Red Velvet

Capítulo 120: Riesgos

El mundo podía cambiar a su alrededor.

Siempre cambiaba.

Pero ella ahí, en su mundo, con Ruby a su lado, todo lo demás carecía de sentido.

Si, podía arder todo y a ella no le importaría.

Se vio mirando la revista una tercera vez, notándola ahí, en su escritorio, mientras acariciaba los mechones rojizos. Sus ojos pasando una y otra vez por el enunciado, y vaya que le sorprendía como estas personas lograban ver a través de ella. Cuando sucedió lo de su ojo, imaginó que las editoriales ya tendrían elucubraciones, al final ocultaba su cicatriz, sobre todo al inicio, pero aun así lograron notarla.

No revisó nada de esos días, las noticias que salieron, nunca lo hacía, menos si tenía que ver con algo tan doloroso como aquel accidente. Antes por el miedo, ahora por lo que sucedió a causa de eso, y bueno, el tener aquel daño permanente, sin importar cuantas cirugías tuvo, seguía teniéndolo delicado, y al menor desbalance, este lograba destruirla.

Pero ahora, ver las noticias sobre esto, no le parecía tan malo, ya que incluso las malas noticias, donde las repudiasen, servían de alguna forma, porque esa era su idea. Para bien o para mal, todos tendrían su nombre en la boca, y la reconocerían como lo que era, una desviada, pero enamorada.

Y conociendo a Ruby, no tenía duda de que más de alguien tendría celos de esa relación.

Ella tenía una pésima reputación en general, más por su comportamiento frio y distante, pero Ruby era completamente diferente, era carismática, agradable, confiable, y sabía que más de alguien había sido flechado, sobre todo algunas de las mujeres que salieron con esta.

Malditas, las odiaba.

Pero si, ahora, siendo publica la sexualidad de una nueva celebridad como Ruby, más de alguien se vería tentada, más de alguien dudaría de su sexualidad como ella misma.

No las culpaba, ella cayó de la misma manera.

Y esos tontos de esas revistas estúpidas lo sabían, se sentía tan avergonzada.

"Aunque me enfurezca ser leída de esta forma, realmente acertaron con eso de la sexualidad, jamás se me pasó por la cabeza algo así hasta que te conocí, así que es cierto, me hiciste dudar, y sé que más de otra mujer pasó por exactamente lo mismo."

Aún maldecía internamente a todas las mujeres que tuvieron el absoluto privilegio de tener a Ruby para ellas, pero no podía negar lo evidente, Ruby era sin duda una persona maravillosa, y cualquiera sería feliz a su lado.

Obviamente era suya, solo suya, y así seguiría siendo, no la iba a dejar ir.

Primero pelearía con dientes y uñas.

Y si eso no era suficiente, siempre podía volver a hacer que Ruby gritase a los cuatro vientos que le pertenecía a Weiss, estaba dispuesta incluso a que esta se pusiese su collar de buena cachorra y se mostrase así frente al público, ahí nadie tendría dudas.

No necesitaba un estúpido anillo para demostrarles a todos que Ruby era suya.

Notó como Ruby levantó el rostro, y a pesar de imaginarse la expresión de cachorro triste que esta debía de tener encima, le sorprendió como su ánimo cambió rotundamente, su rostro divertido, animado, una sonrisa pícara en su rostro.

Antes de que Ruby siquiera dijese palabra alguna, se sintió sudar, su cuerpo de inmediato reaccionando acorde.

El que estuviese mirándola desde entre sus pechos lo hacía incluso peor.

"Sabes, la idea de haber conseguido que la señorita Schnee dudase de su sexualidad por mi culpa, me hace sentir extrañamente orgullosa."

Por supuesto…

Al menos no la molestó por ponerse celosa, ya que se le debía notar que estaba celosa, pero eso no evitó que su vergüenza apareciera.

Se vio enrojeciendo, sin poder controlar el fuego en sus mejillas. Ruby se movió, estirándose lo suficiente para llegar a sus labios, y a pesar de su vergüenza, no dudó en acercarse también, haciéndole la tarea más fácil. No podía decirle que no a un beso con Ruby, los necesitó tanto que ya no podía vivir sin estos.

