Notas: Feliz domingo a todas, espero que estéis bien. Yo admito que he estado un poco falta de energía estas semanas, y que me está costando escribir un poco más de lo normal, pero no os preocupéis porque tengo varias actualizaciones ya preparadas, por lo que no debería afectar al ritmo normal de publicación.
Quería dar gracias hoy a todas las personas que demostráis de una manera u otra vuestro apoyo a esta historia, me anima mucho en los malos momentos y significa mucho para mí.
Y bueno, antes de que me ponga sensible, quería comentar también que tenía MUCHAS ganas de publicar este capítulo. Admito que no estaba del todo planeado desde el principio, pero creo que he conseguido que encaje perfectamente y me encanta cómo ha quedado al final. ¡Espero que os resulte interesante!
Sostuve el lápiz con firmeza entre mis dedos, planeando mi siguiente trazo sobre el papel. Aquella tarde en la floristería apenas habían entrado clientes, por lo que había comenzado a distraerme, dibujando bocetos al azar de ideas de diseños que cruzaban mi mente.
Echaba mucho de menos dedicarme a mi vocación, pero no había logrado encontrar ninguna oferta de trabajo decente, por mucho que mi currículum se hubiese enriquecido con los trabajos realizados en la colección de primavera de Blue Dragon. De hecho, me constaba que los modelos diseñados por mí se habían agotado en pocos días, aunque no lograba sacudirme la sensación de ser una impostora. En realidad, sentía que el éxito de aquellas prendas se debía a la popularidad del dorama en el que se habían inspirado, y no tanto en mi trabajo, por lo que me sentía insegura al respecto. Tampoco había recibido ninguna oferta de los empresarios a los cuales les había explicado mi trabajo tras la gala, lo cual me hacía sentirme aún más decepcionada conmigo misma.
¿Y si me había equivocado con mi decisión de no aceptar la triste oferta de seguir como becaria de Blue Dragon…?
- No sabía que te gustase tanto dibujar, querida. – Comentó la anciana Takahashi, sobresaltándome una vez más con su sigilosa aparición.
- Oh, ah, bueno… - De forma inconsciente, cubrí los garabatos con mis manos, avergonzada por haber sido pillada in fraganti en el trabajo. – En realidad, yo… Mi sueño es ser diseñadora de moda. Como no había nadie en la tienda… Me he dejado llevar por mi imaginación, lo siento.
Mi jefa me sonrió amablemente, quitándole importancia al asunto. Depositó la regadera que cargaba tras el mostrador, exhalando un sentido quejido al flexionar las rodillas.
- Eso está muy bien, hay que aprovechar el tiempo… - La mujer caminó en dirección a la puerta de cristal de la entrada, observando a la gente que caminaba en el exterior. - ¿Sabes? Llega un día, de repente, en el que te das cuenta de que eres mayor y que no has hecho todo lo que te gustaría. – La anciana me lanzó entonces una sabia mirada de soslayo. – Así que cuando tengas un poco más de confianza en ti misma, te recomiendo que le enseñes esos dibujos tuyos a Mai, la próxima vez que venga.
Parpadeé, perpleja.
- ¿A-a su hija, dice?
La mujer asintió, con una afable expresión.
- Su negocio es una marca textil. Quizás pueda ayudarte a encontrar lo que te falta en esta vida.
Inspirada por las palabras de la anciana, aquella noche permanecí despierta hasta tarde, perfeccionando alguno de mis recién ideados diseños. Hacía mucho que no sentía aquella emoción burbujeante de creatividad. Estuve tan inmersa en mi tarea que me quedé dormida sobre el escritorio, mi rostro descansando sobre mis brazos doblados.
Al día siguiente, fui despertada por el insistente sonido de mi despertador, el cual apagué perezosamente, sintiendo el latigazo de un dolor punzante en el cuello. La próxima vez me aseguraría de marcharme a la cama antes de quedarme dormida…
Arrastré los pies hasta el baño para lavarme la cara, cuando escuché el tono de mi teléfono móvil sonando. Extrañada por la llamada a tan tempranas horas de la mañana, descolgué de forma automática, sin pensar.
- ¿… Sí?
- Buenos días, Kaori, espero no haberte despertado.
Era la voz de la señora Takahashi. Se la escuchaba angustiada.
- No, en absoluto, ya me estaba arreglando para salir a la floristería. – Si no recordaba mal, aquella semana me tocaba cubrir el turno de la mañana, aunque temía haberme equivocado en aquel punto de la conversación. - ¿Ocurre algo? – Inquirí, extrañada por aquella repentina llamada.
- Verás, resulta que esta noche ha fallecido un pariente en Fukushima, justo ahora me dirijo para allá. Quería avisarte de que voy a cerrar la tienda unos días por este motivo, así que no tienes que ir hoy.
