Si bien Constance se sorprendió al llegar a la casa de playa, no mostró señales de ello. Por otro lado, Ella permaneció quieta como una piedra al salir del auto. Tuvo que revisar la dirección más de dos veces para asegurarse de que estaban en el lugar correcto. Los niños bajaron corriendo, emocionados al ver el mar, a pesar de que la temperatura estaba helada.

-¿Es la primera vez que vienes? -preguntó Constance a su lado.

-Sí. No esperaba esto...

-Lo deduje por tu expresión.

-Esperaba una casa de playa... una simple casa de playa. No esto. Esto es demasiado. Sabía que era una playa privada y... bueno, he estado en la casa de playa en Boca Ratón y es grande, pero esto no... esto es una mansión, Cons.

Constance no la corrigió y simplemente la miró.

-Debes de tener vecinos famosos por aquí.

Ella gruñó y eso pareció divertir aún más a la morena.

-Estoy segura de que esta propiedad vale mucho más que mi casa de playa. Quiero ver el interior. ¡Niños! -llamó y los tres regresaron de inmediato.

Los niños las siguieron mientras revisaban cada rincón de la casa, lo cual les tomó más de media hora. Los mellizos y Maura escogieron una habitación para dormir los tres juntos, Constance escogió la habitación del lado, y Ella la habitación al frente de ellos.

-Tu padre tiene varios tesoros aquí -comentó mientras bajaban por la escalera, dirigiéndose a la cocina.

-¿Lo dices por la colección?

-Es impresionante. Pensé que habías donado todo, al igual que hiciste con el Rothko -comentó mientras apoyaba la cadera en la isla de la cocina.

Ella nunca le había revelado que fue ella quien donó el cuadro, pero lo confirmó con su silencio.

-No todo... y recuerda que es mi primera vez aquí. No sabía que también tendría una pequeña colección en este lugar. En realidad, no sabía qué esperar... -dijo, haciendo una mueca de disgusto que se acentuó cuando empezó a sacar con brusquedad los alimentos que habían comprado en el camino, para la cena de Acción de Gracias.

Constance mantuvo una expresión neutral, observándola en silencio.

-De todas las cosas que perdí con mi memoria... lo único que desearía olvidar es cómo mis padres me dieron la espalda cuando más los necesitaba -confesó en voz baja-. Pero la vida muchas veces es cruel, y lamentablemente este es uno de los recuerdos que sigo trayendo como si fuera ayer.

Constance no sabía mucho del tema, excepto por lo poco que Elena le había contado y que recordaba perfectamente: "Nuestros padres la desheredaron cuando quedó embarazada". Elena no se atrevió a decir más, y ella no preguntó. Pero ahora, al mirar a Eliana, claramente afectada por el simple recuerdo de sus padres, no sabía qué hacer ni qué decir.

Constance ignoró la expresión de sorpresa de Ella al dar la vuelta a la isla y detenerse a su lado, tomando una de las bolsas de compras y ayudándola en silencio.

-Dime si quieres regresar a la ciudad -dijo Constance en voz baja-. Puedo encargarme de la conducción de vuelta -propuso, ya que sabía lo cansada que Ella debía de estar después de manejar durante todo el trayecto. No era un camino largo, pero era consciente de que la mujer a su lado no había dormido mucho debido a que había finalizado un artículo y lo había enviado a su editor antes de "las vacaciones".

-No. -Negó rápidamente-. Los niños la están pasando bien y puedo... -hizo una pausa por un instante para mirar alrededor-... puedo convertir este lugar en algo mío.

-No tengo dudas al respecto, Ella. Siempre has logrado lo que te propones.

-No siempre -admitió-. Hay cosas que, por mucho que las desees, pues... están fuera de tu alcance.

-Estás muy optimista hoy -dijo con tono sarcástico y una sonrisa divertida, lo cual sorprendió a Ella y la dejó boquiabierta. Constance se dio unos golpecitos en su propio mentón con el dedo índice, y Ella automáticamente cerró la boca-. ¿Con qué puedo ayudarte?

