Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 7
Tenía todo para ganar.
Usé las prendas de vestir más provocativas que tenía en mi guardarropa. Lo hice por una semana entera, pero Cullen era un hueso duro de roer. Jamás me dedicó cinco segundos en ver lo que usaba, tan solo ladraba órdenes para amargar mis días.
XX
Una mañana me vi en el espejo desde todos los ángulos: era un vestido de cuero en color cobre, ceñido a mi figura y un poco más abajo de mis rodillas. No me miraba nada mal, tampoco era que tuviera la mejor figura, era una mujer con las curvas puestas en su lugar.
Pasé las manos por la redondez de mis pechos, quizá el escote era algo insinuante y un poco descarado para ir a trabajar. Justo lo que necesitaba en estos momentos.
Lu maulló. La miré caminar hacia mí, restregó su gordo y peludo cuerpo en mi pantorrilla.
― Sé que debes pensar que me he enloquecido. Pero no es así, lo prometo. Tan solo quiero ganar y demostrarle al idiota de Cullen que le sigo gustando.
La cargué en mis brazos. Lu frotó su esponjosa cabeza en mi pecho.
Mi chica favorita quería mimos. Masajee su peluda cabeza por algunos minutos y suavemente la acosté en su nido de cama.
Quería decir que Lu se puso triste al ver que la dejé abandonada en el apartamento, que mi corazón se rompió o algo así. La verdad era que no, apenas la dejé en su cama y Lu salió de ella yendo hacia el ventanal donde se la pasaba observando todo.
.
Como de costumbre llegué corriendo a la oficina.
― No puedo creer que con todo lo que has hecho Edward finja que no existes.
Jane puso el dedo en la yaga. Parecía que solo esperaba que cruzara las puertas para soltar sus comentarios, no la culpaba. Sabía que no lo hacía a propósito, simplemente que era de no creerse que una semana después y yo no había podido lograr nada.
Me despoje de mi abrigo y lo colgué en el perchero. Bendito sistema de calefacción que todo lo mejora.
»Te ves muy sensual ―añadió Jane― creo que te pediré este vestido para la cena de acción de gracias con mi familia.
― A la orden. Por cierto… ―miré hacia la oficina―. ¿Dónde está Edward "ogro" Cullen?
― No lo sé, aquí no ha aparecido. Pensé que sabías tú.
― No. Él no me despertó como cada mañana ―fruncí las cejas al recordar que era el primer día que no me molestaba―. Creí que había decidido dejarme en paz y ya no despertarme.
― Ni idea, seguramente no tarda en llegar. Así que es mejor empezar a trabajar.
Caminé hacia mi escritorio. Sabía cuáles eran mis obligaciones y no dudé en empezar a realizar mi trabajo.
Estaba revisando estrategias de contenido. Leyendo cada una cuando el orgo apareció con ese caminar felino que solía tener.
― Isabella Marie, te necesito en mi oficina.
Me incorporé y anduve detrás de él. Lo vi colgar de mala gana su gabardina color café, era la más bonita que le había visto en días. Imaginé que tenía un closet tan solo para su colección de abrigos, pues no había repetido ninguno a lo largo de las semanas.
Me centré en su rostro. Se veía ojeroso, aparte de malhumorado.
― Estaba leyendo las estrategias de contenido ―dije― vi algunas irregularidades y las corregí.
― Está bien. Necesito que trabajes aquí… conmigo.
― Eso hago ―respondí.
Por fin sus ojos se centraron en mi rostro. Su vista bajó rápidamente por todo mi cuerpo haciéndome sonreír.
Apreté los labios para que mi risa no se materializara.
Sacudió la cabeza y negó. También pasó una mano por su caótico pelo cobrizo.
― Me refiero a que trabajes aquí ―volvió a repetir, se aclaró la garganta y arrastró una silla al lado de la suya―. Trabajaremos en conjunto ―añadió― necesito que me ayudes a elegir las mejores ediciones.
No reaccioné con rapidez. Tan solo me quedé ahí, observando.
O Cullen estaba exagerando, o yo tenía reticencia en estar cerca de él. No podía creer que me pidiera estar a su lado para poder trabajar, era irreal.
Con la incredulidad a todo me senté a su lado y empezamos a trabajar.
.
Ya había oscurecido cuando Jane pasó por enfrente de la oficina y levantó su pulgar en aprobación.
Sacudí mi mano para que se alejara, no quería que el ogro se diera cuenta que estaba haciendo ademanes.
Pero se trataba de Jane. Ella llevó la mano en puño a sus labios y empezó a imitar una felación.
Tosí. Lo hice para que Edward no mirara a Jane realizar obscenidades.
― ¿Estás bien?
Moví la cabeza, seguía cubriendo mi boca con las manos.
