Saludos mis estimad s,
Como lo prometido es deuda, lo siguiente será relatado y como siempre conmigo, como es un poco largo, termino por dejar lo que sigue al siguiente capitulo, lo que significa de Deux Vermilion será un capitulo de 3 partes. Sin más, espero se de su gusto y me compartan los pensamientos.
Capítulo 56 ― Deux Vermilion II (Sangre divina II)
Era imposible no ser vista, eso rememoró Derha, consciente de que cuanto más cerca estuviera de la diosa del sol, mayor sería el intenso de su resplandor, sus cabellos que como flamas argentas iluminaban las sombras en el salón del portal, lugar de la entrada al reino de su padre, Tsukuyomi, el dios de la Luna y de los reflejos.
—Primer Príncipe— Se inclinó rápidamente el custodio de la entrada, reconociendo de inmediato al hijo primero del señor de aquella dimensión. —Afortunados los ojos que lo contemplan tras su retorno, le informaré de inmediato la buena nueva a su padre.— se apresuró a decir, pero aguardó tan quieto la aprobación del joven amo, uno tan ambiguo como el padre.
—Ve, y dile a mi padre, que su hija Derha lo saluda con respeto y afecto, que mi amor es más grande que mi reproche.
Zarabin que venía detrás sonrió para sí misma, feliz por las palabras de la persona gentil que conocía, con un poco más de esperanza al atisbar los destellos de la esencia de la persona amada. Ceret por su parte se posó a un lado de su esposa, —Celebro tu sabiduría, cariño...— dijo felizmente, sosteniéndose del firme brazo para entrar con la dignidad que la ocasión requeriría y ganándose con ello una hermosa sonrisa de los labios de Derha, que silenciosamente estrujó el corazón de la deidad del renacimiento.
—Gracias, Alteza.— Dijo el guardián más que contento de que el primer pilar del inframundo no quisiese la guerra con su padre después de tan largo castigo, lo que en sí ya eran buenas noticias. Bastantes dioses consideraban que las acciones de Derha estuvieron totalmente justificadas, otros preferían desviar la mirada sobre el asunto del triángulo amoroso entre los 3 pilares.
Zarabin se adelantó quedando a la izquierda de Derha, pues como segundo pilar no podía mostrar ninguna rivalidad que hiciera pensar sobre desequilibrio en el inframundo a alguno de los otros dioses, de modo que entraron las tres a las salas dársenas donde decenas de seres sobrenaturales arribaban y se aglomeraban en los lugares de alojamiento a la espera, todos deseaban asistir al coliseo dentro de tres días, pues era el sitio donde tendría lugar el duelo del pacto irrompible.
—Escuché que Kiyoku y Mikoto fueron apresados por el Emperador de la Luna en persona...— Oyeron decir a una hada del sueño que pasaba junto a ellos sin notar que estaba en presencia de la hija del susodicho, porque posiblemente nació después de su fragmentación. —Hicieron destrozos en el valle del Alba con su sola llegada y casi podrían haber causado mayores problemas...
Los rumores se alzaban en voces tan variadas, con exageraciones de todo tipo, pero todas coinciden en que la intención homicida de los dos hermanos, no se desvanecerá con las mediaciones de los tres grandes.
—Si recuerdo bien a Mikoto, Elfir y Shura, ellas sí que pueden ser revoltosas, ¿porque disienten con Kiyoku? ¿No era el más amado de los cinco?— Preguntó Derha a Ceret con una tierna inocencia.
—Lo siento cristal mío, las cosas terribles que pasaron aún no las sabes...— Ceret se lamentó de que su tiempo a solas fuera corto, pues no pudo ponerla al día sobre las circunstancias, de modo que acercó sus labios a su oído y dió las explicaciones pertinentes sobre la atrocidad cometida por el señor de la obsidiana, delatando así con muecas y horror en su rostro por cada tramo que escuchó.
—Sus crímenes son terribles, ¿cómo es que él vivió a pesar de todo?— "A pesar de mí", pensó incapaz de decir en voz alta lo injusto que había sido con ella, cuando este dios mató a 4 de sus hermanos, dañó gravemente a sus hermanas y continuó con vida. Pero ella que defendió el honor y la virtud de una diosa maltratada por su esposo, entonces fue fragmentada y denigrada en tantas formas. En el fondo conocía la respuesta, era odiada por Susano-o...
