¡AQUÍ YO!, ¿ALLÁ QUIÉN?

TODOS LOS DERECHOS DE LOS PERSONAJES Y POKÉMON SON A SU RESPECTIVO DE CREADOR…

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— ¡Sus niveles siguen bajos! — Una maquina medica media los pulsos de una persona.

— ¡Su cerebro no recibe oxígeno! — Una pantalla daba el resumen del cuerpo de una mujer tendida en una cama.

— Doctor, ella está sangrando dentro de su abdomen. — Varias personas, enfermeras, especialistas y el jefe estaban en una habitación para partos.

— No podremos detenerlo… — Todos en la sala se quedan callados. Los pitidos de alerta llenaban ese silencio.

— Manténgala tan estable como puedan… me comunicaré con el esposo. — El jefe de departamento sale de la habitación.

— Ella tuvo un trauma durante el proceso… está sangrando en su abdomen… —

— … —

— No hay nada que hacer… lo lamento. —

— … No… no… —

— Necesito su aprobación para la cesaría. —

— Eso la mataría… —

— Es probable. —

— No… no quiero hacer eso. —

— Aun así, morirá… escúcheme, necesito su aprobación. —

— Ella toma las decisiones… Yo no puedo… —

— Eso será difícil desde ahora. Pero, esta decisión es sencilla… Lo que ella quiere, usted lo sabe. —

— Es que… no puedo... —

— Al tomar esta decisión solo dos cosas cambian. Una, si se sentirá culpable por matar a su esposa. Dos, su bebé vivirá, la bebé de su esposa estará viva. —

— … … … Haga la cesaría. —

— … — Entra de nuevo a la habitación. Dejando al pobre hombre llorando.

— Cordón umbilical cortado. —

— No hay respiración. —

— Sus pulmones no abren. —

— No están maduros. —

Los doctores llevaban al bebé a una especie de cama. Intentaban darle abrirle sus pulmones.

Hasta que escuchan las alertas de la maquina donde está conectada la esposa. Está perdiendo la vida.

— ¡¿Pulso?! —

— Ninguno ¡Conductos!... ¡Despeje! —

— Nada… —

— Cargando. —

— ¡¿Como sigue el bebé?! —

— Aun no respira, debemos intubar. —

— ¡Despeje! —

¿Qué decisión hubieras tomado?

¿Dónde irías después?

¿Cómo te sentirías al perder a la persona que más amas en el mundo?

¿Por qué llorarías aun recordando?

¿Hasta cuándo te lamentarías?

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El… siguiente… paso.

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_ Hace casi 18 años. ¿? Kalos. _

— Bueno. Espero que esto te guste, mi vida. Es algo pequeño, pero estaremos cómodos. — Un hombre cargaba un bulto de mantas. A lado suyo tiene una maleta.

— … — Es un bebé recién nacido. Era el esposo quien dio permiso a la cesaría, ese bulto que tiene, esta su hija.

— Bien… — La casa se escuchaba vacía. Sin embargo, las cosas estaban tal cual como la dejaron. Habían pasado días después que su esposa falleciera y que su bebé estuviera en cuidados intensivos. El hombre se mantenía de pie, oliendo aquel aroma que le recordaba a su mujer. — … — Los ojos de este hombre no tenían brillo, su corazón está destrozado aun, quería llorar nuevamente. El funeral ya había pasado. Todos los familiares y sus amigos le brindaban su apoyo y se despedían.

— … — Baja su vista y ve la cara de su hija. Mostraba tranquilidad, no se quejaba ni nada. Solo ahí cubierta con las mantas que la mantiene caliente. Por otro lado, el padre…

— Ufff hace frío… perdóname, ahorita prendo la calefacción. — Se adentra a la sala, llevándose consigo la maleta en su mano izquierda y la bebé estando en su lado derecho. — Lo bueno que tu mamá compró con anticipación. — Dejando de lado su maleta. Ve una carriola, alimentos para bebé en un estante, pañales, biberones, platos y utensilios, de todo para un bebé. Incluso, juguetes de todo tipo, muñecas, carritos, animales. — Te tengo envidia, ni mi madre me ha comprado tantas cosas. —

— … — Movía sus manitas hacia arriba. Respiraba tranquilamente.

— Y aquí esta… — Encendía la calefacción que estaba en el comedor.

La casa tiene ocho secciones. Primeramente, está la entrada. Entrando hay una sala y atrás de ella hay un comedor. Girando a la izquierda, está la cocina. Y si girabas a la derecha, estaba los cuartos, una que pertenecía a la pareja y la otra para el bebé. Y entre el medio, está un baño. Afuera hay un pequeño patio con hermosas plantas y flores.

— Demonios… ¿Y ahora qué? — Por un momento iba pedirle ayuda a su esposa. Pero, recuerda que… — No esta… Rayos, ella sabría qué hacer. — Se sienta en el sofá de la sala. Hay fotos y retratos en un mueble, donde ella compartía con él de sus aventuras.

Mostraba cuando iban a la primaria, secundaria, preparatoria, cuando ella capturo su Pokémon más preciado, ella vestida como entrenadora y el vestido como coordinador Pokémon, ella abrazándolo cariñosamente en todo momento, unos marcos donde decían: Viajamos por Kalos, Johto, Hoenn, Galar, Unova.

Ellos estando en un crucero, ella mirando la puesta de sol, él comiendo un helado y ella besándole el cachete por marcharse de vainilla. Donde él estaba sonrojado porque ella le había roba un beso y tomando la foto. Él ganando un concurso y atrás suyo, su novia saltando de alegría.

Ellos posaban con sus amigos, familiares, hasta compañeros de viaje. Con el detalle de que siempre estaban tomados de las manos. Luego, de ahí una foto tomada por una amiga de la novia; donde ella estaba arrodillada con un anillo de oro y el chico sorprendido a no más a poder, esa foto era la preferida de su fallecida esposa.

Y las últimas fotos es donde ella estaba en una iglesia, con vestido de novia que era envidiable en aquellos tiempos, no. Lo enviable de aquellos tiempos, era que el novio había encontrado a la novia más hermosa de todos los tiempos. Siguiendo la descripción de la foto, él había tomado la iniciativa de besarla y así sorprendiendo a todos, incluida a su esposa.

Esa noche fue intensa y ya él estaba cansado. Luego fotos donde compraban las cosas para un bebé, una fiesta de nacimiento donde estaban todas las amigas de la mujer y finalmente la foto favorita de la esposa, es donde ella estaba sentada en una silla y atrás de ella, estaba su esposo, ambos tocando la panza de la embarazada. Sus rostros transmitían calma y felicidad.

Observaba cada foto que tenía delante suyo, sus ojos estaban brillosos, aún faltaban tomarse fotos… muchas más fotos donde estarían los tres. Pero, el cruel destino…

— ¡! — Empieza a llorar la cría, despertando de los pensamientos que tenía el hombre.

— ¡Dios! ¡¿Qué hago?! — Levantándose de su asiento, examina que es lo que desea aquella criatura.

— ¡! — Su voz invadía toda la sala, lloraba intensamente.

— ¡¿Tienes hambre?! ¡¿Quieres dormir?! ¡Dime que tienes! — Sacudía a su bebé buscando respuesta.

— ¡! — Obviamente no podía responder. Solo llora buscando atención.

— Mierda… mierda… mierda… — Él lloraba con su bebé.

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_ Días después. _

— Necesito que firme aquí y aquí. —

Era un cartero que llevaba un paquete mediano. El esposo firma la hoja. Él estaba extrañado, no recordaba pedir algo.

— Muchas gracias… y cuídate. — Se despedía el cartero, ya se conocían.

El esposo tiene grandes ojeras de no poder dormir a gusto. Estaba tan cansado por alimentar, cambiar y estar al cuidado de la niña.

Su hija estaba en la cuna. Durmiendo después de sus episodios.

— ¿Será que ella habrá pedido algo? — Piensa un poco su esposa había encargado algo para la cría. — No creo… ella me lo habría dicho. — Bosteza pesadamente, y se sienta en el sofá. — Como no hay nadie más que la abra… seré yo. — Respondía al cielo intentando llamar la atención de una persona. Bosteza otra vez, sus parpados pesaban demasiado, sus brazos estaban muy cansados por levantar tanto, y sus piernas pedían un descanso inmediatamente… — Lo haré… pero… después… que me… despierte. —

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— ¡! —

— ¡Aaaaah! —

Habían pasado unas cuantas horas. Él se había despertado por el grito de su bebé. Se cae del sofá golpeándose de la cabeza. Se toca la cabeza y ve que está sangrando.

— Ahorita no importa... — Apoyándose del suelo se levanta, dejando una mancha de sangre en el piso. — Papi ya llegó, hola. — Dice eso después de entrar a la habitación. Miraba como su hija pataleaba desesperadamente. — ¿Por qué lloras? ¿Es por qué te deje sola? — La cargaba y la mecía para que se calle. — Tranquila, tranquila. Papá ya está aquí. — Sus ojos realmente estaban cansados.

— ¡! — No paraba de llorar. Su padre la mecía con cuidado y mucho cariño. Pero, no cedía para nada.

— ¡Demonios, realmente no sé qué hacer! ¡Mierda! ¡Carajo! — Se quejaba con su hija, y eso no ayudaba en nada. Incluso superaba sus límites y rompía récords con sus gritos. — ¡¿Por qué no te callas de una maldita vez?! Dios… Ya para de llorar. ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? — No dejaba de merecerla, pero sin tanto cariño. — Todo es culpa mía. Ella no tenía que haber muerto. Ella sabría que hacer… Es mi culpa… Culpa… Ya… para… de llorar… — Este hombre lloraba con un sentimiento desgarrador.

Al principio sintió furia, luego ira, después arrepentimiento y finalmente lágrimas de piedad.

