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Nothing is more imminent than the impossible . . .
what we must always foresee is the unforeseen.
-Victor Hugo.
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c11- Seen and Unforeseen (Visto e imprevisto)
El ulular de un búho en la distancia lo sacó del sueño ligero en el que había caído sin darse cuenta.
Enseguida reajustó su postura, con la rigidez que siempre se exigía: espalda recta, piernas cruzadas en loto, una mano sobre la katana que apoyaba contra el suelo, con el otro extremo descansando contra su hombro izquierdo. Las heridas en su cuerpo protestaron el movimiento, pero él ignoró cualquier incomodidad en favor de la tarea pendiente.
Así sentado, montaba una guardia innecesaria al tope de la muralla. Estaba en uno de los escondites de Akatsuki, cuya fama corría por el mundo ninja como una historia de fantasmas; pocos le daban crédito, pero a todos les daba miedo.
Sabía que se encontraba en lugar seguro, pero no era por eso que él insistía en la vigilia.
Sasuke se frotó con insistencia el ojo izquierdo.
Dormir no era una opción para él.
Cada vez que cerraba los ojos, invariablemente, volvía a ver aquel rostro deforme por la locura, ojos desorbitados por la ambición; esos dedos largos y elegantes manchados de sangre cada vez más roja, cada vez más cerca, a milímetros, queriendo arrancar, destruir, mancillar…
Cuando abría los ojos, persistía en su retina la impresión de aquella sonrisa terrible del que ha perdido todo lo importante en la vida y no se arrepiente de ello.
Sasuke pensaba en su hermano, ahora que le sabía una víctima de las circunstancias, con mayor fervor que cuando le odiaba con todas sus fuerzas. Las palabras de Madara se le habían clavado con filosos dientes alrededor del cuello, estrangulándole con cada respiración, obligándole a pensar en todo lo dicho una y otra vez con una compulsión desesperante.
Sasuke cambió la katana de un lado a otro, sin parar de frotarse el ojo. Tenía los dedos llenos de sangre. Se los llevó a la boca.
Bajo las estrellas, el mundo le parecía más sencillo de resolver. Los espacios cerrados eran sofocantes, sus compañeros insoportables, y él solo quería encontrar algún sosiego para una pena que ya le había consumido hasta los huesos.
Con el sabor de su sangre (¿de él?) en la lengua, soñó con una bandada de cuervos hechos de puro fuego negro, rodeándole, lanzándose contra su cuerpo y fundiéndose contra su piel como hierros ardiendo. Entonces caía de espaldas en un abismo oscuro e infinito del que ya no sentía fuerzas para escapar.
Se despertó con un respingo. La katana se le había resbalado a un lado y de inmediato recompuso su postura.
Se frotó otro tanto el ojo izquierdo.
Madara era peculiar y olía a viejo. No podía leer su personalidad ni sus intenciones, pero le hacía sentir como si regresara a casa luego de una ausencia prolongada y sus cosas estuvieran esperándole tal y como las había dejado. Era tan extraño, que sentía ganas de hacerse daño, solo para ahuyentar a los fantasmas que gritaban incansables bajo su piel.
El único alivio que había logrado era imaginarles, uno a uno, su katana rebanándoles lentamente el cuello; un mar de cuerpos a sus pies dentro de aquel mundo rojo y negro, bajo la constante vigilancia de la luna llena.
Sasuke abrió los ojos, sobresaltado, y ya no sabía si estaba despierto o no.
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Tenía que admitir no solo su sorpresa, sino su creciente admiración.
La sanación a la que había sido sometido era realmente extraordinaria, tanto como la kunoichi que había sido capaz de realizarla, en las condiciones más adversas y sin ayuda.
Itachi estiró sus brazos sobre su cabeza hasta escuchar el familiar crujir de sus articulaciones. Realmente se sentía mucho mejor. Con más tiempo y los insumos apropiados era muy posible que Sakura encontrase una cura, tal y como había insinuado que era posible. Siendo la aprendiz de la Hokage, él no dudaba de sus talentos, pero tampoco iba a permitirse pensar en esa posibilidad como algo cierto.
No por el momento, al menos.