-Puedes ir a ver a los niños, darte un baño si quieres, mientras yo preparo las cosas—

-Puedo cocinar, sabes. No sé mucho, pero puedo ayudar. -Cerró la boca con fuerza cuando una sensación de déjà vu la invadió. Claro, Ella no recordaba que ya le había dicho eso antes. ¿Cuánto tiempo pasará para acostumbrarse? Para que no haya cosas que no se hayan dicho previamente.

-Te prometo que te diré si necesito algo, por ahora estoy más preocupada por nuestros diablillos.

"Nuestros..." la palabra resonó en la mente de Constance, como si estuviera rebotando de un lado a otro en su cabeza.

-Está bien.

Tenía que salir de allí. No sabía por qué, pero tenía que hacerlo. No estaba segura de si era por las palabras de Ella, su sonrisa complacida o por no saber cómo reconfortarla. Estar en esa casa la estaba afectando, de eso no tenía dudas, pero comenzaba a frustrarse por no saber cómo ayudar. Con un asentimiento de cabeza, Constance se giró sobre sus talones y subió las escaleras hasta la habitación donde los niños estaban acostados en el suelo, jugando y coloreando. Era increíble cómo los mellizos podían adaptarse a cualquier lugar tan fácilmente, incluso su Maura, al menos cuando estaba con ellos.

No pensó que había pasado mucho tiempo, pero al verificar la hora, se dio cuenta de que había transcurrido poco más de una hora. Constance optó por una aplicación de maquillaje sencillo y se miró en el espejo por última vez antes de dirigirse hacia la puerta, pero la detuvo el sonido del teléfono.

Era su madre y no parecía estar contenta. Primero, porque se había negado a pasar Acción de Gracias con ella; segundo, por no decirle dónde o con quién estaría, "negándole" la oportunidad de ver a su nieta ese día; y tercero, porque al no verlas no pudo hablarle sobre lo que quería. Su madre no se contuvo.

"Tengo dos propuestas y una es para la galería que querías. Tendrás que mudarte a Francia. Hablaremos cuando regreses".

-¿Cómo sabe...? -susurró y sintió una rabia que la invadió al recordar las palabras que su madre siempre repetía: "Siempre sé lo que deseas, Constance" o "No puedes ocultarme secretos". Realmente, hasta el día de hoy, no entendía cómo su madre lo lograba, pero casi siempre estaba dos pasos adelante. ¿Cómo sabía que estaba buscando una galería? No tenía ni la más mínima idea, ya que no se lo había contado a nadie. Pero claro, su madre estaría dos pasos por delante, suponiendo lo que ella querría.

Apagó el móvil y bajó las escaleras, deteniéndose en los últimos peldaños al escuchar las voces animadas de los niños y la voz de Ella.

-¿Y ahora? -preguntó Izzy.

-Un poco de pimienta, como hizo tu hermano con la sal -indicó Ella.

Constance descendió lentamente para no hacer ruido y se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos y observándolos.

-¿Así está bien?

-Sí. Ahora, Noah, con mucho cuidado vas a verter un poco.

Noah se llenó de orgullo por ese honor, y Constance casi se delata a sí misma antes de cubrirse la boca, sofocando la risa.

-¿Estás lista, cariño?

Constance se sorprendió al darse cuenta de que la pregunta había sido dirigida a Maura, quien asintió emocionada. Eliana incluía a Maura en todo como si fuera su propia hija. Lo había notado desde que era su asistente, pero en aquel entonces pensó que solo lo hacía para ganarse unos puntos con ella, -al menos así lo había pensado al principio-. Con el tiempo, reconoció que Eliana simplemente era así; no había motivos ocultos ni nada que ganar. Adoraba a Maura, y Constance se atrevería a decir que casi tanto como a sus propios hijos.

Aquella idea la estremeció por completo y el mensaje de su madre volvió repentinamente a su cabeza.

"Si me voy a Francia... esto quedará atrás",pensó y fue como si le tiraran un balde de agua fría encima. ¿Esto? Qué...

-¿Ya puedo, Ella? -preguntó Maura impaciente y los mellizos se rieron, sacando a Constance de sus pensamientos.

-Espera un segundo, Maura -pidió, riéndose al mismo tiempo que se aseguraba de subir las mangas de la blusa de la niña para no ensuciarlas-. Ahora sí.