Ahí era su lugar seguro.

Y jamás perdería la oportunidad de que sus labios se uniesen.

No se dio cuenta en que momento ocurrió, pero el beso comenzó a volverse más y más cálido, más profundo más intenso, y de nuevo su cuerpo respondía acorde, reaccionando. Sus manos agarrándose del rostro ajeno, ella misma siendo culpable y participe en que el beso se intensificase, y obviamente Ruby no se quedaba atrás. El torso ajeno se había quedado en su entrepierna, acercándose, apegándose, y hasta ese segundo no se había fijado en lo abiertas que estaban sus piernas, dejando que la mujer se acercara mucho más, permitiéndole el paso.

Si, sus cuerpos hablaban por sí mismos.

Era imposible contenerse.

Simplemente estaban hechas para estar la una pegada a la otra.

Pero no.

No debía.

Había riesgos que estaba dispuesta a tomar y otros que no, y en su oficina eso no estaba para nada correcto.

Sus ojos por inercia se fueron a la puerta de la oficina, y se separó levemente, intentando mantener la cordura. No podía ser que Ruby le diese una visita y ya perdiese el control total de sus emociones e impulsos.

"No intentes engatusarme, Ruby."

Le dijo antes de voltear a mirarla de nuevo, y le sorprendió el notar esos ojos grises plasmados en ese hermoso rostro, haciendo que su corazón comenzara a latir fuertemente en su cuello.

Era débil ante esa mirada, esa mirada deseosa.

Intensa.

Sedienta.

Podría estar en la ocasión más mata pasiones de la historia, pero veía esos ojos y su cuerpo hervía por sí solo.

Otro impulso más, otro instinto más.

Una necesidad.

Las manos de Ruby rodeaban su cuerpo, pero ahora se movían, aferrándose a su cadera, los dedos enterrándose en su carne, sensación que reconocía sin problemas, así como anhelaba. Ruby no tenía que decirle nada, lo notaba en su rostro, en sus ojos.

Negó, utilizando la poca racionalidad que no había sido corrompida por el calor de Ruby.

Realmente antes tenía pocas razones para impedir el hacer cosas así, pero ahora, ambas siendo una pareja oficial, la hicieron quedarse sin excusas para mantener sus emociones a raya.

No, aún estaba mal.

Volvió a mirar a la puerta, sabiendo quien estaba ahí afuera.

"Ruby, no, Blake podrá oírnos."

Sintió las manos grandes de Ruby acomodándose en su trasero, y supo exactamente el movimiento que esta haría, sin embargo, no pudo detenerla, por el contrario, se aferró aún más al cuerpo ajeno, rodeándola con los brazos, sujetándose, sin poder siquiera llevarle la contraria.

Si, puro instinto.

Ruby la levantó del asiento, acomodándola sobre su escritorio, y sabía con seguridad que había papeles ahí, que había archivos, que había objetos, así que ni siquiera le sorprendió que estos cayesen al suelo, su cuerpo quitándolos del camino, eso y una de las manos de Ruby, que no había dudado en empujar todo a su paso para despejarlo.

Como quería regañarla, pero no podía, las palabras no salían de su boca.

Los ojos grises de Ruby la observaban sin pestañear, esos ojos de depredador que no podían hacer nada más que ponerla tensa, ponerla caliente.

Sedientos, llenos de deseo.

Y no importaba cuantas veces lo hicieran, cuantas veces se acostasen, cuantas veces tuviesen el cuerpo de la otra pegado al suyo, siempre volvían ahí, a estar en esa situación, sus cuerpos pidiéndolo a gritos.

"He escuchado a Blake follar con mi hermana cientos de veces, me la debe."

Su propio cuerpo dio un salto ante lo fuerte que la voz de Ruby sonó, por supuesto que lo hizo de adrede para que, si Blake estaba escuchando, pudiese escuchar eso con claridad, sin problema, y se vio sonrojándose con la mera idea. Claramente lo hizo de adrede, y no podía dejar de sorprenderle la actitud impertinente de Ruby.

Era encantadora, y le aterraba.

Y en esa circunstancia, le excitaba.

