estaba detrás de todo. Sawamura hizo una profunda reverencia a quienes le trataron con desprecio y permaneció allí un minuto completo; lo que buscaba el pítcher de primer año es que guardaran el secreto.
—¡¿Qué mierda?! —exclamó con sorpresa el vicecapitán.
Sawamura cruzó una rápida mirada con su novio quien no salió de la impresión hasta que el pítcher de primer año desapareció por completo del pasillo del campo de prácticas techado.
—¡¿Han visto eso?! —Enomoto se desternilló de la risa.
—¡Menudo imbécil! —Koizumi esbozó una sonrisa vil.
Uehara no quitó su mirada de encima del capitán del equipo de béisbol.
—¿Qué ocurre? —lo interrogó—. ¿Quiere decir algo?
Miyuki nunca se había sentido tan enfurecido como en ese momento; sintió que su sangre comenzó a hervir en el instante que su mirada cruzó con la de su novio y divisó lágrimas. Youichi lo había visto también, además de la mirada que el pítcher de primer año le dedicó al capitán.
A diferencia del capitán y vicecapitán, los dos únicos estudiantes de primer año presentes se retiraron para alcanzar a su amigo. Haruichi tenia un mal presentimiento que se intensificó al observar el rostro taciturno de Satoru.
—Enomoto. —Youichi señaló el oscuro pasillo—. ¿Qué le dijiste a Sawamura?
Kuramochi intentó calmar su naturaleza salvaje. Obviamente, aquellos imbéciles se habían pasado de la raya. Youichi consideraba a Eijun como su hermano menor y, por esa razón, no iba a tolerar que nadie le hiciese llorar descontroladamente. Además, una cosa era bromear e insultar al pítcher de primer año y otra era tratarlo despectivamente.
¡¿Quién mierda le había gritado maricón?!
—¿Por qué crees que le dijimos algo a-? —Koizumi intentó refutar.
—Cierra la boca, Koizumi —dijo enfurecido—. Le pregunté a Enomoto.
Enomoto retrocedió espantado.
—¡¿Por qué piensas que le dije algo a ese imbécil?! —inquirió azorado—. ¡Fue Uehara quién comenzó a preguntarle un montón de cosas!
—¿Uehara? —repitió el campocorto.
Uehara chasqueó la lengua decepcionado.
—¡Menudo imbécil! —refunfuñó Koizumi—. ¡¿Por qué te intimida?!
—¡¿Por qué?! —insistió Enomoto—. ¡Te recuerdo que su presencia no estaba dentro del plan! —Señaló al vicecapitán.
Kuramochi frunció el ceño disgustado.
—¿De qué plan está hablando? —Youichi volteó a ver a Uehara—. ¿Qué tienes que decir en tú defe-?
Youichi ni siquiera pudo terminar aquella pregunta; un violento sonido interrumpió la conversación. Miyuki estaba de pie a un lado de la maquina expendedora y su mano desnuda se encontraba encima de ésta. Aquella acción le permitió aliviar el estrés que almacenó en su cuerpo desde que Sawamura abandonó el oscuro pasillo.
Kazuya esbozó una sonrisa desagradable.
—¿Qué pregunta le hiciste a Sawamura, Uehara? —interrogó.
Al cátcher del primer equipo no le importó en lo más mínimo el dolor que sentía en su mano izquierda. A decir verdad, su mirada no se despegó ni un minuto del rostro inseguro de Uehara.
—¡¿Miyuki?! —Youichi exclamó con preocupación.
Kuramochi entendía mejor que nadie la cólera que estaba pululando dentro de él. Aún así, era un jugador de béisbol, por el amor de dios, debía de cuidar su cuerpo, en especial sus manos; ¡era el maldito cátcher principal! Naturalmente, hubiese sido diferente si tomaba la decisión de golpear la maquina expendedora de un puntapié.
—¡Contéstame maldita sea! —gruñó.
Uehara no solo percibió el tono de voz despiadado que utilizó el cátcher del primer equipo, sino, la mirada de sangre fría que le dedicó únicamente a él. A pesar del pánico que sintió en ese momento, no retrocedió. Uehara odiaba a Sawamura con toda su alma. Nadie quedaría invicto después de ese día.
—Ustedes… —Comenzó la conversación indeciso—. Ustedes eran lo que se estaban besando detrás del segundo campo de entrenamiento, ¿verdad? —Esbozó una sonrisa.
A diferencia de Kuramochi, el capitán ni siquiera mostró sorpresa ante aquella aseveración. Youichi volteó a ver al cátcher del primer equipo con una expresión de estupefacción.
—Si —contestó lacónico—. ¿Tienes algún problema con eso, Uehara?
Uehara se ofendió.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —chilló incómodo.
¡¿Por qué demonios era capaz de admitir algo tan importante y sin mostrar emoción alguna en su rostro?!
A diferencia de lo que su inexpresivo rostro demostró; dentro de él estaba luchando por controlar la impotencia que sentía. Miyuki estaba consciente de la reacción que tendría más de un miembro del equipo de béisbol al enterarse de la relación que él mantenía con Sawamura. Sin embargo, nunca se detuvo a pensar que el pítcher de primer año se convertiría en el foco de atención. Además, lo habían hecho llorar.
«Mierda, mierda, mierda, mierda», pensó irritado. Miyuki deseó desmembrar a cada uno de ellos.
—Miyuki.
Kuramochi interrumpió su tren de pensamientos.
—¿Es cierto? —le preguntó impaciente—. Todo lo que han dicho aquí… ¿es cierto?
Miyuki observó la mano derecha del campocorto en su hombro izquierdo. ¿Kuramochi estaba temblando?
—Si —respondió escueto.
A él no le importaba colocar a medio mundo en su contra. A excepción de Eijun, evidentemente. Por lo tanto, mantener la amistad que construyó con el campocorto era innecesario si envenenaba su relación romántica. No obstante, la sonrisa que esbozó Kuramochi le desconcertó y el puntapié que le dio en su tobillo izquierdo le hizo chillar.
—¡¿Qué demonios te pasa, Kuramochi?!
—¡¿Por qué no has ido detrás de él?! —vociferó alterado.
Miyuki abrió la boca estupefacto; Kuramochi aprovechó la cara estúpida que estaba haciendo el capitán y volvió a golpear el tobillo izquierdo del cátcher con un puntapié.
—¡¿Quieres dejar de pegarme?! —imploró.
—Vete —ordenó el vicecapitán—. Ve detrás de Sawamura.
Miyuki lo notó de inmediato, en la mirada de Kuramochi no había desdén o repugnancia, ese brillo excepcional que detectó era irritación e impotencia. Youichi no pensaba en nadie más que en Sawamura en esos momentos, sin lugar a dudas, era como una padre para el pítcher de primer año.
Kuramochi deseó romperle la cara a ese trío de imbéciles, al igual que el capitán. Sin embargo, debía de pensar como el vicecapitán del equipo de béisbol. Golpear a un miembro implicaba un castigo disciplinario que los titulares no se podían permitir. Además, Eijun actuó de una forma madura, hizo una reverencia con la intención que aquella conversación no se saliera de control y se marchó. ¿Qué le quedaba a él si no era capaz de frenar el impulso errático del cátcher?
Por otro lado, el campocorto no admitirá jamás que la mirada mortífera del capitán era escalofriante.
—Kuramochi… —Esbozó una sonrisa—. Gracias.
Miyuki golpeó amistosamente el hombro del campocorto y desapareció por aquel pasillo oscuro que su novio atravesó llorando, sin siquiera voltear a ver a los estudiantes de segundo año.
—¡¿Has visto eso?! —Koizumi exclamó hilarante—. ¡Miyuki es un maricón también!
Uehara empuñó la tela de su pantalón resentido, Enomoto esbozó una sonrisa inquieta, Koizumi fue el único que se desternilló de la risa.
Kuramochi decidió por fin terminar de una buena vez por todas con esa desagradable conversación y sin dudarlo golpeó la maquina expendedora con su poderosísimo puntapié.
—Oye, ¿quién te dio permiso de reírte? —exigió saber.
—¿Y a ti qué más te da? —refutó.
—¡Koizumi, basta! —dijo Enomoto.
—¡¿Por qué le tienes tanto miedo a ese imbécil?! —objetó.
—¡Kuramochi es peligroso! —insistió temeroso.
—¿De qué mierda estás hablando? —cuestionó escéptico.
—¡Le rompió la nariz a un tipo con una patada voladora! —chilló espantado—. ¡Ninguna preparatoria en Chiba lo quiso en su equipo por lo que hizo!
Kuramochi esbozó una sonrisa diabólica.
—E-no-mo-to —pronunció paulatinamente su apellido—. ¿Quién te dio esa información?
—¡¿Qué mierda?! —Koizumi retrocedió presa del pánico—. ¡¿Todo eso es cierto?!
—¿Y bien? —insistió.
Enomoto tragó pesadamente.
—Conozco a alguien que es parte del equipo de Naruta Tech —informó—. Y cuando escuchó tu nombre en la alineación de otoño me contó que fuiste rechazado en la prefectura por… —Humedeció su boca—. Por romperle la nariz al hijo de un político.
Kuramochi desordenó su cabello derrotado.
—Si —confesó escueto—. Le quebré la nariz.
Koizumi retrocedió atemorizado.
—Uehara… —dijo lleno de desesperación—. ¡Vámonos de aquí!
—Cállate —ordenó abatido—. Kuramochi no te va a golpear —replicó.
—¡¿Uehara?!
Uehara contempló indiferente al campocorto.
—¿Por qué? —preguntó—. ¿Por qué estás de lado de Sawamura? ¿Qué es lo que ganas defendiendo a un maricón como él?
Kuramochi lo fulminó con la mirada.
—¿Te has puesto a pensar en lo indecoroso que resulta esa relación?
—¿Y? —lo interrumpió el campocorto—. ¿Por qué te importa tanto eso, Uehara?
—¡¿Por qué?! —exclamó alterado—. ¡¿No ves que dañaría la reputación del equipo de béisbol?!
Youichi se desternilló de la risa.
—¿Por qué un recogepelotas se preocuparía por la reputación de nuestro equipo? —lo ofendió.
—¡Cómo te atreves! —chilló Koizumi.
—¿Qué? ¿No te gustó? —Esbozó una sonrisa ruin—. ¡¿Cómo crees que se sintió Sawamura cuando le gritaste: «maricón de mierda»? —estalló furioso—. ¡¿Crees que no se rompió por dentro?!
Kuramochi se tronó los dedos de sus manos.
—¿Cuál creen ustedes que fue su infracción? —cuestionó cínicamente—. ¿Encararlo por qué se besó con el capitán? ¿Llamarlo maricón de mierda? —Youichi sacudió su cabeza de un lado a otro—. No —contestó escueto—. Fue hacer llorar a Sawamura.
Kuramochi se tomó un momento para detallar la expresión atemorizada de los tres estudiantes de segundo año.
—¡Váyanse de aquí! —gritó airado.
Koizumi dudó.
—Vámonos. —ordenó Uehara.
—¡¿Vamos a dejar todo así?! ¡¿No escuchaste que nos insultó?! —exclamó Koizumi.
—¡Olvídalo! —insistió Enomoto.
—Koizumi, vámonos —ratificó Uehara.
—¡Ni creas que esto se acabará aquí! —amenazó Koizumi.
Kuramochi observó cómo los estudiantes de segundo año desaparecieron en dirección contraria a la que Sawamura tomó. Aquella amenaza no podía tomarla como una broma; sospechó que, al día siguiente, todo el equipo de béisbol conocería la relación del capitán con el pítcher zurdo de primer año. Youichi frunció el ceño irritado.
¿Cómo demonios iba a ayudar a su compañero de habitación en esas circunstancias?
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Kuramochi observó la pantalla de su teléfono celular con dolor de cabeza; era evidente su molestia. Aquel motivo era inequívoco, la cama contraria que debía de estar ocupada por un crío revoltoso… estaba vacía. Youichi no necesitó encender la linterna de su móvil para comprobar su teoría. Sawamura hablaba dormido y, desde que él se acostó hasta que una pesadilla sin sentido interrumpió su sueño, no lo había escuchado.
De: You-san [02:10]:
» Haruichi. «
» ¿Aquel imbécil está contigo? «
De: Haruichi [02:13]:
» ¿Eijun? «
» No. «
De: You-san [02:13]:
» Lo mataré. «
» ¡¿En dónde demonios está?! «
De: Haruichi [02:15]:
» Tal vez está con Miyuki-senpai. «
—¿Miyuki? —dijo receloso.
De: Haruichi [02:16]:
» Creo que está con él. «
» Zono-san vio a Miyuki-senpai yendo al campo de entrenamiento techado. «
De: You-san [02:17]:
» ¿Zono no termina su entrenamiento a la medianoche? «
De: Haruichi [02:17]:
» Si. «
De: You-san [02:18]:
» ¿Qué demonios están haciendo tan tarde en el campo de entrenamiento techado? «
De: Haruichi [02:19]:
» You-san. «
» ¿Usted no sabe? «
De: You-san [02:20]:
» ¿Saber qué? «
Kuramochi contempló la conversación que mantenía con Haruichi en completo silencio e intentó recordar si había escuchado sobre un entrenamiento especial o algo.
De: You-san [02:22]:
» ¿Qué tengo que saber, Haruichi? «
Youichi insistió al ver que el segunda base no contestó al instante.
