Sumario: Levi y Hanji son abogados penalistas y están a cargo del divorcio de Mikasa y Eren. Tienen experiencia en ello, después de todo, así comenzó el final de su propia historia.

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Portada: Esme Rosas


Capítulo 06: Lo que los unió


Mikasa se maquilló lo más que pudo para ocultar el rostro demacrado. En su mente imaginaba los peores escenarios y se preparaba para soportarlos.

No iba a llorar.

No delante de Eren.

No quería hacerlo sentir culpable.

Si le pedía acompañarla a las citas prenatales, le diría que sí. Si no las mencionaba, no iba a recordárselas. Si quería tener a su bebé los fines de semana...

Demonios.

El pecho le dolía demasiado.

Para los nervios de ella, volvieron a llegar temprano, por lo cual estuvieron esperando en la recepción. Al poco llegó Marie, con una sonrisa un poco nerviosa mientras jugaba con una carpeta entre sus manos. Levi no le prestaba atención mientras tomaba su celular y lo apagaba.

Mikasa tenía nuevamente aquel tic de su pierna temblando y las manos inquietas moviéndose a través de su vientre, aprisionándose los dedos.

Erwin salió de una de las salas, su expresión un poco tensa, encabezando al grupo de personas que salía detrás de él, lo cual hizo sobresaltar a Mikasa.

—Eren no ha llegado aún— murmuró ella hacia Levi.

—Está aún a tiempo— le respondió Levi, señalando el reloj.

Dos personas finalmente salieron, más apartadas que nunca. Y uno de ellos tomó las escaleras mientras la otra esperaba al ascensor.

Erwin se acercó hacia Marie, entregándole un folder con el caso.

—Uy... mala comunicación e irremediable de reparar. — murmuró ella, acariciando disimuladamente el pecho de su esposo. Erwin asintió, viendo el inevitable divorcio entre aquellos que acababan de abandonar su oficina. —¿Quieres un té?

El rubio negó. Marie observó por encima de su hombro, notando que tanto Mikasa como Levi parecían abstraídos en sus propios pensamientos, así que Marie tomó la mano de su esposo y lo llevó a la pequeña cafetería. Una vez ahí dentro, ella se empinó y le dio un beso suave en los labios tensos.

—No te preocupes— dijo Erwin en voz baja, aceptando el beso de ella. —Son gajes del oficio... Y no siempre pueden arreglarse.

—Si no quieren— objetó Marie, sus dedos aprisionando la carpeta. —Amor... ¿Hay alguna multa por no remitir a tiempo un proceso judicial para su registro?

—Depende del caso... ¿Qué ocurrió?— preguntó él, preocupado. —¿Hay demasiado trabajo para ti? Puedo hablar con la facultad de jurisprudencia y pedir a estudiantes de los primeros años. Podrán leer los casos, ayudar a enviar documentos y tener un ingreso adicional pero no pueden participar aún en los procesos.

Marie suspiró profundamente mientras le enseñaba el folder a Erwin.

—No pude hacerlo— dijo ella. —Lo siento mucho.

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Levi solía mantener una expresión estoica la mayor parte del tiempo y existían pocas cosas que lograban desestabilizar aquella seriedad de su rostro.

Que se abrieran las puertas del ascensor y saliera de ahí Hanji con una falta oscura ajustada a su cuerpo y a juego con una blusa blanca y un blazer que resaltaba su profesional vestuario eran una de esas cosas que podían desestabilizarlo... No es que antes Hanji hubiera ido a las audiencias poco acorde, pero para el bienestar emocional de Levi prefería verla en los pantalones ejecutivos, así no se distraía con las piernas envueltas en esas medias nylon.

Si el plan de Hanji era distraerlo para que no protestara por alguna exigencia de Eren... maldita sea que iba a conseguirlo.

Eren salió del ascensor detrás de Hanji, con una expresión que delataba que había tomado su decisión y no iba a dar marcha atrás en la misma.

Los castaños se sentaron frente a Mikasa y Levi, Hanji cruzando sus piernas, mientras revisaba algo en su tablet. Miró hacia el frente, saludando a los Ackerman con una leve reverencia de cabeza.

Mikasa respondió el saludo, pero Levi no. Parecía inmóvil, sin saber cómo reaccionar.

Bueno, pensó Hanji para sí misma, aquello le daba ventaja a ella, no todos los días podías jactarte de dejar sin palabras a tu ex ¿verdad?

Erwin salió al poco tiempo, devolviendo un folder a Marie, mientras murmuraba una disculpa vaga, a pesar que aún estaban a tiempo antes de iniciar la audiencia.

—Levi... Hanji...— dijo Erwin, con la voz tensa. —Necesito hablar con ambos al finalizar la conciliación.

Marie, como la mayoría de las veces demostró eficiencia mientras los guiaba hacia la sala ocho. Levi y Hanji se tensaron ante aquello.

Esa sala.

La misma donde ellos se divorciaron.

Esperaba que eso no fuera un preámbulo para el desenlace de Eren y Mikasa.

