Disclaimer: Black Clover no mepertenece.


De las verdades innegables (y de lo dolorosas que son)

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Noelle inhala y exhala en seis tiempos, tal como le enseñó Vanessa, para llamarse a la calma.

Quién diría que ir a una fiesta le produciría tantos nervios como ir a una misión suicida. O más, incluso. Tampoco es que alguien pudiera culparla, después de las últimas veces en que, ya sean eventos Reales o de Caballeros, sucede algo que le hace querer esconderse bajo la frazada y no volver a salir.

Pero, asume Noelle, la tercera es la vencida. Varias semanas después del anuncio informal de su compromiso, Leopold la invitó a ir con él a una cena que tendría lugar en la base de los Leones carmesíes para homenajear a uno de sus equipos por haber completado una misión particularmente importante. Según él, es algo no tan formal, más bien dirigido a celebrar e incentivar los logros de los miembros de la orden, y una excelente oportunidad para que les vean juntos, ya que l mayoría de sus citas ocurren con más privacidad.

Noelle no puede discutir con su lógica.

Así que le pide ayuda a Vanessa para vestirse, y ella hace un buen trabajo: bonita y arreglada, pero casual. Una parte de ella piensa que jamás se le ocurriría pedírselo a su hermana Nebra, pero al mismo tiempo, está contenta de tener a alguien que sí esté dispuesta a hacerlo.

—No estés nerviosa— la intenta tranquilizar Vanessa—, te irá bien. Leo estará contigo y todo irá bien.

Y la menor de los Silva quiere creer que tiene razón.

Sin embargo, no puede evitar sentirse como un bicho raro cuando llega del brazo del pelirrojo a la puerta principal de los Leones carmesíes. Su porte aristocrático y su lindo vestido de gasa color crema la hacen ver como una más de las personas que originalmente están destinadas a estar ahí, pero ir con el brazo enredado en el codo de Leo le da una sensación de ansiedad cosquillosa, que le hace latir rápido el corazón y enrojecer levemente, y eso, a su vez, sentir que el resto la mira.

Siente la mano cálida y callosa de su acompañante sobre la suya, quien le sonríe abiertamente, sus facciones se ven bellas y jóvenes cuando lo hace.

—Lo hacemos bien.

Noelle siente que su corazón se salta un latido cuando él usa el plural en la frase.

Juntos, saludan, conversan y sonríen. Leopold nunca dice que es su novia, por respeto a ella, porque nunca han hablado de nombres ni etiquetas y no quiere decir algo que los comprometa más de lo que ya virtualmente están, sin conversarlo con ella antes, pero sí es abierto al decir que están juntos, mientras pone una mano tan educada como audaz en la parte baja de su espalda.

Ella, porque primero es orgullosa y luego tímida, hace lo posible para que no se le note que el rubor que le colorea la cara está directamente relacionado con el calor de la mano de Leo sobre la tela de su vestido.

A medida que la noche avanza, Noelle se relaja: las cosas van bien, todos son amables y elogian su vestido. A su lado, Leo toca su mano de vez en cuando, dándole ánimos, haciéndole sentir que está ahí. Es como si todo estuviera en orden solo porque él está ahí con ella.

Hasta que se separan.

Noelle se acerca a su oído, o esa es la intención, porque la diferencia de alturas le juega en contra, y el aliento de Noelle termina acariciándole el cuello, haciendo que el pelirrojo tenga que reprimir el estremecimiento que le recorre desde los pies hasta la raíz del pelo.

—Ya vuelvo.

Leo asiente. Tiene un gesto gracioso en sus leoninas facciones por el repentino ataque a su sistema nervioso , mientras ve su espalda desaparecer entre las capas rojas de sus compañeros en dirección al servicio. Él suelta su postura, sus hombros caen y eleva la barbilla en una exhalación, al mismo tiempo que se lleva una palma al cuello, como si eso le ayudara a refrenar los instintos de su cuerpo.

Jamás pensó que se sentiría tan presionado por estar con una chica. Por años, su mayor prioridad siempre fue entrenar para ponerse a la altura de sus hermanos, así que difícilmente se detuvo a pensar en los miembros femeninos de la Orden como algo más que colegas, en que tocarlas o hablarles nunca tuvo mayor significado que ese.

