Rumorología
.3.
Le quise contar que Sora me había dicho que le hablaban de él, pero Yamato me detuvo al escuchar su nombre.
―Prefiero no saber nada.
Me extrañó, porque era la primera vez que decía algo así. Acabábamos de quedarnos sin uno de nuestros pocos temas de conversación.
A partir de ahí, Yamato cambió su actitud conmigo. Me invitó a cenar fuera. Dudé muchísimo. Por un lado, eso implicaba que yo ganaba importancia y poder, y eso me gustaba. Por otro, no estaba preparada para darle nada más que lo que le daba. No creía que fuera a estarlo nunca.
Como seguí sin saber, nunca me arreglé al máximo cuando quedábamos. Y, si me acariciaba la mano en público, me apartaba a los dos segundos. Era mi forma de decirle que aún no era suya.
Sus invitaciones a cenas duraron poco y se transformaron en una, dos o tres copas, siempre en el mismo bar, antes de ir a su casa para echar uno, dos, o tres polvos.
Él intentaba llegar a mí, cuando no estaba muy cansado, y yo me concentraba en mis fantasías, en las que ya no estaba él. Me gustaba su cuerpo, duro aun con todos sus vicios, su piel, su olor. Me gustaba pensar en que también se había follado a Sora.
No me gustaba tanto su pene. No estaba mal, y se sentía bien dentro, pero a veces necesitaba más. Un poco más. Quería agarrarlo con mi mano y saber que estaba ante una buena polla. Aunque ya era más abierto a que le hiciera oral, me aburría hacerlo y que Yamato se redujese a un pene que ni era gran cosa.
Me enternecía cuando me nombraba alguna canción, alguna película. Me recitó algún poema.
Así fue pasando el tiempo.
Jou fue el primero en saber que nos veíamos. No sé cómo lo supo. Me lo contó él mismo, en una de esas noches en las que reía y bebía menos que los demás, aunque se quedara hasta el final. Parecía triste. Me pregunté si también me juzgaría por estar con el ex de mi amiga.
―Yamato no es lo que crees, Mimi ―dijo en voz baja. Me tensé. Jou se equivocaba conmigo tanto…
―Yamato quiere destrozarse. Quiere estar durmiendo. Yamato quiere estar en silencio y hacer mucho ruido. Entiendo que no me va a amar como debería querer que me amen. Y yo tampoco le amaré.
―¿Entonces?
―Nada, Jou. Me gusta así. No quiero que cambie nada.
Un martes en el que no era capaz de concentrarme en el trabajo pendiente, decidí ir al bar al que iba con Yamato, al que nunca iba con el resto de mis amigos. Sabía que él tampoco aparecería, pues no estaba en la ciudad.
Iba vestida corriente, ni bonita ni fea. Todos iban así. Casi toda la clientela eran hombres. Solo había un par de mujeres más, amigas entre ellas, o eso me pareció. Una estaba más bebida que la otra. Me senté cerca de ellas. Al poco, hablaron de mí, como hablan las borrachas, creyendo que no podía oírlas. Decían que me habían visto con el rubio amargado.
Saqué mi teléfono y revisé los mensajes, me habría gustado quedar con Sora, pero estaba demasiado cansada, así que no le escribí. Busqué a Koushiro y me quedé mirando su foto de perfil. Previsiblemente, no salía él.
Unos hombres se sentaron junto las amigas. No se conocían. Tenían más edad que ellas. Eran los típicos borrachos de siempre del bar, los últimos hombres con los que una se iría a casa. Busqué a mi alrededor; tampoco es que los hubiera mejores.
Reían juntos y el coqueteo era recíproco. Cuando terminé mi copa, la más borracha se había ido con uno de ellos al baño. No podía creer que un tipo así consiguiera follar. El típico que siempre está tomando en una barra, con los ojos caídos y la lengua trabada. El aliento a muerto. ¿Sería ese el camino de Yamato?
Pensé que quizá la vuelta al trabajo lo mantendría apartado de los bares, pero también bebía en casa. Y no podía juzgarlo, porque para mí también era más agradable estar algo bebida. Pero no quería ser una mujer de piel deshidratada y encías inflamadas. No quería la barriga cervecera ni los ojos turbios. Solo quería sentirme mejor. Solo quería estar entretenida.
A medida que pasaban los años, mis amigos tenían más responsabilidades, más tiempo ocupado y menos para mí. Era la única de ellos que no tenía a mis padres ahí, ni a otros parientes. Era la única que podía ser flexible con su tiempo de trabajo. Me había cansado.
Terminé mi copa. Quería tomar otra con alguien. Miré a mi alrededor, no quería conocer a ninguno de esos hombres, tampoco a esas mujeres. Quería hablar con Koushiro y pedirle que me la enseñase, quería saber si lo que decía Taichi era verdad.
Quería que Taichi durmiese conmigo, como lo hacía con Sora. Lo haría sin bragas, para no darle el gusto de quitármelas. Seguramente Taichi también sabía lo de Yamato y a lo mejor hasta le ponía más pensar en repetir la jugada.
El hombre salió del baño y al poco la mujer, algo sudada, todavía colocándose su vestido. Se pidió otra copa, y eso me animó a hacer lo mismo. Me cambié de sitio, a una esquina medio vacía.
Empezó a llegar más gente al bar. Otro grupo de hombres, trajeados. Ya era la hora en la que venían los que acababan de trabajar. Empecé a bailar. Cerré los ojos. Si alguno de esos Yamatos del futuro se acercaba a mí, sabría ocuparme. Los trajeados tampoco me preocupaban. Cambió la canción, era muy lenta. Me hubiera gustado bailar con alguien seguro.
Los trajeados miraban en mi dirección. Los saludé con la mano y seguí a lo mío, sin hacer contacto visual. Hasta que lo identifiqué. Koushiro ahora llevaba traje e iba a bares con otros hombres de traje. Mi amigo Koushiro, que se pasó años fingiendo que no estaba enamorado de mí. Koushiro el del desperdicio de polla. Koushiro de caza en un bar. Pero yo quería que siguiera siendo mi amigo, algo torpe, siempre pensando en cosas, listo para salvar el día. Mi amigo demasiado importante como para perder el tiempo en un bar o en un juego. ¿Era ese Koushiro?
Me acerqué y le pedí que saliese afuera un rato. Frente a frente, nadie más; así quería hablar con mi amigo.
―Pensé que nunca salías.
Dijo que solo lo hacía con los del trabajo, por integrarse. Yo quería que saliera con nosotros. Con Sora, aunque se la quisiera chupar también; con Taichi, aunque pisara a los demás al hablar; con Yamato, aunque no fuera divertido. Quería que saliera conmigo. Que quisiera integrarse conmigo.
―Algún día.
―¿Lo dices en serio? ―pregunté, para insistir.
―Algún día, sí.
―Saldrás conmigo algún día.
―Claro. La verdad, me encantaría.
Sonreí.
―Y te enseñaré a bailar. ―Me agarré a su espalda, me gustó hacerlo tanto como si estuviera sobre mí, y suspiré. Koushiro no dijo nada―. Tenía muchas ganas de verte. Muchas.
Koushiro me apartó con suavidad el pelo de la oreja y me dijo que estaba muy bonita.
Aunque funciona como historia independiente, la parte final de este cap se corresponden con los hechos del principio de Algunas noches de copas. Muchas gracias por sus comentarios :)
