Saludos queridos lectores, espero sepan disculpar mis retardos en este escrito y todavía deseen seguir leyendo. Cave mencionar que no tengo cara para disculparme ante ustedes, pero mi ausencia se ha debido a la constante de trabajo de fin de año, tan elevado en la profesión en la que me desempeño. Así pues, he tenido demoras por la falta de tiempo y tal vez los bloqueos de inspiración por las cargas y el cansancio que me han vencido y obligado a dormirme temprano, mas espero que un par de días libres aqui en casa por motivo de las fiestas navideñas me permitan hacer la siguiente entrega antes de que este mes se consuma. Les envío besos y abrazos, les deseo la mejor de las suertes con la llegada del final de este maravilloso año en su compañía y que espero puedan culminar de la mejor manera. Mis mas atentos deseos de prosperidad para ustedes, y ya sin más, el siguiente capitulo.
Danza Entre Lobos
Capítulo 18
Circunstancias
Observaba las secuelas de una batalla, su padre yacía en la cama con un semblante magullado justo debajo de su forma más siniestra, si quería sanar debía mantener la mascara lejos de su cuerpo, solo daños severos obligarían al más mayor a recurrir al espíritu del lobo para curarse. Caminó en derredor de la cama, con tan solo la compañía de la abuela Kuga, pero sus preguntas no tendrían respuesta hasta el día siguiente, pues Takeru dormía en el lecho debido a las medicinas que su abuela le hubiera prodigado.
-No puedo esperar tanto- Natsuki volvía la mirada sobre la ventana, donde la noche se cernía sobre los jardines del castillo.
-Pero ir precipitadamente tras un enemigo desconocido, es incluso más arriesgado para ti- La anciana removía sus blancos cabellos, oponiendo a la luz de una vela su arrugado rostro. –No debes ir sola en la búsqueda de aquellos Orphans, su fuerza y su poder, solo puede reducirlo una superioridad numérica-
-O un monstruo más implacable y pensante. Sanae... Me pides arriesgar a un mayor número de personas, se bien que si mi padre ha caído... seguramente se ha debido a la protección y el cuidado que dedicó a sus vasallos- La mirada esmeralda se hacia más intensa al posarse sobre la más sabía y experimentada. –No fueron de ayuda, solo... un lastre-
-Mi nieta se equivoca, su padre fue el primero en caer- La mujer no escondió una sonrisa en su cansado rostro.
-¿Qué?- ¿Acaso el arma definitiva había fracasado en su primer esmero? Ello era inaudito, su padre, el que había enfrentado al monstruo más terrible y poderoso de los Orphans, al Child de la sacerdotisa... ¿Perecería por un par de criaturas inferiores?
-Hay heridas que se diferencian unas de otras, aquellas que tienen lugar en el fragor de una batalla y las que suceden sobre un cuerpo inconsciente, justo después de ella- La anciana le instaba a mirar con más detalle a su padre, la piel del lobo presentaba mordidas, las otras eran raspones y cortes, ni siquiera golpes, solo cortes... tal vez con las rocas. –Para lo que parece una gran derrota, tu padre no ha muerto a manos de aquellas monstruosas criaturas, seres sin piedad que al ver la oportunidad, le hubieran rematado en un instante... había pólvora en su pelaje, seguramente la de sus soldados, y sangre humana, la de quienes sacrificaron su vida para abrirle un camino a los otros, debes estar agradecida Natsuki, su lealtad ha ido más allá de lo humanamente posible- Citaba la anciana con pesar, habían perdido a diez de los mejores soldados de la corona.
Natsuki reflexionó, ella no confiaba en sus protectores, una de las bestias anteriores, su bisabuelo, fue asesinado por uno de sus 'leales vasallos'. No esperaba demasiado de ellos, no confiaba en ellos, no podía arriesgarse a creer en aquellos que fueron puestos bajo su servicio solo por sus deshonras pasadas. Imposible confiar, por la manera en que eran seleccionados para ser enviados a Fukka y luchar contra esos monstruosos seres. Lejos de ser un honor, aquellos guerreros eran remitidos allí por otras circunstancias, era el peor castigo al que podría ser sometido un oficial de la monarquía. Eran los soldados que Winbloom rechazaba, debido a algún acto deshonesto o insubordinado de su parte o simplemente aquellas atrevidas mujeres a las que la milicia denegaba el acceso por edicto del Rey, pero podría jurar por su nombre que justo esas mujeres con una convicción tan férrea, eran las más leales y letales de la guardia.