Ahora, en cambio, todo parece tener otra connotación, incluso los movimientos más simples. Y el hecho de que Noelle no pareciera notarlo, solo le hacía sentir como un depravado por estarse imaginando cosas que no están ahí.

—Quién lo diría, estás como hechizado— una voz conocida le trae de vuelta al presente.

—No, no es así— responde él con calma, como si hablara del clima—. Por cierto, enhorabuena, Diane, por tu misión exitosa.

—Gracias, Leo— sonríe Diane, haciendo un mohín con coquetería—. Bueno, pues a mí sí me lo parece.

Leo suspira, a sabiendas de que ella tiene el hábito de porfiar. Es mucho más fácil seguirle el juego hasta que se canse. Por salud mental.

—¿Y, según tú, porqué estoy hechizado?— le pregunta, cruzándose de brazos con suficiencia.

—Porque no me explico por cuál otra razón andarías pegado a ella de tan buena gana— explica con un aire tan complacido de haber dicho lo que quiere, que se lleva las manos a las caderas en una versión femenina de su postura, desafiándole a que le contradijera—, ¿sabías que es muy amiga de esa bruja? No me extrañaría que…

Eso es suficiente para que el pelirrojo cambie su postura.

—Cuidado, Diane— le advierte con una seriedad pocas veces oída en su voz, al punto de llamar la atención de algunos de los compañeros que pasaban cerca de ahí.

—Oh, vamos, Leo, sabes que estoy en lo cierto— ella se le acerca y le pasa una uña perfecta por el pecho de la túnica en un gesto tan coqueto como descarado—: no hay forma alguna en que te fijaras en ella, de estar en tu sano juicio, teniendo mucho más de dónde elegir justo en frente de ti.

—Es suficiente— le dice con toda la calma que puede reunir sin arremeter contra ella.

—Sí, porque, para empezar; pasó años sin saber usar la magia, al punto que ni su propia familia la quiere y, para colmo, fue a parar al peor escuadrón de todos—. Con un gesto con la mano, echa para atrás su largo cabello dorado, como si así quisiera demostrar algo— y no es tan bonita como para hacer la vista gorda con todo lo demás. Apuesto a que harían una excelente pareja con el plebeyo sin magia, a que sí.

Leo, quien ha aguantado su perorata con los puños apretados a ambos lados de su cuerpo, decide que ya es suficiente y que va a callarla a golpes si es necesario, cuando es otra voz la que les detiene:

—¿No crees que estamos ya grandecitas como para estar peleando por quién es la más bonita?— Noelle dice a espaldas de la tal Diane, viéndose como una Diosa, con ese porte aristocrático heredado de su familia, y su aire orgulloso, desarrollado por su instinto de auto preservación, haciendo que la hipotética competencia sobre la belleza tuviera un ganador indiscutible—. Y, déjame decirte, querida, que si realmente todas esas cosas que dices de son ciertas, y aún así Leo ni siquiera te mira— hace un énfasis en los pronombres—, entonces debe haber algo realmente mal contigo.

Va a retirarse, dejando a Diane con el pecho inflado, lista para soltar el aire diciendo alguna brutalidad, cuando Noelle se da vuelta repentinamente, ahora, con varita en mano, apuntándole justo en medio de los ojos.

—Ah, sí, una cosa más— dice con ese tono de voz solemne y autoritario que no da espacio a réplicas y que Leo ubica en un punto medio entre Lord Nozel y su hermana Mereoleona (un estremecimiento le hace agradecer no estar en el lado receptor de su enojo)—; yo lo pensaría mejor antes de hablar mal de Asta o de cualquiera de mis compañeros de escuadrón. Eso si no quieres saber qué tan bien controlo mi magia ahora.

E, imitando a Diane, pero mejorando mucho el gesto, se echa el pelo hacia atrás y, ahora sí, se retira, haciendo gala de toda la elegancia de un Silva, y que todos los espectadores involuntarios del intercambio se le quedara viendo, embelesados.

Leo tarda un instante más en reaccionar. Se le queda mirando con cara de bobo enamorado, como quien ha visto pasar una estrella fugaz, obnubilado con las maravillas del universo. Luego se despierta de su transe observador de cuerpos celestes y trata de ir tras ella.

Porque justo en ese instante precioso, se da cuenta de verdad tan abrumadora como maravillosa.

