Hola a todos. Aquí prosigue la historia.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Episodio 9. Caos en el festival (2ª parte)
Los fuegos artificiales se seguían lanzando. En la azotea, Nino no podía sentirse alegre disfrutando de los mismos, ya que su única compañía era la persona que más detestaba en el mundo.
–Dicen que el primer japonés que vio unos fuegos artificiales fue Ieyasu Tokugawa –explicó–. Aunque tienen su origen en China, llegaron a la isla de Tanegashima desde Europa junto con los fusiles…
–¡Para de una vez, pesado! –le espetó–. ¡Me estás matando de aburrimiento! ¡Y no sé qué estoy haciendo viendo los fuegos artificiales sola y triste contigo!
–¡A mí no me eches la culpa! –se defendió Fuutaro.
Nino estaba furiosa. ¿Por qué un plan tan bien preparado se había echado a perder de esta manera? Lo peor de todo es que todas seguían dispersas, el tiempo corría, y si no reunía a las demás antes del final de los fuegos sería un desastre.
–Las estoy llamando por teléfono, pero no me contestan –dijo nerviosa, apretando el dispositivo en la mano.
En ese momento, el teléfono sonó. Miró la pantalla. Era Yotsuba.
–¡Yotsuba! –exclamó contestando a toda prisa–. ¿Estás con todas las demás? Ya han empezado los fuegos. ¿Dónde estáis?
Recibió la respuesta.
–¿Eh? ¿Estás tú sola? ¿En la torre del reloj? ¡Voy a buscarte, no te muevas de donde estás!
Nino miró que Fuutaro seguía con expresión seria.
–Tu hermana está bien. Está con Yotsuba –le comunicó.
–Bien –el tutor respondió con toda seriedad.
–¡No te quedes ahí parado! ¡Ayúdame a localizar a las demás! –ordenó, perpleja por la reacción de él.
–¡Ya voy! –exclamó Fuutaro.
Ella suspiró. ¿Qué le pasaba por la cabeza a este tipo para estar tan serio en una situación tan crítica?
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Fuutaro sacó a toda prisa su teléfono. Pero en cuanto miró la agenda, recordó que los únicos números que tenía en el directorio eran los de su padre y Raiha. Y de nada servía que llamase a Raiha, ya que acababa de escuchar que seguía con Yotsuba.
Ahora se lamentaba de no haber pedido los números de contacto de las hermanas.
–¡Maldita sea! ¡Este teléfono no sirve para nada! –se quejó.
–¡El que no sirve para nada eres tú! –gritó Nino dándose la vuelta y bajando la cabeza en gesto abatido–. Con lo que me he esforzado para terminar los deberes… ¿Por qué ha tenido que pasar esto?
Fuutaro vio que estaba de mal humor. De buena gana le habría dicho algo para que se tranquilizara, pero una vez más tenía la impresión de que si abría la boca, ella se enfadaría todavía más. Decidió hacer algo útil y mirar por la barandilla, por si divisaba a alguna de las otras.
Entonces vio algo que le llamó la atención.
–¿Esa no es Ichika?
Nino se dio la vuelta y corrió a asomarse también.
–¿Eh? ¡Ah! ¡Sí, es ella! –exclamó esperanzada.
Fuutaro vio que Nino tomaba su teléfono. Supuso que querría llamarla para que acudiera allí, ya que si gritaba desde donde estaban, no lo escucharía.
Pero pasaban los segundos y Nino seguía silenciosa.
–¿Por qué no contesta al teléfono? –preguntó desconcertada.
–Tal vez no lo escuche –dijo Fuutaro. Dedujo que lo habría guardado en el bolsito que llevaba consigo, y que si era así tampoco notaría la vibración del mismo.
Nino estaba muy nerviosa. Él la miró con gesto de preocupación.
Es un recuerdo de nuestra madre.
Las palabras de Miku resonaron en ese momento en su cabeza. Comprendía lo importante que esto era para ellas. Y aunque Nino le odiara, él no podía quedarse de brazos cruzados y no hacer nada. No comprendía por qué iba a hacer lo que estaba a punto de hacer.
–Voy a buscarlas a todas –dijo moviéndose hacia los escalones–. Quédate aquí, por si llega alguna. Además, no me gusta demasiado estar contigo a solas…
–A mí tam… –comenzó a decir.
Pero Fuutaro vio que ella estaba apretando con la mano la barandilla.
