Este capítulo lo escribí escuchando "You and me" de Peter B Helland.

Capítulo 48 Luna Llena

En la habitación de Candy estaban ella y AB en medio del silencio. La pecosa sentada tras su escritorio sumergida en sus estudios. Mientras qué AB descansaba sentado frente a ella sobre el sillon junto a la ventana.

El sol comenzaba a ponerse dando paso al anochecer. Extrañamente había sido un día lluvioso lo cual impidió qué los alumnos pudieran salir a los jardines durante el día.

Pareciera qué el cielo lloraba porqué uno de sus angelitos más jóvenes se sentía triste desde qué amaneció. Pues AB sabía qué esa noche en cuanto la luna llena apareciera tenía qué regresar a Annie su cuerpo.

Era una sensación agridulce, habían pasado 4 semanas. 28 días llenos de anécdotas qué quedarán grabadas en la memoria de sus seres queridos y por supuesto en su alma. Pero ahora debía alejarse de sus vidas otra vez.

También estába agradecido por está segunda oportunidad pues ya no tendrá esa interrogante "¿Y si no hubiera muerto, Candy me seguiría amando?"

Esa interrogante estaba más qué respondida, la respuesta era un "No". Terry era el dueño del dulce y tierno corazón de Candy. Dolía saberlo pero al menos tenía la dicha de qué en esos 28 días Candy fue sólo para él.

Durante las clases se mantuvo serio. Y ahora seguía en silencio, de vez en cuando miraba a la ventana contemplando ese cielo lluvioso y la poca luz qué podía filtrarse entre esas nubes.

Se puso de pie y se acercó a la ventana tratando de adivinar entre ese cielo gris si la Luna llena ya estaba cerca.

-Cambiaría mi espíritu celestial sólo por seguir con ella -pensó volteando a mirar a Candy.

La pecosa se mantenía con su mirada fija en la tarea qué les dejó la hermana Margaret. Irónicamente se trataba de investigar y hacer un ensayo sobre las virtudes de los 7 arcángeles. Tarea qué obviamente AB terminó en minutos.

Se ofreció ayudar a Candy pero ella se negó. Desde ayer qué regresaron de la Torre de Londres estaba muy sería.

Como no estarlo, pues también estaba triste de sólo imaginar qué ya faltaba poco para despedirse de su ángel favorito. El saberlo le abría una vieja herida.

AB se alejó de la ventana para pararse junto a Candy. La miró y sonrió casi con ironía, pues nunca antes la había visto tan atenta en una lección. O tal vez no estaba tan atenta en su tarea sino más bien era una excusa para no hablar.

AB notó qué se había equivocado y con voz suave la corrigió - Candy, el mensajero de Dios es el Arcángel Gabriel no Rafael. El arcángel Rafael es quien sana nuestras heridas.

Candy se detuvo y volteo su mirada hacia AB. Después de toda la tarde por fin se atrevía a mirarlo. al mirar esos ojos color cielo, un cielo tan vivo, se preguntó así misma, Si mañana cuando esos ojos volvieran a ser los de Annie, también podría ver a los de Anthony.

Sintió qué sus ojos se humedecian así qué de inmediato agachó la cabeza y volvió su mirada al libro de tareas.

-Creo qué aún estoy tan cansada por el paseo de ayer qué ya no pongo atención en la lectura - dijo intentando no sonar triste.

-Ve a descansar yo te despierto cuando… - AB estaba por decir cuando llegara la hora pero prefiero callar. Dolía de sólo pensarlo. Además Candy entendió su silencio y nuevamente con una sonrisa se levantó y corrió a su dormitorio sin mirar atrás

-Es una excelente idea descansar un poco y cuando despierte terminaré el ensayo - dijo volteando a mirarlo para regalarle una sonrisa. Después se encerró en su dormitorio.

Una vez ahí se recosto en su cama y comenzó a llorar. Un llanto qué ocultaba con su almohada para qué AB no la escuchara.

