La divorciada.
Capítulo 1: Sacando algo bueno de lo malo.
Orihime ha sido una buena esposa.
Orihime ha sido una buena amiga.
Siempre ayudando y apoyando a su marido y a su amiga cada vez que la necesitaban.
¿Por qué se lo agradecen acostándose en SU cama a sus espaldas?
Se había enterado por su criada Ogawa, quien había estado con ella desde pequeñas. Tuvo ese día libre y había regresado una hora antes por la falta de tránsito. Como de costumbre entra por el área de la servidumbre y, mientras se va despojando de su abrigo, recuerda que se había lavado ropa de su señora ayer en la noche y va al área de lavandería en busca de dicha ropa. Estaba doblada y lista, las agarra y va al cuarto matrimonial de su señora y su marido, emocionada de sorprenderla con su vestido favorito a su regreso de visitar a Rukia para usar en la cena.
No se esperaba encontrar al conde, el marido de Orihime, desnudo y teniendo sexo con una mujer que no era su esposa.
Salió corriendo antes que la pillasen, sin soltar la ropa en todo momento, ni cuando de abrigó, ni cuando salió de la casa y subió al taxi con rumbo al hotel en donde se hospeda Rukia y de seguro su señora se encuentra allí también.
Cree es una poderosa razón para entrar a la oficina de su marido toda furiosa. Con una mirada tan peligrosa como una leona a punto de cazar a su comida, su esposo a tenido la decencia de sentir miedo y un escalofrió en la espalda.
—¿Cómo osas faltarme el respeto acostándote con una mujer que no es tu esposa en NUESTRA cama matrimonial? Y no cualquier mujer de un burdel, ¡Sino mi amiga!
—No me grites en ese tono. — Ordena tajante el hombre.
—¿Disculpa? La ofendida aquí debería ser yo, así que ten la modestia de al menos encogerte como el perro zángano que eres… Coyote. — Dice el nombre de su marido como si fuese un insulto.
—¡Suficiente!— Ordena alzando la voz y poniéndose en pie. Si esperaba una reacción de miedo o arrepentimiento en su esposa, no le ha funcionado. La espalda de Orihime sigue recta como un tronco y sus ojos prometen una muerte lenta. Suspira agotado y vuelve a sentarse. — Discúlpame, tienes razones para estar molesta y yo estoy siendo ruin.
—Sí, lo estás haciendo. — No baja la guardia pero sus ojos empiezan a humedecerse. — ¿Por qué nos has hecho esto? Yo te amo… te he respetado y apoyado en todo como buena esposa y compañera… ¿Y tú me lo agradeces con insultos?
—Orihime. — Nuevamente se pone en pie, pero esta vez no de forma amenazante. Se acerca a su esposa queriendo consolarla pero ella retrocede y mantiene las distancias. — Lo siento, comprendo la situación que estas. Admito que he sido un débil idiota que se ha dejado engañar por los encantos de una arpía. — Suspira. — No. No debo echarle toda la culpa, soy en parte responsable de esta locura. Te prometo en lo más profundo de mi corazón que Bambietta no volverá a poner un pie en esta casa... y que no volveré a tratarte de aquella manera.
Escucharlo hablar le hizo decidir aceptar sus disculpas y perdonarlo. Viéndolo en perspectiva, puede que se haya equivocado, pero en su defensa, él no solo se veía totalmente arrepentido, sino que ha admitido su error y no le ha echado toda la culpa a la amante. ¿Qué hombre admitiría aquello? Por lo tanto decidió perdonarlo pero a cambio no dormiría de nuevo con él hasta que se deshaga de la cama, que no pensaba volver a dormir ahí.
Todo volvió a la normalidad después de ese episodio, hasta Bambietta había tenido la decencia de aceptar la carta de ambos en que no vuelva a aparecer en sus vidas.
Y entonces, tres meses después, le tocó a la señora misma encontrarlos en el acto del coito en el estudio de un socio y amigo.
Se volvió loca a verlos, quizás si hubiese tenido a Ogawa cuidando sus espaldas como siempre, se habría contenido como una dama digna y esperar en lo privado a atacar... pero no. Gritando cosas prohibidas para los labios femeninos, Orihime empujó a su marido y empezó a golpear a Bambietta a puñetazos en su pecho mientras su cabeza no deja de cuestionarse que ha hecho mal.
Apenas un criado la apartó de su víctima, se zafa y ve a Coyote Stark con furia y fuego en sus ojos.
—¡No quiero volver a verte en mi vida, sin un abogado presente al menos!
—¡¿A qué te refieres?!— Grita él molesto y confuso, ninguno notaba la sonrisa socarrona de Bambietta.