—Damas y caballeros... Doy por inicio a la última audiencia para el matrimonio Yēgā— Erwin tomó los documentos redactados dentro del marco legal en caso que el divorcio se ejecute. —En esta última sesión deben tener la madurez para aceptar el compromiso que adquirieron al casarse, o ser lo suficientemente adultos y desearse lo mejor en sus caminos si es que se separan.

Erwin miró a Eren y Mikasa, quienes no se atrevían a mirarse. Aquello le recordaba amargamente a Levi y Hanji, cuando no volvieron a verse, sin embargo, notó en esta ocasión, Levi no despegaba la mirada de Hanji, quien parecía que estaba a nada de sufrir un ataque de ansiedad, las uñas deslizándose continuamente por encima del blazer.

—Si están listos...— Erwin abrió la carpeta con la información de las dos conciliaciones previas. —Vamos a escuchar sus peticiones antes de tomar la decisión final.— Eren asintió, las manos aprisionándose en silencio. Parecía querer tomar la carpeta que Erwin tenía. Mikasa se recogió en sí misma. —Si están dispuestos a darse la mano y desearse lo mejor, procederemos con el divorcio. Si desean intentarlo, se archiva este proceso.

Eren miró brevemente a Mikasa y aquello terminó de reafirmar su decisión.

—¿Puedo... hablar con Mikasa a solas...— Eren tragó saliva. —Por favor?

Levi miró a su prima.

—No la lastimes— dijo, más como familiar que como abogado.

Eren asintió.

Erwin miró su reloj.

—Tienes cinco minutos— cedió el Juez.

Hanji fue la primera en levantarse y salir de la sala. Marie se extrañó al verla salir tan pronto de la conciliación y se acercó con la carpeta hacia Erwin, quien le levantó la mano, indicando silenciosamente que aún no ha terminado el caso Yēgā.

Erwin observó a Levi analizar a Eren, receloso antes de dejarlos a solas.

—Debes dejar que resuelvan sus problemas— le dijo Erwin, cerrando la puerta detrás de Levi, quien mantuvo su expresión tensa.

—Ha llorado más en estos días que en toda su vida— replicó Levi. —Y eso no le hace bien a su bebé.

Erwin arqueó una ceja en extrañeza.

—¿Desde cuándo tan experto en neonatos?— preguntó el rubio.

Levi soltó un chasquido, cruzándose de brazos ante los malos recuerdos.

Adentro de la habitación, Eren se levantó hacia Mikasa y le extendió la mano.

Aquello le rompió el corazón a Mikasa, puesto que ella creyó que él iba a desearle lo mejor, así que, temblorosa levantó la mano y se la presionó con una mínima fuerza.

Eren la jaló hacia sí, mientras la sostenía contra su cuerpo.

—Lo dijiste el día de nuestra boda. Amor, respeto... durante toda la vida.— replicó Eren, tomando el rostro de ella, para que lo mirara. —Tendrás a nuestro bebé, y en un futuro, también a sus hermanos. Los criaremos juntos, los cuidaremos cuando enfermen y les enseñaremos a ser personas de bien. Así que no hay divorcio, Yēgā Mikasa.— Los ojos de Eren solo dudaron unos instantes. —Bueno... solo si no me quieres más en tu vida.

Mikasa se aferró a Eren, sollozando de emoción.

—No sé si quiera otro embarazo— dijo ella entre lágrimas. —Odio estos cambios hormonales y sentirme tan indefensa.

Eren la besó en la frente y luego en los labios.

—Entonces lo descubriremos juntos.— respondió Eren, acariciando el rostro de ella. —Puedes pensar lo que quieras, Mikasa, menos que no te amo y que no lucharé por lo nuestro.

Ella asintió.

Los cinco minutos fueron demasiado tiempo, puesto que, al regresar Erwin, el semblante de ambos había cambiado.

Un punto a favor de Marie, pensó para sí mismo Erwin como en cada ocasión en que una pareja desistía de un arrebato emocional ante los malos entendidos.

El semblante, generalmente serio e imparcial de Erwin, se volvió más amigable, como la de padre orgulloso de sus pequeños retoños.

—¿Y bien? ¿Me dan el honor de escucharlo?

Eren miró a Mikasa.

—Se archiva el proceso.— luego volvió sus ojos hacia Hanji, quien parpadeó contínuamente para evitar demostrar cuánto le había afectado aquella escena. —¿Es así como se dice?

Hanji asintió en silencio.

Levi suspiró profundamente, en parte aliviado porque los temores de Mikasa no fueran más que eso, temores. De ahí correspondía a Eren trabajar en ellos y ahuyentarlos.

—Bien... Tengo otros asuntos que atender— observó Levi, revisando la hora en su reloj. Con una comida rápida, tendrá tiempo de seguir revisando los expedientes de Kuchel y realizar la orden de traslado médico en el menor tiempo posible. Si el imbécil de Sannes seguía, por alguna maldita razón, con vida entonces sería el golpe con el cual saldría de su escondite. Se volvió hacia Eren y le extendió la mano, dándole un firme apretón. —Buena suerte.

