Buenas noches a todos los valientes que decidieron adentrarse en el link de este fanfiction. Antes de que den inicio con la lectura quisiera hacer unas aclaraciones para que no haya problemas/quejas en el futuro:
**Para los que no me hayan leído nunca, seguramente se confundan con los cambios de escenarios, pero se acostumbrarán.
**Es una relación personaje x OC.
**Si esperan un romance rápido y una declaración amorosa en menos de seis capítulos, están leyendo la historia incorrecta. Aquí puro Slow Burn.
Dicho esto, ¡disfruten de la lectura!
Out of place
La cajuela fue cerrada con brusquedad. Y el motor resopló con fuerza como una advertencia de que debía abrocharse el cinturón de seguridad.
Giró su rostro hacia la derecha, hacia el paraje de la ciudad que la cobijó por más de un año, de la que debía despedirse, incluso contra su voluntad. Mas no podía luchar contra los designios de los mayores; desde su razonamiento estaban tomando la mejor decisión para ella.
La música country que tanto amaba su padre era el ruido de fondo que pretendía aligerar el silencio que se implantó en aquel vehículo que viajaba con suavidad por las calles de Sendai.
Cerró sus ojos. Y escuchó atentamente He stopped loving her today. Quizás así podría callar los pensamientos que rumian su cabeza incesantemente.
—El viaje será largo. Aprovecha y duerme un poco —recomendó su padre con una sonrisa que se reflejaba en el retrovisor del automóvil.
—Sí. Eso haré —susurró con apuro, el cansancio estaba adormeciéndola.
El suave toque sobre su hombro fue suficiente para despertarla y que se percatara de que estaba en casa tras un agotador viaje de casi ocho horas.
Su padre se dispuso a bajar su equipaje y su madre le recomendó que entrara a casa a bañarse y ponerse cómoda. Ella les sonrió como gesto de agradecimiento.
La casa estaba completamente sola. No era sorpresa. Sus dos hermanos se dedicaban enteramente a sus prácticas de béisbol y no se les veía antes de que se vislumbrara el cielo nocturno.
Para cuando las manecillas marcaron las nueve en punto el comedor se adornaba con las agradables esencias de la cena recién hecha. Y contaba con la presencia de los otros dos miembros restantes de la familia.
—Por lo que me has contado, ese chico de primero promete convertirse en un gran elemento para el equipo —habló el jefe de la casa con un trozo de pescado entre sus palillos—. Tetsu, ¿cómo dices que se llama el chico?
—Satoru Furuya —respondió.
—Hermano, dijiste que había otro chico peleando por la posición de pitcher. ¿No?
—Sí. Su control deja mucho que desear. Aunque estoy seguro de que el entrenador está consciente de lo bueno que puede llegar a ser.
—Chicos, yo sé que aman el béisbol y quisieran hablar todo el día sobre jugadores, partidos y estadísticas, pero la comida se va a enfriar —expresó la mujer para quienes pausaron su cena—. Y tú, Sora, debes comerte el plato principal antes de ir por el postre.
La adolescente quiso aprovechar el rato de distracción nacido gracias a sus hermanos para comer lo que estaba destinado para el final de la cena. Lamentablemente había sido atrapada en el acto.
—También comeré todo lo que me serviste —alegó—. Así que no hay problema.
—Mañana iré a hablar con el director para que puedas integrarte tan pronto como sea posible a tu nueva escuela —hablaba su madre, fijando su atención en quien atendía a sus palabras—. Aprovecha ese tiempo para desempacar. Por la tarde iremos a comprar tu nuevo uniforme
—Entendido.
Su cara estaba hinchada por dormir tanto. Y su pereza era tan grande como las maletas aparcadas al pie de su cama.
Acomodó su ropa entre los cajones y los percheros de su ropero. Guardó sus productos de higiene personal. Y colocó aquel mullido peluche de Pompompurin sobre su cama, junto a sus iguales de menor tamaño.
—No creo necesitar esto nuevamente —dijo para un maletín marrón que metió debajo de su cama—. Debería aprovechar y lavar ropa.
—La ropa tendrá que esperar para otro día. Por ahora me acompañarás.
La mujer que había entrado tras un simple toque a la puerta, era su madre. Su oscura cabellera marrón llegaba hasta sus hombros y sus ávidas pupilas recordaban al ámbar. Su vestimenta atendía a la formalidad de una abogada entrando al tribunal.
