VER PARA NO CREER (GENSHIN IMPACT)
Capítulo 2: El subterráneo
Eula trabaja para Tartaglia (Childe). Debido a que es un hombre viudo lo ha cuidado, ayudándole en la crianza de sus hijos por lo que se siente con autoridad sobre él y desarrolla un amor enfermizo, que para nada su patrón corresponde. El desprecio de su jefe la hará cometer un hecho macabro, que podría tener funestas consecuencias, si Amber no interviene a tiempo.
El mundo de los sueños sigue siendo una incógnita para el hombre. Erich Fromm los denomina "El lenguaje olvidado"; para muchos es solo la expresión del inconsciente, para otros la representación simbólica de los deseos no cumplidos. Sin embargo, los estudiosos en la materia logran entender que los sueños, entre otras cosas significan un puente para comunicarse con el más allá. Usted puede creer o no, pero lo cierto es que hay un hombre que puede demostrarlo y no está soñando...
–Childe. –Dice Kaeya saludando.
–Hola. –Le saluda Tartaglia desde la salida de la iglesia.
–Oiga, ¿cuándo vas a acompañar?, me dijeron que era muy bueno para la pelota. –Mencionó el hombre del ojo parchado.
–No, si era bueno. Lo que pasa es que hace tiempo que no juego. *Risas*
–Bueno, lo dejo invitado, nos faltan jugadores. Cuando quiera.
–No, si yo quiero jugar, lo que pasa es que me hace falta un poco de preparación física porque, así como estoy no creo que dure más de diez minutos en la cancha. *Risas*
–Childe, ¿sus niños no han hecho la primera comunión? –Expresaba Amber.
–No, todavía no.
–En la escuela los tienen inscritos para este año. –Respondió Eula.
–Ah, pero el curita me acaba de decir que aquí también se están preparando. Me parece mucho mejor, ¿no es cierto? –Agregó la pelicastaña.
–Sí, claro. –Concuerda Kaeya.
–Eula, ¿por qué no va a averiguar y aprovecha a ver si los niños están jugando por ahí los trae? –Propuso el pelinaranjo.
–Buenos días, Childe. –Una pelimiel de ojos verdes lo recibe.
–Buenos días, Lisa.
–¿Qué lo trae en la iglesia?, ¿mucho pecado?
–No, lo que pasa es que estoy queriendo y no soy correspondida. *Risas* Chau. –Dijo la bibliotecaria.
–Adiós. –Despedían los demás.
–Eula, ¿fue a ver? –Preguntaba el Fatui Heraldo.
–Allá vienen. –Dice ella yendo a buscar a los niños.
–Bueno, un gusto de verlos. En la próxima semana les dejo el pedido que me hicieron. –Citó él a la pareja.
– Ya. Gracias. –Agradece Kaeya al forastero.
–Muchas gracias. Adiós, que le vaya bien. –Se despedía Amber.
–Gracias, chau. –Finalizó Tartaglia.
Esta historia acontece en un barrio típico de Mondstadt donde desde alguna u otra manera todos se conocen y sin proponérselo, conforman una gran familia.
–Oye Eula, ¿y está Childe? –Contestaba Rosaria.
–No, no está. ¿Por qué? –Habló ella.
–Es que le traigo un recado.
–¿De quién?
–De Lisa, dile que Lisa le manda saludos, pero diles que no se te olvide.
–¿Y qué le pasa a esa?
–¿No te acuerdas que ella está separada también?
–¿Y eso qué?
–Es que para le hagamos "gancho" juntos, harían una súper buena pareja y...
–Pero para tu información él no piensa a volver a casarse, y si lo pensara lo haría conmigo.
–¿Contigo? –Pensó la religiosa.
–Te olvidas que fui yo quien les crio a sus hijos después de que él quedó viudo. –Dijo la peliazul.
–¿No me digas que a ti también te gusta?
–Para que sepas él y yo tenemos una relación hace tiempo.
–No. ¿En serio?
–Aquí está la cuenta, firma ahí.
–Hasta luego.