— Yo no puedo… ser padre… no sirvo para esto… ya no sé qué hacer. —

— ¡! —

— Y si… ¿te mando con tus tías? ¿Abuelos? ¿Extrañas a tus abuelos, ¿verdad? — Llora la bebé con cada pregunta que hacía. — Maldita sea… no sé qué deseas… en verdad… lo lamento… — La abraza pidiendo clemencia. — No lo dije en serio… así que dime… que hacer… — El llanto de la bebé había cesado. Ahora se encontraba tranquila aun con sus lágrimas en sus mejillas. — Perdón… perdón… perdón… por todo lo que dije… — Se arrepentía de sus palabras que había dicho anteriormente.

Solos en la casa, en medio de la noche. Los grillos cantando afuera, la luna llena en su punto, las nubes esparcidas en el cielo.

— Vamos a ver la tele… un rato… — La arropa con mantas para que no pase frío. Y le pone una gorrita violeta.

El hombre a pesar de todo no tenía ganas de vivir. Hace días que pensaba negativamente. ¿Qué tal llevar a su hija al otro mundo y él acompañándola en el camino? ¿Qué tal si llevar a su hija a un orfanato y él escapando de esta vida cruel? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Lo haría?

Como dijo el doctor, él tomo una decisión. Mató a su esposa, pero salvó la vida a su hija. ¿Pero qué sentido tenía? Si al final tenía sufrimiento de la perdida. Ella extrañaba a la mujer de su vida… apenas conoce a esta criatura que no sirve más que para llorar.

— Me duele la cabeza… — Busca los primeros auxilios donde está cerca de la televisión. Encuentra medicamentos, vendajes e instrumentos… cortantes. — Bien… te dejaré aquí… no llores, por favor… ya regreso. — La deja en el sofá acomodada con unas almohadas. La bebé respiraba levemente, sus ojos cerrados y boca abierta.

Él se dirige tomando los vendajes y una navaja.

— ¿Eh? — Golpea algo en el suelo, y es la caja que le habrían traído antes. — Se me olvidaba… — Lo levanta y se dirige al baño con todas las cosas que traía.

Prende la luz del baño, se adentra y mirándose al espejo, checa que tiene unas grandes bolsas grises colgando en sus parpados y un leve sangrado en su cabeza. Pone las cosas en el lavabo. Donde compartía las cosas de su amada esposa. Cepillos de dientes y de cabello, jabones, cremas para rostro, piel, brazos, etc. Mayormente todo está plagado de cosas para mujer.

— … — Veía que su piel había perdido color y sus ojos no transmitían nada. De tanto llorar había perdido mucho líquido. Tarde o temprano. Caería en depresión… Toma una decisión y agarra la navaja. — Bien terminemos con esto… —

Querido mío.

¿Cómo estas, mi amor? ¿Todo bien en casa? ¿Cómo es nuestra bebé?

Es hermosa, ¿verdad? Ojalá pudiera estar ahí para cargarla. Sabes lo emocionada que estoy. Bueno… estaba.

Lo lamento mi amor, si recibiste esto. Significa que fallecí, morí, bye-bye. No te preocupes, mi vida. Las enfermedades suelen ser así. No te avisan en qué momento te iras... Te amo con todo mi ser. De verdad que lo hago.

Aún recuerdo los bellos momentos que pasamos. El amor que hacíamos. Tus bellos besos. Mirarte a la carita era una bendición. Todo eso. Lo extrañare. No podre estar ahí para ti. Pero, sé que serás un gran padre. No por nada tomaste esos cursos. No creas que no me di cuenta. Te descubrí al toque. Por un momento, pensé que me engañabas al salir esas tardes. Que lindo eres tan fiel.

Por eso, te pido que no aferres extrañándome. ¡Tenemos a una bebé! ¡Soy mamá! Todo el cariño que me dabas, tendrás que dárselo a nuestra hija. Solamente ella tiene ese privilegio de tu cuidado.

Aquí te dejo una libreta que te pueden ayudar a cuidar a una bebé, nuestra bebé. Pon en práctica lo que aprendiste en esos cursos y triunfaras. Al menos recuerdas como se llama. ¿No? Eso espero.

Desde que te conocí, no he estado más orgullosa como hoy.

Te amo, no sabes cuánto. Si pudiera escribir tantos te amo en esta carta. Se tintaría de todo negro.

Cuida a nuestra bebé por nosotros… por mi… por ti…

Posdata: Tienes prohibido casarte con otra mujer. ¿Entendido? Nadie es más linda que yo.

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— No puedo… no puedo pensar que alguien sea más hermosa que tu… — Sus ojos lloraba a mares, arrugaba con cuidado la carta, lo abrazaba con todo cariño. La letra de su mujer. Nadie podía replicarla. — Je, "El libro consejero de la espectacular y divina…" Hasta le pusiste tu nombre… Siempre fuiste así. — Recordaba todos los momentos divertidos y a pesar de estar fallecida no perdía su humor.

— ¡! — La bebé empieza a llorar nuevamente porque estaba sola. El esposo escucha en dirección a la sala. Sonríe y esta vez después de tanto tiempo. Sus ojos parecen vivos y como si esta carta le hubiera dado energías, ahora estaba más que vivo. Todos los pensamientos que tenía solo fueron pensamientos. Desde hoy y hasta en la actualidad. Seguirá cuidando, apoyando y protegiendo a su querida hija.

Tiene razón su esposa, sigue vivo por una razón. Tiene razón el doctor, sigue viva por una razón. Él tiene una razón para que siguieran vivos.

— El libro consejero de la espectacular y divina… — Se coloca los vendajes y tomando el libro escrito a mano. Saliendo del baño como un nuevo hombre. — Astrid. —

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/14/

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_Actualidad. Laboratorio. Kalos. _

— Así que no confía. ¿Eh? —

— No, por eso, es muy impactante que te haya seguido. —

Después de reírse ambos, Satoshi y Sophie. La investigadora y asistente del Profesor Sycamore le da detalles de la personalidad de Froakie. El entrenador mira fijamente al Pokémon.

— A decir verdad. También estoy sorprendido. Sí me dice que rechazó a 20 entrenadores antes que yo llegara a Kalos. No me quiero imaginar cómo se lo habrán pasado. — Menciona Ash con un poco de preocupación.

— Algunos lo regresaban porque no obedecía o simplemente se escapaba. — Después de decir eso, suelta un suspiro. — Oye, hasta intentaba liberar a los Pokémon de otros entrenadores. — Recordando quejas del porque sus Pokémon salían lastimados luego defenderlos.

— Ya veo… es un rebelde. — Mira sus signos vitales. — ¿Se pondrá bien? —

— ¿Aquí, en un laboratorio de última generación? Oye, no lo sé. — Lo mira sin tantos ánimos.

— Ya entendí, señorita sarcástica. — Sophie voltea y da un bufido. Ash saca la Pokédex de su chaleco y lo apunta al Pokémon.

— Pokémon no identificado. Se detecta una nueva ubicación, región Kalos. Actualización disponible ¿Desea actualizar a la versión más reciente? —

— Rayos, se me olvidaba que no funciona. — Lo dice muy frustrado.

— ¿Una Pokédex? Oye, solo tienes que darle actualizar. — Sophie lo mira sin tanto interés. — No es tan difícil. —

— Oh vaya, no sabía. Es una gran investigadora, Señorita Sophie. — Dice Ash con un gran sarcasmo. Le pica a la opción de aceptar. — Solo hay un pequeño detalle. ¡No funciona! — Le muestra el mensaje de error.

— Oye, niño. No sé todo. Te lo podría arreglar, pero veo que eres muy sarcástico. Se me quitaron las ganas. — Separándose de la pared e intentar caminar para regresar al laboratorio principal.

— Lo lamento, perdón ¿Sí? — Se pone al frente de ella, evitando que se retire del lugar.

— Quítate, oye. Me estorbas el camino. — Se acomoda los lentes.

— Por favor, haré cualquier cosa. — Juntaba sus manos por clemencia.

— No me interesa. — Intenta pasar en un costado sin éxito. — Nada me podría dar un niño como tu algo. —

— Haré cualquier cosa, no importa cómo, cuándo y dónde. — Tratando de cubrir el paso.

— … … … — Ella lo piensa todo tipo de ventajas y desventajas. — Esta bien. Ya que lo pides de forma humillante. Lo haré. — Tomando su Pokédex de sus manos.

— Grac- — Ash iba agradecerle, pero es interrumpido por ella.

— Diré cuándo. Oye, espero que lo cumplas. — Saliendo de la habitación donde estaba Froakie.

— "¿Será que hice bien?" — Empezándose a arrepentirse. Mira por última vez a ver al Pokémon tipo agua. — Recupérate pronto, Froakie. — Sale del mismo modo donde salió la investigadora.

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— Esto es magnífico. Es difícil de creer. —

— ¿Verdad? Todo se encuentra en perfectas condiciones, Profesor. —

— (No me sentido tan manoseado…) —

Pikachu estaba tendido en una cama. Sus patas estaban encadenadas por precaución. Y siendo acariciado por Cosette. El Profesor Sycamore revisaba con una gran lupa y con su mano derecha escribía todo tipo de anotaciones.

— Los voltios, la elasticidad, el tamaño de sus mejillas, la cola, el color de su piel. Están más que optimas. Es un Pikachu extraño, interesante. — Dice el profesor viendo su computadora datos de cada Pikachu existente.

— ¿A qué se refiere con eso? — Cosette dejaba de acariciar a Pikachu dejándole un respiro.

— Porque tiene el lujo de ser un semi legendario. — Decía sin más Sycamore, pero Cosette se encontraba más confundida. Así que explica nuevamente. — Mira, Garchomp como ves, es un Pokémon normal a simple vista. Pero, si analizamos sus estadísticas y habilidades, puede dar pelear sin cansarse tanto a un Pokémon legendario. Pikachu, cada vez que luche y descanse, se volverá más fuerte. Checa esto. — Mira los datos que Cosette no pudo analizar a fondo y los de hoy que examino. — La barra de hoy, demuestra que Pikachu es más resistente que ayer. —

— Pero, perdió contra Wobbufett que es un Pokémon normal ¿Verdad? — Cosette lo apuntaba.

