Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

La Pirata de los Cielos

Capítulo 62: Tomando el asunto en nuestras manos.

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Albus Dumbledore despertó y lo primero que vio, fue el techo de su cama de dosel, mientras suspiraba y se sentía miserable.

Las cosas no estaban saliendo, como él quería que salieran. Y eso, le impidió conciliar el sueño, durante la mayor parte de la noche, mientras pensaba en lo que significaba tener a Dolores aquí, a Voldemort vivo y planificando quien sabe qué cosa y a Fudge negándose a hacer absolutamente nada, de cara a la guerra que se avecinaba. Pensar en cómo le habían quitado su puesto de Jefe de Wizengamot y de Presidente de la Asociación Internacional de Magos... Como le habían arrebatado ese poder que era tan necesario, para luchar contra Tom, solo le hacía hervir la sangre. —Si realmente Céline Volkova, es de quien habla la Profecía y la destinada a derrotar a Tom, entonces necesitaré reunirme pronto, con ella —apretó los puños con furia, al pensar en ese apellido. —Debería de ser Potter. No Volkova. —Apretó los labios, solo podía culparse a sí mismo, por, en primer lugar, haber enviado a Céline Potter a la casa de su tía. —Esto es lo que yo mismo me busqué: Quería que la mataran y así, deshacerme del Horrocrux, sin mancharme las manos... y lo logré. Le quité el Horrocrux, el cual fue devorado por el Obscurus y luego... ese mismo Obscurus les arrebató la magia a los miembros de más alto rango de la Orden, abrió una brecha entre las dimensiones y se la llevó. —Dumbledore todavía, no podía creer, que Céline supiera sobre los Horrocruxes o sobre la Profecía y todo eso, solo lo mortificaba más y más, mientras sentía que caía en una espiral de dolor, cuando veía como todos sus planes, tan cuidadosamente realizados a lo largo de once años, se venían abajo, por lo que sería al menos, una estancia de dos años en una dimensión llena de piratas y vikingos, que combatían a dragones de oro y plata y a quimeras de rubí y... — ¿Sabrá acaso cuantos Horrocruxes hay?, ¿Sabrá acaso ella cuáles son? Quizás lo mejor, sería centrarme en que ella aprenda magia. Magia poderosa, para así, poder de combatir a Tom, todavía sea posible. Lo hizo en el Cementerio y luego en aquella aldea... Está claro, que no le importan las vidas de los Mortífagos, pero la Orden del Fénix, no es algo de conocimiento público y al público, parece alegrarle, ver la sangre de todos ellos, siendo derramada y que se demuestre, que se está haciendo algo.

Dumbledore suspiró y al notar la luz del sol, volvió a suspirar y a sentirse miserable nuevamente, mientras se preparaba para otro día.

Descendió para ir a darse una ducha y tan pronto como estuvo limpio, se vistió con su túnica azul claro con estrellas doradas. Pasó por su oficina y agarró el Profeta. Sus ojos se abrieron con horror, al leer la noticia.

TENTATIVA DE ROBO EN EL MINISTERIO

Sturgis Podmore, de 38 años, vecino del número 2 de Laburnum

Gardens, Clapham, se ha presentado ante el Wizengamot acusado de

entrada ilegal y tentativa de robo en el Ministerio de Magia el 31 de

agosto. Podmore fue detenido por el mago de seguridad del Ministerio

de Magia, Eric Munch, que lo sorprendió intentando entrar por una

puerta de alta seguridad a la una de la madrugada. Podmore, que se

negó a declarar en su defensa, fue hallado culpable de ambas

acusaciones y condenado a seis meses en Azkaban.

Ante esto, Dumbledore lanzó un grito de ira, mientras que su magia se descontrolaba, destruyendo la oficina. — ¡CON TANTOS MORTÍFAGOS Y ASESINOS SUELTOS, ¿ESE ESTÚPIDO DE FUDGE DECIDE ENCERRAR A UN MIEMBRO DE MI ORDEN DEL FÉNIX POR PASAR POR LA PUTA PUERTA?!