Eula es una suerte de empleada de confianza de Tartaglia y si bien solo crio a sus hijos, poco a poco se han ido enamorando de su patrón; él se dedica a hacer el reparto en mercaderías a sus clientas e ignora a aquellos comentarios que lo ligan sentimentalmente a ella.
–Childe, usted. –Lo recibe Amber.
–Hola, le traje su pedido. –Dijo él cargando mercadería.
–Oiga, ¿me trajo todo?
–Casi todo, la leche no porque todavía no llega, pero más tarde se lo puedo traer.
–¿Por qué no hace para entrar?, fíjese que Kaeya todavía no llega del trabajo y estoy sola.
–Sí, claro.
–Gracias. ¿Y cómo están sus hijos?, hace tiempo que no los veo.
–Bien, en la escuela. Hay cosas que aquí necesitan refrigeración para que las guarde y no se les vaya a echar a perder.
–¿Un vasito de licor?, hace calor.
–Todavía tengo que visitar tres casas. –Citó Tartaglia bebiendo el trago. –A propósito, Kaeya, ¿cómo ha estado?
–Más o menos, esta época no está muy buena.
–Sí bueno, sabe lo que pasa que yo creo que por el problema económico que hay en la gente prefiere quedarse en la casa que ir al restaurante, ¿no?, es como lo más lógico. Muchas gracias, está exquisita.
–Sabes, Kaeya me dijo que si usted quería jugar que le dijera no más.
–No, si yo quiero jugar, lo que pasa es que, por tiempo, mi trabajo y por los niños no alcanzo. Ya, cualquier cosa que usted necesite pídaselo a Eula y yo se lo traigo con todo gusto.
–Ya, ok.
–Ya, hasta luego. Saludos a Kaeya.
–Hasta luego, gracias.
Tartaglia vivió en Snezhnaya y prácticamente, más allá de sus hijos no tiene familiares en Mondstadt. Es muy respetado y querido en el barrio, e incluso en su calidad de viudo muchas vecinas tratan de seducirlo.
–Hola, ¿estás lista? –Propone Lisa en la entrada.
–Sí, ¿por qué te demoraste tanto? –Contradice Rosaria.
–Estamos bien en la hora.
–¿Le diste mi recado?
–Childe no estaba, pero le dejé el recado con Eula.
–Pero cómo se te ocurre. ¿Tú crees que se lo va a dar?
–En realidad después lo que me dijo yo creo que no.
–¿Qué te dijo?
–Que ella y él estaban relacionados.
–Sí, claro. Es su empleada.
–No tonta, estaban emparejados y que se habían quedados callados nada más por los niños.
–Oh, esa tipa que es mentirosa. Yo no creo que Childe se fije en ella.
–Mira, él tiene hartos motivos para ese desaire, lo cuida y me dice que se hace cargo de los críos.
–Sí, pero una cosa es que a ella le guste y otra cosa muy distinta es que Childe le dé bola, perdona, pero yo no creo.
–Mira, ya se acuerda el rey de Shneznaya luego asoma. –Fija su mirada la bibliotecaria a la peliazul.
Eula, desde que se hizo cargo de un negocio adquirió una actitud muy arrogante con el resto del vecindario, hecho que en cierto modo la ha marginado y la convierte a menudo en el centro de los comentarios.
–Eula, ¿usted va a ver a Childe después? –Consultó Amber.
–Sí claro, él ahora está atendiendo. –Respondía ella.
–Lo que pasa es que me faltan algunas mercaderías para que se acuerde.
–Yo le digo.
–Gracias. Eula, ¿le puedo hacer una pregunta?
–Sí.
–¿Childe está separado legalmente?
–Él no está separado, él es viudo. Si quiere saber si puede volver a casarse, sí puede porque para allá va su pregunta.
–Disculpe no quise incomodarla, lo que pasa es que como en el barrio se corre la bola y que se quiere casar nuevamente. –Alega la castaña refiriendo a los chismes.
–Usted también, ¿de dónde sacó eso? Esos son rumores, usted sabe cómo es la gente. Childe está solo.
–No creo que tanto.
–¿Por qué no?
–Porque mi esposo lo vio en el centro muy grata compañía.
–Él debe haberse confundido.