— (Veo que te gusta recordar, ¿Quieres recordar uno de mis rayos?) — Pikachu sonría mafiosamente.

— Creo que no le gusto tu comentario. — Viendo como Pikachu les quería lanzar uno de sus rayos. — Eso se debe a que no saca su máximo potencial. Admito que tienen buena conexión. Pero, si no tuvieran que depender la improvisación, Pikachu hubiera reaccionado de manera rápida. — Viendo las grabaciones de la pelea con Froakie y el Equipo Rocket. — No he visto que use su habilidad aún. — Avanzaba el video. — No, nada. — Dejando de lado la computadora para ver a Pikachu.

— Entiendo. Por eso Froakie se le hacía fácil predecir los ataques y el desgaste que Pikachu enfrentó contra Steelix por tipo elemental, lo cansó. ¿Verdad? —

— Así es. Aunque no podemos hacer nada. Son su estilo de pelea. Al principio, improvisan después planean. Son bastantes impredecibles. — Comentaba el profesor para liberar a Pikachu de su prisión. — Estira tus patitas pequeño amigo. —

— (Hasta luego, raros.) — Y salía de la habitación para buscar a Ash, dejando atrás a los investigadores.

— Esto me recuerda a un cuento. — Cerraba los ojos.

— ¿Verdad? ¿Qué cuento, profesor? — Pregunta Cosette con una mirada de interés.

— Oh, solo estoy divagando. — Empieza a reírse y cuando termina, solo sonríe. — Lo encontrarás en esta bella mansión ese cuento. — Cosette lo mira fríamente. — Pero, te puedo dar un resumen ja, ja, ja. — Tose un poco y explica seguidamente. — Se llama el viaje de Gorochu. Es un Pokémon eléctrico que viaja por todo el mundo buscando retos. Principalmente tiene capítulos donde pasa por sus transformaciones.

Pichu, Pikachu, Raichu, y Gorochu. Cada vez que iba región por región, su poder subía y por ende evolucionaba. Era tan poderoso que era comparado con el mismo Arceus. No importaba donde y como, su estilo de pelea era impredecible.

En la mitad de su camino encontró un guía, le indicaba donde ir y como fortalecerse aún más. Era un gran lago donde podría curar toda enfermedad y aumentaba las estadísticas de uno. Es por eso, por lo que era tan fuerte. —

— Pero, ese un mito, un Gorochu ¿Verdad? — Impresionada por lo que decía el profesor. —

— Obviamente, pues es un cuento. La última fase de evolución de un Pichu, es el Raichu. Solo alguien con mucha imaginación decidió que existiera otra evolución. Los críticos dijeron que era una tontería, los fanáticos decidieron que era una mega evolución y otros aceptando el cuento con gusto tal como es. — Recogiendo algunas cosas para salir de aquel cuarto.

— ¿Cómo termina la historia? — Cosette también tomaba sus apuntes.

— Gorochu después de viajar tanto. Decidió descansar en un monte. Ya había derrotado a todos los tipos de Pokémon existentes. Normales, legendarios y singulares. Nunca se enfrentó con Arceus. — Abriendo la puerta para dejar pasar a Cosette.

— ¿Por qué no? — Camina y apaga los equipos. Para dar un paso afuera. Y el profesor cerrando la puerta.

— Porque sabía que ganaría. —

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_ Hace 17 años. ¿? Kalos. _

— Perdóname por tardar tanto. —

— No se preocupe, señor Hashimoto. Entendemos su situación. —

El esposo se disculpaba con un viejo mayor. Estaban afuera de una casa o simplemente de una Guardia Pokémon.

— Pagaré por todos los cuidados. — En su pecho lleva una cangurera para bebés. Su hija esta pegada a su pecho.

— Oh, descuide. Su esposa que en paz descanse, ya lo hizo por usted. — Le sonría el viejo al viudo. — Le dije que no habría problema con el cuidado. Pero, usted ya la conocía. Era demasiada terca. —

— Ja, ja, ja. No se imagina. — Sonría de un lado, su bebé movía su cabeza de un lado a otro. — Oh, perdón linda. Ya estas inquieta. — Le toca la cabeza con suavidad.

— Así que es la pequeña Astrid. Es una bebé muy linda. — Mira con todo detalle donde estaba la niña. Pensó que era una mochila que traía.

— Claro que sí, viejo. Es mi hija y la de mi esposa. — Su bebé levanta la cara, pero sin abrir sus ojos. — No quiero que crezca. — Pocas personas pasaban en la calle. Aunque nadie les prestaba atención. — Oh, cierto. ¿Y está bien ella? —

El viejo deja de admirar a la bebé, su cara muestra inquietud. — La partida de su dueña, la devastó. No ha querido comer estos días. Solo toma agua y no deja que nadie más se acerque. Han pasado meses estando aquí, que ya es rutinario. — Mira hacia la entrada del jardín.

— Entiendo… tampoco se presentó al funeral. — Recordando que ahí estaban todas las personas que al menos alguna vez compartieron un vaso de agua con su esposa. — ¿Podemos entrar? — Camina directamente al jardín.

— Le recomendaría, señor Hashimoto. Que deje a su bebé en la sala. No quiero ni pensar que es lo que hará. — Ofreciendo sus brazos para que no pase un accidente. Contra el Pokémon que ha estado casi un año en su casa.

— Tranquilo, le agradezco la advertencia. — Abría la reja donde separaba la calle y el jardín. Procedía adentrarse. — Ella solo necesita respirar. — Dejando atrás al anciano. Quien no estaba convencido del todo, llama a sus asistentes y amigos para un evitar un suceso trágico.

El césped es perfecto, los arbustos cortados limpiamente, los árboles del tamaño ideal, Pokémon que veían curioso al señor caminando, mientras más se adentraba al jardín, cada vez veía menos Pokémon, es como si un área que esta más adelante, está restringida.

Había un pequeño rio que los separaba entre las dos áreas. Los Pokémon hasta les contaba a los nuevo, quien pase el más allá de los terrenos, nunca regresaran y si hay la posibilidad de regresar, solo desearas haber muerto.

Salta épicamente del rio y llega hasta un árbol muy apartado. El lugar estaba más sombreado por las grandes hojas que lo alberga. No había nadie y, pero tampoco estaba solo. Llega hasta el árbol y ve que hay una especie de nido.

— Que raro. Estaba seguro de que estaría aquí. — Inspecciona todo el lugar. Hasta que ve un juguete. — Señor Bayazo, tanto tiempo sin vernos. — Lo toma y ve que tiene mordeduras. — Mira nada más como te dejaron. — El juguete es reconocible, pero, por la pérdida de pintura estaba descolorado.

Suspira un poco y sin tantos ánimos. Decide irse, deja al juguete donde lo agarro. Hasta que escucha unas pisadas. — Eres tú… ¿no? — No recibe ninguna respuesta, así que lentamente se voltea para no estresar al individuo. — Tranquila… no haré nada extraño… Absol. —

— (…) — Es un Pokémon siniestro, su cara mostraba un enojo y frialdad que podría rivalizar a los Pokémon legendarios. Su pelaje debía ser blanco, sin embargo, sin el cuidado adecuado su pelaje era gris y tenía manchas negras algunos lados. Llevaba tiempo si darse una ducha.

— Sé que me tarde… ¿Podrías perdonarme? — Se tocaba la mejilla, pero el Pokémon mostraba la misma cara. — Vaya que estas sucia. Necesita un baño urgente, niña. — Intentaba cortar la tensión del ambiente, Absol por su parte, se enojaba cada comentario que daba. — A Astrid, no le hubie- —

El Pokémon no tolero más y le lanzó un ataque tipo sombra. Impactando al árbol, era tan fuerte el ataque que hizo una ventisca de aire. El señor Hashimoto no cubrió su cara, pero protegía a su bebé del viento.

— ¡Oh no! ¡Llamen al líder de gimnasio! — Dice el viejo cuidador, por escuchar a lo lejos un ataque. Pensó en lo peor.

Absol no se movía para nada.

— … … … Perdón. — Observa como el Pokémon cambiaba su semblante, ya no era tanta furia, ahora lo que tiene es disconformidad. — … … … Sé que me odias por la decisión que tome. — Se acerca un poco al Pokémon con cuidado.

— (…) — Se ponía en alerta, amenazando con que lo va a atacar de nuevo.

— … También me odio… — Camina lentamente, su cara mostraba tranquilidad.

— Señor Hashimoto. ¡Por favor retroceda! — El viejo había llegado a tiempo, suspiro pesadamente, al parecer no sucedió nada trágico aún. Los asistentes llegaban con él a su lado. — Es muy peligroso. Por favor, déjenlo a nosotros, tomaremos tiempo hasta que venga el líder de gimnasio. —

Por otro lado, el padre y Absol, no les prestaban tanta atención. El Pokémon no se movía y el padre con la cangurera que, por ningún motivo, no andaba llorando. Pues la razón, tenía unas orejeras que tapaban todo sonido.

— … No me perdones y si quieres matarme… hazlo. — Para de caminar, separándolos a unos cuantos metros. Se miraba fijamente. Absol por su parte, si deseaba acabarlo. Así que, sin pensarlo mucho, prepara un ataque que podría ser devastador para alguien.

— ¡Tenemos que actuar, maestro! — Dice un asistente al anciano. Todos sacaban a su Pokémon más fuerte. — ¡Nosotros nos encargaremos! — Las Pokébolas daban libertad varios tipos de Pokémon de los más fuertes que tenían.

— Pero, antes de matarme… mira esto. — Lleva ambas manos a la cangurera. Absol entrecerraba sus ojos, sin dejar de preparar el ataque. En la entrada, personas como la Enfermera Joy, la Oficial Jenny y el Líder de Gimnasio llegaban al sitio. Los tres asentían a lo que debían hacer. Los tres corrían a la zona de peligro siendo apoyados por cada asistente suyo. Llevando primeros auxilios y Pokémon fuertes.

— Ya nació… — El señor Hashimoto enseña a la bebé al Pokémon que alguna vez le perteneció a su amada esposa.

