Artemisa creía no oír bien por la petición ¿en serio esa persona le estaba pidiendo eso? frente a ella, Meira estaba plantada con algunas bolsas de equipaje y una sonrisa amplia.
—Sólo será provisional hasta que encuentre un lugar, te pagaré si hace falta y puedo vivir en el sótano o poner una tienda de campaña en el jardín—
La diosa violeta parpadeó aún patidifusa, detrás de ella apareció Perséfone.
—¡Claro que te puedes quedar! ¡todo el tiempo que quieras!—La diosa mayor le caía muy bien y cuantos más mejor.
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Y así estaban la diosa se había instalado en el sótano aunque insistía que estaba bien Artemisa se estremecía imaginando lo que podría ocurrir si los tres reyes se enteraban de que su hermana vivía allí pero Meira le aseguró de que estaba bien.
No te preocupes si mis hermanos tienen alguna queja yo me ocupo.
Se sabía muy bien que la furia de la diosa Meira era legendaria y se decía que era tan terrible que hasta el propio Zeus se aterrorizaba y los otros dos hermanos tampoco se atrevían a provocar la furia de su hermana.
En ese momento llamaron a la puerta y para sorpresa de las dos diosas era Eros el dios del amor avergonzado por lo sucedido en la fiesta fue a disculparse trayendo rosquillas como ofrendas de paz y lo dejaron pasar, una vez allí el hombre derramó su historia sobre su relación con psique y como acabó todo.
—Hay sobrino eres como tus padres actúas antes de pensar, dejándote llevar por las emociones. Pero bueno esa es tu naturaleza al ser el dios de una de las emociones, (sino la más fuerte creo), humanas—
El dios alado, alarmado, vio a su tía allí descalza con pantalones cortos y una sudadera. Meira acababa de volver de correr pero llegó a tiempo de oír esa historia. La diosa se sentó en el sofá y miró de forma severa y rígida a su sobrino, Eros temblaba bajo su escrutinio.
—He oído lo que le hiciste a esos mortales que mataste en tu arrebato ¿cuantos eran? ¿cien doscientos?—ante la muda respuesta de su sobrino su mirada se endureció, sus ojos se volvieron oscuros con puntitos brillantes, era como si un par de trozos de cielo estrellado estuvieran en sus ojos—Eros mírame a los ojos no lo repetiré dos veces y sabes que lo digo en serio—
El dios no atreviéndose a provocar a su poderosa tía abuela la miró a los ojos, durante unos segundos que parecieron una eternidad la diosa lo miró fijamente sin parpadear siquiera, Artemisa y Perséfone no se atrevían ni a respirar.
Finalmente Meira apartó la vista seria.
—Ya veo—murmuró—Trescientos mortales, su mirada se suavizó pero seguía siendo severa—Entiendo que te sintieras herido porque ella traicionara tu confianza pero no justifica que mataras a todos esos mortales inocentes ahora no solo tú sino sus seres queridos sufrirán por sus pérdidas cuando les quitaste su tiempo para vivir antes de tiempo—
Eros estaba avergonzado, ya se sentía culpable pero ahora con su tía se daba cuenta de la magnitud de su crimen.
—Además esa pobre chica Psique vivió toda su vida siendo despreciada y abusada por su belleza, sin que casi nadie de su entorno se molestara por conocerla de verdad y comprenderla ni siquiera su madre y sus hermanas, ellas que deberían haber sido las que más la deberían haber apoyado—
Dijo esto último con un deje de ira mientras sus ojos parpadeaban a esos misteriosos ojos de antes pero se calmó, eso sí se juró así misma que esas mujeres despreciables pagarían con todo el peso de la justicia.
Pero su sobrino Eros también había obrado mal y él tampoco se libraría no le gustaba, amaba a su sobrino pero debía pagar por lo que le hizo a esos mortales.
—Psique vivió toda su vida así asustada, insegura y soportando los malos tratos hasta de las personas más cercanas a ellas. No puedes culparla por que desconfiara, la llevaste a una casa aislándola y no diciéndole quién eras, es normal que la muchacha actuara así—
Eros soltó algunas lágrimas, era verdad su tía tenía razón si solo le hubiera confiado a Psique su identidad tal vez no hubiera ocurrido todo esto.
Artemisa y Perséfone estaban alucinadas costaba creer que la alegre chica que prácticamente se había alojado allí fuera esa imponente diosa, su poder antiguo y sus razonamientos no dejaban en duda quién era.
Además lo que le dijo a Eros era verdad, mantener a esa pobre mortal en la oscuridad y matar indiscriminadamente a todos esos mortales inocentes.
Perséfone se encogió cuando recordó una cosa de su pasado y la culpa la carcomió.
Meira se levantó todavía mirando con severidad a Eros.
—Puede que Zeus te perdonara por lo que hiciste gracias a Afrodita pero yo no, tu madre no podrá convencerme a mí y ella lo sabe de sobra tienes que recibir tu castigo primero el arrepentimiento, el castigo y la redención—
Miro a su sobrino triste, se agacho hasta que sus ojos estuvieron a su altura y con suavidad lo abrazó.
—No te preocupes sobrino, buscaré a Psique y me aseguraré de que esté a salvo te lo haré saber—
Eros con una sonrisa de agradecimiento abrazó a su tía quien le correspondió, entendía que ella cumplía con su deber y estaba dispuesto a soportar cualquier castigo si con ello pagaba por su crimen. Pero lo que no soportaba era no saber que le había pasado a Psique y donde la había escondido su madre, le aliviaba saber que su tía la buscaría podía confiar en ella para que la pusiera a salvo si fuera necesario.
Meira sonrió con ternura a Eros dejando atrás su frío implacable, era la diosa de la justicia y no hacía la vista gorda con nadie, ni su familia aunque le doliera. Cuando Poseidon inundó Atenas en su ira por perder la competición con Atenea Meira furiosa lo detuvo y lo castigó a que escuchara los pensamientos y lamentos de sus víctimas y de sus familias que los perdieron y sintiera su dolor, no lo liberó hasta que aprendió la lección y se redimió.
Meira era la diosa de la justicia y debía impartirla no solo por su deber sino por el bien de los demás y hasta de si mismos.