Tragué saliva, asimilando la dura noticia. No sabía cuál era el grado de cercanía con el pariente que me mencionaba, pero no debía de ser ni remotamente agradable comenzar el día con una noticia tan devastadora…
- Mis condolencias, señora Takahashi, lamento mucho su pérdida.
Fue todo lo que pude decirle. No se me ocurría ninguna otra forma de consolarla, aunque la mujer no parecía necesitar mi ayuda en absoluto. En el fondo, una persona que había vivido tantos años debía de haber visto a muchos otros marchar, ¿no…?
- Es ley de vida, mi niña. No te preocupes, estaré de vuelta en pocos días, tú aprovecha para descansar. – Me despidió con amabilidad la anciana.
Apenas me quedé a solas con mis pensamientos, no pude evitar pensar de forma natural en Sesshomaru. Reflexioné sobre el hecho de que la muerte de un ser querido no dejaba de doler con el tiempo, y tampoco hacía las pérdidas posteriores no resultasen menos traumáticas que las primeras, sin embargo… A juzgar por las palabras de la anciana Takahashi, sí que parecía que el propio corazón aprendía a medir y bloquear las emociones para impedir que llegase a partirse en dos.
Con aquella desoladora conclusión, pensé que quería verle. Necesitaba abrazarle y darle consuelo por todo lo que debía de haber vivido… En completo silencio y soledad. Sentí la urgente necesidad de asegurarme que estaba bien.
Caminé nerviosamente por la casa hasta terminar arrojándome a mi cama. Una vez hecha una bola entre las sábanas, decidí marcarle a Sesshomaru. Con suerte, quizás aún no había comenzado su primera clase…
- Taisho al habla. – Respondió al segundo tono con su habitual cadencia monótona.
- Ah, buenos días, Sesshomaru… - Balbuceé, sin saber muy bien qué decir. Simplemente, me alegraba de poder escuchar su voz. No sonaba roto, como el hombre que había dibujado en mis pensamientos durante mis reflexiones. Su tono era normal, como el de siempre.
- ¿Kaori? – Inquirió él, claramente sorprendido de saber de mí a aquellas horas de la mañana. - ¿Ha ocurrido algo?
- No, bueno… Sólo… Quería asegurarme de que todo iba bien.
Me pareció escuchar cómo cerraba la puerta de su automóvil al otro lado de la línea. Me imaginé de debía de haberle llamado justo tras que hubiese aparcado en el parking junto a la universidad.
- Aparte del estrés de cada día, me encuentro perfectamente bien, Kaori. – Me explicó calmadamente. - ¿A qué se debe tu inquietud?
Me abracé a mis piernas, sintiéndome como una niña pequeña que se asustaba por nimiedades.
- Quizás te va a sonar ridículo, pero… - Le resumí brevemente la conversación que había tenido con la señora Takahashi para ponerle en contexto antes de abordar el punto principal. – Entonces no he podido evitar ponerme en tu lugar, en todo lo que has debido de pasar solo, y… No sé, puede que sea demasiado tarde, pero… He sentido ganas de abrazarte muy fuerte, por si eso ayudaba a aliviar tu dolor, mínimamente…
El demonio se mostró conmovido por mis palabras.
- Gracias, Kaori. – Murmuró, el sonido misterioso de su voz envuelto por el ruido de las conversaciones en los pasillos de la facultad. – Me siento reconfortado por el hecho de te hayas preocupado por mí de esta manera. Aunque no deseo que te preocupes por mí en exceso.
Sentí una fuerte opresión en el pecho. Incluso si realmente estaba agradecido, aún podía percibir un ápice de tristeza en su voz. Toda su vida debía de pesar demasiado.
- ¿Hoy… puedo ir a verte, cuando termines de trabajar? – Pregunté en un hilo de voz.
- Nada me haría más feliz, Kaori. Sabes dónde encontrarme. – Respondió cálidamente. - Ahora tengo que colgar, ¿de acuerdo? Pasa un buen día.
A pesar de que había logrado mantenerme ocupada todo el día, tras haber hecho tareas del hogar atrasadas, haber tomado un café con Tomoki a mediodía y haber hablado un rato con mis padres por videollamada, no había logrado sacudirme la inquietud de encima. Sabía que estaba siendo irracional e impulsiva… Pero no me quedaría tranquila hasta que viese el rostro de Sesshomaru, actuando con normalidad, como siempre lo hacía. El hecho de que yo hubiera reflexionado sobre el peso de las vidas perdidas a aquellas alturas no cambiaba nada, y lo sabía, pero…
No podía evitar sentirme ansiosa.
