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All that we see or seem
Is but a dream within a dream.
- Edgar Allan Poe
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c5- The Tributes (Los Tributos)
Sakura encontró muy difícil poder apartar la mirada.
Algo acerca de la figura de Itachi superpuesta contra el atardecer, de pie en medio del rio, tenía un efecto casi hipnótico.
Un silencio que Sakura no llamaría placentero, pero sí respetuoso, se extendió entre ellos. Era el momento perfecto para continuar pensando en todo lo que había sido dicho y revelado hasta ahora. Una oportunidad para tratar de ver las costuras en la puntada de la ilusión; el truco tras la magia dentro del sombrero.
Pero la kunoichi se encontró entonces necesitando un momento de descanso en medio del tumulto de cosas que la sofocaban, a pesar de la urgencia inicial que sentía por enfrentar a Itachi y descubrir sus intenciones.
El tiempo se movía de manera extraña en Tsukuyomi y ya era imposible decir cuánto había transcurrido desde el inicio de la ilusión. Si bien las necesidades del cuerpo no le afectaban, si parecía ineludible para su mente hacer una pausa. Sakura suponía que la sensación que ahora le aletargaba era equivalente a la necesidad del sueño en el mundo real.
Dentro de Tsukuyomi, dormir era ver como el mundo a su alrededor se detenía poco a poco al mismo ritmo de sus menguantes pensamientos.
Sakura dio un respingo interno entonces. Si Itachi la estuviera torturando o tratando de debilitarla, de confundirla, no le permitiría ningún tipo de descanso.
Y este no era el primero que tenía…
¿Acaso le preocupaba su salud mental? Someterla a una técnica que comprimía tanto en tan poco tiempo de seguro podría freírle los sesos a cualquiera.
No sin recelo Sakura se vio forzada a colocar otro punto a favor de Itachi en la cuenta mental que estaba organizando en su cabeza. Desentrañar la verdad de los hechos se estaba volviendo un tema secundario frente a la posibilidad de entender a la persona detrás de la historia. Para bien o para mal, la masacre del Clan Uchiha se había convertido en un hito en el mundo shinobi y el ninja que la había consumado, en una leyenda negra.
Por cómo iban las cosas, terminaría con más preguntas que certezas de seguro.
En lo único que sí comenzaba a tener total confianza era en que ella iba a lograr salir de Tsukuyomi con vida. Le convenciese o no, nada de lo que Itachi le estaba mostrando sería de utilidad para nadie si la mataba dentro de la ilusión.
Arrullada por el rumor del agua, el letargo empezó a ganarle el ánimo y sus ojos se cerraron, el atardecer apagándose en sus parpados con la figura del Uchiha aún visible tras ellos. Por un momento Sakura pensó que jamás lograría borrarle de allí. Como un tatuaje permanece en la piel, ella llevaría su silueta dentro de su propia oscuridad tras ojos cerrados.
Con ese pensamiento, extrañamente reconfortante, Sakura se quedó dormida.
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"¿Dónde estamos ahora?" preguntó sin abrir los ojos, pero consciente del cambio de escenografía que había ocurrido a su alrededor mientras dormía.
Cuando por fin abrió los ojos se encontró en medio de una habitación pequeña, un futón enrollado al fondo y algunas pertenencias personales en un pequeño tocador. Frente a ella las puertas correderas estaban abiertas, la vista desde la segunda planta mostraba un enorme patio interior que poco a poco se llenaba de visitantes.
Estaba la casa de alguien pudiente –del Clan Uchiha por la inconfundible decoración de abanicos blancos y rojos– y a juzgar por los preparativos, estaba por iniciarse una ceremonia importante. Hombres y mujeres se congregaban en el patio interno, tomando posición de acuerdo a algún estatus de jerarquía que a Sakura le parecía que formaba un laberinto de figuras geométricas y que debían tener sin duda algún significado.
Todos se encontraban uniformados de negro y rojo escarlata, como si se tratase de un ejército listo para el combate. Esa impresión, pensó Sakura, no estaba muy lejos de la realidad de un clan preparado para una revuelta. Sin embargo, lo más perturbador de toda la indumentaria era la máscara de porcelana negra ocultaba los rostros de los presentes.
Diferente a todo lo que había visto antes, lejos de disfrazar cambiando a la persona en un animal o dándole una personalidad diferente, estas máscaras dejaban el rostro completamente vacío. Apenas una rendija lineal para los ojos que no permitía distinguir ninguna emoción.
Sakura se puso de pie y salió a la veranda desde donde podía ver todo el patio sin problemas. Cuando el lugar estuvo lleno a tope las voces se acallaron a un murmullo y todos tomaron posición, sentados en el suelo en torno al gran árbol de cerezo que crecía vigoroso con ramas altas y frondosas en medio del patio.