El capitán Sergei fue el primero en ser elegido por golpear a su superior en extrañas circunstancias, llegó a Fukka con su juventud rebelde y con los años se convirtió en el más leal de todos, pero su padre había dejado al más diestro al cuidado de su casa, Sergei estaba allí para proteger a la hija de Takeru y su joven nuera. Él entrenaba a los novatos remitidos desde la capital para enfrentarse a las peores pesadillas del hombre, pero ellos eran hijos de los que la mitad, no sobrevivían y sus madres, afligidas solo volverían a ver sus despojos, una buena recompensa monetaria y algunas cartas personales del rey agradeciendo su sacrificio ¿Cómo si eso fuera un consuelo para una madre?
-¿En que piensas? mi pequeño lobo- La voz suave de la abuela llegó a sus oídos y hacía tanto tiempo que ella no le llamaba de esa forma, tal vez lo recordara de la época en que su primer canino cayó y ella lo intercambiara por dulces bajo su almohada.
-En mi madre, en las madres de esos chicos y en mi padre... que ya debería haberse alejado de esto- Natsuki caminó hasta el lecho del lobo con pelaje negro como la noche, mirando las vendas sobre el musculoso torso semihumano. –Esta no es ya su responsabilidad, es solo mía-
-Tu padre te ama y lo daría todo por ti, si yo pudiera hacerlo te evitaría esta pesada carga- La mano de la mayor se posó en el hombro de su nieta que miraba afligida bajo la máscara esas heridas.
-Abuela... ¿Por qué mi padre no superó esta maldición?- Natsuki miraba con sus orbes glaucos a Sanae y una lágrima amenazaba con escapar a su prisión. -¿Acaso madre no le amó? La veía sonreír sinceramente, dichosa a su lado, preocupada en su ausencia ¿Acaso eso no es amor?- Realmente la pelinegra no comprendía porque, ¿Por qué habían dos bestias en Fukka? Si la maldición debía solo reposar sobre los hombros de uno de los dos.
-Las cosas pasaron demasiado tarde pequeña- Una mueca nostálgica llenó la faz de Sanae, mientras largos suspiros escapaban de sus labios pálidos.
-No lo entiendo, por favor explícamelo- Nunca lo había cuestionado por temor a una verdad oscura, pero las palabras de Nao habían logrado perturbarle y conjeturar sus dudas hasta hacerlas preguntas.
-El tiempo para los Kruger es un bien muy valioso, pero tu madre hizo la declaración que esperaba Takeru, demasiado tarde- Sanae cerró los ojos. –Ella declaró su amor, el día de tu nacimiento, mientras te entregaba en brazos de tu padre y él fue dichoso con solo eso. Todos creímos que entonces el sello se rompería y la oscuridad de este pueblo maldito sería erradicado por la diosa, pero dos días después del año habían transcurrido y no pasó nada, la pequeña criatura tan hermosa que eras heredó sus afilados dientes, el fino pelaje hecho de un blanco perla y las formas que el padre tanto temía... tu padre imploró piedad a la diosa, suplicó seguir llevando la carga en sus hombros a cambio de tu libertad, pero nada podía hacerse y fue entonces que Mikoto creo los zafiros que llevas siempre contigo... mientras los usaras en una manilla de bebe, tu cuerpo no cambiaría y tendrías algunos años de normalidad, para que tu madre pudiera darte el pecho sin dolor, para que pudieras ser como una bebe cualquiera... ser la niña del retrato en el salón- La anciana acaricio las mejillas bajo la máscara de Natsuki, con la ternura de una abuela. –Aun así, siempre te veré como a un bebe, hermosa y amada como ninguna otra-
-¿Entonces porque uso esta máscara? ¿No deberían bastar solo los brazaletes?- La Kruger la miró con mucha curiosidad.