AB la conocía muy bien. Sabía cuando su sonrisa era sincera, cuando era de alegría y cuando sólo fingía para ocultar su dolor. Quiso entrar a su habitación pero prefiero darle su tiempo.

Se sentó de nuevo en la sala. Estaba cabizbajo, le dolía tanto el corazón, mucho más qué si una bala lo hubiera perforado. Quería llorar pero le daba miedo qué Candy lo escuchara. Así qué se armó de valor y se tragó su tristeza.

Sólo miraba hacia la puerta del dormitorio de Candy. Esperando qué en cualquier momento ella saliera y pasar los últimos minutos juntos en la segunda colina de Pony.

Un fuerte viento frio abrió el ventanal del balcón de Candy. AB camino hacia el para cerrarlo, al estar ahí se dió cuenta de que la lluvia había cesado y la oscuridad ya se había apoderado del día.

Miro el reloj de pared, este apuntaba las 8 de la noche. Sintió ansiedad porque Candy no salía y quería abrazarla, pero no quería importunar. Tal vez era mejor así de cualquier manera ayer fue una mañana increíble tan increíble y divertida como la de Lakewood.

Sí, era lo mejor, recordarse con una sonrisa y no una despedida entre lágrimas. Así que haciendo el menor ruido salió de la habitación rumbo al invernadero.

En el camino se preguntaba si cabía la posibilidad de qué Annie no quisiera volver o simplemente no se apareciera. Se sentía mezquino de sólo cuestionarlo pero… la amaba tanto, se volvió a acostumbrar a ver su sonrisa y esa naricita pecosa qué en esos momentos lo qué más deseaba era qué Annie no volviera.

Los minutos pasaban, después las horas. Archie sentado en el sillón junto a su balcón miraba por la ventana esperanzado que en cualquier momento AB llegaría junto con Candy para despedirse.

Stear por su parte seguía inmerso sentado tras su escritorio reparando el regalo de Candy.

El inventor sabía qué la pecosa tendría, sino es que ya, su corazón nuevamente partido en dos así que debía darse prisa en repararlo.

Desde hace un par de meses se propuso arreglarlo pero siempre se interpuso algo. Que si el viaje a Dublín, que si las salidas inesperadas y últimamente los castigos de la hermana Gray. Pero ahora no podía posponerlo más, debía arreglarlo lo antes posible.

Archie se dió cuenta que pese a que la lluvia cesó el frío era más intenso de lo habitual. Miró el reloj. Al ver la hora dió un profundo suspiro de decepción pues ya eran las 9 y media de la noche y ni AB ni Candy habían llegado.

También tenía una sensación agridulce por haber estado con su primo unas semanas más pero también la tristeza de separse otra vez de él.

Las despedidas son dolorosas y duelen mucho más cuando son inesperadas como la primera vez en que sin imaginarlo Anthony perdió la vida sin que pudieran decirle adiós. Ahora era diferente sabían qué el día había llegado … pero preferían no verlo partir

-Sabes Stear. Cuando murió Anthony me enojé con la vida por no permitirme despedirme de él. Y hoy qué tengo la oportunidad de hacerlo… prefiero qué se vaya sin decirme adiós - comentó Archie con una profunda tristeza.

-Archie eso es porque la primera vez tenías cosas pendientes por decirle pero ahora ya no.

-No es eso… es porque odio las despedidas. Stear si algún día te da por irte no me lo digas prefiero una carta qué verte partir.

-Cómo digas - respondió Stear al mismo tiempo que terminaba por apretar el último engrane - ¡Listo! Veamos si otra vez funciona.

-Quiero verlo - dijo Archie ilusionado acercándose a ver la obra maestra de su hermano.

Stear le dió cuerda un par de veces y de pronto la cajita de música qué se había dañado en año nuevo volvió a escucharse.

La melodía de la cajita de música se impregnó por toda la habitación haciendo sonreír a los dos hermanos quienes ya imaginaban la sonrisa de Candy.