Erwin estaba terminando de firmar el archivo del proceso y lo llamó.

—Hay algo que tengo que platicar contigo, Levi...Es un proceso pendiente y no puede esperar ni un día más— indicó Erwin, luego se volvió a la pareja. — Eren, Mikasa... Les deseo lo mejor del mundo y que esto les haya retroalimentado para su bienestar conyugal.

La pareja asintió.

Hanji se acercó y abrazó a Mikasa susurrándole buenos deseos en su embarazo. Ella asintió, sonriendo entre lágrimas.

Marie se encontró con la pareja en la entrada de la sala justo cuando Eren y Mikasa salían de la misma.

—Lamentamos mucho las molestias, Smith-san, y gracias por todo— dijo Eren.

Marie sonrió al verlos.

—Todo vale la pena ¿Verdad?— dijo ella, continuando hacia su esposo para recibir de él los documentos con los cuales quedaba archivada la demanda Yēgā y a cambio entregaba otra carpeta sin etiquetar. —Estoy muy feliz por los dos. Y ante cualquier duda o inquietud... pueden preguntarme. Los primeros meses son los más complicados pero son un preámbulo de lo difícil que puede ser. En especial si les detectan mellizos.

Eren miró a Mikasa, su mano deslizándose hasta encontrar la de ella.

—Veremos lo que sucede— dijo, aprisionando los dedos alrededor de los de ella. —Y lo enfrentaremos, juntos.

La pareja salió, siendo un hermoso contraste con la otra que quedaba en la sala. Aunque Marie detectó la lejanía en Levi y Hanji. ¿Es porque creen que no siempre existe una segunda oportunidad?

—¿Están cómodos aquí?— preguntó Erwin. Hanji guardaba en su cartera la tablet, y sin saber qué más hacer con sus manos atinó a pasarlas por sus brazos. Las uñas volviendo a deslizarse por encima de su ropa. Levi se preguntó si eso mismo había hecho ella hace tres años atrás.

—Sí— mintió ella, tratando de acelerar el proceso para salir cuanto antes de lo que sea que Erwin tiene que decir.

—¿Levi?—preguntó el rubio. El aludido se encogió de hombros, indiferente. —Bien... Desde hace tres años... Los procesos se han incrementado en este despacho— continuó diciendo Erwin, enseñando la carpeta de sus manos.

Marie sacudió la cabeza. No iba a permitir que Erwin asumiera la culpa, así que tomó la carpeta de Erwin y abrió su contenido.

—Los dos... no cumplieron con los parámetros y por ello...

—La ley y las normas no son de carácter retroactivo— le murmuró Erwin, interrumpiéndola muy a su pesar. Su esposa podrá haber tenido las mejores intenciones del mundo pero en lo que respecta a los Ackerman, es mejor ir con cuidado.

—Ah... Bueno...— replicó Marie. —Entonces la verdad. Esto fue una estupidez. Desde siempre lo fue.— entonces dejó en el escritorio la carpeta abierta en la cual estaba la sentencia del divorcio Ackerman con las firmas de todos los presentes ahí. —No la procesé. Nunca continuó el trámite y todo quedó aquí, en papeles fríos y absurdos.

—¿¡Qué mierda... — Levi detuvo sus palabras. Recordó a Kirstein diciendo que había logrado cambiar los registros civiles de Kuchel a Ackerman, entonces Petra podía recién darle la historia clinica de su madre, sin embargo, un día antes, solo existía en el hospital el registro de Ackerman Hanji porque nunca fue enviado el divorcio al Registro Familiar. Soltó una risa amarga con la cual buscó ocultar su frustración. —¿Entonces requieres de un par de abogados para que te asesoren lo que debes hacer ante una actualización de procesos? Se remite al Koseki, se pagan las multas correspondientes. Fin del asunto.

Marie inspiró una profunda cantidad de aire, pidiendo a los dioses paciencia.

—¿Es lo que quieres que se haga?— preguntó ella, cruzándose de brazos. Al verlo con esa expresión enojada se volvió hacia la otra persona involucrada. —¿Qué dices, Hanji?— Ella les daba la espalda y se negaba a ver los documentos que la lastimaban, menos podía soltar siquiera una sílaba sin delatar su estado emocional. —Bien... Creo que necesitan hablar sobre esto. Si REALMENTE quieren que remita esta sentencia al Registro Familiar, me haré cargo de todo, incluyendo multas y sanciones.

Marie tomó de la mano a su esposo y salió junto con él de la Sala Ocho.

El silencio posterior a ello fue mortal.

Levi se pasó la mano por el rostro. No había dormido en más de veinticuatro horas, tenía aún mucho por resolver y ahora debía revivir el proceso de su divorcio. Odiaba lastimar a Hanji de aquella manera. Empezó a buscar entre sus ropas la cajetilla de cigarillos, al diablo Erwin y su política de prohibido fumar dentro de las instalaciones.

—¿Tienes un encendedor?— preguntó Levi, con el cigarrillo en la mano.