–Da igual, olvida lo que he dicho –dijo la pelirrosa volviéndose para mirarle–. Tráelas a todas.
Fuutaro asintió. Acto seguido bajó las escaleras. Tenía una misión importante, e iba a cumplirla.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Fuutaro bajó corriendo a la calle, repleta de gente, y abriéndose paso como le fue posible, avanzó hacia donde estaba la mayor de las hermanas.
–¡Fuutaro-san!
El chico se volvió. Mutsumi iba corriendo en su dirección.
–¡Mutsumi!
La chica de las gafas rectangulares llegó resoplando.
–Tranquila, recupera el aire –le dijo para tranquilizarla.
–Al fin te encuentro. Perdí de vista a todas las demás entre el gentío y no sabía dónde íbamos a ver los fuegos. Por suerte, alguien que se fijó en vosotros me dio indicaciones de vuestro rumbo. Pero no he podido contactar con Nino.
–Estás de suerte, el lugar reservado es en lo alto de este edificio. Nino está esperando en la azotea. Las demás están dispersas.
–¿Qué están dispersas? –preguntó Mutsumi sorprendida–. ¿Dónde están?
–Yotsuba y mi hermana se encuentran en la torre del reloj, y yo había bajado en busca de Ichika, que la he visto cerca. Voy a reuniros a todas.
Ella le miró extrañada.
–¿Fuutaro Uesugi preocupándose por nosotras? –le preguntó mientras le ponía una mano en la frente–. Tienes fiebre, ¿verdad?
–¡No, no tengo fiebre! –gritó el tutor mientras apartaba cuidadosamente la mano de la chica–. Pero yo solo no puedo hacerlo. Necesito ayuda. ¿Crees que podrías traer aquí a Yotsuba y mi hermana?
Ella le miró decidida.
–¡Puedes contar conmigo! –exclamó ella mientras ponía una mano en su hombro–. Tengo que traerla aquí, ¿verdad? Ahora mismo me pongo en camino.
–Hola, ¿tenéis un momento? –interrumpió una voz.
Aparecieron dos chicos. El primero tenía el pelo rubio y espigado y los ojos amarillos, sobre las cuales llevaba gafas ovaladas. Le acompañaba una chica de pelo castaño, el cual le llegaba hasta el cuello, salvo por un mechón un poco más largo que le caía sobre el pecho, y tenía ojos marrones. Llevaban acreditaciones colgadas del cuello y la chica llevaba consigo un portapapeles.
–¿Tenéis tiempo para responder una pequeña encuesta que hacemos a los asistentes del festival? –preguntó el chico.
–Esto… –murmuró Fuutaro.
–Entre quienes participen, sorteamos un vale de cien yenes –dijo la chica–. Lo único que debéis decir es la relación que tenéis.
–La… la relación… –empezó a decir Fuutaro.
–¡Él es mi inspiración! –exclamó ilusionada Mutsumi al tiempo que se abrazaba de su brazo, cosa que sobresaltó al tutor.
–¡Estupendo! –dijo la chica sonriendo mientras tomaba nota–. Ahora, si nos dais los datos…
–Ve por Ichika, Fuutaro-san, yo me encargo de esto –le dijo Mutsumi–. Cuando acabe, iré por Yotsuba.
El tutor asintió, mientras se ponía en camino. Sin embargo, no dejaba de preguntarse a qué había venido la respuesta de la pelirrosa.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Fuutaro no tardó en divisar a la hermana mayor, gracias a su yukata. Por suerte, el encuentro con Mutsuri no duró demasiado tiempo, así que Ichika no se movió muy lejos. En ese momento, ella se hallaba hablando por teléfono.
–¡Ichika! –la llamó.
Ella pareció decir algo al teléfono antes de colgar.
Fuutaro llegó ante ella, visiblemente agotado. Definitivamente, necesitaba ejercitar su cuerpo como le sugirió Rentaro.
–Menos mal que te he encontrado. ¡Vamos con Nino!
Tendió su mano hacia ella. Pero antes que pudiera alcanzarla, otra mano agarró su muñeca, gesto que sorprendió al tutor.
Levantó la cabeza. Ante él estaba un hombre de mediana edad. Tenía el pelo corto y marrón, y los ojos del mismo color, además de un cuidado bigote y algunos pelillos en la barbilla. Llevaba una camisa de rombos blanquiazul y un jersey morado, así como unos pantalones blancos. Su ropa se veía de marca cara.