-¡Funciona Stear funciona! - gritaba Archie con gran entusiasmo.

-Esto sanará el corazón de Candy… cuántas veces sea necesario - dijo Stear con alegría, parecía qué había encontrado la cura para la tristeza.

-¿Crees qué el temor de AB se vuelva realidad?- preguntó Archie.

-No lo sé. Pero de ser así Candy siempre nos tendrá a nosotros para cuidarla y ayudarle a sanar su corazón.

-Y ahora con esta cajita no habrá engreído qué le rompa el corazón.

-¿Me llamaron? - se escuchó la voz de Terry entrando por el balcón.

-Terry, estabas escuchando eso es grosero - reclamó Archie.

-No señorito acabo de llegar. Pero alcance a escuchar tus hermosas palabras.

-Sí claro.

-¿Qué es eso?- preguntó Terry señalando el regalo de Candy.

-Es la cajita de la felicidad qué le hice a Candy cómo regalo la pasada navidad, pero se descompuso en Año nuevo y no había tenido tiempo de arreglarla. - respondió Stear orgulloso.

-¿Puedo? - dijo Terry con curiosidad

-Claro. Solo era apretar de nuevo un par de engranes y ajustar la plantilla. Es sencillo, mira ven te diré cómo lo hice - respondió Stear mientras Terry se sentaba junto a él.

-Oye, he arreglado mi auto un par de veces no creas qué no se de mecánica.

-Disculpame Terry, no quise ofenderte.

-No me ofendí, pero si es un invento tuyo está bien dime cómo lo haces.

Stear y Terry se quedaron en el escritorio. El inventor le explicaba el funcionamiento y el rebelde lo escuchaba atento.

De hecho Stear la desarmo y retó a Terry a volverla a armar. Reto qué por supuesto el rebelde acepto, pues no podía dejar en mal a los Grandchester.

Contrario a Archie qué se molestó con su hermano pues qué tal si no volvía a funcionar. Candy estaría triste la necesitaban a cómo diera lugar.

Unos minutos después, Terry cumplió el reto dejando asombrado al elegante. Stear en cambio se sentía orgulloso de su primo favorito.

-Te lo dije Stear, solía arreglar mi auto y pongo atención a tus platicas. - dijo Terry con una sonrisa triunfante.

-Deja de presumir y hazla sonar - decía Archie ansioso a lo qué Terry obedeció.

Una vez más la melodía de la caja de música sonaba por toda la habitación. Era tan bella qué podía tranquilizar a cualquier corazón atormentado.

A Terry también le gustó la melodía y en cuanto la música paraba de inmediato volvía a darle cuerda. Ahora estaba sentado en el sillón con Stear junto a él. Quien al ver la rebelde tan encantado por su invento se confesó.

-La llamo la caja de la felicidad. Pensé qué tal vez… Candy la necesitará… hoy qué es una noche triste - dijo Stear con melancolía.

-Supongo qué si... la melodía es linda. - dijo Terry encorvado sin dejar de mirar la cajita qué sostenía en su mano izquierda.

-Ya son las diez y el frío es intenso parece otoño -comentó Archie después se asomó por el balcón

-Creo qué no vendrán - comentó Stear poniéndose de pie.

-Terry deberías ir con Candy. Seguro te necesita - suplico Archie acercándose al rebelde qué no dejaba de escuchar la melodía - Terry te estoy hablando.

-Archie no peleen ahora y menos hoy -reclamó Stear qué ya empezaba a sentirse ansioso por la falta de AB.

-Me preocupa Candy… -respondio Archie bastante ansioso y preocupado también.

Terry sin embargo estaba inmutado, o más bien fingia no importarle cuando en realidad si sentía la tristeza en su corazón.

-Terry ¿no dirás nada?- está vez hablo Stear sorprendido por la seriedad del rebelde.

La melodía se detuvo al mismo tiempo qué Terry por fin contestó secamente.

-No. Tal vez él y Candy quieran estar a solas.

