—Ya casi termina la noche. Aprovechemos cada momento, ¿sí? —les dije con mucho ánimo.
—¡Sí, _! —respondieron todos ellos con un ánimo aún mayor.
—Hagan lo que siempre hacen, yo los observaré mientras tanto y aprenderé de ustedes. —Les hice un ademán para que siguieran con lo suyo. Ellos no se preocuparon y siguieron haciendo las "maldades".
Mientras los miraba desde lejos aprendí demasiado rápido como hacer aquellas travesuras de Halloween. Estuve observando a cada uno de los sextillizos. De verdad parecía que disfrutaban de la noche, así como mi presencia también. En ese momento sentí un déjà vu de cuando era pequeña y jugaba con los chicos. Cuando corríamos todos detrás de todos mientras nuestras sonoras e infantiles risas causaban eco por las calles del vecindario; de cuando ellos me iban a buscar a mi casa y yo les gritaba desde la ventana mientras ellos trataban de convencer a mi madre de que me dejara salir a jugar con ellos. Recordé una ocasión en la que me caí, me raspé la rodilla, y todos llegaron para levantarme y decirme que estaría bien. Las imágenes de ellos jugando conmigo forzadamente a las muñecas o a la cocinita me dieron un vuelco en el corazón. Pobres muchachos, nunca dijeron que no a mis peticiones por muy poco masculinas que fueran. También recordé cuando me defendían del bullying que recibía por juntarme con ellos o por algunos otros aspectos. Osomatsu era siempre el que se iba a los puños mientras el resto me decía que ya no llorara mientras me ayudaban a tranquilizarme con dulces palabras.
Aquellos recuerdos junto con los momentos del presente hacen que me sienta especial, querida, y sobre todo feliz. Amo a los sextillizos, no sé que haría si ya no estuvieran en mi vida. Si perdiera este lazo con ellos…
Luego de perderme en mis memorias intento disimular que todo sigue bien, que la melancolía no me ha dominado. Jamás me había dado cuenta de cuan sola me sentía, de cuando sola he estado… Hasta que compartí un momento con ellos después de tanto, tanto, tanto.
Sonrío y doy unos pasos acercándome a ellos.
—¡Creo que aprendí como se hace! —me sacudo la ropa para quitar el polvo de mis glúteos debido a que estuve sentada.
—¿En serio? —preguntó Jyushimatsu—. ¿Y con que comenzarás?
—Noté que te diviertes mucho con este, así que también lo usaré...
—¿Eh? Ese es algo peligroso… Sobre todo si no tienes experiencia. —Se le veía preocupado.
—¡Ja, ja, ja! Lo peligroso es divertido, Jyushi. Me sorprende que tú lo digas.
—¡Incluso yo lo sé!
Ambos nos reímos.
—De cualquier modo, concuerdo con mi hermano. Por favor, _, hazle caso. Podría ser una desgracia si no lo manejamos bien —dijo Choromatsu mientras me tentaba el brazo con tacto fraternal.
Yo solo me encogí de hombros y sonreí. Le devolví los artefactos pirotécnicos al quinto hermano y seguí andando como si nada. Todo sintieron alivio al notar que no estaba siendo necia.
—Bien, sigamos, muchachos —dije.
—¡Oigan! ¿Nadie va a hablar sobre la falta de tiempo que tenemos y la cantidad de casas que hay por visitar? —comentó Todomatsu.
—Pues habla, bro —respondió Karamatsu.
El sexto le dirigió una mirada de reproche al segundo.
—Sí, Totty tiene razón —concordó Osomatsu—. ¡Hay que separarnos! El que traiga más dulces será el ganador.
No pude evitar preguntarme: «¿Ganador de qué?». Sin embargo, supuse que era un plan entretenido y que ya se le vendría alguna idea al ocurrente de Osomatsu.
Nos dividimos en partes. Osomatsu y Karamatsu irían a algún lugar al este, Choromatsu, Todomatsu e Ichimatsu irían al oeste, y Jyushimatsu y yo iríamos al norte. Luego de chocar las manos todos juramos que ganaríamos y nos echamos a correr.