De: You-san [02:24]:
» Olvídalo. «
» Ya regresó el imbécil. «
Kuramochi escondió su teléfono celular debajo de la almohada y taladró con su mirada la figura masculina que se movía de un lado a otro en la oscuridad.
—¡SAWAMURA! —vociferó.
—¡¿Kuramochi-senpai?! —exclamó sorprendido.
—¡Enciende la maldita luz, imbécil irresponsable! —ordenó.
Eijun tropezó con su propio uniforme antes de encender la luz de la habitación número cinco.
—¡¿No estás consciente de la hora que es, Sawamura?! —interrogó enojado.
—¿Medianoche? —Esbozó una sonrisa inofensiva.
—¡Imbécil! —rugió—. ¡Ya son más de las dos de la mañana! ¡¿Qué tanto estaban haciendo?!
Eijun rompió el contacto visual avergonzado.
—¡¿Me vas a contestar, Sawamura?!
—¡Ya sé que es tarde! —refunfuñó ruborizado—. ¡Pero escúcheme, Kuramochi-senpai! —insistió con un intenso rubor en ambas mejillas—. ¡Miyuki-senpai aceptó atrapar para mí!
Kuramochi percibió la excitación del pítcher de primer año en su tono de voz. Era bien conocido por los miembros del club de béisbol que el cátcher principal del equipo vivía escapando del entrenamiento intensivo que se imponían el escandaloso y el monstruo.
Aquella práctica era evidentemente excesiva, por esa razón le impactó que el capitán hubiese aceptado semejante locura.
Eijun esbozó una sonrisa victoriosa.
—¡Hice que atrapara para mí todo este tiempo! —fanfarroneó.
Kuramochi correspondió aquella sonrisa con una maliciosa. Francamente, ver al capitán con sueño en el entrenamiento matutino iba a ser lo más entretenido que ocurriría ese día.
—¡¿Crees que seré condescendiente contigo por hacer sufrir al capitán?! —vociferó calmado—. ¡Deja de extender tu entrenamiento nocturno, imbécil! —lo regañó—. ¡A partir de mañana terminarás a la misma hora que Zono!
—¡¿Qué?! —chilló en desacuerdo—. ¡Zono-senpai acaba a la medianoche! —replicó.
—¡Y no me repliques!
Kuramochi aprovechó la oportunidad para salir de la cama de un salto y golpear el trasero del pítcher de primer año con el dorso de su pie.
—¡¿Por qué demonios me golpeas, Kuramochi-senpai?! —protestó.
—¡Ya es hora de respetar el horario nocturno de esta habitación! —recalcó—. ¡Ni siquiera pienses en que te despertaré en la mañana!
—¡¿Y por qué crees que necesito tu ayuda, Yankee-senpai?! —objetó.
Kuramochi decidió hacerle entender por medio de una llave que en la habitación mandaba él. Sin embargo, su discusión quedó en la nada al escuchar un extraño sonido que sacudió el techo del dormitorio.
—Sawamura.
—Hn —contestó el pítcher de primer año en posición de defensa.
—¿Miyuki atrapó los lanzamientos de Furuya? —inquirió.
Eijun esbozó una sonrisa traviesa.
—Creo que no.
Kuramochi abrió la puerta de su habitación con su poderosísimo puntapié.
—¡MIYUKI! —aulló el campocorto—. ¡VE A ATRAPAR LOS LANZAMIENTOS DE FURUYA ANTES DE QUE HAGA UN AGUJERO EN EL TECHO COMO LA ÚLTIMA VEZ!
—¡¿ESTÁS LOCO?! —protestó el capitán del equipo—. ¡SON LAS DOS DE LA MAÑANA!
—¡FURUYA, YA DUÉRMETE! —rugió Maezono.
Kuramochi volteó a ver a su compañero de habitación con la intención de discutir la actitud del cátcher principal; no obstante, Eijun estaba de lo más tranquilo metiéndose en la cama e ignorando la conmoción de los demás.
—Kuramochi-senpai —habló cuando terminó de acomodarse en la litera—. Hace un par de días compré tapones para los oídos —le informó—. ¿Quiere un paquete?
—Por favor.
Kuramochi decidió seguir su ejemplo y dejar que el vicecapitán Maezono lidiara con el pítcher estrella.
—Sawamura…
—¿Hn? —balbuceó somnoliento.
—Duérmete —ordenó.
Kuramochi observó al pítcher de primer año en silencio; posiblemente estaba especulando de más.
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Miyuki alcanzó con éxito al pítcher zurdo de primer año, sin embargo, se detuvo a mitad del camino y se ocultó al escuchar el sollozo frenético de él. Sawamura estaba en cuclillas con la cabeza escondida en el pecho de Furuya. Aquel momento fue el segundo en toda su vida que se sintió tan innecesario e inútil. Kazuya pecó de idealista, él sabia que tarde o temprano el equipo de béisbol descubriría la relación romántica que mantenía con el pítcher; no obstante, siempre pensó que estaría a un lado de Eijun cuando eso ocurriese.
Jamás pensó que ser el capitán del equipo implicaba una restricción ortodoxa en su cotidianidad.
«Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda», blasfemó.
Llegó a pensar que no importaba ser expulsado si lograba romperle la pierna a uno de ellos.
Miyuki inhaló el aire suficiente con el propósito de apaciguar su mal humor. Francamente, comportarse como un salvaje troglodita no traería ningún beneficio a su futuro y mucho menos al de su novio. Eijun se echaría la culpa si él fuese expulsado. Kazuya apoyó su espalda en la pared más cercana y permaneció allí con la intención de escuchar la conversación que estaba teniendo con Kominato y Furuya.
A pesar de considerarse un cátcher hecho y derecho; y un jugador importante en el equipo, no tenia la confianza suficiente para cuidar una emoción tan fuerte como era el amor. Miyuki estaba acostumbrado a recibir los sentimientos del pítcher a través de los lanzamientos que ejecutaba desde el montículo; sin embargo, en la vida real, esa emoción era mucho más espeluznante.
¿Alguna vez se había sentido tan inútil?
¿Por qué demonios ese niño lo amaba tanto? ¿Por qué demonios él se enamoró tanto de ese crío?
Hace un par de meses atrás le bastaba con observar su desarrollo sin inmiscuirse directamente en su vida cotidiana. En su momento, Miyuki tuvo miedo de lo que comenzó a sentir; desde siempre se consideró un adolescente egocéntrico e hipócrita, priorizó su satisfacción personal por encima de los demás. ¿Tenía permitido preocuparse por alguien? ¿Deseaba hacerlo? ¿Sawamura aceptaría ese repugnante sentimiento?
«¿Por qué?», interrogó a su consciencia: «¿por qué demonios le propusiste eso?»
Miyuki observó displicente el guante de cátcher en su mano izquierda.
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Haruichi se agachó a la altura de su amigo y deslizó su mano derecha por la espalda ajena con la intención de tranquilizar su estado de animo. Eijun empuñó la tela del suéter deportivo de Satoru con más fuerza y restregó su rostro en el pecho del pítcher estrella.
—Eijun-kun —murmuró—. ¿Puedes levantar el rostro?
Sawamura no respondió de inmediato, no porque no quiso hacerlo, sino, porque llorar descontroladamente le impedía organizar una oración completa en voz alta.
Kominato levantó su rostro preocupado y se encontró con la mirada impaciente de Furuya. Haruichi le indicó que hablara él, era probable que el pítcher zurdo le hiciera más caso a su rival.
—Eijun. —Furuya peinó el cabello castaño del pítcher zurdo con su mano derecha—. ¿Qué pasó allá?
Haruichi esbozó una sonrisa de ternura al presenciar la extraña amistad que mantenían esos dos.
Eijun farfulló.
—¿Tú escuchaste algo, Haruichi? —preguntó.
Haruichi sacudió su rostro de un lado a otro divertido.
—No he escuchado nada, Satoru.
Eijun gruñó.
—No —refunfuñó el pítcher zurdo—. No pasó nada.
Satoru arrugó el ceño con irritación.
—Hn —respondió lacónicamente—. De ser así, regresaré a seguir lanzando.
—¡¿No te vas a tomar la molestia de volver a preguntar?! —berreó.
Sawamura levantó su rostro en lágrimas y asió el cuello del suéter deportivo de Furuya. Aquel pítcher estrella de primer año lo observó atónito, nunca había visto esa expresión en la cara de Eijun. Haruichi colocó su mano derecha encima de la izquierda del pítcher zurdo e intentó calmarlo.
—Eijun-kun, Satoru está bromeando.
—No lo estoy —refutó.
Haruichi esbozó una sonrisa inquietante.
—¿Has dicho algo, Satoru? —interrogó.
—Si —contestó rápidamente—. Me iré sin voltear hacia atrás como vuelvas a decir que no pasó nada, Eijun.
—¡No te quiero contar a ti! —refunfuñó Eijun después de aflojar el agarre del suéter.
Kominato se desternilló de la risa.
—¡¿Harucchi?! —chilló ofendido.
—Lo siento —se disculpó inmediatamente—. ¿Qué era lo que no querías contarle a Satoru?
Eijun escondió su rostro en el pecho del pítcher estrella de primer año. Haruichi observó con dulzura que Satoru volvió a peinar el cabello castaño del zurdo.
—Hn —balbuceó—. ¿Me van a escuchar?
—Si —contestó Haruichi.
Sawamura empuñó su mano derecha y sujetó la tela del pantalón deportivo de Satoru.
—Actué imprudentemente… —confesó.
—¿Por qué eso es extraño? —preguntó Furuya—. ¿No es normal en ti?
Haruichi cubrió inmediatamente su boca con la palma de su mano derecha, evitar emitir una carcajada después de escuchar lo que dijo el pítcher monstruo iba a ser difícil.
—¡¿Me van a dejar hablar?! —rugió.
—Si.
Eijun soltó un suspiro.
—Actúe imprudente e impulsivamente… nos vieron —murmuró.
Miyuki se sorprendió al escuchar la confesión sin tapujos que hizo el pítcher de primer año.
Haruichi entrelazó los dedos de su mano derecha con los de la izquierda de Eijun. Satoru observó aquella acción e imitó al segunda base con la derecha del pítcher zurdo.
—Le causé problemas a Miyuki-senpai. —Incriminó su actuación.
Miyuki no era capaz de procesar lo que había escuchado, ¿Sawamura había tenido el valor de contarle a sus amigos sobre la relación romántica que tenía con él? Además, a primera vista, parecía mantener una amistad sincera con el pítcher estrella del equipo. Más allá de la envidia que podía despertar al no tener un amigo de quién depender; Kazuya se sintió celoso de la confianza que mantenía Satoru con su novio.
Aún así, ¿a qué se refería exactamente con causar problemas?
—A ver si entendí. —Furuya apoyó su barbilla en la cabeza del pítcher zurdo de primer año—. ¿Lo estaban haciendo cuando los encontraron? —preguntó.
Sawamura se ruborizó violentamente.
—¡POR SUPUESTO QUE NO! —clamó avergonzado—. ¡NOS ESTABAMOS BESANDO!
Furuya levantó una ceja displicente.
—Fue solo un beso.
Haruichi esbozó una dulce sonrisa al ver la tranquilidad con la que el pítcher estrella de primer año se expresó. A él eso tampoco le pareció desagradable o negativo; sin embargo, era imposible conocer de antemano la opinión que tendrían los demás miembros del equipo de béisbol con respecto a la relación romántica entre el capitán y el pítcher zurdo.
A pesar de todo, por mucho que rechacen la relación del cátcher principal del equipo con su amigo por ser repugnante o inmoral, eso no quería decir que estaban con la libertad de ofender a Eijun. Kominato decidió que más tarde interrogaría a You-san sobre la identidad de los infractores.
Sawamura resopló.
—No es por el beso —bisbiseó inquieto.
—¿Qué es lo que te preocupa? —interrogó Haruichi.
Eijun levantó su rostro del pecho de Satoru y este protestó disgustado.
—Creo que les comenté del acuerdo que hice con Miyuki-senpai —dijo finalmente. Sawamura clavó su mirada en el suelo de hormigón—. A pesar de ser más bien una promesa… —explicó cohibido—, le prometí no exhibir nuestra relación.
Eijun escondió su rostro lloroso en el suéter deportivo que estaba vistiendo.
—Fue mi culpa —declaró—. Ha sido mi culpa, Harucchi —insistió—. Por mi culpa nos vieron… Miyuki-senpai es el capitán del equipo, no quería causarle problemas.
Miyuki sintió como su corazón se comprimió interiormente. ¿Por qué él estaba llorando con amargura por un bastardo? Sawamura se preocupaba en exceso por cómo los miembros del equipo de béisbol veían aquel nexo y, pensó que, de no ser el capitán, su relación romántica podría ir de maravilla.
—Honestamente, no creo que Miyuki-senpai piense de esa forma —opinó Kominato. Haruichi envolvió su mano derecha en el cabello del castaño e intentó peinarlo—. Al contrario, por alguna razón, pienso que él seria el primero en confirmar que ustedes están saliendo.
—Es cierto, Miyuki-senpai es un patán. —Furuya intervino en la conversación.