-Sí lo mismo pensé y por eso AB no vendrá a despedirse - dijo Stear decepcionado.

-No vendrá - afirmó Terry.

-Démosle un par de horas más. Con esta niebla es imposible ver si ya hay luna o no - comento Archie.

-¿Te quedas Terry?

-Sí, no tengo nada mejor qué hacer. - respondió Terry yendo a acostarse a la cama de Stear sin soltar la caja de música.

-Bien iré por té, ahora vuelvo - dijo Stear saliendo de la habitación.

Archie volvió a sentarse en el sillón con su mirada en el balcón. Mientras Terry yacía acostado en la cama haciendo sonar una y otra vez la cajita de la felicidad. No quería admitirlo, pero ya extrañaba al jardinerito.

Apenas y convivieron aunque claro bastaron un par de locuras juntos para guardarlas en el anecdotario de sus corazones. Como sea AB le pareció un buen chico y quién sabe tal vez en otra vida fueron buenos amigos.

AB se despidió de las flores y las rosas del invernadero. Trato de no tocarlas para no dañarlas cómo la última vez así qué apenas y se acercaba a ellas.

Clin lo siguió todo el tiempo qué estuvo ahí escondido de la Luna llena. Inocentemente AB quería ganar más tiempo esperando qué Candy llegara e irse juntos a la segunda colina de Pony antes de qué Annie apareciera, pero después de casi dos horas o tal vez más… la pecosa no llegó.

Se quedó sentado sobre el suelo recargado en la pared con Clin en su regazo mirando tras el tragaluz el cielo nocturno.

La luz de la luna qué entraba por el diminutivo tragaluz iluminaba las rosas de AB. En especial el rosal de las Dulce Candy.

Al verlas recordó el día qué le regaló la primera rosa a Candy. Ya había pasado mucho tiempo desde la primera vez qué la vio en el portal de las rosas en Lakewood.

-Clin, prométeme que cuidaras de ella. Es muy buena para ocultar su dolor tras una sonrisa así qué no le creas cuando mañana te diga qué está bien - le pidió AB dándole un beso en su cabecita.

Clin aceptó asintiendo con su cabeza y un lenguetazo en la mejilla de AB.

-¿Percibes ese olor a violetas? Creo qué Annie está cerca - dijo con suspiro pues hubiera deseado quedarse.

AB salió del invernadero, ya afuera comenzó a mirar a todos lados tratando de localizar el alma de Annie pero no logró encontrarla. Sólo veía la oscuridad de la noche atenuada por la luz de la luna. Misma qué lucía más hermosa qué nunca.

-Clin ve con Candy ella te necesitará más qué nunca. Yo estaré bien iré a buscar a Annie en la segunda colina de Pony. Te quiero.

El fiel animalito obedeció y corrió hacia el cuarto de Candy mientras AB con los ojos húmedos lo veía alejarse.

Agachó la cabeza abrazandose pues el frío era tan intenso. Pero no tanto cómo el dolor qué sentía en su corazón. Cómo deseaba un abrazo. Un abrazo qué pudiera reconfortarlo.

De pronto escucho esa voz, la voz de esa persona qué hubiera deseado conocer en vida.

-¿Despidiendote?

-¡Albert !- gritó AB lanzándose a los brazos de su tío abuelo.

Se soltó a llorar cómo nunca antes. Su llanto se ahogaba en el pecho de Albert quien a su vez lo abrazaba tan fuerte cómo pudiera.

El buen tío abuelo estaba ahí para él. En un momento tan difícil. Separarse de Candy y la gente qué amaba. La diferencia es qué está vez a diferencia del fatídico día en la cacería de zorros es qué está era una despedida anunciada.

Albert también lloraba y se juraba qué nunca más pondría la felicidad de sus sobrinos en riesgo sólo por seguir los consejos y normas del consejo de la familia.

Tanto tiempo perdido por estúpidas normas. No nunca más estarían por encima de la felicidad de sus sobrinos y por supuesto Candy.