Con las noticias de lo que estaba ocurriendo fuera del refugio en el que había estado confinado por tres días, ya tenía suficiente en que pensar. Aun si su cuerpo no estaba listo, era imperativo comenzar a moverse o se arriesgaban a perder la ventaja que su milagrosa recuperación les había dado.
Poder hacerlo, claro, pasaba por convencer primero a Sakura y una parte de él estaba deseando atacar de frente el reto que esta kunoichi le plantaba a cada paso. Otra parte de él sabía que la ruta más segura era evitar la confrontación directa… pero con su actual compañero de cama, la posibilidad de mantener una conversación civilizada con ella era casi igual a cero.
"¿Estás seguro que es de fiar?"
Itachi sonrió ante la continua desconfianza de su peludo interlocutor.
"Muy seguro".
"Por la forma en que cocina pensaría que está tratando de matarnos a todos…".
Itachi eligió guardar silencio. Era claro que nada de lo que dijera le iba a convencer, si el hecho de que Sakura le había arrancado de las garras de la muerte, no lo había hecho todavía. Pero esa era su naturaleza, la desconfianza les mantenía vivos en el mundo ninja.
En ese momento, ambos escucharon los pasos ligeros de la kunoichi aproximándose al refugio. Itachi distinguió el sonido del agua agitándose dentro del contenedor que ella cargaba al tiempo que el crujir de la puerta le alertó de su presencia dentro de la habitación.
No le tomó sino unos pocos segundos reparar en su acompañante y el cambio en su ánimo fue inmediato.
"¡Oh, no! No tú de nuevo…" vociferó. "¡Fuera de aquí, bola naranja!".
"Sigo pensando que es una malcriada insolente".
Itachi solo podía imaginar el gesto cómico con el que Sakura se había quedado paralizada ante la sorpresiva nueva habilidad de la bola naranja.
"¡Eres un gato ninja!" acusó, con un chillido que bien podría romper cristal.
"E-vi-den-te-men-te".
El sarcasmo no iba a mejorar la volátil situación. Itachi se reacomodó contra la cabecera de la cama, preparándose para lo peor.
"Entonces, eso quiere decir que todos aquí…" Sakura dio una vuelta sobre sí misma y de todas partes salieron pequeñas cabezas felinas mirando en su dirección. Unos curiosos, otros con evidente sorna.
"¡Pues ya podrían haber dicho algo!" gruñó desencajada, "pensé que estaba paranoica por sentirme vigilada… ¿era necesario seguirme hasta en el baño?".
"No podíamos dejar a Itachi-kun al cuidado de una desconocida".
"¿Itachi-kun?" El tratamiento familiar capturó su atención, e Itachi aprovechó el momento de distracción para intervenir y, con suerte, reducir la tensión en el ambiente.
"Los Uchiha han tenido un pacto de cooperación con el clan Ninbyo por generaciones. Esta es Momata, líder de este refugio".
"¡Oh! No tenía idea".
"Pocos lo recuerdan. Luego del incidente del Kyuubi, se les prohibió la entrada a Konoha al tiempo que los Uchiha fueron reubicados y aislados en el complejo. A todos los efectos, el pacto cesó de existir para la aldea. Cualquier contacto estaba estrictamente prohibido por el Consejo".
Momata agitó su gruesa cola de un lado a otro, golpeando el cobertor. "No que eso nos impidiera entrar de todas formas a hacer nuestro trabajo".
"¡Claro!" Sakura exclamó enseguida con una palmada. "Es así como te mantuviste informado, ¿cierto? Al tanto de Sasuke mientras estuvo en la aldea".
Itachi deseó ver su rostro en ese momento, encendido por la emoción de encontrar una respuesta más para el laberinto de preguntas que, sin duda, aún le tenía reservadas. La palabra hermosa apareció de golpe en su cabeza para su propia sorpresa, y no encontró en su ánimo el tratar de justificarse. Sakura era hermosa. Especialmente cuando estaba ávida de conocimiento.
"Así es", confirmó.
"En la aldea y en todo momento, Sasuke-kun nunca ha dejado nuestra vigilancia". El felino reafirmó con un bufido importante.
"¡Entonces, ¿saben dónde está Sasuke ahora?! ¿Se encuentra bien?"
