Final imaginario del siglo XIX
En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.
OOOOO
Al apartarse unos metros de la orden oscura, internándose en el bosque que la rodeaba, Allen, Lenalee y Kanda voltearon en dirección a Megumi, viendo como desenfundaba su espada, haciéndola palpitar un par de veces. La hoja, que normalmente, era de color negro, albergó un universo lleno de estrellas y planetas.
Allen parpadeó atónito. Ese era el aspecto que tomaba la espada de InuYasha, cada vez que invocaba el portal de vuelta a la sede de los ladrones. Por ello, pensó de inmediato que la recuperación de ese poder, se debía a los conocimientos que adquirió por su maestro, Cross Marian.
Dibujando un círculo en el aire, la guardiana dimensional creó un portal, imaginando la aldea que Komui les había expuesto en un mapa, hace apenas unos minutos.
El primero en atravesarlo, fue Kanda, comprobando que, efectivamente, estaba en alguna parte de China. Lo supo por los inmensos bambús plantados en el sitio, junto con el apacible paso del viento nocturno. Le siguió Allen, luego Lenalee. Y al final, Megumi, cerrando el portal, justo cuando su pie izquierdo desapareció.
Caminando un poco por el lugar, se toparon con un muelle, donde se encontraba un hombre a punto de zarpar en su largo bote. Apresurada, Lenalee se acercó a él y le preguntó por la ubicación de la aldea Yuanbao. Unos segundos después, les dio una indicación a sus compañeros.
Allen y Megumi saludaron al dueño del bote asintiendo con sus cabezas y sentándose en la orilla derecha. Kanda pasó de largo, distanciándose lo más lejos posible de todos, al quedarse cerca de la punta.
Lenalee agachó la mirada con tristeza, para luego tomar asiento frente a Allen y Megumi, y explicarles el trato que había hecho. Podrían llegar sin problemas a las cercanías de la aldea, pagando solo unas monedas.
Por ello, la joven de cabello castaño, no dudó en sacar, del bolsillo interior de su nueva gabardina de ladrona, un saco que siempre tenía, lleno con monedas de oro. Le pasó 10 al hombre, quien, sorprendiendo y sonriente, zarpó de inmediato.
-¿Son válidas aquí? - Allen cuestionó en voz baja a Megumi, sentada a su lado izquierdo.
Ella se encogió de hombros, haciendo reír a Lenalee. Kanda solo abrió un momento los ojos antes de cerrarlos otra vez. Su expresión incomodó de nuevo a la hermana menor de Komui, silenciando de pronto y llamando más la atención de Megumi.
Allen, poniendo su atención en el ambiente que los rodeaba, notó que era tan tranquilo y silencioso, que cualquier sonido que escucharan, era agradable y captado fácilmente. Los animales, las hojas moviéndose en el agua, las ramas cayendo de algunos árboles.
Incluso uno que le pareció familiar a la guardiana. Insegura, miró por encima de su hombro derecho unos arbustos que rodeaban la orilla del apacible rio. Entornó los ojos. Algo en esa ubicación no le parecía ordinario. Podía jurar que escuchaba movimientos metálicos.
Similares a los de un Akuma.
Pero, si su suposición resultaba errónea, alteraría en vano a sus compañeros, quienes jamás han enfrentado a una amenaza como esa. Relajándose y volteando al interior del pequeño barco, suspiró.
Si InuYasha hubiera ido con ellos, la habría ayudado a estar más segura de sus sospechas. En eso, volteó hacia Kanda. Al darse cuenta de que su agria mirada estaba dirigida a ella, tragó saliva y se puso nerviosa.
¡De conocer sus pensamientos, seguro la mataría!
-¡Gracias por traernos! - dijo Lenalee en chino, por lo que la miró atónita unos segundos.
Ya se encontraban en el otro muelle.
Mientras bajaban, el dueño del bote le dijo algo más a la chica de cabello verde oscuro, antes de despedirse con su mano derecha y volver al otro lado del rio.