Hanji se volvió, notándolo tenso y cansado. Aquello también afectaba a Levi y esto le dolía a ella porque, ahora sabiendo todo lo que verdaderamente aconteció, no quería que Levi siguiera sufriendo más. Todo les estaba quemando el alma como si fuera el primer día en que se separaron.

Ella buscó en su bolso y obtuvo el encendedor. Sabía que Erwin les reprocharía por fumar dentro de las instalaciones pero ese era el menor de sus males. Hanji deslizó el pulgar a través de la rueda y lo mantuvo en el pulsador. La llama haciendo su aparición y ardiendo. Levi se colocó el cigarrillo en los labios.

Entonces Hanji tomó los papeles y los acercó al fuego desde la firma que ella misma había estampado hace más de tres años. Mantuvo en alto aquellos malditos documentos y los vio arder, hasta que notó que se quemaba la firma de Levi y, al verificar que la llama no se apagaría, soltó los documentos en la preciosa mesa de la sala de juntas de Erwin.

Levi soltó el cigarrillo y se levantó hacia ella, tomándola de la cintura para colocarla encima en la mesa, luego una mano viajó por la espalda hasta el cabello castaño para quitarle los lentes y la otra viajó a través de sus piernas, sintiendo la sedosidad de las medias. Hanji se deshizo del terno de Levi y lo atrajo más hacia sí misma, sus manos deslizándose a través de la espalda y las piernas envolviéndolo. Todo esto mientras se besaban, hambrientos y desesperados, a un lado de los papeles que seguían quemándose.

El humo de los papeles se elevó hasta el sistema de detección de incendio provocando que el agua pulverizada cayera sobre la mesa, mojando no solo a los quemados documentos sino también a Levi y Hanji, pero a ellos no les importó y continuaron besándose, las manos explorando a pesar de la ropa.

Erwin y Marie entraron abruptamente a la sala puesto que el sistema de alertas estaba a nada de enviar un llamado a los bomberos, pero en cambio se encontraron con la pareja empapada y uno sobre la otra, encima de la mesa de sesiones.

—¿Qué demonios?— soltó Erwin, ante lo cual Hanji escondió el rostro en el pecho de Levi, incapaz de dar la cara. Levi, en cambio, le dio una mirada mortal a los que lo interrumpieron.

—¡Jódete, Erwin!— Levi abrazó más a Hanji.

—No pensé que los dos hicieran saltar el sistema de incencios.— dijo Marie, apagando desde el panel de la entrada el rociador del agua y cancelando la prellamada a los bomberos. Sacó de la parte posterior del sistema de control el juego de llaves de todo el piso ocho y la lanzó hacia la mesa. —Las llaves están numeradas por sala de sesiones así que no habrá cómo perderse. Dejen todo bien cerrado. Vienen a limpiar obligatoriamente a las diez de la noche. Y seguridad pasa cada dos horas a partir de medianoche.

—¡Marie!— expresó Erwin.

—¿Qué?— soltó ella, con una sonrisa amplia. —¡Acabo de librarme de una multa de Koseki y de buscar el bizcocho con crema de fresa para la Cena de Noche Buena, además nuestros mellizos tendrán seis regalos navideños atrasados.

—Y también te llevaré un Domaine de la Romanée. —dijo Hanji desde su lugar.

—¿Estás sobornando a mi asistente, señora Ackerman?— replicó Erwin.

—¡Sí!— respondió Hanji después soltó una risa que hizo eco por todo el salón. —Ahora, vete, que sigo renconciliándome con mi esposo. Para eso estamos aquí.

Si Erwin iba a protestar, nadie lo pudo comprobar. Marie se llevó a su esposo, asegurándose de cerrar bien la puerta.

—Vamos, Erwin... Tenemos a nuestros hijos esperándonos.

Erwin deslizó un brazo alrededor de la cintura de su esposa. Ojalá que nadie se entere cómo ella lo tiene a sus pies, haciendo que él incumpla todas las normas del universo solo por hacerla feliz.

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Adentro de la Sala Ocho, Hanji se estremeció ante los labios de Levi empezando a recorrer su cuello.

—Tu esposo— repitió Levi, sus manos abriendo los botones de la camisa blanca. No tardó nada en levantar el brassier para liberar los senos de Hanji y despertar los pezones de su largo sueño entre caricias y besos mientras la volvía a recostar en la mesa de sesiones.

—No me distraigas con palabras dulces y deshazte de tus ropas— murmuró Hanji, notando que cada vez ella quedaba más y más desnuda. —No pienso ser la única sin nada aquí.— Ella sintió la sonrisa de él en su vientre, pero eso no significaba que él iba a hacerle caso. Prueba de ello fue que tomó sus medias y las rompió. —¡Oye! Me gustaban esas medias.

—Te compraré otras— murmuró Levi, rompiéndolas cada vez más hasta poder tener contacto con su piel. —Y las continuaré desgarrando cada vez que se interpongan entre mis manos y tus piernas.— Hizo a un lado su ropa interior y buscó su intimidad para saborearla como quien descubre un manantial después de estar siglos sin saciarse, dejándola temblorosa, agitada y necesitada . —Mierda— masculló al sentirla pronto lista para él. —No tengo condones.