Reprochó a Ruby con la mirada, ya que su voz seguía sin salir, pero esta solo le sonrió, capaz, sin arrepentimientos, completamente despreocupada, y como le encantaba cuando era así.

Siempre consideró que se preocupaba por muchas cosas, incluso por cosas por las que no tenía que preocuparse, y ver a Ruby así, siempre le recordaba que su intención era ser así, llegar a ser así, convirtiéndose en una persona más despreocupada, dejar de querer llevar el peso del mundo en sus hombros, de cargar con la culpa ajena.

Un mal hábito.

Le gustaba que Ruby le recordase la razón para hacer cada una de las cosas que hacía, que le recordase quien quería ser y como quería vivir, eso la hacía sentir aliviada.

No podía volver a perderse a sí misma con Ruby a su lado.

Ruby no la dejaría.

Tenía sus manos, sus brazos, rodeando a Ruby del cuello, pero se alejó solamente para sujetarla de las mejillas y besarla una vez más, el beso tan intenso como hace unos momentos.

Por inercia pasó las uñas por la nuca ajena, disfrutando de la sensación que le daba y de los sonidos que salían de Ruby cada vez que lo hacía. Decidió enrollarse en el torso ajeno, sujetándose con sus piernas, haciendo presión, haciendo que sus cuerpos se uniesen un poco más, y pudo notar como Ruby sonrió mientras la seguía besando.

Cuando se separó, la mujer tenía el rostro completamente rojo, sus ojos completamente oscuros, listos para más. No, de hecho, luego de lo que hizo, dudaba que esta fuese a detenerse.

Pero ahí, aun en esa situación, debía asegurarse que todo estuviese claro desde el principio.

Ruby sabía que debía comportarse.

Como sea, ya había tomado otros riesgos, sin duda tomaría este, ya estaba demasiado caliente para dar vuelta atrás.

"Tengo una reunión en menos de una hora, más te vale que te des prisa."

Habló, sintiendo su voz ronca, rasposa, tanto por la posición como por el calor que sentía. Ruby sonrió de inmediato con sus palabras, calentándose incluso más con esa orden.

"Eso haré, señorita Schnee."

Como siempre, su apellido sonaba tan bien desde la boca de Ruby, y aun mejor cuando fue la misma boca de Ruby que llegó a la suya, besándola una vez más, la lengua ajena metiéndose en su interior sin demora alguna.

Siguió el ritmo ajeno, abrazándola con mayor intensidad, con más firmeza, sintiendo las manos de Ruby moviéndose por su torso, desabrochando su ropa con rapidez, para no arrugarla más de lo que ya estaba, y apreció el gesto considerado. Ya sería demasiado aparecerse en la reunión con la ropa rota y arrugada.

Oh no, siempre que pensaba en algo impropio, terminaba queriendo hacer exactamente eso.

No tenía remedio.

Más rápido de lo que creyó, terminó con el torso descubierto, Ruby levantándole el sujetador en un movimiento preciso, deprisa comenzando a masajear sus pechos con las manos, haciéndola temblar con cada uno de los movimientos expertos sobre sus pezones.

Se vio jadeando, hasta que tuvo que soltar el cuello de Ruby y así poder afirmarse del borde del escritorio. En cualquier momento Ruby empezaría a empujarla más y más, y si terminaba recostada ahí, más de algo terminaría arruinado. Tembló cuando su mujer se vio libre del agarre y decidió bajar su rostro, siendo ahora los labios estimulando sus pechos, y era una sensación que sin importar cuantas veces sintiese, era simplemente adicta.

Ahora también podía ver el paisaje frente a ella, a la ciudad entera vista desde lo alto, y no podía evitar pensar, retorcidamente, que se encontraba afuera, a vista de todos.

Su imaginación se estaba yendo de sus manos.

Se mordió el labio, intentando no gemir con fuerza, seguía estando en su oficina, un lugar seguro, sin embargo, su secretaria seguía afuera, sus oídos capaces podían oírla sin problema, incluso cuando solía maldecir en voz baja, notaba como esta daba un salto.

Tenía un oído increíble.