La alcanza (porque, ahora que lo sabe, no dejará nunca que se vaya) justo después de atravesar la gran puerta de mármol del edificio, la misma por la que entraron juntos al inicio de la noche. Una mano helada le toca el corazón al pensar que ahora vuelven a cruzarla tan separados uno del otro. Y claro, entiende que necesite aire fresco, y espacio para enfriarse luego del disgusto que ha pasado; el Gran espíritu de fuego sabe que él habría incendiado el lugar entero por menos que eso. Así que entiende. Pero Noelle es distinta: pudo haberla ahogado con un solo movimiento de su muñeca y hacerla rogar por su misericordia, pero en lugar de eso, le responde con palabras lindas, fluidas y elegantes, usa la lógica y la retórica, y con solo enseñarle su varita, al deja en silencio y en ridículo frente a sus compañeros que estaban, precisamente, homenajeándolo.

Oh, cuánto le habría gustado quedarse a ver la cara de Diane Solari. Pero sus prioridades estaban en otra parte: no perder a Noelle era, lejos, más importante.

—Noelle— la llama cuando está por dar otro paso más. Solo verla apartándose de él le da ansiedad. Su instinto de supervivencia grita y golpea. Ella se detiene, pero no se da la vuelta—. Siento lo de antes… Diane no debió… yo tuve que…

—No te preocupes por eso, Leo— le interrumpe ella, cansada, se da media vuelta a verlo con una sonrisa que no llega a sus ojos—: conozco a las chicas como ella. Especialmente a Diane Solari. Sé cómo cuidarme de esas cosas.

Lao hace una mueca amarga. Ella no debería saber cómo lidiar con matones de alta sociedad.

—Eso ví. Estuviste grandiosa— intenta llenar el vacío.

—Claro que sí: soy de la realeza— ella amplía su sonrisa, Leo sospecha que es para dejarlo tranquilo a él—. Pero solo es mucha práctica. Práctica que tú no tienes y no deberías tener. Y que solo vas a adquirir si me quedo contigo.

Él palidece.

—¿Qué? Noelle, lamento no haber…

—No, Leo— le pide, acercándose unos pasos—. s que disculparte por nada: tú ya has hecho suficiente por mí. Y no es justo que yo espere que sigas haciéndolo y metiéndote en problemas por eso.

El estómago le hirvió. La sola idea de no ser suficiente para hacerla sentir segura, que ella prefiera lidiar con esto sola en vez de confiar en él, mientras que a Asta solo le bastaba aparecerse y gritar para que Noelle estuviera bien…

—¡Pero a mí no me importa!— se apresura el pelirrojo, avanzando también hasta ella, luchando contra la sensación de derrota—. Prometí que no dejaría que…

—Pero yo no puedo dejar que lo hagas— avanza hasta quedar frente a él y coge sus manos entre las suyas. Sus manos grandes y cálidas casi queman su piel—. ¿No lo entiendes? Todas esas cosas que dijo Diane son ciertas. Y si te quedas conmigo, las personas que opinan como ella vendrán una tras otra para perjudicarte solo porque yo no les gusto.

—Noelle, por favor— se apresura con desespero—, eso a mí no me importa, ¡que vengan en hordas, si quieren! A quien tienes que gustarle es a mí, no a los otros, ¡ni siquiera a mi hermanos, y a ellos ya les gustas!

Las mejillas de Noelle se empapan por las lágrimas que sus ojos color magenta dejan escapar. Sus gruesas pestañas plateadas se perlan.

—No hagas esto— le ruega él, agachándose hasta que sus manos rozan su barbilla.

Debo hacerlo— le imita ella, rozando sus nudillos con sus labios—. No puedo dejar que sigas con esto. Ni siquiera lo querías.

Y tras eso, ella se suelta y se va. Noelle se pierde en la oscuridad, allá donde no puede verla.

Leo siente cómo dos lágrimas le humedecen los pómulos, y trata de no desplomarse por el pesar de saber que no es suficiente.


Lo siguiente que sabe de Noelle, algunos días después, es que se va al Reino del Corazón en una misión especial junto a Mimosa.

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¡Uff! Este capítulo me costó demasiado pasarlo. Mis horarios de trabajo son largos y apenas me sobra tiempo para otras cosas. Pero, al fin, sí pude.

Espero que les guste. A mí, en lo particular, me gustó mucho cómo quedó; lo encontré como un drama romántico de esos que a uno le cuesta trabajo escribir, y creo que quedó decente.

muchas gracias.