REPETIR EL PASADO.
Ha pasado un tiempo. Sigo trabajando en historias largas y no quiero publicar hasta que todo esté terminado para tener actualización programada.
Por el momento espero que disfruten esto.
*Inuyasha y compañía no me pertenecen*
Una vez más…
De nuevo estaba frente al árbol sagrado esperando que una flecha se disparara en su dirección, tenía que ser una maldita broma del destino porque ¿qué probabilidad existe a que una mujer que amabas te sellara en un árbol por segunda ocasión? Y más siendo dos mujeres distintas, completamente diferentes en todos los aspectos… la vida solo quería joderlo de todas las formas posibles.
Inuyasha no pudo quitar la vista de su esposa, nunca espero que ella de todas las personas apuntará en su contra. Había pasado cuando fue poseída hace mucho tiempo, en esta ocasión estaba completamente lúcida y era toda su intención.
— ¡Kagome baja ese arco en este momento!
— Lo siento Inuyasha, sabes que no puedo hacerlo, entiende mis razones por favor.
De alguna manera entendía su idea retorcida, pero no estaba de acuerdo. Sabía que estaba en peligro pero no estaba dispuesto a esconderse y no pelear junto con ella.
Todo comenzó hace unos días una miko oscura hizo acto de presencia en la aldea clamando venganza por la muerte de su hermana Urasue, pelear contra Yoki fue fácil pero energía de miko oscura y una con mucha experiencia fue realmente difícil. Inuyasha había quedado casi purificado y gravemente herido, Kagome y Miroku lograron espantarla pero juro regresar con sus dos hermanas restantes y arrasar con toda la aldea.
¿Qué buscaba?
La sangre de Kagome… hasta que se dio cuenta cuál era su prioridad y en cierto punto su debilidad, obviamente su esposo. Sabía que una forma de romper irremediablemente a la Miko sería destruir lo que más quería, por lo que cuando se fue gritando que tendría la cabeza de Inuyasha el pánico se asentó en el estómago de Kagome e inmediatamente busco todas las maneras posibles de mantenerlo a salvo y lejos de la batalla.
Y ahora estaban de nuevo aquí frente al árbol en el que se habían conocido, con su esposa a punto de dispararle una flecha y sellarlo de nuevo.
— Cariño baja el arco por favor, vamos a pasar por esto juntos, sabes que somos más fuertes juntos.
Trato de razonar con ella de la manera más dulce ya que los gritos enojados no habían funcionado.
Kagome estaba llorando en este punto, sabía que ella odiaba esta idea tanto como él, pero al parecer ella no veía otra opción.
— Sé que somos más fuertes juntos, pero no estoy dispuesta a tomar un solo riesgo en esta ocasión Inuyasha. Te amo, eres lo más importante para mi y ellas lo saben, la batalla anterior fue muy difícil, fuiste gravemente herido, apenas saliste con vida y era una sola bruja, ahora serán 3 y buscan lastimarte directamente. Sé que lo odias pero será solo temporal…
— Si algo llega a pasarte Kagome…
Sus lágrimas se derramaban por sus mejillas sin tregua y sus manos comenzaron a temblar levemente pero su agarre en el arco y la flecha no disminuyó.
Inuyasha sabía que era rápido pero su miko era excepcional con el arco, prácticamente letal, todas las prácticas y batallas reales habían rendido sus frutos.
— Regresaré y romperé el sello. Es un sencillo hechizo de ocultación, el árbol te absorberá y pondrá una barrera a tu alrededor nadie podrá verte o sentirte, estarás seguro que es lo que importa. Y si… si por algo yo no regreso, si algo me pasa el hechizo se romperá y el árbol te expulsará ya que el hechizo estará vinculado a mi fuerza vital.
Sus palabras hicieron hervir la sangre de Inuyasha ¿Su esposa estaba tomando en serio la posibilidad de no volver a su lado? ¿Qué tipo de mierda es esa?
— ¡¿Qué mierda Kagome?! Estas loca si crees que voy a dejar que cargues tú sola a la batalla.