–¿Quién eres tú? –preguntó con seriedad.
Fuutaro se quedó perplejo. Eso debería preguntárselo él. ¿Quién era este tipo? Se fijó en que Ichika apartaba la mirada, con gesto preocupado.
–¿Qué relación tienes con Ichika-chan? –preguntó de nuevo el tipo.
Fuutaro quedó con la boca abierta. Dio un paso atrás y apartó su mano, haciendo que el tipo le soltara.
¿Relación? Fuutaro empezó a ponerse nervioso. Bajó la cabeza, meditando una posible respuesta. ¿Debía decirle que era su novio? No, no tenía esa relación con ella, y quedaría raro. ¿Su tutor? No, eso tampoco haría que el tipo relajara el gesto. ¿Su amigo? No, tampoco pensaba que hubieran llegado todavía a ese nivel, no sonaría convincente. ¿Un conocido? ¡Eso es! ¡Ya tenía su respuesta!
–Soy un conocido –dijo al fin levantando la cabeza.
Pero para cuando lo hizo, tanto Ichika como aquel tipo habían desaparecido.
Fuutaro quedó confuso. Debían haber aprovechado su momento de duda para escaparse. ¿En qué se había metido Ichika? A juzgar por las pintas de aquel tipo, posiblemente nada bueno, lo que le hizo preocuparse.
Miró de un lado a otro. No lograba localizarlos. ¿Y ahora qué?
–¿Fuutaro?
Se volvió ante la voz, esperanzado.
–¡Ichi…! Ah… Miku.
La hermana de los cascos apareció con gesto preocupado. Caminaba lentamente hacia él.
–Menos mal. Estoy sorprendido de que me hayas encontrado –le dijo.
–Llamabas bastante la atención –afirmó ella.
Sí, eso era cierto. Entre tanto yukata era de los pocos con una vestimenta de calle. Pero eso no era lo importante ahora.
–Tengo que ir en busca de Ichika. Sígueme –dijo tomando su mano.
–¡Ah! ¡Espera! –gritó ella.
Fuutaro vio que se movía con dificultad. Al bajar la vista y ver sus pies, encontró la razón. En su pie izquierdo tenía un ligero enrojecimiento probablemente producido por un golpe, y por la expresión que ponía, parecía que le dolía bastante.
–Me han pisado –explicó–. Adelántate tú, Fuutaro.
Vaya. Justo cuando iba a buscar a Ichika, Miku estaba herida. Quería ir a buscarla, pero no podía dejar sola a otra hermana. Ella no podía caminar, así que la única solución que le vino a la cabeza era…
–Súbete a mi espalda.
–¿Eh? –Miku abrió la boca sorprendida.
Él se agachó, mientras ella, sorprendida al principio, terminó cediendo y se agarró a su cuello. El tutor no podía verlo, pero las mejillas de la chica se enrojecieron ligeramente.
No tenía otra. La otra solución hubiera sido cargarla en brazos, pero no creía que fuese a tener la suficiente fuerza. Además, seguramente ella se habría molestado.
–Miku. ¿Ves a Ichika por alguna parte?
Ella tardó un poco en contestar, como si hubiese salido de un letargo.
–¿Ichika? No, no la veo… –dijo mientras movía la cabeza de un lado a otro–. No pensarás buscarla de esta forma, ¿verdad?
–Tienes razón –reconoció él.
Acto seguido, se volvió a agachar, para que Miku descendiera. Su espalda empezó a molestarle. Miku no pesaba como Raiha, por lo que no creía tener las suficientes fuerzas para cargar tanto tiempo con ella. Sin embargo, tenía algo que hacer con su pie.
Llevó a la castaña hasta las escaleras más cercanas, donde hizo que se sentara. A continuación, él procedió a envolver el pie con un pañuelo y apretarlo.
–Ahora te duele menos, ¿verdad?
Miku le miró con perplejidad. Acto seguido apartó la mirada con la cara ligeramente enrojecida.
–Gra… gracias –dijo.
Fuutaro se sorprendió con esa reacción. ¿Se había enfadado con él? No creía haber hecho algo que la molestara.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Yotsuba y Raiha estaban junto a la torre del reloj, esperando. Sin embargo, la chica del lazo en la cabeza no estaba precisamente tranquila.