—Todavía es muy temprano para ir por el uniforme.
—Iremos a la escuela y de ahí a comprar tu uniforme —explicó sonriente—. Cámbiate. Te espero afuera.
La temperatura ambiental no permitía un atuendo muy ostentoso. Un vestido rosa de cuello cuadrado con lazo delantero era ideal. Y para evitar el impacto directo del sol un sombrero capelina.
La escuela a la que asistiría estaba cerca de su hogar. No se requerían más de diez minutos para llegar.
El director era un sujeto bonachón que las saludó con una amistosa sonrisa. Y mientras su madre hablaba con él para arreglar su transferencia a Seidō, ella esperaba afuera, mirando desde la ventana. Esa posición le proporcionaba una vista panorámica de los campos de béisbol. A esta hora las clases estaban en marcha y no había ningún jugador.
—Mi hermano dijo que aquí los clubes son obligatorios —suspiró con desgano—. Quizá haya uno que sea fácil o que no ocupe mucho de mi tiempo.
Miró hacia el despejado cielo, con desgano. Sorbió de su bebida carbonatada y pasó la vista sobre la caja de cartón que tenía en su regazo. Y pese a que habían pasado unos días desde que se anunció quiénes serían los miembros que ascenderían al primer equipo todavía se sentía agobiado. Malestar que se acentuaba gracias a la persona que misteriosamente lo acompañó hasta el jardín a la hora del almuerzo.
—No te gusta ni el chocolate ni las cosas dulces. Deja de aceptar todos esos regalos. —Se quejó Kuramochi tras recibir contra su voluntad una caja en forma de corazón—. Diles que tienes pareja y dejarán de estar sobre ti como si fueras ropa en temporada de rebaja.
—Se trata de resolver una problemática, no de crear dos —indicó antes de darle un largo trago a su bebida.
—Da igual. La gente únicamente se entera que saliste con cierta chica cuando ya terminaron.
—Por algo lo llaman «vida privada» —resaltó con una naciente sonrisa burlona—. Si dieras menos miedo, seguramente alguna chica se tomaría la molestia de regalarte algo.
Yōichi chasqueó la lengua, molesto. A veces. Y sólo a veces, quería golpear a ese engreído catcher para volverlo un poco más humilde. Mas su intención sería arrebatada por la llegada de alguien que no les era en lo más mínimo familiar. Pero el que fuera una chica ya dejaba claras sus intenciones.
El oriundo de Chiba destapó la caja de chocolates y comenzó a comerlos con irritante lentitud. No tenía razones para quedarse, mas tenía pereza de trasladarse a otra zona de la escuela. De ese modo, escuchó el meloso discurso de quien venía a probar suerte con uno de los chicos más populares del instituto.
—Si supieran cómo eres en realidad a ninguna le quedarían ganas de tenerte como pareja —habló tras la partida de la joven que recibió un «no» como respuesta.
—El receso está a punto de terminar. —Ignoró su comentario y comenzó a caminar—. ¿De qué manera podré divertirme con Sawamura y Furuya este día?
—¡Ey! ¡Deja de ponerlos en contra, pequeño bribón! ¡Idiota, deja de reírte!
Acomodó su cuello y enderezó el pequeño moño celeste. No quería verse desalineada. Tampoco restiró demasiado su suéter azul marino porque prefería que mostrara soltura y difuminara un poco su figura gracias a su espesa tonalidad. Se encontró nuevamente frente al espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación y examinó cada pequeño aspecto de su uniforme escolar para que nada estuviera fuera de lugar.
—Un cambio de aires, ¿eh?
Le gustaba la palidez de su piel. Tanto como el contraste que esta creaba entre su azabache cabellera y el penetrante gris de sus pupilas.
—Debería de cortármelo pronto o será molesto. —Fue su fugaz comentario para el flequillo en capas que ocultaba su frente.
Cesó su monólogo mañanero cuando escuchó unos pasos acercándose hasta la entrada de su habitación.
—¿Tan tarde es? —Su mirada se escurrió hacia quien vino a buscarla.
—¿Te sientes indecisa con tu nuevo atuendo? —preguntó su madre con sumo interés, adentrándose para quedar hombro con hombro.
—No es eso…—señaló—. Si no más bien…
—Deja de pensar en el pasado. —Pasó su mano sobre su cabeza, acariciándola suavemente—. Vas a disfrutar mucho yendo a la misma escuela que tu hermano. Ya lo verás.