Aquello, en vez de enfriarla, la llenó de una calidez que se expandió desde su bajo vientre.

—No importa— susurró Hanji, sentándose y besándolo mientras sus manos buscaban dentro de los pantalones de él su endurecido miembro, sacándolo para continuar con aquel juego ardiente. Las manos de Levi no se quedaron quietas y una se sostenía de la base de la mesa mientras que la otra se deslizaba en la humedad entre las piernas de Hanji, estirándola gentilmente. —Te deseo tanto que duele... No me hagas esperar más.

Él no tenía planeado hacerlo, pero las palabras no pudieron salir de sus labios, el pensamiento se le nubló completamente al deslizarse dentro de Hanji, sintiendo en todo su pene la estrechez de ella aprisionarlo con firmeza, dándole la bienvenida y negándose a dejarlo ir.

Continuaban besándose entre cada suspiro, cada vez que sentía el calor de sus cuerpos fundiéndose en cada embestida, las uñas y los dientes de Hanji dejando marcas en la tensa y sudorosa piel de Levi, sus brazos aferrádose a él, en una mezcla de temor a que se desvaneciera y placer por tenerlo nuevamente.

Él la sacaba del infierno que significó la distancia y la volvía llevar al mismo Edén, olvidándose de todos a su alrededor. Más golpes de cadera, suspiros compartidos, gemidos que le ardían desde lo profundo de su ser, las piernas cerrándose alrededor de las caderas que parecían querer marcarla. Cuerpos temblorosos y sudados, el placer deslizándose a través de ellos, los latidos del corazón marcándose al mismo ritmo desbocado.

Hanji suplicaba por más, hundiendo los dedos en los glúteos e incentivándolo a que la siga amando. Levi estaba dispuesto a dárselo todo, su vida y hasta la misma esencia de su ser. Ella se perdió en los ojos, que parecían más grises que azules a causa de la excitación, y dejó caer su cuerpo contra la mesa, tenso en un instante y moldeable como la arcilla en el siguiente segundo. La imagen de la fémina, disfrutando de su orgasmo, fue abrumadora a los sensibles sentidos de Levi, por lo cual bastó levantarla un poco hacia sí y golpear contra ella unas pocas veces más antes de quedarse momentáneamente saciado, derramándose dentro de ella.

No pudieron ni quisieron moverse en los siguientes minutos.

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Kenny soltó otro chasquido de preocupación mientras la llamada volvía a enviarlo al buzón de voz. No tenía sentido dejarle un audio a Levi cuando él jamás escuchaba los mensajes.

Mikasa se había ido hace una hora con su aún esposo, agradeciendo los días en que la acogió. De Levi, según le habían dicho, se quedó con Hanji y Erwin en el juzgado. Sin embargo aquello, lejos de tranquilizarlo, lo dejaba en una incertidumbre por el bienestar emocional de su sobrino.

Zöe Hanji lo afectaba más de lo que Levi estaba dispuesto a admitir y su carácter de mierda había empeorado desde que la volvió a ver.

No conocía al Levi que estuvo felizmente casado, pero Kenny no creía que su sobrino hubiera sido siempre ese sombrío hombre que no dormía adecuadamente, tenía pensamientos siempre negativos y descuidaba su alimentación. Jamás hubiera atrapado a una mujer con esa actitud tan taciturna.

Aprovechando que no estaba Mikasa en el departamento, Kenny pudo volver a sus vicios de alcohol y tabaco mientras encendía en el televisor los canales de noticias y buscaba su nombre o el del bastardo de Sannes.

Quizá, reflexionó observando un reporte sobre el desfalco sufrido en una pequeña compañía, era una maldición de los Ackerman no ser felices en esta ni en cualquier otra vida. Era una fortuna que Mikasa haya decidido ser Yēgā. Seguro que cortará esa maldición de desgracias.

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Annie siempre decía que él era muy inteligente y eso era lo que le había llamado la atención desde un principio. Armin no se consideraba como tal, puesto que, de haber sido el genio que ella admiraba, no hubiera perdido tanto tiempo en absurdos.

Y definitivamente no haberle hecho el amor a Annie desde mucho antes era un absurdo.

La veía rasguñar las sábanas mientras él sostenía sus caderas, elevándola del colchón, disfrutando cómo el cuerpo de ella lo aceptaba. Le encantaba sentirla temblar contra su cuerpo, relajada y feliz, con los ojos somnolientos, los senos subiendo y bajando al ritmo del errático respirar, en donde quería ella estar, en su cama, compartiendo aquel placer con él.

Armin se recostó en el vientre de ella, cansado y satisfecho.

En la tenue luz de su habitación notó el brillo de su celular, por lo cual se levantó perezosamente, deshaciéndose del preservativo. Fue a refrescarse en el baño y regresó solo con una toalla alrededor de su cuello. Luego con la misma secó el sudor de Annie, haciendo que ella despertara de su sonmolencia.

Le sonrió, recostándose a su lado y tomando el celular para leer un par de mensajes que le habían llegado hace alrededor de media hora.