–¿Quieres que te compre takoyaki, Raiha-chan? –preguntó–. Ah, mira, allí venden yakisoba. ¡Y allí okonomiyaki!
Hizo amago de moverse hacia uno de los puestos. Pero entonces la mano de Raiha sujetó la manga de su yukata.
–Yotsuba-san, tenemos que esperar aquí –le recordó.
Entonces sonó un rugido, procedente del estómago de Yotsuba, lo que hizo que esta se sonrojara.
Raiha metió la mano en una de las bolsas, de la que sacó una manzana con caramelo envuelta y se la tendió.
–Toma. Puedes esperar comiendo.
Yotsuba agradeció el gesto.
–Te debo una –dijo.
–¡Yotsuba-san! –exclamó una voz.
La chica del lazo vio acercarse a Tomoyo. Tras ella estaban Li y Toya, ambos visiblemente agotados y con conejos de peluche en sus manos. Junto a ellos venía otra pareja que Yotsuba no había visto antes. Ambos parecían ser de la edad de Tomoyo.
Primero había una chica de ojos marrones con el pelo castaño, el cual llevaba recogido en dos coletas a ambos lados de su cabeza, sujetas por cintas rojas, y que iba vestida con un yukata rosa con un obi naranja. La acompañaba un chico un poco más alto que ella con el pelo grisáceo, que iba vestido con un yukata azul claro con dibujos de cocodrilos y un obi azul oscuro. Al tener los ojos cerrados, no podía saberse cual era su color.
–¡Tomoyo-san! –exclamó animada Yotsuba–. Me alegro de verte de nuevo. Y veo que Toya y Li consiguieron los peluches.
–En realidad, ninguno de los dos lo consiguió –respondió Tomoyo sonriendo–. Así que el dueño del puesto, al ver su entusiasmo, les regaló un peluche a cada uno.
Yotsuba y Raiha sonrieron también. Parece que al final sí podrían regalar ese peluche a quienes querían.
–Por cierto, ¿quiénes os acompañan? –preguntó Raiha.
–Ah, cierto, no los conocéis –dijo Tomoyo, mientras los otros dos se acercaban–. Ella es Chiharu Mihara. Él es Takashi Yamazaki. Somos compañeros de clase.
–Encantada de conoceros –dijo Yotsuba.
–Igualmente –dijo Chiharu–. ¿Sois amigas de Tomoyo-san?
–En realidad nos encontramos antes por casualidad –dijo Raiha–. ¿También estáis aquí para ver los fuegos?
–¡Exacto! –dijo Yamazaki–. Y te puedo contar muchísimas cosas interesantes sobre los fuegos artificiales, como que se crearon para alumbrar de noche en las casas cuando no se habían inventado las lámparas de aceite.
–¿Pa… para alumbrar en las casas? –preguntó asombrada Yotsuba–. ¿Pero también explotaban?
–Claro que sí –afirmó Yamazaki–. En aquel entonces empleaban más pólvora de lo habitual y se terminaban produciendo incendios casi siempre…
Yamazaki se puso a describir una larga historia sobre la composición y usos que se le daban a los fuegos artificiales, cosa que hizo que Yotsuba empezara a marearse, con espirales en los ojos, mientras que Raiha miraba con escepticismo.
–Y yo que pensaba que Onii-chan era pesado –dijo suspirando.
–¡Ya está bien! –le cortó Chiharu, tirándole de la oreja–. Perdonadle, suele inventarse historias raras.
–¡Y esperad que os cuente aquella sobre una chica de nuestra edad que usa un bastón mágico para encerrar criaturas extrañas en cartas! –añadió el chico.
–¿Qué te he dicho? –le espetó Chiharu, más molesta todavía.
El chico se limitó a reír.
–¿Siempre se llevan así? –preguntó Raiha a Tomoyo.
–Casi siempre. Pero se nota que son el uno para el otro –Tomoyo sonrió.
–Ya veo –dijo Yotsuba, volviendo a la normalidad.
–¿Y tus hermanas? ¿No habíais ido a buscarlas?
–Sí, y nos encontramos, pero con el gentío nos hemos despistado –dijo Yotsuba–. Perdimos a todos de vista, y ahora estamos esperando a que vengan a buscarnos.
–Nosotros también estamos esperando a Sakura y Yukito-san. Habíamos quedado en vernos aquí.
–En ese caso, podemos esperar juntos –propuso Raiha–. Y disfrutar de los fuegos.