Un movimiento llamó su atención a la derecha, donde se iniciaba la entrada de un grupo en procesión. Cuatro personas rodeando a una quinta –la única vestida de blanco– caminaban por entre los presentes, hacia el cerezo, donde un tatami había sido extendido, marcando el lugar central de la ceremonia.
En ese momento la kunoichi empezó a detallar a los presentes y no tuvo ninguna dificultad en reconocer a Itachi y a su padre entre los espectadores de la primera fila, a pesar de la uniformidad de todos en un mar negro y rojo.
La ceremonia comenzó cuando la procesión llegó a destino. La persona de blanco –una mujer según Sakura alcazaba a distinguir– se arrodilló en el tatami frente a un pequeño altar, comenzando una serie de reverencias y rezos que le resultaron ininteligibles por la distancia. Los otros cuatro la rodeaban sentados y en silencio, al igual que el resto de la multitud.
Cuando terminó sus rezos, la mujer se volvió hacia uno de sus acompañantes, un hombre que enseguida acomodó su posición hasta quedar frente a ella, las rodillas de ambos tocándose levemente. Con movimientos ensayados cada uno removió la máscara del otro y Sakura se sorprendió de ver que ambos eran muy jóvenes, no más de 25 años. Las similitudes de sus rostros dejaban claro un parentesco cercano, tal vez hermanos o primos.
Las manos de Sakura subieron hasta su pecho sin su permiso. No podía contener la angustia que comenzaba a consumirla. Algo horrible estaba a punto de pasar y su instinto le empujaba a huir como si un depredador estuviese al asecho. No sin esfuerzo se mantuvo firme en su posición.
Sin darse cuenta, sus ojos buscaron los de Itachi, quien ya la miraba fijamente como nadie más podía hacerlo en Tsukuyomi e increíblemente eso, más que nada, le dio algo de alivio.
Cuando volvió su atención a la ceremonia, hombre y mujer parecían estar en trance, sus miradas fijas en el otro por tanto tiempo, que Sakura se preguntó si no estarían enfrascados en alguna lucha de genjutsu. Pero sus ojos estaban apagados en la oscuridad del color negro que distingue a todos los Uchiha cuando su Kekkei Genkai duerme.
De repente el hombre habló a toda voz, su entonación mecánica traicionaba una frialdad que no se extendía hasta sus ojos.
"Eres mi hermana, eres mi sangre, déjame beber tu fuerza y ser la luz de nuestro legado".
La mujer frente a él levantó la barbilla un poco más, los hombros tensos como resortes. Era evidente que estaba asustada, pero había una convicción en su rostro que parecía inquebrantable.
"Eres mi hermano, eres mi sangre, déjame ser tu fuerza e iluminar nuestro futuro".
En ese momento ambos activaron el Sharingan y Sakura sintió una carga de chakra extenderse por todo el lugar como una tormenta eléctrica. Nunca hubiera imaginado algo así posible, y no lo creería sino lo estuviera presenciando. Los ojos de los hermanos habían establecido un puente de conexión, invisible a su ojo, pero estaba segura que no al resto de los usuarios del Sharingan presentes, quienes respondieron activando sus ojos ahora incandescentes detrás de cada una de las máscaras, tejiendo una especie de red, conectándoles a todos.
El hombre levantó una de sus manos, en un movimiento despacio y deliberado, extendiendo sus dedos hacia el rostro de su hermana.
Por un momento Sakura pensó que se trataba de un gesto de cariño, la cara de ambos dejando atrás los rigores de la ceremonia y llenándose de un afecto inconfundible.
Pero lo que ocurrió, lejos de una caricia, fue un asalto. La punta de sus dedos se hundió implacable contra los ojos de su hermana hasta hacerlos saltar de sus cavidades, atrapándolos con destreza en sus palmas. No hubo gritos ni llanto, solo una sonrisa deforme en un rostro ahora cubierto de sangre.
Sakura se puso de pie de un salto. El horror impulsándola hacia arriba sin dirección; quería correr, quería gritar, pero no podía sino mirar el espeluznante espectáculo.
Mientras, el hombre repetía ahora la misma operación en su propio rostro. Arrancándose él mismo el ojo derecho y remplazándolo con el de su hermana, luego el izquierdo, con la misma frialdad mecánica en los movimientos. Finalmente, apretando el par de ojos descartados entre sus palmas, se los llevó a la boca y los bebió.
Cuando el hombre volvió a abrir los ojos llenos de sangre, el Sharingan que brillaba ahora en ellos se había transformado, su forma pasando al próximo nivel.
Sakura tenía ambas manos cubriendo la parte inferior de su rostro. ¿Era así que los Uchiha obtenían su poder ocular? No parecía posible ni viable. Sin embargo, lo estaba presenciando; las palabras de Itachi reforzando la idea de que esta era una práctica común dentro del clan.