Uno era de Mikasa, con un un sentimiento tan sincero transmitido en texto.

Estoy tan arrepentida. Deseo que alguna vez puedan perdonarme.

Le escribió una respuesta muy corta y también significativa.

Siempre serás mi mejor amiga. Trabaja siempre por tu felicidad.

El otro, un poco más expresivo, de parte de Eren, informando que el divorcio no se ejecutó. Armin se alegró por ellos y le envió otra respuesta felicitándolo.

—Todo bien con los Yēgā. —comentó Armin, dejando a un lado su celular. Se volvió hacia Annie y besó su hombro. Ella pareció murmurar algo en agradecimiento, volviendo a dormitar entre los brazos de su novio.

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—¿Acaso llovió?— preguntó Kenny, extrañado al ver a Levi ingresando al departamento prácticamente pulcro, exceptuando por su ropa arrugada y húmeda.

—Sí, solo en la esquina— respondió Levi.

Kenny arqueó la ceja y estaba a nada de cerrar la puerta del departamento pero notó a la fémina, también empapada, en la entrada.

—Zöe— replicó Kenny, asombrado de verla.

—Ackerman— ella replicó, no en señal de saludo, sino corrigiendo al tío de Levi, solo que él no iba a entender aquello.

—Iré con ella...— comentó Levi, yendo hacia el pequeño estudio para tomar la computadora y el pendrive. —Acaba de hacer un seminario de criminología y tiene conocimientos para revisión de datos voluminosos...

—Ah-ah— respondió Kenny, de manera irónica. Hubiera reído si no fuera porque estaba seguro que Levi le sacaba los intestinos y se los colocaba de corbata. Hanji estudiaba con la mirada a Kenny, notándolo sigiloso y letal bajo esa apariencia de desaliñado y expresión cansada. Ella sabía que él también la estaba analizando. —Solo confío en ti porque Levi lo hace— objetó Kenny, observando con la vista periférica que Levi no saliera del estudio. —Pero puedo hacer de tu maldita vida un infierno.

Hanji esbozó una sonrisa al ver a Levi salir del estudio, llevando en un bolso su portátil y de inmediato pasó hacia su habitación.

—Ya estuve ahí.— respondió Hanji manteniendo su porte altivo y profesional, a pesar de estar con las ropas húmedas. —Y sé que Levi está haciendo todo para que salgas del tuyo, así que, haré todo para que Levi cumpla sus metas.

Kenny soltó una risa la cual camufló en una mueca que trató de hacer pasar por una tos.

—Tienes más agallas que cualquier gusano del bajo mundo— replicó, admirado que en ningún momento ella bajó la mirada. Levi eligió bien.

—Gracias— Hanji respondió, entendiendo que Kenny estaba haciéndole un cumplido.

Levi salió del cuarto con una maleta de equipaje mediana.

—Estaremos en contacto— replicó Levi al recibir un golpe en la espalda por parte de Kenny, en señal de despedida.

Al irse Levi, Kenny se sirvió un poco de whisky, riendo por primera vez de manera verdadera en años.

—¿Será el fin de la maldición?— se preguntó, dando un buen sorbo a la potente bebida.

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Hanji tomó el bolso con la portátil de Levi y se colocó del lado del copiloto en el automóvil de él, mientras Levi guardaba en el asiento posterior su maleta de viaje y se colocaba en el lado del conductor. Al ingresar al auto la escuchó hablar con lo que parecía ser un restaurante de comida de confianza de ella. Los ojos castaños brillando al decir la dirección de su departamento y la orden a nombre de Ackerman Hanji.

Al cerrar la llamada, Levi la tomó del rostro y le dio un beso suave.

—He sido tan imbécil— murmuró él, su voz ronca y débil.

Hanji sacudió la cabeza. No fue solo él quien se portó de manera tan estúpida e irracional.

Si tan solo ella le hubiera preguntado...

—No más secretos— dijo Hanji. —Si descubres algo más, si te sientes perdido... necesito saberlo.

Levi asintió, mientras se dirigían al departamento de ella.

Les esperaba un largo camino que recorrer, sin embargo, en contraste al ayer, Levi ahora sentía más calma.

Lo que él ni siquiera sospechaba todo lo que aún tenía por descubrir.

—¿Y contra quién planeas plantear la demanda?— preguntó ella.

Levi sacudió la cabeza, por más vueltas que le dio al asunto, era inevitable volver a enfrentarse a Eren, o al menos de una indirecta manera.

—Al Hospital Kusavā — dijo Levi, entre dientes. —El Gerente General apenas tiene medio año en el cargo, pero le va a tocar enfrentarlo. Kusavā Zeke.

Hanji sintió la tensión en toda su columna vertebral.

—¿El hermano de Eren?— preguntó ella en voz alta de manera automática, puesto que ya sabía la respuesta.

—Tsk... No quisiera hacerlo, para evitar problemas con Eren, pero él dijo que no lo consideraba como un hermano... —Levi pareció reflexionar para sí mismo. Se detuvo en un semáforo rojo, notando el silencio abrupto de parte de Hanji.