–Me parece bien –dijo Tomoyo.
Durante unos segundos, todos miraron con asombro el espectáculo de fuegos artificiales en el cielo. Raiha miraba con ilusión. Mientras, Yotsuba se había puesto cerca de Tomoyo, quien había sacado una videocámara y estaba filmando el espectáculo.
–¿Tienes afición por las videocámaras? –preguntó Yotsuba sorprendida–. Podrías usar el teléfono para hacer lo mismo.
–Lo sé, pero me gusta más este formato –dijo–. Lo único que siento es que Sakura no esté por aquí para filmarla.
Tomoyo le mostró algunas de las imágenes grabadas, donde aparecía la chica de pelo castaño. Esto sorprendió un poco a Yotsuba.
–Tranquila, no tengo extrañas obsesiones –la tranquilizó Tomoyo–. Solo me siento inspirada cuando ella está cerca.
–Ya veo –dijo Yotsuba, un poco más tranquila–. Ya sé que te importa, pero no conviertas ese admiración en obsesión.
–Lo tengo presente siempre –dijo ella con una sonrisa–. Ah, parece que ya están de vuelta.
Yotsuba miró. Hacia ellos venían Sakura y Yukito. Ella venía muy contenta.
–Ya estamos aquí –dijo–. Acabamos de ver libélulas. Era precioso.
–Sí, ha sido muy bonito –corroboró Yukito con una sonrisa.
Tomoyo procedió a presentarles. Yotsuba vio que Sakura era una chica muy alegre, y se notaba que se sentía atraída por el chico de las gafas.
Una vez hechas las presentaciones, Toya y Li se acercaron a ellos. Entonces Yotsuba vio como Li le entregaba uno de los peluches a Yukito.
–¿Me lo regalas? –preguntó amablemente el chico de las gafas.
El otro solo asintió mientras se le veía sonrojado. Esto tampoco le pasó desapercibido a Yotsuba. Además vio que Sakura pareció ponerse seria. Eso hasta que se acercó a ella su hermano y le tendió el otro peluche, llamando su atención.
–Si no lo quieres, me lo devuelves –dijo él apartando la mirada.
Ella sonrió mientras tomaba el peluche.
–¡Lo quiero! –dijo sonriente.
Yotsuba vio que en este grupo había unas relaciones bastante peculiares. Casi le parecía estar viendo una comedia romántica.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
A pesar de las circunstancias, Raiha no estaba preocupada. Aquel había sido un día muy diferente a lo acostumbrado. Había ido con su hermano a los arcades, había vuelto a ver a Itsuki, se había hecho unas fotos graciosas con ellos, y había conocido al resto de hermanas de Itsuki, quienes la invitaron a ver los fuegos artificiales.
Era cierto que se habían extraviado, pero en compañía de Yotsuba, se sentía segura. Además, también habían conocido a gente interesante. Se preguntó si su hermano se lo estaría pasando igual de bien.
En ese momento, el teléfono de Yotsuba empezó a sonar. Descolgó de inmediato.
–¿Sí? ¿Mutsumi? Sí, sigo en la torre del reloj junto a Raiha-chan. Bien, aquí te esperamos.
Colgó el teléfono y se dirigió a Raiha.
–Mutsumi vendrá a buscarnos. Tu hermano ha ido a buscar a las demás.
Raiha sonrió. Conocía bien a su hermano, y aunque al principio estaba sorprendida de ese acto de altruismo, estaba segura que lo estaba haciendo por el bien de las hermanas. Una vez más estaba sorprendida por los esperanzadores cambios en su forma de ser. Al principio creyó que solo fue por Itsuki, pero tras conocer a las otras hermanas, ahora estaba segura que todas ellas estaban influyéndole de alguna manera. Y eso le daba esperanza.
–Genial, espero que llegue a tiempo para que todos veamos juntos los fuegos –dijo entonces.
–Yo también lo espero, Raiha-chan, yo también –dijo Yotsuba, ligeramente preocupada.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Fuutaro le contó a Miku lo que había visto antes que ella le encontrara.
–¿De verdad has visto a Ichika?
–Sí… Sabía que era yo. Pero entonces apareció ese tipo del bigote y se marcharon a algún sitio que desconozco –Fuutaro suspiró–. ¿Tú sabes algo?
–No… –de pronto, se percató–. ¡Ah! Ahora que lo recuerdo, un día la vi bajarse del coche de un tipo con bigote. Era un coche de alta gama.