La abuela negó con la cabeza. –Porque la maldición era incluso más fuerte en ti, eres la ultima de las doce bestias, como lo fueron las doce doncellas engañadas por Naraku. Cada año, la diosa te obsequió una joya encantada, hasta que cada parte de tu cuerpo estuvo revestido por ellas. El poder y la fuerza de Natsuki, que ha luchado durante tanto tiempo con los sellos sobre su piel, la hacen la más fuerte de todas las criaturas, pero mi dulce nieta tiene un regalo aun mayor, la fortuna del amor de quienes le rodean, porque su corazón es su bien más preciado y ya ha sabido entregarlo, tan solo debe esperar pacientemente aun si la recompensa llega tarde, entonces será dichosa como su padre lo es-
-Entonces madre me amó y por su amor a mí, amó a mi padre... pero se hizo tarde para él- Ahora entendía mejor las cosas, pero ella no podría darle hijos a Shizuru y ella no le amaría por un descendiente como lo hizo Saeko con Takeru.
La anciana negó con una sonrisa tierna, como quien explica cosas serias a un infante. -Ella amó a tu padre cada día de su vida, después de conocerlo y ser cortejada por él... pero ese precioso sentimiento no se trata solo de las acciones de demuestran nuestro amor, los sentimientos también deben hacerse palabras y nosotras, las mujeres de Fukka, fuimos criadas para nunca decirlas en voz alta- Sanae se levantó, buscó un paño y lo posó en la que se adivinaba la frente del lobo negro. –A veces, las mujeres debemos decir lo que sentimos y los hombres también, tu padre fue aun más lento que mi hija, él declaró su amor el día que ella falleció, en el momento justo en que supo que la perdería-
-Lo entiendo- Agachó la cabeza, la diosa era cruel, exigir que el amor sea dicho y sincero parece algo imposible de alcanzar en tan poco tiempo, pero ¿Por qué el limite es un año? Tendría que cuestionar a Mikoto sobre ello. –El amor por si solo no basta, entonces yo lo diré sin reparos y tal vez alguna vez Shizuru responda a mis palabras sinceras- Natsuki se puso de pie, volvió la vista sobre su padre y acarició su hombro. –Ahora descansa, yo seré tu bastón en momentos difíciles como este... no temas por nada- En cuanto soltó a su padre, la garfa de este le atrapó y los ojos azules del lobuno se abrieron con mucho esfuerzo.
-¡Padre!- Natsuki se arrodilló a un lado de la cama, mirándole con preocupación, mientras Sanae se apresuraba a moler unas hierbas en un tazón y vertía agua caliente en la mezcla.
-Nat...suki, no vayas- Suplicó el mayor con voz ronca y asfixiada. –Son... demasiados-
-No hay otra defensa entre el pueblo de Fukka y ellos, solo yo padre- Enlazó sus garfas, buscando en su rostro la mueca de dolor que delataran las costillas rotas del mayor. –Solo yo puedo hacerles frente, de otro modo... mucha gente inocente-
-Morirá...- Completó el mayor. –Pero... sería egoísta de mi parte y aun así no me importa, primero esta Natsuki para mí- Los zafiros del lobo la miraban nostálgicos.
Las esmeraldas temblaron en la cuna de sus ojos, ¿Acaso su padre al fin decía quererla? ¿Entonces escuchó a la abuela? –No seas tonto padre...- Sonrió liberando los dedos de los dos. Natsuki tomó la taza que la abuela le tendía y le indicaba dar de beber a su padre. –Bebe y descansa, volveré pronto con la victoria entre mis manos, si no cuido de ti madre podría enfadarse- Natsuki se puso de pie y caminó a la salida, volvió la vista atrás y observó a su padre tomar la medicina. Miro a su abuela y le dio las últimas indicaciones. -Te encargo de una ceremonia digna de tales héroes... pero solo cuando todos estén repuestos, espero volver para ese momento abuela, padre- Así se despidió antes de alejarse por los pasillos.
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Caminaba con pasos silenciosos pero rápidos, sus largos cabellos de ébano se sacudían con el férreo andar de aquella cuyo destino estaba teñido en la palma de sus manos. No atendía ya a las voces que llegaban desde sus costados, ni ese tono dulcemente preocupado que le seguía desde la espalda, con incontables sirvientes moviéndose de un lado a otro, todos tenían algo que hacer, pero ella tenía algo aun más importante por hacer y el tiempo era un factor crítico. Recorrió sin detenerse ese camino que conocía, hasta perderse de vista entre las personas y la hermosa castaña yació de pie, tratando de concluir a donde había ido su esposa. ¿No tenía que ver a su padre esa mañana?