Por lo visto Osomatsu sabia en donde estaban dando más dulces, y Choromatsu, el líder del segundo equipo no se dejaría vencer. Fueron en busca de dulces a las casas más ricas y elegantes del vecindario que visitábamos. Por otra parte, Jyushimatsu y yo nos desviamos a las casas más solitarias. Me preguntaba por qué.
—Jyushimatsu —dije con pena yendo tan solo un poquito detrás de él—, ¿a dónde vamos? No veo a mucha gente por aquí.
—¡Descuida, _! No tengas miedo, yo te cuido —sonrió.
Yo me sonrojé, sin embargo, me quedé inconforme puesto que al parecer no entendió lo que quise decir. ¡Si seguíamos así jamás conseguiríamos más dulces que el resto! Luego de un rato de seguir andando sin hablar mucho se giró a verme con una gran sonrisa y me preguntó:
—¿Te importa mucho ganar el repentino concurso que ha organizado Osomatsu-niisan?
—¿Eh? Emm. Supongo que no mucho en realidad. Osomatsu siempre ha sido muy… ¿cómo decirlo?Hiperactivo, creo. Aunque, decírtelo a ti es…
—¡Muy bien entonces! Pensaba hacer que te divirtieras y ganaras experiencia conmigo.
—¿Experiencia?
—¡Sí, con las "travesuras"!
«¿Experiencia con él en travesuras?», pensé y mi cara se puso toda roja.
—¡Hace rato ya observaste como se hace! Es posible que nadie te atrape en el acto, va a ser muy divertido —complementó sonriendo.
—Oh, c-claro… —solté un suspiro de alivio. «¡¿En qué diablos estaba pensando?! Mi mente es sucia de vez en cuando».
—Bien, ¡entonces vayamos!Mira, es probable que en esa casa de allá ni siquiera tengan dulces. Si vamos a pedir y nos dicen que no hay, ¡es el momento perfecto para hacer alguna maldad!
—De acuerdo… —dije nerviosa. No estaba acostumbrada en lo absoluto a ser una niña mala.
Él estaba muy emocionado con la idea de llevar a cabo el plan. No pude evitar ahogar una risita, ¡hacer travesuras me trae recuerdos de cuando éramos niños!
Jyushimatsu con toda la confianza del mundo me tomó de la mano y se echó a correr incitándome a hacer lo mismo. Cielos… Correr tomada de la mano de aquel muchacho era volver a vivir. No obstante, pese a haber hecho lo mismo en el pasado, esto se sentía diferente. Ahora su mano era más grande que la mía, y los sentimientos que tuve ante el tacto fueron distintos también… Justo como lo que sucedió al estar tan cerca de Karamatsu, me doy cuenta de que ya no son unos niños y yo tampoco. Ahora todo puede pasar…
Echamos a correr lejos mientras reíamos. Nuestras risas se perdían con el viento de la noche fría. ¡Ah! ¡Su tacto era tan cálido! Pude notar desde luego que Jyushimatsu no corría con toda su velocidad y me enternecí. Siempre he sido torpe en los deportes y no corro muy rápido… Es probable que él lo sepa y vaya a mi ritmo. Jyushimatsu es considerado y muy tierno.
Llegamos a unas casas en donde apenas y se ven luces encendidas. Es un rincón del vecindario en donde no hay niños y adolescentes, nadie que se sienta motivado a dar o recibir dulces. Perfecto para obtener un rechazo y devolver el "favor" con una maldad intencionada. Sentí escalofríos de tan solo pensarlo…
Cuando llegamos nos soltamos de las manos y recobramos el aire (al menos yo). Tocamos a una puerta y vociferamos "¡dulce o truco!" al unísono, sujetando la calabaza a medio llenar de dulces. Nos rechazaron, como era de esperarse. Tras recibir un portazo en la mera nariz ambos nos pusimos manos a la obra. Yo con el corazón agitado y mi acompañante tranquilo y sereno.
—Ven conmigo —me dijo Jyushimatsu tomándome de la mano otra vez.
