Sin control

Hinata se despierta. Unos juegos de manos en el rostro, unos estiramientos y con eso termina de soñar y volver a la realidad. Pero esta vez no le molestaba estar despierta, no la entristecía volver a su vida. Sus ojos eran la muestra de ello. Abiertos como faros, con su peculiar color perla, estaban irradiando una luz de alegría. Hace mucho que no la hacían.

Posó sus manos en su azulina cabellera y lo revolvió mientras pataleaba y una sonrisa se adueñaba de su rostro. Intentó calmarse pero no pudo quitar aquella sonrisa. La acompañó mientras se alistaba, hasta cuando dio pequeños golpes contra sus mejillas. La sonrisa no cedía.

Para su sorpresa, al bajar a desayunar se encontró con su "familia adoptada (a la fuerza)". Su sonrisa siguió inalterable.

- Hinata – comienza Konan - ¿O soy yo o es la primera vez que desayunaremos juntas?

- Si, esta vez no tuve la pesadez en los ojos como las otras veces – Hinata era buena en ingeniarse para no quedar como una dormilona.

- "Buenos días"; es lo primero que debías decir, Amor. – Itachi se suma a la conversación con una fugaz sonrisa para su novia y un asentamiento de cabeza para "La cuñada". – Buenos días, Hinata.

- Buenos días a todos. Espero que estén disfrutando del desayuno – Y la respectiva sonrisa falsa de un Hyuga hace aparición.

El desayuno se pasó de bocadillos y sorbos a conversaciones banales, hasta su fin. Primero se retiraron la pareja con más años de matrimonio. Fugako y Mikoto. Luego se retiró la pareja actual, los recién enamorados. Konan e Itachi. Y finalmente quedó Hinata sola en la mesa con su té casi frío. Sin su pareja, y con su sonrisa que se estaba debilitando. La emoción de la mañana se estaba disipando, las ruinas volverían a ocupar el mismo lugar de siempre. Sobre sus hombros. Se repetía una y otra vez que todo iba a estar bien, que debía, de una vez por todas dar por hecho que no sería feliz. Que no debía alentar esperanzas por una u otra cosa "romántica" que pasara con aquel desastre que tenía de esposo.

- Tengo que aceptarlo – su mirada estaba fija en el oscuro matiz del té – Tengo que hacerlo porque él…

- Hablando sola otra vez – Sasuke la estaba observando desde un rincón.

- ¿Cómo? – Hinata se asusta y tira la taza de té.

- Que tonta – Su voz sonaba con su típico desdén de superioridad.

Ella estaba a punto de pedirle que se fuera del lugar pero él se acerca con un secador y se lo coloca en la mesa.

- Deberías tener más cuidado, podrías haberte quemado. – y Sasuke Uchiha desaparece después de la repentina amabilidad.

- Gracias – lo dijo aunque él no lo escuchara. – Sasuke…

Después de su encuentro en el comedor, no se volvieron a encontrar hasta la noche pero mientras tanto, Hinata ayudó con los preparativos para almorzar. Cepilló la cabellera de los caballos, ayudó a limpiar la casa y la piscina. Konan estaba desesperada por darse un chapuzón y obligó a Hinata ser su acompañante. Aunque ella se pasara con una bata cubriendo su cuerpo y con un libro en la mano. Traje de baño no le faltaba, porque su "cuñadita" le había prestado uno. No le quedaba chico pero para Hinata exhibía mucho.

- Deshazte de la bata – Konan no soportaba la incomodidad de Hinata con el traje de baño – Así nadie podrá apreciar tu figura. Sos hermosa y seguro te queda perfecto. Dale Hinata, por favor.

- No, Konan. No insistas. Estoy bien así. Hace frío – Hinata era dura de roer.

- Hace más de treinta grados – Konan también lo era – Hazlo por mí, por favor ¿Si?

De tantos ruegos y caritas de perritos, Hinata accedió. Llevaba puesto un monokini vintage con tirantes finos de color crudo en la parte superior y azul marino en la parte inferior. Estaba ceñido a su cuerpo y resaltaba las partes correctas. Se veía sensual.