-Imagine qué estarías aquí. Me quedé dormido por la medicina y cuando desperté ví la luna llena así qué corrí hasta aquí lo más rápido qué pude. Sabía qué no te irías sin despedirte de tus rosas.

-Están hermosas. Gracias por ayudarme estos días. Con eso de qué al tocarlas mueren… era imposible para mí cuidar de ellas.

-Lo qué sea por mi sobrino.

-La herida cerró. No sé, creo qué mi energía va y viene - dijo AB tocándose el pecho.

-Ya no te preocupes así cómo a tus rosas, cuidaré de Annie.

-Gracias Albert - dijo AB aferrándose a su querido tío soltandose de nuevo en llanto.

-Anthony, las despedidas duelen porque nuestra creencia es qué nunca volveremos a ver a esa persona qué tanto amamos. Pero si hay algo qué me has enseñado es qué te volveré a ver. Así qué aunque me entristece separarme de ti me queda la dicha de saber qué no será para siempre.

"No será para siempre"

Estás últimas palabras retumbaron en su mente y su corazón. Albert tenía razón, algún día, no sabía cuando pero en algún punto de la eternidad sus almas se volverían a encontrar.

AB levantó la cabeza para mirar a Albert quien le regaló una sonrisa. Aunque había poca luz podía notar sus lágrimas sobre sus mejillas.

-Gracias Albert.

-Hasta la eternidad Anthony.

AB asintió al mismo tiempo qué un aroma a violetas se intensificaba.

-Ese olor. Las violetas tienen un aroma más fuerte qué otros días. ¿Será por la lluvia? - comentó el tío abuelo.

AB se soltó del abrazo de Albert y caminó unos pasos tratando de percibir de dónde provenía ese aroma.

Al notar que no se trataba de las violetas del invernadero camino despacio entre la oscuridad del bosque con Albert atrás de él.

-AB ten cuidado es peligroso apenas y puedo ver. Dame la mano.

AB obedeció dándole la mano a Albert y juntos caminaron con paso firme siguiendo el aroma y con la luz qué daba la lámpara de Albert.

La niebla sumada a la oscuridad hacía casi imposible ver hacia dónde iban. Después de unos minutos caminando sin rumbo fijo AB se paró en seco.

-¿Qué pasa AB?

-...Ella está aquí - respondió Anthony señalando hacia un punto. Pero Albert intentando alumbrar hacia donde indicaba AB no podía ver nada. Sólo el gran árbol de la segunda colina de Pony - Creo qué es hora.

Tío y sobrino se dieron un último abrazo, tan fuerte cómo para qué sus corazones pudieran dejar huella de ese último abrazo.

-Hasta pronto Anthony.

-No me lo tomes a mal pero prefiero qué sea en muchos años cuando nos volvamos a ver. Quiero que llegues a viejo - dijo AB tratando de bromear, después con una sonrisa suplico - Cuidala mucho.

-Lo haré.

Anthony se soltó del abrazo y sin mirar a Albert siguió su camino rumbo a la segunda colina de Pony qué se encontraba a unos cuantos metros de ellos.

Albert por su parte dió un largo suspiro y aunque quiso llorar las lágrimas no salieron de sus ojos pues sabía qué no quedaba ya nada pendiente entre ellos. Su corazón estaba tranquilo y feliz de haber podido vivir esos días con su sobrino.

Aceptando el destino de su sobrino decidió sentarse a esperar a qué Annie volviera para acompañarla de regreso a su habitación.

La oscuridad no le permitía ver nada su lámpara apenas iluminaba dónde él estaba. Un par de minutos pasaron, se preguntó si ya sería conveniente acercarse pero el ruido de unos pasos acercándose a toda prisa lo hicieron girar su lámpara hacia la dirección del invernadero.

Era la pecosa corriendo a toda velocidad junto a Clin.

Y es qué la pecosa después de tanto llorar se quedó dormida y cuando por fin despertó fue corriendo al invernadero. En el camino se topó con Clin quien le ayudó a llegar hasta Albert.