«Lo mataré», pensó: «Definitivamente lo mataré». Kazuya esbozó una sonrisa resentida; al día siguiente triplicaría su entrenamiento diario. Además, debía de buscar una excusa para que el entrenador Ochiai no insistiese en que debía de atrapar su bola rápida.
Eijun empuñó la tela de su suéter.
—Eijun-kun, echarte la culpa no resolverá nada. —Haruichi palmeó suavemente la espalda del pítcher—. En primer lugar, no debes culparte por algo que nadie sabia que iba a ocurrir y, no, no estoy hablando del beso, te estoy hablando de lo que sientes por el capitán. Además, no está mal enfrentarse a un drama románico en el equipo de béisbol.
—Harucchi.
—Dime, Eijun-kun. —esbozó una inocente sonrisa.
—¿Qué puedo hacer si le causo problemas a la persona que amo? —preguntó.
Haruichi dejó de sonreír.
—Yo no quiero hacerlo —murmuró—. ¿Qué ocurre si el equipo le pierde el respeto o exigen que sea removido de su posición como capitán por estar en una relación conmigo? —cuestionó a nadie en especial—. ¿Y si es expulsado del equipo por el entrenador? —Esbozó una sonrisa patética—. Tengo miedo —confesó—. Me da terror arruinar su futuro como jugador profesional.
Satoru mantuvo su dedo del medio con asistencia del pulgar y golpeó con fuerza la frente del pítcher zurdo.
—¿Por qué estás insistiendo en actuar como un tonto? —le preguntó.
—¡¿POR QUÉ DEMONIOS ME PEGAS, SATORU?! —chilló resentido.
—Deja de gritar. —Satoru preparó su dedo del medio—. Contéstame, ¿por qué estás insistiendo en actuar como un tonto?
Eijun cubrió su frente.
—¿A qué te refieres? —preguntó cauteloso.
—Haces hincapié en que no quieres causarle problemas a Miyuki-senpai —dijo—. Sin embargo, nadie tiene una prueba convincente que asegure que al estar en una relación contigo dañará su futuro como jugador profesional.
Haruichi esbozó una sonrisa.
—Satoru tiene razón. —Sawamura observó incrédulo a Kominato—. A ver, si él decide convertirse en un jugador profesional; no encabezaría la lista de jugadores homosexuales de la MLB.
Satoru asintió.
—Aquel jugador retirado de Dodgers de Los Ángeles es un activista, ¿cierto?
—Creo que se llama William Beane. —Haruichi observó al pítcher zurdo—. Eijun-kun, no es posible conseguir siempre lo que uno quiere; sin embargo, eso no significa ceder ante la adversidad.
Eijun mordió su labio inferior.
—¿Qué es lo que vas a hacer? —Kuramochi irrumpió en la conversación.
—¡¿Kuramochi-senpai?!
Sawamura limpió inmediatamente su húmedo rostro con el suéter de Satoru.
—¿Qué hace usted aquí? —preguntó.
Kuramochi se levantó de hombros displicente.
—Contéstame —exigió—, ¿vas a renunciar todo lo que han experimentado y terminar con él?
Eijun abrió la boca atónito y su respiración aumentó.
Kuramochi observó por el rabillo del ojo la evidente silueta del capitán del equipo; rascó su cuero cabelludo irritado y se acercó al pítcher zurdo de primer año.
—Sawamura. —Youichi esbozó una inquietante sonrisa en el momento que la mirada del pítcher cruzó con la suya—. ¿Qué vas a hacer?
Eijun empuñó la tela de su pantalón deportivo.
—¿Qué es lo que tu corazón quiere hacer? —preguntó—. Olvídate de todo lo demás; en este momento, lo único que importa es lo que tú quieres hacer.
—Yo… quiero proteger a Miyuki-senpai —contestó sin ningún tapujo.
«¡¿Y eso qué significa?!», Kazuya sintió un mal presentimiento.
—Terminaré con él. »
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Día: 30 de diciembre.
Hora: 09.05 a.m.
Localización: En las vías con dirección a Nagano, tren de bala — Japón.
Transcurrió aproximadamente una hora desde que el tren de bala salió de la estación de Kokubunjin rumbo a Tokyo y, de allí, con dirección a la ciudad de Nagano. Kazuya no estaba del todo acostumbrado a dormir una siesta sin su antifaz; por lo tanto, no logró conciliar por completo el sueño a causa de la luz artificial del vagón de primera clase. A diferencia de su novio, Eijun, quien dormía a pierna suelta.
Naturalmente, eso no le provocaría el dolor de cabeza que estaba sintiendo en ese momento. Todo era culpa de ese maldito recuerdo que lo perseguía constantemente. Miyuki intentó estirar su brazo izquierdo con la finalidad de alcanzar su mochila y buscar en ella alguna aspirina para la migraña; sin embargo, no pudo. Sawamura era la viva imagen de una mamba negra que enroscaba su cuerpo alrededor de la víctima con el objetivo de asfixiarla hasta la muerte; la mano derecha del pítcher zurdo envolvía la cadera del cátcher y su cabeza estaba escondida en el abdomen de este.
Al capitán del equipo de béisbol no le sorprendió la incomprensible flexibilidad de su novio.
—Me rindo. —Colocó con dulzura su mano derecha en la cabeza del pítcher zurdo de primer año y envolvió sus dedos en su cuero cabelludo.
Contempló encantado lo poco concurrido que estaba la primera clase; entre ella y la clase deluxe, como la llamó la taquillera, había una diferencia de doce personas. Honestamente, no se arrepintió de gastar todo su dinero en los pasajes de ida y vuelta; a fin de cuentas, en la clase regular no tendrían la misma privacidad que allí. Miyuki pensó que lo más importante de todo ello era la felicidad del pítcher zurdo, quien estaba estúpidamente contento con el viaje.
Miyuki pellizcó el puente de su nariz con el propósito de aliviar el repentino dolor de cabeza que lo despertó; era incomprensible como un evento de poca importancia en su vida le hacia tanto daño. Obvio, estuvo a punto de romper con el pítcher zurdo, sin embargo, eso fortaleció la relación.
Además, comprendió con estupor que él desarrolló una extraña relación de amistad con el campocorto.
—¿Te has dado cuenta de lo que desencadenaste en mi vida? —Miyuki se agachó a la altura perfecta para rozar con la punta de su nariz el cabello de su pareja y depositó un beso en su remolino capilar.
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«La paciencia del cátcher del equipo titular llegó a su fin en el momento que escuchó la confesión del pítcher zurdo. Aquello debía de ser una desagradable broma; no existía otro argumento que respaldara esa decisión. Sawamura estaba siendo imprudente e irracional.
—Sawamura. —Miyuki dejó de ocultarse y enfrentó al pítcher cara a cara.
Eijun escondió su rostro presa del pánico en el pecho de Satoru; después de tomar esa decisión no tenia la fuerza suficiente para hacerlo realidad.
—Todo eso que has dicho… —pronunció irritado—. Aquello… ¡¿es lo que tu corazón quiere?!
Sawamura empuñó inquieto la tela del pantalón de Furuya.
—Kuramochi. —Miyuki volteó a ver a su compañero de clases y le pidió con la mirada que lo dejara solo con el pítcher de primer año.
Kuramochi aceptó a regañadientes.
—Haruichi. —Kuramochi pasó su mirada del segunda base al pítcher estrella—. Furuya, vámonos.
—Miyuki-senpai. —Furuya no estuvo de acuerdo con la decisión que tomó el campocorto—. Eijun no desea hablar con usted.
—Satoru. —Haruichi observó al pítcher con estupefacción.
—¿Por qué cree usted que no lo volteó a ver? —interrogó.
Miyuki empuñó su mano derecha en la tela de su pantalón.
—Furuya. —Kuramochi interrumpió la disputa que iba a empezar—. Créeme que tampoco estoy de acuerdo con dejar a este bastardo con Sawamura. —Youichi señaló desvergonzadamente al capitán—. No obstante, nuestra participación llegó hasta aquí.
—Eijun…
—Satoru. —Haruichi esbozó una dulce sonrisa—. You-san tiene razón, Eijun-kun debe de comprender lo que realmente quiere su corazón después de hablar con Miyuki-senpai.
—Ha sido completamente tu culpa. —Furuya fulminó con la mirada al cátcher del equipo y se separó del pítcher zurdo—. Me tengo que ir, Eijun.
Eijun empuñó con fuerza el suéter.
—No quiero —murmuró ansioso.
—Te vamos a esperar en tu habitación. —Haruichi colocó su mano derecha en la espalda del pítcher.
—¿Lo prometen? —Eijun soltó el suéter deportivo.
—Si.
Kuramochi le dio una última mirada al capitán del equipo en señal de advertencia y levantó su dedo del medio amenazante.
Miyuki esperó a que los tres desaparecieran en la oscuridad de la noche.
—Eijun.
Sawamura ocultó su rostro en el suéter que traía puesto.
—Eijun. —Miyuki caminó hasta donde el pítcher se encontraba e imitó su posición en cuclillas—. ¿Por qué has dicho eso?
—Yo no quiero… causarle problemas —murmuró.
—¿Quién dijo que lo has hecho? —le preguntó con un tono de voz gentil.
Miyuki colocó los dedos de sus manos en el suéter deportivo del pítcher zurdo y despejó su rostro.
Sawamura seguía llorando.
—¿En serio has decidido terminar conmigo? —insistió. Eijun se encogió de hombros ansioso—. Has estado llorando desde hace rato… es como si estuvieras preparándote para transformarte en el Duende Verde; al menos tienes algo de ese color para respaldar la transición.
—¡¿Cuál transición?! —gruñó resentido.
—La transformación del hombre en moco —respondió seriamente.
Eijun lo fulminó con la mirada.
—¡¿Qué mierda te está pasando por la cabeza?! —chilló histérico.
—Me has quitado las palabras de la boca. —Miyuki sujetó la barbilla del pítcher con el propósito de sostener su mirada.
—Ya lo sé… —contestó con un tono de voz endeble—. Ha sido mi culpa que…
—¿Tu culpa?
Miyuki levantó una ceja incrédulo.
—Eijun, por el amor de dios, comprende que en una relación, sin importar que problema ha surgido en ella, involucra a dos personas, no a una. Además, quienes tomaron la decisión en salir como pareja hemos sido nosotros y, si no somos capaces de superar una situación complicada como esta, ni siquiera merecemos el reconocimiento del equipo.
Kazuya esbozó una sonrisa dulce.
—Oye. —Miyuki limpió con el pulgar de su mano derecha el rastro de lágrimas que permanecieron en el rostro del pítcher—. Furuya y Kominato te aceptaron tal y como eres, ¿verdad? Y, por lo poco que escuché, aceptaron nuestra relación romántica. —Sawamura no dudó en mover su cabeza afirmativamente—. Además, por mucho que le molestó mi petición, Kuramochi nos dio una oportunidad para hablar; sin embargo… presiento que me arrancará un testículo si te toco de más —susurró.
Eijun se desternilló de la risa; Miyuki acompañó la estruendosa risita de su novio con una amplia sonrisa.
—Oye —protestó—, todavía sigo aquí.
Miyuki acunó el rostro del pítcher zurdo de primer año con ambas manos, rozó el labio inferior del niño con el pulgar de su mano derecha y depositó en este un dulce beso.
Eijun le correspondió.
—Lo he sabido todo este tiempo. —Miyuki rompió el beso y depositó uno delicado en la frente del pítcher—. Creo que era evidente el hecho que nuestra relación causaría una mala impresión en más de un compañero de equipo; es cierto, ocurrió más temprano que tarde… sin embargo, ¿a quién le importa? —Kazuya entrelazó los dedos de su mano derecha en el cuero cabelludo de su novio—. Eijun, ¿huirás? ¿Evitarás lo que siente tu corazón por temor a que alguno de los dos salga lastimado? ¿Por qué demonios te preocupas por el futuro? ¿Desde cuándo eres tan inteligente? —preguntó con un tono de voz burlón.
Sawamura frunció el ceño irritado.
—¡¿Por qué diablos están empeñados en decir que no pienso?! —exclamó disgustado—. Yo también pienso, ¡¿sabes?!
—Lo sé —dijo lacónico.
Eijun resopló enfadado.
—Sawamura. —Miyuki esbozó una sonrisa—. Hemos experimentado lo frustrante que es una derrota en el deporte al que dedicamos tanto tiempo; sin embargo, nunca nos rendimos, ¿o sí? —Eijun abrió la boca perplejo—. ¿Quién dice que debemos terminar nuestra relación romántica porque alguien más no está de acuerdo? ¿Por qué vivir en consonancia con la sociedad? —Kazuya colocó su puño derecho en el pecho del pítcher zurdo—. Además, nunca me ha importado la opinión de los demás.
—Tu personalidad es un asco.
—Cállate.
Sawamura esbozó una sonrisa maliciosa que fue correspondida por el capitán.
—¿Todavía quieres terminar? —interrogó el cátcher, Eijun sacudió su rostro de un lado a otro—. ¿Quién es un buen chico? —murmuró el capitán del equipo complacido.
Miyuki deslizó el pulgar de su mano izquierda por el cuello desnudo del pítcher zurdo.
—¿Vas a dejar de preocuparte por cosas pequeñas? —cuestionó con un tono de voz seductor. Kazuya observó con satisfacción la expresión extasiada de su novio—. ¿Dejarás de llorar por cualquier cosa que te digan los demás? —Eijun asintió embobado, el cátcher lo estaba obligando a asentir; ese movimiento debía de estar prohibido—. ¿Te abstendrás a pedir que atrape para ti?