— (…) — Se queda sorprendida. Había estado con ella desde que fue capturada, vivo con la familia y veía cada progreso del embarazo de su dueña. ¿Entonces? ¿Ya nació? ¿Cuándo había pasado? ¿Cuánto tiempo había pasado?

Por estar impactada su poder se mantenía fuera de control. Así explotando en medio del jardín. Fue tan fuerte que algunos asistentes salieron volando con sus Pokémon, el viejo de plano era un papalote. Los tres protectores de ese lugar se impresionaron por el poder. El suelo temblaba para ellos, y sus asistentes se resbalaron o tropezaron por el pequeño temblor. El líder tuvo que salvar al anciano.

El padre había protegido a su bebé del viento. Dando su espada para que no pase a mayores. La bebé lloraba, sus orejeras se habían quitado, aunque no serviría de mucho, el ruido del ataque fue tan fuerte que los vecinos más lejanos escucharon.

Una cortina de humo yacía en el lugar. El padre calmó a su hija con los consejos y el curso que había tomado. Así relajando a su hija casi al instante. Ahora se preocupaba por Absol.

— (…) — Aunque no tenía que estarlo. Es como si nunca le haya afectado eso. Le afecto más la revelación que su propio ataque. Estando en la misma posición y sus emociones estaban hecho un caos.

La ropa del padre tenía polvo y una que otra rasgadura. Aunque eso no le molestaba. Procedía a contar. — Si… nuestra hija, ya nació. — Enseñaba a su hija nuevamente. En cambio, ella, su ropa estaba intacta. — Conoce a Astrid. —

— (…) — El Pokémon siniestro, miraba con extrema atención a la bebé. Aquella niña había abierto sus ojos. Los ojos que alguna vez pensó que nunca miraría de nuevo. El color de esos ojos que habían perdido de este mundo. Esos ojos… son la de su amada dueña.

El padre viudo se acerca al Pokémon con confianza. Uno pensaría que le tomaría la cabeza, la abrazaría o simplemente saludarla de cerca.

Él se había agachado levemente, toma la mano de su hija y con ella. Toca la nariz de Absol.

Absol, temblaba mucho, estaba tan desubicada, su boca se mantenía abierta por el impacto… ella empieza a lagrimear…

— ¿Me ayudas a cuidarla? — Después de tanto tiempo… ya sentía hambre la Pokémon.

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_Actualidad. Laboratorio. Kalos. _

Pikachu encuentra a su entrenador, subiendo a su hombro derecho.

— ¿Cómo te fue? — Pregunta Ash al verlo algo espantado.

— (No me trataron como un rey.) — Sus orejas decaen. Tendrá un leve trauma.

— ¿De acuerdo? — Decide no darle tantas vueltas. Y ve salir al profesor.

— ¡Hola Satoshi! — Saluda alegremente el Profesor. Él y Cosette se acercan al entrenador. — ¿Dónde está Sophie? —

Le explica que fue a arreglar a su Pokédex, esto llamó la atención de la peli morada y comenta que ira con ella a checarlo. Dejando solos al profesor y al entrenador solo.

El Profesor Sycamore le explica los descubrimientos que hizo con Pikachu, Ash por su parte se asombraba por saber que su amigo era fuerte. Ellos tres estaban sentados en el sofá que estaba por ahí.

Además, el entrenador le explica al profesor sobre Froakie, el mencionado suspira y relata sobre que ese Pokémon es difícil de entender. Pero, que no se preocupara tanto, él se iba a recuperar tarde o temprano.

Pasa horas donde ellos platican sobre sus vidas, quien es el Equipo Rocket, de cómo el viajo por tantas regiones, o como el profesor, se convirtió en el profesor más joven de Kalos, de cómo es la liga, que necesita en el viaje que tomara, que rutas son recomendables. Y así…

— Tengo una duda. ¿Por qué no has evolucionado a Pikachu? De seguro será más fuerte de lo que ya es. — Pregunta sin más. Aunque no sabía que esto afectaría a los dos.

— (Y dale con eso.) — Se enoja por la pregunta.

— Pikachu, no desea y no quiero obligarlo. Además, se enoja cuando dicen eso. — Tratando de calmar a Pikachu, pues no dejaba de mirarlo seriamente.

— Ya veo, perdónenme. — Se disculpa inmediatamente. — ¿Sabes qué? Es mejor que se quede como Pikachu, es lindo y fuerte. — Hacia caras para intentar encontentar a Pikachu. Mueve sus brazos para aparentar sus músculos marcados.

— (No te humilles más…) — Su rostro mostraba mucha pena. El Profesor Sycamore lo tomo que perdono. Y Ash se reía por la situación.

— Satoshi, ¿Ahora que vas a hacer? — Pregunta el profesor con curiosidad. Ve una pantalla donde se graba a las personas que están afuera, policías, investigadores, presa y vecinos, curioseando que estaba pasando. Y necesitaban que el profesor declare los hechos. — Hay un pasillo secreto que puede llevar cerca de la Plaza Central. —

— Mmm… una vez que me den mi Pokédex, hablaría con Alexa y… — Lleva su mano a la barbilla pensando.

— Guau, guau. ¿Conoces a la señorita Alexa? — El profesor se asombra demasiado. — El mundo si es realmente pequeño. — Se ríe un poco. Ash le pregunta cómo es que la conoce también. — Ella es periodista importante de Kalos, siempre en búsqueda de artículos llamativos. Y pues nuestros trabajos son compatibles, yo investigo, ella escribe. —

— No sabía que ella es muy importante. — Ash queda admirado una vez más de la periodista.

— Si… aunque no sé porque no ha llamado. Esta situación que estamos es demasiado jugosa para ella. Incluso podría ayudarme en salir de este embrollo. — Refiriendo a la mansión dañada y al jardín destruida.

— Bueno, yo la conocí por Unova. Algunas cosas pasaron y acá estamos. — No entrando tanto en detalle. Deseaba no hablar mucho de esa región. — Supongo que debemos improvisar donde iremos. El líder de gimnasio de esta ciudad no está ni la líder de gimnasio de Santalune. —

— Oh vaya, que giro de los acontecimientos. — Trata de pensar en una lógica del porque no estaba. — Lo lamento, Satoshi. No tengo idea. — Niega con la cabeza. — Lo que sí sé, es que, de igual manera, no puedes entrar al gimnasio de aquí, ya que necesitas cinco medallas. —

— … —

— (…) —

— ¿Hola? —

Pikachu quien se había mantenido callado todo momento. Miraba Ash esperando su reacción. El entrenador abría su boca por lo impactado que esta.

— ¡¿QUÉÉÉÉÉ?! —

— El líder de gimnasio dijo que, para retarlo se debe tener un buen nivel. — Se tapa los oídos por el grito de Ash. — Bueno, es lo que nos dijeron los entrenadores cuando venían acá para curar a sus Pokémon. —

Pikachu se carcajeaba, no lo podía creer. Ahora hay procedimientos que deben llevar en la región.

— Entonces, ¿Qué hago? Si voy a una ciudad cualquiera, me van a pedir medallas. Es como solicitar un trabajo y te piden experiencia. — Se jalaba el cabello por lo frustrado que esta.

— Oh, ja, ja, ja. Tranquilo. No te alarmes. La líder de Gimnasio de Santalune no pide medallas. Creo que hay como dos o tres que te piden medallas. Solo me acuerdo de que el de la Ciudad Relieve, te pide una. — Calmando de la desesperación a Ash.

— … Eso está bien… Lo que no está bien… ¿Es que por que piden medallas? Donde yo vengo y he ido se puede iniciar donde sea. — El entrenador recuerda a cada líder de gimnasio derrotado.

— Mmm… veo que hay una razón. Estás en una región completamente distinta. No sé si hayas escuchado sobre la mega evolución. Tal vez, sea eso. — Ash y Pikachu prestan atención a la palabra que dijo.

— Un poco. Alexa lo mencionó una vez que llegamos. ¿Qué tiene que ver? — Pregunta el entrenador con interés.

— Tiene mucho que ver… te cuento… hace mucho, mucho tiempo… — Dando comienzo a su relato.

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_ Hace 10 años. ¿? Kalos. _

— ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo, mi niña! ¡Esa es mi hija! ¡Bravo! —

Muchas personas que están sentadas y otras que están a su lado paradas. Veían a un hombre aplaudir vivazmente, todos estaba aplaudiendo, sin embargo, el llamaba mucha la atención. ¿Y por qué esta así?... Su hija Astrid había protagonizado a una princesa de un cuento.

La pequeña ya había crecido desde entonces. Yendo así a la primaria local. Ella está cubriéndose la cara por el sonrojo que tenía, pero está feliz. Su padre estaba admirándola.

— Señor Hashimoto, contrólese… no es un- — Se detiene en seco. Pues, miró arriba del sujeto a un Pokémon Siniestro. Es Absol y le observa fríamente, sus ojos transmitían "Sigue… y nos vemos en la salida." — Quiero decir… su hija es maravillosa. — Este Absol era un blanco puro.

— Lo sé ¿Verdad? — Responde con alegría, asintiendo con felicidad.

Al principio de los años, Absol solo estaba al cuidado de Astrid. Se había encariñado demasiado con la pequeña, jugaba con ella, intentaba alimentarla con bayas, y dormía con ella. El padre intentaba acercarse al dúo. Solo para recibir un gruñido de parte de ella.

El señor Hashimoto, cuando tenía que trabajar, sabia a quién acudir. Siempre le agradecía por su tiempo y cuidado. Hasta le alimentaba de más. Y cada día cuando se despida para ir a trabajar, le acariciaba en contra de su voluntad a Absol. En su respuesta, gruñía Absol.

Al pasar de los tiempos, el padre cuidaba a su hija, estaba de vacaciones, era invierno y no había motivos para salir a un lado. Por ello, se quedaba en casa mimándola. El vio como Absol se mantenía en el patio viendo la luna y la nieve acompañándola. Cuando se levantó de su asiento para dirigirse con ella… esa noche su relación cambió de poco a poco.

Ella le había perdonado.