De modo que, investigando concienzudamente en los rincones de la página web de la universidad de Tokyo, logré obtener el horario lectivo del primer curso de la facultad de historia. De aquella manera, supe que la última clase del día del profesor Taisho daría comienzo a las 5 de la tarde, por lo que no me quedaba mucho tiempo si no quería llegar tarde.
Me vestí con una falda vaquera, una fina blusa blanca y una rebeca negra. Enfundé mis piernas en unos calentadores del mismo tono que el top, y unas botas oscuras para finalizar el conjunto. Casi me sentía de vuelta a mis días de universidad con aquella ropa. Por último, me recogí dos mechones laterales de cabello bajo la coronilla con unas horquillas en forma de corazón y estaba lista para salir.
Eché mis pertenencias en una pequeña mochila para camuflarme del todo entre el resto de estudiantes y me dirigí hacia la Universidad. Por culpa del ajetreado tráfico, apenas llegué a tiempo justo cuando el profesor Taisho estaba ingresando al aula. Corrí todo lo que pude, apurando al máximo el aire en mis pulmones:
- ¡U-un momento…! – Increpé al demonio, justo cuando estaba por cerrar la puerta tras de sí.
Cuando sus ojos dorados se encontraron con los míos, sorprendidos, sentí mariposas revoloteando en mi estómago. Una ansiada sensación de alivio recorrió mi cuerpo al verle allí, simplemente siguiendo su rutina como una persona cualquiera. Sin cuestionar mi presencia allí, y actuando con completa profesionalidad, Sesshomaru me permitió el paso antes de retomar su intención de cerrar la puerta. Casi sin aliento, corrí de puntillas hasta la fila trasera del aula, tratando de importunar lo menos posible a los verdaderos estudiantes de aquella asignatura.
El profesor Taisho dio comienzo a la lección, y su tono era tan mágico como el que empleaba para hablarme de su pasado. Durante la clase, explicó el surgimiento de la clase samurái en Japón, cómo pasaron a convertirse en terratenientes, y finalmente forjaron lazos matrimoniales con los señores feudales de renombre para afianzar su estatus social. Y todo lo que contaba sonaba muy familiar…
Claro, la princesa Airin había sido prometida a un poderoso general militar con tierras. Aquello era un buen ejemplo de la vida real que seguía la trayectoria que él había explicado. La historia podía sonar tan despersonalizada cuando uno no se paraba a pensar en la situación real de la gente a las que le había tocado vivirla que me resultaba atroz. Sólo pensar en cómo la habían casado con un completo desconocido por motivos políticos me partía del corazón. Y más cuando recordaba que sólo era una adolescente sin poder de decisión sobre su propia vida.
En algunos momentos, tuve la sensación de que Sesshomaru desviada su mirada hacia mí, haciendo mi corazón latir con más fuerza. A pesar de que se le veía plenamente concentrado en su trabajo, me alegraba notar sus miradas furtivas hacia mi persona. Me hacía sentir reconocida y especial para él.
Al finalizar la clase, mientras un nutrido grupo de alumnas (y algunos varones) se aglutinaba alrededor de la mesa del profesor para preguntar dudas, decidí esperar fuera del aula a que Sesshomaru cumpliera sus obligaciones como profesor. Poco a poco, los estudiantes comenzaron a desfilar hacia el exterior hasta que Taisho finalmente pudo salir sin ningún acompañante pisándole los talones.
- Impecable lección. – Le felicité por su arduo trabajo, con una sonrisa.
Sesshomaru presionó el libro de texto de la asignatura contra su cadera, con un suspiro.
- Lo último que esperaba era que te presentases súbitamente a una de mis clases, por muy extraño que hubieras actuado esta mañana. – Reconoció, echando a andar en dirección a su despacho. Por inercia, mis pasos comenzaron a seguir los suyos. - ¿Podrías explicarme el motivo, Kaori?
Vacilé unos instantes mientras caminaba tras él a lo largo del pasillo. Me sujeté los bajos de la falda, nerviosa.
- ¿Te molesta que haya venido sin avisar? – Inquirí, pensando en ese momento que quizás había actuado de forma muy impulsiva, e incluso excesiva.
El profesor me lanzó una mirada de soslayo mientras ascendíamos por las escaleras del edificio.
- Al contrario, me hace feliz recibir una grata sorpresa de vez en cuando.
Dejé escapar una gran bocanada de aire, mis pulsaciones recuperando un ritmo más normalizado.
- Menos mal… - Musité casi para mí misma.
- ¿Entonces? – Preguntó Sesshomaru nuevamente, sacando las llaves de su despacho del bolsillo de su pantalón. - ¿A qué se debe la repentina visita?
