Sede de la familia Dian Cecht.

Welf caminaba mientras bostezaba, se encontraba realmente cansado ya que toda la noche se la pasó reparando la armadura que le había hecho a su compañero y la cual, quien sabe cómo, terminó por romperla, rompiendo su orgullo como herrero.

"¿Cómo es que destruyes todas las armaduras que te he hecho? En verdad tengo mucho que aprender si deseo hacer algo digno de la aprobación de Hefesto" pensó, rascando su nuca y acercándose a la recepción de dicho lugar.

-Disculpa Airmid ¿No ha despertado Bell?-Preguntó el herrero a la médico.

-Aún no, sigue en su habitación durmiendo, pero alguien se te adelantó en la visita, si ellos no tienen problema en recibirte, puedes ir y pasar, ya sabes donde está el cuarto, te dejo, tengo trabajo-Contestó rápidamente la peliplateada, alejándose y dirigiéndose a la segunda planta del "hospital".

-De acuerdo, gracias-Agradeció el pelirrojo, yendo al cuarto de su amigo.

"¿Alguien más vino a verlo? ¿Quién será? El resto de nuestra familia está en una reunión con Urano-Sama por lo sucedido en los pisos profundos, tal parece que él sabe algo que nosotros no" se cuestionó la identidad de aquella persona que visitó a Bell antes que él.

Caminó y llegó al sitio antes mencionado.

*Toc* *Toc*

Tocó la puerta un par de veces sin recibir respuesta alguna.

"Que extraño, si se supone qué hay alguien adentro además de Bell ¿Por qué no contesta?" preguntó.

Continuó insistiendo, dando golpes ligeros a la puerta para no despertar a su amigo, en caso de seguir durmiendo claro está.

Tras varios segundos, decidió entrar y observar cuál era la situación.

La puerta rechinó al abrirla lentamente.

Asomó su cabeza y fue ahí donde lo vio.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, parecía... ¿Lleno de orgullo?.

-Conque así están las cosas... eres realmente un casanova-Dijo en el tono de voz más bajo que podía.

Se preguntarán "¿Qué fue lo que vio?".

La respuesta es más simple de lo que pudieran imaginar.

Bell yacía acostado, en eso Airmid tenía razón, aún no despertaba.

El motivo de su orgullo recaía en la persona al costado izquierdo del conejo.

Se trataba de Ryuu, la elfo y camarera de "La señora de la abundancia", la cual sostenía firmemente la mano de Bell, con el costado de su cabeza descansando en la misma cama que él.

Aunque... lo que más llamó su atención fue una cosa en particular.

"¿Por qué se ven tan felices durmiendo?" cuestionó, al notar la sonrisa puesta en los labios de ambos.

Él llegó a una conclusión.

"Tal vez esto era lo que él necesitaba, no digo que Ryuu sea un objeto para superar su dolor emocional causado por "La princesa de la espada", más bien, sería como una luz que lo acompañe y así ambos se guíen en este camino hacia una vida llena de gracia, al fin y al cabo, ambos merecen ser felices" se dijo a sí mismo, con tranquilidad y feliz por su pequeño "hermano".

Tras esto, cerró la puerta lentamente y los dejó solos.

En el pasillo, una voz lo llamó.

-¡Welf-Sama!-Se trataba de Lili, quien caminaba junto a las demás chicas de la familia.

-¿Cómo está Bell-Sama? ¿Se encuentra bien?-Preguntó Haruhime con gran preocupación.

-Voy a entrar a verlo, esperen aquí-Informó Hestia, intentando abrir la puerta, hasta que de pronto su mano fue detenida.

-¿Eh?-Ladeó la cabeza con confusión.

-Está durmiendo, no creo que sea prudente molestarlo, dejémoslo descansar-Avisó Welf, aunque claramente no mentía y por eso mismo Hestia no detectó mentira alguna, sus intenciones al frenar el avance de la diosa eran otras definitivamente.

-Welf-Dono tiene razón, Hestia-Sama, dejemos que descanse-Mikoto tuvo la misma opinión.

-De acuerdo, entonces volveremos más tarde-Dijo Hestia a regañadientes, se rindió ante las sugerencias y opiniones del resto de su familia.

Y de esa forma, todos se retiraron del lugar, no sin antes dejar la comida que Mikoto había preparado para Bell en manos de Airmid, la cual se lo daría cuando este despertara.

"Tómate tu tiempo, mi buen Bell" pensó el pelirrojo de manera burlona sin dejar de reírse, aunque conteniéndose.

Dio media vuelta para echar un último vistazo a la puerta del cuarto y únicamente guiñó el ojo y levantó el pulgar.

Ignis el "Siempre Ardiente" protegió el romance del conejo y la hermosa hada, convirtiéndose así en el héroe de ese día.

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Y el resto de lo que sucedió ese día ya fue contado...