Ahora, en vez de jalarme de la muñeca, él había tomado mi mano suavemente entrelazando nuestros dedos.
No quería admitirlo, pero la sensación era cómoda. Mi pequeña mano se sentía segura entre la suya, grande y firme. Nuestros dedos encajaban a la perfección, como si nuestras manos hubieran sido hechas para estar juntas.

Había un silencio muy pacífico entre los dos. No era incómodo en lo absoluto para mí, y por lo visto para Karamatsu tampoco. No había nada que decir por parte de ninguno, únicamente lo necesario. Sin embargo, aquel silencio no tuvo mucho tiempo de protagonismo, pues al parecer, mi acompañante sí que tenía algo que decir.

—Es aquí —habló Karamatsu.

Hubo silencio nuevamente. Sin darme cuenta de cuándo exactamente nos habíamos adentrado en un pequeño parque muy bonito. Estaba totalmente solo durante aquellas horas de la noche… Estábamos solo los dos apartados de todo y de todos. A la lejanía se veía cerca un pequeño lago. Me dio curiosidad, así que me acerqué y me senté abrazando mis rodillas. Al poco tiempo Karamatsu se sentó justo a un lado de mí, recargándose hacia atrás con sus brazos estirados sobre el césped.

Debía reconocerlo… Estar en un parque a mitad de la noche sobre el césped viendo las estrellas y tener a la lejanía una farola pública como única iluminación era acogedor. Sobre todo estando al lado de un muchacho tan agradable, sintiéndome querida y protegida.

—Es muy lindo aquí, pero, ¿por qué nos apartamos? Los demás nos perderán de vista.
—Quiero estar un tiempo a solas contigo. Ya que no vienes mucho, el tiempo contigo es oro para mí.
Las palabras de Karamatsu hicieron que me ruborizara, por lo que miré hacia otro lado para disimularlo.
—¿E-En serio?
Yes, seriously.
—Karamatsu, eso se escuchó… Eso es… Quiero decir, es muy lindo que pienses así —dije tartamudeando un poco sin dirigirle la mirada todavía—. Es algo gracioso porque pienso igual.

Karamatsu tenía su mirada puesta en el lago frente a él, pero al salir aquellas palabras de mi boca volteó hacia mí. Estaba buscando mi mirada y la encontró, pues esta vez no hice ningún intento por desviar mi vista de la suya.

—¡Mhm! En verdad pienso que te aburres de nosotros o que te irritamos demasiado, _. Mis disculpas —dijo Karamatsu de una manera entre cálida, nostálgica y triste. No estaba segura.
—¿Eh? Eso no es verdad en absoluto, Karamatsu. —Lo que yo decía era verdad.
—Hace un rato, cuando nos gritaste, te veías algo enojada. Eso me hizo sentir un poco mal, je,je. —Rascó su nuca con nerviosismo. Por lo que me dejaban ver sus mejillas, él estaba un poco apenado.
—¿Uh? ¡Ah! N-No, no estaba enojada ni nada por el estilo. S-Solo me sentí desesperada porque… —de mis labios salió una pequeña risita— estaban discutiendo de algo muy simple. Wah… —Solté un trémulo suspiro—. No debí haber actuado así… —Sujeté mi cabeza. Estaba exaltada por el hecho de que Karamatsu pensara de esa manera—. ¡Yo no soy así! ¡Y-Yo…! Yo de verdad disfruto estar contigo, con ustedes, ¡y es que…!
—Shh… —Siseó Karamatsu.

Karamatsu con una sola acción logró tranquilizarme; él y yo estábamos de lado a lado, así que no le costó mucho apegarme más hacia sí y rodearme con su brazo derecho por detrás. Estábamos en un cálido abrazo.

Hubo un silencio muy pacífico con un aura más tranquila.