Para terminar, el hombre se recolocó al lado de su hermana, le dio un beso cariñoso en la mejilla, y enseguida y sin mediar palabra, le rebanó la garganta de un tajo. Inclinándose sobre el pálido cuello, bebió de su sangre hasta saciarse, robándole la última vitalidad al cuerpo su hermana. Lo mismo hicieron los otros tres acompañantes, sin duda familiares cercanos a la mujer que yacía muerta ahora a la sombra del cerezo.
En ese momento, Sakura sintió su estómago caer hasta sus pies y su cabeza comenzó a dar vueltas con violencia. Trató de sostenerse para no caer y malamente logró aterrizar sobre sus rodillas. Un cosquilleo atacó sus extremidades al tiempo que luchaba por no perder el conocimiento. Entonces su estómago se revolvió con violencia y Sakura no pudo sino liberar sus contenidos, escasos como eran.
El mundo se volvió un túnel oscuro, un enjambre furioso en sus oídos, y la kunoichi se resignó a lo inevitable.
Tuvo, al menos, la suficiente presencia de ánimo como para no caer sobre su propio vómito cuando perdió el conocimiento.
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Sería lógico pensar que una ninja, además de una aprendiz a médico, no se impactaría a estas alturas de su carrera con escenas como la que acababa de presenciar. Pero la verdad no había sido ni la sangre ni la violencia lo que le habían golpeado, sino el horror del hecho en sí mismo.
La ambición desmedida de poder violentando los lazos de familia; la fragilidad humana vulnerada por las pasiones más incontrolables y oscuras.
Con un gruñido Sakura se dio la vuelta hasta quedar tendida boca arriba, sus articulaciones amodorradas protestando el esfuerzo. Se sentía agotada y adolorida como si hubiese terminado un entrenamiento de doce horas con su shishou.
"¡Esto no puede ser una práctica común!" exclamó con voz ronca a un lugar vacío; todos los que presenciaron la ceremonia se habían marchado ya. Pero sabía que no estaba sola. Nunca sola en Tsukuyomi.
"Realmente voy a necesitar una explicación para esto".
"Este es el precio que hay que pagar por un poder que supera todo lo natural". La voz desafectada con la que respondió Itachi le hizo sentir aun peor, si cabía.
"¿Cómo es posible que esto no se sepa?" Sakura se sentó de golpe, su cabeza protestando con el inicio de un dolor punzante latiendo en las sienes. "Alguien en la aldea va a extrañar a esa mujer y hacer preguntas".
"Nadie puede extrañar lo que no conoce".
"¿Cómo dices?" Sakura se volvió a verle. Itachi vestía aun la indumentaria ceremonial, las manos juntas tras la espalda, firme como un soldado esperando órdenes.
"Gran parte de los niños y niñas Uchiha nunca son enviados a la academia. Nunca salen siquiera del Complejo. La aldea no sabe que existen por lo que tampoco los echan en falta".
Sakura sintió las náuseas renovándose, a pesar de no tener nada que vomitar.
"Los Uchiha han venido haciendo esto desde antes de la creación de Konoha. Para los extraños, somos un Clan que sigue una estricta vida tradicional, cerrada y disciplinada, pero al interno la corrupción y la promiscuidad son la norma".
Itachi hablaba ahora sin mirarla, como si recitara una lectura aprendida en la escuela y no la historia de un auto exterminio sistemático y francamente mórbido.
"Los Uchiha tienen muchos hijos, pero el Clan crece a un ritmo lento por los sacrificios. Las muertes son decididas y controladas por los jefes de familia con aprobación de los líderes del Clan. Solo las ramas más antiguas tienen privilegios".
Sakura apretó los puños. ¿Era esta la verdad del Clan Uchiha? Pero más importante aún era la creciente comprensión de que Sasuke estaba sacrificando su vida para vengar una mentira.
"En el Clan Uchiha nadie muere de causas naturales. Hasta los más ancianos y los enfermos o quienes nunca activaron su Sharingan son sacrificados para no desperdiciar el poder de su sangre. Mientras más avanzado el Sharingan en sacrificio, mayor es el poder que se obtiene".
"¡No puedo creerlo!" se le escapó en una exhalación agitada. En su pecho la kunoichi sentía la presión de no conseguir suficiente oxígeno.
"Esta es la verdad".
"¿Y todo esto justifica lo que vas a hacer? Vas a decirme que un genocidio anula a otro supongo…".
Sakura se sintió paralizada enseguida por la mirada de Itachi, quien en un par de zancadas llegó frente a ella, inclinándose en cuclillas hasta quedar a su nivel.
"La destrucción del Clan Uchiha, no se trata solo de detener un golpe de estado", dijo con una intensidad que había estado ausente durante todo su monótono relato, "se trata del poder maldito del Sharingan y quién será el próximo en poseerlo".
"¿Esto es lo que Danzo pretende obtener si lidera la masacre?" preguntó.
Itachi asintió lentamente. "Y él no es el único…".