Sawamura no alcanzó a asentir por completo porque captó de inmediato la intención del capitán.
—¡NO! —rugió—. ¡NO RENUNCIARÉ TAN FÁCILMENTE A ESO! —vociferó extático—. ¡VAS A ATRAPAR MIS LANZAMIENTOS SIEMPRE QUE QUIERA, MIYUKI KAZUYA!
Miyuki esbozó una sonrisa malévola.
—¡Casi!
—¡CASI NADA! —resopló.
Sawamura estaba dispuesto a seguir gritando; sin embargo, su pareja lo calló con un beso. »
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Día: 30 de diciembre.
Hora: 09.50 a.m.
Localización: En las vías con dirección a Nagano, tren de bala — Japón.
Miyuki se acomodó mejor en el asiento e intentó conciliar el sueño; aquel dolor de cabeza mitigó después de tomar una aspirina que tenía escondida en el bolsillo más pequeño de la riñonera blanca de su novio. Contempló sin interés el paisaje que se manifestaba más allá del tren de bala y regresó su mirada a un panorama mucho más fascinante que la naturaleza.
—¿Por qué eres tan idiota, Kazuya? —bisbiseó en sueños el pítcher.
Miyuki esbozó una sonrisa altiva y deslizó el pulgar de su mano izquierda por encima de la mejilla de su novio durmiente.
—Incluso he monopolizado tu sueño. —Deslizó la punta de su nariz por encima del cuero cabelludo del pítcher.
Decidió descansar un poco y apoyó su cabeza en la cabecera del asiento; sin embargo, cuando su cerebro accedió a dormir un poco, sintió una vibración en el bolsillo de su pantalón. Miyuki hurgó en él con ayuda de su mano derecha y sacó su teléfono celular, levantó la tapa del móvil con su pulgar y leyó impasible los veinte mensajes que llegaron a su bandeja uno detrás del otro.
De: Ahomochi [09:55]:
» Juro que te mataré si le colocas un dedo encima a Sawamura. «
Miyuki esbozó una sonrisa maliciosa, decidió fotografiar al pítcher zurdo de primer año en la posición que dormía y se la envió al campocorto.
De: Kusoyuki [09:57]:
» ¡¿Qué vamos a hacer?! «
» ¡Le he puesto cinco! «
» ¿Vas a hacer un quíntuple kill? «
De: Ahomochi [09:58]:
» ¡Eres un maldito bastardo, Miyuki! «
De: Kusoyuki [09:58]:
» ¿Te conté? «
» Hace una hora descubrí que los baños de primera clase son grandísimos. «
» Me siento mal por la persona que lo limpiará después… «
» Pero ver a Sawamura hacer esa expresión fue… «
De: Ahomochi [09:59]:
» ¡¿QUÉ DEMONIOS LE HICISTE A SAWAMURA?! «
De: Kusoyuki [10:00]:
» ¿Por qué haces una pregunta tan obvia? «
» Creo que es evidente que me lo follé en el baño. «
—¿Kuramochi hizo cortocircuito? —Kazuya contempló la pantalla de su teléfono celular con una expresión satisfecha.
De: Mammabe [10:05]:
» Kazuya. «
» ¿Qué le hiciste a Youichi? «
De: Miyuki Kazuya [10:05]:
» ¿Qué pasó? «
De: Mammabe [10:06]:
» Fue a incendiar tu habitación. «
» Kenta está llorando en el primer piso. «
» Haruichi… «
» ¡Dios mío! Miyuki, ¡¿qué demonios hiciste?! «
De: Miyuki Kazuya [10:07]:
» ¿Qué está haciendo Kominato? «
De: Mammabe [10:08]:
» Haruichi… «
» ¡Ha traído una cubeta de gasolina! «
» ¡¿Me vas a decir qué demonios hiciste?! «
De: Miyuki Kazuya [10:10]:
» Ja, ja, ja, ja «
De: Mammabe [10:10]:
» ¡Kazuya! «
De: Miyuki Kazuya [10:11]:
» Te invitaré la próxima vez si evitas que le prendan fuego a mi saga de La Torre Oscura. «
Kazuya guardó en el bolsillo de su pantalón su teléfono celular y decidió contemplar en silencio el encantador perfil de su novio. Miyuki era una persona reservada e impasible que no demostraba aquello que sentía y, por consiguiente, comportarse como un estúpido empalagoso con su pareja no entraba en discusión. Sin embargo, en esos momentos, cuando nadie más lo veía, se daba el lujo de mirarlo como un bobo enamorado.
Deslizó el pulgar de su mano derecha por encima del labio inferior del pítcher zurdo y limpió la saliva que estuvo a punto de resbalar por su barbilla. Miyuki frotó su dedo en el cuero cabelludo de su novio.
—¿Ustedes están saliendo?
Miyuki se sorprendió al escuchar una voz y, producto de su mala suerte, la pregunta que aquel individuo realizó se dirigía exclusivamente a él. Al levantar la mirada, se encontró frente a un estudiante de secundaria, que le observaba con una curiosidad fascinante.
—¿Disculpa? —Kazuya se hizo el estúpido, simulando que no escuchó la pregunta.
—¿Te molestó mi pregunta? —cuestionó aquel niño, el capitán esbozó una sonrisa de estupor.
—En realidad no —confesó—, solo me sorprendió.
—¡Menos mal! —suspiró aliviado.
Miyuki detalló al estudiante de secundaria que no parecía tener más de trece años; era probable equivocarse en su edad, sin embargo, estaba seguro que ese niño estaba en la educación media. Observó el cabello color negro que caía hasta la mitad de su cuello y el color carmín de su mirada que brillaba en compás de su sonrisa. Aquel chico era bastante atractivo con la piel bronceada y cejas pobladas.
—Mi nombre es Kenjiro Ogyu. —Kenjiro esbozó una ardiente sonrisa—. ¿Cuál es tu nombre?
Kenjiro contempló al individuo con interés.
—Miyuki —dijo impasible—. Miyuki Kazuya.
—¡Kazuya, es un placer conocerte! —exclamó con entusiasmo.
Miyuki intuyó que el número de estudiantes de menor año que lo trataban con informalidad aumentó; a pesar que anheló señalar la ausencia de formalidad en su tono de voz, lo dejó pasar. Aquel comportamiento descarado le recordó a él cuando todavía estaba en secundaria.
Kenjiro observó desvergonzadamente al cátcher.
—Oye. —Ogyu esbozó una sonrisa—. ¡¿Tú no eres el cátcher principal de Seidō?! —chilló—. ¡Aquel niño bonito!
Kenjiro llamó la atención de los demás pasajeros que se hallaban en primera clase junto a ellos. Además, provocó que el hombre que se sentaba a su lado lo golpeara en el abdomen con su codo. Miyuki incluso llegó a pensar que aquel griterío despertaría a su novio; sin embargo, Sawamura estaba profundamente dormido.
—¿Niño bonito? —Miyuki levantó una ceja.
—¿No leíste la entrevista que le hicieron a Todoroki Raizou? —interrogó—. Creo que ese es el apodo que Yakushi te dio.
—Kenjiro…
—Llámame Ken. —Ogyu le pidió.
—Ken. —Miyuki peinó el cabello del pítcher zurdo de primer año—. ¿Juegas béisbol?
—¡Sí! —contestó de inmediato—. Y, antes que formules la pregunta, déjame informarte que mi posición es la del cátcher; ¿a qué es genial?
Kazuya se desternilló de la risa.
—Indudablemente —comentó con orgullo—. Ha sido la única posición en la que he jugado desde primaria. —Miyuki le guiñó un ojo—. ¿Por qué juegas en esa posición, Ken?
—¿No es obvio? —Kenjiro esbozó una sonrisa presumida—. En el campo eres el líder de los jardineros, lanzas sin excepción a todas las bases para evitar un robo, defiendes home además de ser el pilar del equipo —explicó con exceso de confianza—. Aunque mi novia siempre se está quejando por la demasiada protección.
—¿Tu novia? —indagó.
—Toda una belleza, ¿quieres verla?
Miyuki rechazó cortésmente la propuesta de Kenjiro; aunque seria lindo ver a su novio celoso de la belleza encantadora de una chica, se prometió no sacar a colación el complejo de inferioridad que despertó el pítcher zurdo al considerarse un hombre nada atractivo y visiblemente corriente.
Kenjiro entornó la mirada.
—Kazuya. —Ogyu cruzó sus brazos alrededor de la cabecera del asiento—. Todavía no has respondido mi pregunta. —Miyuki levantó una ceja—. ¿Ustedes están saliendo? —insistió—. Has estado manoseándolo desde hace rato.
—¿Has estado fisgoneando? —preguntó.
Kenjiro se levantó de hombros impasible.
—Mi padre es el peor compañero de viajes —contestó con honestidad—. Además, no eres discreto. Cualquiera se hubiese dado cuenta si te observa minuciosamente por más de un minuto —informó—. Te lo quieres comer con la mirada.
Miyuki se ruborizó.
—¿Y bien? —presionó.
—Kenjiro. —Miyuki pensó que aquel hombre tenia una voz increíblemente seductora—. Deja de hacer preguntas estúpidas.
—¡¿Qué tiene de malo querer saber?! —refutó.
—¿Crees que ese niño te quiere contestar? —rebatió.
—¡¿Y tú crees que los demás son insensibles como-?!
—Si. —Miyuki interrumpió la disputa entre padre e hijo—. Nosotros estamos saliendo.
—¡Lo sabia! —chilló victorioso—. A decir verdad, era bastante obvio.
Miyuki esbozó una sonrisa de alivio; aquel revuelo podía despertar al pítcher zurdo. Sawamura no durmió en toda la noche y descansar durante el trayecto mitigaría su estrés.
—He estado pensando… —murmuró con malicia—. Kazuya es igual a mi padre.
—¿En qué sentido? —preguntó entrometido.
—Tu mirada es idéntica a la de él —resolvió convencido.
—¿Mi mirada? —Miyuki observó curioso la espalda del padre de Kenjiro—. ¿A qué te refieres?
—Mi padre se comportaba igual con él —confesó con honestidad—. Ustedes solo demuestran lo que tienen aquí dentro cuando la otra parte no está consciente o a través de comentarios sarcásticos —suspiró decepcionado.
Kazuya contempló al estudiante de secundaria atónito. Aquel niño era de temer, leía a una persona como si de un libro abierto se tratase; además, su padre no parecía molestarle en lo absoluto el hecho que su hijo admitía abiertamente su homosexualidad. Al contrario, se irguió orgulloso en el asiento.
—¿Qué irán a hacer a Nagano, Ken? —Miyuki cambió de tema.
—Iremos de visita a la casa de mi abuela —contestó—. Ha pasado un tiempo desde la última vez que la vimos y, ¿qué harán ustedes?
—Vamos a pasar año nuevo con la familia de este idiota. —Miyuki señaló con su mirada al pítcher zurdo.
—¿Quién es idiota? —bisbiseó en sueños.
Kenjiro observó escéptico a Kazuya y ambos se desternillaron de la risa.
—¿Qué demonios ocurre con tu novio? —cuestionó con diversión.
—¿Quién sabe? —replicó.
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Hora: 10.50 a.m.
Kenjiro Ogyu era una chispa impredecible: modesto, enérgico y extraordinariamente directo; en cambio, Hisamitsu Ogyu, a diferencia de su único hijo, demostraba ser cauteloso e impasible. Sin embargo, inversamente a lo que exhibían, existía un destello de confiabilidad.
Aquella relación de padre e hijo le provocó un sentimiento de displicencia. Kazuya no era capaz de compaginar esa bomba de emociones inexplicable; al fin y al cabo, Miyuki Toku no era un padre ni hombre ejemplar.
—Oye. —Kenjiro acercó un poco más su rostro a la abertura que separaba los asientos—. ¿Ya lo hicieron?
Miyuki enmudeció atónito, Kenjiro lo observó con una curiosidad descortés y, si no fuese por la intervención de Hisamitsu, el cátcher de secundaria hubiese repetido la pregunta en un tono de voz mucho más enérgico.
—Maldita sea, Kenjiro. —Hisamitsu estrelló la palma de su mano derecha en la parte trasera de la cabeza del cátcher—. ¿Cuántas veces te he dicho que no seas imprudente?
—¡¿Por qué demonios me pegas?! —chilló.
—¡¿Por qué tienes que ser tan entrometido?! —disputó.
—Hisamitsu, eres un hombre sin corazón —refunfuñó enfadado.
Miyuki contempló el espectáculo con diversión. Honestamente, era cómo ver a su novio discutiendo sobre un asunto trivial o estúpido con Kuramochi; sin embargo, quién faltaba en la ecuación era un mediador maternal, en el caso de Seidō: Watanabe Hisashi.
«Probablemente…», pensó el cátcher, el amante de Hisamitsu era el mediador maternal.
—¿Y bien? —Kenjiro interrumpió su tren de pensamientos.
Miyuki esbozó una sonrisa maliciosa.
—¿Por qué estás tan seguro que contestaré eso?
Kenjiro resopló derrotado.
—Lo tomaré como un sí —resolvió decidido.