Natsuki supo que había logrado perder a su querida castaña en medio del entramado de pasillos del castillo y ciertamente una escultura había resultado ser lo suficientemente oportuna. Sabiéndose al fin a solas y lamentando ocultar aquel lugar de su Shizuru, llegó hasta el gran portón de aquel basto lugar en el ala occidente del castillo, el salón de la sabiduría, abrió la apertura sin mayor esfuerzo y una vez dentro ajustó el cerrojo. Se deslizó a través de las mesas y las oscuras estancias de la biblioteca. Los ojos esmeralda se elevaron a la altura de una estatua dispuesta en el suelo en el centro del gran salón, aquella efigie de roca, con el sello de la familia inscrito en él pecho del guerrero con la mascara del lobo. Aquella sería una escultura como cualquier otra, de no ser porque al presionar el sello, dos estanterías de libros se abrían dando paso a una cámara oculta. Allí había una armería completamente llena de armas y armaduras de un puro estilo medieval, sin embargo todas ellas estaban modificadas y bendecidas por la diosa.
-¿Pretendes ir sola?- Una suave voz vino de la espalda de la pelinegra y al voltearse se encontró con la dulce Nina, luciendo ya los atuendos de los soldados de la casa Kruger. –Yo te acompañaré-
-¿Qué te hace pensar que te dejaré ir?- La lobuna se centró en retirarse el atuendo de la casa y tomó el chaleco de cuero negro, sobre él ajustó una placa con la armadura plateada, luego la protección de las rodillas que enlazaba sobre sus botas de metal, el cinturón mas grande en el que encajó la hebilla de zafiro, las hombreras y cambió el casco por uno más completo que cubría completamente su cabeza, salvo la hendidura de los ojos. Tomó dos armas gemelas de una estantería, una espada que acomodó en su cinto, y un par de dagas cortas en el pantalón a la altura de las botas. Salió de la cámara, bajó la funda de la espada de la estatua y las puertas volvieron a cerrarse.
-No existe alguien mejor que yo, nadie que haya estudiando la extensión de toda su vida para luchar igual que tú- Nina le miró a los ojos y presionó el yelmo entre su costado y su mano. –Incluso Akira falló, por eso sabes bien que es mi responsabilidad reemplazarle, porque no debes ir sola-
-¿Por qué quieres hacer voluntariamente lo que otros hacen por dinero o para pagar en breve sus condenas?- Levantó una ceja con expresión extraña, aunque el yelmo no dejase ver el gesto.
-Porque a diferencia de ellos nada me obliga, solo mi propio corazón- Nina le miraba directamente a los ojos, con esa intensidad que por primera vez hacia sentir incomoda a Natsuki.
La pelinegra se obligó a decir la verdad. -Entiende que no soporto la idea de perderte- Natsuki elevó su mano enguantada a la altura de la mejilla de su querida prima. –No me importa la soledad, sabiendo que mis personas más preciadas están a salvo aquí, bajo la custodia de la diosa-
-Comprende tú que no voy a quedarme a esperarte como siempre, no es más fácil para quien se queda aquí- Nina era sincera, nada más contemplar el estado en que volvió su tío junto a la armada diezmada por los monstruos, supo que no podría permitirle ir sin su compañía, aun si no estaba de acuerdo le seguiría. –Temo mucho más a la incertidumbre que a la oscuridad de los bosques y sus criaturas de pesadilla-
-Ira contigo- Importunó una voz profunda pero gentil, quien todo lo observaba simplemente estaba allí, sentada sobre el hombro de la enorme estatua, con sus atuendos hechos de seda negra y oro.
-¿Mikoto?- Natsuki se volvió a mirar a la jovencita que simplemente observaba todo con un rostro impávido, desprovisto de emociones. Inmediatamente Nina poso su rodilla en el granito del suelo, como dictaban las leyes debe hacerse en presencia de una divinidad, sin embargo Natsuki preservaba su pose altiva mientras le miraba.
-No eres suficiente para la prueba que se alza sobre ti, no todavía- La de cabellos rebeldes cruzó sus brazos y piernas desviando la mirada a otro lado. –Una bestia no es suficiente y no puede luchar contra lo que se avecina, se necesitan dos y todas las manos útiles que podamos encontrar-
-¿De que habla?- Natsuki frunció el ceño, ciertamente la deidad hablaba poco y cuando lo hacía siempre resultaban advertencias que no debía ignorar.