Sakura sacudió la cabeza. Era una locura, absurda e incomprensible para alguien como ella, cuyas mayores complicaciones en la vida giraban en torno a sus estudios, su trabajo en el hospital y elegir qué comer a la hora de la cena. Esto era algo que la superaba por completo, aun con la insistencia de Tsunade en introducirla en la política de la aldea como parte de su entrenamiento. Nunca antes Sakura había sentido un repudio más profundo hacia otros seres humanos como lo hacía ahora por los Uchiha y su sistema de poder.
Itachi tomó su barbilla forzándola a mirarle de nuevo. La sorpresa y la novedad de ser tocada por primera vez desde que entró en la ilusión anularon toda resistencia que la kunoichi normalmente hubiese puesto en contra de semejante gesto.
"¿Qué harías tú en mi lugar, Sakura-san? ¿Dejarías que el inevitable exterminio del Clan Uchiha y todo su poder corrupto, cayera en manos de otro?"
Itachi retiró sus dedos, dejando tras de sí un calor que azoró a la kunoichi.
"¿O tomarías todo ese poder en el acto más violento de la historia Uchiha, para hacer algo con él?"
Como si le hubieran retirado una venda de los ojos, Sakura sintió toda su confusión evaporarse al tiempo que la verdad le pegó de frente y sin contemplación. Itachi había matado a todo su Clan para obtener este poder. No solo por el deber ninja, y menos por misericordia. Él era tan Uchiha como todos los demás, después de todo.
Sakura apretó los dientes tratando de contener su temperamento. "Tiene que haber otra forma".
"Tal vez… pero no para mí". Itachi volvió el rostro, la mirada perdida hacia algún punto indefinido de la habitación.
De pronto, Sakura recordó en ese momento como le había visto la tarde anterior dentro del río. Su figura recortada contra el atardecer, el rostro vuelto ligeramente hacia el cambiante cielo multicolor en el morir de otro día, su porte rebosante de toda la fuerza de su legado.
Sakura supo entonces con absoluta e inexplicable certeza que ese había sido el momento exacto en el que Uchiha Itachi había tomado la decisión de matar a su familia y entregarse con ello al peor de los destinos.
Entonces las palabras del Sandaime cobraron un nuevo sentido. Tal vez, el tercero sí tenía un plan después de todo.
'¡Nadie más debe tener este poder, Itachi… solo tú!'
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Sakura estaba perdida.
Posiblemente, acercándose también a un episodio psicótico.
Podía admitirlo libremente ahora, cuando sus últimas fuerzas estaban enfocadas en detener lo que era, objetivamente, inevitable. Atrapada en una ilusión sobre un pasado que ya no podía ser cambiado.
Tal vez tenía algo que probarse a sí misma. O tal vez, Itachi había logrado su cometido de desquiciarla.
Cualquiera que fuese el caso, Sakura no parecía tener alternativa.
Lo malo era que no tenía recursos ni manera de hacer nada. Estaba en un paseo macabro del que no se podía bajar. Era sofocante hasta el punto en que, con cada nueva revelación, su pecho se comprimía un poco más, haciendo cada vez más difícil algo tan sencillo como respirar.
En un momento estaba contemplando una cena familiar, con un pequeño Sasuke de ojos brillantes contando animadamente sus aventuras del día, completamente ajeno a la tensión que vibraba en la habitación.
En el otro, estaba en lo alto de un despeñadero, siguiendo con la mirada el cuerpo sin vida de Uchiha Shisui, flotando río abajo.
A su lado, un Itachi postrado, con lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas se sacudía, el naciente Mangekyo Sharingan girando despacio en sus ojos empañados.
Entonces Sakura ponía otra pieza sin lugar sobre el rompecabezas y perdía un poco más de su cordura.
'Eres mi mejor amigo y el único en el que puedo contar. Protege a la villa y el nombre Uchiha'.
Las palabras finales de Shisui antes de morir no habían sido una petición… sino una sentencia.
Uchiha Itachi estaba perdido, tanto o más que ella.
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Sakura se había acostumbrado tanto a la Torre Hokage en los últimos tres años de su vida que para ella no era más que una extensión de su propio hogar. El lugar había perdido un tanto de su solemnidad y misterio y ganado más calidez gracias al toque indescriptible de Tsunade.
En su versión del pasado, la Torre se sentía diferente, tanto como diferente era su inquilino principal. Pero no por ello era menos acogedora y familiar. Sin embargo, para Sakura fue evidente tan pronto entró al edificio que algo extraño estaba pasando, especialmente en la reunión del Consejo a la que Itachi había sido convocado esa tarde.
Por un lado, estaban los hermanos Utatane Koharu y Mitokado Homura, inusualmente callados para la ocasión, limitándose a asentir e intercambiar susurros entre sí, mientras escuchaban el reporte de Danzo.