—Porque tenía la divinidad de cuatro deidades...— Aclaró Ceret consciente de las turbulentas ideas de su esposa. —Al final de las cosas, no olvides que estás aquí... en casa, junto a mí y eso es algo que celebro porque temí que no volvería a verte nunca más. Ahora, incluso si tenemos que enfrentar al reino celestial por entero para que habites en nuestra morada, se hará.
—Tienes razón, Ceri... intentaré evitar el conflicto, a veces olvido la fragilidad del equilibrio y lo difícil que puede ser la transición entre un dios y otro.— Derha miró con amabilidad a su mujer, acomodó uno de los largos mechones rojizos detrás de su oreja sin perder de vista sus preciosos ojos azules, pues Ceret era hermosa y la deseaba, —¿Te he dicho que tienes una mirada cautivadora?— sonrió antes de plantarle un beso en la mejilla, pues las demostraciones más apasionadas se reservaban normalmente a lugares privados.
Zarabin se mantuvo firme en su lugar, sin importar cuánto amara a Derha, esta se comportaba de una forma descarada, podría solo ser lo suficientemente formal como lo fue cada vez en el pasado, eso podía tolerarlo, pero su proximidad y la forma en la que miraba a Ceret, como si la amara honesta y profundamente, eso podía doler de muchas formas. La de ojos tan brillantes como el rubí de sangre, se cuestionó si aquel largo tiempo cambió las cosas, si la experiencia humana había disgustado tanto a Derha para preferir olvidarla por completo, y lo siguiente que pensó... es que nada de eso sería una casualidad, pues el destino que urdió originalmente junto a Mikoto y sus hermanos, estaba siendo diferente en tantas formas.
Supo entonces que hubo interferencia de otros dioses, y Ceret hizo más que solo unir las partes de Derha. Molesta con la circunstancia, —'Valiant'— Llamó a su hermano con el pensamiento.
Las dulces palabras que Derha le dedicaba a Ceret, se vieron importunadas por el alboroto que ocasionó la persecución de una niña castaña de ojos esmeraldas que corría tras un conejo crepuscular, un conejito hecho enteramente de nubes, éter y estrellas azules, era de los seres más tiernos de la dimensión de los reflejos, en el templo de la luna. La monarca cristalina volvió la vista sobre el pequeño caos causado y observó con ternura a la nenita cuya carrera tras el conejo parecía perdida, por lo que creó en su mano unas ramas repletas de hojas de menta, no tardó en agacharse para tentar y atrapar al pequeño animal onírico, lográndolo en segundos. La niña que vió perdida la disputa con aquel dios extraño, se detuvo frente al alto hombre de mirada verdosa y cabellos refulgentes, primero con su ceño fruncido, luego pensativa... sopesando las circunstancias.
—Señor luminoso, ¿ese conejo es tuyo?— Preguntó Erin con un puchero que bien podría considerarse un arma mortal a los ojos de Derha. La aludida se olvidó de su esposa y de todo lo demás, se acuclilló a la altura de la niña con el tierno conejo entre sus manos, asomando su cabecita, cuya naríz se movía y olfateaba todo cuanto podía, mientras masticaba felizmente la menta provista.
—Si te dijera que sí, ¿qué harías?— Preguntó, permitiendo a la niña acercarse para tocar sus orejas y mimar su cabeza.
Esto era la cosa más suave que Erin había tocado jamás, por lo que no quería perder la oportunidad. —Si es tuyo, ¿me lo prestarías? ¿podría acariciarlo un poco? Necesito acariciarlo un poco...— La niña puso las manos en su espalda y pensó de nuevo. —Pero si no es tuyo, entonces me pertenece... porque yo lo vi primero. ¿Me lo darías igualmente?
Derha sonrió tanto y tan intensamente, que el reflejo de la luz en su cabello creció y creció, hasta ser como un sol en medio de todo el salón. Los dioses de todas las dimensiones reunidas se volvieron a mirar a la causante de tal brillo, dudando por un momento que se tratara de Amaterasu, sin embargo, ver a Derha fue igual de impactante para muchos, que no tardaron en murmurar acerca de lo imposible del hecho. La aludida podía oír los rumores de las deidades y su nombre en sus labios, detestables, descabellados relatos sobre cómo volvió a existir, algunos decían que había tenido milenios sabáticos o amantes diversas en tantas de las dimensiones que era difícil coincidir; otros murmuraban que fue prisionera en algún abismo del inframundo; nada era ni remotamente cercano a la realidad y no sabía si eso era un consuelo o una ironía.
