Disclaimer: Black Clover no me pertenece.


De las cargas*, deberes* y obligaciones* (o del exceso de ellas)

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Leo se pierde lo que sea que Nozel le ha dicho a Lord-pervertido, haciendo uso del bandejeo que Fuegoleon le ha dado. Ahora, en cambio, está mirándole a él y a su hermana menor, quien ha salido parcialmente de detrás de Leo, con esa expresión augusta y severa que le hace preguntarse, no por primera vez, cómo es que este hombre y su hermano mayor pueden ser tan amigos.

Logra entender, eso sí, el temor reverencial que le tiene Noelle. Y no por primera vez, tampoco, se siente mal por ella. ¿Cómo es que aguantó tanto tiempo así?

—Noelle, lo siento tanto— la voz cantarina de Mimosa se oye con sentida emoción cuando aparece, haciéndose espacio entre la multitud que comienza a dispersarse cuando se vuelve obvio que el espectáculo ya terminó. Se disculpa y se abraza a su prima por haberla dejado sola en los escasos minutos que le bastan a un depredador para hacer su trabajo.

Por un instante, Leo se pregunta si cosas como aquella le sucederían también cuando anda por la calle, pensando en que cumple con los requisitos de una víctima perfecta; una chica bonita a la que nadie defenderá. Se atraganta con el rugido que debe callarse.

Puede oír también las voces de su hermano mayor y de Lord Nozel, quienes hablan entre ellos de algo que debe ser serio (de seguro, cómo apagar el incendio que acaba de armar), por los tonos intermitentes entre uno y otro. Por lo que percibe, su hermano intenta quitarle un poco de hierro al asunto, mientras Nozel resuella con resignación.

Leo habría exhalado largo, de no ser porque él era el asunto.

—Leopold Vermillion— la voz severa de Nozel Silva dirigiéndose expresamente a él le hace envararse en su sitio, muy a su pesar, pues ha estado intentando todo este rato verse como un pilar para Noelle, pero falla miserablemente. Muy mejor amigo de su hermano será, pero sigue siendo cabeza de familia y Capitán de escuadrón.

—¡Sí, señor!

—Lo que acabas de hacer fue una imprudencia digna solo de un joven impulsivo de sangre caliente— empieza. Leo quiere protestar; no se arrepiente de haberse interpuesto, pero calla—. Esto no nos saldrá gratis a ninguno de nosotros y los cabeza de familia tendremos que apagar este incendio.

El pelirrojo más joven no sabe si resoplar por la analogía que usó o apretar los dientes para no responderle a un superior.

—Pero tú y tu corazón estuvieron en el lugar correcto al acudir en auxilio de mi hermana menor, y como cabeza de la familia Silva, no puedo menos que estar profundamente agradecido—, entonces Nozel hace una mueca que casi parece una sonrisa—. Tus hermanos te han educado bien.

Y con eso, se marcha, dejando a las chicas y a los hermanos en su sitio.

Espera, ¿qué? Leo parece demasiado sorprendido, tanto, que su hermano le pega una palmada contenedora en la espalda y le sonríe como si acabara de burlar a la muerte. Y un poco así se siente.

—Lo has hecho bien— le dice con esa cálida sonrisa orgullosa—. Disfruten de lo que queda de la fiesta, niños; tengo cosas que hablar con tu hermano, el malhumorado. Mañana hablaremos de esto.

Los tres adolescentes se quedan donde están, viéndole la espalda al capitán de los Leones carmesíes ir en busca del de las Águilas plateadas, quizás, para aplacarlo, quizás, para molestarlo con su nueva futura de relación de parentesco. No sabrían decir cuál es peor.

Mimosa, quien rodea protectoramente con sus brazos a su prima, le susurra algo a lo que Noelle asiente antes de desenredarse del abrazo y mirarlo con timidez.

—Veré que vuelva a casa— rompe el hielo Mimosa, adelantándose unos pasos, agarrada de la mano de la otra.

Leo asiente, pero no quita sus ojos azules del semblante cabizbajo por la mortificación de Noelle. Sus colores son pálidos, por lo que siempre ha sido fácil verla ruborizada. Desde que eran pequeños, a Noelle le cuesta trabajo ocultar el rubor que cubría su rostro por algún ejercicio fallido, algún intento terminado en desastre, la burla de alguno de sus hermanos en público, debido a los colores albinos que caracterizan a los miembros de su familia.

Ahora mismo, sin embargo, el cuadro de Noelle, con sus colores plateados y brillantes, con sus mejillas manchadas de rosa y su expresión de culpa, le dan a Leo la sensación de Deja Vù, pero distinta. Esto no ocurrió por culpa o causa de Noelle, sino que por la suya propia.

—Leo, yo…— comienza ella, en un intento por arreglar lo que ha hecho, si es que es posible. Debe estar acostumbrada a disculparse con la realeza, a pesar de ser un miembro por derecho de nacimiento.