Miyuki no estaba acostumbrado a mantener una conversación dinámica durante mucho tiempo sobre algún tema trivial o sin importancia con un total desconocido; sin embargo, Kenjiro lo impulsaba a hablar de una manera u otra. Francamente, aquel cátcher le recordó al extrovertido de su novio y, por ese motivo, se sorprendió cuando lo atrapó contemplando en silencio y con atención el rostro del pítcher zurdo.
—¿Qué ocurre? —le preguntó.
—¿Tu novio no se lastimará el cuello en esa posición? —inquirió—. ¿Por qué no lo despiertas? —Kenjiro esbozó una vigorosa sonrisa—. ¡Quiero conocerlo!
Aquel cátcher de secundaria estaba en lo cierto, era posible que el pítcher zurdo de primer año lesionara su cuello en esa posición; sin embargo, Miyuki no deseaba lidiar con su novio recién levantado y un niño que le hacia honor a su nombre. Honestamente, con Kenjiro basta y sobra.
—No —contestó Miyuki.
—¡¿Por qué?! —disputó.
—Simplemente no es una buena idea —respondió lacónico—: Sawamura no ha dormido en toda la noche y-
Kenjiro lo interrumpió.
—¿Eh? —Ogyu esbozó una sonrisa pícara—. ¿No durmió en toda la noche?
—No es lo que te estás imaginando —refutó incómodo.
—Yo no he pensado en nada —dijo malicioso.
Miyuki frunció el ceño.
—Sinceramente, me encuentro preocupadísimo por la salud física de tu novio —confesó con un tono de voz afligido—. Te hablo desde la perspectiva del cátcher; considero que, deberías priorizar eso por encima de todo lo demás.
—¿De qué demonios estás hablando? —indagó desconcertado.
Kenjiro lo miró fijamente y esbozó una astuta sonrisa.
—No le coquetearé a tu novio. —Ogyu colocó su mentón en el dorso de su mano izquierda—. Después de todo, soy hetero.
«¿Quién demonios se cree este mocoso de mierda?», pensó el capitán del equipo de béisbol.
Miyuki suspiró abatido.
—Honestamente, eso no me preocupa en lo más mínimo —refutó lacónico.
—¿Cuál es el problema entonces? —preguntó.
—Sawamura…
—¿Sí? —insistió.
Miyuki consideró maquinar una mentira con la intención de detener la curiosidad insana de aquel niño impertinente; todo, por el bien de su salud mental. Sin embargo, era incapaz de visualizar un contexto verosímil o una patraña sólida que preservara su autenticidad una vez el castaño abriera la boca.
—Sawamura es un escandaloso. —Kazuya renunció al engaño.
—Eres un mentiroso. —Kenjiro no le creyó.
—No, no, es en serio —dijo displicente—. Sawamura es el triple de escandaloso que tú.
—¿Triple? —cuestionó estupefacto.
—Triple —ratificó.
—Kenjiro. —Hisamitsu interrumpió la conversación—. Ni siquiera pienses en despertar a ese niño.
—¡¿Por qué?! —objetó.
—¿Quieres que te explique lo que es la mala educación? —replicó.
—Yo sé lo que es ser maleducado —refutó desdeñoso—. Además, en comparación a ustedes dos, él parecer tener una personalidad mucho más interesante.
—Kenjiro. —Hisamitsu lo amenazó.
—¡Quiero hablar con alguien simpático! —exclamó en voz alta.
Miyuki esbozó una rígida sonrisa, existía la posibilidad que el pítcher zurdo de primer año despertara a causa del chillido intencional del cátcher de secundaria; además, Hisamitsu comprendió la preocupación del capitán hasta el punto de intervenir en el plan mal elaborado de su único hijo. Aunque era plausible, pensó, que matar a Kenjiro estaba dentro del itinerario.
—Ken. —Miyuki llamó la atención del cátcher—. ¿En dónde está tu padre? O sea… —carraspeó avergonzado, ¿cómo le iba a explicar de quién estaba hablando?—. Me refiero al esposo de Hisamitsu-san.
—¿Mi papá? —Kenjiro esbozó una melancólica sonrisa y levantó un dedo con dirección al techo del tren de bala—. Allá.
—Hn —murmuró cohibido.
Miyuki sospechó, por alguna extraña razón que, de haber estado despierto en ese preciso instante, su novio hubiese resuelto pronunciar un estúpido comentario en menos de un minuto: «¡¿está durmiendo en el techo?! ¡¿Eso no es peligroso?!». A pesar de ese súbito e inexplicable pensamiento, su cerebro no evitó despertar la nostalgia que le originó al hablar de una persona muerta.
—En realidad… —Kenjiro le confesó en un murmullo—: vamos a visitar a la madre de papá. —Observó de reojo la figura imponente de su padre—. Nunca se ha llevado bien con la abuela… he de suponer que el aniversario de la muerte de papá hace que olviden ese estúpido odio.
—¿Y tú? ¿Quieres visitar a tu abuela? —curioseó.
—¡Sí! —contestó. Kenjiro contempló el espléndido paisaje en un cómodo silencio, esbozó una cálida sonrisa y le contó—: nosotros no estamos relacionados por sangre, ¿sabes? Y, a pesar de todo lo que ocurrió cuando mi estúpido viejo decidió casarse con mi papá en el extranjero, siempre me consideró su nieto.
—¿Hisamitsu-san se casó en otro país?
—Si —contestó—. Creo que todo el asunto del odio comenzó cuando mi viejo secuestró a mi papá y se lo llevó a Canadá.
—¿En serio?
—Mi papá todavía era un universitario en esa época —contó.
—¡¿Hisamitsu-san se casó con un universitario?! —exclamó estupefacto.
—¿Quieres verlo? —Kenjiro extendió su teléfono celular—. Mi papá realmente era un hombre atractivo; Hisamitsu se enamoró desde la primera vez que lo vio.
—Cállate, Kenjiro.
—¡Y estaba llorando el día de su boda! —voceó.
—¡Cállate! —Hisamitsu gruñó.
Kazuya contempló atónito la galería de fotos, diablos, Kenjiro no estaba mintiendo, ese hombre era sumamente atractivo. Hisamitsu Ogyu poseía una belleza madura y estimulante, todo lo contrario a la frescura que manifestaba su hijo, su cabello de color negro caía hasta su cuello y esos ojos rasgados de tonalidad oro hechizaban, sin duda alguna, la barba que se resaltaba en su mandíbula no le hacía perder la buena apariencia que disponía. No obstante, el hombre que se encontraba a su lado, era inhumano.
Aquel cátcher detalló fascinado los rasgos físicos que el asiático poseía, su cabello castaño caía un poco más largo que el de su esposo y sus ojos rasgados de color azurita cegaban a primera vista. Era sin duda alguna mucho más delgado que Hisamitsu, sin embargo, tenía una espalda ancha y dedos alargados. Lo describió como una escultura griega intacta.
Miyuki abrió la boca sin saber que decir, levantó su mirada y se encontró con la del cátcher de secundaria que le susurró divertido:
—Te lo dije.
—¿Hisamitsu no se enfadará por qué me lo mostraste? —le preguntó, el capitán del equipo de béisbol devolvió el teléfono celular a su dueño.
Kenjiro negó divertido.
—A mi viejo le encanta presumir. —Ogyu guardó el teléfono celular en el bolsillo izquierdo de su pantalón y agregó—: a mí también, probablemente es un problema mental que me heredó.
—Cállate.
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Hora: 11.00 a.m.
Kazuya no evitó pensar, con diversión, que la relación que poseía padre e hijo tenía un parecido a la del entrenador de Yakushi con su único crío: Todoroki Raichi. Tal vez, era exactamente la misma. Kenjiro discutía por absolutamente todo con su padre: Hisamitsu; sin embargo, sospechaba que se llevaban más que bien. Raizou era justamente igual, ¿no había discutido con el bateador estrella del equipo el primer partido que jugaron en su contra?
¿Por qué es que había sido? ¿Por la alineación que escogió? ¿La comida que iban a cenar? ¿O había sido por un par de bananas? Francamente, él no tenía ni la más mínima idea, Miyuki no era amigo de ese niño, lo era su pareja, quién desde hacía más de un minuto, estaba moviéndose inquieto entre sus brazos.
«Tal vez es una pesadilla», pensó.
—Oye, Sawamura… —pronunció su apellido sin desviar su mirada del rostro durmiente de su pareja—. Creo que estás teniendo una encantadora pesadilla.
—Miyuki-senpai —gimoteó—, no… por favor —balbuceó entre dientes. Aquel cátcher de segundo año se alarmó al escuchar lo que su novio había dicho. Colocó su mano izquierda sobre el hombro del pítcher e intentó despertarlo—. Ni siquiera lo pienses… ¡ni se te ocurra comerte mi pudín!, ¡Masuko-senpai me lo regaló!
Eijun abrió de golpe sus ojos y, lo primero que visualizó, fue la mirada perpleja de su pareja acompañada de una sonrisa forzada. Sawamura frotó sus ocelos con el dorso de su mano derecha y bostezó.
—¿Por qué me comería tu pudín? —preguntó el cátcher con curiosidad.
Sawamura se avergonzó en el momento que recordó lo que había pronunciado medio dormido e intentó evitar la mirada de su novio. Fracasó estrepitosamente, Miyuki lo obligó a verlo de nuevo y limpió su barbilla que estaba llena de saliva seca.
—¿Y bien? —le insistió.
—Nunca sé lo que esta pasando por tu cabeza —contestó seguro de sí mismo.
Miyuki se desternilló de la risa.
—Tu mejor que nadie sabe que no soporto el dulce —declaró con diversión, acompañado de una sonrisa. Sawamura se levantó de hombros displicente—. ¿Por qué demonios lo haría?
—¿Has probado siquiera los flanes de la tienda de convivencia? —Kazuya sacudió su cabeza de un lado a otro—. ¿Cómo puedes decir entonces que no te gustan? —interrogó—. ¡Ni siquiera lo has probado!
—¿Fue ese el argumento que utilizaste para comer nattō en el campamento infernal de invierno? —cuestionó.
—Eres irritante, ¿lo sabías?
—Gracias, cariño.
—¡Madre mía!, ¡ni siquiera era un cumplido! —vociferó disgustado.
—¡Wow! —exclamó con sorpresa el cátcher de secundaria. Kenjiro no se molestó en cerrar la boca—: ¡tenías razón al decir que habla más que tú!
«En realidad… mencioné que era más escandaloso que tú», pensó.
Miyuki contempló en silencio el rostro desconcertado de su novio, quién no desvió su mirada del cátcher de secundaria hasta que este abrió la boca, otra vez.
—Mi nombre es Kenjiro Ogyu, ¿cuál es tu nombre?
—Sawamura… Sawamura Eijun. —Eijun volteó su rostro confundido y clavó su mirada en la de su pareja—. ¿Quién es él? ¿Cómo lo conoces? ¿De dónde demonios salió? —preguntó rápidamente en un susurro.
Kenjiro carraspeó e interrumpió la conversación de ambos—: nos acabamos de conocer.
—¿Cuál era tu nombre otra vez? —cuestionó el pítcher de primer año en voz alta—. Kencchi, ¿no?
Kenjiro esbozó una enorme. sonrisa.
—¡¿Te puedo llamar: Eijin?! —solicitó con emoción.
—¡Sí! —chilló conmovido—. ¡¿A que suena genial, Miyuki-senpai?!
Kazuya no evitó golpear su propia frente con la palma de su mano derecha, había cometido el error más grande desde que entró a la preparatoria. Despertó a un monstruo escandaloso, y permitió que ese demonio con cara de ángel se presentara a él. ¿Por qué mierda no ignoró la conversación que Kenjiro comenzó? ¿En qué diablos estaba pensando?
Hisamitsu, al contrario del estudiante de preparatoria, decidió volver a colocarse los audífonos de su celular en sus orejas, y aumentó el volumen de la película de acción que estaba viendo al máximo.
«Viejo astuto», pensó el cátcher de segundo año.
—¿En qué posición juegas, Eijin? —interrogó con curiosidad.
—¿Yo? —Sawamura se emocionó—. ¡Yo juego en la posición de pítcher! —exclamó, esbozando una encantadora sonrisa.
—¡Genial! ¡Eso significa que podré atrapar tus lanzamientos!
—¿Eres cátcher?
Kenjiro asintió.
—¡Fantástico, Kencchi! —aulló entusiasmado—. ¡¿Atraparás todo lo que quiera lanzar?!
—¡Si! ¡Cuándo gustes!
Eijun esbozó una sonrisa burlona que le erizó la piel a Kazuya—. ¡Genial, genial! ¡Sí, sí, sí!
Kenjiro pensó que ese grito era asombrosamente genial, no, absurdamente maravilloso, por lo que abrió sus labios con el propósito de imitar a Sawamura, quién, ni muy lento ni perezoso, leyó los movimientos del pequeño cátcher y decidió seguirle la corriente. Sin embargo, tanto Miyuki como el padre de Kenjiro, Hisamitsu, fueron lo suficientemente rápidos para cerrarles la boca y sentarlos de golpe.
—Lamentamos el alboroto —se disculpó de inmediato Hisamitsu, esbozando una amable sonrisa después de una rápida reverencia. Kazuya tenía su codo en la cabeza del pítcher, disculpándose de igual forma con los demás pasajeros del tren de bala.