Hinata de cada tanto miraba la bata, de verdad quería usarla pero Konan la observaba. Al tiempo transcurrido las dos se olvidaron de preocuparse de la otra y disfrutaron de su tiempo. Hinata descansando en el columpio del jardín que daba a la piscina y Konan sumergida en el agua.

Los hombres de la casa venían de encargarse del trabajo arduo del hogar y van al encuentro de sus amadas. A excepción de Sasuke, él solo quería dormir pero creyó que ella estaría encerrada en la habitación y se dirigió al jardín a perderse de la vista de todos pero se encuentra con la sorpresa de que la parejita de enamorados estaba ahí. Decidido a partir hacia otro lado lo detuvo el ver unos pies blanquecinos sobresaliendo del columpio, y mientras se iba acercando, se iba formando una delgada figura femenina. Al estar enfrente de ella, se percató que era su esposa en una prenda que resaltaba sus curvas. Los ojos del Uchiha no podían dejar de recorrer el cuerpo de aquella belleza.

Hinata sintió un escalofrío en el cuello. Se lo frotó y siguió leyendo pero luego un cosquilleo en la espalda la hizo voltearse y ver el rostro de su esposo observándola embelesado.

- ¿Sasuke?

Él reacciona. Al recapacitar sobre sus pensamientos, el cuerpo de su mujer y lo tonto que se habrá visto, menea la cabeza enérgicamente y se voltea en dirección hacia la casa. Mientras que Hinata no sabía qué pensar; pero la sonrisa traviesa de la mañana volvía a surgir.

La noche cayó casi al mismo tiempo que el sol se iba escondiendo en el horizonte. A la hora, la cena estaba lista y después todos tomaban sus caminos hacia sus habitaciones principales.

Típico de ellos. Las felices parejas dormían plácidamente en el regazo del otro. Pero los regazos de Sasuke abrazaban una almohada en el suelo y los de Hinata se resguardaban en la colcha de la cama. Costumbre que ambos quieren quebrantar.

Los días empezaban a parecer más efímeros para los enamorados, mientras que para Sasuke y Hinata ("los amargados", como los había apodado Konan e Itachi) se les dificultaba pensar que siempre faltaba un días más para irse. Pero la espera interminable se acercaba muy rápido a su fin.

Día 13. Las miradas de "la pareja amargada" aparentaban agotamiento con un poco de ilusión. Solo un día más y listo. Fin de la pesadilla. Aquel día no fue diferente de los demás, las parejas irradiaban amor, más amor y otros, incomodidad e intolerancia. Pero lo que diferencia tal día es lo que ocurrirá en la armoniosa barbacoa al anochecer. Gran ambiente. Gran farsa.

- Fue muy gracioso, Konan – la madre de Sasuke se oía feliz – No puedo creer que te pasó tales cosas.

- Yo tampoco – Konan la compaña en la felicidad – No sé como sigo de pie.

Hinata solo miraba su plato desconcertada, de verdad quería alejarse de las princesas con sus finales felices.

- ¿Y chicos, no tiene nada qué contar? – Dice Mikoto – Están muy callados… muy pasivos – y vuelve a estallar de la risa.

- ¡Madre! – Reclama Itachi – Bueno, yo tengo algo que es digno de mención aquí y ahora.

-¡Uy! ¿Qué? – comenta su amada.

Itachi, palpa su pecho y luego sus piernas acompañado de un sutil rubor en sus mejillas. Su expresión pasa de aterrado y preocupado a alivio y relajación. Sonrisa flamante.

- Konan – comienza él – sé qué crees saber cuánto te amo, y qué cosas estaría dispuesto a hacer por ti, pero en realidad no lo sabes. Te amo tanto que es indescriptible, imposible. Eres la persona que siempre anhelé sin saberlo y… ¿Aceptas casarte con este simple mortal que te ama con locura? ¿Aceptas que sea…?