Maura hundió las manos en el recipiente de metal y hizo una mueca antes de reír, aunque la mueca nunca desapareció de su rostro. Constance soltó una carcajada cuando Maura alzó las manos con mantequilla entre los dedos. Ella alzó la cabeza rápidamente para mirarla, sorprendida de verla allí.

-¿Qué se supone que hacen? -preguntó, acercándose a la isla, siendo bombardeada por detalles que los mellizos comenzaron a darle, contándole todo lo que habían hecho.

-...aunque Ma no me deja cortar las zanahorias -dijo Noah y Constance asintió complacida.

-Me parece muy bien. El cuchillo es muy peligroso para ustedes -dijo y sin pensar acarició el cabello dorado del niño, despeinándolo un poco.

Las mejillas de Noah se sonrojaron notablemente e hizo un puchero que había visto en los labios de su ex-asistente en pocas ocasiones.

Izzy se rio y le dio un ligero empujón a su hermano, burlándose de él. La tez de Noah era muy blanca y el sonrojo en sus mejillas era innegable, tanto que Ella sonrió al notarlo.

-Haz hecho un buen trabajo, Isabel -comentó Constance al ver las especias organizadas frente a ella. Ese simple comentario fue suficiente para que la niña asintiera y permaneciera cabizbaja, mirando sus manos en su regazo, intentando ocultar su sonrojo igual de intenso que el de su hermano.

Ella miró a Constance, alzando una de sus cejas. Parecía que sus hijos no eran inmunes a los encantos de la morena. No que ella lo fuera tampoco.

-¡Mira! -exclamó Maura antes de pasar sus pequeñas manos por la piel del pavo.

-Está bien -articuló Ella con una expresión orgullosa que hizo que Constance sonriera sin ningún tipo de restricción.

-Lo has hecho de maravilla, cariño -dijo Constance en voz baja, apartando un mechón de cabello rubio del rostro de su hija antes de que esta lo hiciera con las manos cubiertas de mantequilla.

Constance no recordaba la última vez que había estado tanto tiempo en una cocina, mucho menos tomar parte en la preparación de una cena. La última vez que habían celebrado Acción de Gracias en familia fue con la madre de Arthur, y Constance no participó en la preparación de la cena aparte de aportar una botella de vino. En cada cena, todo siempre estaba listo y, de no ser así, tenían algún chef que se encargaba de todo.

Con Ella era diferente y si no se había dado cuenta antes, lo hizo cuando esta le presentó una calabaza, harina y una variedad de especias.

-¿Qué es esto?

-Una calabaza para el postre, claro. No es Acción de Gracias sin pastel de calabaza.

Constance la miró sin apenas pestañear.

-¿Pretendes hacer uno?

-¿Pretendo? No, lo harás tú.

Constance no pudo evitar la carcajada que se le escapó. De todas las barbaridades que ha escuchado en su vida, esa debía estar en el top diez. Su risa se apagó lentamente al notar la expresión seria de Ella.

-Oh... estás hablando en serio -dijo en voz baja y comenzó a negar con la cabeza-. Aprecio mucho que tengas tanta fe en mí, pero no puedo hacer esto... -dijo, señalando los ingredientes frente a ella con ambas manos. Una cosa había sido ayudarla cortando vegetales, pero hacer un pastel que nunca había hecho en su vida era algo completamente diferente-. ¿No pudiste comprar uno ya hecho?

-¿Comprar uno ya hecho? -preguntó una Ella escandalizada, como si fuera la peor sugerencia que se le pudo ocurrir- ¿Y cómo que no? Eres Constance Isles, puedes hacer todo lo que quieras.

La morena se sorprendió al no detectar ningún rastro de sarcasmo en aquellas palabras. ¿Realmente Eliana pensaba eso de ella?

-Nunca he hecho esto.

Ella apartó la mirada de la salsa de arándanos que estaba preparando cuando escuchó la inseguridad en su voz.

-Hay una primera vez para todo -le dijo y le guiñó un ojo, dejando a la morena aún más perpleja, por lo que Ella se aclaró la garganta-. No lo harás a ciegas, te diré qué hacer. Lo haremos juntas. Y sé que te gusta hacer postres, así que deduje que se te da bien seguir recetas.

-Trabajamos bien juntas -pensó en voz alta, en un susurro, recordando cómo se habían movido en la cocina a pesar de que no tenía idea de qué hacer.