—Noelle— le interrumpe él con un gesto solemne con la mano—, lo que acaba de suceder no fue culpa tuya. fuiste la víctima aquí y no deberías sentirte responsable por ello— entonces se acerca y le pone ambas manos cálidas y callosas en los hombros—. No permitiré que nadie vuelva a hacerte sentir culpable por ser molestada.

Ella le mira con sus ojos magenta, conmovida por palabras que seguramente jamás oyó de nadie antes. Leo odia más a los Silva con cada segundo que pasa.

—Y no me arrepiento de haber intervenido. Lamento que haya terminado así, pero si tuviera que hacerlo de nuevo, créeme que iría en tu ayuda cien veces más— resuelve tajante, con esa fuerza y lealtad de León que le hace imposible dudar de su palabra.

Ella asiente con la cabeza, una ligera sonrisa se forma en su rostro, y Leo siente algo crecer en su pecho.

—Gracias.


Si la reunión que tuvo con Fuegoleon le deja las piernas como postre de gelatina debido a los nervios y a la seriedad de su hermano, la que ambos deben tener con Lord Nozel le hiela la sangre en las venas. El cabeza de la familia Silva siempre le ha parecido una persona fría e implacable: hay que ser muy despiadado para hacer lo que hizo con Noelle (y eso incluso antes de empezar a considerarla su amiga. Ahora solo es peor).

Leo ya puede imaginar de qué irá la reunión. Le reprenderán por insinuar que un mocoso como él está comprometido para el matrimonio con su hermana menor, y deberá pagar por tal deshonra con un duelo a muerte al amanecer.

O quizás exagera.

Pero de todas formas está nervioso. Nozel suele causar ese efecto en la gente, salvo, quizás, en sus dos hermanos mayores.

Se pregunta si la inmunidad al semblante del capitán de las Águilas plateada vendrá con el hecho de compartir el cargo, pensando en los otros capitanes, quienes no parecen afectados por su mala cara, o con haber crecido juntos, porque su hermana Mereoleona, si bien no es capitán (Bueno, sí lo fue or un tiempo), tampoco parece intimidada por él. Aunque, pensándolo bien, ella jamás parece intimidada por nada ni nadie…

Las cosas no son como esperó cuando llegan a la mansión de la familia Silva. Para empezar, porque Lord Nozel no se ve con intenciones de querer retarlo a duelo, lo que es bueno.

(Aún así, tarda un poco en salir de su estupor: el peligro de muerte aun le sopla frío en la nuca).

Pero también es porque Noelle no está ahí. Y Leo no teme preguntar.

—No ha sido convocada— responde el albino.

—Eso veo, la pregunta es porqué— sabe que no debería jugar con eso, pero tampoco puede evitarlo. No se va a acobardar. No cuando ya le hizo una promesa a Noelle y a sí mismo.

—No me pareció necesario.

—Entonces debí haber entendido mal el motivo de esta reunión, mis disculpas.

—¿Qué quieres decir con eso?— esta vez fue Fuegoleon quien pregunta, a sabiendas de que probablemente no sea buena idea probar la paciencia de su amigo.

—A que yo tenía entendido que esta reunión discutiríamos el plan a seguir para 'apagar el incendio' que armé anoche, según impreso consta*— añade mirando a Nozel—, lo que involucra tanto a Noelle como a mí.

—Sí, eso es correcto.

—Pues no decidiré sobre el futuro de Noelle sin que ella esté presente— y ésa, como una sentencia inapelable, fue su última palabra.

Los dos mayores se miran con los ojos abiertos, sorprendidos por la audacia y valentía del menor.

Uno de los dos, Leo no sabe distinguir cuál, suspira.

—De acuerdo. Enviaré a alguien por ella— acepta Nozel—. Mientras, pediré que nos traigan té.

Leo se siente satisfecho por su pequeña victoria.

Cuando Noelle llega, él ya se ha terminado dos tazas de té y está a mitad de la tercera, en un intento de ignorar la mirada de Nozel por haber atrasado la reunión. No puede evitar preguntarse porqué ha tardado tanto, si la mansión no es tan grande, y por más vanidosa que sea su prima, se niega a pensar que haya estado arreglándose para venir, porque viene con una túnica casual y el cabello húmedo y suelto.

—Lamento la tardanza, hermano mayor Nozel— anuncia ella, sin excusarse con la razón de la misma. Quizás asume, piensa Leopold, que ni a su hermano, ni a los invitados les interese, pero él sí que tiene curiosidad. Cuélguenlo.

Hace una reverencia a los tres hombres de la oficina antes de colocarse junto a su par frente a sus hermanos.

—Bien— anuncia el mayor de los Silva presentes, poniendo orden nuevamente, ante la sonrisa floja de Fuegoleon a su lado—. Ahora que todos estamos aquí— acota, mirando a Leo—, podemos abordar el asunto que nos convoca.

Leopold casi quiere reír ante la elección de palabras, sintiéndose nuevamente aludido por el término 'asunto'. Noelle, a su lado, intenta no encogerse en su lugar, probablemente sintiendo algo similar.

