Disclaimer: Black Clover no me pertenece.


De las cosas cotidianas (y de lo sorprendentes que pueden ser)

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Cuando ambos ponen un pie fuera del despacho del cabeza de familia y oyen el clack de la puerta cerrándose a sus espaldas, sienten que pueden respirar otra vez.

No que alguno fuera a decírselo al otro.

Pero sí Leo la ve relajar los hombros, apretados por la tensión, e incluso echar la cabeza hacia atrás, como quien disfruta de la libertad. No puede evitar empatizar con ella, porque se siente exactamente igual.

(Tampoco puede evitar mirar el perfil de su mentón elevado en el aire).

—¿Y ahora qué?— pregunta, más por romper el hielo que por otra cosa, a medida que caminan.

—No lo sé: ir a casa, supongo— intenta ella, pasándose la yema de los dedos por encima de la ceja derecha, como si eso le ayudara a pensar.

—Eh…— ciertamente, el pensamiento lo pilla volando bajo. Apunta con el pulgarla mansión a sus espaldas.

Y ella entiende.

—No, no, lo siento. Me refería a la base de los Toros negros— explica—. Hace tiempo ya que no puedo verla como mi casa, ¿sabes?

Y Leo entiende.

Entonces, piensa que si antes creía que Lord Nozel era frío y despiadado, ahora la única razón por la que no puede llamarlo 'hijo de puta' es porque tiene la misma madre que Noelle. Y Lady Acier no merece tal apelativo.

Solo. Por. Eso.

Un silencio un poco incómodo se instala entre ellos y él está desesperado por romperlo.

—¿Puedo llevarte?

—¿Seguro?

Él asiente con un encogimiento de hombros.

—De acuerdo— acepta ella, echándose el pelo para atrás en un gesto fluido tan suyo—. Te permitiré llevarme a casa.

Leo suelta una carcajada que habría rivalizado con una de su hermana.

—Gracias.

Noelle se sube tras él en su escoba. Le rodea la cintura con los brazos en un intento de sujetarse bien para no caer. Si no recuerda mal, ella aún no puede volar por sí sola; de seguro no tendría tantas aprensiones de caerse si supiera hacerlo.

—¿Así que por eso tardaste tanto en llegar, porque estabas en la guarida?— intenta hacer conversación el pelirrojo. Y porque, sí, tiene curiosidad de saber. Cuélguenlo.

—Sí. Estaba entrenando con Asta— ah— cuando llegó la notificación*, así que tuvimos que volver. Y no podía presentarme ante mi hermano así como estaba, así que tomé un baño y me cambié de ropa y luego tuve que buscar a Finral para que me ayudara a llegar, porque si se lo pedía a Magna…

La conversación se mantiene fluida a partir de ahí. Ella ríe, se burla, es altanera, orgullosa y tímida. A Leo le encantan los matices que adquiere su voz cuando pasa de uno a otro, e intenta no distraerse cuando ella apoya su sien contra su espalda al pasar por una nube demasiado espesa.

También intenta no sentirse decepcionado cuando aterrizan y ella desenreda sus brazos de su pecho.


La guarida de los Toros negros no es ni bonita ni acogedora, y está muy mal ubicada. Pero es espaciosa. Demasiado, para los escasos miembros que sabe que tiene la orden menos prestigiosa de todas.

Hace tiempo, Leo no habría acudido allí ni obligado por el Rey Mago, pero desde que se hizo amigo de Asta y Noelle, este sitio tan alejado de la mano del Gran Espíritu de fuego ya no le parece tan repelente. Es decir, su hermana mayor ya y viene como si no fuera la gran cosa, y ahora él tiene curiosidad. Cuélguenlo.

Aunque, en honor a la verdad, su hermana va a la base de los volcanes en erupción como si fuesen días de campo. Tal vez ella no sea un buen parámetro de comparación.

Bueno, y ya que está aquí…

No hace falta que golpeen la puerta, ni toquen la campana que cuelga a un lado de ésta, ni nada, porque la puerta se abre de golpe hacia afuera, haciendo que debieran dar uno o dos pasos hacia atrás. Leopold siente la mano de Noelle en su túnica tirándole con la suficiente fuerza como para retroceder la distancia justa para evitar que el trozo de madera se lo lleve por delante. De seguro, acostumbrada a que pasen cosas así.