Luego estaba el Sandaime, demasiado inmóvil e inexpresivo, las manos entrelazadas frente a su mentón, como si estuviera sumido en una meditación profunda. Su silencio no era necesariamente ajeno a su carácter, pero sí en el contexto de la discusión que les reunía: decidir el destino del Clan Uchiha.
Sakura echó un vistazo al rostro de Itachi, completamente relajado e impasible, inclinado frente a ellos con una rodilla en el suelo, esperando sus órdenes. A veces la kunoichi se preguntaba por qué se molestaba en usar una máscara ANBU para ocultar su rostro, cuando el efecto que lograba era el mismo, con o sin ella.
Itachi podía parecer insensible y desconectado, pero Sakura había aprendido que, internamente, el shinobi sentía todo profundamente. Sus acciones eran premeditadas y hablaban por él de las cosas que le eran importantes. Por otro lado, sus motivaciones y las decisiones que tomaba, dejaban mucho que desear, por no decir que rayaban en la megalomanía. Como heredero de su clan, como su futuro líder, estaba por hacer algo impensable, que ella, simplemente, no podía comprender.
Justo en ese momento los labios del joven shinobi se movieron sin emitir sonido y Sakura pudo leerlos sin problemas.
"Shisui".
Sakura se volvió a ver a Danzo. No había que ser un genio para darse cuenta que la pasividad del Consejo y la extraña pesadez en el ambiente, tenían que ver con el sharingan robado a su primo justo antes de morir. ¿Cuántos más tendría en su poder? ¿Cómo era posible que los controlase? Las preguntas se apilaban mientras que los innumerables fracasos para crear otro copyninja eran un precedente que hablaba de la imposibilidad de manipular con facilidad un Kekkei Genkai.
Hasta ahora…
Sin embargo, era evidente que el control de Danzo –en cualquiera que fuese la técnica que estaba usando con ayuda del sharingan– estaba lejos de ser perfecto. La kunoichi podía ver el esfuerzo que le costaba mantener el jutsu: las sienes sudorosas, el cuerpo más rígido de lo habitual al caminar y el repentino cambio en el ritmo de su discurso, apurando su reporte como si tuviera un tiempo límite.
Sakura ya sabía lo que vendría al final de su discurso. Aun así, nada la preparó para ver como una de las mayores masacres de la historia era ordenada con total desparpajo, el juramento de proteger a todos los shinobis de la aldea siendo ignorado por completo. Si bien era cierto que los Uchiha no estaban libres de culpa –capaces de monstruosidades que Sakura hubiera preferido no conocer nunca– nada justificaba el decidir sobre la vida de otros como si fueran piezas desechables en un tablero de shogi. Al fin y al cabo, ¿quién estaba libre de culpas en una aldea ninja?
No había moral en esta decisión, solo un convenientemente flexible código shinobi y la ambición de mantener el poder y el estatus quo como norte.
La kunoichi se preguntó entonces si sería capaz de regresar a casa, de vivir en su aldea nuevamente y se sobresaltó enseguida con la respuesta visceral que la golpeó de lleno. El mundo por el que luchaba, las gentes a las que amaba, estaban ahora empañadas de negro.
Su mundo, su realidad, ya nunca podrían volver a ser iguales.
Sakura aceptó finalmente este pensamiento y volvió la mirada hacia Itachi una vez más, tratando de decidir si debía odiarle o no por ello.
"…es por ello, estimados miembros del Consejo de Konoha, que la recomendación final es que el exterminio Uchiha sea ejecutado cuanto antes". Danzo terminó abruptamente, dando un pequeño traspié al detener su ir y venir. "Un equipo élite de ROOT, que he seleccionado personalmente, está preparado para llevar a cabo esta misión en cuanto…".
"¡No!"
Sakura se sobresaltó tanto como Danzo con la interrupción repentina del Hokage. Sarutobi parecía haber despertado parcialmente de su letargo, poniéndose de pie no sin visible esfuerzo.
"¡No puedes detener la misión esta vez!" Danzo le salió al paso de inmediato, la indignación torciéndole la boca feamente. "Es demasiado tarde para otra de tus…".
"No pienso detenerla", dijo el viejo Hokage levantando la mano para prevenir más interrupciones. "Pero si los Uchiha han de ser destruidos, mi deber es garantizar que su paso sea al menos lo más digno posible. Y eso, me parece, solo puede garantizarlo quien entiende verdaderamente al Clan y ha sido además instrumental en exponerlo ante nosotros".
Sarutobi dio unos pasos con dificultad hasta quedar frente a Itachi, quien levantó el rostro para verle.
"Uchiha Itachi, esta misión es tuya si la deseas. Otro shinobi será enviado si te niegas".
Todos los ojos estaban clavados en el joven ANBU.
"Genio o no, de seguro no esperarás que solo un niño pueda con todo un Clan", exclamó Utatane Koharu, despertando también ante los acontecimientos. A su lado, su hermano parpadeaba profusamente, evidentemente confundido con el rumbo de la discusión.