—Ja, ja… No te exaltes, my dear _, sé que no fue tu intención. Fue un instinto debido a nuestras tonterías. Lo entiendo, lo entiendo.
A pesar del aura tranquila que habíamos construido juntos, tenía un sentimiento extraño en mi pecho. Cuando estaba cerca de Karamatsu me sentía diferente. Quizá el aroma de su loción me enloquecía, o la manera en que me miraba, o la forma en la que hablaba dirigiéndose a mí, sus gestos, su profunda voz, su cabello oscuro o su piel pálida y bonita. Algo había en aquel muchacho que, de una u otra forma, hacía que me tensara. De repente me di cuenta de que había dejado de tener la vieja percepción que tenía de Karamatsu o de los sextillizos en general. Quizá… me di cuenta de que ya no eran niños, y yo tampoco lo era más. Estando allí junto a él, viéndolo y oyéndolo con detenimiento me di cuenta de que, tal vez, por fin había visto a Karamatsu como hombre y no como mi pequeño amigo de la infancia.
—Karamatsu —llamé su atención. Los pensamientos y sensaciones que surgían en mí me confundían. Quise de repente huir de toda tentación.
—¿Sí?
—¿Sabes? Es muy placentero tener un tiempo a solas contigo, pero…
—Mi adorada _, ¿me dejarías beber de tu sangre? —Me hizo una pregunta que, al formularla, me tomó de entre la mandíbula y parte de mi mejilla, ladeando con delicadeza mi cabeza dejando al descubierto mi cuello. Me tomó desprevenida.
—¿Eh? ¿Q-Qué estás haciendo? —respondí riéndome de manera tímida, nerviosa. Me aparté un poco de su tacto.
Karamatsu sonrió con satisfacción.
—No te asustes —me dijo—, es solo un juego.
—Entiendo…

Estar tan cerca suyo probablemente me volvería loca. Seguir inhalando el aroma de su fragancia y escuchar su respiración tan cerca mío haría que, probablemente, empezara a desear algo más…

Pero, es que, ¡maldita sea!, ¿por qué tenía que ser tan seductor? No acababa de comprenderlo. Entre todos los hermanos, Karamatsu tenía un brillo especial que me hacía querer ir un paso mucho más allá. Su comportamiento, gestos y demás daban la sensación de que era distinto. No importaba que todos tuvieran la misma cara, pues Karamatsu sabía distinguirse perfectamente entre los sextillizos. No podía dejar de sentirme extraña con todos aquellos pensamientos y sensaciones en un lugar solitario junto a mi amigo de la infancia.

No podía evitarlo… Ya no éramos niños que jugaban a perseguirse, riendo y gritando de un lugar a otro en medio de su inocencia. Ahora éramos solo un hombre y una mujer.

Descansar en un parque el día de Halloween probablemente sería un plan que jamás se me hubiera ocurrido, sin embargo, era acogedor. La brisa fresca comenzaba a soplar y yo no pude evitar temblar ante la sensación, pues el suéter ligero que llevaba no me alcanzaba para apaciguar el frío. Fue entonces cuando pensé que quizá el traje de conejita no había sido la mejor opción.

Karamatsu sonrió de lado y se acercó a mí. Al verlo quitarse la capa de su disfraz no pude evitar sonrojarme un poco al seguir observando sus demás movimientos, pues puso la capa a mi alrededor para cubrirme la espalda y hombros del gélido clima.

—¿Así está mejor, sweetie?
—Gracias, Karamatsu —dije intentando aparentar que no me sentía avergonzada.
—Por nada —sonrió.
Yo me abracé a la capa. ¡Olía a él! Traté de cubrirme un poco más con ella. De vez en cuando había notado que mi atuendo provocaba que él se ruborizada, y podía entenderlo. Después de todo es solo un muchacho… Es normal. Probablemente de la misma manera en que yo luchaba contra mí por no pensar demasiadas cosas al estar cerca suyo, él luchaba contra sus viriles instintos. Era lo natural, o eso supuse sin más.

De manera casi inconsciente me acerqué más a él. Estábamos hombro con hombro, pero fingí no darme cuenta del roce y probablemente él hizo lo mismo.

—Jamás pensé que la noche de Halloween fuera tan cómoda de esta manera —dije mientras observaba la enorme y amarillenta luna llena.
—Tampoco yo. Es bueno darse un cambio de vez en cuando.
—¡Ja, ja! ¿Un cambio de lugar te parece bien?
—Con las pequeñas cosas se empieza.
—Bueno, sí, tienes razón.