—¡¿Estás loco, Sawamura?! —le susurró al oído, pellizcándole la mejilla—. ¡¿Cómo vas a gritar dentro del tren?! Dios, ¡tienes suerte que no vinieran a sacarnos y dejarnos en la próxima parada!
—¡¿Quiere, por favor, no pellizcarme, senpai?! —bufó con molestia, girando su rostro hacía el otro costado.
—¿Y qué es lo que quieres entonces, Eijun? —preguntó Kazuya acercándose más a su oído, soplando el mismo con malicia—. ¿Quieres que te regañe con un beso? De esa forma no vas a aprender, porque no sería un castigo, sino, un premio.
—¡¿Qué demonios estás diciendo, Miyuki Kazuya?! —el cátcher de Seidō esbozó una sonrisa burlona al ver su novio gritar y alejarse lo más que pudo de él con las mejillas increíblemente sonrojadas—. ¡Jamás y nunca dije eso!
—Déjame adivinar. —Kenjiro esbozó una sonrisa divertida—. Seguramente dijo algo tipo: «la próxima vez te silenciaré con un beso». —Sawamura se sonrojó violentamente al ver que Ogyu se había puesto del lado del idiota de Kazuya—. ¿Eh? ¿Acerté?
Aquel sarcástico e irónico capitán le guiñó un ojo a Kenjiro al ver que sus ojos brillaron contentos. Ogyu volvió a apoyarse sobre su propia silla, observando a los chicos de los dos puestos de atrás de él para seguir hablando.
Al menos, a partir de ese momento, Kazuya podría controlar los gritos sin sentido de Sawamura con aquella diminuta y sutil amenaza. Eijun empezó a hablar realmente bajo, conscientemente sabía que ese hombre era capaz de cumplirla sin importar absolutamente nada de lo que estuviese pasando a su alrededor o dónde estuvieran.
Miyuki la cumpliría si él volvía a gritar.
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Las siguientes dos horas transcurrieron relativamente rápido. Sawamura se entretuvo todo el viaje hablando con Kenjiro, pasaban de un tema a otro, de béisbol a los cómics que le gustaban e incluso aterrizaron en las novelas ligeras y románticas que habían leído y, que si el contrario no lo había hecho, debía de leerlo.
Intercambiaron números de teléfono —Sawamura obligó a su novio a entregar su número también de una forma muy, pero muy amable, que no hubo queja alguna—.
En medio de la conversación, Eijun relató que Kazuya era malísimo para cualquier deporte con excepción del béisbol. Contándole a Kenjiro que lo vio fallar una patada e incluso, ni siquiera tocó la pelota en un partido de fútbol; que sus anteojos se rompieron en un partido de baloncesto, en tenis tuvo la mala suerte de no golpear la pelota y sus anteojos se volvieron a romper al jugar vóleibol y bádminton. Mientras que en natación, Eijun se tuvo que lanzar a la piscina para evitar que el muy imbécil —lo dijo con mucho amor—, no se ahogara.
—Apesta —resolvieron ambos chicos después de una larga pausa.
Por otra parte, Miyuki estaba demasiado ocupado y entretenido en su teléfono celular, contestando mensajes de texto e ignorando olímpicamente la conversación absurda de un par de idiotas. De lo contrario, se volvería loco. Tomó el consejo silencioso de Hisamitsu, apartándose de esa extraña amistad que se estaba formando.
Kazuya estaba contestándole los mensajes de texto a un muy furioso Kuramochi, ignorando a un fastidioso Mei; irritando a un preocupadísimo Maezono e incluso engañó a Carlos. Quién, extrañamente, le había enviado un mensaje a él.
A él.
De: Carlos [09:37]:
» Es porque es un chico. «
¡¿Carlos estaba anunciándole algo absurdo por el mensaje que decidió ignorar de Mei?! Honestamente, él no podía entender cómo un jugador de béisbol podía ser tan estúpido y, al mismo tempo, un genio en la cancha. Tal vez… esa era una maldición con la que debían de lidiar.
Dejó escapar un suspiro.
De: Miyuki Kazuya [09:40]:
» ¿Estás seguro? La altura es bastante cuestionable. «
Transcurrieron exactamente cinco minutos antes de recibir un mensaje de Mei.
De: Kusomei [09:46]:
» ¡Vete a la mismísima mierda, Kazuya! .I. «
Y casi al mismo tiempo, recibió uno de Carlos:
De: Carlos [09:47]:
» Lo acabo de comprobar, Miyuki. ¡Definitivamente es hombre! «
En ese mismo momento, Kazuya se imaginó la escena más absurda que presenció el baño de Inajitsu en dónde Carlos le bajó los pantalones a Mei con el propósito de comprobar si tenía o no pene. De tan solo imaginar la vergüenza de Mei, no pude evitar soltar una carcajada.
Sawamura por otro lado… queriendo saber qué demonios era tan divertido, intentó quitarle el teléfono celular a su novio; sin embargo, Miyuki lo besó en los labios por atrevido. Aquella osada acción dejó al pítcher totalmente quieto. Kenjiro bufó al sentirse abandonado por Eijun… quién se negó a hablar por el resto del viaje. De hecho, el castaño se convenció que era muchísimo más agradable mirar hacia la ventana.
Miyuki carraspeó al escuchar el comentario mal intencionado que realizaron un par de mujeres que se sentaban en unos asientos aledaños al propio. Francamente… no quería que Sawamura escuchara lo que sea que ellas hubiesen dicho; recién estaban comenzando su semana de descanso, no quería arruinarlo por un par de declaraciones absurdos.
Kenjiro seguía insistiendo en hablar con Eijun. Al principio, el pítcher le contestaba con monosílabos, hasta que poco a poco olvidó la razón por la que había dejado de hablar. Debajo del separador de las sillas, los dedos del pítcher volvieron a entrelazarse con los del cátcher. Quién, por un momento, pensó que Sawamura había escuchado absolutamente todo.
Chasqueó su lengua; no obstante, Eijun en ningún momento demostró estar herido por ello. Después de todo: no era la primera vez. Kazuya esbozó una sonrisa, apoyando el com de su mano derecha en el brazo de la silla, sosteniendo su rostro con el puño de este, escuchando a su novio hablar animadamente con el chiquillo.
No faltaba mucho para llegar a Nagano, él comenzaba a sentir el frío helado de las montañas.
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Día: 30 de diciembre.
Hora: 10.20 a.m.
Localización: East Japan Railway Company. Nagano, Kurita — Japón.
—¡Hemos llegado! —gritó Eijun tan pronto pisó la estación de Nagano, elevando ambas manos al aire en una pose de victoria. Kenjiro se despidió de ellos y, prometió, que saldrían a cenar en la semana.
Miyuki agradeció internamente haber decidido vestir dos suéteres debajo de la camisa al notar el frío helado que subió desde su espalda a su cuello. De hecho, sintió tan heladas las manos que tuvo que restregar éstas buscando desesperadamente calor.
Mierda, ese lugar era jodidamente helado en invierno.
Kazuya estaba vistiendo un pantalón oscuro con una tela lo suficientemente gruesa para calentar su parte inferior. Vestía una camisa manga larga de color azul junto a un chaleco de invierno negro y, una gorra.
Eijun por otra parte… vestía muchísimo más fresco, acostumbrado posiblemente al frío —o más bien, él era increíblemente cálido—. Sawamura vestía una sudadera de color plata y un buzo de color verde esmeralda.
Golpeó un par de veces el suelo helado de la estación, contemplando como la nieve se acumuló poco a poco en dónde los árboles de cerezo florecieron para cuando él se marchó a Seidō. Recordó el día en que sus amigos lloraron y, con nostalgia, le habían dicho que deseaban jugar más con él. Sawamura saboreó la frustración que sintió al no haber rechazado la oferta; sin embargo, había sido su mejor decisión.
Eijun se agachó para tomar la maleta y sintió la fría mano de Miyuki envolver la propia. Quién rápidamente ocultó ambas en el bolsillo de su chaleco negro.
—Hace demasiado frío —se quejó—. ¿Cómo es que estás tan fresco? —le preguntó, frunciendo suavemente el ceño.
—¿Hace frío? —Eijun le devolvió la pregunta elevando una ceja.
Kazuya sacudió un par de veces su rostro, como si realmente él no tuviese remedio—. Eres una maquina de calefacción.
—¡¿Qué me has llamado, Miyuki Kazuya?! —el cátcher soltó una carcajada y empezó a alejarse de las líneas amarillas que poco se veían por culpa de la nieve. Sawamura lo seguía hasta salir de la estación; quejándose sobre cómo le había llamado e ignorando por completo la mirada que los demás les estaban dedicando.
—Por cierto… ¿alguien nos vendrá a recoger? —preguntó, interrumpiendo el monólogo sin sentido del pítcher. Sawamura pareció recordar algo, por lo que sacó su mano del chaleco del cátcher, ignorando el chasquido de lenguas que soltó este último, hurgando en el bolsillo de su pantalón hasta encontrar su teléfono celular.
—¡Mamá! —Del otro lado, se escuchó la dulce voz de una mujer—. ¿En dónde estás? —Kazuya se acomodó a un lado del pasillo con el pítcher, con el propósito de no interrumpir a las personas que estaban abandonado la estación. Sawamura parecía emocionado mientras hablaba con su madre—. ¡Si, si! ¡Ya hemos llegado! ¿En la entrada? Vale, ¡nos vemos allá!
Sawamura guardó su teléfono celular en el bolsillo trasero de su pantalón y entrelazó nuevamente su mano derecha con la del cátcher, ocultándolas, esta vez, dentro del chaleco que él estaba vistiendo; jalándolo prácticamente a la salida.
—Mamá está cerca. Me dijo que se tardó porque le pidió prestado el carro a un vecino. —Eijun apuntó hacia una de las salidas que estaban marcadas con un número—. Vendrá en unos minutos.
Miyuki asintió despreocupado, contemplando sus alrededores con mucha curiosidad. Era la primera vez que él viajaba a Nagano. De hecho… el dinero que utilizó para comprar los boletos —tanto de ida como de regreso—, había sido un ahorro que él guardó y que tenía pensado gastar con Eijun viajando en las próximas vacaciones a un lugar muchísimo más interesante. Sin embargo, esa visita se atravesó y, él, no pudo decirle que no a su novio.
¿Quién, aparte del entrenador le decía que no a Sawamura Eijun?
E incluso.. en algunas ocasiones ese hombre caía en los encantados de aquel tramposo zorro. Quién estaba sujetándole la mano con tanta fuerza evitando que se marchara de su lado.
—Sawamura.
—¿Qué? —Eijun giró su rostro hacia un contado, contemplando la mirada extra de aquel astuto mapache.
—Eres realmente cálido —le susurró al oído.
Sawamura sintió como todo su rostro ardió en vergüenza. En ese momento, Kazuya pensó que todo el calor de sus mejillas iba a regresar hasta sus manos y, aunque no lo hiciese, consiguió lo que quería: avergonzar al pítcher.
¿Debería intentar hacer otra cosa para que el contrario deseara que la tierra se lo tragase? Tal vez... esperaría un poco más, porque el frío no lo dejaba pensar.
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—¡Ei-chan! —La preciosísima voz femenina llamó la atención de los dos adolescentes.
Miyuki deslizó suavemente su mano fuera del bolsillo del chaleco de Eijun, permitiéndole a su novio que corriese con libertad hacía donde se encontraba la mujer que lo había llamado con tanto amor. Contempló como ésta bajaba del auto justo a tiempo para que su hijo la abrazase con mucha fuerza.
La madre de Sawamura era bellísima. Aquel cabello corto permitía que la bufanda encajara a la perfección en su cuello. Tenía un preciosismo color chocolate en su cabello, el mismo que el de Eijun y, desde su punto de vista, él era muy parecido a su madre. De hecho… tanto la mirada como esa sonrisa, eran sin duda alguna, la de su novio. A pesar que, él seguía pensando que ese brillo particular color caramelo que le daba vida a la mirada de Eijun, no lo tenía nadie más.
Inhaló el aire suficiente para llenarse de valor, agachándose para tomar la maleta del castaño entre sus dedos y caminando hacía donde se encontraba el pequeño reencuentro familiar. Por un momento, deseó regresar a Tokyo.
Los ojos marrones de la mujer recorrieron de arriba abajo al cátcher tan pronto él se acercó a ambos. Amplió una gigantesca sonrisa que le hizo acordar a su novio, asimismo, confirmó que Eijun había sacado todos los genes de su madre.
—¡Vaya! —exclamó—. Tu debes ser Miyuki Kazuya, ¿no? —comentó con su mano derecha en su mejilla—. Ei-chan no me dijo que traería a un amigo tan guapo… ¡me hubiese arreglado mejor!
—¡Mamá!
Miyuki empezó a reírse con un poco de nerviosismo. Dejó la maleta de su novio en el suelo y extendió su mano derecha con el propósito de estrechar con suavidad la de la mujer—. Usted debe ser Nanami Sawamura… es todo un placer conocerla por fin; Eijun me habló mucho de usted.
—Evidentemente, ese niño nunca se calla.
En un complice silencio, ambos llegaron a la conclusión que Eijun hablaba demasiado para el gusto de muchos. Sawamura se dio cuenta de inmediato que estaban hablando mal de él en algún recóndito mundo dentro de sus cabezas, por lo que procedió a quejarse: en un tono de voz muy alto.