Tiene el impulso de volver a avanzar hasta el marco de la puerta abierta a y asomar la cabeza para ver por sí mismo qué es lo que sucede dentro de ese antro de la perdición por como es conocida la base de los Toros negros, y ciertamente, no sabe qué es lo que debe esperar, así que tampoco sabe cómo evaluar lo que presencia, pero sí le causa gracia.

Ve cómo dos de ellos, Magna, le recuerda Noelle, el que posee atributo de fuego como él, y ese otro que claramente está chiflado, Luck, que tiene atributo eléctrico (y a quienes recuerda haber visto en el Torneo hace varios meses), peleando por lo que asume que es un trozo de carne asada, a pesar de que la otra chica, Charmy, solo hace aparecer más y más comida sobre la mesa. Leo no sabe si está sugestionado o es porque no ha comido nada desde el desayuno, y perder la adrenalina de la reunión de esa mañana le ha abierto el apetito, pero ese asado le hace agua la boca.

Si hay tiempo, ya se sentará a comer algo.

Más allá, cree que puede ver a otra chica, de cabello oscuro y, al parecer, la más normal del cuartel (Nero, la que estaba con ellos cuando conocieron al Primer Rey Mago, ésa) sentada con un libro en las manos, como si todo lo demás no estuviera ocurriendo a su alrededor, junto con ese otro tipo de mirada arradora.

También puede ver a otros más por aquí y por allá haciendo cosas que prefiere ignorar, por sanidad mental. Pero no tiene tiempo de reconocerlos, porque alguien les ve a ellos primero.

—Miren quién ha vuelto— anuncia ése, el de la mirada rara, a tres escasas pulgadas de él, apoyado contra el marco de la puerta todas las intenciones de verse intimidante.

Y, en condiciones normales de presión y temperatura, le habría dado lo mismo, pero en la guarida de los Toros negros, el aire parece enrarecido.

Todos se dan cuenta entonces de su presencia.

—¡Noelle!— saludan todos al unísono.

Se abalanzan sobre ella y la arrastran hacia la mesa en donde Charmy acaba de hacer aparecer un plato que, francamente, se ve delicioso, delante de ella.

Su estómago ruge. Al parecer, lo suficientemente alto como para que el señor Intimidación le oiga.

—Qué lindo, el señor pretendiente también tiene hambre—.

—Zora, no seas malo con él— le regaña desde atrás la bruja, quien, para su sorpresa, viene completamente sobria y vestida—: Noelle ya nos contó lo que realmente sucedió. Anda, ven a comer algo.

—¿Lo hizo? Gracias— dice mientras se deja arrastrar por la mujer y se sienta junto a su prima, con un hermoso pedazo de carne en frente.

—¡Sí, querido! Nuestro Finral aquí— empieza a explicar, apuntando al susodicho (a quien reconoce como el hermano de Langris Roulocase y el alboroto que armaron en el Torneo), que atravesaba un portal, apuesta, desde otro sitio del cuartel—, estuvo junto a su hermano Langris en la fiesta de anoche y nos contó lo que sucedió—. Por un lado, se alegra de saber que ambos hermanos ahora resolvieron sus problemas, y por otro lado, ya puede entender cómo Noelle volvió a casa anoche—. Y como eres amigo de Asta, logré convencerlos —y hace un gesto circular, refiriéndose al resto de los miembros de la orden— de que oyéramos la versión de Noelle antes de que fueran por ti.

Casi puede oírse a sí mismo largando una risotada: ¿ah, sí? Pues que vengan, estoy aquí mismo. Pero solo asiente con una solemne confusión.

—Ya veo.

—Eres nuestro pequeño héroe— declara ella como conclusión de su resumen, poniendo una mano afectuosa en su hombro—. Come todo lo que quieras.

—¿Qué te trae por aquí, pequeño héroe-pretendiente?— vuelve al ataque el tal Zora, inclinándose sobre el hombro de Leo mientras él está a medio camino de llevarse el tenedor a la boca—: ¿solo trayendo a la princesa a casa o acaso es una visita de estilo?

Leo se debate entre terminar de comer e ignorarlo, porque sabe que busca molestarlo, y preguntarse retóricamente cómo es que un sujeto como ese sabe lo que es una visita de estilo.

Él hace un poco de ambos.


Noelle le acompaña a la salida para asegurarse de que ninguno de sus compañeros lo asalte en el camino. Al principio, piensa que es innecesario, pero a medida que avanzan entre los intrincados pasadizos de la guarida (que, dicho sea de paso, él está segurísimo que se re acomodan por sí solos constantemente; ya le preguntará luego a Noelle sobre eso), ve que dichos compañeros le siguen con la mirada, pendientes del instante en que se separe de ella.