— ¡Bravo! — El padre no podría estar más orgulloso. Absol contagiada por la felicidad del hombre y por la actuación de la niña. Se encuentra relajada.

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_Horas más tarde. _

— ¿A dónde quieres ir, Astrid? ¿Por un helado? ¿Te compramos esa muñeca? Dime y vamos corriendo. — El padre pregunta impaciente, habían pasado horas cuando terminó el teatro. Todos los niños debían tomarse fotos, hablar con la maestra, cosas de escuela.

— (Sol…) — Sugiere el Pokémon siniestro. Ella se encuentra a su lado, acampándolos.

— Oh cierto. Tienes razón. ¿Tienes hambre, Astrid? — Consulta de nuevo, se le olvidaba que tenían que comer. Astrid se halla sentada en la nuca del padre. Aun con su vestido puesto.

— ¡Si! — Responde Astrid muy feliz. El padre le agradece a Absol por sugerir lo obvio. Absol solo mueve su cabeza a un lado.

— Conozco un lugar donde podemos comer. — Comenta el padre. — ¿Qué tal las super hamburguesas? —

— No me quiero poner tan panzona esta vez, papá. — Se ríe entre dientes.

— Oh mi bella Astrid. ¡Siempre estarás hermosa, aunque estés panzona! — Sonríe muy feliz.

— ¡Gracias, papá! Oye, por cierto, las maestras me dijeron que soy muy bonita, papi. — El padre camina tranquilamente. Absol solo escuchaba al par.

— Estarían locas si piensan que no. Por supuesto que lo eres. — Absol sonríe por la respuesta chistosa. — Vayamos antes que se haga tarde… — Reanuda ahora si enfocado en su camino.

— ¡Hashimoto! — Una voz femenina se escucha a lo lejos.

— ¿Eh? — Los dos paran en seco. Absol mira fijamente a la persona que acaba de llegar. — Señorita Mely. ¿Cómo estás? — Reconociendo a la mujer que tiene en frente. Es una amiga, la conoció cuando era coordinador. — Por favor, no me digas por mi apellido. Años conociéndonos y ¿Aun no me puedes llamar mi nombre? — Se reía un poco. — Vaya, sigues igual como siempre. —

Mely es una señora muy bella, cabellera larga y negra. En sus tiempos catalogada como una señorita caliente.

— Oh, me harás sonrojas… Aun no me acostumbro… llamarte por tu nom-bre. — Se tocaba las mejillas la mujer por lo sonrojada que esta. Astrid no entiende mucho, así que se pregunta que estaba pasando. Sin embargo, Absol, era otra historia… — C-c-como sea, m-me gustarí-a invitarlos a-a una ce-na conmigo y mi hija. — Mely cerraba sus ojos, había estado esperando todo este tiempo, no encontraba el momento adecuado. Ella había visto como estaba haciendo el ridículo, quizás hasta todos recordarían su acto que el propio teatro. Fue una de las tantas mujeres que se río con él.

— Eso estaría genial. Pero, debo consultarlo con mi hija. — Levanta su cabeza y mira a Astrid. — ¿Quieres ir? — Le pregunta con una sonrisa.

— ¡Si! — Le respondía a su papá alegremente. Ya tenía hambre desde hace rato. Absol no se lo creía. ¿Cómo una plebeya osa manchar la vida de sus dueños, de su difunta dueña, con invitarlos a su pocilga y envenenarlos con comida de dudosa calidad?

Absol y Astrid (esposa). Eran un tal para cual, por eso congeniaron fácilmente.

— Es un plan. ¿Vamos? — Le sonríe a Mely aceptando su propuesta.

— P-por aquí… — Decir que ella estaba feliz, quedaba corto. Apunta a su auto que está en el estacionamiento. Padre e hija avanzan, sin ella la vean, hace una señal de victoria. Los alcanza detrás de ellos. Esto no pasa percibido por Absol. Que está hecha furia.

Con o sin la última voluntad que le ordenaron a Absol. Ella observaría cuidadosamente de cada mujer que se le acercaba a su dueño. Avanzó igualmente con una distancia moderada.

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_Actualidad. Laboratorio. Kalos. _

— ¡Guau! Solo necesito una piedra llave y un Pikachurita. — Ash estaba asombrado por la explicación del profesor.

— (Sí mega evoluciono, seré imparable.) — También esta extasiado por saber que tiene una forma que supera sus límites.

— Relájate, Satoshi. Ni siquiera eso existe ja, ja. — Verlo tan contento lo contagio. — Aunque no podría negar eso. Por eso, ando investigando todo sobre la mega evolución. Puede haber decenas o cientos de Pokémon que puedan superar su límite. — Ash ya se imagina a sus Pokémon de Kanto mega evolucionando y peleando contra los rivales que ha tenido. Incluido Gary. — Pero, recuerda mi explicación.

Esta evolución es precisamente temporal. Una de las condiciones para llegar a ella, es que el entrenador y el Pokémon compartan un fuerte lazo. — Ash y Pikachu iban a reclamarle. — Y lo sé tienen ese lazo. Sin embargo, también tienen que estar en su última forma evolutiva. Pikachu a Raichu… ¿Entiendes a lo que digo? — Los ánimos de Ash bajaron drásticamente y el cuerpo de Pikachu se volvió piedra. — Pero, estoy seguro de que no hay una mega evolución. —

— ¿Eh? ¿A qué se refiere profesor? — Levantaba su cabeza tomándose una incógnita.

— Como sabrás, le hice estudios para determinar sus estadísticas. Con un simple paso… puedo saber esto. — Saca una piedra llave de su bolsillo. — Como lo suponía. No brilla. — Lo pone cerca de Pikachu, este se pregunta que es lo que pasa.

— ¿Debería de brillar? — El profesor le da la piedra llave a Ash.

— Por supuesto. No por nada he investigado. — Se ríe de Ash por como curioseaba la piedra. — Hasta ahorita sé que pueden mega evolucionar un Metagross, Blaziken, Altaria y por supuesto el Garchomp que vieron hace rato. — Le pide nuevamente la piedra llave a Ash. — Te diría más, pero prefiero que te lleves la sorpresa. —

— ¿Dónde la puedo conseguir? — Muy emocionado por los Pokémon que mencionó y lo que faltan por descubrir.

— No crees que si ya lo supieras en tu región. ¿Tendríamos en cada establecimiento ventas de mega piedra y llave? — Respondiéndole con una pregunta. — Apenas se hace conocido este boom. Hallar cada piedra es muy difícil. Es más fácil que encuentres un mega aro que las propias piedras. — Ya que no todos los días se vende y no sale rentable hacer porta piedras. — Solo queda lo tradicional… y ya lo sabes. —

— Oh, sí que sí. — Emocionado con una nueva tarea por la región. Pikachu aun triste porque no puede mega evolucionar. Pero, se le pasará en cualquier momento.

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_ Hace 6 años. ¿? Kalos. _

— ¡Por favor!… ¡¿Qué más quieres haga?! —

— ¡Entiende ya, Mely! No estoy buscando una relación ni nada. —

El padre discutía por teléfono mientras conducía a la escuela de su hija. Se parquea cerca de la secundaria esperando. Dejo sola a su hija por un año, por viaje de negocios. Así que estaba emocionado por recibirla. Obviamente estaba cuidada por parientes y por Absol. Y la persona con quien discutía. Era la mujer quien había invitado al padre hace tiempo. Ella empezó de manera indirecta, dejándole tiempo, haciendo jugadas y demás. Hasta que se hartó y ya fue más directa. Esto no lo tomó para nada bien el padre.

— Sabes que te he amado desde Hoenn… — Se expresa con tono de melancolía.

— Lo lamento… Pero, ya tenía a alguien. — Desde la primaria hasta su último adiós, su mujer le había robado su corazón.

— ¡Ya supérala! ¡Astrid no está aquí! — Ella siempre tuvo celos de la mujer. Al saber que se casaban. Decidió acabar con esos sentimientos, casándose con un hombre que en ningún momento amo.

Aunque uno podría decir que se separaron, divorciaron o quiere hacerse un amante. Pero, es otra realidad chistosa. Su esposo le diagnosticaron cáncer de pulmón, pues siempre fumaba como chimenea. Falleció cuando su hija cumplió cinco. Así que no le dolió tanto. Sus ojos transmitían hace tiempo, mucha soledad.

Hasta que volvió a su vida, en aquel funeral donde se presentó. Dándole apoyo a la bella mujer. Todos los días veía de gris. Su vida… se tintó de color.

Quería a su hija… pero amaba al hombre quien alguna vez odió, quiso y amó.

— Lo sé, Mely… Pero, no lloro por eso… Tengo una hija y es a ella quien le daré todo mi amor. — Escuchaba sollozar del otro lado del teléfono. — Te quiero como una amiga. Y te apoyaré siempre. Así que… perdóname enserio. — Veía que salía niños por la entrada. Nota su hija caminando hacia al carro. — Nos vemos después, y mándale mis saludos a Amelia. — Escucha como se corta la llamada.

Sintiendo pena por la mujer, pues en realidad había intentado de todo. Uno tendría que estar ciego por no notarlo. Pero, no era tiempo para lamentos. Estaba enfocado en una cosa… su hija… además que se había prometido no enamorarse de otra chica.

Ve que se acerca su hija al carro. Se prepara para recibirla y busca el regalo que le había comprado horas atrás. Pues es su cumpleaños número 12. Ya tenía un plan de como festejarlo. Llevarla a la feria, a su restaurante favorito y al parque.

— … — Astrid abre la puerta de la puerta. Su hija ha cambiado estos cuatro años. Era toda una señorita. Su rostro fino, cuerpo delgado, cabello rubio y sus ojos del mismo color de siempre, violetas. Era casi idéntica como su esposa en su juventud.

— Hola, mi vida. ¿Cómo has estado? ¡Papi ya regreso! — Recibe a su hija con alegría. — ¡Espero que te guste, hija! ¡Feliz cumpleaños! — Dándole una caja a su pequeña Astrid. Ella abría poco a poco la caja.