Por su parte, Danzo parecía a punto de colapsar, todo su peso apoyado en el bastón. Su mirada iba y venía entre Itachi y el Hokage, como si tratara de recuperar, solo por la fuerza de su deseo, el control de la situación.
El silencio se extendió por varios segundos poniéndole los pelos de punta a la kunoichi. Era como si la habitación se hubiese quedado sin oxígeno, todos paralizados en una lucha invisible. Entonces el tercero volvió a hablar, y Sakura se sintió aliviada de inmediato.
"¿Cuál es tu respuesta, Itachi?"
"Se hará como ordena, Hokage-sama".
"¡Qué así sea entonces! Este Consejo ha terminado".
El Hokage volvió a sentarse en su silla y lo que restaba de la presión que los había acompañado toda la reunión se disipó enseguida. Con una expresión desafiante en su aventajado rostro, Sarutobi acalló efectivamente cualquier protesta que Danzo pudiera tener, vibrando como estaba con una mal disimulada rabia. Perder la oportunidad de acabar directamente con los Uchiha –y tener acceso preferencial al sharingan, claro– le estaba sentando terriblemente mal.
Los restantes miembros del Consejo salieron sin decir palabra, y detrás de ellos, Itachi salió también con paso firme.
Sakura se apresuró a darle alcance en el pasillo, lamentando perderse lo que sin duda sería un intercambio interesante entre los dos poderosos shinobis que se debatían a diente pelado el control de la aldea, uno a cielo abierto desde la Torre y otro en la oscuridad desde sus raíces.
"¡¿Eso es todo?!" Sakura vociferó a la espalda en retirada tan pronto cruzó las puertas de la oficina. "Vas a cumplir órdenes sin más, o es que solo quieres saciar tu sed de poder… como Danzo".
Itachi se detuvo, volviendo a enfrentarla con una tranquilidad que Sakura quería arrancarle a puñetazos. Se acababa de decidir la muerte de toda su familia y la kunoichi nunca lo había visto más apático.
"Todos los shinobis quieren poder… ¿o acaso tú eres la excepción?"
La kunoichi balbuceó unos segundos, tomada por sorpresa. Su determinación de volverse más fuerte y alcanzar el nivel de sus compañeros de equipo para ayudarles y protegerles era ahora una cachetada en su contra.
"Esto no se trata de mí…" esquivó finalmente, volviendo los ojos al suelo.
"No, se trata de todos los shinobis de la aldea", indicó Itachi, reanudando su camino. Al final del corredor inició el descenso por la larga espiral de escaleras que le conduciría hacia la salida.
Sakura tardaría aún algunos segundos en reaccionar. ¿Cómo lograba descolocarla con tanta facilidad?
La verdad, no estaba segura de querer la respuesta a esa particular pregunta.
Corriendo escaleras abajo, la kunoichi le forzó a detenerse, plantándose delante de él. "¡Espera, por favor!" dijo luchando por poner en orden sus ideas. En una situación tan desesperada como esa, Sakura sentía como su obligación encontrar una solución, aunque fuese solo retórica por la imposibilidad de cambiar el pasado.
Ella tenía –no, necesitaba creer que era mejor que Itachi, que el Consejo, que los Uchiha y que todos los shinobis que despreciaban la vida de otros, solo por tener más poder.
Tal vez era fútil y hasta muy arrogante de su parte, pero la inocencia nunca muere sin dar batalla.
"Esto no puede ser todo" dijo sacudiendo la cabeza, "debe haber alguna manera de…".
"Tal vez…" Itachi la interrumpió, una expresión curiosa en su rostro. "Pero yo estoy a punto de complicar las cosas mucho más de lo que imaginas, Sakura-san".
Un escalofrío le recorrió la espalda. "¿Qué quieres decir con eso?"
La intensidad de la mirada de Itachi la atrapó entonces con la misma efectividad del Sharingan, ahora oculto en sus ojos.
"Aún tienes que conocer al último jugador involucrado en este juego".
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Sakura se frotó las manos varias veces, tratando de ahuyentar el repentino frío que le entumecía los dedos.
Había seguido a Itachi fuera de la aldea, a través de un camino oculto, tan bien disimulado como era complicado de seguir y que la desorientó parcialmente hasta el punto donde dudó por momentos en qué dirección estaba la aldea. En otras circunstancias la situación sería preocupante, pero en Tsukuyomi, Sakura había aprendido que nada de lo que le mostraba Itachi era innecesario. A pesar de su desorientación momentánea, ella tenía la confianza de poder encontrar este camino una vez volviese al mundo real y presente.
Algo le decía que lo iba a necesitar, más temprano que tarde.
Cuando sus dedos recuperaron algo de su calidez, la kunoichi se volvió a examinar sus alrededores. Se encontraban cerca de un claro en el bosque, rodeado de grandes árboles, el suelo cubierto de hojas multicolores.