–¿En serio? –Fuutaro estaba perplejo–. Debía ser el mismo tipo que he visto. Espero que no tengan ninguna relación rara. ¿Dónde habrá ido? Quedan 40 minutos para que terminen los fuegos artificiales. A este paso se terminarán antes que os podáis reunir las seis.
Fuutaro endureció el gesto. Pero Miku le miró con gesto de sorpresa.
–¿Estás preocupado por algo que no tiene que ver con las clases? ¿Quién eres tú y qué has hecho con Fuutaro? –preguntó.
–Ja, ja, ja –dijo de forma sarcástica–. No soy idiota. He visto que os habéis esforzado mucho en terminar los deberes para poder ir a ver estos fuegos.
El tutor se levantó.
–¿Puedes caminar? –preguntó tendiéndole la mano.
Miku sonrió.
–Sí.
Tomó la mano de Fuutaro y se levantó.
–Disculpad.
De pronto aparecieron un par de chicas. La primera tenía el pelo castaño recogido en un moño, y ojos marrones, y llevaba una camiseta blanca. La segunda tenía el pelo castaño también, pero lo llevaba suelto con una diadema, y sus ojos eran verdes. Ella llevaba una camiseta rosa con el cuello blanco. Ambas tenían acreditaciones colgadas del cuello y la de la diadema tenía consigo un soporte en el que tomaba notas. Ella fue quien les llamó.
–Estamos haciendo una encuesta a los asistentes del festival –dijo.
–Lo siento, tenemos prisa –cortó Fuutaro, al ver cómo se estaba repitiendo la situación de antes con Mutsumi.
–Sorteamos un vale de cien yenes de descuento a todos los que participen –añadió ella.
–Te… tenemos prisa –tartamudeó Fuutaro, cada vez más incómodo.
–¡Solo será una pregunta! –insistió la chica–. ¿Nos podéis decir qué relación tenéis?
Esa pregunta hizo que Fuutaro se quedara helado. Le vino a la mente lo que le dijo el tipo del bigote. Y con esta era la tercera vez en la misma noche que le preguntaban lo mismo.
¿Qué podía decir a eso?
–No hace falta que les preguntes eso –dijo entonces la otra chica–. Está claro que son pareja.
–¡Ah, es cierto, no me había fijado! –repuso la que preguntó.
Fuutaro y Miku quedaron perplejos. A Miku se le subieron los colores a la cara.
–¡No somos pareja! –aclaró ella.
–¿Eh? Pues es lo que parece –dijo la chica de la diadema, mirando que los dos seguían tomados de la mano.
Ambos se percataron. A Fuutaro le vino una enorme sensación de incomodidad. Los dos separaron sus manos de inmediato.
–Esto es… –trató de decir él.
–No es eso –dijo Miku mirando al suelo–. Solo somos… ami…
–Tenemos una relación especial –dijo de repente Fuutaro.
Miku le miró sorprendida y con la cara enrojecida. Fuutaro no sabía por qué había dado esa contestación, pero algo en él le dijo que eso era lo que debía decir. Había estado a punto de decir nuevamente que eran conocidos, pero sabía que si decía eso, se estaría mintiendo a sí mismo.
–Oh, perfecto –dijo la chica de la diadema tomando nota–. Solo necesitamos los datos de contacto para terminar y listo.
Una vez hecho eso, las chicas se despidieron y se dirigieron a seguir entrevistando gente. Miku en cambio, parecía salir de su asombro.
–Fuutaro… –dijo.
–¿Sí?
–No. No pasa nada –dijo ella con una radiante sonrisa.
Fuutaro vio aquella adorable sonrisa. Sintió que su corazón latía con fuerza. No era la primera vez que se sentía así cerca de Miku. Por alguna razón se alegraba verla con esa expresión. Pero no, ahora no era el momento de pensar eso. Había una misión importante que cumplir.
–¡Fuutaro! –exclamó Miku de pronto–. ¡Mira allí!
Señaló a un punto. Entre el gentío el chico distinguió una chica pelirroja con un inconfundible mechón de pelo hacia arriba.
–¡Es Itsuki! –dijo–. Espera aquí. Voy por ella.
Dejando apartada a Miku, que no podía moverse con rapidez, echó a correr en dirección a la pelirroja. Como pudo fue abriéndose paso entre la gente, hasta que logró situarse tras ella. Se la veía preocupada con el teléfono en la mano, posiblemente tratando de contactar con sus hermanas.