Sin embargo. Fue ahí donde los problemas con su hija empezarían.

— Papá… ¿En enserio? — Sacaba de la caja un listón violeta. — Mis amigas les regalaron mejores cosas. ¿Y a mí me das esta cosa? — Astrid mira al hombre con tanta decepción.

— Pero… pero… — En qué momento hizo mal. Siempre le regalaba un listón en su cumpleaños. — Bueno, quizás ya deba cambiar de regalo… Escucha esto. — Sin dejarse desanimar por el comentario de su hija. Le da su idea del día. — ¿Qué te parece? ¿Quieres subirte al carrusel? Se me antojan una carnita y descansar en una banca del parque. — Esperanzado de que no lo había arruinado.

— Papá, ¿Qué demonios estás hablando? — Responde con frialdad a su padre. — ¿Despeinarme por subir a tales juegos para niños? No estes bromeando. Una señorita como yo, no debe engordar, ya viste esas calorías, repugnante. Y no soy una anciana para admirar las palomas de un parque pordiosero. — Todo esto lo decía mientras se sentaba y se abrochaba el cinturón.

El hombre se quedaba en estado de shock, ¿Realmente cambió en un año? ¿Solo un año bastó para que ella cambiara? Había recibido quejas de sus parientes que ella no era la misma. Pero, decía que era la adolescencia y además que le recordaba a su Astrid en su juventud.

Sin embargo, esta joven Astrid, no era para nada comparable como su esposa. Todo lo que dice para ser cierto. Como si su aire fuera hostilidad todo el momento. Su amada al menos se disculpaba después de cada situación.

Si, seguro que ella también lo haría.

— ¿Podemos avanzar o te quedarás como un idiota? — Ya se había cansado de esperar tanto. — Puedo caminar hasta la casa también. Sé dónde está el camino. — Mirándolo con frialdad total.

— ¿Quién… te enseño… esas palabras? — Es lo primero que pregunta.

— ¿Importan tanto? — Arquea sus cejas buscando la lógica a su pregunta. — Tenían razón mis amigas. Solo gasto mi tiempo en tonterías. —

— ¿Tonterías? — Cada vez que hablaba su hija. Se impactaba por su respuestas y comentarios.

— Papá, como arruinaste mi día apareciendo. ¿Por qué no mejor me llevas a un Spa? Ya que estas aquí, puedo aprovechar. — Saca su teléfono tecleando su celular.

— ¿Por qué un Spa? — Aun desubicado cuestiona el lugar donde quiere ir su pequeña rubia.

— ¿Sabes que es un Spa por lo menos? Ignorante tenías que ser. Viajando por todo el mundo y no te has parado tan siquiera a entrar a uno. — La niña soltaba veneno a cada palabra.

Su padre no se lo creía para nada. Debe ser un sueño. Aun seguirá volando hacia Kalos y en un momento la azafata lo despertará.

— Como sea, no importa. Mis amigas dijeron que ir a un Spa aumenta la belleza de tu piel. Así que quiero ir a uno. Esas la razón. ¿Podemos irnos? — Veía que su padre aun no cedía, la radio del automóvil estaba apagado. Por supuesto que el padre había escuchado todo.

— … — Quería decirle que no siguiera los consejos de sus amigas. Sin embargo, ninguna palabra salía de su boca. Hasta quería regañarla por decirle palabras ofensas. Pero, nada. No estaba preparado para esto. Solo se limitó a encender el coche.

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_Actualidad. Laboratorio. Kalos. _

— No responde esta cosa ¿Verdad? —

— Así es, es muy raro… Oye, ¿Sería bueno darle otro? —

Cosette y Sophie estaban en un escritorio, con algunas herramientas, para desarmar y testear la Pokédex.

— De nada sirve cambiarlo. Puede que no esté dañado el Hardware. Pero, el Software es otra historia. Y sus datos están cargados en la nube ¿Verdad? — Menciona al ver como cada archivo daba error. Hasta habían iniciado sesión en su computadora y los salía archivos corruptos.

— Oye, lo bueno que puede acceder a su identificación y escanear unos cuantos Pokémon en su última visita de la región Unova. — Dando el visto bueno a esta situación.

— Lo malo, es que no puede acceder a su cuenta bancaria, escanear los Pokémon de esta región, tampoco puede usar el mapa, las aplicaciones como Facebook, Instagram, hasta el YouTube. No puede ser verdad. — Dando el visto malo, y eran tantas desventajas a esta situación.

— ¿Y hacemos? No se lo puedo dar así. Me dijo que me haría un favor… — La chica de lentes, sin saber que lo que dijo despertó una curiosidad a su compañera.

— ¿Un favor? — Se acerca al rostro de su amiga. — Sophie… ¿Algo qué me quieras decir? Me lo dirás ¿Verdad? — Invadiendo demasiado su privacidad.

— … Está bien… está bien… Oye, solo aléjate… — Se avergüenza y su rostro estaba sonrojado. Cosette se aleja un poco. — Le dije que podía arreglarlo… — Aun no estaba convencida con su respuesta la peli morada. — … Me dijo que haría cualquier cosa… si lo arreglaba… ¿Ya? — Se sonrojaba completamente.

Cosette abre su boca por lo impresionada que esta. — Oh por Dios. Oh por Dios. — Saltaba de alegría la Investigadora Pokémon. — Sophie… ¿Aceptaste a si nada más? — No dice nada, pero su silencio confirma todo. — Oh por Dios. Oh por Dios. ¿Qué cosas les harás? ¡Y me decías que yo era la pervertida! ¿Verdad? — También ella se sonroja al pensar todas las cosas pervertidas que podría hacer su amiga.

— Oye, no es lo que crees. Ya quisieras… — Negaba ferozmente. Sin quitarle el sonrojo. — ¿Podemos dejarlo aquí? Solo le diré que no se pudo y ya. Que lo vea en su región natal. —

— No, no y no. — Le arrebataba de su mano la Pokédex que le pertenece a Ash. — Estoy dentro. — Nuevamente a escanear el programa de la Pokédex. — Quiero saber hasta dónde llegas. ¿Y si no aprovechas? Lo haré yo misma. No te molesta ¿Verdad? — Sacaba unos chips de una caja y tomaba los cables que tiene insertado a la computadora. Para introducirlo a cada punto de acceso de la Pokédex.

— ¿Qué harás? — Ve como su compañera se pone seria, ante todo. Como si su personalidad cambiara de juguetona a seriedad.

— Magia… —

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_ Hace 3 años. ¿? Kalos. _

— ¿Hija? ¿Puedo pasar? — El padre toca la puerta de la habitación de su hija. Sin embargo, no recibe respuesta. — ¿No se escapó otra vez? — Le pregunta a Absol que está a su lado.

— (Sol…) — Le niega con una cara de angustiada. Ella sabría en qué momento la pequeña Astrid se escaparía. Además, sería raro. Ellos habían escuchado desde la cocina como ella entro a su habitación.

— Muy bien. Voy a pasar, Astrid. Me taparé los ojos ¿Sí? — Abre la puerta con extremo cuidado. — No me avientes otra vez el peine. —

Los tres años que pasaron, fueron caóticos. Su hija era una rebelde total.

Hasta algunas veces tuvo que intervenir Absol en apoyo del padre. Podrían jurar que son las hormonas de una adolescente incomprendida. Absol no estaba preparada para esto… mucho menos el padre.

Aunque sea una rebelde. Ella tenía clase. Se bañaba todos días, se peinaba delicadamente, siempre estaba en clases, puntualmente llegaba a la casa, hasta mencionaba cortantemente a su padre de que iba llegar tarde. Pero, avisaba, eso dejando en claro.

— Astrid… ya hice la cena. — La luz de la habitación estaba apagada. A pesar de estar oscura podía verla debajo de las mantas, como un fantasma. Cuando camina, siente que pisó algo viscoso. — "¿Y esto?" — Es una especie de pintura morada. — Astrid… si querías pintar el cuarto, hubieras pintado un sol para tener luz ahorita, je, je. — Sacando unos de sus chistes. Dando entender que debía prender la luz para no regar pintura en todo el suelo.

— (Sol.) — Le propinaba una mirada fría… aun no aguantó tanto. Solo sonríe.

— ¿Verdad que estuvo buena? — Se golpea en el pecho orgulloso. Y vuelve a la vista de su hija que estaba debajo de las sábanas. — Astrid… vamos que se va a enfriar la comida. Que el precalentado no sabe muy bueno que digamos. — Camina un poco más, sin notar como la mochila estaba llena de pintura morada. El cesto de basura con pañuelos del mismo color. Su chaleco de la escuela pintado estaba tirado en su armario. El pobre hombre ya se le hacía raro que no respondiera. — Absol… la luz, por favor. — Sin dejar de ver a su hija que no se movía.

— (Sol.) — Con su cuerno levanta el pestillo.

— ¿Hija? — Le quita su manta…

Su hija estaba bañada de pintura morada. Su pelo hermoso estaba cortado desproporcionadamente. Tenía rasgaduras por sus brazos. Mira toda la habitación del color morado, el cual antes era tono café. Todo estaba regado de pintura.

— ¡¿HIJA?! ¡¿Que te pasó?! — Absol y el padre se alarman de inmediato. Absol busca cosas para limpiarla. El padre levantaba la cabeza de su hija, pues estaba cabizbaja. Ella lloraba amargamente. — ¡¿Quién te hizo esto?! — Busca respuestas, no todos los días veías a tu hija de ese estado.

— … — Miraba a su padre con furia.

— Llamaré a la escuela. Buscaré el responsable quien te hizo esto. Y uy… no sé lo va a esperar. — Ve que entra Absol con unas toallas. — Gracias… Créeme, Astrid. Lo voy a cazar. — Intenta quitarle la pintura que tiene encima. Absol apoyaba completamente la idea.

Sin embargo… — Es tu culpa… — Habla secamente. Y le quita la toalla de su padre. — Esto es tu culpa. — Limpiándose el cabello.