Mientras él me daba la espalda para encajar la punta metálica en el cerrojo, respondí:
- En realidad, se trata de lo mismo que te he comentado por teléfono esta mañana… Necesitaba verte lo antes posible y asegurarme de que estabas bien. – Encogí los hombros, con la cabeza gacha. – No sé siquiera si tiene algún sentido…
Sesshomaru se volteó para mirarme a los ojos, su expresión indescifrable. Sostuvo la puerta con el pie mientras me invitaba a pasar:
- Sea como sea… Me resulta adorable.
Me sonrojé ante la facilidad que tenía para decirme algo así con tanta frecuencia. Pasé apresuradamente al interior de su despacho con los ojos fijos en el suelo. Una vez a solas en aquella habitación, el profesor se acercó a mí para abrazarme por la espalda, su respiración sobre mi cuello.
- Sí… Me das ganas de… - Sus manos recorrieron mi cuerpo, rodeando mis pechos y descendiendo hasta mi cintura. – Profanar esa ternura…
Con el corazón a punto de salir por la boca, giré el rostro para recibir su beso, el cual fue mucho menos apasionado de lo que había esperado. A pesar de la excitante situación, su mirada era triste.
- ¿Sesshomaru…? – Le llamé, confundida, alargando los dedos hacia su mejilla. – Tal y como temía, tú… No estás bien.
El profesor dio un paso atrás, liberándome de su abrazo. Me giré en su dirección con el corazón en un puño para observarle. Sus irises se habían oscurecido, a conjunto con su expresión.
- Lo siento, a veces… - Sesshomaru se llevó la mano al rostro, cubriéndoselo con la palma para frotarse los ojos cerrados. – Ya no sé ni quién soy ni qué es lo que estoy haciendo.
Tragué saliva, nerviosa al ver cómo él parecía comenzar a desmoronarse. Tal y cómo le había imaginado aquella misma mañana.
- ¿A qué te refieres? – Le pregunté, animándole a hablar.
Sesshomaru dejó caer su mano y se acercó con elegante paso hasta su escritorio, donde se sentó, sus ojos clavados en los míos. Sentí un escalofrío, como si el aire a nuestro alrededor se hubiera enfriado repentinamente. O quizás simplemente se debía a la distancia que había puesto repentinamente entre nosotros.
- Soy un demonio, y he estado orgulloso de ello desde mi nacimiento, pero… - Los nudillos de Sesshomaru palidecieron mientras apretaba los puños con fuerza. - Después de tanto tiempo, he comenzado a sentir y pensar como los propios humanos, por lo que ya no sé qué es lo correcto o no. Por ejemplo… Ese pensamiento intrusivo sobre "corromperte"… ¿Qué diablos es eso? – Inquirió, frunciendo el ceño. - Es un impulso que solo poseería un monstruo, y que no tiene sentido con la persona que soy ahora mismo. Pero tampoco me considero un ser humano, ni pretendo convertirme en uno, incluso viviendo entre ellos... – El profesor suspiró pesadamente, estirando sus dedos para deshacer la tensión de su cuerpo. - Suena ridículo, pero es como si me hubiera quedado a medio camino entre ambos a nivel ético e ideológico. Así que ya no sé qué pensar de mí mismo o de mis acciones pasadas.
Asentí para expresar mi comprensión. Di un dubitativo paso hacia él, y al ver que no hacia amago de retirarse, me seguí acercando poco a poco. Tenía miedo de que se fuera cada vez más y más lejos de mí, envuelto en aquella confusa espiral de pensamientos:
- Entiendo… Es un profundo conflicto moral, pero… A mí no me molesta que digas esas cosas. Sé que no es tu intención hacerme daño. – Balbuceé, tratando de tranquilizar su conciencia.
Los hombros de Sesshomaru se hundieron mientras me observaba de forma casi piadosa. Era como si tuviera las palabras que quería decir atascadas en la garganta y fuera incapaz de hacerlas salir.
- En realidad, este debate no es nada nuevo… - Admitió, con la respiración contenida. - He estado pensando en muchas cosas estos últimos días. Sobre mi pasado, sobre el significado de la pérdida de una vida. – Me detuve, congelada en el sitio a un solo paso de él, escuchándole atentamente. - Yo… creía que tenía lagunas, Kaori, pero en realidad… Lo que ocurre es que ha sido difícil reconocerme a mí mismo lo que hice aquella noche. Como demonio, no me causó ningún conflicto en ese momento, pero al pensarlo en retrospectiva y encontrarme infectado de la moralidad humana, no he parado de sentir remordimientos y de cuestionarme a mí mismo…
Parpadeé, perdida en las ambigüedades. No comprendía de dónde partían todas aquellas reflexiones, si habían dado comienzo antes de la situación que le había comentado esa misma mañana.