Ambos estaban ocultos a la sombra de los troncos más imponentes, esperando.
La kunoichi no estaba muy segura de qué o a quién esperaban –Itachi se negaba a dirigirle la palabra, inmerso de nuevo en su rol del pasado– así que su frustración estaba alcanzando niveles máximos.
Pero más que frustrada, Sakura estaba asustada –aterrada en realidad– por tener el tiempo para pensar en todo lo que había visto, lo que había aprendido, lo que había aceptado… y con ello tener que enfrentarse a sí misma y lo que quedaba de ella.
Por fortuna, ese momento no había llegado aún.
Una figura rompió por fin la línea de sombra al otro lado del claro y Sakura sintió el corazón redoblar el ritmo en su pecho. Era un shinobi sin duda por sus movimientos. Alto, enfundado en una capa negra. Su cabello también era negro, salvaje y desordenado. Lo más llamativo de su persona era la máscara que le cubría el rostro, interesante y extraña a la vez: decorada en rojo con líneas negras onduladas y un único agujero del lado derecho.
Itachi se adelantó, revelando su presencia e inclinándose levemente a modo de saludo. Gesto que repitió el shinobi tan pronto se detuvo frente a él.
"No puedo negar que me sorprende tu llamado, Itachi-san, luego de nuestra última conversación" el tono agudo y la afabilidad de su voz estaban reñidos con su apariencia, más bien dura y austera.
"En algunas cosas, has tenido razón" admitió Itachi por respuesta.
"¡Así que finalmente has entendido la verdad!"
"Pero", aseguró sin inmutarse, "en otras tantas, las cosas han de permanecer igual".
"Hmm", el recién llegado se cruzó de brazos y Sakura se acomodó mejor desde las sombras tratando de no perder detalle. Ocultarse era innecesario, pero algo en todo el asunto le inquietaba y le asustaba más allá de lo que deseaba admitir o examinar.
"La destrucción del Clan Uchiha y tu venganza, están en mis manos" aseguró Itachi. El Sharingan en sus ojos se encendió, encontrando respuesta en el único ojo visible de su interlocutor. Un momento de entendimiento pasó entre ellos y Sakura se preguntó que tantas cosas estarían diciendo sin palabras.
"Puedo ayudarte a ingresar a Konoha como discutimos. Tu objetivo es el Cuerpo de Policía. Yo me haré cargo del Complejo".
¡Esta era nueva información! No solo Itachi no había ejecutado la masacre por su cuenta como todos creían, sino que había recibido ayuda externa y de un Uchiha ni más ni menos. En el presente solo se conocían tres usuarios activos. Que existiese un cuarto shinobi con el poder ocular era inquietante, por decir lo menos.
"¿Y a cambio?" preguntó el shinobi recién llegado, acercándose un poco más a Itachi. "¿Me darás lo que deseo?"
"A cambio, la aldea y sus habitantes me pertenecen".
Esa no era la respuesta que el shinobi esperaba, a juzgar por su gestualidad, una de sus manos halando varias veces un mechón de la desmarañada cabellera. "Condonarlos a todos indefinidamente no es viable para nuestra organización".
'¿Organización?' Dadas las circunstancias presentes de Itachi,Sakura sospechó de inmediato que este shinobi podía ser parte de Akatsuki.
"Mientras yo permanezca con vida, tú tienes mi servicio y yo tu promesa". Itachi extendió una mano, el Sharingan desvaneciéndose finalmente de sus ojos con el gesto.
"Mientras estés con vida", repitió el shinobi, mirando la mano extendida con absoluta desconfianza.
Itachi asintió con solemnidad.
"Te unirás a Akatsuki".
"Sí".
Enseguida el shinobi estrechó la mano tendida con fuerza y algo de inconfundible entusiasmo. Sosteniéndola por más tiempo del necesario, el desconocido se inclinó hasta poner su rostro muy cerca del de Itachi. Sus palabras, apenas un susurro, Sakura no las alcanzaría a oír con el rumor del viento tomando fuerza en las ramas a su alrededor.
De inmediato el shinobi se retiró sin decir más, retomando el camino por el que había venido. Itachi se quedaría un rato más de pie en medio del claro, siguiendo sus movimientos con más desconfianza de la que era justificable, considerando el trato insólito que acababa de sellar en un simple apretón de manos.
Era un testimonio a lo mucho que Sakura había visto y sufrido en Tsukuyomi, que ella presenció todo este intercambio sin perder su temperamento y tratar de asesinar a los dos shinobis frente a ella.
Pero aún con toda su nueva paciencia, su lengua no podía ser contenida
"A ver si entendí bien…" el tono sarcástico era inevitable en este punto. "¿Vendiste tu Clan a Akatsuki, a cambio de la seguridad de toda la aldea?". Era realmente ridículo lo que estaba presenciando. Nadie podía ser tan leal y decente, y a la vez tan manipulador y demente, como para vivir y sobrevivir algo tan perverso como esto. Las circunstancias de Itachi eran cada vez más inverosímiles.