-Posees enemigos peligrosos, unos silenciosos y mortíferos- Mikoto se acercó a la ventana y desde allí contempló a las mujeres de la servidumbre, era esa la primera ocasión en la que todos permanecerían en el castillo durante la noche, algo insólito después de 400 años durante los cuales aquel sitio de roca y mármol se consideró maldito, pero todos yacían allí con una meta y no era otra que atender a los heridos. Entre aquellas mujeres yacía Mai Fujino, ella se mezclaba con las gentes sin importar su condición social, ella solo prestaba su ayuda a todos sin preocuparse de nada más. La Diosa observaba en silencio cada movimiento, sintiendo nuevamente la tibieza de ese corazón. –"¿Por qué eres diferente a las demás?"-
-Su excelentísima... ¿Contra que nos enfrentamos?- Nina levantaba la cabeza intentando no mirarle a los ojos como una muestra de respeto.
-Los espectros que persiguen, no están más lejos de las puertas del castillo, yacen dentro y fuera, esperando sigilosamente un fallo de la última en el linaje, la oscuridad se cierne muy cerca, joven bestia- Mikoto uso el lenguaje que le estaba acostumbrado, uno más antiguo y lleno de acertijos.
-¿Siempre hablarás con adivinanzas?- Bufó Natsuki, cargando una ballesta en una mochila de cuero, así como otras variedades de armas. –Se bien cuantos enemigos aguardan dentro y fuera de este castillo, se cuantas generaciones han guardado su odio para nosotros, sus palabras son solo la verdad de lo evidente- La Lobuna levantó su maletín lleno de armas. –Hay un grupo de Orphans fuera que debemos erradicar, envía entonces esas manos demás cerca del lago, pues de allí todo mal emerge y necesitamos contenerlo- Comenzó a caminar hacia la salida siendo seguida por una silenciosa Nina, cuyos ojos se volvían para ver a la Diosa que estoicamente aguardara de pie, en medio de aquella tacita despedida.
-Si bien lo sabes, entonces actúa con cautela... existen armas más ponzoñosas que esos monstruos a los que buscas fuera de estas murallas de granito- Musitaba antes de evaporarse a través de una estela de haces luminosos.
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Con un suspiro tan hondo en su garganta, se aproximó a la doncella que contemplaba desde la distancia y cuyos ojos estaban atentos al movimiento en la primera planta, así como sus manos reposaban sobre el granito e impasible su rostro tan bello como las esculturas, tan intocable...
-Te vas...- Dijo con voz neutra sin siquiera mirarle.
-Lamento afirmar que así es...- Dio un paso más cerca y el sonido de los metales tintineó. –Odio la idea de apartarme de ti, pero tampoco puedo despedirme... quien se despide no retorna por su propio pie a casa- Su tono de voz grave, sincero y preocupado atrajo la mirada que sabía evadirle. –Yo quiero volver a verte... ¿tú así lo deseas?-
Shizuru ladeo el rostro para contemplarle con sus intensos ojos carmesí, empero esta ocasión, estaban fríos como un glacial. –Una esposa, debe esperar pacientemente...- La castaña se apartó del barandal. –No diré adiós, entonces la Duquesa podrá volver por su propio pie a casa- Con una tenue inclinación de cabeza la Fujino se dio la vuelta apartándose así de Natsuki, esperando darle paso y lugar a su partida.
La pelinegra yació de pie en la soledad y el barullo de las gentes ayudándose unos a otros, de las personas que se movían de un lugar a otro, observando como la hermosa figura de Shizuru se alejaba por el pasillo. –Tal vez, a las doncellas de Tsu, también les disgustan las despedidas-
-Es hora... los caballos están listos y ensillados, cargados con lo necesario para nuestra empresa- Musitó Nina en cuya voz se ocultaba una emoción y algarabía inusitada.