- ¿De qué noche estás hablando? No entiendo a lo que refieres… – Le pregunté, alcanzando tímidamente una de sus manos.
Él no rechazó mi contacto, a pesar de encontrarse claramente tenso.
- Al punto donde lo dejamos el otro día, en tu casa… - Respondió con la cabeza gacha, vigilando el roce mi piel sobre la suya con sus ojos dorados. – En realidad… No pude seguir contándote porque me sentía demasiado avergonzado de lo que pasó después, tras que la Princesa Airin me cerrase las puertas de su corazón. – El demonio levantó la mirada hasta encontrarse con mi mirada, solemne. - Estás en tu derecho de querer desentenderte de mí tan pronto como sepas esto, pero, a raíz de su rechazo, yo… Acabé con muchas vidas humanas. De forma totalmente irracional e innecesaria. – Escuché su firme confesión con los pies clavados en el suelo, sintiendo cómo mi cuerpo se enfriaba poco a poco. - Quizás sólo sienta remordimientos por haberme contagiado de los valores éticos humanos… Pero, por primera vez tras tantos siglos, me tortura haber sido el verdugo de tantas vidas.
Me quedé muda unos instantes, procesando el peso que tenían sus palabras. Aunque me costaba imaginar a aquel hombre que se mostraba tan vulnerable ante mí como un asesino… En el fondo, yo ya sabía que él era capaz de ello. Después de todo, había acabado con su propio hermano sin que su expresión cambiase apenas un ápice, incluso si había sido doloroso para él. El hecho de que pudiese mantener la compostura de aquel modo… Quería decir que estaba más acostumbrado de lo que debía a aquel acto de violencia.
- En realidad… - Musité, con lágrimas asomando a mis ojos. - No me sorprende que me digas esto, Sesshomaru. – Respondí, estrechando suavemente su mano. – Ya me lo imaginaba. – Añadí en un hilo de voz, conteniendo mis emociones.
- ¿Y aun así… quieres seguir conociéndome? – Inquirió, completamente desconcertado por el calor de mis dedos cerrados con fuerza sobre los suyos, como si no quisiera dejarle escapar.
Exhalé un suspiro, ganando algo de tiempo para ordenar mis ideas, aunque ni siquiera era capaz de identificar cómo me sentía.
- A ver… - Murmuré, mi mente funcionando a toda velocidad. – Cómo lo explico… No es que me parezca bien, ni mucho menos, pero… - Acaricié los largos dedos de Sesshomaru, sus garras ausentes bajo aquel disfraz de piel humana. – Me puse en los peores escenarios cuando supe que eras un demonio, y, claro… Sabía que existía la posibilidad de que hayas depredado a alguien de mi especie, e incluso si no lo hiciste por necesidad… Entiendo que las eras pasadas eran mucho más violentas que el presente. La violencia era una opción como otra cualquiera, asumo.
Los ojos dorados del demonio parecieron comenzar a recuperar su brillo.
- Pero eso no lo justifica, incluso si la muerta estaba mucho más presente en aquella época, debido a las guerras y hambrunas constantes. – Musitó con la voz tomada.
Asentí, tratando de ser lo más compresiva posible.
- Precisamente a eso me refiero… El contexto importa. Sé que tendrías buenas razones para hacerlo, incluso si lo que cometiste fue una atrocidad. Te conozco lo suficiente para saber que no atacarías a nadie sin motivo alguno. Así que me gustaría saber qué es lo que pasó de igual modo, si tú deseas compartir ese pecado conmigo. Sólo así podré juzgar si eres un monstruo del que quiero mantenerme alejada o no.
Sesshomaru se puso entonces en pie, obligándome a alzar el rostro para mantener el contacto visual con él. Su expresión seguía siendo sombría, pero podía vislumbrar que un atisbo de calma en mitad de la tormenta que había estado enturbiando tu mirada.
- ¿Por qué insistes en conocer y perdonar cada uno de mis pecados, Kaori? – Me preguntó en un susurro.
Incluso a sabiendas de que me estaba embarcando en una misión que no me correspondía, se trataba de una decisión que había tomado hace mucho, por lo que le contesté:
- Porque quiero salvarte, Sesshomaru. Y sé que soy la única persona que puede hacerlo.
El demonio abrió los ojos, sorprendido, como si jamás se le hubiese cruzado aquel pensamiento por la cabeza. Entonces noté cómo la tensión desaparecía de su cuerpo lentamente. Cuidadosamente, y sin efectuar ningún movimiento brusco, Sesshomaru me envolvió entre sus brazos para estrecharme contra su pecho. Me sorprendí ante aquel emocional gesto por su parte. Parecía extremadamente aliviado.