Sonreí con pena. De manera impredecible hizo algo que en otras circunstancias jamás me había atrevido a hacer o siquiera pensar. Acercándome a él para sentir su tacto recargué mi cabeza en su hombro.
No pudo verlo, sin embargo, pude sentir sus músculos fuertes y trabajados tensándose debajo de la ropa. Sonreí con pena, otra vez. «¡¿Qué estás haciendo, _?!», me dije a mí misma entre mis pensamientos. Ni modo, no había vuelta atrás. Era quedarme ahí a ser correspondida o esperar a que Karamatsu me dijera loca o algo por el estilo mientras se apartaba de mí. Para mi sorpresa fue la primera opción. Él, con su brazo fuerte me envolvió en un abrazo tranquilizante y mágico. No pude sentirme más querida; mi corazón latía con fuerza y podía sentir el calor de mis mejillas tras escuchar también su corazón palpitar.

Nos abrazamos con fuerza, sin embargo, no pude evitar despertar mis deseos internos. Lo mismo pasaba con él y yo lo sabía.
No tuvo que pasar mucho para darme cuenta de que Karamatsu se sentía de la misma manera hacia mí. Era inevitable, como siempre.

—Tú también lo deseas, ¿cierto? —susurró a mi oído.
Oír su voz grave tan cerca de mí en aquel tono bajo hizo que se me erizara la piel. Por suerte no pudo verlo gracias a que su capa seguía cubriéndome. No obstante, seguí pensando en lo que dijo. "¿También?" No podía ser cierto… Si de verdad ambos sentíamos algo el uno por el otro muy probablemente aquello solo trajera problemas, y yo en definitiva no quería eso. Terminar con una bella amistad por unos minutos de deseo no estaba bien. Además, ¿era posible enamorarse en tan poco tiempo? En otros tiempos jamás hubiera pensado en Karamatsu como mi pareja, sin embargo…
—¿Qué es lo que deseas? —le pregunté con un hilo de voz, intentando cambiar el ritmo. No quería ser la presa acorralada.
El sonrió. Sentir su pecho temblar me dio una sensación de bienestar.
—Algo como esto… —dijo mientras deslizaba sus manos por mis hombros frotándolos.

Al principio lo hizo despacio como probando que yo no me molestara, y no lo hice. Se lo permití sin rechistar. De pronto él iba deslizando sus manos por debajo de la capa sin descubrirme, alcanzando a tocar mi piel con ternura.
El roce hizo que me sintiera bien, no podía pensar en otra cosa que no fuera su tacto, su voz, sus ojos y su perfume. Tomando algo más de confianza fue recorriendo sus manos hacia la altura de mi cintura para seguir con el juego, sin embargo, para este punto yo ya sentía que esto tomaba un giro diferente. No era que no quisiera, sin embargo, debía mantenerme al margen. Tocarnos de esta manera probablemente no estaba bien.
Estuve a punto de decirle que se detuviera, sin embargo, antes de poder hacerlo no pude evitar soltar un suave gemido. ¿Qué había sido eso? Moría de la vergüenza… Si bien era cierto que no estaba acostumbrada al contacto físico de aquella manera, no era para tanto de todas formas. Ante aquel sonido Karamatsu solo atinó a detenerse y mirarme a los ojos. Estaba muy cerca mío. Muy cerca, cerca, cerca, cerca.

—¿Estás bien, sunshine?
—S-Sí. ¿Po-Por qué no lo estaría?
—Me pareció que quizá… sentiste algo. —Sus ojos se clavaron en los míos mientras una sonrisa traviesa y seductora se dibujaba en su agraciado rostro.
—Estoy bien, Karamatsu. Estoy bien.
—¿Acaso te molesta que yo… haga esto?
Al mencionar aquellas palabras solo siguió acariciándome la espalda con delicadeza, pasando sus dedos por mi cintura y regresando de vuelta hacia arriba, una y otra vez, lentamente. Sus manos estaban frías en un principio, por lo que fue con cuidado, no obstante, había comenzado a volverse cálido. Sentir sus dedos recorrer mi dorso hizo que me estremeciera. El tan solo pensar en el atuendo que yo llevaba en ese momento solo hacía que mis mejillas se encendieran más y más.
—No, Karamatsu. No me molesta —dije en un susurro—. Sigue…
Apenas pude que ver que él sonrió. Como si estuviera esperando por mi consentimiento fue intensificando el tacto, como si estuviera necesitado, sediento de acariciar mi piel. Fue deslizando sus manos hacia abajo, acariciando mis piernas con ternura y apegándome más a él. Mi respiración comenzaba a agitarse; él, aunque pretendía estar concentrado, pudo notar también que su respiración se entrecortaba de vez en cuando. Ninguno decía nada. Yo no me negué a sus caricias. Entonces nos dimos paso un poco más allá. Nos recostamos en el césped el uno al lado del otro para estar mucho más cómodos y poder observar mejor las estrellas.