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A la mañana siguiente, Daphne, Tracy y Céline, creyeron estar leyendo mal, Daphne soltó un grito ahogado y puso el periódico sobre la mesa para enseñar a sus amigos una gran fotografía de Dolores Umbridge que lucía una amplia sonrisa en los labios y pestañeaba lentamente bajo el siguiente titular:

EL MINISTERIO EMPRENDE LA REFORMA EDUCATIVA Y NOMBRA A DOLORES UMBRIDGE PRIMERA SUMA INQUISIDORA

Anoche el Ministerio de Magia tomó una decisión inesperada y aprobó una nueva ley con la que alcanzará un nivel de control sin precedentes sobre el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

«Hace tiempo que el ministro está preocupado por los sucesos ocurridos en Hogwarts —explicó el asistente del ministro, Percy Weasley—. Y el paso que acaba de dar ha sido la respuesta a la preocupación manifestada por muchos padres angustiados respecto a la orientación que está tomando el colegio, una orientación con la que no están de acuerdo.»

No es la primera vez en las últimas semanas que el ministro, Cornelius Fudge, utiliza nuevas leyes para introducir mejoras en el colegio de magos. Recientemente, el 30 de agosto, se aprobó el Decreto de Enseñanza n.º 22 para asegurar que, en caso de que el actual director no pudiera nombrar a un candidato para un puesto docente, el Ministerio tuviera derecho a elegir a la persona apropiada.

«Así fue como Dolores Umbridge ocupó su actual puesto como profesora en Hogwarts —explicó Weasley anoche—. Dumbledore no encontró a nadie para impartir la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras… y por eso el ministro nombró a Dolores Umbridge, lo que ha constituido, por supuesto, un éxito inmediato por supuesto, un éxito inmediato porque ha revolucionado por completo el sistema de enseñanza de dicha asignatura y porque así proporciona al ministro información de primera mano sobre lo que está pasando en Hogwarts.»

El Ministerio ha formalizado esta última función con la aprobación del Decreto de Enseñanza n.º 23, que crea el nuevo cargo de Sumo Inquisidor de Hogwarts.

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Pasaron las horas del día y a la hora del almuerzo, volvieron a reunirse los estudiantes, en el Gran Comedor.

— ¿Y ustedes ya han tenido alguna clase supervisada? —inquirió Fred.

—No —contestó Hermione en el acto—. ¿Y ustedes?

—Sólo una, antes de la comida —respondió George—. Encantamientos.

— ¿Cómo ha ido? —preguntaron Alex y Hermione. Todos escuchaban atentamente. Querían saber lo máximo, sobre esto.

Fred se encogió de hombros. —No ha estado tan mal. La profesora Umbridge se ha quedado en un rincón tomando notas en un fajo de pergaminos cogidos con un sujetapapeles. Ya conocéis a Flitwick, la ha tratado como si fuera una invitada; no parecía que le preocupara ni lo más mínimo. Y ella no ha dicho casi nada. Le ha hecho un par de preguntas a Alicia sobre cómo son las clases normalmente, Alicia le ha dicho que eran muy interesantes y ya está.

—No me imagino al viejo Flitwick suspendiendo la supervisión —comentó George—Casi siempre aprueba a todo el mundo.

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La clase de DCAO llegó. Los alumnos sacaban sus ejemplares de Teoría de defensa mágica, pero antes de que Hermione pudiera preguntar algo, la profesora Umbridge ya los había llamado al orden y todos se habían callado. —Guarden las varitas —ordenó sin dejar de sonreír, y los estudiantes más optimistas, que las habían sacado, volvieron a guardarlas con pesar en sus mochilas. —En la última clase terminamos el capítulo uno, de modo que hoy quiero que abran el libro por la página diecinueve y empecéis a leer el capítulo dos, titulado «Teorías defensivas más comunes y su derivación». En silencio, por favor —añadió, y exhibiendo aquella amplia sonrisa de autosuficiencia, se sentó detrás de su mesa.