—¿No es extraño que alguien entré cuando el curso ya ha dado inicio?
—No existen imposibles cuando se tienen los contactos adecuados —admitió sonriente y descarada—. Ahora apresúrate a bajar que debes desayunar e irte con tu hermano.
La mañana no se había aclarado en su totalidad. Todavía se percibían vestigios de la madrugada. Sin embargo, para su hermano mayor que estaba acostumbrado a madrugar, aquel panorama crepuscular era la señal que lo motivaba y llenaba de energía para enfrentar su arduo día de entrenamiento. Y probablemente ella tendría que ajustarse a ese horario hasta que le permitiera irse sola al colegio.
—Disfrutarás de tu estadía en Seidō —habló con su seriedad característica.
—Entiendo el punto, pero… ¿por qué tuvimos que llegar tan temprano? Aquí no hay nadie más que nosotros.
Estaban parados frente a la puerta principal de aquella escuela tan prestigiosa que aspiraba a una de las glorias más grandes que cualquier equipo de béisbol sueña alguna vez con alcanzar.
—¿A dónde iremos ahora? —Estaba confundida.
Al entrar se desviaron de las instalaciones y se encaminaran hacia una zona totalmente ajena para ella.
—Debí suponer que me daría un recorrido por su área de entrenamiento…—suspiró. Se recompuso y sonrió tenuemente. Comprendía lo importante que era el club de béisbol para él y, por ende, quería compartirlo con ella.
Se detuvo por inercia cuando notó al par de chicos que corrían energéticamente, arrastrando un pesado neumático, intentando ganarse mutuamente. ¿Quién se ponía a entrenar antes de que llegara la rutina de preparación?
—Se ven muy motivados. No son ni las seis de la mañana.
—Poseen dedicación. Y eso es muy bueno. —Tenía una enorme fe en sus nuevos compañeros de equipo que en algún momento le cuidarían la espalda—. Continuemos.
—Estás actuando como un guía turístico, hermano. —Se burló a sus anchas y este miró en otra dirección.
Después de un poco más de veinte minutos arribaron a los dormitorios: la última escala en el recorrido por el club de béisbol de Seidō.
—Este lugar es bastante grande —comentó viendo el letrero que marcaba dónde terminaba el área de entrenamiento y daba inicio la zona de descanso de los jugadores.
—Pensaba que los que tenías en tu antigua escuela eran más amplios —señaló curioso.
—Bueno, en eso tienes razón.
—Ya que hemos visto este sitio, regresemos.
Esa era su intención. No obstante, antes de que pudieran dar media vuelta fueron abordados por un pequeño grupo de jugadores.
—Siempre tan temprano por aquí, Tetsu-san. —La filosa astucia de Kuramochi pasó de su capitán a su acompañante—. ¿Y ella es…? ¿Tu novia acaso? —Tanteó.
—Kuramochi, no creo que sea apropiado decirle algo como eso —recomendaba Kawakami.
—Oh, nuestro capitán se ha conseguido novia. ¡Felicidades! —bromeó Maezono, sonriendo.
—No. Se equivocan. Ella no es mi novia —aclaró inmediatamente Tetsuya—. Es mi hermana menor y estará estudiando aquí a partir de hoy. Espero puedan cuidar de ella. —Se inclinó ante ellos para agradecerles por las futuras atenciones hacia ella.
—¿Hermana? Pensaba que eras hijo único —carraspeaba Yōichi—. Aunque…
Kuramochi iba a empezar con su pequeña inspección visual. Mas su deseo frenó cuando su mirada se encontró con la de ella. Esos calmos ojos despertaron una pequeña alarma en él.
—Yūki Sora, encantada de conocerlos. —Repitió el acto de su hermano hacia quienes posiblemente podrían ser sus compañeros de salón—. Por favor, cuiden de mí.
—Es tan formal como él —susurraba Kenta.
—Andando Sora. Todavía quedan muchas cosas por ver. —Se despidió de sus compañeros de equipo y se retiró.
Ella con apuro le seguía el paso.
—Tetsu, son apenas las seis de la mañana y las clases inician a las 8:30… ¿Qué vamos a hacer durante esas dos horas y media?
—Puedes observar nuestra práctica —sentenció. Ella aceptó su destino en silencio.