Al momento de tocar mi espalda, cintura y piernas, pude sentir que iba metiendo sus manos lentamente un poco por debajo de la ropa. Cielos… Aunque me sentía apenada y algo asustada no quería detenerlo. Fue intensificándose más y más y más…

Mientras me acariciaba yo tenía mi rostro hundido en su pecho y parte de su cuello, debajo de él. Yo no podía ver su rostro, sin embargo, me pareció imaginar que sonreía con excitación.

Mi estómago comenzó a hormiguear, mis manos y piernas a temblar un poco y mi cabeza a dar vueltas. Creí que quizá estaba enloqueciendo.

Pasó sus manos por encima de mi abdomen, muslos y caderas, y al parecer quiso tratar algo nuevo que a mí no terminó por gustarme mucho. Sus manos se posaron sobre mis pechos con dulzura, sin necesidad de ser un tacto obsceno. A pesar de ello no pude permitirlo más. Me reincorporé sobre el césped mientras que con una de mis manos aparté las suyas de mi cuerpo, sentándome con ambas de mis piernas a la manera tradicional en que se supone se debe beber el té de manera correcta. Cuando él se dio cuenta de mi reacción se dirigió a mí con desilusión, aunque sin perder ni un ápice de su amabilidad y gentileza.

—Lo siento, _. ¿Te he lastimado? Se me pasó un poco la mano. Discúlpame.
—No, Karamatsu. Discúlpame tú a mí, hice que te enternecieras y yo… no puedo corresponderte de esta manera.
—¿Qué sucede?
—Esto, tal vez, no es lo correcto… Quiero decir, ¿desde cuándo te sientes así… por mí?
—Desde que te vi frente a la puerta de mi casa, _. Desde que he visto lo hermosa que te has puesto durante todo el tiempo en que no nos vimos.
—K-Karamatsu… —Me abracé de nuevo a la capa que antes me había prestado. Me sentía extraña, todavía podía sentir el tacto de su piel recorriéndome por todas partes.
—Lamento haberte hecho sentir incómoda. Creo que declararle sus sentimientos a una mujer sin rodeos es la manera correcta de comportarse para un hombre. Quizá las chicas lo toman diferente…
—Gracias por ser sincero conmigo. —Puse una de mis manos en su hombro con cariño.
Karamatsu me dijo con voz ronca y seductora:
—¿Crees que algún día puedas llegar a sentir algo por mí, princess?
—Puede ser —dije—, porque, ahora mismo, aunque no tengo muy en claro mis sentimientos ya me siento… conmovida por ti.

Sus ojos brillaron a la luz de la luna cuan zafiros. Yo todavía no alejaba mi mano de su hombro, por lo que aquel tacto solamente me ayudó a acercarme más a él. Era tan tentador. Karamatsu por su parte volvió a posar sus manos alrededor de mi cintura para sostenerme mejor y asegurarse de no dejarme ir.

Nos abrazamos. Nos envolvimos en un fuerte abrazo, con aquel amor que recién florecía entre ambos. Sin embargo, yo lo sabía: no era el tacto que se tiene entre amigos de la infancia, no. Era más bien el tacto, la pasión y el calor que se genera entre amantes.
Hundí mi rostro en su cuello. Maldita sea… ¡qué aroma tenía! No quería despegarme de él, de sus fuertes brazos y de su pecho robusto.

Al separarnos rozamos nuestras mejillas con finura. Y no todo acabó ahí, pues estando muy cerca el uno del otro no podíamos evitar pensar en lo inevitable… Yo observaba sus labios y él los míos. Queríamos besarnos, probar el sabor del otro, conocernos el uno al otro.