–No, no creo. Sabes, Kaeya me dijo que lo vio con una joven muy bonita y que hasta se saludaron.
–Permiso. –Se aparta la peliazul.
El comentario de Amber, sin mala intención hirió profundamente a Eula. Desde luego si aquello era verdad significaba que Tartaglia solo la tenía a ella como empleada.
–Permiso. Dígame si está bien, sino se la caliento de nuevo. –Le recibe un plato de sopa la del clan Lawrence.
–¿Se durmieron? –Decía Tartaglia.
–Recién. ¿Revisó la caja?
–Hay que hacer más boletas sino vamos a tener problemas con los impuestos al final de mes.
–Ah se me olvidaba, tuve que cortar el agua, otra vez se rompió una cañería.
–Estoy tan cansado de hacer arreglos en esta casa, Eula. Parece una ratonera, te juro que el señor de la vuelta me mantiene el precio le compro la suya.
–Hace tiempo que viene diciendo eso, pero para eso hay que ahorrar.
–Sí bueno, yo tengo mis ahorros. ¿Por qué dice eso?
–Como le gusta andar saliendo.
–¿De qué está hablando, Eula?
–El otro día una cliente me dijo que lo vio en el centro muy bien acompañado.
–Esto está helado. –Degustó la sopa fría Childe.
–¿Es verdad o no?
–¿Qué?, ¿lo de mi compañera? Sí, es verdad, ¿por qué?
–Ya si quiere ahorrar. –Se retira ella con la sopa fría.
Es la primera vez que Tartaglia sentía que Eula lo miraba con otros ojos y por supuesto se ofuscó ya que no estaba en condiciones de alimentar ese afecto.
La vida en el barrio parecía continuar sin altibajos, pero la mayoría ignoraba que aquella compañera de Tartaglia se haría notar creando un verdadero temporal en el corazón de Eula quien a su manera estaba dispuesta a luchar por el cariño de su patrón.
–¿Diga? –Dijo la del clan Lawrence.
–Buenas tardes, ¿Tartaglia está? –Preguntó una mujer de carácter sensual.
–¿De parte de quién?
–De Furina. –Reveló su nombre ella.
–No, él no está.
–¿No está?
–Tuvo que salir urgente al banco.
–Qué raro, hablé con él hace poco. ¿Dejó algo dicho?
–Nada, ¿quiere dejarla algún recado?
–No gracias, hasta luego.
La señora era una mujer muy especial, tras la muerte de su marido desarrolló con mayor vehemencia en la lectura del tarot que practicaba eventualmente desde soltera.
Desde luego Eula quedó un tanto intrigada con los vaticinios que hizo su madre, no era muy ligada al esoterismo, pero esta vez intuía que lo dicho por ella tenía asidero. Entretanto y como todas las noches Tartaglia se despedía cariñosamente de sus hijos, los amaba y confiaba en que Eula los había cuidado y querido como si fuera un familiar. Sin embargo, desde que dejó traslucir ese velado afecto por él comenzó a pensar que a lo mejor ya era tiempo de prescindir de sus servicios, sobre todo entendiendo que había descubierto hechos que sobrepasaban sus atribuciones y, lo que es más ya tenía certeza que comentaba a viva voz una relación inexistente entre ellos.
–45.700 (moras), ese es el total del día. ¿Lo deposito usted o yo? –Contabilizó la caja ella.
–Eula, ¿se puede saber qué está pasando contigo? –Interroga Tartaglia.
–¿Piensa que se hizo más?
–No, no me refiero a eso, me refiero a por qué te tomaste la libertad de decirle a Furina que yo no estaba.
–¿Quién es Furina?
–No te hagas la tonta, por favor. Sabes perfectamente bien a quién me refiero.
–Ah, es su amiga.
–Contéstame.
–Bueno, yo no la conocía y como usted estaba descansando no lo quise molestar.
–Tú hace tiempo que andas con esas cosas raras.
–Está bien, disculpe, lo hice sin querer.
–¿Y sin querer también le dices a las clientes que tú y yo tenemos otro tipo de relación?
–¿Quién le dijo eso?