- Gracias, Kaori… - Susurró con sus labios contra mi cabello. – Aunque no merezco tu compasión. Lo que hice fue una completa monstruosidad, por mucho que trate de explicar mis motivos… Eso no cambia nada.
Recorrí con mis dedos su amplia espalda, sintiendo sus músculos bajo la fina camisa negra que llevaba Sesshomaru aquel día. Su cuerpo emitía tanto calor que me hacía sentir arropada y segura, incluso en mitad de aquella desconsoladora escena.
- Incluso si no lo justifica, puedes contármelo. – Le animé en voz baja. – Te escucharé de igual manera.
En aquel punto, sabía que hacía mucho que mi juicio había dejado de ser imparcial, y que yo misma trataría de disculpar todo lo que él había hecho. Pero no podía evitarlo. Incluso si no tenía motivos lógicos para explicar por qué, pero sentía la necesidad de proteger a aquella persona que había sufrido durante tantos siglos. Se trataba de lo único que podía hacer realmente por él.
Entonces el demonio me liberó lentamente, sus dedos enredados en mi cabello.
- Quiero hacerlo… Aunque preferiría hablar de esto en otro lugar, donde nadie nos pueda interrumpir.
Asentí, comprensiva. Aquel no dejaba de ser su sitio de trabajo, y siempre cabía la posibilidad de que algún alumno o profesor que pudiera pasar por allí nos escuchase o interrumpiese.
- Me parece bien… ¿Podemos ir a tu casa? – Propuse de forma evasiva, recordando el lamentable estado en el que había dejado mi habitación antes de salir por culpa de las prisas. Me avergonzaba que pudiera ver mi piso en aquel estado.
- Sí, claro. – Accedió él. - Voy a recoger mis cosas y nos marchamos.
- ¿Te ayudo con algo? – Inquirí, señalando la pulcra pila de documentos sobre su mesa.
- No hace falta, sólo espera un segundo.
Con el ambiente algo enrarecido por el peliagudo tema de conversación, observé cómo Sesshomaru guardaba los documentos que iba a necesitar para el fin de semana en su maletín. Acto seguido, se echó el abrigo sobre el brazo y entonces me acompañó a la salida.
Mientras el demonio cerraba con llave la puerta de su despacho, observé distraídamente a las personas que pasaban por los pasillos. Me esforcé activamente por no comenzar a imaginar lo más grotescos escenarios en el pasado del profesor Taisho sin conocer el contexto al completo. A pesar de lo que le había dicho para tranquilizarle, en el fondo no podía pasar por alto todas las cosas que el demonio había hecho mal… Aunque no por eso desaparecía mi voluntad de entender todo su proceso hasta el punto en el cual yo le había conocido.
Porque quería darle el perdón que tan desesperadamente necesitaba, incluso si me sentía como una hipócrita por ello…
- Vamos. – Dijo él una vez hubo comprobado que había cerrado la puerta del despacho correctamente.
Descendimos las escaleras uno al lado del otro, sin intercambiar palabras, únicamente centrados en esquivar a las personas que caminaban a toda prisa en dirección contraria a la nuestra. Todos debían de tener ganas de terminar su tarea lo antes posible un viernes por la tarde.
Sin embargo, cerca de la biblioteca y la zona de estudio todavía había una gran actividad de estudiantes aglomerándose en los pasillos. Después de todo, los exámenes previos a las vacaciones de verano ya estaban a la vuelta de la esquina.
Justo cuando pasábamos al lado de una de las puertas de la sala de lectura, una figura salió escopetada hasta el exterior, chocando de lleno contra el hombro de Sesshomaru. Él apenas se inmutó por la colisión, aunque la otra persona sí que se tambaleó, exhalando una apurada disculpa:
- ¡L-lo siento muchísimo…! ¡Ha sido mi culpa, por no mirar por dónde voy…!
Yo me detuve en seco, identificando al instante a la interlocutora frente a nosotros:
- ¿A… Ayumi? – La llamé, anonadada ante su presencia en aquel lugar.
Ella alzó la cabeza al escuchar mi voz, sus ojos abiertos como platos mientras nos miraba alternativamente a Sesshomaru y a mí.
- K-Kaori… - Murmuró ella entre dientes, con la voz tomada.
Mi exnovia vestía ropa cómoda aquel día, un conjunto sencillo de pantalones cortos y una blusa de mangas acampanadas. Sin embargo, cargaba una voluminosa y llamativa bolsa de deporte sobre su hombro que combinaba poco con su estética. Aquello no era muy común en Ayumi, quien solía cuidar cada detalle de su apariencia.
- No te preocupes por el golpe, yo no me he hecho daño. – Respondió finalmente Sesshomaru a la disculpa de la joven. - ¿Te encuentras bien?