Ninguno se movía.

Como mero instinto pegamos nuestras frentes y cerramos nuestros ojos, solo eso. Yo quité mis manos de sus hombros y tomé las suyas, grandes y cálidas. Karamatsu me sujetó con gentileza y dio un fugaz beso a mis nudillos.

No estando conforme con ello, juntamos nuestros rostros hasta el punto en que podíamos sentir el aliento del otro cerca, cerca, cerca. Sentí su nariz bonita y respingada rozar la mía; contuve una risita ante el tacto y seguí acariciando sus manos. Karamatsu inclinó su cabeza para rozar sus labios carnosos con los míos, y yo hice lo mismo. Sin embargo, al sentirlo tan cerca mío no pude evitar dudar de mis acciones.
Pasé una de mis manos por su hombro, su nuca y su mejilla, acariciándolo con aprecio. Y eso fue todo, pues no pude dar otro paso luego de aquello.

Nos detuvimos estando frente a frente, deseando tocar los labios ajenos. Ninguno hizo nada y eso solo provocaba que nuestros latidos se aceleraran. Estuve sosteniéndolo de la nuca, acariciando su pelo, mientras él seguía sosteniéndome tiernamente de la mano.

—Hazlo —me dijo, aun sin abrir sus ojos—. Creo que conozco tu respuesta… Es probable que prefieras a alguno de mis hermanos por encima de mí. No pasa nada, mi querida _. Puedo vivir con eso, sin embargo… no podría soportar no tenerte cerca otra vez justo como ahora.
—Karamatsu… —susurré.
—Hazlo —repitió—. Y después te prometo que viviremos como si no hubiera ocurrido.
Ante sus palabras no pude evitar que una capa de lágrimas cubriera mis ojos, que, por suerte él no pudo ver. Se supone que era noche de brujas y debía estar pasándolo genial, ¿por qué hacía esto? Sus acciones decían: "me gustas como mi futura mujer". No sabía cómo reaccionar sin romper su corazón o el mío.
Sin pensarlo mucho junté mis labios con los suyos, apenas un dulce roce. Sentirlo tan cerca solo me enloquecía… Karamatsu estuvo estático como esperando a que yo lo mime, y lo hice. Lo tomé de las mejillas y lo atraje hacia mí. Fue todo. Nos separamos. Abrí mis ojos y sonreí.
—Espero que esto esté bien para ti, Karamatsu. Es todo lo que puedo hacer… —dije mientras le devolvía la capa— por ahora.
Pude notar sus ojos de desconcierto, pero pareció entenderlo poco después. Ya podría lidiar con el frío o con los sentimientos reprimidos. El beso había sido tan dulce, suave y efímero que apenas y podía recordar la sensación de hace segundos atrás… Pero el calor de aquella acción seguía en mi corazón. Nos pusimos de pie. Con mi saco fino volví a cubrirme para no quedar muy expuesta con aquel ridículo traje que había elegido para una noche que se suponía debía ser divertida.
—No te preocupes, _. Está más que bien. —Añadió—: Por ahora.
Ante aquellas palabras no pude pensar en una mejor contestación, por lo que solo atiné a suspirar y con una sonrisa le dije:
—Tenemos que regresar, Kara. Los demás deben estar preocupados. —Yo aún seguía bastante confusa, pero traté de disimularlo lo mejor que podía con mis palabras y gestos. Estuve a punto de tomar su mano por última vez cuando pude ver que él seguía cerca mío, pero no lo hice. Apenas el roce de sus dedos con los míos. Me hice aun lado esperando a que Karamatsu me guiara.
Fine, como digas, my darlin'. —Sonrió sin problemas. Quizá el roce de labios de hace unos momentos atrás era más de lo que esperaba aquella noche.

Abandonamos el parque.

Cuando regresamos a donde anteriormente estaban dando los cien millones de yenes por el mejor traje de Halloween, así estaban los demás chicos caminando todos en grupos mientras discutían sobre algo, algunos riendo y otros molestos. Nos dirigieron la mirada y sus ojos brillaron. Se veían furiosos, especialmente con Karamatsu.