–¿Acaso es una mentira? ¿Ah? Mira, escúchame, Furina es mi prometida, mi novia, no tú. ¡¿Entiendes?!
–Así me agradeces todo lo que yo he hecho por usted, ¡yo crie a sus niños, para ellos soy como una verdadera mamá!
–¡¿De qué estás hablando, Eula?! Tú eres su criada y para mí una empleada. ¿Entiendes?
–Pero Childe…
–No me vengas a tutear nunca más y si no te gusta te vas, ahora ¡te vas! –Se aleja él colérico.
DÍAS DESPUÉS…
Esta discusión, la primera que tenía Eula y Tartaglia, desde que se hizo cargo de sus hijos marcó el inicio de un misterio que inundó de rumor el barrio.
–Oye, pensando en otra cosa, ¿es verdad que Childe se fue a Shneznaya? –Hablaba Lisa.
–Eso dicen, por lo que no, eso es lo que escuché. –Responde Rosaria.
–Pero sus hijos todavía vienen a la escuela.
–¿Aquí están en la escuela? Entonces Eula tiene que saber algo. ¿Quieres que le pregunte?
–No, con ella no se saca nada. Yo creo que está celosa, por eso no pesca.
–Igual es raro que se había ido sin decirle nada a nadie, ¿no te parece?
–Y si es que se fue, ¿a qué habrá ido digo yo?
–Yo no había querido contarte, pero una de las cosas que escuché es que él se fue a Shneznaya para casarse con una novia que tenía allá.
–¿Verdad? –Sorprendió la bibliotecaria.
–Qué lata desilusionarte, pero eso es lo que me contaron.
–Bueno, él se lo pierde. Es raro, a mí no me saca nada de la cabeza que hay gato encerrado.
–¿Y en qué sentido dices tú?
–No sé, conociéndolo un poco él no se habría ido sin sus hijos.
–En realidad es raro dejar a los críos botados, pero no sé.
–Ya salieron.
Como Lisa y Tartaglia había logrado entablar una sugerente amistad le pareció extraño que él se fuera a Shneznaya tan sorpresivamente, no quiso alentar los rumores que comenzaron a surgir en el barrio y prefirió preguntar directamente a Eula sobre su paradero.
–¿Aló?, ¿hola?, ¿aló? –Llamaba Lisa.
–Disculpa, estaba lavando las manos. ¿Qué quieres? –Atiende Eula.
–No, en realidad no quiero nada. Quería chismosear un rato.
–Dime, mira que no tengo tiempo para pelambres.
–Qué eres pesada, no venía a pelear a nadie. ¿Es verdad que quería saber si Childe se fue?
–Ya todo el barrio lo sabe, me extraña que tú no lo sepas. En todo caso no me cuesta nada repetírtelo, él está en Shneznaya.
–¿Y por qué?
–Que yo sepa tú no eres nada de él como para que te preocupes tanto.
–Somos muy buenos amigos y eso es suficiente, ¿no te parece?
–Si era tan amigo, entonces tú debería saber mucho mejor que yo que pasa con su vida, ¿no?
–Si quiere saber la verdad, Childe y yo nos gustamos. –Declaró la bibliotecaria.
–¿Estás diciendo que él se fijó en ti?
–¿Acaso no puede hacerlo?
–Mira, a mí me da lo mismo. La cosa es que él no está y punto.
–Te molestó lo que te dije, ¿verdad? Mire Eula, yo soy la única que sabe, que a ti también te gusta el patrón.
–¿Quién te dijo eso?
–Nadie tiene que decírmelo, se te nota cuando tus ojos cuando lo miras.
–Ya, ¿vas a querer algo o no?
–Y tú sabes que yo no miento.
–Me vengaré.
Más allá del afecto que el barrio le tenía Tartaglia, su eventual partida a Shneznaya fue el comidillo de las vecinas que no podían dar crédito al viaje, fundamentalmente porque conociéndolo no habría dejado solo a sus hijos.
La aparición de Tartaglia en casa de Amber echó por tierra los argumentos que lo hacían en Shneznaya o por lo menos era una clara señal que ya había regresado. Ella lo vio entrar con la mercadería a su casa como era habitual, pero no ver en su interior, ni a él, ni los enseres también optó por preguntarle a Eula.