No puede molestarle, sin embargo. Se siente feliz en el fondo de su corazón de que Noelle haya encontrado una familia real que se preocupe por ella y le de todo el cariño que la suya de sangre (incluyéndole a él, piensa amargamente) no le dieron cuando lo necesitó.

—Siento todo esto— se disculpa un poco avergonzada ella, para nada acostumbrada a que la cuiden de esa manera—. A veces se ponen así. Luego de que se enteraron de lo que sucedió el año pasado... se ponen un poco a la defensiva a menos que Asta o alguien más esté allí.

Leo se da cuenta como una bofetada de qué se trata todo esto, y por primera vez en mucho tiempo, se siente como un impostor ocupando un lugar que no le pertenece.

No obstante, se niega a echarase para atrás.

—No pasa nada— dice con una risotada forzada, intentando sonar lo más natural posible—. Debe ser porque no han visto de lo que soy capaz, pero ya verás que no pasará mucho tiempo antes de que se den cuenta y pasaré a ser parte del inventario.

Noelle le mira con sorpresa, sus ojos magenta bien abiertos, como si jamás hubiera oído a nadie referirse a sí mismo como un mueble.

No que él mismo sí lo hubiera hecho antes.

Un silencio cómodo se forma entre ellos cuando ella sonríe, encontrándole la gracia tanto a su elección de palabras como a su brillante extensión.

Hasta que el instante se rompe. En mil pedazos.

—¡Leo!— la voz estridente e inconfundible del rival que se auto designó llega a sus oídos con un pitido doloroso, ¿cómo es que soportan eso aquí? Quizás es por eso que hay tanto espacio—. Me alegro de verte antes de que te fueras, ¡no entiendo por qué nadie me dijo que estabas aquí!

La mirada inocente y acusadora por partes iguales se dirigió a los compañeros que miraban desde la puerta abierta, quienes, sin excepción, se escondieron dentro de la casa, de forma tan sospechosa como culpable.

—No queríamos interrumpir tu entrenamiento, Asta— miente la bruja con tanta naturalidad que incluso el pelirrojo se pregunta si será verdad.

—¡Ya veo, muchas gracias, chicos!— misión cumplida, dicen los ojos amatista de la mujer—. Oh, Leo, ya me he enterado de todo; Finral me contó— el aludido, a sus espaldas, vuelve a encogerse ante la mirada fulminante de la bruja. Tal parece ser que alguien peca de chismoso—, ¿es cierto que te casarás con Noelle?

—Eh...

—¡Me alegro tanto por ustedes!— responde sin esperar contestación de su amigo—. Serán una excelente pareja: ¡aunque no tanto como lo seremos a hermana Lily y yo, por supuesto!

Entonces el ánimo cae.

Leopold se pierde un poco entre el parloteo incesante y estridente de su rival, que debe ser cosa de todos los días para los extravagantes miembros de la orden de los Toros negros, pero que para él es una tarea necesaria para su sanidad mental inmediata. Lo que no se pierde, eso sí, es la minúscula lágrima transparente que cae del ojo izquierdo de Noelle y que ella limpia en el acto.

Ya sabía que Asta puede ser muy idiota, y ahora ve que es un idiota enamorado (de una monja, para colmo), pero no puede culparlo de ser idiota por estar enamorado de la persona equivocada porque, entonces, piensa Leo, todos lo serían; Asta, de una monja que no le da bola; Noelle, del idiota de Asta, quien babea por una monja; incluso, cree que Mimosa también está tonta por Asta (por el Espíritu de fuego, qué les pasa a sus primas); y él, probablemente, también lo estará, así como van las cosas.

Así que, en un acto irreflexivo, como va siendo su costumbre para cosas importantes últimamente, le interrumpe:

—¡No perderé ante ti, Asta!

Claro, eso solo sirve para que Asta se emocione aún más por una razón que no entiende: definitivamente, ambos son una mala influencia el uno para el otro.

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*Una notificación es una actuación judicial en virtud de la cual se pone en conocimiento de las partes, una resolución judicial, o el hecho de haberse dictado una.

Me gustó mucho escribir este capítulo, a pesar de que le hice algunos cambios pequeños de última hora. Espero que les haya gustado.