Respiré hondo al ver a Jane desaparecer de mi vista.
― Sí, estoy bien.
― Quizá estás cansada, me vuelvo pesado cuando trabajo.
― Te vuelves un ogro. ―Lo dije de buena manera, incluso creí que era gracioso, solo que Edward no se rio.
Mi espalda estaba por partirse en dos al igual que mi trasero. Realmente sentía los músculos agarrotados de llevar tantas horas sentada.
Alargué mis brazos a la vez que bostezaba.
― Para que no veas que soy tan ogro, te invito a cenar.
Rápidamente compuse mi rostro y sonreí. ¿Acaso había escuchado mal?
Miré sus ojos. Debía admitir que ese color verde esmeralda era único.
»Te he tenido todo el día trabajando y sé qué no has comido ―prosiguió―. Vamos a cenar porque no quiero ser el causante de una descompensación.
Me incorporé como si fuese una gacela digna de admirar. Salimos fuera de la oficina y con la vista de los pocos compañeros que quedaban recorrimos el camino a la entrada.
No diré que el ogro me ayudó a poner mi abrigo o me abrió la puerta de su camioneta, porque realmente no lo hizo.
― Es extraño que no estemos discutiendo ―froté las manos entre sí en busca de calor.
Mi mirada estaba fuera de la ventanilla de la camioneta. El paisaje era frío y algo desolador en las calles.
― No empieces, Pookie porque estoy de buen humor.
El cambio de humor de Edward me empezaba a preocupar. Estaba seriamente pensando que tenía un trastorno.
― Prometo no sacar ese lado amargo que tienes ―levanté mi palma en promesa.
― Te recompensaré por ello.
Encogí mis hombros.
El lugar era acogedor. La intimidad que se transmitía a la luz de las velas lo convertía en el restaurante ideal para una pareja enamorada.
En realidad era un restaurante con un toque bohemio que yo me empeñe en que fuera otra cosa.
No debía beber. Fue lo primero que repetí en mis pensamientos.
.
― ¿Cómo se despiden los químicos? Ácido un placer.
Solté una gran carcajada.
Edward cantaba horrible y sus chistes eran bastante idiotas.
― Ya basta ―pedí en medio de mis risotadas.
El estómago me dolía, llevé mis manos a mi barriga y respiré hondo. La brújula del tiempo se había perdido al llegar, sin embargo no tenía ganas de despedirme, el alcohol me tenía embrutecida.
― Te ves mejor cuando ríes.
Mi sonrisa se desvaneció al escucharlo. Llevábamos más de dos horas hablando de cosas triviales.
― Eso quiere decir que ya caíste ―le recordé. De pronto la atmósfera había cambiado por completo, la tensión entre nosotros se podía sentir.
Edward apoyó los codos en la mesa y acercó su rostro al mío.
― Creo que la que cayó fue otra ―susurró―. A mí no me convencen unos mini vestidos ni grandes escotes, Pookie.
Ofendida, alejé mi rostro. Lo miré fijamente y vi su sonrisa burlona jugando en sus labios.
― ¿De qué hablas? ―Fingí demencia, claro que él lo sabía.
― Me hiciste sufrir por una larga semana. No digo que no apreciara lo bien que luces en poca ropa, pero supe reponerme. No caeré tras unas bonitas piernas o unas apetitosas tetas.
― Edward, solo admítelo.
― ¿Qué quieres que admita? ¿Qué me gustas? ¿O que te quiero para una relación en serio? Porque son dos cosas muy distintas, ¿cuál prefieres?
Tragué.
Pasé los dedos por los mechones de mi cabello.
― Yo… yo solo quiero ganar la apuesta.
Sonrió.
― Te pongo nerviosa ¿verdad? ―su mano atrapó la mía―. Estás temblando.
Su rostro estaba a escasos centímetros del mío, podía disfrutar su aliento al mezclarse con el mío.
Relamí mis labios. Cerré los ojos un instante y repetí a mis adentros.
No puedes perder.
Cuando mi vista volvió a su rostro, vi que sonreía con aires de presunción.
― ¿Por qué estamos jugando a esto? ―Pregunté―. Somos dos personas adultas que no necesitan de juegos idiotas cuando se quiere otra cosa.
¿Qué demonios había dicho?
Edward sacudió la cabeza, mantenía una sonrisa socarrona.
― Entonces, seré claro ¿quieres ir a mi casa?
Miré su mano que estaba extendida para mí.
Sé fuerte.
Creo que Bella cayó primero y no se ha dado cuenta. ¿Qué dicen ustedes?
Les agradezco mucho su entusiasmo para la historia, por sus favoritos, follows y reviews. Abrazos para ustedes.
Les invito a mi grupo de Facebook.
Gracias totales por leer 🍂