La hora de las presentaciones nunca fue de su total agrado. Mas tenía que fingir que no le molestaba lo suficiente como para que el profesor o el resto de su futura clase se dieran cuenta de ello.
Yacía al costado del profesor examinando con cierto escrutinio cada uno de los rostros que la acompañarían hasta el siguiente curso mientras aguardaba a que el docente terminara de escribir su nombre en el pizarrón.
—Chicos, denle la bienvenida a su nueva compañera de clases. Espero que todos sean amables con ella y aclaren cualquiera de sus dudas, ¿entendido?
Todos respondieron al unísono con un tajante sí.
—Preséntate ante la clase y diles algo sobre tu persona. —La animó el profesor.
—Mi nombre es Yūki Sora. No hay mucho que contar sobre mí. Anteriormente estuve en una escuela fuera de Tokio antes de llegar aquí. Espero podamos llevarnos bien —terminó su pequeña presentación, ofertándoles una amable sonrisa.
—Puedes sentarte en el asiento libre que hay al fondo. —Fueron las indicaciones del hombre.
Cuando la joven estuvo sentada las clases iniciaron.
—Tendré que meterme a un club, incluso si no quiero…—Para ella lo que el catedrático decía le entraba por un oído y le salía por otro. Ni siquiera lograba enfocarse en su libro de texto.
—Será mejor que no te distraigas o sufrirás mucho en el examen.
¿Quién estaba hablándole tan abiertamente? Y, sobre todo, ¿por qué lo hacía a media clase?
—Eres uno de los compañeros de Tetsu —reconoció inmediatamente al joven que la miraba de soslayo desde enfrente. Lo había conocido hace un par de horas atrás.
—Kuramochi Yōichi. —Se presentó con esa sonrisa bribona. Nada como un poco de flirteo discreto.
—Deberías tomar tu propio consejo, Kuramochi. —Una segunda voz masculina se unió al parloteo. Esta vez, desde su lado izquierdo.
—El idiota con gafas se llama Miyuki Kazuya —expuso antes de que ella preguntara—. Por tu salud mental lo mejor que puedes hacer es ignorarlo y seguir con tu vida.
—Parece que no les importa ser cachados en medio de la clase —enunció para tan joviales y despreocupados muchachos—. Recuerdo que Tetsu mencionó algo sobre los de segundo año…
—¡Ey! ¡Ustedes tres, guarden silencio o los saco a los pasillos a que sostengan un balde con agua! —El profesor impuso su autoridad. El resto de la clase disfrutó del buen regaño.
Tras un par de clases la hora del desayuno llegó. Y eso significaba una cosa para los recién llegados: una avalancha de preguntas absurdas, innecesarias y con las que no quería lidiar. No en su primer día de clases.
Su almuerzo estaba demasiado cerca de ella y simultáneamente tan lejano. Sus queridas compañeras de clases ya estaban alrededor suyo con enormes ansias de quitarle el poco tiempo que tenía en un interrogatorio rutinario para los nuevos.
—¿No serás de casualidad familiar de Yūki Tetsuya?
—Ey, ¿por qué te cambiaste a esta altura del año? ¿Algún problema o algo así?
—Si quieres puedo mostrarte toda la escuela para que no te pierdas.
—Sí. Él es mi hermano mayor y me cambié de escuela por cuestiones económicas. Y no hay necesidad de un tour ya que Tetsu se ha encargado de ello para que no generara problemas a ninguno de mis compañeros de clases —contestó en el orden establecido. Se levantó de su asiento tanto para que la dejaran pasar como para conseguir su tan ansiado momento de paz—. Le dije a mi madre que era una mala idea cambiarme de escuela, mas no atiende razones. Aunque creo que cualquier otra madre en su posición lo hubiera hecho…
Se movilizó hacia la salida del salón de clases y por mero reflejo miró hacia su puesto; allí estaba su ansiado desayuno. Tendría que comprar.
Tuvo suerte de principiante por obtener algo de la cooperativa sin morir en el intento. Y gracias a su acertada huida ya no tenía a más personas a su alrededor.
Aprovechó para sentarse y reposar lo que le restaba de descanso.
—No quiero regresar al salón…
La clase de educación física era un respiro para su agobiada mente que se forzaba a no pensar en todo lo que dejó atrás con aquel cambio de escuela. Era tan fácil gracias al alto barullo que emergía cuando dos clases se unían para realizar las actividades que ambos maestros propusieron.