— Realmente lo siento y sé que lo odias, pero he tomado una decisión. Estarás dormido, soñarás con todas las cosas buenas que te han pasado. No sufrirás absolutamente nada y más que nada recordarás lo mucho que te amo y lo importante que eres para todos. Por eso es necesario mantenerte a salvo, eres esencial para todos en este pueblo.
Inuyasha estaba preparado para saltar y arrebatar el arco de sus temblorosas manos, si la distraía un momento tal vez tuviera alguna posibilidad. Justo cuando flexionó levemente las rodillas su esposa le sonrió de la manera más dulce y devastadora.
— Te amo tanto, eres mi corazón.
Ella soltó la flecha y como si fuera en cámara lenta su mundo se detuvo, solo podía mirar con los ojos fijos y la boca abierta su expresión desgarrada. Dudaba mucho que alguna vez olvidara el dolor en su rostro.
Sintió el impulso que la flecha le dio a su cuerpo cuando impactó.
Sintió como su espalda se pegaba al árbol y el reiki cálido de Kagome lo empezó a envolver como si fuera una manta, una lenta caricia, como ella acariciando sus orejas y su rostro cada noche para que se relajará.
Sus párpados comenzaron a pesar, se estaba quedando dormido.
— Ka- Kagome…
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El mundo era borroso pero muy cálido, abrió los ojos y de lo primero que fue consciente fue la comodidad de su futón. Se estiró y al girar hacia la derecha… Ahí estaba ella, tan hermosa como siempre. Su esposa estaba cepillando su cabello vestida solo con la parte superior de su rata de fuego. La abertura frontal dejaba al descubierto su cremosa piel de porcelana, piel que estaba ansioso por recorrer de nuevo con sus dedos.
— Ven aquí…
Ella le sonrió con amor y acortó los pocos centímetros que los esperaban. Sus labios eran cálidos y sus suspiros le hacían hormiguear la piel.
— Te amo tanto Inuyasha.
Él sonrió en el beso, siempre lo debilitaba escuchar sus sentimientos en voz alta.
— Yo- Yo también Kagome.
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Alguien pensaría que hacer el amor en el agua al aire libre sería incómodo, pero no para ellos.
El aire cálido de la fuente termal los rodeaba mientras eran una maraña de miembros enredados, jadeos qué sonaban en la soledad de la noche.
Ser uno con Kagome era magia cada vez. Nunca pensó que amaría y lo amarían con tanta intensidad y tan libremente.
Él era feliz, Kagome representaba amistad, felicidad, hogar, amor y pasión.
— Joder Kagome eres… Eres todo.
— Te amo Inuyasha — suspiró ella a cambio.
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Se supone que tenían que estar buscando esa estúpida raíz que Kaede necesitaba para la medicina, pero Kagome lo había provocado y ahora la estaba persiguiendo por todo el bosque.
Dejala correr… él siempre la alcanzará.
Cada saltó qué daba hacía que las flores enredadas en su cabello cayeran al suelo. Su cabello parecía un campo en plena floración de primavera, cortesía de la sacerdotisa qué reía a todo pulmón entre los árboles.
— ¡Lo siento!, ¡en verdad no pude resistirlo! ¡Pero te ves hermoso!
— ¡Ven acá descarada!
— ¡atrapame si puedes!
Dando un impresionante saltó la atrapó por la cintura y la giró para inmovilizar su espalda con cuidado contra uno de los árboles. Verla reír de esa manera y reír en conjunto con ella, era maravilloso. Tenía tanta libertad a su lado.
— ¡Te tengo!
— ¡Lo haces!
— Hora de pagar.
La beso con calma, con la tranquilidad de saber que tenían tiempo de sobra.
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Estaba enojado. Hacía mucho tiempo que no habían discutido a gritos de esa manera, Kagome está realmente enojada con él.
Las cosas simplemente se habían salido de control. Un aldeano que había llegado recientemente para integrarse al pueblo estaba siendo demasiado detallista con Kagome. La seguía constantemente, ella había dejado claro que sus avances no eran bienvenidos, era una mujer casada pero el tipo parecía no entender ni una sola de sus palabras.