—¡Quiero el divorcio!
El divorcio ha sido un proceso de un mes. Posiblemente habría tardado más pero su padre y tíos han intervenido en el asunto por ella solo con el fin que no le pongan trabas al tener senos en vez de un pene.
En todo ese tiempo había recibido constantes insistencias de Stark y se notaba sus intentos de retrasar el asunto, incluso en el día que se debieron reunir a firmar los papeles.
—Entiende que tu reputación se acabara. Nadie le atrae una mujer divorciada.
—¿Dices que debo aceptar tus infidelidades constantemente y que me veas la cara de tonta? — Mueve la cabeza en negación. — Tú no lo entiendes: el único que me ha arruinado ha sido tú.
Su ahora ex marido, resignado, no tuvo más remedio que aceptar.
Orihime no es ciega, sabe lo que en realidad le preocupa a Stark son los negocios que ha hecho con su padre durante y después del matrimonio. No es que haya quedado en la ruina pero si le quitamos lo que ha conseguido tras casarse con ella más lo que ganaba tras las inversiones con el barón Tenjiro, queda en total estar en la cuerda floja. Por eso mayormente quería evitar el divorcio, no porque la ame.
Si es que la amo de verdad, aunque haya sido un segundo.
Apenas el asunto ha quedado zanjado, se fue a un retiro a la casa de sus padres. Al comienzo sólo se encerró en los terrenos, sin querer saber nada de lo que hay más allá; luego su madre comenzó a sacarla a dar vueltas por el pueblo a ver a sus amigas, sin aceptar un pero de respuesta. Ahora da vueltas por su propia voluntad, ya sea en los campos de la familia o en el pueblo, incluso había sido invitada a tomar el té o a cumpleaños a pesar de ser una mujer divorciada.
Por desgracia, hay algo que no puede recuperar.
Su amor a dibujar.
Lo ha tratado muchas veces pero no hay caso. No puede pasar de un simple borrador o de un garabato que termina en el fuego.
Es como si Stark y Bambietta habrían asesinado su habilidad en vez de su corazón.
—Ya vengo. — Avisa a su padre, quien estaba amputando un brazo.
—¿Cuál es tu plan? — Dice el hombre de peculiar peinado tupe, habla con normalidad a pesar de la concentración que debe emplear.
—Solo daré una vuelta por la parte de atrás.
—De acuerdo, si no vuelves para el almuerzo, sacaré a los perros.
—Entendido papá.
Sale por la puerta de atrás, con un libro en una mano y un pan con queso y carne en la otra. Da una mordida y no le preocupa que los pájaros vayan tras las migas que deja a su paso.
Acostumbra tomar un paseo por las partes no habitables de la familia Tenjiro luego de su "primer desayuno" (toma otro desayuno al llegar a casa); no ponen mucha mano ahí ya que su padre no le ve necesidad, con el espacio que tienen hasta ahora alcanza y no quiere interrumpir las frutas y hierbas que crecen ahí.
Se sube la falda y cruza un pequeño arrollo, chillando contenta como una niña por el frescor del agua en sus pies y piernas (sus zapatos cuelgan en su cuello tras unirlos con los cordones). Le encanta ese pequeño placer, son como un tesoro tras los últimos acontecimientos.
Aun descalza se sube a un árbol de cerezas y empieza a comer una tras otra, teniendo cuidado con los bichos que también se andan alimentando. Es consciente en esos momentos lo liberador de estar soltera otra vez (o divorciada como les gusta remarcar a la gente como si fuese un insulto), ya no tener que escuchar lo "molesto" que es buscar a una esposa con el comportamiento de una niña por el bosque en vez de estar en un lugar fijo y seguro y así el esposo pueda ir tranquilo a tomar su siesta.
Se apoya en el tronco una vez satisfecha y lee su libro. La nueva obra de su autor favorito. Aunque no quería soltarlo, sabía que debía leer solo diez capítulos y luego irse o de verdad tendría a los perros (y quizás el pueblo entero) buscándola.
En el camino de vuelta, atacó un pequeño racimo de uvas que crece entre las cerezas (no tiene ni idea como eso puede pasar, un antepasado suyo quizás planto ahí las uvas pensando que eran lo mismo) y piensa en lo delicioso que sería probarla en vino.
—¿Huh? — Se le escapa mientras ladea la cabeza, pensando mejor en lo que acaba de pasarle por la cabeza.
¿Por qué no?
Corre de vuelta a la pequeña pero elegante mansión color marfil (antes que sus padres se casasen, era un "rojo abandonado", es decir, que el color se había deteriorado con el tiempo y nadie le prestaba atención al estar enfocados en su trabajo o en la casa principal, pero llegó su madre, la nueva baronesa Tenjiro y le dijo a su reciente marido "voy a ordenar esta pocilga"… y pues lo hizo) con elegantes flores de todos los países (también cortesía de su madre) y entró gritando "papá" a todo pulmón.