Después de acomodar ambas maletas en el baúl del vehículo, este se puso en movimiento. Kazuya decidió observar esta vez la ciudad a través de la ventana, contemplando desde las edificaciones hasta las extensas áreas de tierra.
Eijun se encontraba hablando con su madre e incluso con el chófer quién resultó ser un muy buen amigo de los Sawamura. Les contó sobre los entrenamientos, los partidos de práctica e incluso, se emocionó porque le mostraría a sus amigos todo lo que había mejorado.
Miyuki decidió cerrar un momento sus ojos con el propósito de disfrutar el viaje, hasta que sintió una mano entrelazar con un poco de fuerza la propia. Aquel cátcher esbozó una sonrisa al darse cuenta que Eijun estaba igual de nervioso que él. Por lo tanto, decidió recordarle que él estaba junto a él, apretando suavemente su mano de regreso.
—Oye, mamá. —Eijun decidió romper el silencio después de calmar su corazón—. ¿Papá y el abuelo saben que vamos a ir?
Nanami pareció pensarlo—. Nop —contestó, esbozando una preciosa sonrisa en sus labios—. Me pareció mucho más divertido ocultarlo. Aunque el abuelo sospecha… limpié tu habitación. —Apuntó como si eso fuese lo más anormal del mundo.
Kazuya esbozó una sonrisa divertida al darse cuenta que la personalidad de Sawamura Eijun era el calco de la de su madre.
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Día: 30 de diciembre.
Hora: 10.50 a.m.
Localización: Prefectura de Nagano. Nagano, Casa de los Sawamura — Japón.
—¡Oh! —Eijun exclamó—. ¡Ya estamos llegando, Miyuki-senpai! ¡Mira, mira!
Sawamura apuntó con emoción a un conjunto residencial de casas que se encontraban rodeando un gran campo de nieve. Allí dentro se encontraban un grupo de chicos jugando a aventarse aquella fría nieve vistiendo guantes que les brindaba calor. Otros se encontraban haciendo muñecos de nieve mientras unos pocos se lanzaban en trineos.
Miyuki se detuvo un momento con el propósito de contemplar detalladamente la casa en donde se detuvieron. Era sin duda alguna la estructura de una vieja casa japonesa, que incluso, con el tejado cubierto de nieve, no dejaba de lado la belleza conservadora que la definía. Escuchó a su novio quejarse sobre que debía de limpiar la entrada en un par de horas si no querían quedar atrapados por la nieve.
Giró suavemente su rostro hacia un costado, contemplando un invernadero bastante grande; posiblemente, el padre de Eijun lo utilizaba para trabajar en invierno. Preguntándose, que clase de cultivos o flores crecerían en ese infernal clima.
En el momento que ingresaron a la casa. Kazuya dejó las maletas en el suelo y procedió a cubrir sus oídos al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer el contrario.
—¡ESTOY EN CASA! —gritó con todo lo que sus pulmones le permitieron.
Miyuki bufó divertido al darse cuenta que parecía querer romper el suelo de madera con cada pisada que daba después de quitarse los zapatos. Nanami ingresó después de despojarse de sus zapatos. Kazuya la alcanzó después de acomodar tanto sus zapatos como los de Eijun a un costado de la entrada; asegurando las maletas de ambos.
—Lamento que sea tan ruidoso.
Kazuya negó—. Ya estamos acostumbrados a él y, cuando digo que «estamos», es porque todos en el club sabemos que, si Eijun no grita ese día... es porque realmente se siente mal. —Nanami no pudo evitar reír—. Gracias a él siempre está animado el club. —Miyuki esbozó una dulce sonrisa—. Debo admitir que por su culpa… todos parecen llenarse de energía. Digo… me hace la vida fácil como capitán.
—Gracias por cuidar de mi hijo, Miyuki-kun.
—Por favor, Nanami-san… llámeme Kazuya. —Nanami esbozó una sonrisa divertida.
—En ese caso… me puedes llamar simplemente Nana, Ka-chan —le sugirió con dulzura.
Kazuya pensó que sería muchísimo más fácil de lo que pensaba relajarse allí.
—¡ABUELO! —el grito que vino de la sala de estar llamó la atención de ambos. Miyuki se sorprendió al escuchar un golpe seguido de un grito de queja bastante conocido por él.
—¡Deja de formar tanto alboroto, Eijun! ¡¿No ves que estoy viendo un partido importantísimo! —Aquella fuerte voz le hizo soltar una carcajada al cátcher. Joder, ya sabía de dónde había salido la algarabía del castaño.
—¡Esa es una jodida carrera de caballos! —apuntó el pítcher con obviedad—. ¡E incluso es una vieja carrera!
—Eijun, Eijun, Eijun —llamó el nombre de su nieto un par de veces—. Todavía eres demasiado joven para entender este mundo. Debo revaluar mis inversiones, investigaré de fondo cada equino posible para conseguir el mejor resultado una vez la primavera llegue. —Sawamura Eitoku golpeó con fuerza su pecho—. ¡Y me haré rico! —empezó a reír con fuerza.
—¡Oh! —exclamó con inocencia el pítcher—. ¡¿No es eso lo que llaman investigación de los antecedentes?! —Era un niño todavía.
Nanami aplaudió para llamar la atención de ambos—. Vamos, abuelo, deja las investigaciones para después. Tenemos un invitado que vino con Ei-chan desde Tokyo.
Kazuya ingresó en compañía de Nanami a la sala de estar, contemplando el lugar con curiosidad.
—¿Hm? ¿No es ese el cátcher famoso de tu escuela? ¿Cuál era su nombre? —Sawamura llevó una mano hasta su barbilla—. Miyuki Kazuya.
Al ser mencionado, el cátcher esbozó una sonrisa de comercial, mostrando sus dientes. Dejó nuevamente las maletas en el suelo y estiró su mano para estrechar la del abuelo.
—Un placer conocerlo, usted debe ser Eitoku.
—Igualmente. —Eitoku estrechó la mano del adolescente. En ese momento, Miyuki llegó a la resolución que no permitía que Eijun saliese con la idea de cambiar su peinado como el de su abuelo.
Ni en un millón de años lo permitiría.
—¿Por qué demonios trajiste a alguien tan famoso a nuestro humilde hogar? —Eitoku le pregunta su nieto en un susurro. Kazuya no necesitó adivinar que estaban hablando de él porque el anciano le había apuntado en todo el camino hasta la esquina de la sala de estar.
Nanami avisó que prepararía el almuerzo y, que cuando esos dos terminaran de colocarse al día, Eijun seguramente le mostraría el resto de la casa.
—Invité a senpai porque quería invitarlo… ¿no podía hacerlo? —Eijun le preguntó con el ceño fruncido.
Kazuya recordó que había llegado al acuerdo con Eijun de hablar sobre la relación de ambos cuando él creyese que era el momento correcto. Sawamura prometió que esperaría y, también sabía, que solo con su madre y su abuelo no era suficiente.
—En realidad da igual… ¿cuándo se va?
«Por el amor de dios… acabo de llegar, ¿me estás echando ya, abuelo?» —se preguntó el cátcher internamente.
—El tres.
—¡¿Qué?! —gritó Eitoku—. ¡¿Eso no quiere decir que se quedará toda la semana con nosotros?! —En un principio, el anciano no pareció contento, hasta que esbozó una sardónica sonrisa.
Kazuya tuvo un mal presentimiento.
—Bueno, ya que está aquí, lo trataré como un nieto más.
«Por alguna extraña razón… empiezo a pensar que era una brillante idea llevarme a Eijun de descanso a un hotel cinco estrellas de aguas termales» —pensó con la piel erizada del frío.
Por un momento, no le importó quedarse sin un solo centavo. ¿Por que razón? Porque la última vez que sintió un escalofríos de ese calibre… fue cuando ese estudiante de primer año lo tackleó.
Empezó a dolerle todo el cuerpo.
—¡Oh! —Eijun pareció recordar algo importante—. ¡Te mostraré toda la casa, senpai! —Sawamura decidió ignorar el aura maligna que cubrió todo el cuerpo de su abuelo. Tomó tanto su maleta como la de Miyuki, arrastrándolo hacia el pasillo—. ¡Vamos, vamos!
Miyuki se disculpó con Eitoku antes de abandonar la sala de estar. Dios… el mal presentimiento simplemente no se iba a ir.
—No le hagas caso a mi abuelo, él es así a veces.
«¿A veces?» —pensó elevando una ceja—. ¿Qué significa eso de qué «mientras esté aquí también seré su nieto»? —le preguntó en un susurro a su novio.
—Bueno… es invierno, ¿no? —Kazuya asintió—. Hacemos muchas actividades en invierno para mantenernos calientes.
—¿Incluso con este frío?
Eijun colocó sus ojos en blanco al escucharlo—. Por esa razón es que lo hacemos, es mejor que quedarnos encerrados en casa. —Sawamura esbozó una sonrisa—. A veces salimos a caminar… ¡Al abuelo le gusta pescar en el río! Dice que los peces son más sabrosos cuando están todos fríos.
Kazuya empezó a replantearse su vida.
—En otras ocasiones vamos a las montañas a esquiar, también hacemos snowboarding, ¡¿me crees si te digo que soy un experto?! —presumió—. Pensándolo… también podemos ir a patinar sobre hielo. Creo que mi papá tiene unos patines extras que podrían quedarte bien.
—No gracias.
—¡Será divertido! —insistió—. Verte caer será divertido.
—¡¿Así que eso es lo único que será divertido?! —le preguntó con molestia.
Eijun casi nunca conseguía enojar a su novio e incluso, las pocas veces que lo hacía pasar vergüenza era con su existencia. Por esa razón, disfrutaba de decirle la verdad en esos momentos, Miyuki no se enojaba realmente con él, pero podía escuchar un tono de voz distinto al usual.
En ese momento recordó la vez que se enojó cuando insultó indirectamente a Chris-senpai sobre su ocupación en el campo o cuando lanzó una bola que el cátcher no había pedido. Volver a escuchar la bola golpear contra su guante le erizó la piel.
Sawamura se dio media vuelta en la escalera, uniendo su boca con la ajena en un roce inocente.
—Lo es.
Kazuya simplemente no pudo enojarse con él.
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Hora: 11.50 a.m.
Transcurrieron aproximadamente 15 minutos en los que Eijun le mostró la casa a Kazuya. Sawamura le mostró absolutamente todo, desde dónde estaba el cuarto de su abuelo hasta la mísera mugre de polvo en la habitación de sus padres. En el momento que ingresaron al cuarto del castaño, el cátcher despertó muchísimo más su interés.
La habitación de Sawamura era sencilla. Tenía una cama pequeña a lado de la ventana, un ancho pasillo donde posiblemente cabría el futón en el cual él iba a dormir —en aparición. Puesto que, estaba convencido que se colaría entre las sábanas de su novio—. Un escritorio de madera con posibles libros de secundaria e incluso uno que otro manual de béisbol, libros de pesca y uno que otro cómic mal organizado en una biblioteca sencilla que decoraba la pared del área de estudio.
Miyuki contempló con interés un pequeño tablero de madera que decoraba la pared de la habitación. Pegado encima de éste se encontraban un montón de fotografías de Eijun en probablemente la secundaria acompañado de sus amigos de la infancia. Aquel cátcher contempló en silencio a la única nena del grupo: Wakana y, después, desvió su mirada al que creyó que seria el mejor amigo de Eijun: Nobu. Después de todo… era el único que posaba con su novio en la mayoría de las fotos.
Encima del tablero estaban guindadas un par de gorras de béisbol y, en la pequeña mesa, un televisor.
Kazuya desvió su atención al otro lado de la habitación y contempló varios pósteres de jugadores profesionales japoneses hasta que algo capturó por completo su atención. Y, cuando la sujetó entre sus manos, esbozó una sonrisa divertida.
—«¿Este catcher de primer año será el salvador de la prestigiosa Seidō? —leyó en voz alta. Sawamura estaba demasiado ocupado moviendo un par de cosas en el armario con el propósito de hacerle espacio al par de maletas que ambos llevaron e ignoraba la extraña sonrisa que su novio no quitaba de sus labios—. Joder, no sabía que me habías investigado antes de asistir a Seidō.
—¿De qué hablas? —Sawamura giró su rostro con el objetivo de contemplar a su novio; sin entender del todo lo que estaba hablando. Hasta que notó la revista que tenía éste entre sus manos—. ¡Dios, no, no es lo que parece Miyuki Kazuya! —gritó, sacudiendo sus manos de un lado a otro, avergonzado.
—¿No lo es?
—Ni siquiera sabía que estabas allí —mintió.
Miyuki elevó una ceja antes de burlarse de su novio soltando una sonora carcajada.
—¡¿Qué?!
—Eijun… eres un mal mentiroso. ¿Lo has olvidado? —le recordó amablemente el cátcher.
Kazuya se sentó en la cama al minuto y, esbozó una sonrisa burlona en sus labios. Depositó la revista nuevamente en el escritorio y, llevó ambas manos hasta su cuello para acomodarse mejor en el colchón.
—Yo…
Eijun mantuvo la boca cerrada al contemplar la postura atrevida del cátcher. Caminó sonrojado hasta la cama, obedeciendo a su novio, quién golpeó suavemente sus propios muslos para que el pítcher se sentase en sus caderas. Sawamura curvó su espalda lo suficiente para que su frente rozara con la del capitán.