"Momata ha recibido noticias de los espías del clan, Sakura-san, que creo que te interesará escucharlas". Itachi hizo un gesto con la mano en dirección a la butaca y Sakura aceptó la invitación a sentarse. Momata se reacomodó pomposamente hacia el pie de la cama, erguida con cuidado en una elegante pose formal digna de su reporte.
"Sasuke-kun se encuentra viajando con Madara, se han detenido temporalmente en un escondite cerca de la frontera con Udon. Sus heridas están sanando, aunque su chakra continúa comprometido".
Itachi reconoció el alivio profundo en la sonora exhalación de Sakura. Sabía lo mucho que la decisión de abandonar a Sasuke pesaba en la conciencia de la kunoichi, aunque ella tratase de justificarlo en su corazón a fuerza de lógica y deber.
"El equipo de Konoha llegó a la guarida siguiendo tu rastro, kunoichi", continuó reportando, "aunque tarde para encontrar nada de utilidad. Ahora se han separado, un grupo continúa buscándote, mientras que Naruto ha sido enviado de vuelta a la aldea".
"¡¿Qué?! ¿Naruto abandonó la búsqueda?" La kunoichi se puso de pie, e Itachi siguió con atención cada uno de los pasos que dio en su nervioso cavilar, murmurando entre dientes sobre las terribles desgracias que harían a su compañero desistir de su promesa.
Finalmente se detuvo muy cerca de Momata. "¿Tienen noticias de Konoha? Algo ha tenido que pasar para hacer que Naruto regrese a la aldea".
Cuando el felino no contestó enseguida, Itachi comprendió que estaba esperando su aprobación. Una señal de asentimiento fue suficiente para hacer que continuara.
"La misión de Jiraiya-sama ha fracasado".
"¿Misión? ¿Cuál misión?" Sakura se volvió a verle. "¿De qué misión habla?"
"Jiraiya-sama estaba trabajando en descubrir el secreto de las habilidades de Pain, el líder público de Akatsuki, y a quien Madara ha delegado la misión de obtener al kyuubi y atacar Konoha".
Sakura caviló la nueva información por unos segundos. "Jiraiya-sama es tu contacto en Konoha" afirmó, con la repentina claridad de quien ha puesto otra pieza en su rompecabezas mental. "Es a él a quien has pasado información todos estos años".
"Así es".
"¿Jiraiya-sama sabe que tú…?"
"No. La información le llegó siempre de fuentes muy distintas, aunque no dudo que haya tenido sus sospechas".
"Entonces, fue Jiraiya-sama quien llamó a Naruto de vu-".
"No, Sakura-san" Itachi la interrumpió con gentileza, aunque en sus noticias no había nada de gentil, "su fracaso significa que ha sido derrotado por Pain".
"Jiraiya-sama ha muerto", lamentó Momata y todos los gatos presentes maullaron largo y con pesar en señal de respeto.
"La corriente se llevó su cuerpo, no creo que sea posible recuperarlo".
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Sakura se dejó caer como un saco de lleno de kunais sobre la butaca. Su primer pensamiento fue para Naruto. Jiraiya era más que su mentor… era el padre que nunca tuvo y su muerte sin duda le iba a afectar profundamente. Ella deseó poder estar a su lado en ese momento, apoyándole cuando él más necesitaba de su equipo… la única familia que había tenido.
Luego pensó en Tsunade. Cualquiera que hubiese visto a los dos sannin juntos de juerga, sabía que entre ambos había más historia que la de simples compañeros de equipo. Debajo de los insultos y los desplantes, había un afecto profundo que les había mantenido unidos a pesar de todo.
Frotándose el rostro con ambas manos, Sakura contuvo las ganas de desmoronarse allí mismo. Sin tiempo para lamentos y luto, poco más podía hacer para ocultarse en una habitación llena de ojos felinos y de la certera percepción de Itachi.
Con una bocanada profunda, hasta sentir sus pulmones a punto de explotar, se puso de pie dando la espalda a Itachi y Momata. Quería decir algo inteligente; quería seguir escuchando las noticias; quería ser la kunoichi madura y en control que pretendía ser, pero no logró articular ni una sola palabra.
Jiraiya-sama estaba muerto y el mundo que conocía se sentía más vulnerable que nunca.
"Sakura-san".