-¿Candy?

-Albert. No quiero qué se vaya… no quiero que se vaya sin decirle adiós- respondió la pecosa desesperada.

-Candy ¿Acaso tienes algo pendiente qué decirle?

-Quise fingir qué no me dolía pero lloré tanto qué no me di cuenta qué ya era tarde y cuando salí ví qué ya no estaba… así qué corrí lo más rápido qué pude hasta qué encontré a Clin y él me trajo hasta aquí.

-Oh Candy… tranquila estoy seguro qué te esperará. Ve, está allá en la segunda colina de Pony.

Candy corrió hacia la colina lo más rápido posible, con los ojos llenos de lágrimas y un corazón que palpitaba a mil por hora.

-Dejalos solos Clin ella estará bien- dijo Albert al animalito mientras lo tomaba en sus brazos.

Clin gemía de tristeza por lo qué Albert comenzó a rascar su pancita y con profunda tristeza se desahogaba con él.

-Yo sé qué a ti también te duele su partida pero si somos honestos Clin … Anthony nunca debió volver … la vida nos regaló 28 días con él. Debemos agradecer por eso y ver qué Annie volverá… Sí, tú favorita ¿O acaso es Candy? No, seguro es Annie ella te adoptó cuando eras un cachorro perdido aunque Candy ahora es tu compañera de aventuras…

Pareciera que hablar con Clin le ayudaba a tranquilizar su lastimado corazón. Hasta qué no pudo más y abrazandose a él soltó a llorar igual o más qué en el funeral de Anthony.

-Lo siento pero ya son las 10 y ni Candy ni AB aparecen yo tengo qué saber qué están bien - dijo Archie saliendo de la habitación por el balcón.

-Archie espera no sabes ni siquiera en dónde están - dijo Stear tratando de persuadirlo pero su hermano ya no lo escucho.

-Seguro están en la colina o el invernadero - dijo Terry levantándose de la cama.

El rebelde al igual que los Cornwell no podía con esa sensación de tristeza y de impotencia. ¿Por que Brower debía irse y no el estúpido de Neal?. Una lastima que el loco invento de Stear no fue aprobado por AB.

Tal vez entre tantos inventos este pudo haber salido bien, pero nunca lo sabrán pues cómo dijo AB no podían ir en contra de los designios de Dios.

-¿Irás? - preguntó Stear la rebelde

-Supongo qué si. Toma cuidala no quiero arruinarla - dijo Terry entregando en sus manos la cajita de la felicidad.

Acto seguido el rebelde salió por la puerta en búsqueda de su pecosa. Por su lado, Stear se quedó en el balcón y mirando al cielo dijo unas palabras.

-Anthony, respeto que no hayas venido a despedirte. Tal cómo platicamos la última vez en el invernadero, el tenerte aquí fue un regalo maravilloso. Te extrañaré… como te confesé esa tarde siento que no pasará mucho para que nos volvamos a encontrar. Hasta pronto Anthony.

Stear se quedó llorando escondiendo su rostro entre sus manos. Era el mayor pero también el más sensible. El que con sus inventos trataba de alegrar a su familia y amigos pero ahora… no tenía nada para detener a AB, nada para hacer qué se quedará.

Cuando Candy llegó a la colina vio a AB de espaldas hacia ella mirando la Luna llena. Era una locura, era el cuerpo de Annie pero se había acostumbrado a tener a Anthony en él.

En los últimos 28 días cuando ella pronunciaba el nombre de AB hacía que ese cuerpo reaccionara y le pusiera toda su atención. Algo que le alegraba el alma. Pero ahora tenía miedo de pronunciar ese nombre y que ese cuerpo no volteara.

Se armó de valor y se dispuso a llamarlo. Sin dudarlo más y para no perder más tiempo gritó su nombre esperando que él aún reaccionara - ¡Anthony!

Para dicha del corazón de Candy, AB seguía en el cuerpo de Annie. Este volteo regalándole una enorme sonrisa -Candy, llegaste.