—No sabía que aquí solían juntar los grupos para las clases de educación física —expresaba Sora sujetando un balón entre sus manos.
—No es por eso —aclaraba Kuramochi.
—Se debe a lo competitivos que son esos dos. —Miyuki aludía a los dos profesores que intercambiaban una animada charla—. Nos usan para determinar quién de los dos es mejor.
—Parece que no importa la edad. Los hombres nunca dejan de competir; ni siquiera cuando es algo tan infantil —pronunció Umemoto cuando se acercó a los tres—. Tu rostro no me suena de ningún lado.
—Soy nueva. Llegué hoy. —Miró a la joven de coletas. Que le entregara una sonrisa tras su aclaración la desconcertó.
—Me llamo Umemoto Sachiko. —Extendió su mano hacia quien prefería seguir sosteniendo el balón a devolverle su gesto.
—Yūki Sora. —No quiso verse maleducada y correspondió su atención—. Y antes de que lo preguntes, soy la hermana menor de Tetsu.
—No sabía que el capitán tenía una hermana. —Su sorpresa era genuina—. ¿Y ya pensaste a qué club unirte?
No quería meditar sobre ello. Pero la gente parecía estar muy insistente al respecto.
—Todavía no.
—Quizás te interesaría podrías formar parte del…—No acabó su oración. Una compañera la llamó—. ¿Qué sucede?
—Necesitamos una chica más para estar completas. ¿Por qué no te nos unes? —pregunta dirigida a Sora.
Las dos muchachas la miraron y sonrieron. No pudo ni negarse porque ya había sido jalada por las dos hasta la zona central de la cancha de fútbol. Afortunadamente la actividad a desarrollar era sencilla, contaba con un par de reglas. No obstante, debió deducir que no sería tan acogedor cuando notó que sus rivales escondían una doble intención.
Evadir un balón era sencillo. Sin embargo, hacerlo cuando llevaba gran velocidad, fuerza y puntería ya era una situación bastante aparte.
—¿No están siendo muy agresivas? —preguntaba Sora para las sobrevivientes de aquel frenético juego de balón.
—Lo siento, es por mi culpa —pedía perdón Sachiko.
—Descuida. Las derrotaremos.
—Les devolveremos cada uno de los balonazos.
—Soy nueva aquí. No estoy enterándome de nada. —Puso en evidencia Yūki.
—Todo es culpa de ese tonto. ¡Sabía que había algo podrido detrás de su amable actitud y esos deliciosos chocolates! —exclamaba Umemoto mirando al culpable de sus desgracias.
—¿Hablas de Miyuki-kun?
No hubo respuesta. Tuvieron que salvaguardar su pellejo y contraatacar. Estaban en medio de una guerra donde un momento de distracción podría costarles un golpe muy doloroso.
—Únicamente quedamos nosotras dos…—Sora vio a Sachiko. Estaban solas mientras que sus adversarias estaban casi completas—. Están esperando para masacrarnos.
—Al ser la única que queda conmigo se ensañarán contigo. Me disculpo de antemano.
No mintió cuando dijo que serían más intensas en esa última ronda. No obstante, si quien era la que recibía la mayor agresividad no daba su brazo a torcer, ¿por qué lo haría ella? ¿Por qué ser educada cuando el enemigo no lo era?
Pese a que el balón era suave para doler lo menos posible, si alguien lo arrojaba con fuerza suficiente podría ser punzante al impactarse contra el estómago.
—Quedan dos —expresaba Sora con una disimulada sonrisa—. Una para cada una, Umemoto-kun.
La contienda terminó y le otorgó la victoria a quienes participaban amigablemente.
—Gracias por el apoyo, Yūki-kun.
—No entiendo muy bien la situación, pero no se me hace correcto que quieran resolver las cosas de esta manera.
—Parece que tienes más fuerza bruta de la que aparentas, Umemoto.
No era el tono de burla lo que crispaba los nervios de Sachiko, sino el descarado que se atrevía a decirlo mientras sonreía.
—¡Si todo ha sido por tu culpa! —Quería agarrar el cuello del cácher y privarlo momentáneamente de un poco de aire.
—Vi cómo gustosamente te comías todos esos chocolates. No puedes quejarte.
—¡Eran con malas intenciones!
—De modo que era a ella a quien se los dabas antes que a mí…—Kuramochi entendía perfectamente el sentir de la manager. Hasta le daban ganas de ser partícipe de su ajuste de cuentas.