Los alumnos suspiraron mientras, todos a una, abrían los libros por la página 19.

Alex, abatido, se preguntó si habría suficientes capítulos para pasarse el año leyendo en las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, y cuando estaba a punto de revisar el índice se fijó en que Hermione volvía a tener la mano levantada.

La profesora Umbridge también lo había visto, y no sólo eso, sino que al parecer había diseñado una estrategia por si se presentaba aquella eventualidad. En lugar de fingir que no se había fijado en Hermione, se puso en pie y pasó por la primera hilera de pupitres hasta colocarse delante de ella; entonces se agachó y susurró para que el resto de la clase no pudiera oírla: — ¿Qué ocurre esta vez, señorita Granger?

—Ya he leído el capítulo dos —respondió Hermione.

—Muy bien, entonces vaya al capítulo tres —Umbridge sonó irritada.

—También lo he leído. He leído todo el libro.

La profesora Umbridge parpadeó, pero recuperó el aplomo casi de inmediato. —Estupendo. En ese caso, podrá explicarme lo que dice Slinkhard sobre los Contraembrujos en el capítulo quince. —Creyó que la tenía.

—Dice que los contraembrujos no deberían llamarse así —contestó Hermione sin vacilar—. Dice que «contraembrujo» no es más que un nombre que la gente utiliza para denominar sus embrujos cuando quieren que parezcan más aceptables. —La profesora Umbridge arqueó las cejas y Alex se dio cuenta de que estaba impresionada, a su pesar—. Pero yo no estoy de acuerdo —añadió Hermione. Hubiera sido perfecto, si tan solo Hermione, no hubiera dicho eso.

Las cejas de la profesora Umbridge se arquearon un poco más y su mirada adquirió una frialdad evidente. — ¿No está usted de acuerdo?

—No —contestó Hermione, quien, a diferencia de la profesora, no hablaba en voz baja, sino con una voz clara y potente que ya había atraído la atención del resto de la clase—. Al señor Slinkhard no le gustan los embrujos, ¿verdad? En cambio, yo creo que pueden resultar muy útiles cuando se emplean para defenderse, pues son el reverso de un embrujo en específico.

— ¡¿Ah, ¿sí?! —exclamó la profesora Umbridge olvidando bajar la voz y enderezándose—. Pues me temo que es la opinión del señor Slinkhard, y no la suya, la que nos importa en esta clase, señorita Granger.

—Pero… —empezó a decir ella.

—Basta —la atajó la profesora Umbridge; a continuación, se dirigió a la parte delantera de la clase y se quedó de pie delante de sus alumnos; todo el garbo que había exhibido al principio de la clase había desaparecido—. Señorita Granger, voy a restarle cinco puntos a la casa de Gryffindor. —Sus palabras desencadenaron un arranque de murmullos. Céline ya se había puesto de pie, se colocó la Capa de Invisibilidad y le tapó con fuerza, la boca a su hermano, sin ser notada por Umbridge, quien miraba fijamente a Hermione. —Por perturbar el desarrollo de mi clase con interrupciones que no vienen al caso —contestó la profesora Umbridge suavemente, mientras que Céline volvía a su asiento, sin que Umbridge hubiera visto nada—. Estoy aquí para enseñaros a utilizar un método aprobado por el Ministerio que no contempla la posibilidad de animar a los alumnos a expresar sus opiniones sobre temas de los que no entienden casi nada. Es posible que vuestros anteriores profesores de esta disciplina os hayan permitido más libertades, pero dado que ninguno de ellos, tal vez con la excepción del profesor Quirrell, que al menos se limitó a abordar temas apropiados para vuestra edad, habría aprobado una supervisión del Ministerio…

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La profesora McGonagall entró en el aula con aire marcial sin dar ni la más leve muestra de saber que la profesora Umbridge estaba allí. — ¡Ya basta! —exclamó, y la clase se calló de inmediato—. Señor Finnigan, haga el favor de venir a buscar los trabajos y repártalos. Señorita Brown, coja esta caja de ratones, por favor; no seas tonta, niña, no te van a hacer nada, y dale uno a cada alumno.