Ella no lo deja terminar de formular la otra pregunta cuando salta a sus brazos con un sonoro "si". Se abrazan, se besan y alardean de su perfecto amor correspondido y mutuo. Los demás los observan con cariño y "los amargados" con irritación y desconcierto.

- Pero, ¿No estaban ya comprometidos? – interroga el irritado.

- No, quién te dijo eso – responde Konan con notas de dicha – Aunque, ahora si lo estamos.

Sasuke no podía borrar la confusión de su rostro y dejar de recordar las conversaciones que sostuvo con sus padres hasta con su hermano para que él mantuviera el arreglo matrimonial en secreto por el bienestar del "compromiso" de aquellos dos. El "amargado" estaba furioso.

- ¿Hinata? – Al escuchar a Konan, Sasuke mira por inercia a su esposa - ¿Qué pasa?

La farsa se estaba desquebrajando. Quería dejar caer la máscara.

Hinata estaba llorando sin parar, las lágrimas emergieron de sus ojos sin aviso alguno y no parecía que se detendrían.

- Discúlpenme. Todo fue muy hermoso. Lo siento – Hinata termina de explicarse y se retira de la mesa velozmente.

Sasuke se levanta sin darse cuenta que deja caer la silla en donde estaba sentado y va tras ella, sin disculpas ni explicaciones. Ir tras ella era algo que no había meditado, solo pasó.

-¡Hinata! – Sube las escaleras con furor - ¡Hinata!

Al llegar a la puerta de la habitación, la ve cerrada. Da golpes fuertes y grita el nombre de su esposa, una y otra vez. Pero no hay respuesta alguna.

- Si sigues así, no me dejas otra opción que derribar la puerta – amenaza el Uchiha.

Sin respuesta alguna, más que unos sollozos.

- Lo haré.

- ¡Vete! Déjame sola – dice débilmente Hinata.

- No, ábrela.

Al volver escuchar el silencio, Sasuke empieza a dar patadas a la puerta. Primero una sin fuerza, luego con más intensidad, cuando estaba por dar su gran patada final, ella decide abrir.

- ¿Qué no entiendes? – El rostro de Hinata estaba empapado en lágrimas – No quiero verte. Vete.

- No me iré.

Y él la rodea con los brazos.

- ¡No! No hagas eso. No me consueles como un esposo. Basta – Hinata empezó a hiperventilarse.

No la suelta por lo contrario, la abraza con más ímpetu. Ella no dejaba de forcejear, y le espetaba su negatividad a su acción.

- Ya no quiero esto. Me dices que me odias, que no me trataras como una esposa. Que soy una estúpida, y con tu mirada me transmites tu odio y me culpas de todo. Y luego me traes aquí para fingir que nos amamos. Y tus malditos besos parecen tan reales que me hacen dudar. – Ella se estaba desahogando - Odio estar dudando de todo y de todos. Y para colmo tu maldito hermano se declara con su completo y sincero amor en frente de mí. ¡De mi! Una persona que nunca tendrá lo que él le ofrece a Konan. Te odio, y me odio por ser una ilusa. Ya no puedo más, me quiero ir.

Sasuke no sabía que decir. Solo permanecía abrazándola y acariciando su largo cabello. Baja su mirada para encontrar la suya.

- Sácame de aquí.

Los amargados e infelices se habían escapado de la cena dejando a los que decidieron seguir en sus asientos, atónitos, perplejos de lo que acababan de acontecer. Pero, después que Mikoto volvió a abrir su boca, todo regresó a su cauce. Se restablecía el orden anterior: sonrisas, besos, verdades y mentiras.

Mientras los felices hablaban de planes a futuro sobre el casamiento y del gran evento que iba a ser, los infelices preparaban las maletas para su fugaz huída.

Sin que los demás se dieran cuenta o de que sintieran su ausencia, ellos guardaban las maletas en el auto con todo apuro y desesperanza.