Por eso, sabía que la oía, y no podía evitar mojarse al pensar que su empleada podía escucharla gemir mientras tenía sexo desvergonzadamente en su oficina.

Y así, se vio gimiendo más fuerte.

Pudo sentir la mirada de Ruby en su rostro, observando su desvergonzura, pero no pudo mirarla de vuelta.

Ruby lo sabía, podía notarlo, ya la había expuesto otras veces, ya había expuesto ese lado retorcido de ella.

Las manos volvieron a sus pechos, ahora resbalando sobre sus pezones duros y húmedos, mientras que el rostro de Ruby volvía a posarse frente al suyo.

"¿Acaso no te da vergüenza que tu empleada te escuche?"

El rostro de Ruby solo quería molestarla, solo quería burlarse, y no podría siquiera haber imaginado que eso la excitaría de una u otra manera.

Ruby bajó la mirada, y notó una sonrisa aún más grande que antes.

Se vio mirando hacia abajo también, intentando entender que había llamado la atención de su novia, hasta que notó como una de sus propias manos se había movido hasta su entrepierna. No se había percatado de su movimiento, y hasta ese segundo no tenía idea que estaba creando fricción, su antebrazo apretado entre su entrepierna y el cuerpo de Ruby.

El cuerpo ajeno se apegó más al suyo, y ahora si sintió su mano rozarse con su centro, sintió lo mojado de su ropa interior en su piel, y la idea le hizo temblar.

Había perdido la razón por un momento para ni siquiera ser capaz de notar si movía alguna parte de su cuerpo o no.

Se perdía totalmente con Ruby, sus instintos más primitivos completamente desbocados.

Los plateados volvieron a mirarla, una sonrisa con falsa inocencia en su rostro, y no sabía si enojarse o simplemente adorar esa expresión con todo su ser.

"¿Qué puedo hacer por usted, Señorita Schnee?"

Por supuesto que Ruby sabía lo que quería en ese instante, no por nada se había visto forzada a sentir cualquier tipo de presión en su entrepierna, su cuerpo necesitándolo, listo.

Tic-toc.

Rodó los ojos, sabiendo exactamente lo que Ruby quería de ella, era tan obvio que le irritaba.

Se vio mirando hacia atrás, hacia la puerta de la oficina. No tenía mucho tiempo, ella lo sabía y Ruby también. Solo era cosa de tiempo para que su secretaria entrase para decirle sobre su reunión y guiarla hacia el lugar designado, y si no se apuraba, esta las encontraría en medio de una situación comprometedora, o se perdería la reunión, y no debía aceptar ninguna de esas opciones.

Pero el riesgo la hacía sentir estimulada de una u otra forma.

Volvió a mirar a Ruby, sintiéndose hervir.

Movió las manos para llevarlas hacia su ropa interior y así sacársela, Ruby dándole espacio para poder hacer la acción.

"Deja de hablar y usa tu boca para hacerme venir."

Sintió una corriente eléctrica apenas terminó de hablar, sabiendo que la mujer tras la puerta la había oído, y no podía dejar de pensar en eso.

Por suerte confiaba en esta, y si fue capaz de mantener lo de la relación de ambas en secreto, podría mantener eso en secreto.

No haría nada para destruir su trabajo bien pagado ni su amistad con su cuñada.

Un plan perfecto.

Ruby se dejó caer en su asiento, mientras que con las manos la sujetaba de las piernas. Sintió el agarre firme, y como esta la movía a su antojo. Esta estaba roja, y podía notar la anticipación depredadora en su expresión. Ruby la obligó a apoyar las piernas sobre los hombros de esta, así dándose el espacio suficiente para alcanzar a su centro.

En cosa de pocos segundos ya estaba completamente presionada sobre la boca de Ruby, esta trabajando de inmediato, pasando la lengua, pasando los dientes, tal y como la primera vez, con cuidado, pero con un hambre que no podía disimular.

Esa hambre siempre estaba presente.

La succionaba con fervor, lamiéndola, chupándola, y siempre se sentía mejor que antes, Ruby cada día trabajando de mejor manera, dándole el placer que necesitaba, que quería, sin siquiera dudarlo.

"Eso, así."