–Eula, disculpe. ¿Está cerrando? –Atendía la pelicastaña oscura.
–Sí, ¿desea algo? –Contestó ella.
–Sí, lo que pasa es que Childe no me dejó la mercadería.
–Ah, lo que pasa es que él tuvo que viajar urgente a Shneznaya.
–Pero si él estuvo en mi casa, estoy segura que me traía las cosas, pero como no las encontré por eso vine.
–No, lo que usted me cuenta es imposible. Él no está en Mondstadt.
–Pero si yo lo vi.
–Mire Amber, la verdad es que yo no tengo tiempo, ya le dije, él viajó a Shneznaya. Pues usted quiere su mercadería yo misma se la puedo entregar.
–No se preocupe, cuando él llegue yo lo hablo con él.
–Se va a demorar mucho, es probable que él no vuelva para Mondstadt.
–¿Y los niños?
–Disculpe, estoy atrasada.
Amber no logró disipar las dudas tras la conversación con Eula, por el contrario se imaginó de inmediato que algo escondía.
–Yo estoy seguro que lo vi, pero ella insiste que se fue a Shneznaya. –Contó la guerrera.
–Mira, sea lo que sea es muy raro que haya decidido irse y no despedirse de nadie. –Dedujo Kaeya esperando una ensalada.
–Pero te estoy diciendo que lo vi, vino a dejar la mercadería.
–Bueno, eso lo que crees tú.
–Lo que pasa es que nunca me crees.
–Oye, otórgame el derecho a la duda. A ver, si vino y trajo la mercadería, ¿dónde está?
–Contigo no se puede hablar.
–Mira, independientemente que se haya ido a Shneznaya o esté acá en Mondstadt esa mujer es una bruja.
–Y tú, ¿de dónde lo conoces tanto?
–Hay que ver la cara que tiene.
–Oye, ¿dónde andará escondido por algún problema económico?
–Mucha imaginación tú. –Jadeó él.
Amber le contó a Kaeya todo lo que sentía y suponía, pero éste muy escéptico prefirió no darle eco. En cierto modo, obsesionada con el tema pareció alentar los fenómenos que a partir de este instante comienza a vivir.
–¡Kaeya! –Se levanta la pelicastaña
–¿Qué pasa? –Despierta el guerrero Cryo.
–Acabo de ver a Childe.
–¿Qué?, ¿dónde?
–Ahí, detrás de la puerta.
–Amber, para esto me despiertas.
–Tienes que creerme, Kaeya, se quedó mirando por largo rato, después se fue.
–Aquí no hay nadie.
–Se fue por allá.
–Mira, lamento decirte que es otra de tus pesadillas. –Jadeó él yéndose a dormir.
Amber, una vez más no logró convencer a Kaeya y eso mismo le hizo dudar de lo que había visto sus propios ojos.
–Lo que usted me cuenta me parece imposible. –Expresó Eula.
–Fue todo tan real. –Relata su amiga.
–Yo también lo he visto en sueños y cuando una despierta parece que he estado con él.
–Pero esta vez fue distinto, me pasó después de despertarme. Él estaba ahí, me miró fijamente, pero debe ser una sugestión esto.
–¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
–Cuando me fue a dejar la mercadería a la casa.
–Entonces usted fue la última persona la que él vio antes de partir, por eso es que tiene tan latente su imagen.
–Buenas tardes, necesito hablar con Tartaglia. ¿Lo podría llamar, por favor? –Entra Furina en la escena.
–Él no está, se fue a Shneznaya. –Respondió la del clan Lawrence.
–¿Usted quién se cree que soy yo?
–Si usted no me lo dice difícil es que yo lo sepa.
–Mire, para su información él y yo estamos comprometidos.
–Raro me parece.
–Raro me parece a mí que cada vez que vengo usted me lo niegue, así que por favor, llámelo o si no se quiere el reto la otra vez, ¿quiere?
–Ya le dije, él está en Shneznaya, fue a ver a su novia allá. Así que me parece muy raro que usted también diga lo mismo.