Hasta que había intentado tocar su mano, eso sacó a Inuyasha de sus casillas por lo que se puso en modo de ataque y en el proceso se había desquitado con Kagome por no ser lo suficientemente firmé para rechazar sus afectos.
— ¡Lo tenía controlado Inuyasha! ¡soy una niña grande y puedo cuidarme sola de cualquier aldeano!
— ¡No parecía que lo estabas haciendo muy bien! ¡no deja de seguirte y me tiene cansado verlo correr detrás de ti cada que caminas por el pueblo!
— ¡El hecho que no sea violenta no quiere decir que no pueda ponerle un alto definitivo!
— ¡Si le arrancó los brazos ya no tendrá modo de tocarte!
— ¡Estás siendo ridículo, puedo muy bien dar una patada en las bolas si se propasan conmigo!. ¡Podemos ponerlo en práctica en este momento si dudas de mí!
— ¡Eso deberías hacerlo con el estúpido que intento tocar a mi esposa!
— ¡¿No confías en mí?!
—¡No confío en idiotas qué no conozco! Pensé que me conocías bien. — gruñó con furia contenida.
— Te conozco bien por algo me enamoré perdidamente de ti, tú siempre serás primero. ¡Eres mi persona!
No importaba cuanto gritaran, lo enojados qué estuvieran, ella siempre le decía cuán amado, cuán importante e indispensable era.
Al final todo terminaba entre besos y largas noches apasionadas en su futon.
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Te amo…
Te amo…
Te amo…
Entre la neblina de sus pensamientos la voz de Kagome se escuchaba repitiendo esas mismas palabras.
De repente sintió como su pecho se hinchaba con un profundo aliento, llenando sus pulmones de aire qué no sabía que necesitaba.
Sus ojos comenzaron a aclararse, se encontraba recargado contra el Goshinboku. ¿En qué momento se había quedado dormido? Se sentía como si apenas hubieran pasado unos minutos.
— ¿Kagome?
Su esposa no se encontraba frente a él.
Escuchó un lento arrastrar de pies que se acercaban. Conocía bien esos pasos cansados.
— Inuyasha…
La anciana sacerdotisa se acercó, había algo en su expresión y postura qué inmediatamente le aceleró el corazón. Algo en ella lo puso en guardia.
— Kaede…¿En dónde está Kagome?
Los ojos de la anciana se llenaron de tanto pesar y dolor…
Él entendió…
Sus rodillas fallaron, no tenían fuerza para sostenerlo. Le faltaba el aire, sus garras arañaban su garganta, no podía respirar, todo se volvió borroso y sintió la humedad caliente derramándose de sus ojos.
Su esposa… necesitaba a su Kagome, 5 años casado con ella no eran suficientes. Se supone que tenían toda una vida por delante... envejecer juntos, tener hijos y malcriarlos.
¿Cómo esperaban qué siguiera sin ella?
Escuchó vagamente dentro del bosque un agudo aullido de dolor, no se detenía. Después de un tiempo se dio cuenta que los gritos de angustia eran suyos.
La garganta le ardía en carne viva pero simplemente no podía dejar de gritar y sollozar.
Cualquier pérdida que haya experimentado antes no se comparaba con el dolor actual.
Su alma y corazón se estaban partiendo en dos y una parte de él estaba muriendo lenta y dolorosamente.
¿Cómo vivir sin su corazón?
¿Cómo vivir sin la persona que lo hacía mejor?
¿Cómo seguir adelante sin sus sueños y esperanzas?
No podía seguir viviendo sin Kagome, haría cualquier cosa por recuperarla.
Sintió a Kaede acariciando su hombro para brindar consuelo.
— Lo siento mucho Inuyasha, no pudimos hacer nada. Pero tienes que saber qué ella luchó con fuerza y ganó. Estarías orgulloso de Kagome, verla pelear así… Aprovechando todos sus poderes, era tan valiente y letal.
— ¿Qué fue lo que pasó? — sentía que se ahogaba incluso con esa breve pregunta.