Colocó la llave, encendió el auto y se marcharon sin mirar atrás, sin pensar. A penas el motor se encendió, uno de los integrantes de la mesa se dio cuenta pero no dijo nada, siguió hablando y riendo.

Hinata se asó el viaje mirando por la ventanilla del auto con una mirada apagada y con sus mejillas rojas y con ojos rojos e hinchados. Sasuke se limitaba a mirarla de reojo de vez en cuando, a lo largo del viaje.

Después de un viaje largo y sin paradas, llegaron a la mañana del día siguiente a su departamento. Y totalmente agotados. Tiraron las maletas por los aires, Hinata se encerró en el cuarto y Sasuke se fue al sofá. Los dos durmieron pero no antes de pensar por todo lo que habían pasado. Desde el inicio hasta aquel exhaustivo día.

Se hizo de noche en un parpadeo. Hyuga andaba por la cocina preparando un té para luego a volver a encerrarse. Pero Sasuke recién se despertaba, sin saber qué iba a hacer a continuación. No tenía hambre y mucho menos sueño. Solo le restaba observar su alrededor. Ella.

Verla de un lado a otro con aquel diminuto vestido – algo peculiar para tratarse de la "virgen" de su esposa – pero eso no evitaba que le encajara a la perfección.

Hinata se empezaba a incomodar por la mirada de su marido. Sentía que la desnudaba con la mirada, más en un sentido emocional que físico.

- Uchiha.

- ¿Hm?

- Deja de mirarme – lo dice con pausa y vergüenza.

- No puedo – lo dijo antes de pensarlo.

Hinata se congeló por un momento a su respuesta. Sus ojos se volvían a llenar de lágrimas al recordar lo que había presenciado aquella noche: amor puro y no físico. O tal vez, ambos.

Antes de que sintiera al intruso en su espacio personal, él ya estaba lo suficiente cerca de ella para besarla pero no lo hizo.

- Yo también quiero uno – ella lo mira sin entender – Que sea un té verde.

Hinata sin poder reprimir sus recuerdos y sentimientos, lo besa. Deja que su instinto la controle, deja que su necesidad de ser amada, querida o deseada se apodere de ella. Porque estaba destrozada en alma y cuerpo.

Sasuke se aparta de ella sorprendido.

- Bésame – el libido desbordaba de sus ojos perlados.

Él solo acata la orden, la besa. Un beso pasional, ardiente y carnal en su estado puro. Los labios estaban en un frenesí, no se encontraban, eran choques momentáneos. Y cuando sus bocas se unían no se volvían a separar hasta tomar un respiro. Un ciclo vicioso sin fin.

Sasuke le sostiene su pierna alrededor de su cadera masculina y con la otra mano, se enreda en su cadera. Da pequeños empujones en la parte inferior de su vientre femenino, y sigue dejando rastros de besos por el blanquecino cuello de su esposa. Al poco tiempo logra alzar la otra pierna, y apoya sus manos en su trasero mientras se dirigen a la habitación. Pero en el recorrido se chocaron con varias cosas, por la suerte de ambos ninguno perdió la intensidad del deseo por el otro.

Abre la puerta y cierra la puerta con una patada. Seguían sin separarse, Hinata en los fuertes brazos de Sasuke, sus labios en la piel del otro. Los gemidos débiles y acallados. Gruñidos torpes y continuos. La recuesta en la cama suavemente y la observa por unos segundos. El rostro excitado de Hinata era maravilloso para Sasuke. Lo más condenadamente sensual y tierno que había visto en su vida. Lo excitaba de sobremanera y más al verla sonreír.

Hinata aprovecha esos segundos en que su esposo se limita a verla para hacer lo mismo. Con su mirada recorre las facciones de su rostro, se pierde en aquel fuego que desprendía sus ojos azabaches, en aquel enorme deseo que sentía por ella y una sonrisa se escapa de ella. Su embelesamiento por su esposo queda en segundo plano cuando el vuelve al ataque, con sus besos, con sus toqueteos, con excitarla sin control.