A pesar de la amabilidad en su voz, ella frunció los labios, evidentemente tensa e incómoda por aquel encuentro. Yo no pude evitar sentir que Ayumi nuevamente se estaba haciendo la idea equivocada… ¿Y si pensaba que lo único que yo podía hacer allí era escabullirme hasta su despacho para hacer cosas indecentes? No era como si no me atrajese la idea, pero… La incomodidad en su mirada sugería que debía de estar pensando, como mínimo, algo así de descabellado.
De lo contrario, no comprendía por qué su postura era tan defensiva.
- Sí, estoy perfectamente. – Dijo ella de forma seca, dando un paso atrás para aumentar la distancia con Sesshomaru.
- ¿Qué estabas haciendo por aquí, Ayumi? Es el último lugar del mundo donde hubiera esperado encontrarte… - La interrogué, incapaz de pensar en un solo motivo por el cual la chica acudiría a ese lugar…
Ella nos observó con cautela, hablando con voz trémula.
- Le estoy haciendo un favor a Tomoki, necesitaba urgentemente unos libros prestados de la universidad, pero no le daba tiempo a acercarse a por ellos.
Fruncí la nariz, intrigada:
- Qué extraño, me he visto a mediodía con él y no me ha dicho nada al respecto… Sabiendo que yo hoy tenía todo el día libre, no debería haberte molestado.
Los ojos de Sesshomaru parecieron brillar con perspicacia antes de sugerir:
- Esa bolsa debe pesar. Puedo ayudarte, si quieres. – Se ofreció amablemente.
Ella me aferró a la correa del voluminoso bulto, sin embargo.
- N-no, está bien. Puedo cargarlo yo sola. – Insistió ella.
- Entonces, ¿prefieres que te acerquemos con el coche a donde sea que debas cargar esos pesados volúmenes? – Se ofreció el profesor en un caballeroso gesto.
Me sorprendió gratamente la actitud servicial de Sesshomaru en aquel momento. Sonreí discretamente al pensar que era posible que se estuviera esforzando por hacer amigos, tal y como le había sugerido.
- Me da un poco de apuro… - Musitó ella, con la vista clavada en el suelo.
- Deja que te ayudemos, Ayumi. – Le dije, ofreciéndole una cálida expresión. – No tienes por qué destrozarte el hombro por ayudar a Tomoki. Lo vas a necesitar en perfectas condiciones para tu inminente debut, ¿no?
Mi exnovia meditó unos instantes, batallando internamente con su sentido de la responsabilidad y con la culpabilidad de aceptar ayuda de terceros. A pesar de sus dudas, sin embargo, terminó aceptando.
- Está bien, si no es molestia. – Accedió con cautela.
Yo monté en el asiento delantero del coche, mientras Ayumi se acomodaba en la parte trasera con su pesado equipaje. Sesshomaru condujo a través de la ciudad siguiendo las direcciones que ella le indicaba, consultando constantemente el camino con su teléfono móvil.
Con la mente algo dispersa, dándole vueltas a la evidente tensión entre ellos dos, me distraje observando cómo el sol se hundía en el horizonte. Cuando finalmente mis sentidos me devolvieron a la realidad, noté que nos dirigíamos hacia las afueras de Tokyo, en dirección a la zona portuaria.
- ¿Estás segura de que es por aquí, Ayumi? ¿A dónde rayos te ha mandado Tomoki?
- Ya casi estamos llegando. – Me aseguró ella en un hilo de voz.
Aunque extrañada, no volví a hacer preguntas mientras ella seguía indicando el camino. En efecto, terminamos aparcando en mitad de cubículos de descarga del puerto, completamente desierto a aquellas horas.
Aquello no tenía ningún sentido.
- Ayumi, ¿verdad…? – Inquirió Sesshomaru una vez hubo estacionado el vehículo. - ¿Vas a decirnos ahora el verdadero motivo por el que nos has traído aquí?
Lancé una mirada de desconcierto al asiento trasero, donde los puños cerrados de Ayumi temblaban sobre sus muslos.
- Salid del coche, por favor. Tengo que hablar con vosotros.
Sin comprender nada en absoluto, ambos seguimos sus instrucciones, aunque el profesor Taisho se mostraba claramente receloso, sin despegar los ojos de ella ni por un solo instante.
Una vez en el exterior, Ayumi nos guió entre el laberinto de enormes contenedores en completo silencio, cargando con su pesada bolsa de deporte. No nos ofreció ningún tipo de explicación en el trayecto, a pesar de mi insistencia. Sesshomaru la siguió en silencio, observándola atentamente sin cuestionar en voz alta a mi exnovia, aunque sus ojos se refulgían con ferocidad, bañados en la desconfianza. Cuando ella determinó, en algún punto, que era un buen lugar para detenerse, se plantó frente a nosotros, con determinación reflejada en la mirada.