Miyuki abrió suavemente sus labios y los del pítcher se juntaron desesperadamente con los del cátcher. Fue un beso jodidamente torpe. Eijun estaba demasiado avergonzado para recordar como demonios se besaba y, su novio, disfrutaba de dejar que el pequeño tuviese un próximo ataque al corazón por intentar, infructuosamente, corregir el beso.
Finalmente, Eijun ganó. Kazuya no pudo resistir más contra la inexperiencia del pítcher y elevó sus manos hasta sujetar la cintura de Sawamura, presionándolo contra su cuerpo inferior.
—Eijun… ve lento y respira. —Sawamura obedeció sin abrir sus ojos; poco a poco su cuerpo se fue relajando y sus labios se movían al ritmo de los labios del cátcher.
Kazuya se entretuvo tocando por encima de la ropa del pítcher, provocándolo; hasta que descansó, lastimosamente, de la presión de los labios ajenos.
—¿Eijun? —Ver a Sawamura con los labios hinchados, una mirada de confusión e intentando descubrir algo le provocó esbozar una sonrisa divertida—. ¿Ocurre algo?
—¿No escuchas eso que está corriendo?
Miyuki se sentó en la cama después que Sawamura lo había hecho, concentrándose en los pasos apresurados que subían por la escalera. Fue como si el alma hubiese abandonado su cuerpo y el de Eijun, quién tomó rápidamente la revista deportiva que decoraba su escritorio y la abrió en la primera página que encontró.
La puerta se abrió un minuto más tarde.
—¡Eijun! —La voz masculina resonó en toda la habitación—. ¡¿Así que viniste?!
—¡Papá!
Kazuya levantó su mirada para encontrarse con la viva imagen de un… delincuente. ¿Por qué demonios estaba sorprendiéndose a esas alturas de la vida? Era obvio que Sawamura creció en una familia un poco anormal puesto que tenía una explosiva personalidad. Además, se prometió una segunda vez que no permitía que su novio pensase que el peinado de su padre era genial.
El cátcher esbozó una divertida sonrisa mientras contemplaba en silencio al único adulto en la habitación. Era bastante algo; quizá, un poco más que el entrenador. Tenía el cabello castaño y, éste, se encontraba peinado a lo Elvis Presley, tal vez, era un fanático del cantante. Lo confundió por un momento con su novio cuando frunció el ceño al notar que él lo estaba viendo… no, analizando.
—Y tu debes de ser ese famoso mocoso, Miyuki Kazuya. —Etsu esbozó una sonrisa—. Mi padre me dijo que tendríamos una larga y muy emocionante visita en casa… ¡haré que te diviertas como en la ciudad, mocoso!
—Honestamente… creo que pasaré. Desde que Eijun me explicó lo que hacen en invierno, el concepto de diversión que ustedes tienen está distorsionado en comparación con el mío.
—¿Y eso que significa? —Etsu parpadeó incrédulo.
—Senpai no quiere jugar con nosotros, papá. —Kazuya sintió como su corazón se estrujó por un momento al escuchar el triste tono de voz que usó Eijun.
Maldito zorro.
—¡Que aburrido amigo has traído desde Tokyo, Eijun! —El adulto se quejó en voz alta cuando entendió—. Hubieses traído a ese otro senpai tuyo… ¿Cómo era que se llamaba? ¡Ah, si! Yankee-senpai. Lo más probable es que seguro él se apuntaba a todo lo divertido.
—Lo dudo mucho —susurró el cátcher. ¿O tal vez si? Kuramochi a veces era tan impredecible. Aunque él le agradecía haber hecho entrar en razón a Sawamura con respecto a su relación romántica.
Francamente… sin la presencia de esos tres ese día, lo más probable es que Miyuki hubiese sido expulsado del equipo y, en el peor de los casos, de la escuela.
—Bueno, lo hecho, hecho está. —Le restó importancia al asunto—. Etsu Sawamura. —Se presentó, estirando su mano derecha hacia el cátcher. Miyuki se levantó de la cama y la estrechó educadamente. Era el padre de su novio al fin y al cabo, aunque vistiese tan ridículo.
» ¡Hey! ¿El clima de la ciudad es muchísimo más fresco que en el campo en invierno? Estás tan helado como un cubo de hielo.
—Senpai tiene la temperatura corporal baja, papá. —Sawamura suspiró desilusionado.
—Mi temperatura corporal es normal-
—Los chicos de la ciudad no resistirían ni un día en el campo. ¡Deberían venir en verano! De esa forma pueden trabajar en el campo. Tal vez… puedas incrementar tu masa muscular.
—¡Oh, esa es una muy buena idea, papá!
—No, es una mala idea, una muy mala idea. —Los Sawamura contemplaron al cátcher con curiosidad—. En verano tenemos las eliminatorias para el Torneo Nacional —le recordó al pítcher—. Nunca tenemos descanso en verano.
—Cierto —balbuceó Eijun.
—Ningún día del año tienen descanso estos niños de hoy en día. —Etsu suspiró con un falso disgusto.
Kazuya desvió su atención hacia el pequeño castaño quién lucía un poco ajeno a la conversación y, pensó, que sería entretenido verlo trabajar como agricultor. Aunque él no tendría ese privilegio hasta que el pítcher de primer año se graduase de la preparatoria. ¿Y si terminaba escogiendo la universidad? Nunca habían hablado de lo que iban a hacer después de la graduación.
Eijun notó que su novio lo estaba viendo y esbozó una hermosa sonrisa que el cátcher correspondió.
—Nana mandó a decir que el almuerzo está servido. —Etsu tenía el mismo nivel emocional que su único hijo. Por lo tanto, no se enteró de las sonrisas empalagosas que el par de adolescentes se estaba dedicando—. ¿Qué están esperando? ¡Vamos!
—¡Si! —Eijun gritó, con el propósito de salir corriendo de la habitación justo detrás de su padre. No obstante, no se esperó que el cátcher lo detuviese a mitad de camino para besar sus labios en venganza por la vergüenza que le hizo pasar con su suegro.
—Si~ —canturreó, esbozando una sonrisa burlona al ver la expresión escandalosa de su novio.
—¿Qué demonios fue eso, Kazuya? —Etsu se detuvo, alertando al par de adolescentes—. ¡Eres el capitán! ¡Debes de gritar con mucha más energía! ¡Más fuerte!
—Una cosa no tiene que ver con la otra… —murmuró después de entender a que venía el repentino regaño.
—¡¿Qué has dicho?!
—¡Si, señor! —vociferó con un bochornoso sonrojo en sus mejillas.
Eijun esbozó una sonrisa divertida al ver la tensión que provocó su padre en su novio. La cual incrementó, cuando Etsu pasó por detrás de los hombros de Miyuki su mano derecha, empezándole a hablar al oído sobre quién sabe qué cosas.
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Hora: 16.50 p.m.
—Raichi viene a Nagano.
Kazuya, quién estaba organizando su ropa de invierno en el armario del pítcher, se detuvo y volteó a observar a su novio quién se encontraba acostado en su cama revisando su teléfono celular.
Gateó desde el armario hasta él y, contempló, sin leer, la pantalla del teléfono celular.
—¿Todoroki?
—Si. —Eijun regresó su mirada a su celular—. Sanada-senpai lo invitó a esquiar. —Tecleó rápidamente antes de volver a abrir la boca—. Vendrán en enero.
Miyuki intentó no ver esos malditos ojos brillantes e inocentes del zorro porque era probable que caería en la trampa. Era bastante obvio que Eijun estaba diciéndole que quería ir a jugar con Todoroki en la nieve.
—Espera… ¿desde cuándo te diriges a Sanada como senpai? A mi me llamaste así después de meses, Eijun: S.
—¿No es normal dirigirse a un senpai como tal? —Eijun le preguntó en un tono de voz horriblemente inocente que le erizó la piel al cátcher. ¿De dónde demonios había aprendido un truco tan bueno para controlarlo?
En venganza, Miyuki deslizó la palma desnuda de su mano derecha por debajo de la sudadera de Eijun, tocando su piel directamente.
—¡Tienes las manos heladas, Miyuki-senpai!
—Si, si. —Kazuya esbozó una sonrisa divertida y entrelazó sus manos frías envolviéndolas con las cálidas del castaño.
—¿Les puedo decir que iremos? —Era cómo si estuviese diciéndole: «porfis».
—¿Te invitó Todoroki? —Eijun asintió suavemente. Miyuki pellizcó dulcemente la mejilla del pítcher—. Vale, vamos a ir. Pero… ¿no le prometiste a Kenjiro salir con él también?
—Podemos ir a esquiar los cinco —propuso.
Kazuya se levantó de hombros despreocupadamente. De todas maneras, él no pensaba montarse en esas peligrosas tablas de esquiar. ¿Acaso ese par de idiotas no tenían miedo de lesionarse gravemente en alguna parte de su cuerpo? Bueno, técnicamente, Eijun era jodidamente flexible, por lo que no se preocupó.
El cátcher decidió seguir organizando su ropa en el armario, mientras Eijun proseguía chateando con el bateador de Yakushi.
De: Eijun [17:06]:
» ¡Vamos a ir! ¡No perderé contra ti, Raichi! «
Kazuya se detuvo abruptamente.
—Eijun.
—¿Si, senpai? —Eijun no despegó su mirada de la pantalla del teléfono celular. Miyuki dejó a un lado la botella de perfumen que tenía en su mano.
—Todoroki no tiene celular.
Sawamura parpadeó inocentemente. En ese momento, el cátcher se dio cuenta a que celular estaba mandándole mensajes a Todoroki.
Miyuki no dudó en tomar su teléfono celular y escribir un rápido mensaje de advertencia a Sanada quién nunca le contestó. Sin embargo… al minuto, escuchó una suave risita proveniente de la garganta de su novio. Aquel bastardo le había reenviado el mensaje a Sawamura.
—Senpai.
—No quiero escucharlo, Sawamura.
—Sanada-senpai —recalcó el «senpai» con el único propósito de molestar a su novio—. Dice que un novio celoso no es agradable. Además… Raichi no tiene teléfono; no ve nada de malo en ser amable y prestarle el suyo.
Miyuki chasqueó la lengua. Sawamura esbozó una sonrisa divertida y decidió levantarse de la cama hasta caminar a donde su novio se encontraba organizando su ropa de invierno. Eijun se deslizó hacia el suelo, sentándose detrás de él y envolviendo sus pies en la cintura del cátcher.
—¿Qué es este nuevo movimento tan atrevido? ¿Una nueva llave?
—Cállate —bufó—. ¿Quieres que te ayude?
—No es necesario, terminé. —Kazuya volteó a ver el rostro de su novio, quién acomodó su cabeza en el hueco de su cuello—. ¿Quieres envolver juntos la tuya?
—La mayoría de mi ropa de invierno está aquí. Tan solo traje un par de cosas para andar por allí. —Era esa la razón por la que la maleta del pítcher era muchísimo más pequeña que la de su novio. Además, la verdadera intención de Eijun es que había planeado llevarse un par de cosas de regreso al club. De lo contrario… ni maleta hubiese traído a casa.
—¿Cómo demonios puedes andar por allí con «algunas cosas»? —le preguntó frunciendo el ceño. Eijun se levantó de hombros impasible.
—Raichi mandó otro mensaje. —En esa ocasión, Kazuya si leyó el mensaje que llegó al teléfono celular de su novio.
De: Sanada-senpai [17:18]:
» Nos vemos el primero de enero en la estación de Nagano. Tu amadísimo novio nos prometió un almuerzo, así que espero que lo pague. «
» Sanada. «
—Hijo de puta. —Eijun se carcajeó contra el oído del cátcher.
—¿Me estás reclamando cuando también te mensajeas con Sanada-senpai? —Sawamura reclamó después de un par de segundos en silencio.
—¿Quieres dejar de llamarlo senpai?
Eijun esbozó una dulce sonrisa y escondió su rostro nuevamente en el cuello de Miyuki sin querer separarse de su lado.
—Senpai.
—¿Hm? —canturreó el cátcher.
—¿Quieres conocer el invernadero de mi padre?
—¿Qué tiene de interesante un invernadero en invierno? —preguntó elevando una ceja.
La adorable sonrisa de Eijun lo cegó por un momento. Finalmente, aceptó la propuesta. Para ser honestos… siempre terminaba aceptando todo lo que le proponía el pítcher.
La tarde llegó a su fin con ellos visitando el invernadero. Eijun habló durante más de una hora sobre cada uno de los cultivos allí plantados y, la razón por la que podía crecer en invierno.
Aquella primera noche disfrutaron de un agradable baño caliente antes de la cena y, después de haber visto una película de terror en familia —obligaron a Miyuki a sentarse en el medio de Etsu y Eitoku—, los dos adolescentes regresaron a la habitación del pítcher.
Nana se disculpó todo el camino de regreso a las habitaciones al ver que su hijo seguía aferrándose al brazo de Kazuya como si de un bebé se tratara. El cátcher le restó importancia, puesto que estaba acostumbrado a lo miedoso que su novio era.
Y de esa forma… el treinta de diciembre llegó a su fin.
Aquel fue el primer día en Nagano.
Gracias por leer.
3 de noviembre de 2023.
Cartagena de Indias, Colombia.