Por su parte se quedó mirando el paisaje frente a ella, el cielo a penas despejado, el sol alumbrando levemente alrededor, los techos de varios edificios más pequeños que el propio, y así con el resto. Nadie podía verla de esa distancia, de hecho, los vidrios impedían mirar hacia adentro, pero ella si podía mirar hacia afuera, sin embargo, se vio creyendo qué si podían verla, y aquello le dio aún más placer.

Se apoyó en los antebrazos, evitando caer del todo en su escritorio aun atestado de objetos, pero eso no impidió que disfrutase del acto, sobre todo teniendo esa vista y a Ruby metida en su entrepierna, la imagen siendo clara ante la luz, y vaya que podría observar esa situación durante horas.

Pero su cuerpo ansiaba venirse, sin poder aguantar mucho más, resistirse ante lo inevitable, y debía darle en el gusto.

Soltó un gemido, probablemente más fuerte que los anteriores, al sentir como Ruby succionaba su clítoris, el musculo ya sensible siendo atacado sin misericordia, los labios tirando de este, lamiéndolo, mordiéndolo, y no podía evitar que sus piernas temblasen ante las olas de placer, apretando con sus muslos la cabeza de Ruby en el proceso.

Pero sabía que a Ruby le gustaba eso.

Los movimientos ajenos se volvieron más y más rápidos, el hambre aumentando, el deseo de Ruby de hacerla venir pronto, usando todas sus capacidades para lograrlo, eso y dos dedos entrando en su vagina de manera estrepitosa. Estaba tan mojada, como siempre, lista para Ruby, lubricada para Ruby.

"¡Ruby!"

Soltó otro fuerte gemido, apenas capaz de contenerlo.

Los dedos se comenzaron a mover al mismo ritmo que la lengua ajena, sus espasmos aumentando con cada embestida, con cada giro de los dedos dentro de ella.

Usó una mano para aferrarse al cabello de Ruby, sujetándola y al mismo tiempo enterrándola más en su zona intima, sintiendo tanto como el mentón y la nariz de esta enterrándose en ella, y no le molestaba para nada el ensuciarla así, por el contrario.

"Si…un poco más…"

Faltaba tan poco.

Su mente vagó, solamente para aumentar su orgasmo que se aproximaba, mirando una vez más la puerta de su oficina, recordando las orejas sensibles de su empleada, luego sus ojos se fueron a los edificios frente al suyo, vagando por cada una de las ventanas, y luego sus ojos se movieron hasta la cabeza de Ruby, enterrada en su entrepierna, aun devorándola con ímpetu, sin ser capaz de huir aunque eso quisiese, ni siquiera de respirar, nada, obligada a darle placer, y nada más.

Todos sabían lo que ahí ocurría, la veían, la escuchaban.

Y así, pensando en eso, se vino.

Se mordió el labio, pero dudaba que hubiese logrado evitar el sonido que se le escapó, un grito eufórico mientras que sus caderas temblaban ante las sensaciones.

Terminó cayendo sobre el escritorio, lo que trataba de evitar, pero ya no podía siquiera mantener su espalda tensa, su cuerpo completamente exhausto luego de un orgasmo así, y, de hecho, aun sentía su clítoris latir y sus piernas temblar.

Estaba segura de que no era suficiente, nunca iba a ser suficiente.

Siempre necesitaba más de Ruby, y Ruby siempre necesitaba más de ella.

No podían hartarse de la otra, sin importar cuanto lo hicieran, cuanto tiempo pasaran juntas, cuantos besos, cuantos abrazos, cuanto tacto, nunca iba a bastar.

Y por ahora, eso era sin duda una bendición y una maldición por igual.

Y le encantaba.


Capitulo siguiente: Sueño.


N/A: Nada que decir, kinky Weiss strikes again, y así me encanta, ¿Creyeron que iban a estar en la oficina sin hacer nada sucio? ¿Castas? No, no, imposible, es el fetiche de muchos, no iba a coartar a nadie.

Se que siempre lo digo, pero está llegando el finaaaaal, me está dando la ansiedad, pero bueno, no es la primera historia que termino ni la última, pero esta es la más larga, así como esta :v

Nos leemos pronto.