—Ejem, ejem. —La profesora Umbridge utilizó la misma tosecilla ridícula con que había interrumpido a Dumbledore la primera noche del curso. La profesora McGonagall, sin embargo, la ignoró por completo. Seamus le devolvió su redacción a Alex, quien la cogió sin mirarlo y vio, con gran alivio, que le habían puesto una A.

—Muy bien, escuchadme todos con atención. Dean Thomas, si vuelves a hacerle eso a tu ratón voy a castigarte. La mayoría de vosotros ya habéis conseguido que vuestros caracoles desaparezcan, e incluso quienes les dejasteis un poco de caparazón habéis captado lo esencial del hechizo. Hoy vamos a…

—Ejem, ejem —insistió la profesora Umbridge.

— ¿Sí? —dijo la profesora McGonagall volviéndose con las cejas tan juntas que formaban una larga y severa línea.

—Estaba preguntándome, profesora, si habría recibido usted la nota en la que le detallaba la fecha y la hora de su supervi…

—Es evidente que la he recibido, porque si no ya le habría preguntado qué está haciendo en mi aula —la interrumpió la profesora McGonagall, y dicho eso le dio la espalda. Muchos estudiantes intercambiaron miradas de regocijo—. Como iba diciendo, hoy vamos a practicar el hechizo desvanecedor con ratones, lo cual resulta mucho más difícil. Bien, el hechizo desvanecedor… —Umbridge volvió a interrumpirla, pero ella habló primero. —Me gustaría saber —empezó la profesora McGonagall, conteniendo su ira y volviéndose hacia la profesora Umbridge —cómo espera hacerse una idea de mis métodos de enseñanza si no para de interrumpirme. Verá, por lo general, no tolero que la gente hable cuando estoy hablando yo. Como iba diciendo, la dificultad del hechizo desvanecedor es proporcional a la complejidad del animal que queremos hacer desaparecer. El caracol, que es un invertebrado, no supone un gran desafío; el ratón, que es un mamífero, plantea un reto mucho mayor. Por lo tanto, éste no es un hechizo que puedan realizar si están pensando en la cena. Bien, ya conocen el conjuro, veamos de qué son capaces.

Dolores Umbridge no siguió a la profesora McGonagall por el aula como había hecho con la profesora Trelawney; quizá se diese cuenta de que la profesora McGonagall no lo permitiría. Sin embargo, tomó muchas notas, sentada en un rincón, y cuando finalmente la profesora McGonagall dijo a sus alumnos que podían recoger, se levantó con semblante hosco. — ¿Cuánto tiempo hace que imparte clases en Hogwarts? —le preguntó la profesora Umbridge.

—En diciembre hará treinta y nueve años —contestó la profesora McGonagall bruscamente, y cerró su bolso con brío.

La profesora Umbridge anotó algo una vez más. —Muy bien —añadió—, recibirá el resultado de su supervisión dentro de diez días.

—Me muero de impaciencia —replicó la profesora McGonagall con desprecio, y se encaminó hacia la puerta con grandes zancadas.

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Hermione miró a sus dos amigos. —Se me ha ocurrido… —Miró con cierto nerviosismo a Alex y prosiguió—: Se me ha ocurrido que a lo mejor ha llegado el momento… de que actuemos por nuestra cuenta.

— ¿De que actuemos por nuestra cuenta? —repitió recelosamente Alex.

—Me refiero a… aprender Defensa Contra las Artes Oscuras nosotros solos —aclaró Hermione.

— ¡Anda! —exclamó Ron enfadado con ella—. ¿Pretendes hacernos trabajar aún más? ¿No te das cuenta de que Alex y yo volvemos a tener los deberes atrasados y sólo llevamos dos semanas de curso?

—Pero ¡esto es mucho más importante que los deberes! —protestó Hermione.

Alex y Ron la miraron con los ojos desorbitados.