Natsuki asintió tenuemente y bajó por las escaleras a paso lento, el sonido de su armadura atrajo la atención de todos, deteniendo por un momento las múltiples tareas de la servidumbre. Las esmeraldas miraron atrás, con una extraña congoja en el pecho, era absurdo, no había un lugar más seguro que el castillo Kruger, ella no corría ningún peligro. –"Tal vez me he hecho blanda con su cálida presencia"- Dijo para si misma mientras se abría paso entre las gentes y algunos, los más ancianos elevaban pequeñas oraciones esperando que esta vez, la duquesa tuviera más éxito que el señor del castillo.
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En el cielo la luna menguante brillaba con una belleza extraordinaria, la reinante noche reposaba sobre los durmientes, siervos y señores bajo el cobijo del mismo techo, y el respirar profundo del reparador descanso, se hacía un eco de prolongados silencios, sin embargo una doncella no podía ya conciliar el sueño, a ella no concedía ninguna deidad el ansiado reposo, pues sus pensamientos solo le importunaban, hasta no encontrar grata la comodidad de las sabanas, o el brillo celestino que vislumbraba en los enormes ventanales de sus aposentos. La hermosa Shizuru, observaba a través del cristal la arboleda distante y hondos suspiros llenaban de soledad el ambiente. La joven no deseaba admitir en voz audible, cuanto extrañaba la tibieza del cuerpo que cálido le abrazara cada noche, aun si su piel hecha de un pelaje perlado resultara un incordio para el amor, era suave y dulce para la ternura, una que añoraba cuantas más lunas se posaban sobre los cielos.
Un cruento mes de soledad, un mes de ausencia y la circunstancia se antojaba reprochable, Shizuru tenía una serie de sentimiento encontrados, enfado y tristeza, se sentía más sola que nunca. –Debí decir cuan molesta estaba cuando afirmaste tu partida, veo incansable el camino que te llevó lejos y mi angustia solo se incrementa... ¿Qué hiciste cuando la luna como una esfera completa se plantó en el cielo? ¿Qué haces esta noche tan fría cuando el deshielo casi llega a su fin?- Suspiró hondamente, volviendo la vista sobre el jarrón vacío. -¿Verás en las flores de invierno mi recuerdo?- Una mano delicada posada en su pecho, un aferro a la idea de que la joven duquesa se encontrara bien.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el repicar de la puerta, suave y quedo, que un atisbo de esperanza le obligó a llevar raudos sus pasos hasta la entrada y al abrir ansiosa la puerta, encontróse con la delicada faz de su más antigua servil. Margueritte había tocado su puerta a plenas horas de la madrugada, marchitóse su esperanza y enfurruñada le dio la espalda a la mujer, volviendo sus pasos hacia el centro de la habitación. -¿Qué deseas Margueritte-san? Es esta hora la más inapropiada para presentarte en mi habitación- Musitó con tono molesto, aun si su voz sonase como el arrullo de los ríos, tan suave y apacible como debiera esperarse de alguien de su categoría.
-Solo esperaba poder servir a mi ojou-sama, con unos atuendos más propios para el sueño, su guardarropa no fue debidamente dispuesto y temí que la gentil dama careciese de ellas- Tomoe intentó con sus agiles palabras ganar un poco más de tiempo en la morada de su adorada señora.
-Sírvete entonces llenarlo, luego ve a dormir, mañana será un difícil día lleno de deberes- Respondió la castaña antes de tomar asiento en su lecho. Pasaron los segundos, los minutos y así el guardarropa fue cambiado estoicamente por Margueritte, empero la de cabellos disparejos, volvió la vista sobre su señora, aguardando algo, un momento apropiado para sembrarse a si misma en el lugar.
Viendo la imposibilidad del hecho se atrevió como pocas veces a interferir. –Desea mi ojou-sama, un té caliente, ¿Tal vez un vaso de leche tibia para conciliar el sueño?-
-No deseo incomodar a Margueritte-san con una tarea semejante, demasiado hizo ya, al surtir mi armario de más prendas para lucir... dado el olvido del resto de nuestros sirvientes- Shizuru musitó aquellas palabras sin sentirlas, pero el efecto era glorioso ante los oídos de Margueritte, que solo juzgaba la genuina angustia de su ama por sus esmeros.
-Ojou-sama sabe que yo solo vivo para servirla- Tomoe inclinó la cabeza con sumisión, pero sus labios ocultos por su abundante melena, delataban una sonrisa de satisfacción como pocas.
-No deseo ni una tasa de té, ni un vaso de leche... tan solo mi soledad- La castaña de Tsu, volvía la vista sobre la joven, esperando que sus palabras fueran suficientes para hacerle marchar.