¿Acaso era mi imaginación o a Jyushimatsu le gustaba tomarme de la mano últimamente? Quizá solo yo sentía estos nervios al estar con él. Sí, debía ser eso. ¡Siempre lo hacíamos cuando éramos pequeños y era de lo más normal! «Contrólate, _», me dije a mi misma para mis adentros.
Fuimos detrás de la casa en la cual nos rechazaron y por indicación de Jyushimatsu tomé unos rollos de papel higiénico y con su ayuda los comenzamos a arrojar por toda la casa. Se hizo un verdadero desastre. Lo único que no me hacía sentir muy mal era que los dueños de la casa no eran ancianitos, sino una pareja saliendo de sus treintas.
Aquella fue la primera víctima. Afortunadamente nadie nos vio. Salimos corriendo, de nuevo tomados de la mano, hacia la casa vecina que estaba algo retirada de la anterior.
Una vez más nos rechazaron. ¡No había dulces tampoco! Cielos.
—¿Ahora qué sigue? —pregunté agitada.
—¡La siguiente broma! —dijo sacando de su mochila un par de serpentinas en aerosol—. ¡Esto les enseñará una lección! —sonrió.
Yo tomé el frasco y lo agité varias veces. Estaba lleno.
—Bien, vayamos. —Sonreí con malicia.
Fuimos a la parte trasera de la casa y nos preparamos para hacer un desastre otra vez. Las serpentinas coloridas y húmedas pronto invadieron la casa, la barda, el techo, el alero, el jardín, el patio, todo. Nos reíamos al imaginar la cara de aquellas personas cuando lo descubrieran al día siguiente, sin embargo, no hizo falta esperar. Alguien encendió la luz y no vio.
—¡Ustedes dos, mocosos, alto ahí!
Nos echamos a correr con todas nuestras fuerzas, sin embargo, no sería fácil pues nos perseguían también. Yo me puse de los nervios y Jyushimatsu se carcajeaba.
—¡Por aquí! —dijo él.
Al girar en una curva cercana nos metimos en un arbusto grande y esponjoso. Estuvimos escondidos hasta que vimos que se fueron de paso y desistieron en nuestra búsqueda. Ambos suspiramos con alivio.
Para cuando me di cuenta, me puse súper roja. ¡Jyushimatsu estaba abrazándome! Seguro quiso protegerme al momento de arrojarnos al matojo. Poco a poquito me hice hacia atrás y nos pusimos ambos de pie.
—¡Vaya! En qué situación nos hemos metido, ¿eh? —intenté disimular la vergüenza que sentí.
—¡Ja, ja, ja! Estuvo divertido, ¿verdad, _? Apuesto a que hacía mucho que no sentías esta adrenalina.
—No te equivocas… —Estaba agitada y todavía asustada, pero ver a mi amigo tan tranquilo y alegre hizo que sus emociones me contagiaran. Me reí—. ¿Ahora qué sigue?
—Ya preguntaste eso antes, _.
—¡Oh! ¿Sí? Lo he olvidado, ja, ja.
—¡Bueno, tranquilízate! Todavía te tiemblan un poco las manos —dijo juguetonamente mientras sujetaba una de mis manos entre las suyas para apaciguar el temblor. Inesperadamente me tranquilicé estando junto a él—. ¿Lo ves?
—Gracias, Jyushimatsu…
—Ven, vamos a por la siguiente víctima.
Me tomó de la mano. Otra vez.
Caminamos así por un momento hasta que llegamos a una casa en la cual también nos rechazaron. Fue Jyushimatsu quien arrojó huevos podridos al alero de la casa. Yo pasé, sin embargo, seguí con las serpentinas y el papel. Era lo más que podía hacer.
—¿Cómo puedes estar tan quitado de la pena?, ¿eh? ¡Te vas a meter en graves problemas! —dije riendo a la vez que le arrojaba algo de serpentina del frasco en aerosol.
Jyusimatsu se cubrió con ambas de sus manos riendo y amenazó con hacer lo mismo. Yo lo incité. Al final ambos terminamos cubiertos de serpentinas húmedas y coloridas, en medio de la calle vacía bajo el cielo nocturno en aquella gélida noche. Jyushimatsu no se limitaba y yo tampoco. Mis serpentinas ya se habían acabado y sin darme cuenta ya estaba corriendo y él iba persiguiéndome mientras lo último que quedaba en el frasco se terminaba poco a poco.