- Kaori. – Me llamó. - ¿Puedes venir a mi lado un momento?
Seguí sus instrucciones, algo conmocionada por aquella extraña situación, mientras Sesshomaru estudiaba con la mirada cómo ella rebuscaba algo dentro del oscuro pozo que era la misteriosa bolsa que cargaba.
- ¿De qué va todo esto, Ayumi? – Le pregunté una vez más en tono exigente, nerviosa por aquel tenso y misterioso ambiente.
- Quería decírtelo antes, pero… No sabía cómo hacer que me creyeses, sin que pensases que estaba sintiendo celos por tu nueva relación. Ese hombre no es lo que parece. – Con un rapidísimo movimiento, ella arrojó una sustancia granulosa contra el suelo, provocando que Sesshomaru se cubriera el rostro con el antebrazo al instante. – Él es un demonio. – Sentenció ella de forma acusatoria.
Se levantó una leve nube de polvo con el material que había arrojado, creándose una cortina entre nosotras y Sesshomaru. Contuve la respiración, tratando de no dejar que el pánico se apoderase de mí.
- ¿Q-qué dices…? P-pero si eso no exist…
Mi patético pretexto quedó desacreditado cuando ante nosotras se encontraba Sesshomaru, con las marcas de su rostro completamente visibles y sus facciones casi feéricas completamente presentes. Su disfraz de ser humano se había desvanecido por completo frente a nuestros ojos. No podía seguir haciéndome la loca ante las evidencias que Ayumi presentaba.
- Tal y como sospechaba. – Masculló el demonio, evidentemente molesto por haber inhalado aquella misteriosa sustancia aromática. – Eres una exorcista.
Observé atónita cómo Ayumi sacaba de su pesada bolsa un jarrón de cerámica idéntico a los que se fabricaban en su casa, dentro del negocio familiar. Cuando abrió el recipiente, de él extrajo una figura blanquecina de papel con una espada del mismo material en la mano. Tenía el tamaño de la palma de una mano mientras salía del recipiente, pero al contacto con el suelo la criatura creció hasta alcanzar la altura de un niño de primaria. No tenía facciones algunas ni expresaba humanidad alguna, pero parecía haberse vuelto de carne y hueso, ganando tridimensionalidad y vida propia. El filo de su espada se volvió afilado también, presentando una amenaza real.
Jamás había visto algo así en toda mi vida.
- A-Ayumi… - Tartamudeé, incapaz de procesar la escena que se estaba desarrollando frente a mis ojos. - ¿Q-qué es todo esto…?
- ¿Por qué me miras así, Kaori? ¿Realmente te aterroriza más que yo sea una onmyoji al hecho de que descubrir que este hombre es un monstruo sanguinario? – Me preguntó, sin ocultar la decepción en su voz, dedicándome la mirada más dura que me había mostrado jamás a aquella chica que siempre se mostraba tan dulce.
Pero terriblemente similar a la que había provocado nuestra ruptura años atrás.
Notas: Decidme la verdad, ¿alguien se lo ha visto venir? Porque como he dicho antes, ni siquiera yo misma lo había planeado inicialmente.
Siempre he sospechado que Ayumi no iba a ser un personaje muy popular por su papel inicial en la historia, así que le di muchas vueltas y me decidí a profundizar en su contexto, así que espero que ahora la podáis comprender mejor. Se explicará más en la próxima actualización, pero, si recordáis, la aversión que siente por Sesshomaru empieza cuando le conoce en persona, y no cuando Kaori simplemente le dice que está saliendo con alguien.
La verdad es que nunca he sido fan del estereotipo de exnovio/a maligno/a que aparece para meterse entre los protagonistas, así que esa nunca fue mi intención ponerla en ese papel, pero sabía que irremediablemente iba a ser leída de esa manera.
Quizás es porque se trata de un personaje original mío, pero le tengo mucho cariño y me gustaría que le dieseis una oportunidad *ojos de cachorrito*.
Para terminar la chapa del día de hoy, quería comentar que no os imaginéis a Ayumi como una Taijiya, es decir como Sango y Kohaku en el manga de Inuyasha. Por lo que he investigado, los onmyoji emplean más poder espiritual para combatir los demonios antes que armas, por lo que se parecería un poco más al estilo de combate de Miroku, o incluso de mikos como Kikyo. De hecho, la criatura que ha invocado Ayumi es un shikigami, las cuales se relacionan siempre con los onmyojis.
Tras esta larga ristra de aclaraciones, os dejo aquí por hoy y nos leemos en dos semanas!
Cuidaos mucho.