Se supone que crearon el pacto irrompible en su nombre y nadie sabía realmente lo que pasó aquella vez, se mordió la boca molesta, no quería estar ahí, sentía en cada ápice de su ser un repudio tal con las cosas que la rodeaban, y el dolor en su cabeza incrementar a tal grado...
Sin embargo, la pequeña que la miraba era una hermosa distracción y por ella se mantuvo serena. —Eres astuta, señorita.— La alegría aún presente en el rostro níveo, distrajo al menos a 7 deidades en el lugar, para disgusto de Zarabin y Ceret en partes iguales.
—Y tu eres lindo, ¡muy lindo!... ¡eres muy guapo!— Dijo Erin sin siquiera cuidar de la inocente sinceridad de sus palabras que sonrojó a Derha de inmediato, aunque su madre que se mantenía a la espalda de Ceret quien miraba confundida la escena, apenas podía contener su sonrisa o lo cristalino en sus ojos al verlas reunirse.
—No tanto como tú.— Afirmó Derha, entregando el conejito en las manos de la niña. —Todo lo que existe en este plano le pertenece a mi padre, pero yo le diré que te obsequié a este pequeño, simplemente porque me has hecho tan feliz como no te imaginas...— Le tendió la mano a la niña, admirando los bucles castaños cuyo brillo dorado era precioso, era tan adorable y tenía un aspecto que despertaba un sentido protector en su pecho como no sabía describir que existiera. —Por ahora, busquemos a tus padres...
—Lo siento, lo siento... ¡Erin! No te alejes así, o mamá nos castigará...— Se justificó un hombre recién llegado, de risados cabellos negros y ojos rojos como los de la deidad del renacimiento. —Lo lamento alteza, mi sobrina es verdaderamente tenaz y se ha enamorado de este copito...— explicó mientras acomodaba a otra nenita entre sus fuertes brazos, esta niña era de melena negra y lacia con ondas en las puntas, cuyos ojitos rojos miraban con escrutinio al dios que estaba demasiado cerca de su hermana para su gusto, si no fuera tan entretenido ver su cabello flameante, ya habría ajustado un par de cuentas.
—Tsukira, ¡Tsukira!...— Decía emocionada Erin, mientras levantaba al conejito para que su hermana lo viera, y eso era suficiente para que la de melenita negra sonriera, olvidando su desencanto con el señor extraño, al menos hasta que Erin lo volvió a mencionar. —El señor luminoso lo atrapó para mí...— y Tsukira frunció el ceño otra vez.
—Creo que a ella no le agradé mucho...— Susurró por lo bajo Derha, mientras sentía un escalofrío en la espalda y una especie de tristeza, ¿injustificada?
—No es su culpa, no te conocen demasiado...— intervino Zarabin con voz serena, destilando toda la majestuosidad que normalmente rodea a las madres cuando son vistas como los seres más grandes por sus hijos pequeños.
—¡Mami!— gritaron las niñas a coro, la castañita acercándose a las piernas de su madre, y la pelinegra alzando las manos para intercambiar lugares con su tío.
—Gracias por cuidar a tus sobrinas, Valiant...— Zarabin miró con agradecimiento a su hermano mayor, quien mantenía a Tsukira en sus brazos, pero había dejado escapar a Erin a propósito previendo el futuro que vino. —Aguarda un momento más con tu tío Tsukira, yo llevaré a tu hermana por un momento...— Le dijo la madre a la de ojos rojizos como los suyos, mientras levantaba a Erin junto con el señor copito que ya había devorado las ramitas que le dieron.
Derha las observó, con un profundo anhelo en su interior, y una ira naciendo nuevamente, una que ya había retenido antes cuando escuchó acerca del nuevo amante de Zarabin, el padre o la madre de aquellas tiernas nenitas, uno que no estaba, ¿las había abandonado? Que ser desnaturalizado tendría que ser para dejar atrás a... ¿las hijas que habría deseado que fueran suyas?