Yo seguí corriendo y riéndome.
—¡Espera, _! —gritó él—. ¡Hay que volver!
Me detuve.
—De acuerdo. Por cierto, ¿no deberíamos intentar conseguir algo de dulces? Las casas de por aquí están todas vacías. No he visto ni a una sola persona caminando por aquí, mucho menos a un niño.
—Bien —Se encogió de hombros, todavía con su enorme sonrisa en el rostro. Extendió su mano para que yo la tomara y lo hice.
Caminamos con cuidado por las calles vacías, teniendo cautela de que las anteriores víctimas no nos divisaran y no hicieran algo terrible. Comenzaba a darme frío otra vez, por lo que me volví a poner mi suéter ligero sobre los hombros.
Luego de unos minutos noté que el ambiente entre Jyushimatsu y yo era distinto al de siempre, pues cuando menos me di cuenta la forma en que sujetaba mi mano era diferente a como la había sostenido antes. Nuestros dedos estaban entrelazados. Mi nerviosismo no me permitió negarme… De hecho, la sensación de su mano envolviendo completamente la mía me gustaba.
Solo recuerdo sentir sus dedos metiéndose entre los míos, intrusamente, y yo no hice nada para evitarlo. Seguí caminando de esa manera como si no ocurriera nada. Ya casi llegábamos.
Justo cuando comenzábamos a llegar a la calle en donde nos separamos del resto de los chicos, Jyushimatsu me detuvo con un agarre firme. Yo volteé a su dirección.
—¿Qué sucede, Jyushi?
—Solo un poco más…
—¿Eh?
—Ven aquí.
Yo le hice caso y lo seguí. Nos sentamos en una banquita que estaba cerca de una farola, muy cerca de la calle.
—Emm… ¿Te duele algo? —pregunté con preocupación.
—No. ¡Para nada! —negó con la cabeza, ridículamente rápido, y sonrió de oreja a oreja—. Es solo que… tengo que decirte algo… ahora que puedo —dijo viéndome fijamente. Yo no dije nada y esperé a que terminara lo que sea que tuviera que decir—. Desde siempre estuve esperando a que volvieras. Quería volver a verte y estuve siempre ansiando el día en que pudiera sentarme a tu lado justo como ahora.
—Jyushimatsu… Yo también te he extrañado mucho. A todos —agregué. Ante la última frase sus ojos perdieron cierto brillo y se relamió los labios como si pensara en cómo podía continuar.
—Pero… mis sentimientos hacia ti son un poco diferentes ahora. Ya no ansío que solo nos veamos cuando los demás están y que solo nos tomemos de las manos. A veces he pensado en ti por las noches y, bueno, mi corazón palpitaba muy fuerte al imaginarme a mí mismo caminando junto a ti, abrazándote. Lo que quiero decir es que, mi corazón late muy fuerte cuando esto junto a ti y… esperaba que tú sintieras lo mismo.
Mi sonrojo se volvió motivo para causarme más vergüenza. No podía verme a mí misma, pero juraba que mi cara estaba toda rojísima. ¡Obviamente quería a Jyushimatsu! Pero… ¡no esperaba que se declarara de repente, al igual que su hermano! Y, dejando de lado el hecho de que me miraba demasiado el pecho, Jyushimatsu era muy lindo… Tanto que me costaba verle a los ojos porque sentía que moriría de ternura. Con todas mis fuerzas tomé aire y seguido de ello sostuve sus manos.
—Jyushimatsu, ¿tanto es así tu cariño por mí?
—Yo diría que es amor.
Ok. ¡Eso en definitiva me tomó desprevenida! Cerré los ojos un breve instante y continúe.
—Bien, mira. Lo siento, Jyushi, pero… en este momento no puedo corresponderte. No puedo decir que no te quiera también, pero… me siento confundida. Es que, hace un momento atrás… parecía como si fuéramos niños de nuevo. Y no voy a mentirte, por un instante te sentí como todo un hombre. Sin embargo, no podría haber algo entre nosotros porque ni siquiera nos hemos dado un tiempo. ¿Lo comprendes?