"No, no a Akatsuki", Itachi se volvió a verla. "A su verdadero líder, Uchiha Madara".
Eso la hizo brincar fuera de su escondite, irguiéndose frente al shinobi con toda la indignación que le era posible generar con su menudo cuerpo. "¡Oh, no, no, no, no, no, Madara está muerto, eso sí que es imposible!"
"Imposible o no, ese es el hombre que acabas de ver. El único fuera del Consejo que sabía de la masacre y quien me ayudó a llevarla a cabo, es Uchiha Madara".
"¿Y por qué querría Madara la destrucción de su propio Clan?" protestó, confundida.
"Esa no es mi historia para contar".
"Esa no es…".
Sakura se llevó las manos al rostro, frotándolo profusamente para tratar de despejar su creciente frustración. Necesitaba respuestas y perder su temperamento no era productivo en las circunstancias presentes.
"Vale, vamos a ignorar su identidad de momento". Intentar aproximarse a los acontecimientos de manera lógica era su último recurso para encontrar el sentido a lo que acababa de ver.
"Puedo entender que necesitaras ayuda, pero explícame, ¿qué ganas tú con este trato?"
Itachi no la miraba ahora, su rostro se había vuelto hacia la dirección por la que había desaparecido el supuesto Madara.
"¿Vas a darle parte del poder Uchiha a un enemigo que quiere destruirnos, para que Danzo no lo tenga? ¿Cómo es esto una mejor alternativa?" inquirió, alzando la voz más de lo necesario. La impasividad de Itachi añadiendo leña a su frustración.
Cuando parecía que no iba a contestar, el joven ANBU cerró los ojos. En su rostro las líneas de preocupación parecieron hacerse más profundas.
"El poder que pueda ganar Madara es irrelevante en este momento. Lo que él quiere es el poder del Kyuubi y este trato no solo lo detendrá temporalmente, me ganará su confianza y me pondrá en una posición ventajosa para espiar a Akatsuki y ayudar a destruirles".
Por alguna razón, hasta ahora Sakura no había visto más allá de la inmediatez de lo que estaba sucediendo en la aldea y de la masacre en sí misma. No se le había ocurrido pensar que Itachi pudiera tener algún plan a largo plazo. Menos aún que este pudiese tener a la aldea y su deber como ninja en el centro de su preocupación.
"¿Quieres decirme que, ahora mismo, en el presente, estás espiando para Konoha?"
Finalmente, Itachi se volvió a verla, un asomo de sonrisa en la comisura de sus labios.
"Si voy a volverme el ninja más odiado, al menos debo sacar algo de ello, ¿no crees?"
Sakura sacudió la cabeza, azorada, dándose la vuelta para ocultar sus reacciones. Ella no terminaba de dar un paso cuando Itachi parecía haber dado veinte más.
Lo que había empezado como una masacre sin sentido había resultado ser un instrumento de control en nombre del supuesto bien mayor, y en manos de Itachi una oportunidad para proteger a la aldea tanto desde dentro como desde fuera.
Eso, claro, si todo lo que le había mostrado el infame nukenin de su presente, era verdad.
"No te creo". Sakura sentenció, más por ser contraria en este punto que por falta de convicción. "Es todo demasiado conveniente para ti… ¿y dónde encaja Sasuke en todo esto? Dijiste que tu motivación era protegerle a él también".
Ignorando su pregunta Itachi señaló con su mentón hacia el cielo tras ella. "Es la hora" dijo, poniéndose la máscara ANBU hasta entonces atada contra su cadera.
"¿Hora de qué?" Sakura volteó en la dirección señalada a tiempo para ver salir la luna, llena y rojiza, de entre las nubes. ¿En qué momento se hizo de noche?
En la repentina oscuridad, la kunoichi se volvió hacia Itachi, apenas alcanzando a verle salir disparado hacia los árboles cercanos, tomando las ramas con la velocidad y soltura que solo los ANBU tenían.
Entonces, Sakura sintió como toda la sangre en su cuerpo pareció viajar en dirección a sus pies. La comprensión como un golpe directo en el estómago.
El tiempo había avanzado de nuevo. Esta era la noche de la Masacre Uchiha.
"¡No, Itachi, no lo hagas!" gritó, inútilmente.
Era estúpido más allá de las palabras, pero Sakura se lanzó tras el shinobi. El deseo de detenerle dándole la fuerza que a sus extremidades parecían faltarles, temblando como estaba de pies a cabeza.
Detrás de ella, en el claro iluminado por la luz de la luna, Sakura había dejado los últimos resquicios de su resistencia.
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NDA: Pues no me tardé un año completo esta vez… progreso!
Gracias por seguir allí, leyendo y comentando, no saben la vida que me dan.