El estremecimiento fue inevitable; esa voz parecía tener una línea directa de contacto con su sistema nervioso.
"Todo tu equipo está de vuelta en la aldea y tú debes unirte a ellos de inmediato".
"¡De ninguna manera!" exclamó alarmada, volviéndose a verle. Aunque deseara estar con Naruto en un momento así, primero tenía un deber que cumplir. En dos pasos estaba junto a la cama, con brazos cruzados y de muy mal humor.
"No pienso ir a ninguna parte" reiteró.
"En este momento la aldea te necesita a ti, Sakura-san, más de lo que imaginas".
La dura seguridad de Itachi contrastaba siempre con la suavidad con la que decía las cosas, y Sakura se encontró con la boca seca, buscando las palabras adecuadas para responderle con el mismo respeto y no con las groserías que quería. Él le había hablado de la intencionalidad detrás de la creación de su equipo, y del rol que ella tenía en el futuro de la aldea, pero aun así se le hacía difícil verse como algo más que una simple kunoichi con suerte.
"Naruto-kun te necesita" insistió Itachi, y Sakura se sintió vagamente ofendida con el evidente intento de manipularla.
"Tú también me necesitas" contestó tercamente. "Aún estás en recuperación y yo no voy tirar al caño días de trabajo y sacrificio solo por ir a consolar a Naruto".
"Ya has hecho por mi más de lo que merezco".
"Esa fue mi decisión. Yo soy tu médico tratante y mi diagnóstico es que aún no estás en condiciones de valerte por ti mismo".
"Como puedes ver, no me encuentro solo", dijo con un gesto que abarcó a los felinos regados por la habitación.
"¡Ja! Difícilmente un montón de gatos pulgosos califica como ayuda médica certificada".
Momata hizo un ruido como si estuviese a punto de vomitar una bola de pelos. "Vaya que sí eres tonta, después de todo".
"¿A quién llamas tonta, cara de plancha?" la kunoichi se sonó los nudillos, feliz de tener una excusa para ventear como quería, todo su mal humor.
"Sakura…".
El aire se le escapó de los pulmones. Algo en la forma en que dijo su nombre, sin honorífico, se sintió como un corrientazo a tierra. Cuando se volvió a verle, Itachi estaba como mirándola de nuevo, con esos tormentosos ojos ciegos que tanto le aterraban.
"El ataque a la aldea es ahora inminente".
Las palabras las sintió como un puñetazo en la cara.
"¡¿Qué?! ¿Cómo lo sabes?"
"Con Jiraiya-sama muerto solo queda un sannin protegiendo la aldea. Pain no va a desperdiciar esta oportunidad para conseguir al kyuubi y acabar al mismo tiempo con su enemigo principal".
Antes de que Sakura pudiera protestar, Momata confirmó la evaluación de Itachi. "Luego de la batalla, Pain salió en dirección al país de Fuego con un grupo de mercenarios".
"No, no, no es posible…" murmuró, frotando el sudor de una palma contra la otra. "¡Debemos alertarlos!"
"La Hokage ya está al tanto de los movimientos de Pain" dijo Momata. "Incluso Jiraiya-sama logró enviarles un mensaje antes de morir, que tal vez les ayude, tal vez no…".
Era demasiado. Todo lo que estaba pasando era abrumador y por un momento sintió que las paredes se le iban a venir encima sino hacía algo más que estar allí parada, mirando al estúpido gato con su estúpido color naranja y sus noticias igualmente horribles.
"¿De cuánto tiempo estamos hablando?" preguntó, apretando los dientes.
"Unos cuatro o cinco días a lo sumo. Según nuestros espías Pain aún está reuniendo sus fuerzas a medida que avanza".
"Entonces, aún tenemos tiempo para terminar el tratamiento" afirmó, mientras que su paciente agitaba la cabeza en negativa.
"Si vamos a estar listos para esta batalla, hay preparativos que debemos iniciar enseguida".
"¡Pues inícialos desde aquí! Yo necesito un par de días más y eso no es negociable".
Itachi frunció el ceño y las líneas en su rostro parecieron hacerse más profundas. "Más tiempo aquí no va a hacer ninguna diferencia".