–Mire, si usted me está mintiendo se les va a ver conmigo. –Se aleja la de Fontaine.
–Me voy a vengar a ti mismo, rata. –Susurró en voz baja Eula.
–¿Es verdad lo de la novia en Shneznaya? –Indagó Amber a su entonces aliada.
Una tarde, la joven gatuna, luego de clases le preguntaba a su amiga un información tan inquietante.
–Oiga Amber, ¿los niños del almacén se fueron también? –Consultó Diona a ella.
–¿Los hijos de Childe? –Dijo la portadora de Baron Bunny. –No, no creo. ¿Por qué?
–Como ya no van a clases.
–¿No están yendo? ¿Y desde cuándo?
–Ya como hace una semana que no los veo.
El antecedente que recibió de Diona en relación a la ausencia de los niños de Tartaglia a clases fue un gatillante para que ella pensara que su desaparición no era fortuita; muy por el contrario, podría ser premeditada.
El resultado de la lectura del tarot que insinuaba que Tartaglia estaba muerto cambió radicalmente la postura de Amber, ella ya lo había intuido de modo que lo hizo su mentora fue solo corroborar aquel pensamiento.
–Estoy tan preocupada por lo que me dijo DIona. Dime, ¿es verdad que no están yendo a clases? –Comenta la chica Pyro.
–Yo también me sorprendí cuando supe eso, pensé que estaban enfermos. –Dijo Rosaria.
–¿Qué se podrá hacer?
–Bueno, yo averigüé. La inspectora me dijo que habían retirado los niños de la escuela.
–¿Entonces no es por un tiempo?
–No, parece que Eula los va a mandar a Shneznaya.
–Esto me parece tan oscuro.
–Ahora, si me preguntas a mí yo creo que es mejor que los niños estén con su padre allá, yo misma vi a Eula cuando les pegaban.
–Es que se cree su madre.
–Se cree la mujer de Childe que es peor. Amber, cuando te escucho hablar tengo la sensación de que tú sabes algo más de esta historia.
–Es que no creo que Childe no esté en Shneznaya, eso es todo.
Amber, su pretexto de hablar por teléfono logró introducirse al interior de la casa de Tartaglia; sabía que estaba corriendo riesgos, pero una fuerza interior la impulsaba buscar su verdad.
–¿Usted?, ¿no venía hablar por teléfono? –Avisó de sorpresa Eula.
–Sí claro, lo que pasa es que como el teléfono estaba ocupado entonces yo... –Disimula su compañera Pyro.
–No necesitas explicarme nada, por favor salga, tengo que atender el negocio.
–Pero usted no vaya a pensar que me estoy entrometiendo sus cosas.
–Me queda claro que si usted quisiera saber algo me preguntaría a mí, ¿no?
–Sí, por supuesto. Permiso y gracias.
Una noche, Amber oía ruidos extraños presintiendo la llegada de Kaeya, pero no era así.
–¿Kaeya, eres tú? –Contestó ella yendo a un corredor.
–Soy yo. –Decía el espíritu de Tartaglia.
–¿Childe?
–Por favor no se asuste, pero yo estoy muerto.
–¿Era verdad?
–Por favor ayuda a mis hijos.
–¿Dónde están?
–Amber, ellos están sufriendo, Eula los tienen encerrados en el subterráneo.
–Entonces no estaba en Shneznaya.
–Ella los va a matar, ellos son inocentes. Por favor, sálvenos, sólo usted puede hacerlo.
Esta vez Amber prefirió ocultarle a Kaeya lo que había experimentado y sabiendo que Rosaria y Lisa dudaban de la probidad de Eula se coludió con ellas.
–Chiquillas, no quiero ser malpensada, pero algo me huele mal. –Intuye la pelicastaña oscura.
–Siempre te he dicho que esa tipa es una bruja. –Alegaba la pelimiel Electro.
–¿Pero qué puede haber hecho? –Preguntó la religiosa.
–Si es lo que yo supongo es muy grave. –Reconoció Amber.
–¿Y qué supones? –Expresó Rosaria.
–Creo que los niños no se han ido a ninguna parte, menos Shneznaya y que corren peligro.
