Con Shang Tsung
El trio de las nubes, el Raiden y Fujin oscuro acompañado con la Cetrion corrompida ascendieron los peldaños de piedra del templo de las almas que dirigían hacia el pasillo estrecho que llevaban al centro de la plataforma de Oro puro, sostenida por afiladas rocas las cuales sacaban humo verde de las almas condenadas y en cuyas esquinas se habían acumulado gruesas estelas de sangre oscura.
-Hablen esbirros – ordeno el brujo sentado en su trono y detrás de este estaba el gran soulnado.
-Mi señor, se hizo tu voluntad – dijo Raiden a su superior.
-El Mundo Exterior, la Tierra y el Infierno, fueron conquistados – declaro Fujin.
-Ahora siguen el Reino del Caos y el del Orden – dijo ahora Cetrion al brujo que estaba de brazos cruzados y sentado en el trono que alguna vez usaron los dioses antiguos.
-Pronto los Reinos se rendirán ante tu influencia – aseguro el Raiden sin expresión en el rostro.
-Bien hecho – comento Tsung un tanto indiferente – ¿Qué me pasa? No me siento como cuando me enfrente a Liu Kang…
- ¿Le pasa algo mi señor? – pregunto preocupado Cetrion.
-Nada fuera de lo común – mintió el hechicero – Váyanse.
En cuanto lo dejaron solo empezó a cuestionarse de porque no se sentía tranquilo.
-Ese niñato, se llevo parte de mis poderes una vez más – comento el brujo recordando a su protegido – Debería ir a buscarlo yo mismo… nah su fracaso lo traerá de vuelta a mi y esta vez podre anular ese hechizo que tiene.
De vuelta con Kung Lao.
A las afueras del destrozado templo Shaolin, en la Tierra, un portal ilumino la fría noche por un instante. Al cerrarse apareció Kung Lao cargando el cuerpo de su amigo y al lado de este estaba Damashi.
El shaolin estaba de pie con una expresión de tristeza, el monje se dirigió hacia una zona donde sepultaban a los guerreros caídos, cabo un hoyo con una pala y dejo a su amigo dentro de él, para posteriormente hacer una reverencia en señal de respeto.
-Pese a que siempre sentí envidia de tu protagonismo y relegarme siempre al segundo lugar – dijo unas palabras Lao – Jamás le desearía ese destino a alguien, descansa Liu Kang.
-Ahora esta en un mejor lugar – agrego el resplandor parlanchín - ¿Estas listo Kung Lao?
El ensombrerado levanto la cabeza, al escuchar a su nuevo guía.
- ¿Por dónde empiezo? – cuestiono el monje.
-Partiremos con lo primero, buscaras en los textos antiguos de este templo – informo Damashi -Te vere después Kung Lao.
-Nos vemos Damashi – se despidió el shaolin.
Y sin más desapareció.
Kung Lao llego a la biblioteca la cual era bastante amplia, sin saber por dónde empezar a buscar.
En otro lugar.
En las calles de Tokio, una figura encapuchada estaba matando a ciertos mafiosos de la ciudad con sus flechas. Su ira al no estar en la batalla final era evidente. Por que no lo llamaron. Por eso estaba aquí, intentando saciar su frustración matando a ese tipo de gente.
-No deberías estar haciendo eso, Kung Jin – dijo una voz detrás de él.
El hombre encapuchado se dio la vuelta para ver un brillo flotante.
- ¿Quién eres tú? – pregunto.
-Disculpa mis modales, soy Damashi un ente de hace miles de años y he venido a pedir tu ayuda – respondió el resplandor.
-No quiero – respondió Jin severo, mientras sacaba las flechas de los cadáveres.
-Bueno, está bien – dijo Damashi dando la vuelta.
-No espera – pidió el encapuchado un tanto apresurado – Pensé que me suplicarías o algo así.
-De todas formas, como sabrás Shang Tsung gano y ahora es el amo y señor de los reinos – informo el ente dando vueltas alrededor de Jin – Con esto estoy dirigiendo un plan para derrocarlo asesorando a ciertos guerreros… como tu tío Kung Lao.
-Mi tío está muerto – replico con tristeza el arquero.
-El de esta línea si… pero el del pasado esta guiando todo para la caída de Shang Tsung – confeso Damashi llamando la atención de Jin.
- ¿¡Donde esta!? – pregunto exaltado el encapuchado.
-Esta cumpliendo una tarea que le encomendé, pero tranquilo, te reunirás con el más adelante – respondió el fulgor – Entonces… ¿Me ayudaras?
La oferta parecía demasiado buena para ser verdad y, en medio de la catástrofe mundial, seria un buen inicio para el arquero, el daría cualquier cosa por ver a su tío sano una vez más.
- ¿Qué es lo primero que tengo que hacer? – pregunto impaciente el hombre.
-Reúnete con Takeda y rescaten a su equipo del Mundo Exterior.
-Lo hare.
De vuelta a la biblioteca, Lao busco en varios tomos, pero no encontraba nada, hasta que encontró un volumen grande, negro y morado. Lo saco con dificultad, porque estaba entrelazado con los demás.
Le quito el polvo de encima y le hecho una hojeada al índice.
1-El Infierno
2-El Reino del Orden.
3-El Mundo Exterior.
4-Edenia.
5-El Reino del Caos.
6-La Tierra.
-Mmmm… mas de lo mismo – dijo no muy convencido cerrándolo y estaba apunto de devolverlo cuando este dejo caer un papel con algo dentro - ¿Qué es esto?
Al tomarlo pudo apreciar que era un mapa de una zona específica, y era la de su templo y el otro objeto era una brújula que empezó a señalar cierta dirección.
De curioso siguió la aguja del objeto llevándolo hasta la gruta del Dragon, en cuanto más se acercaba, la brújula empezaba a vibrar con más intensidad.
-Es aquí… pero que extraño - comento Lao indiferente, pero su brújula iluminaria la gruta la cual daría un giro de 180°.
La estatua se fue hundiendo mágicamente, dejando a la vista un hoyo con una escalera en forma de caracol lo bastante ancha para que pudiera caber un hombre adentro.
El monje se adentro en esta tomando una antorcha para iluminar el lugar, tras un rato de estar caminando hasta que una luz de color verde se apoderaba de la oscuridad, al llegar al final no podía creer lo que tenía delante de él. El kamidogu de la Tierra encima de una plataforma.
-Bingo – exclamo el feliz, quitando el objeto, pero cuando lo hizo unas espinas mortales del techo empezaron a defender – Oh no.
Kung Lao aterrado decidido emprender su huida esquivando ciertas trampas que empezaban a salir del suelo también. Al final llego hasta la gruta y estaba empezó a ascender rápidamente hasta llegar a la superficie.
El monje se recostó sobre el borde de esta dando un leve suspiro y apreciando el objeto que tenía delante de él.
-Excelente Kung Lao, buen trabajo – felicito Damashi apareciendo.
-No fue fácil – comento el monje - -Pero… ¿Qué hago con él?
-Álzalo.
Kung Lao hizo caso y un portal fue abierto, al entrar había una especie de tabla donde según Damashi iban los Kamidogus.
-Colócalo sobre una superficie – indico el fulgor.
Lao no muy seguro y en cuanto lo hizo, se abrió un portal rojo indicando que era el del infierno.
-Y aquí es donde empieza tu travesía – dijo el ente triunfante – Bienvenido al nexus.
Continuara…