— ¡No sabía que en el universo hubiera algo más importante que los deberes! —exclamó Ron.

—No seas tonto, claro que lo hay —replicó Hermione, y Alex percibió atemorizado que de pronto la cara de su amiga denotaba aquel tipo de fervor que la PEDDO le solía inspirar—. Se trata de prepararnos, como dijo Alex en la primera clase de Umbridge, para lo que nos espera fuera del colegio. Se trata de asegurarnos de que verdaderamente sepamos defendernos. Si no aprendemos nada durante un año…

—No podremos hacer gran cosa nosotros solos —repuso Ron con desánimo —Sí, vale, podemos buscar embrujos en la biblioteca e intentar practicarlos, supongo…

—No, si estoy de acuerdo contigo: ya hemos superado esa etapa en la que sólo podíamos aprender cosas en los libros —dijo Hermione—. Necesitamos un profesor, un profesor de verdad que nos enseñe a usar los hechizos y nos corrija si los hacemos mal.

—Si estás pensando en Lupin… —empezó a decir Alex.

—No, no, no estoy pensando en Lupin. —dijo Hermione, negando varias veces con la cabeza —Él está demasiado ocupado con la Orden, y además sólo podríamos verlo los fines de semana que fuéramos a Hogsmeade, y eso no sería suficiente.

—Entonces, ¿en quién? —preguntó Alex, mirándola con el entrecejo fruncido.

Hermione suspiró profundamente. — ¿Siguen sin entenderlo? —se lamentó—. Podrías hacerlo tú, Alex.

Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa nocturna hacía crujir los cristales de las ventanas y el fuego ardía con luz parpadeante. —Podría hacer ¿qué? —se sorprendió él.

—Podrías enseñarnos Defensa Contra las Artes Oscuras.

Alex la miró fijamente. Luego dirigió la vista hacia Ron, dispuesto a cambiar con él una de aquellas miradas de exasperación que compartían cuando Hermione les salía con algún descabellado proyecto como la PEDDO. Sin embargo, para desesperación de Alex, Ron no parecía nada exasperado, y, después de reflexionar unos instantes con el entrecejo un poco fruncido, dijo: —No es mala idea.

— ¿Qué es lo que no es mala idea? —le preguntó Alex.

—Que nos enseñes tú.

—Pero si… —Alex sonrió, convencido de que sus amigos estaban tomándole el pelo—. Pero si yo no soy profesor. Yo no puedo…

—Alex, eres el mejor de nuestro curso en Defensa Contra las Artes Oscuras —le recordó Hermione.

— ¿Yo? —dijo Alex sonriendo más abiertamente—. Eso no es verdad, tú me has superado en todos los exámenes que…

—No, Alex —aseguró Hermione cortante—. Tú me superaste en tercero, el único curso en que ambos hicimos el examen y tuvimos un profesor que sabía algo de la asignatura. Pero no estoy hablando de resultados de exámenes, Alex. ¡Piensa en todo lo que has hecho!

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Sabes qué? No estoy seguro de querer que me dé clases alguien tan estúpido —le insinuó Ron a Hermione con una sonrisita. Luego miró a Alex e, imitando a Goyle cuando se concentraba, dijo—: Vamos a ver… En primero salvaste la Piedra Filosofal de las manos de Quien-tú-sabes…

—Esa fue mi hermana —explicó Alex—, ella descubrió la piedra, la extrajo del espejo y la devolvió a Flamel.

—En segundo —lo interrumpió Ron— ella mató al basilisco y destruyó a Ryddle, además de exponerlo.

—El año pasado —continuó Ron— ella volvió a vencer a Quien-tú-sabes…

—Tom Ryddle. —dijo Alex, sonriendo —Hablemos con Céline. —El trio dorado de Gryffindor asintió y fue a buscar a la princesa pirata.

— "¿Burlarnos de Umbridge y Fudge, en sus propios rostros?" —preguntó Céline, cuando se lo preguntaron en la biblioteca. — "Estoy dentro".