-¿Qué sucede? - preguntó Megumi, atenta a la expresión de su compañera.
-Me comentó que tuviéramos cuidado... - respondió. - ...porque la noche anterior, desapareció un niño.
Allen y Megumi intercambiaron una mirada. En eso, vieron una luz frente a ellos. Sacando una lámpara de aceite de su mochila, Kanda encendió la vela para alumbrar el camino.
Dentro del sendero de tierra, rodeados por la hierba alta y un viento más helado y más fuerte que el que los acompañó en el rio, los ladrones vislumbraron a lo lejos, varias casas de madera. Algunas, cubiertas con paja.
En la entrada de la aldea, dos señoras hablaban en voz baja, sosteniendo cada una, una antorcha en sus manos, hasta que los vieron llegar. Identificando la rosa plateada en sus ropas, una comenzó a gritarles, haciéndoles señales. Lenalee explicó que estaban ahi, para ayudarlos con los niños desaparecidos. La señora contraatacó con más gritos, confundiendo más a los ladrones.
-Quiere que nos vayamos, ¿No? - la guardiana se adelantó a la explicación de su compañera.
Ella, volteando, asintió apenada. Allen sonrió con nerviosismo y Kanda se quejó, apagando y guardando la lámpara. De pronto, un grito llamó su atención. Sin pensarlo e ignorando por completo a las señoras, se internaron en la aldea, corriendo entre sus caminos y saltando por los techos de las casas.
Megumi le pidió a Shippo que apareciera, alumbrando el sitio con sus llamas azules y asustando más a las mujeres. Apresurándose en alcanzar a los demás, encontró a un hombre, jalando con esfuerzo a un niño que no paraba de caminar hacia el norte.
Shippo lanzó más llamas. Gracias a ello, la guardiana se percató que el menor estaba hipnotizado. Algo lo llamaba desde alguna parte del bosque. ¿El trozo de inocencia? Pensó. Imposible. La inocencia no tiene voluntad propia. A menos...
Su corazón se estremeció ante el recuerdo de Mana Walker, colocándole a Allen, un trozo de inocencia, combinado con un cubo negro. Un cristal de color blanco, con la forma de una máscara fue el resultado de aquello.
-¡Megumi! - el muchacho de cabello blanco la llamó al ubicarla, transformando su brazo izquierdo para tomar al niño.
El hombre gritó por ello, pero, cuando Lenalee se acercó a él, para decirle que no iba a lastimarlo, se tranquilizó.
-¡UWAA! - como el niño no dejaba de caminar, Allen cayó bocabajo, siendo arrastrado por él en la tierra.
-¡No lo sueltes, Moyashi! - exclamó Kanda, parado en el techo de una casa.
-¡Soy Allen! - gritó con todas sus fuerzas, teniendo una vena punzante en su cabeza y recibiendo más tierra en sus ropas.
-¡Megumi! ¡¿No puedes deshacer su estado de hipnosis con uno de tus conjuros?! - preguntó Shippo, trepado en su hombro derecho.
Con sus palabras, formuló un nuevo plan en su mente. Del interior de su gabardina, sacó un trozo de papel, con un símbolo especial pintado en él. Se acercó con rapidez al chico y se lo colocó con cuidado en la frente.
-¡Allen, suéltalo! - pidió, apartándose del niño.
El aludido asintió y obedeció, devolviendo su brazo a su forma original. Lenalee se acercó a él y lo ayudó a ponerse de pie, momento que aprovechó para quitarse toda la tierra que arrastró consigo.
-¿Qué es ese papel que le pusiste? - Kanda cuestionó a Megumi, bajando del techo de la casa.
Cuando iba a responderle, sus ojos, por accidente, se toparon con los suyos, alcanzando a ver una parte de sus recuerdos.
Acostado en una cama y amarrado con varias cintas de cuero, recibía varios electrochoques por parte de unas personas vestidas con batas blancas.