"¡La diferencia es que sigas con vida! ¿O crees que ya te has recuperado por completo?" vociferó, temblando —un poco por rabia y otro poco por miedo. Si no estuviera tratando de curarle ya le habría estrangulado.
"Me salvaste la vida para cambiar las cosas. No tengas miedo de hacerlo".
"¡No tengo miedo!" exclamó enseguida, sabiendo que su propia voz traicionaba la verdad. "Es solo que volver a la aldea ahora no tiene sentido".
"Es tú última oportunidad de ver Konoha antes de que sea destruida".
"¡¿Qué?!" el miedo que momentos antes declaró no tener, era ahora puro fuego consumiendo su estómago.
"Es inevitable".
"¡Estás exagerando!" le acusó, "quieres asustarme de nuevo".
"Sin descifrar el secreto tras su poder, nadie en la aldea puede detener a Pain, no a tiempo, al menos... su capacidad de destrucción es rápida y masiva".
En su experiencia, los rumores acerca del poder de los miembros de Akatsuki siempre se habían quedado cortos cuando tocaba enfrentarse con ellos cara a cara. Sakura se estremeció recordando su pelea con Sasori y lo cerca que estuvo de morir entonces. Itachi mismo, sin ir muy lejos, había superado cualquier expectativa que tenía sobre él.
Sin embargo, era muy difícil imaginar un poder capaz de destruir por completo una de las aldeas ocultas más poderosas, llena de shinobis extraordinarios. ¡De seguro Konoha podría hacer frente a un solo miembro de Akatsuki!
Sakura detuvo un andar nervioso y errático para fijar su atención en el nukenin a su cuidado.
O tal vez no.
"Si es cierto lo que dices, ¿qué diferencia puede hacer mi presencia?"
"Edificios y calles se pueden reconstruir, no es allí donde está la voluntad de fuego que debemos preservar, Sakura-san".
"La voluntad de fuego también está aquí" replicó señalando su propio pecho, aunque Itachi no pudiera verla, "no necesito estar allí para preservarla".
El shinobi apartó el rostro a un lado, fijando su mirada ciega en algún punto de la chimenea medio apagada. Su cabello ocultaba parcialmente sus facciones y Sakura se acercó para tratar de adivinar que estaba pasando por su mente. El absurdo silencio que siguió a la animada discusión, le hacía querer sacudirlo para obligarle a hablar, para hacerle prometer que le obedecería… que se quedarían en el refugio dos días más, o tres o cuatro… hasta que ella decidiera que estaba bien… hasta que... hasta que…
"¿Por qué es tan importante para ti que vaya?" preguntó por fin, tratando de entender su rol en cualquiera que fuese el plan que, sin duda, tenía ya bien trazado en su cabeza.
"Tu lugar está en Konoha, no aquí. Debes volver y terminar lo que empezamos juntos en Tsukuyomi".
La mención de la ilusión le recordó a Sakura que, en esta ocasión, ella no estaba a merced de la voluntad del Uchiha. Esta era su realidad, levantada a punta de sudor, chakra y todo el jutsu curativo que había aprendido en tres años de entrenamiento.
"Tal vez tengas razón, pero lamentablemente para ti, soy yo quien decide cuándo se termina el tiempo esta vez, no tú".
"Estás pensando como médico, no como una kunoichi de Konoha".
"¡Tú no tienes idea de lo que pienso!" contestó con una risotada malsonante. Era verdad que le preocupaba la condición de Itachi, pero eso no era lo que alimentaba su renuencia a abandonar la burbuja que ambos habían formado dentro del refugio. Aferrarse a la única constante de los últimos días era puro instinto de supervivencia en modo de alerta máxima.
Sakura trató de recomponerse. Estaba sudando profusamente, haciéndose daño con unos puños cerrados con demasiada fuerza, pero le resultaba imposible relajar ni un solo músculo en su cuerpo cuando sentía que estaba perdiendo estrepitosamente esta batalla de voluntades.
El Itachi frente a ella estaba ahora tan distante como lo podía estar la luna en el cielo; apenas un hilo de luz visible contrastando contra la oscuridad de sus pensamientos, la profundidad de sus planes, el abismo de su maldición.
"Lo siento" logró decir contra la rigidez paralizante de su miedo. "Entiendo lo que dices, pero esta es mi apuesta, Itachi. Nos quedamos aquí hasta que estés recuperado a satisfacción".