La de ojos turquesa dudo por un momento su respuesta, pero pronto sus breves cavilaciones le ayudaron a ingeniar una oración intencionada. -Me iré si es lo que su señoría solicita, empero... mi angustia es la de todos, al verla tan pálida y cansada, enfermará si no duerme-
-Dormir no me resulta agradable... no en ausencia de mi esposa- La joven Fujino, se mordió los labios, no debía decir aquellas cosas, las pasiones son un secreto que solo debe yacer entre esposas.
-Entonces, permita que le haga compañía, así al menos puedo serle de utilidad- Margueritte se inclinaba aun más, casi al punto de postrarse ante la dama.
Shizuru suspiró antes de mirarla, observando los ojos anhelantes de su leal sirviente, volvió a buscar lo que no encontraría con la vista en la ventana. –Quédate entonces, mas seré egoísta al afirmar, que no debes acercarte a esta cama, en ella solo puede yacer esa persona, nadie más que Natsuki puede ocupar este lugar- Con sus finos dedos acarició la seda de la cama, pero la tela fría y abandonada, le enfadaba otro tanto, de modo que solo la estrechó entre sus manos, arrugándola irremediablemente.
-Mi lady sufre por la ausencia de su esposa, es así que enviaremos emisarios en su busca nada más despuntar el alba- Tomoe comprimió su rostro con angustia falsa, ante la luz lánguida de la luna y a la vista de aquella mujer soñada, esperaba que ese gesto fuera comprendido y aceptado, pues ese sería el principio adecuado para las exactas indicaciones recibidas de la señorita Julieth.
-Te lo prohíbo, no debe saberse nada de mi debilidad... una esposa espera impasible, una mujer honorable sabe mantener el decoro por sobre todas las cosas. Interrumpir los importantes asuntos de la Duquesa, rebajaría su posición y la mía, no has de hacer nada Margueritte-san... solo esperar, esperar conmigo- Las tupidas pestañas se cerraron por un momento, ocultando aquellos orbes hechos de rubí, mientras el resto de la nacarada faz negaba sutilmente con la cabeza, como dándose a si misma una convicción propia.
-De ser así, no le abandonaré ni un momento, seré su escudo en estos austeros días de soledad y su inquebrantable voluntad yacerá intacta una vez acontezca el retorno de la Duquesa. Solo así podrá demostrar su... "¿Amor? ¡No, inverosímil sería!"... su honor y lealtad- Corrigió rápidamente una Tomoe molesta con sus pensamientos.
Shizuru dedicó a su sirviente una extraña mirada, que más pronto se suavizo y en sus labios nació una sonrisa pequeña. –Esta bien...-
-Hablemos entonces de lo que guste, sospecho que solo desea ser escuchada y quizás así el sueño al fin venza a las fuerzas que la apresan lejos del descanso- Tomoe escondía como mejor podía su sonrisa, una pequeña victoria que muy pronto y por su mano se convertiría en su más dulce sueño, hecho realidad.
-Siendo así... ¿Margueritte-san esta comprometida?- La intensa mirada de la castaña se posó interesada sobre Tomoe.
La repentina pregunta casi hizo atragantar a la sirviente con su propia saliva, luego sus mejillas se llenaron de un curioso tono carmín. –No... no... no Ojousama-
La risa divertida de Shizuru llenó el lugar. –Ara, no imaginé que Margueritte fuese tan inocente-
Tomoe sonrió más que contenta por lograr percibir una broma de su adorada ama, así pronto se animó a continuar la conversación develando curiosos detalles de su vida, que pronto llenaron de sonrisas a su idolatrada señora, así también tuvo ocasión de conocer un poco mejor a la castaña, más jovial y divertida. La charla se prolongó durante un par de horas más, hasta que el sueño las venció a las dos. Fue así que con la llegada del nuevo día, Shizuru encontróse dormida a la joven a un lado de la cama, sobre la fría alfombra y apenas cubierta por el borde de la extensa sabana. La castaña lamentó por un breve momento haber sometido a su sirviente al frío propio de aquella estancia, así que gentilmente deposito más abundantes cobijos sobre ella y le permitió dormir tranquilamente, mientras se disponía a ducharse como todas las mañanas.