—Creo que entiendo lo que sucedió anoche…

¿Ah, sí? Déjame dudarlo, piensa el León carmesí de menor rango.

—Sí— responde Nozel a la pregunta que se hace mentalmente, ¿Nozel lee la mente? Trestristestigres…—, pero por más que desestimemos lo-que-sea-que-diga Lord Ostrich, lo de anoche tuvo demasiados testigos… y el rumor se ha expandido de tal manera que pareciera que ustedes han estado comprometidos por un tiempo. Con nuestra bendición. Lo que no nos deja muchas opciones.

—¿Opciones?

La pregunta de Noelle suena tan sorprendida como asustada de saber la respuesta.

—Lo que ocurre, niños— empieza Fuegoleon a explicar como si fueran críos pequeños, y de haber sido en circunstancias normales, Leo se habría ofendido y protestado, pero las circunstancias no podrían haber sido más anormales…—, es que si lo desmentimos nosotros, va a parecer que la estás despreciando, y considerando lo que dijo Lord Ostrich sobre Lady Acier…

Deja la frase en el aire, pero no es necesario que la termine para saber a dónde quiere llegar. Es dolorosamente obvio.

Leo quiere bufar en protesta. No conoció en vida a Lady Acier, pero sabe lo buena y poderosa que debió haber sido si su hermana la admira a tal punto. Ve de reojo a Noelle apretar los puños en torno a la tela de su túnica.

—Y si lo desmentimos nosotros— continúa Nozel—, sería una declaración pública de tu soltería y disponibilidad para el matrimonio.

La sola idea le cae como un balde de agua en la cabeza. Curioso que sea Nozel el que se lo diga, ya que su atributo no es el del agua. De todas las cosas que se le pasaron por la cabeza en el momento de la confrontación y mientras los dos hermanos mayores exponían los hechos del caso, ésa fue la última de todas. Incluso, si Nozel no lo menciona, a Leo aún ni se le ocurre pensar en eso.

Ahora sí, Leo suelta el aire que está reteniendo sin darse cuenta, llamando la atención de los tres caballeros mágicos en la habitación.

—Si me permiten— pide la palabra con un gesto con la cabeza—; sé que después de lo que sucedió anoche no debe parecerlo, pero no soy tan imprudente como para no haberme figurado las consecuencias que tendrían mis actos y aceptarlas plenamente.

Ciertamente, eso debe haber tomado por sorpresa a todos los presentes, por la forma en que le miran entonces. Eso le envalentona para seguir. Ahora, con los ojos azules puestos en su prima:

—No estoy ansioso por casarme luego, para ser honesto, pero si eso es lo peor que podría suceder, para resguardar tu honor y el de tu madre, lo haría cien veces más— dice él con contundencia, y Noelle recuerda sus exactas palabras de la noche anterior. Su promesa tan válida ante ella como ante su hermano mayor y las cabezas de familia—. Si tú aceptas— añade. Ella se ruboriza al instante, enrojeciendo hasta la raíz del pelo. A pesar de haberla visto sonrojada una infinidad de veces desde que eran jóvenes, Leo cree que siente alguna especie de traviesa satisfacción por saber que es por causa suya, al igual que anoche. La idea, tonta, inmadura y juguetona, de saber cuántas veces y de qué formas puede hacerla enrojecer, atraviesa su imaginario y se niega a desaparecer.

Nozel carraspea para llamar nuevamente la atención perdida. Noelle le mira en el acto, ansiosa por encontrar algo que le distraiga del origen de su nerviosismo. Leo, por su parte, vuelve su postura sin perder de vista a su prima.

—Por más que disfrute de las buenas declaraciones tanto como cualquiera— hace una pausa que es sabiamente aprovechada por Fuegoleon para disimular una risa—, creo que eso es suficiente para darnos tiempo. Noelle es aún menor de edad. Podemos decir que la estás cortejando formalmente hasta que cumpla la edad suficiente para aceptar. ¿Estás bien con eso?

La pregunta va dirigida a Leo, él lo sabe, pero Nozel mira a su hermana mientras lo dice, indicándole que no se oponga al asunto.

(Siendo él nuevamente el asunto, por supuesto).

Ella asiente.

—Sí, hermano mayor Nozel.

Leo suspira con cansancio. Igual que Nozel y Fuegoleon, pero también hay alivio en su expresión. Un problema menos del cual preocuparse.

(Y Leo intuye que ese problema es Noelle).

—Es todo por hoy. Pueden rise.

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*Las obligaciones son imperativos procesales que deben cumplirse bajo coerción.

*Los deberes son imperativos procesales que están destinados a cumplirse en virtud de la correcta y adecuada realización del proceso.

*Las cargas son un imperativo procesal que, de incumplirse, no hay una compulsión a hacerlo, más que una consecuencia que sólo perjudicará al que las incumple.

*Según impreso consta o SIC, se usa para señalar algo que ha sido dicho textualmente en alguna oportunidad del proceso.