–¡Itsuki!
La pelirroja se volvió.
–¡Ah, Fuutaro, menos mal! –dijo aliviada–. Llevo un buen rato tratando de contactar con las demás.
–No te preocupes, estoy aquí –le dijo con gesto tranquilizador–. Estoy ayudando a Nino a reuniros a todas.
Itsuki le miró sorprendida ante las palabras del chico.
–¿Quién eres tú y qué has hecho con Fuutaro? –le preguntó.
–¡Ya me han preguntado eso! –exclamó él, con un gesto de molestia–. Te responderé una vez estéis todas reunidas.
Ella asintió.
–Ahora solo falta que encontremos a Ichika. Miku se apartó de la muchedumbre. Vamos primero con ella –dijo el tutor dándose la vuelta.
–Sí –Itsuki hizo lo mismo y caminó delante de él.
Ambos caminaron en silencio. Entonces hubo algo a lo que Fuutaro seguía dándole vueltas.
–¿Puedo preguntarte algo? –preguntó–. ¿Qué relación tenemos?
–¿A qué viene esa pregunta? –respondió Itsuki sorprendida, aunque poco después empezó a meditarlo–. En otras circunstancias, antes de haberte conocido bien, habría dicho que completos desconocidos.
Fuutaro se sorprendió. ¿Antes de conocerle bien? ¿Tendría eso que ver con cómo actuó el día en que se conocieron?
–Pero ahora… no necesitas preguntarme –dijo sonriéndole–. Tú sabes la respuesta.
Esto dejó a Fuutaro aún más confuso.
–Es igual. Tenemos que encontrar a Ichika –dijo mirado de un lado a otro–. ¿Dónde se habrá metido?
Ambos siguieron caminando en dirección hacia donde estaba Miku.
–Qué bien que hayas encontrado a Itsuki-chan –dijo alguien a sus espaldas.
Fuutaro se volvió sorprendido al ver quien estaba tras él.
–Ichi…
La hermana mayor de las Nakano le puso el dedo en los labios para que guardara silencio. Acto seguido le tomó por la muñeca.
–Ven.
Echó a correr arrastrando consigo al tutor, que estaba desconcertado.
–¿Has visto los fuegos? –preguntó Ichika mientras no dejaba de correr–. Son una pasada, ¿verdad?
–¿Dónde vamos? –preguntó Fuutaro, que cada vez entendía menos–. ¿No vas a ver los fuegos con tus hermanas? Tenéis que ver los fuegos todas juntas, ¿no?
Pero entonces Ichika volvió su cara hacia él.
–¡Ja, ja! No te preocupes –dijo con una sonrisa que Fuutaro vio extraña–. Tú sígueme.
Ella tiró de él hacia un callejón. Una vez ahí, le arrinconó contra una pared.
–Oye… Lo que viste antes, que quede entre nosotros –dijo Ichika con cierta seriedad.
Ella puso su mano contra la pared, poniendo cada vez más incómodo al tutor. ¿De qué iba todo esto? ¿Qué estaba a punto de hacer?
–Yo no puedo ver los fuegos artificiales con las demás –le dijo.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Mientras esto ocurría, Itsuki seguía caminando, abriéndose paso entre la gente.
–¿Dónde has dicho que estaba Miku, Uesu…?
Se dio la vuelta, y contempló con sorpresa que Fuutaro había desaparecido. Otra vez se encontraba sola.
–¿¡Uesugi-kun!? –gritó desconcertada, y al mismo tiempo preocupada.
¿Dónde se había metido el tutor? Tal vez se hubiese perdido entre el gentío como pasó antes, o puede incluso que se hubiese tropezado y esto hizo que se perdieran de vista. Se empezó a preocupar, ya que seguía sin saber donde era el lugar de ver los fuegos, y tampoco sabía donde estaba Miku.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Hola de nuevo. El arco argumental del festival de fuegos artificiales prosigue su curso. Este capítulo es ligeramente más corto, pero espero que igualmente os guste.
Nuevamente han hecho aparición personajes de Cardcaptor Sakura. Además, los primeros entrevistadores son otro cameo, pues se trata de Shū Maiko y Kosaki Onodera, de Nisekoi.
Por el momento es todo. Nos veremos en el siguiente episodio. Gracias por vuestros comentarios.