—¿Una pelea de pareja? —cuestionó inocentemente Sora.
—¡Claro que no! —vociferaba Sachiko arrugando la sien—. ¡Es por culpa de este tonto que esas chicas la agarraron contra mí!
—Descuida, ahora es Kuramochi quien se los come.
—¡Ya no lo haré! No quiero que tus locas fanáticas me acosen.
Sora miraba en silencio los fútiles intentos de reprimenda de Yōichi y Sachiko hacia quien fue descrito por ellos como el origen de todas sus desdichas. Probablemente lo mejor era que mantuviera una sana distancia de quien representaba una molestia para más de uno.
«Tal parece que hay que tener mucha paciencia para formar parte del equipo de Seidō».
Incluso cuando las clases concluyeron se mantenía aun dentro de las instalaciones de la escuela. No podía irse sin obtener la aprobación de algún club porque ya existía la presión por parte de los profesores. Y aunque no quiso creer en las advertencias recibidas al respecto, la realidad le gritaba en la cara que debió de haberles hecho caso desde el comienzo.
Algunos la rechazaron por tener el número justo de miembros. En otros ni lo intentó porque era ajena al deporte que practicaban. Tampoco creyó prudente gastar en aditamentos que no volvería a usar saliendo de la preparatoria. Y entre una cosa y otra se halló con todos los clubes disponibles tachados de su lista.
—Sin importar qué tan buenas sean mis excusas no me dejarán estar fuera de un club —suspiró, arrugando la hoja que sostenía entre sus manos—. Quizás estoy pasando por alto alguno otro…
—Ya es bastante tarde para que los alumnos permanezcan en los pasillos de la escuela.
Se sobresaltó ante quien hablaba a sus espaldas.
—¿Takashima-san? —Reconoció a la profesora de inglés cuando se encontraron de cara—. Lo siento. No era mi intención permanecer por más tiempo en la escuela. Es sólo que estoy investigando sobre los clubes que tiene la escuela…
—Yūki Sora, ¿verdad?
Que recordara su nombre le era extraño. Tal vez se debía a que conocía a su hermano mayor.
—¿Y has tenido suerte con eso?
—Más o menos —mentiría momentáneamente. Así se ahorraría un sermón—. No le quitaré más el tiempo. Me paso a retirar.
—Yūki-kun, ¿por qué no me acompañas? Estoy segura de que tu hermano estará feliz de verte durante la práctica.
Sora sentía desconfianza ante su repentina y pasiva petición. Y pese a que se le ocurrió una excusa para escabullirse, recordó las atenciones que su hermano había tenido con ella desde que regresó de Sendai y decidió aceptar mansamente.
El silencio que las acompañó desde que abandonaron el edificio escolar se esfumó al arribar al campo de entrenamiento. Fue allí cuando el lado sociable de la profesora se manifestó. Empezó a hablarle sobre cómo venía desarrollándose el equipo hacía unos meses atrás. También hizo una mención especial a las chicas que colaboraban para ayudar a los chicos.
—Yūki-kun, si me disculpas, tengo que dejarte un momento.
—Claro. No hay problema.
La mujer se reunió con el entrenador del equipo. Aquel alto hombre intimidaba con su sola presencia.
—Buscaré a Tetsu para despedirme y me marcharé a casa.
Su plan era simple y fácil de realizar. Sin embargo, encontrar a su hermano mayor representaba una tarea más complicada de llevar a cabo. Tendría que cruzarse con otros rostros conocidos antes de llegar a él.
—Tu hermano está del otro lado practicando su bateo. —Fue el acertado comentario de Kuramochi.
—Gracias.
—¿Tuviste suerte con los clubes? —preguntaba Sachiko. La chica negó con su cabeza.
—Bueno, era prácticamente imposible que pudieras unirte a un club a estas alturas —hablaba Miyuki para quien compartía la misma «cara de póker» que Furuya.
—Todavía está el club de béisbol —Sora miró al corredor con estupefacción—. No es que tengas mucho de donde elegir…—Acarició su barbilla un tanto pensativo.
—En eso tienes mucha razón…—No quería admitir que se le agotaban las opciones.
—Podrías ser una de nosotras —intervino Umemoto—. Una manager.
—¿Manager? —Reflexionó durante unos cuantos segundos—. No creo tener madera para desempeñar ese papel.
—Tú te lo pierdes —agregó burlonamente Kuramochi.