Ella miraba hacia el frente y se mantuvo callada, hablando solo para decir que la luz había cambiado.

—Ya puedes continuar— dijo ella.

Levi aprisionó el volante. Los nudillos volviéndose blancos.

—¿Quién te atendió?

Hanji soltó un —¿Uh?— de extrañeza. Por medio del retrovisor notó que las calles estaban despejadas.

—Cuando fuiste a Kusavā...— continuó diciendo Levi. —¿Cuál era el nombre... del médico?

Hanji dejó de mirar a los retrovisores y dirigió su mirada hacia Levi, cuyos ojos resaltaban su color azul en señal de suspicacia.

No más secretos. Había dicho ella en menos de una hora.

Y aquello era un compromiso que debía cumplirse por ambas partes para que la relación funcione, pues por mutuamente ocultarse hechos importantes terminaron en malos entendidos.

—Kusavā Zeke— respondió ella, sin poder evitar el fastidio en sus palabras. Levi empezó a manejar con cierta celeridad pero Hanji lo sostuvo del brazo. —No lo malentiendas. — Él se mantuvo serio pero se estacionó en la siguiente calle y encendió las luces de parqueo. Hanji inspiró una cantidad de aire. Al mal paso, darle prisa, y esos recuerdos no eran agradables para ella. —Revisó los exámenes y me dio el diagnóstico del embarazo psicológico. Le pedí que generara una orden de ecografía y hasta ahí no hubiera existido ningún problema. No sé si se ofendió porque "dudara de sus conocimientos" pero al darme la orden hizo un desatinado comentario que si tanto quería estar embarazada, él se ofrecía a hacerme el bebé.

Levi golpeó el volante para descargar un poco de la rabia que lo inundó.

—Voy a patearlo.

—No, no lo harás— replicó Hanji. —No hizo nada más que una propuesta estúpida a la cual no le presté la mayor atención.

—No debió decirlo.— refutó Levi, con los dientes aprisionados de la rabia. —No debió...

—Y no estoy negando eso.— dijo Hanji odiando que la primera pelea con Levi sean por hechos del pasado. Ella, más analítica, entendió que aún existían muchos detalles que no quedaron aclarados y que iba a tener que enfrentarlos. Inspiró una profunda cantidad de aire.—No soy una chica indefensa...

—Lo sé muy bien.— interrumpió Levi sin poder disimular la sonrisa ante ello. Hanji se preguntó qué recordó él para mostrar esa expresión de orgullo.

Aquel gesto de orgullo en él relajó también en ella la tensión.

—Levi.—susurró Hanji, acercando su mano al rostro de él. —No peleemos por ese tipo indeseable...

Si Levi iba a decir algo, ninguno de los dos lo supo porque Hanji había aprovechado la cercanía para darle un beso. Él colocó de manera automática una mano por la nuca de la fémina para evitar que se apartara.

Pronto ambos lo recordaron.

La lejanía.

El creerse que se habían perdido mutuamente.

Levi la aferró contra sí, admitiendo para sí mismo que Hanji tenía toda la razón. No valía la pena reiniciar su matrimonio con una discusión absurda.

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Eren acariciaba los hombros de Mikasa, retomando el masaje que originalmente iba a darle. Ella se estremeció de placer, aún saboreando el orgasmo que él le había dado.

—Mañana vas a trabajar— dijo ella perezosamente.

Él asintió en medio de un beso en los desnudos hombros.

—Te traeré curry— dijo él, ante lo que ella soltó una negativa.

—Hamburguesa de queso— replicó Mikasa, sintiendo desde ya que se le hacía agua la boca de imaginarlo.

Él sonrió mientras asentía nuevamente.

—Hamburguesa de queso será entonces.— Mikasa podía pedirle que acabara con el mundo, él lo haría sin dudar. Ella era consciente de la felicidad que la rodeaba. Esa sensación de perfección la tuvo solo en vagos recuerdos de una mujer sirviéndole el desayuno mientras un hombre la llevaba en peso. Se estremeció ante aquel recuerdo y se aferró al pecho de Eren, quien sintió el cambio de actitud. —Hey ¡Todo va a estar bien! — La besó en la sien y acarició con más firmeza los hombros, yendo hacia la espalda, dejando que ella se escondiera entre sus brazos. —Vamos a estar bien.

Mikasa asintió, parpadeando para evitar las lágrimas. Tenía muchos años que no recordaba a sus padres y ahora volvía a sentir aquella nostalgia de lo que no volverá a tener. Tocó su vientre, preocupada por su bebé.

—Eren...— dijo Mikasa tan bajo, que si la habitación no hubiera estado en absoluto silencio, él no la hubiera escuchado. —Levi encontró a su madre.

—¿Uh?— respondió él, extrañado. —¿Tía Kuchel?

Mikasa asintió.