-Estoy de acuerdo contigo -dijo Ella con una sonrisa sincera antes de secarse las manos para buscar una hoja que tenía sobre la isla y entregársela-. Es la receta. Estoy segura de que se te dará muy bien seguir las instrucciones, pero lo haremos juntas.

Ese día, para su sorpresa, descubrió que era tan buena siguiendo órdenes como dándolas.

Durante su vida, Constance ha estado orgullosa de muchas cosas, pero nunca pensó que sacar un perfecto pastel de calabaza del horno le proporcionaría aquel sentimiento. Se veía bien, y por la sonrisa de oreja a oreja que Ella tenía a su lado, parecía que había salido como esperaba. Habían seguido la receta al pie de la letra, así que, en teoría, debía estar perfecto en sabor también.

Y lo estaba.

-Hace años que no comía uno de esos... el pastel. -confesó en la noche, sentadas en el sofá, mirando la luna sobre el mar a través del ventanal. Los niños estaban sobre la alfombra a sus pies. Maura se había quedado dormida junto a Izzy, y Noah aún estaba viendo una película de Disney en la televisión.

-¿Sí?

Constance asintió distraídamente mientras Ella la observaba en silencio.

-Está de más decir que nunca había hecho uno. Talia hace uno para morirse, pero este, no sé... se sintió—

-¿Hogareño?

-Sí -dijo en voz baja, mirando a los niños, a Maura que se había quedado dormida abrazada a Izzy-. Los mellizos la han ayudado tanto... -murmuró sin pensar y cerró la boca de repente, volviéndola a abrir al sentir la mano de Ella sobre su muslo.

-Aunque no lo creas, Maura los ha ayudado mucho también. -Ella retiró su mano, cruzando los dedos sobre su regazo para abstenerse de volver a tocarla-. He cambiado, tal vez no tanto como pienso, tal vez solo ha sido un cambio físico -sonrió al notar que la mirada de Constance se dirigió a las puntas de su cabello-, pero al principio les afectaba mucho cuando me contaban algo y yo no recordaba. Cuando querían salir los fines de semana a lugares que ya habíamos visitado. De alguna manera, Maura también ha sido un pilar para ellos, una constante.

-Eliana, yo... ¿por qué estoy aquí?

Ella inspiró profundamente, descruzando los dedos por un instante antes de hacerlos puños.

"La verdad... siempre la verdad" pensó Ella. Se lo habían prometido; siempre ser honestas la una con la otra.

-Solo... quería estar con ustedes. No quería que estuvieras sola. Sé que no es un día tan importante para muchos, pero para mí siempre ha sido un día para estar en familia. Un día que aprendí a valorar mucho más cuando se me negó un lugar en la mesa con la única familia que tenía. Elena siempre ha estado a mi lado y tomó mucho convencerla para que aceptara la invitación de Lucas -sonrió al recordar la conversación con su hermana.

-Tu hermana no quería dejarte sola -confesó Constance y Ella la miró, sorprendida.

Parecía que su hermana y Constance hablaban mucho más de lo que había imaginado.

-¿Es eso lo que somos para ti, Eliana? -preguntó en un tono que Ella no había escuchado antes; su voz insegura y con un ligero temblor.

-Maura es como una hija para mí -dijo y el silencio se propagó entre las dos.

Ella comenzó a relajarse, hundiéndose en el sofá, sintiendo cómo el latido de su corazón se volvía más lento.

-¿Y yo? -preguntó Constance en voz baja, casi inaudible. Estaba sentada a unos pies de ella, pero para Ella se había sentido como si lo hubiera susurrado en su oído.

El bello en la base del cuello de Ella se erizó. Su mirada buscó los ojos verdes de la morena y la miró durante varios segundos, ignorando cómo su corazón había enloquecido una vez más, golpeando con fuerza contra su pecho y retumbando en sus oídos.

-Tú eres importante, Cons.

Constance abrió la boca a punto de preguntar qué significaba eso, pero Noah llamó la atención de ambas al ponerse de pie, diciendo que tenía sueño, y desmoronarse en los brazos de su madre.

-Ya vamos a la cama, amor -susurró sobre el cabello dorado de su hijo, apartando la mirada de los ojos verdes y confusos que no la habían dejado de mirar.