— ¿De… de qué hablas, Astrid? — Se pregunta que hizo mal. Absol niega con la cabeza, pensando que esta vez será otro episodio de su pequeña. Pero, la realidad es mucho peor.

— ¡Esto tu maldita culpa! ¡Te había dicho… que me dejaras en paz! ¡Pero, no! ¡Siempre me hostigas! ¡Siempre! ¡Me das asco! — Se quita la pintura de su pelo furiosamente.

— Hija… pero… ¿De qué hablas? Si te doy tu espacio, siempre… — Retrocede un poco, su corazón le dolía.

— ¡Siempre me avergüenzas! ¡No me dejas en paz! ¡Siempre me limitas! Y odio eso. — Se quitaba pintura de la cara. — ¡Ya deja de cuidarme! ¡Ya soy grande y me tratas como una niña! —

— Yo… ¿te avergüenzo?... querida… no digas tonterías… yo nada más te protejo… Es mi deber como padre. — Absol miraba a su dueño como en cualquier momento lloraría. Siempre era sentimental con las cosas.

— ¡Pues ojalá no lo fueras! — Rompe poco a poco su corazón. — ¿Por qué estoy en primer lugar? Ya otros tienen viajes y ni siquiera tengo mi primer Pokémon. Te preocupas tanto por mi… ya deja eso. — Ahora se quejaría de todas las cosas.

— … … No sabía que querías eso… solo no quería tuvieras problemas… — El consejo que había tomado de su difunta esposa, era que su hija debía a estudiar todo momento. Y ya podría ser independiente. ¿Acaso se equivocó?

— ¡Tú nunca sabes nada! ¡Te odio papá! ¡Te odio! No me prestas atención en ningún momento. — Toma otra toalla y procede a limpiarse otra vez. — Solo eres alguien patético. Me avergüenzas como mi padre. —

— Tu m-madre… — Se apoya con una mano en el escritorio. — no aceptaría esto… ¿Yo te… a-a-avergüenzo? — Retenía sus lágrimas con fuerza de voluntad. Sentía que se mareaba. Astrid había terminado de limpiarse el cabello y el rostro.

— ¿Mi madre? ¿Qué tiene ella? Oh si, está muerta. Así que no me preocupo tanto si me regaña. — No media sus palabras. Absol al escuchar como le insultaban a su difunta dueña. Se enoja furiosamente. ¿Quién en su sano juicio hablaría así a su padre… peor, hasta su madre muerta? — Claro que me avergüenzas. No sabes las ganas que tengo de escapar de aquí. No te necesito. ¿Por qué no te vas de viaje? Al menos, así no me estarías jodiendo la vida. No entiendo como comparto sangre con una persona tan patética.

No tienes clase, eres muy ignorante, ni siquiera te das cuenta a tu alrededor. Por favor, ¡Todos piensan que eres un idiota que no supera a su esposa muerta! Solo me produces lastima. —

Slap.

— ¿Eh? — Astrid se tocaba la mejilla. Absol abre su boca, está en un estado de shock.

— … … … — El hombre lloraba, su corazón estaba roto. Estas no eran las discusiones que tenía antes. Era fuerte… se mantenía fuerte siempre… — La… cena… esta… lista. — Se retira de la habitación. Le había propinado a su hija una bofetada. Nunca le había alzado la mano. Se habría prometido que nunca la lastimaría… pero hoy. No será como cualquier día.

Se encierra en su habitación. Absol mira a Astrid con decepción. Y sigue a la habitación que está a lado. Absol escucha a su dueño, llorar amargadamente. Además, escucha como Astrid sale de su habitación y sale de la casa. Pero, no la persigue.

El viudo lloraba como si fuese una perdida se tratará. Su corazón le dolía mucho. Esto era peor que cuando murió su esposa. No sabía que hacer… durante toda la noche estuvo llorando. La luna de compañía, Absol cuidando esta vez al padre y Astrid…

Descubrió más tarde que Amelia, la hija de Mely, fue la causante.

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_Actualidad. Laboratorio. Kalos. _

— Bien Satoshi, aquí esta. — Sophie le entrega la Pokédex al entrenador.

— ¿Y que tenía? Señorita Sophie. — Tomando la Pokédex, no veía un cambio.

— Solo necesitaba algunos ajustes, Ash. — Dice Cosette ganándole la palabra a su compañera. Se molesta un poco. Ellos tres estaban solos en una habitación.

— Oye, aun no funciona del todo. — Sigue con la explicación. Ash se encuentra confundido. ¿Lo habían arreglado o no? — No me mires así. Tenías algunas desactualizaciones. Deberías checar más seguido tu Pokédex. Se le implementaron algunas cosas para que tu Pokédex este a la última moda. — Se pone enfrente de Cosette.

— Así que no te alarmes si se mueve el dispositivo en tu bolsillo. — Cosette se adentra de un brazo de Sophie. — Lo entenderás en algunas horas. —

— Genial… Gracias chicas. — Sin entender tanto, guarda su Pokédex. — Tú me dices cuando… — Ash sonríe a Sophie. Escucha como Cosette tose un poco. — ¿Estás bien, Señorita Cosette? —

— Si estoy bien, Ash. No pasa nada. — Sin mirarlo a él. Porque ella le lanzaba una mirada picara a Sophie. — No pasa nada. —

— ¿De acuerdo?... Muy bien, entonces ya me tengo que ir. — Dice Ash tomando sus cosas.

El Profesor Sycamore y Pikachu entran a la habitación. — Satoshi, listo. El pasillo está libre. — Le menciona con tranquilidad. No por nada era una mansión, y cada mansión tiene su lado secreto. No quieren llamar más la atención de la prensa y vean a un chico salir del laboratorio o mansión.

— (Será una caminata larga, Ash.) — Comenta estando en los brazos del profesor.

— Bueno, al menos, estaremos bien. — Respondiendo a los dos. Quienes asentían. — ¿Algún momento, podré ver a Froakie de nuevo?

— Las puertas siempre estarán abiertas, mi amigo. — Le responde el profesor sin más. — Como pregunta… ¿Aceptarías a Froakie algún momento como tu Pokémon? —

— "Oye, eso sonó como propuesta de matrimonio…"— Piensa Sophie del como pregunto.

— Siempre y cuando él me acepte. ¡Entonces, claro que sí! — Le responde contento.

— "No, no creo que sea… no… ¿Verdad? "— Cosette piensa que tal vez Ash es Pokefilico.

— Eso quería escuchar… bueno sígueme. No podemos que sea más de noche. — Le señala la salida. Pikachu se sube al hombre de su entrenador.

— No entendemos del porque no te quedas a dormir otra noche aquí. — Pregunta Cosette al entrenador.

— Si, Profesor Sycamore. Ya pronto oscurecerá. — Dando una razón para que se quede.

— Si quieren hablar mañana con la Federación contra Terrorismo de Kalos del porque un chico está en medio de la investigación. ¿No creen que sería el principal sospechoso de la destrucción del laboratorio? — Ya queriendo irse. — ¿Podrán explicar eso? — Ninguna respondía. — Lo suponía. Ahora si… ¿Podemos irnos? —

— Las veré después, señoritas. Buenas noches. — Seguía al profesor detrás suyo. Las asistentes solo se despedían con su mano en alto, diciendo buenas noches. Por dentro querían despedirse apropiadamente. Pero, perdieron tanto tiempo, que ya no importa.

Pikachu estando con buenas energías, Ash con una venda en la cabeza y el profesor alumbraba un pasillo directo al centro.

— Te acompañaré para cerrar, ¿De acuerdo? — Ash asiente sin tener problemas. Caminará por un largo pasillo.

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_ Hace algunos meses. ¿? Kalos. _

— ¿Es hoy verdad, Absol? — El padre pregunta a su Pokémon que lo ha estado acompañado estos días.

— (Sol.) — Afirma a su cuestionamiento.

— Bien… … … Por favor. Cuida mucho… a mi hija. — Lo dice con un tono de voz de tristeza.

Estos últimos años, lo paso fatal. La comunicación que mantenía a raya con su hija. Estaba más que destruida.

Cuidaba a su hija, pero ya no tan presente. Le había pedido perdón después de la bofetada que le dio. Pero, su hija dijo que no le importaba tanto cuanto se disculpara. Nunca lo perdonará. Le había dejado de hablar por un tiempo. Y nada más le comunicaba más cortante y seco. O simplemente lo ignoraba.

Su hija paso por un momento de recuperación, había crecido su cabello nuevamente. El color rubio albino que siempre admiro. Era más hermosa que nunca. Se parecía a su esposa cuando viajaron por la región Galar.

Había escuchado que Astrid era famosa por internet. Así que investigo y veía que ella era otra persona.

Ella daba publicidad a sus productos favoritos, se tomaba fotos decentes pero picantes, sonría a la cámara. Leía los comentarios de todo tipo, desde perversos le idolatraban a su hija hasta haters que le insultaban hasta sus ancestros. Ella respondía que tenían envidia de su belleza.

Realmente era bonita por fuera… en cambio… su personalidad de adentro…

— (Sol.) — Negaba con la cabeza. Con tristeza compartida.

— Gracias, mi querida amiga. Entiendo que quieras quedarte conmigo. Pero, ya estoy algo viejo… 48 años y contando. — Le toca la cabeza del Pokémon. — Has desperdiciado tu poder hace más de 20 años. No puedo permitirte que te quedes conmigo. — Absol niega rotundamente a su dueño. — Al final, te encariñaste conmigo, ¿eh? Te lo había dicho… que no te me despegarías de mí. — Toca su pelaje, sus orejas, su cuerno.

— (…) — Pidiendo que reconsidere la idea. Que Dios tenga misericordia y haga cambiar de idea a su dueño.

— Tranquila. Estaré bien. Tienes que regresar al mundo… eso hubiera querido ella… sabes… — Refiriéndose a su esposa. — Así que no llores… porque voy a llorar yo. — Le quita las lágrimas que estaban por salir. — Debes cuidarla… aun es una niña… algún día aprenderá… que no todo está en su contra... — También sacando lágrimas de sus ojos. — Cuida a nuestra bebé por nosotros… por mi… por ti… — Le enseña la Pokébola que tiene siempre estuvo en su mano.