Los dos corrieron a abrazarse. Si Anthony a Albert lo abrazó con todas sus fuerzas, a Candy la abrazaba con todo el amor del mundo.

-Anthony perdóname, me duele tanto separarnos qué el resto de la tarde intenté fingir qué nada pasaba pero… fui una tonta, debí aprovechar cada minuto.

-Candy estos 28 días han sido maravillosos gracias a ti. Está segunda oportunidad ha sido un regalo. El más preciado que me ha dado Dios.

-Anthony…

-No llores. Ahora mejor qué nunca sabes qué nos encontraremos. Aunque quiero qué sea en muchos años y qué disfrutes tu vida cómo hasta ahora junto con tu mocoso engreído.

-Anthony se qué ya no puedo encontrarme contigo en este mundo. Anthony pero cuando nos volvamos a encontrar algún día, quiero ser esa persona de la qué puedas sentirte muy orgulloso. Por eso me comprometeré a seguir mi camino y cómo lo prometí lo haré con una sonrisa. Anthony sigue cuidando de mi.

-Te seguiré cuidando desde el cielo.

Sin dejar de abrazarse, con sus cabezas sobre el hombro del otro, Candy y AB lloraban al mismo tiempo que se despedían.

-Te quiero Anthony…. te quiero con todo mi corazón … siempre serás parte de él.

-Y yo a ti te amo Candy.

-Eres mi ángel favorito.

-Te juro por Dios que tu ángel favorito te amará por siempre…

Estaban tan sumergidos en ese abrazo que ninguno notó como la neblina y el frío desaparecieron. Era cómo si la Luna hubiera decidido iluminar ese momento tan lleno de amor pero triste a la vez.

El momento en que dos almas se confiesan su amor pero también se dicen adiós.

Con la luz de la luna llena bañando sus cuerpos Candy sentía el abrazo de Anthony haciendo que todos sus momentos juntos desde Lakewood hasta esa noche pasarán por su mente. Fue entonces qué una pregunta volvió a su mente ¿Por qué tiene qué irse? Una pregunta que pronto tendría su respuesta.

Poco a poco el abrazo de Anthony se debilitó hasta hacer que prácticamente Candy tuviera que cargarlo y finalmente cayó al suelo con él en sus brazos

- Anthony… Anthony - decía una y otra vez pero él ya no respondía, sus ojos incluso estaban cerrados. Cerrados como en un sueño eterno.

Tal como dijo Albert, AB no debía volver fue un regalo de la vida. El destino marcaba que quien debía seguir era Annie.

Poco a poco los hermosos ojos azules como el cielo se abrían y en ese momento Candy tuvo su respuesta. Entre lágrimas y con la voz entrecortada por el llanto pronunció su nombre.

-¿Annie…?

También el temor de Candy se hizo realidad, los ojos de Annie ya no reflejaban el alma de Anthony. Y esa voz dulce y tímida volvió a pronunciar el nombre de su mejor amiga.

-Candy.

-Annie, Annie estás aquí.

-Perdóname Candy… no quise quitarte a Anthony.

-No Annie… está vida te pertenece. Gracias por darme estos 28 días con Anthony.

Mientras ambas amigas se abrazaban, Anthony miraba a Candy. Está vez era diferente Candy ya no lloraba tratando de hacerlo despertar sino qué se abrazaba a Annie con una sonrisa aceptando su vida, su camino.

Y al mismo tiempo qué se desvanecía con la luz de la Luna llena Anthony se despidió con una sonrisa.

-Adios mi dulce Candy.

Continuará…

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(1*) Extracto de la Carta a Anthony de Candy del Libro CCFH .

Cómo lo prometí aquí les dejo el último capítulo con AB. Ahora sí los siguientes continuan las locuras de los Cornwell y el rebelde del San Pablo.

Muchas gracias por leer y seguir está historia. Les mando un abrazo fuerte y feliz fin de semana.