— Miroku y Sango resultaron heridos pero se deshicieron de una de las brujas. Así que Kagome tuvo que encargarse sola de las otras dos. Me encomendó mantener una guardia en el árbol sagrado por lo que tuve que observar la batalla desde la distancia. Al final se produjo una enorme explosión, poder espiritual contaminado y puro chocaron, creando esta enorme burbuja qué al final explotó y barrió todo a su paso. Las mikos oscuras desaparecieron… Pero, Kagome también.
— N-No… eso no puede ser, mi Kagome no puede desaparecer así.
Los sollozos rompieron de nuevo en su pecho, nunca se imaginó llegar a estar tan roto. Quería morir, se culpaba por no haber estado a su lado. Era su deber protegerla. Se lo había prometido y le había fallado.
Quería… No, necesitaba recuperar a su esposa.
— Lo lamento tanto Inuyasha, no tengo suficientes palabras. Toma, encontramos esto.
Le tendió una mano, entre sus dedos marchitos sostenía una larga tira de tela blanca. Era la cuerda qué Kagome usaba para atarse el cabello cuando luchaba. Había adquirido ese hábito cuando pelearon contra un demonio y éste le había tirado del cabello.
La tira blanca contenía un mechón de cabello y sangre.
La sangre de su esposa.
Estaba hiperventilando… Un ataque de pánico venía en camino. Conocía los síntomas, Kagome le había enseñado tantas cosas mientras trabajaban en ayudar a la gente de diferentes aldeas. Tenía que respirar, contar hasta 10… pero no era capaz de concentrarse en nada más, el dolor de perder al amor de su vida lo estaba consumiendo. Tal vez era mejor así, si tenía suerte la encontraría en la muerte, tenía que hacerlo.
— Lamento que la historia se repita, primero mi hermana y ahora Kagome…
En ese momento él dejó de escuchar, el zumbido en su cabeza comenzó a disminuir dejándolo formar una idea.
Esa era la respuesta…
Sin decir una sola palabra se alejó corriendo al lugar de la batalla. Tenía que encontrar algo más que perteneciera a Kagome, lo que sea, su vida dependía de ello.
Recordaba a la aprendiz de la bruja… Enju sabía cómo regresar a los muertos. Ella traería de regreso a su esposa.
Sabía lo que todos dirían, que ella no sería Kagome, si no un cadáver lleno de rencor. Pero ahí estaba toda la clave, su Kagome nunca había conocido el odio y el rencor, toda su vida fue amor, aceptación y alegría. Sería sólo una parte la de Kagome a la que conocía, pero al final estaría a su lado, por siempre, no importa qué, él la traería de regreso.
El campo de batalla era prácticamente un cráter, todo completamente destruido.
Busco con desesperación cualquier cosa con el olor qué amaba.
Lo único que había encontrado era un poco de tierra manchada de sangre, su sangre…
El olor le causó arcadas, ella no debería de sangrar así, el sentimiento de culpa y fracaso sólo se intensificó.
Con manos temblorosas junto los puñados de tierra manchada y los guardó en un pañuelo de Kagome qué siempre llevaba con él. Cuando lo tuvo seguro contra su pecho corrió, corrió como si la vida dependiera de ello y de cierta manera así era. Quería a su esposa de vuelta lo más pronto posible o moriría en el intento.
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Por varias lunas corrió y buscó, sin comer ni dormir. Era un hanyo en una misión.
Estaba agotado, casi al punto del colapso cuando una noche lo vio, una serpiente caza almas, flotando perezosamente llevando una esfera brillante.
Había llegado a su destino. La siguió a toda prisa, justo en medio de un bosque espeso la encontró. Estaba sentada junto a un fuego parpadeante, clasificando hierbas qué despedían un olor asfixiante.
— Enju… — su voz se quebró debido al desuso, rara vez hablaba, solo lo hacía cuando le recordaba su promesa a Kagome de volverse a encontrar.
La chica levantó la cabeza asustada por la abrupta aparición.
— ¿Inuyasha? Han pasado años. ¿Qué hace aquí?