Cuando no obtuvo respuesta, más alarmas se encendieron es su cabeza. "¡Y ni creas que voy a permitir que te escabullas!" espetó, volviéndose a mirar a Momata y los demás felinos en la habitación. La advertencia en su rostro estaba clara: si lo ayudan, hay estofado de gato en el menú de toda la semana.
Entonces, la certeza de que Itachi iba a dejarla empezó a carcomerle por dentro y la kunoichi se propuso mantenerle vigilado las veinticuatro horas.
Considerando el sueño irregular de los últimos días, en los que no había logrado pegar un ojo por más de dos horas seguidas, ¿qué tan difícil podía ser?
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Kakashi la encontró, como no, dando un trago largo directo del pico de la botella.
Tirar de la bebida era un hábito lamentable para un Hokage, pero sospechaba, uno más que necesario de cuando en vez.
Aun si para Tsunade, el cuándo terminaba siendo siempre.
El copyninja llegó a su lado, sin anunciarse ni saludar. Apoyó sus brazos sobre el barandal que rodeaba la terraza de la torre Hokage y encorvó la espalda hasta quedar a su altura. El olor a sake asaltó su sensible nariz con la fuerza de un bar en la hora de barra libre. ¿Pero cuantas botellas lleva ya encima?
"Puedes verlo, ¿no?"
Kakashi puso su atención en tratar de descifrar la dirección en la que apuntaba Tsunade con un dedo que parecía bailar a merced del viento. En ese lado de la aldea, pasada la medianoche, las calles estaban solitarias y mal iluminadas por farolas en urgente necesidad de mantenimiento.
Aun así, no era difícil encontrar aquel punto naranja intenso, sentado en una banca con el peso del mundo sobre sus espaldas.
Sentado a su lado, Iruka-san no le quitaba la vista de encima. Podía distinguir que estaba hablando con él, gesticulando con cuidado, pero la conversación parecía moverse en una sola dirección.
"¿Te preocupa que no se recupere a tiempo?"
"Me preocupa que se de cuenta que es mi culpa, y finalmente deje de hacerme caso antes de que todo termine".
Claro que Tsunade era la culpable. Ella era la Hokage. Ella lo había enviado a esa misión, y por nadie más Jiraiya hubiese ido a enfrentar la muerte con una sonrisa vivaracha en el rostro, bailando sobre sus getas con más descaro que ritmo.
En ese momento, Iruka se puso en cuclillas frente a Naruto, partió la paleta de helado en dos y obtuvo por fin una reacción alentadora.
"Aun si lo supiera, Naruto no sabe guardar rencor, o hace mucho que hubiese mandado a Sasuke a la mierda".
"Todo sería más sencillo si lo hubiese hecho".
"Entonces, ya no sería Naruto".
"No. Supongo que no". Los labios rojos de la Hokage se estiraron en una sonrisa a mitad de camino de ser una mueca, cerrándose luego con destreza sobre el pico de la botella.
"¿Hay noticias del equipo de búsqueda?" preguntó, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
"Nada concreto aún...". Kakashi carraspeó un poco para darse tiempo. Estaba terriblemente consciente de que, si no tenía buenas noticias pronto, Tsunade iba a cumplir la promesa que le había hecho cuando supo que había perdido a su aprendiz.
Sus cojones en escabeche difícilmente sonaba a innuendo.
Tsunade se alejó de la baranda y Kakashi volvió el rostro para seguir con la mirada unos pasos sorpresivamente estables sobre tacones demasiado altos.
"Hazles volver".
El copyninja se enderezó tan alto como era. Seguro había escuchado mal.
La Hokage se volvió a verle, la mirada sobria del que decide quién vive y quién muere todos los días antes del desayuno.
"Hazles volver enseguida" reiteró.
Antes de que pudiera argumentar su absoluto desacuerdo sobre interrumpir la búsqueda, Tsunade le cortó, apuntándole con una botella casi vacía.
"La prioridad, como bien sabes, está en proteger la aldea. ¡No puedo prescindir ni de un solo ninja en este momento!"
Kakashi preguntó lo obvio, volviéndose a mirar sobre su hombro justo a tiempo para verle marchar con Iruka.