—Y está buscando al causante de su desaparición...— Mikasa se pasó la lengua para remojarse los labios resecos. —También fue el causante de la muerte de mis padres...— Eren asintió, creyendo entender la sensibilidad de ella. Siguió acariciando su espalda y cabeza, para darle calor al tembloroso cuerpo. —Por favor, Eren... Pase lo que pase... cuida a nuestro bebé.

Aquello golpeó metafóricamente el corazón de él. Apenas la volvía a recuperar y ella sale con esas extrañas peticiones.

—Claro que lo haré.— le dijo él, tomándola del rostro, para que ella sea consciente de la firmeza de sus palabras. —Y también te cuidaré. Por sobre todas las cosas.

Mikasa asintió, besándolo.

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Hanji guió a Levi hacia el subterráneo para residentes del edificio. En el portón el guardia de seguridad verificó la presencia de ella en el auto.

—Buenas noches, Hanji-san— dijo el hombre mientras abría el portón eléctrico. —Le indico que está disponible el puesto L3H4. Ralph-san no se ha presentado en más de un año.

—Muchas gracias por la información, Hoover-san.— respondió ella, con los ojos brillantes de emoción.

Adentro Levi siguió nuevamente las indicaciones de Hanji, notando que los estacionamientos estaban identificados por letras y números.

—¿Algo en particular sobre ese estacionamiento?— preguntó Levi

—Puedo adquirir todo el piso— dijo ella en respuesta. —El piso en donde vivo está dividido en dos secciones, pero cuando lo compré, no me di cuenta que el lado que adquirí no tenía acceso a la terraza ni derecho a estacionamiento, por eso era más económico. Cuando traté de hacer el cambio me informaron que estaba alquilado a un policía militar llamado Ralph-san, y no podía acceder a hacer una propuesta hasta que se termine el contrato. Coincidí en algunas ocasiones en el ascensor con él y me comentó que estaba viviendo en el edificio solo por un trabajo temporal y se iría pronto. Así que ahora que se ha marchado puedo renegociar la hipoteca para adquirir el lado restante y tendremos nuestra propia terraza.

Levi sonrió por aquello.

—El invernadero que tanto deseaste.— observó él.

—Y podrás tener tu té— replicó ella, emocionada porque sus planes a futuro podía contar con Levi.

Uno de los gustos compartidos que descubrieron fue la botánica y en su época universitaria alguna vez hablaron de tener un espacio verde que le permitiera a ella plantar semillas de té y él diciendo que disfrutaría de ello.

Llegaron al estacionamiento y Levi sacó su maleta con sus pertenencias. Hanji lo guió por el ascensor privado que daba al piso 7, sacando ella una tarjeta magnética que permitía ese exclusivo acceso.

—No había caído en cuenta que tenía meses que no coincidía con Ralph-san— observó ella saliendo del ascensor. Levi notó que accedieron al departamento por una puerta exclusiva para residentes, sin cámaras de seguridad alrededor, por ende Hanji sabía que entraban visitantes al piso solo cuando tocaban la puerta principal. —Si Hoover-san no me decía del estacionamiento... ¡Ya quiero llamar para adquirir el piso restante! Aunque habrá que verificar que el policía no haya dejado sus pertenencias.

Hanji buscó un cable para conectar la portátil de Levi en su televisor, así ambos podían analizar mejor los datos y dividir las pantallas en la información más relevantes que encontraran. Apenas conectaba la pantalla cuando golpearon la puerta principal.

Levi abrió la puerta, descubriendo a un muchacho que posiblemente rondara los veinte años.

—Buenas noches...— dijo él, enseñando un empaque. —Tengo una entrega para Ackerman Hanji-san.

—Aquí es— indicó Levi receptando el paquete. Él entregó su tarjeta de débito y el joven realizó el cobro.

Al cerrar la puerta, Levi observó a Hanji quien estaba con su tarjeta en mano, absorta en sus pensamientos.

—¿Qué hay con esa expresión de estreñimiento?

Ella ocultó su sonrisa con la tarjeta y luego se la extendió.

—Debí haberlo sospechado...

Levi notó que la tarjeta de Hanji mantenía sus datos de casada.

—Uh... caduca en dos años más...— fue lo que él observó con una sonrisa camuflada.

Hanji guardó la tarjeta mientras seguía analizando las pistas de su vida.

El sueldo lo hacía el bufete directamente a su cuenta bancaria por lo cual no era necesaria alguna identificación adicional, la representación legal salía a nombre del bufete Zacharius por lo cual no existían problemas legales con los casos que había llevado. Por su buen historial de crédito nunca necesitó la firma de Levi para la compra del piso en el que actualmente vive, los débitos para el pago de la hipoteca se hacían automáticamente desde su cuenta bancaria. Por todo aquello no había necesitado cambiar su tarjeta de débito, aunque parte de aquel desliz es porque en Japón las tarjetas se renovan cada siete años.

Ahora más que nunca entendía que legalmente ella no dejó de ser Ackerman Hanji.

La esencia de lo que vemos y lo que realmente es son dos cosas completamente distintas.

Continuará...


Si pensaron que en este punto de la historia está todo arreglado y entonces el fict ha terminado, pues les comento que ahora sí se viene lo bueno xD