— Por favor…
Sacando de un lugar seguro en su pecho un bulto amarillento, se lo ofreció con manos temblorosas, acunandolo con cuidado como su más grande tesoro.
— Ayuda- ayúdame a recuperar a mi esposa, te lo ruego por favor.
La chica se acercó con cuidado tomando la tela de sus manos, al desenvolverlo vio un puñado de tierra con sangre seca junto con un mechón de cabello negro.
— Esto es…
— Mi Kagome. Desapareció, es todo lo que pudimos encontrar de ella. Necesito que la traigas de vuelta a la vida.
— Inuyasha usted sabe que no sería su esposa, solo una parte de su alma en un cuerpo falso.
— No me importa, la necesito. Estoy dispuesto a lo que sea por ella. Si tengo que suplicar o asesinar lo voy a hacer, quiero a mi esposa de vuelta. Si hubiera recuperado su cuerpo me habría arrastrado a los pies de Sesshomaru, le habría entregado gustoso mi espada. Pero esto es todo lo que tengo. ¿Qué quieres de mí? ¿Qué tengo que hacer para que me ayudes a recuperar a mi mujer?
Después de mirarlo con detenimiento la chica dejó escapar un largo suspiro cansado.
— Le debo mucho a usted y a Kagome… lo ayudaré, pero necesitaré su sangre y youki, toda la energía demoníaca qué pueda proporcionar, ya que esto es muy poco para trabajar. Lo ideal serían sus cenizas o huesos. No puedo garantizar que funcionará pero haré lo que esté en mis manos.
Inuyasha sentía que podía respirar hondo por primera vez en sabe cuanto tiempo. Cuando escuchó su promesa de ayudar, simplemente se sintió colapsar. Su cuerpo no podía más. Todo se volvió negro poco a poco.
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Estaba nervioso, agitado y emocionado. Fue desgastante pero lo habían logrado. El cuerpo de barro necesitó mucho de él mismo, pero por fin hoy era el día.
Mientras observaba a Enju completar el ritual para llamar al alma de su esposa de regreso sus manos comenzaron a temblar, se le erizó el cabello de la nuca, había una sensación electrizante en el aire. Muy diferente a lo que llegó a sentir alguna vez.
Una luz rosada muy parecida al reiki de Kagome comenzó a girar en círculos alrededor del cuerpo de barro, se movía cada vez más rápido y pronto se volvió cegador. No podía ver nada aunque entrecerró los ojos.
Enju se paró a su lado nerviosa por lo que estaba sucediendo.
— Esto es… Diferente.
Él no podía hablar, no quería romper su concentración, por mínimo que fuera no quería perderse nada de lo que estaba sucediendo.
Después de unos minutos el pequeño tornado de luz que se había formado comenzó a menguar dejando que sus ojos dorados se posaran finalmente en un cuerpo desnudo sentado en el pasto con una piel tan blanca y suave que él conocía a la perfección junto con lustroso cabello negro ondulado. Quería correr y al mismo tiempo no podía moverse. Pero más que nada quería que levantará el rostro para poder mirarla.
— ¿Ka- Kagome? — su voz se rompió, la sensación presente de lágrimas que amenazaban con derramarse.
El cuerpo se estremeció en su lugar y comenzó a levantar el rostro, sus ojos se abrieron lentamente… Grises, como nubes de tormenta. Ojos que conocían su alma mejor que él mismo. Le sostuvieron la mirada sin mostrar reconocimiento al inicio pero de pronto ahí había una chispa. Algo finalmente cayó en su sitio, al igual que su corazón.
Como si fuera un suspiro solo para sus oídos lo escucho…
— Inuyasha.
Entonces él se movió.
Si este final abierto fue completamente intencional, así pueden imaginar si le funcionó en plan a Inuyasha o no.
Estoy emocionada de publicar mis primeros proyectos grandes en este fandom, muy pronto verán un capitulo de adelanto.
Estoy trabajando en 3 historias diferente y eso junto con la universidad y la vida diaria es desgastante.
Como siempre muchas gracias por sus comentarios.