–¿Crees que los tiene en la casa? –Consultó dudosa Lisa.
–Me temo que sí. –Afirmaba la guerrera Pyro.
–Entonces tenemos que hacer algo. –Fundamentó la pelivino.
–Y rápido, por eso quise compartir esto con ustedes. –Decía la del moño rojo.
–¿Pero qué tienes en mente? –Pensó la ojiverde.
–Miren, yo estoy dispuesta a entrar en la casa si ustedes me ayudan. –Planificó Amber.
Iniciado el plan, Rosaria y Lisa fueron al hogar de Eula a fingir un aporte de un niño huérfano, tras la negativa de esta última de colaborar esta causa, a cambio ellas pedían una bolsa de carbón como muestra de agradecimiento por haber derrotado en conjunto unos hilichurls hace semanas. Mientras la peliazul buscaba ese elemento, Amber ingresa a escondidas a la casa sigilosamente y tras la entrega de carbón las mujeres abandonan; no así Eula quien tuvo que cerrar bajo llave yendo probablemente a misa.
–Ojalá que no la pillen. –Dijo Rosaria nerviosa.
–Lo único que me importa es que se vaya luego a la iglesia. –Replicó Lisa.
–¿Te imaginas si la encuentra adentro? Eula es capaz de todo.
–Ya salió.
Una vez que Eula salía de su vivienda, Amber inspecciona la casa buscando algún vestigio de los niños en un subterráneo, tal como mencionaba el fallecido Tartaglia/Childe aquella vez; mientras esto ocurría, Eula olvidó sus moras y fue retornando a su hogar, ignorando que este percance le podría costar muy muy caro para ella. Cuando Amber abrió la puerta del sótano, la guerrera del clan Lawrence toma una barrita de acero alargada con el propósito de matarla, siendo impedida por Rosaria y Lisa quienes las siguieron y frustró el ataque. Ya Eula noqueada, estas mujeres observan el interior del subterráneo lo más pavoroso que recuerde en sus retinas.
Efectivamente, tal cual lo había descrito Tartaglia sus hijos estaban encerrados en el subterráneo a solo pan y agua. Ambos niños, casi moribundos estaban sumidos por el cansancio, el frío y el hambre. Aún así, tuvieron fuerzas para reconocer aquellas visitas que venían a socorrerlos de no ser por esta acción de rescate los hijos de Tartaglia habrían perecidos sin que nadie se hubiese percatado; las razones que tuvo Eula para actuar de este modo se desconocen, pero lo cierto es que no tuvo ninguna muestra de humanidad para torturarlos así. Los niños apenas pudieron ponerse en pie para abandonar este subterráneo inhóspito y húmedo que se transformó para ellos en su cárcel durante más de quince días.
Eula, quien logró ser reducida por sus vecinas no mostró ninguna cuota de arrepentimiento cuando los niños abandonaron su cautiverio, de inmediato fueron llevados por Kaeya a un centro asistencial, en tanto que Amber fue su celadora mientras Rosaria y Lisa, y casi todo el barrio se movilizaron para traer a los policías. La actitud de esta mujer no solo fue cuestionada ya que actuó conscientemente y a sabiendas que el destino de los niños era la muerte, aun así no abrió la boca y se mantuvo callada cuando los oficiales vino en su búsqueda otorgándole por cierto más misterios a las razones que tuvo para llevar a cabo tanta violencia.
Eula, ya detenida no hizo mayores declaraciones aunque asumió responsabilidad en los hechos, en cuanto al paradero de Tartaglia aseguró que viajó a Snezhnaya; su cuerpo no fue hallado. Diona, testigo ocular de estos hechos nos contó cómo vivió aquel episodio.
En realidad, los que dicen que este hombre aún podría estar vivo no tienen pruebas de su existencia, lo que piensa que está muerto tampoco pueden mostrar su cadáver. Sin embargo, existen personas, vecinas del barrio que aseguran que su figura deambula por sus casas en señal de agradecimiento.
La muerte a veces puede ser tan caprichosa como la vida y perfectamente este hombre podría visitarlos a ustedes "El día menos pensado".
Continuará...