—Hum… Creo que no lo comprendo.
Resoplé.
—De acuerdo. La cuestión es que esto es repentino. Y yo… ahora espero que…
—Tranquila —dijo, tomándome de los brazos para hacer que me calme—. Yo no lo entiendo, pero tampoco pretendo hacer que te expliques. Te sientes así… y yo no puedo hacer nada.
—Oh, Jyushi…
—¡Solo espero que no me mires mal por esto que acabo de decir! —dijo con las mejillas rosas.
—¡P-Por supuesto que no! Seguimos siento muy amigos.
—Bien.
—Bien —dije sin más.
Sonrió como si no acabara de ser lastimado. Lo sentí mucho, pero yo tampoco podría corresponder sentimientos que creía confusos.
No dijimos nada y no nos movimos hasta un instante después cuando él hizo un gesto para ponerse de pie. En ese momento, yo me abracé a él y aspiré su aroma. Puse mi cabeza en su pecho; podía oír sus latidos, rápidos y feroces.
—Eh, _, ¿qué haces? —preguntó nervioso.
—Shh, no digas nada. Es solo un momento… mientas los demás no nos ven.
Ambos nos envolvimos en un abrazo.
Yo besé su mejilla con cariño y el no hizo nada para negarlo. Por un instante nuestros labios estuvieron a punto de tocarse, sin embargo, ninguno dio ese empujón necesario para el acto.
Por supuesto, una cosa llevó a la otra. Era probable que fuera porque mi pecho estaba tocando el suyo, o porque una de mis piernas rozaba la suya, o porque podíamos sentir prácticamente el aliento del otro, o quizá porque nuestras manos seguían unidas y acariciándose, pero…
Pero…
¡¿La entrepierna de Jyushimatsu había despertado?! Jamás había visto tal cosa con mis propios ojos hasta aquel momento, y mucho menos en uno de los sextillizos. Me sonrojé a más no poder. ¡Fue inevitable!
—¡Ah! ¡Tú…! ¡Tú tienes una…! —No podía ni hablar bien. Me puse de inmediato de pie y me cubrí el rostro dando la media vuelta—. ¡Kyaa!
Enseguida se puso también de pie e hizo lo que sea que tuviera que hacer para que no se notara. Yo no vi.
—¡Ahh! ¡Lo siento mucho, _! ¡Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo sientooooo!
No pasó mucho hasta que el resto de los chicos regresaron a la hora acordada junto con nosotros, un poco más allá de la calle principal.
Yo seguía con el rostro como un tomate y Jyushimatsu intentando calmar a su amiguito. ¡¿Qué demonios?!
El resto de los hermanos nos miraban raro.
—¡Cielos! ¿Qué sucede? —preguntó Choromatsu.
—¡Degenerado! —exclamó Karamatsu—. ¡¿Acaso este tonto te hizo algo, _?!
—N-No… Para nada… —respondí.
—¡Habla, miserable! —gritó Osomatsu sujetando al quinto hermano de la barbilla con todas sus fuerzas, lleno de rabia.
—¡Déjalo, Osomatsu! —supliqué.
Vaya. ¿De verdad rogar que no se maten entre ellos iba a tener que ser tan recurrente?
—¡Tendremos que averiguarlo, _, te guste o no! —dijo Todomatsu mientras acudía a mi "ayuda" y me envolvía entre sus brazos.
—¡Tonto! —exclamó Ichimatsu mientras le daba un golpe en la cabeza el joven Todomatsu—. ¡No te aproveches solo por aparentar ser lindo e inocente!
—Auch… Ichimatsu-niisan… —fingió que iba echarse a llorar.
Bueno, solo me tocaba enfrentarme a un problemita más.
¿Qué debería decir cuando se dieran cuenta de que no conseguimos ni un solo dulce en nuestra búsqueda de casi 20 minutos?
Volteé a ver a Jyushimatsu y me sonrió. Yo también lo hice; de hecho, rompí en carcajadas.
Quizá debería darle una oportunidad...