"¿Y Naruto?"
"Sale a primera hora a entrenar en Myoubokusan, y allí se quedará hasta que el ataque nos sobrepase", sentenció tajante, la expresión de su rostro retándole a desafiarle. Cosa que en cualquier otro día se hubiera tomado como una invitación personal para sumar puntos a su reputación de imposible. Esta vez, sin embargo, se limitó a asentir, obediente. "Se hará como ordene, Hokage-sama".
"¡Ja, claro que sí!" brindó triunfante echado su cabeza hacia atrás para beber las últimas gotas.
"Aunque, si me lo permite, Hokage-sama, tal vez sea buena idea dejar la botella hasta entonces, no queremos que nos sobrepasen de inmediato".
"Preocúpate por ti, mocoso. Tu turno está por llegar ¡y ni creas que te vas a zafar como tu mentor!" espetó como regadera, con demasiada saliva en la boca.
Meneando las caderas exageradamente, la Hokage se marchó de vuelta a su despacho, probablemente a buscar otra botella de las que escondía detrás de un montón de libros huecos en la estantería y que Shizune, increíblemente, no había logrado descubrir.
El copyninja suspiró, dejándose caer un poco más sobre el barandal a sus espaldas.
Alguna vez en la vida a Kakashi le había parecido atractiva la idea de ser Hokage, pero ese era una versión de sí mismo que él había dejado atrás, enterrada junto a Obito y Rin, con lo poco que le quedaba entonces de inocencia y una buena parte de su estupidez.
Ser Hokage era lo peor que podía pasarle a un ninja, si le preguntaban a él.
Aun así, sabía que, llegado el momento, él iba a hacer lo que su deber como shinobi le llamase a hacer.
E iba a empezar quemando el estúpido sombrero, desde luego.
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Cuando Sakura abrió los ojos de sopetón, vio que Itachi no estaba en la cama.
Se levantó como si le hubieran dado un pinchazo en el culo. Miró frenética en todas direcciones, con el corazón latiendo en la garganta, solo para encontrarle enseguida, sentado en la mesa de la cocina, tranquilo, como si no hubiese estado a punto de provocarle un infarto. Del alivio pasó a la rabia en microsegundos.
Con pasos acartonados se fue acercando a él, el sabor a bilis amargándole la boca tanto como la situación que tenía entre manos.
Itachí volvió el rostro en su dirección siguiendo sus pasos a medida que rodeaba la mesa y se ponía de espaldas contra la puerta de salida. De inmediato notó que el shinobi no solo estaba vestido de uniforme, sino que llevaba puesto su hitae-ate, y eso le informó de todo lo que necesitaba saber.
"Buenos días, Sakura-san".
"Pretendes marcharte hoy, ¿no es cierto?"
El silencio estaba cargado de respuestas.
"¡No creas que soy tonta!"
"Sé que no lo eres", contestó con amabilidad. Sakura sintió ganas de obligarle a volver a la cama a punta de puñetazos.
Y eso hubiese hecho, si no fuera por la angustia que se instaló en su pecho como un volcán en erupción, empujando hacia afuera emociones que no tenía posibilidad alguna de dominar. Porque quería detener el tiempo y permanecer un poco más en aquel lugar, con él, y en el fondo sabía que ni con toda su descomunal fuerza tenía oportunidad de contenerle.
Por eso, las palabras que salieron a continuación de su boca no fueron ni amenazas ni reproches, para su propia sorpresa.
"Cuando tu hermano se marchó de la aldea para ir con Orochimaru, yo traté de detenerlo, ¿sabes?" tan pronto empezó a hablar, sintió su rostro calentarse por lo que iba a contar. Pero no sabía de qué otro modo hacerle entender…
"Cuando nada de lo que dije pareció funcionar, me ofrecí a irme con él, para ayudarlo a hacerse más fuerte". En realidad, le había suplicado que la llevase con él, a grito y llanto. Pero Sakura ya se sentía igual de vulnerable que en aquella noche frente a Sasuke. Confesar toda la verdad era poner más de su corazón al descubierto y eso ya era demasiado.
"¿Sabes lo que hizo tu hermano entonces?" preguntó con el humor de quien cuenta una anécdota divertida en un bar con los amigos. Itachi negó despacio, y Sakura forzó un poco más una sonrisa que él no podía ver.