Un símbolo de color negro fue pintado en su pecho. A su lado, había un chico que le sonreía con gentileza, el cual, al cabo de unos instantes, desapareció.
-¿Megumi?
Reaccionando a la voz de Shippo, la joven retrocedió un paso. Cerró los ojos y se llevó una mano a su rostro.
-¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? - Kanda la interrogó de nuevo.
Ella negó.
-Es por el pergamino. - mintió, abriendo de a poco sus ojos castaños, dirigidos al niño. - Su poder me dio un pequeño mareo, es todo.
-¿Eso significa que funciona?
-Claro. Solo hay que ser pacientes.
En eso, un fuerte golpe la hizo dar un respingo. Unos metros más adelante, el niño, aun caminando, chocó contra una "pared invisible", llamando la atención de los ladrones. De un agujero, hecho por dos árboles torcidos sin hojas, surgía una luz verde, clara y brillante.
La luz de la inocencia.
-¡Qué gran idea, Megumi! - Shippo la felicitó, ganándose un leve asentimiento de su parte.
Rodeados por el silencio, los tres se aproximaron al misterioso espacio, momento en el que la joven chasqueó sus dedos, desmayando al menor y atrapándolo en sus brazos.
Su padre, escoltado por Allen y Lenalee, corrió hacia su hijo. Al verlo, Megumi se lo entregó, viendo seriamente como lo sostenía en el suelo, lo abrazaba y lo besaba aliviado.
-Hay algo al otro lado. - dijo Kanda, obteniendo su atención. - Podría ser el lugar donde están los demás niños.
-Shippo, quédate con Lenalee y Allen.
El pequeño zorro obedeció, bajando de su hombro. Y una vez que se acercaron a la pared invisible, ambos desaparecieron como dos chispas de color verde claro. Allen suspiró aliviado, para luego escuchar con curiosidad, unas palabras del hombre que sostenía a su hijo.
-Dice que está tan agradecido con Megumi, que con gusto, le haría cualquier favor. - explicó Lenalee, sonriendo.
Allen y Shippo también sonrieron, viendo como la joven le hablaba al aldeano en su lengua nativa. Él asintió, cargando mejor a su hijo en sus brazos y volviendo a su casa.
Con el silencio creciendo entre los tres, Shippo no tardó en bostezar, para luego recostarse en la tierra. La ladrona lo tomó en sus brazos y lo recostó en su regazo, acariciando su cabeza.
-Lenalee... - Allen la llamó de pronto. - ¿Aún no te reconcilias con Kanda?
Ella negó de inmediato.
-Cada vez que intento disculparme o llegar a un acuerdo con él, termina ignorándome. - bufó con tristeza. - Creo que jamás va a perdonarme. Y si estuviera en su lugar, yo tampoco lo haría.
FFFFF
-¡Pudiste haberlo salvado! ¡Pudiste salvar a Alma!
FFFFF
-Siempre ha tenido razón. Si hubiera hablado antes con mi hermano, Alma Karma seguiría vivo.
-Pero apenas eras una niña. - replicó el joven. - Cualquiera se hubiera asustado de haber estado en tu lugar.
-¿Incluso tú?
-Yo en especial. - respondió con una mueca, haciéndola reír.
De repente, la dirección del viento cambió, tornándose feroz y tosco. Esto llamó tanto la atención de ambos, que dirigieron sus miradas, hacia las montañas.
Una silueta blanca, sin cabeza, sin brazos, con un agujero en la parte izquierda de su pecho, una brillante aureola flotando a unos metros sobre su cuello y cuyo torso estaba unido a una plataforma por varios tubos, volando varios metros sobre el suelo, era atacada por una inmensa nube negra a su alrededor.
Al verla, Lenalee se puso de pie; tirando por accidente a Shippo, y caminó unos pasos.
-¿Suman?
Fin del capítulo.