—¡Aun estoy ocupado, no grites por la casa!
—Papá, ¿Puedo ir con el tío Hyosube?
—¿Por qué quieres ir con tu tío gordinflón?
—Porque la familia de mamá antes vivían de un viñedo, ¿No? Quisiera que me enseñe.
—¿Y cómo harás vino?
—¿Puedo usar el terreno que no ocupas? El que está lleno de uvas y cerezas. Y ahí podría elaborar el vino… claro, primero tengo que hablar con el tío si es posible.
Un momento de silencio, Tenjiro Kirinji lo analiza bien a pesar de seguir atendiendo a su cliente. Lo normal es que diga que no, que se ubique como la dama que es…
—Claro, haz lo que quieras… pídele sí a tu madre que te ayude a buscar los planos del terreno. Así tu trabajo de investigación con el gordinflón será más efectivo.
—¡Gracias, te quiero! — Y parte a buscar a su madre.
El doctor de sangre noble sonríe tras verla perderse de vista.
Ya era hora que mostrase emoción nuevamente.
Lady Kuchiki Rukia, heredera y única hija del Duque Kuchiki Byakuya y su esposa Hisana, se encarga de dejar la familia en alto con el banquete que ha preparado para los escasos invitados que Byakuya acepta en sus tierras. Se presenta ante ellos con un vestido blanco hasta los tobillos, sin mangas y con un discreto escote circular, enseñando un collar de perlas. Su cabello se lo había recogido y adornado también con algunas perlas.
—Caballeros, espero que la cena haya estado de su agrado.
—Como de costumbre, la familia Kuchiki presenta lo mejor de los mejor.
—Y no lo dude conde Lenox.
—Quisiera saber… — Dice un barón ya muy mayor pero bien estimado en la familia. — sobre este vino, mi lady. Sabe delicioso. ¿Es del sur?
—La verdad es que pensaba lo mismo. — Dice otro heredero a Ducado.
—Oh no, están hechas aquí mismo, en el norte. — Ve al otro heredero. — Mi socio, quien me ha dado la mitad de su producto para comercializarlo, le encantara saber lo mucho que te gustó Ichigo.
Kurosaki Ichigo, heredero de la Duquesa Masaki y su esposo Isshin, frunce el ceño ante sus palabras. En cambio, Rukia solo pudo sonreír… si tan sólo supiera quien lo ha hecho y lo fan que es de sus libros, lo entendería. Oh, Orihime se va a desmayar en cuando se lo cuente.
—Estoy interesado en comprar varios de sus vinos. — Dijo al fin.
—Yo también. — Dijeron varios en diferentes segundos.
—¿Cómo podemos conseguirlo, Lady Rukia?
—Caballeros, debo serles honesta. Lo que están tomando es una cosecha del año pasado. — Hace una señal a un mozo y este acerca a los invitados una botella vacia. — Mi socio no quería arriesgarse con una cantidad enorme, así que elaboró unas cien esta primera vuelta… y yo me hice con sesenta de ellas. Treinta son para el placer personal de la familia y el otro treinta es para compartirla con ustedes y hacérselas conocer.
—¿Y ese cuarenta que ha quedado…?
—Mi socio ha conseguido vender la mitad en Paquin. — Sonríe. — Eso nos deja sólo veinte… pero no hay que lamentarse. Si ahora mismo son capaz de pagar por una botella, estoy dispuesta a darles una de las mías si luego la recompondré. Y, si no pueden, no hay que temer, déjenme su nombre y mi socio les dejara las botellas que quieran reservadas en cuando haga su segunda cosecha apenas empiece la primavera.
Solo diez habían pedido que les dieran de su botella personal y pagaron en oro al contado, los otros quince invitados les había pedido que por favor les tuviese una cantidad reservada bajo la promesa de Rukia que se los haría llegar.
—Dame el resto.
La declaración de Ichigo sorprende a todos. Él no les presta atención, concentrado en la elegante estampida de la botella: el dibujo de un gorrión volando con una flor azul de seis pétalos de fondo. Parece que el dibujo original no fue diseñado en la imprenta, más bien fue hecho a mano y dejado para que lo copien.
—¿Ichigo? — Rukia lo trae de vuelta a la realidad.
—De las veinte botellas quedan diez, ¿No? dámelas todas… y dile a tu socio que me guarde veinte. — Ahora es su turno de sonreír mientras alza la botella. — Creo que se ha vuelto mi favorito.