— (…) — No había visto esa Pokébola desde hace tiempo. Se sentirá extraño regresar a ese espacio oscuro…

— Tal vez… este será nuestro último adiós... Mi vieja amiga… Protégela como alguna vez protegiste a nuestra Astrid. — El padre le transmitía paz y calma.

— (No… no solo a ella…) — Con su cuerno toca el botón para adentrarse a la Pokébola. Ese hombre podría jurar que su mente le jugaba una broma… porque la entendía. Sonríe quitándose la idea, eso ya no importa… Se prepara para darle los últimos detalles a su hija que pronto iba viajar a la capital.

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_Actualidad. Laboratorio. Kalos. _

— Vaya que si es largo… — Ash decía sin ver cuando acaba el túnel.

— (Te lo dije…) — Dice Pikachu burlándose.

— Bueno, es porque son las Catacumbas de Lumiose. — Señalando cada agujero que había en el túnel. — Se usaban para la revolución que te mencioné… aquí se albergaban personas y Pokémon. Conectan muchas partes de la Capital. Pero, de profundidad, nadie lo sabe. —

— Por eso, no tiene mantenimiento... — Menciona Ash, tropezándose del camino.

— Es peligroso repararla. Solo el Líder del Gimnasio de la Capital, el Profesor de Kalos, que soy yo, el Alto Mando y la Campeona de la Región. Pueden acceder a estas catacumbas. Por eso, se mantiene en alto secreto. Aunque algunos curiosos la han encontrado. La mayoría se pierde por lo extensa que es. Y pocos dan su experiencia… diciendo que es un lugar mitológico. —

— Prácticamente no existe para el mundo. — Dice Ash, sorprendiendo a Pikachu por mucho, le había entendido la explicación del señor.

— En pocas palabras… — Dándole la razón a Ash. Siente su celular vibrar. — ¡¿Qué descubrimiento?! ¡Funciona la señal aquí! — No creía el profesor que le llegaría una llamada. — Es de Sophie. —

— Mejor conteste. / (Mejor conteste.) — Lo decían porque no respondía en la mañana y no desean que pase de nuevo.

— ¡¿Sophie?! ¡Hola! — Respondiendo a la llamada. — ¿Ya me extrañabas? En un ratito voy no te preo- — Es interrumpido de su chiste fallido.

— ¡Profesor, soy Cosette! — Grita desde el otro lado del teléfono.

— Cosette, ¡¿Qué pasa?! — Los tres se acercan para escuchar lo que estaba a punto de decir.

— Profesor, hay problemas en la Torre Prisma. Al parecer son el Equipo Rocket. No podemos distinguir que sea. — En su parte Cosette miraba en una pantalla como el Equipo Rocket con un nuevo globo se mantenían en la punta de la torre. — El líder del gimnasio no da señales de vida. —

— No sé qué estarán haciendo… pero, no podemos dejar que ellos tramen algo. — Le dice a Pikachu quien asiente al toque.

— Mira Satoshi, tu sigue derecho. Hasta el fondo te encontraras con unas escaleras. Llegarás a un callejón. Tu sabrás que hacer después. Yo iré por mi Garchomp. — Ideándole un plan.

— Me parece bien, profesor. — Aprobando su idea. — Segundo round, Pikachu. — Corre tan deprisa que deja polvo atrás.

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_ Minutos después de guardar a Absol. ¿? Kalos. _

— … —

— … —

Astrid estaba parada con unas maletas a su lado. Tiene el uniforme que leímos cuando tuvo su encuentro con Ash en el museo. Ella no mostraba ninguna expresión. Ella estaba esperando el taxi que la llevaría a la Capital.

Entraría ya al Colegio de Kalos. Donde ingresan grandes influyentes en materia. Ya sea aprendizaje o combate. Y egresan profesionales que alguna vez se envidiaron. La Campeona de Kalos, el profesor Sycamore, los Altos Mandos, algunos lideres de gimnasio, Artistas Pokémon, entrenadores expertos.

Ella logro entrar por conocimiento. No tenía practica en combate… pues no obtuvo su Pokédex desde pequeña.

Su padre yacía en una silla del comedor. Viéndola pacientemente. El sonido del reloj era lo único presente hasta que…

— Se está tardando… — Dice el padre cortando el ambiente tenso. Ella lo mira con frialdad. — Perdón… mal chiste. —

— … — Gira su cabeza hacia la entrada. Pasan segundo que podrían ser horas para ellos. Así que vuelve hablar el padre.

— Astrid… no es necesario que me hables… — Llamando la atención de su hija, que no le mostraba más que seriedad. — Pero ¿Tienes planes de volver? Ya sabes… en unos meses cumples años y … — Le da una de sus sonrisas sinceras… pero su hija ni se inmuta, no le responde. — Ya veo… — Su silencio daba una confirmación que nunca regresaría. Se mantiene fuerte. — No celebraré contigo tus 18… — Se mantiene fuerte. — Mira… quería darte esto para tu cumpleaños. Pero ¿Por qué no mejor antes? — Le enseña una piedra pequeña con un símbolo. Es una piedra llave. Se mantiene fuerte.

— … — Le interesaba la piedra, arquea su ceja. Esto lo nota el padre que aprovecha sus últimas palabras con ella.

— Esto es una piedra llave… fue difícil conseguir una. Pero, no importa. Esta piedra te ayudará en tu estatus de la escuela. — Ella le recalcaba que siempre la belleza de uno, los lujos y demás. Usaba la táctica de negociación. Se mantiene fuerte.

— … — Eso le interesaba más. Aun sin quitar el ojo de la piedra.

— Sé que no… no quisieras nada de mi… pero, por favor… A-A-Acepta este regalo. — Se mantiene fuerte. — Creo que en el cole-gio, te explicaran más… que tu ignorante padre… — Se mantiene fuerte.

— … — Tomando la piedra sin inmutarse a lo que decía su padre. No lo miraba al rostro. Le daba igual lo que decía.

— Y perdón… por no darte… tu primer Pokémon. — Sacaba de su chaleco la Pokébola donde minutos atrás guardo a su amiga siniestra. Y se la enseña. Se mantiene fuerte.

— Absol… — Finalmente un largo tiempo hablaba ella. Veía los dos artículos que su padre le daba. Cada una tomada en una de las manos.

— Si… ella es una gran compañera de viajes… una buena amiga… — Alagaba a su ExPokémon. — Serás la envidia de todo el colegio… — Juro que se mantiene fuerte.

— … — Le gustaba eso, ser la envidia de todo el colegio… de todo Kalos.

Los sonidos de un claxon se escuchaban desde afuera. Dando la señal que había llegado el transporte. Astrid guarda las cosas en sus bolsillos. Camina hacia la entrada. Tomando sus maletas para irse de casa.

— Así que este… es el a-a-adiós… — Tiene que mantenerse fuerte. No puede llorar, no ahora. No le dolía que se fuera y siguiera con su vida… le dolía que no le hablara en su despedida. — Puedo… puedo… pedirte un favor egoísta… — Astrid se detiene en seco. Ella miraba la entrada. Veía que su hija no cedería. — … … … no nada… … … "Ya lo dijo una vez, primero muerta que abrazarme…"— Sus manos temblaban, sus ojos pedían un respiro, su boca se sentía seca, las piernas débiles… su corazón roto. — Si algú-n-n día pien-sas regre-sar… — Solo falta poco y puede liberar esas lágrimas. Se mantiene fuerte. — T-t-te estaré esperando c-c-con una su-per h-h-hamburguesa… — Sonríe con un pesar.

— … — Procede a caminar hacia la salida, donde alguna vez, creció y vivió.

El taxista levantaba con cuidado las maletas de la señorita y las metía en la cajuela. Astrid se sienta en la parte de atrás. Mirando hacia la ventana donde veía parque en el cual jugaba desde pequeña. Como si un recuerdo fugaz le aparecía en mente. Arquea su ceja y olvida esa idea.

El padre habla con el taxista. Le decía que tuviera cuidado con las calles. El taxista con empatía le responde que la cuidara en todo momento. Ya que veía los ojos de ese pobre hombre. Sufrimiento y soledad. Ninguna persona viva podría mantener esa fuerza.

El coche se enciende, traza su ruta y va en camino.

— "Te la encargo Absol…" — Mira cómo se aleja el taxi. — "Desde allá arriba, también cuídala por mi amor." — Se refiere a su esposa que la vigilara desde el cielo. Podía ver el cabello rubio de su hija en la ventana. — Adiós… mi pequeña… Astrid. — Ella voltea a mirarlo a los ojos.

Desaparece el coche de su vista.

Sus piernas ya no aguantaron. Se derrumba en la calle. Era todo lo que necesitaba. Por última vez, vio esos ojos color violeta. No había nadie a su alrededor. Ni vecino ni nada. Él podía llorar libremente sin hacer que alguien sienta pena por él. Se mantuvo fuerte hasta el final. Sus gritos eran desgarradores, es como si lo estuvieran apuñalando. Su corazón… su corazón… esta… esta…

— ¿Fui un buen padre? —

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_ Hace casi 18 años. ¿? Kalos. _

¡¿Pulso?! —

Ninguno ¡Conductos!... ¡Despeje! —

Nada… —

Cargando. —

¡¿Como sigue el bebé?! —

Aun no respira, debemos intubar. —

¡Despeje! —

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— ¡! —

— … —

El llanto de una bebé llamaba la atención de la sala médica.

El silencio de una mujer llamaba la atención de la sala médica.

Cada doctor y asistente, reanimaba a la mujer.

Cada enfermera y especialista atendían a la bebé.

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El padre había tomado la decisión de salvar a su hija.

El padre regreso a casa con su hija.

El padre sintió un golpe duro de la vida.

El padre ya no se sentía solo, porque la vida le ha regalado otro ser que amar.

El padre dejo de llorar cuando vio que su hija la necesitaba.

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El siguiente paso.

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