"Sasuke me dio un golpe por la espalda que me dejó sin conocimiento y se marchó, dejándome tirada en una banca del parque". Al menos había tenido la decencia de no dejarla donde había caído en medio del camino.
"Yo no voy a golpearte, Sakura-san", contestó enseguida, casi en un murmullo.
"Tal vez no, pero seguro vas a hacer algo mucho peor" reprochó.
Una suave sonrisa afloró entonces en los labios de Itachi como única respuesta y ella se dio la vuelta enseguida, incapaz de seguir mirándole.
"Ya no podemos esperar más. Ambos tenemos un deber que cumplir".
La kunoichi ignoró el comentario y se concentró en lo que sus ojos alcanzaban a ver a través de la ventana abierta frente a ella. El día estaba radiante y despejado, el horizonte indistinguible entre el azul del cielo y el azul del mar, como si ambos estuvieran conectados y fuesen uno solo, infinitos en su belleza. La calidez era reconfortante y la brisa marina alimentaba el espíritu.
Era, francamente, un día perfecto… tal vez, pensó de repente Sakura con creciente horror, demasiado perfecto…
"¡Ya te has ido!" le acusó, volviéndose a verle. "¿Estoy en un genjutsu?"
"No, no en un genjutsu".
"Pero ya no estás aquí, ¿cierto?" Sakura se mordió los labios, esperando una respuesta que su corazón ya conocía de antemano.
Itachi confirmó su ausencia negando levemente con la cabeza. "Lo siento, Sakura-san. Creo que no hubiera podido irme de otro modo".
La kunoichi apretó los puños hasta sentir las uñas clavándose en sus palmas. "Estaba esperándolo", descontó enseguida, "se ve que los modales son de familia".
Buscando algo en lo que enfocar su atención que no fuese la puntada en su pecho y las ganas de asesinarlo vía kagebunshin, se puso a la tarea de mover trastes de un lado a otro sin sentido ni cuidado; el ruido era lo único que mantenía a raya la avalancha de sentimientos que amenazaban con abrumarla.
"Si te hubieras esperado, habría podido preparar más medicina" reclamó a toda voz. No le hacía falta comprobarlo. Itachi sin duda había cargado con todo lo que necesitaba para viajar. A dónde y para qué, solo él lo sabía.
"Cuando se te acabe puedes enviar a por más, yo tendré listo algo mucho mejor para entonces. ¿Crees que puedes hacer eso al menos?" se volvió lo suficiente para verle asentir de reojo.
"¡Espero que tus estúpidos gatos te den algo más que ratas crudas de comer!" refunfuñó poniendo una olla de agua al fuego, con la que no tenía idea de qué iba a preparar.
De pronto, el clon dejado por Itachi estaba justo detrás de ella, haciéndola tensar como la cuerda de un instrumento bien afinado.
"Esta vez te he quitado mucho más que un segundo de tiempo".
Una mano cálida se insinuó contra la suya, enredando poco a poco los dedos con los suyos y tirando de ella hasta que se dio la vuelta. Estaba muy cerca, como mirándola desde su altura con una expresión indescifrable perdida en los ojos ciegos.
"Si pudiera prolongar un poco más este intermedio contigo, lo haría sin dudarlo". La sinceridad en su voz la sacudió como una tormenta, "pero primero tengo que asegurarme que ganes la apuesta que has hecho conmigo".
Sin aviso, comenzó a hacerla girar sobre sí misma, como había hecho en Tsukuyomi cuando intentaron bailar juntos y Sakura se sintió atrapada entre la euforia y el terror de estar a punto de ver el mundo quebrarse en pedazos como aquella vez.
Cuatro, cinco vueltas, y su cuerpo se detuvo. Frente a ella no había más que una habitación vacía; plumas negras flotando despacio, disolviéndose antes de tocar el suelo.
Sakura no sabía que era posible sonreír, sintiendo tanta tristeza.
Tal vez recibir un golpe, hubiese sido mejor, después de todo.
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NDA: en este fic Madara es Madara. Obito se va a quedar muertito y bien aplastadito bajo las rocas, (de donde kishi nunca debió sacarle si me preguntan). Tengo más memes en twitter.