Se maldijo por el pensamiento, pero su mente era odiosa consigo misma, porque no dejó de cavilar. Era confuso porque amaba a Ceret. Entonces ¿Por qué sentía este dolor por la mujer que solía despreciarla? El suplicio de una aguja punzada en su cabeza la llevó a cerrar los ojos con fuerza, sostuvo su sien por un momento oyendo las lindas voces de las niñas hablando con el señor conejo, de nombre 'copito' y vino con ello una breve paz; un instante después toda emoción se enfrió. Abrió los ojos y las vió riendo entre ellas, una sostenida por su hermosa madre y la otra por su no menos atractivo tío, cuando debería estar ella en su lugar cargando a la niña de ojos rojizos... —"Que pena, las niñas no son mías, del mismo modo que Zarabin no lo fue realmente, ella lo dejó claro cuando ni siquiera éramos pilares del inframundo, ella amaba a Varun, solo tuvo la mala suerte de elegir a un desgraciado demasiado belicoso e idiota, un hombre que la lastimaba... un dios al que maté para protegerla, ¿y de nueva cuenta ha escogido a otro dios malevo capaz de abandonar a sus hijas?"
No podía traer la calma, se mordió la boca, la estructura tembló brevemente, para espanto de todos los reunidos, así que se forzó a respirar, más ello no aquietó sus pensamientos. Algunos alegaron que se trataba de alguna réplica, después de todo Kiyoku y Mikoto ocasionaron un par de terremotos con su llegada.
—"¿Eso en qué posición me deja? ¿Por qué nunca seré a quien escoja? ¿Realmente no sería mejor que ellos?"— Esa idea era en verdad dolorosa. —"Eso ya no importa, Zarabin jamás me escogió... no como Ceret lo hizo, ella fue quien cubrió mi tristeza con ternura y paciencia, es la mujer que me fue leal, quien me ama y soy feliz a su lado, entonces no tiene sentido pensar en lo que no fue, ahora puedo pensar en el futuro que podré construir a su lado."
—¿Derha?— preguntó Ceret, acariciando la mano temblorosa de su esposa.
—Todo estará bien, la fragmentación me hizo daño, mi mente es un caos... pero pronto pasará.— Explicó mientras levantaba la mano para sonreír a las niñas y despedirse. —Las esperamos en los aposentos, al parecer aun no me recupero del todo.— Murmuró Derha mientras se apoyaba en el hombro de su esposa para caminar lejos de allí. —Adiós, Valiant...— Hizo un ademán con la mano cuando ya le daba la espalda al hombre, que refunfuñó devuelta. —Adiós Derha.
—Mamí, ¿el señor luminoso esta herido?— preguntó Erin con un mohín preocupado y abrazando cuidadosamente a su conejito, que cayó dormido en sus brazos.
—Solo esta cansada mi amor... El señor luminoso se llama Derha, y es una deidad universal, no es un hombre o una mujer, ella puede ser lo que deseé, prefiere la forma femenina la mayor parte del tiempo. Pero pasó mucho tiempo fuera de su casa, lo cual fue realmente agotador.— La preocupación en la tierna carita creció y por ello la madre se apresuró a aclarar. —Con un poco de sueño y reposo ya estará mejor... ya lo verás, ella vive en el gran castillo del inframundo, ella hizo el jardín en el que vivimos para hacerme sonreír, así que nos visitará pronto.— Explicó y con esto Erin asintió más que feliz.
—¿Y si le das tu sopa mágica? ¿Sanaría así de rápido?— Volvió a decir Erin imitando un sonido de ¡Fiun!, pues recordaba que su mamá había curado a muchas de las criaturas del inframundo con líquidos que ella pensaba, son mágicos.
Zarabin no pudo más que sonreírle a su hija, enamorada de los ojos esmeralda que compartía con su madre, mientras Valiant miraba con cierta preocupación a sus amadas chicas. —Le daremos la sopa cuando estemos en la gran casa del abu...— Respondió la madre.
—Derha no me gusta, mamá— interrumpió la pequeña pelinegra con cara de pocos amigos, si es que eso es posiblemente una cosa más tierna que amenazante. —¿Puedes enviarle la sopa con Zero?— Tsukira realmente no quería que esa persona se acercara a su madre.
—Ara, porque mi linda Tsukira no tiene en gracia a Derha, ¿acaso ella ha sido mala contigo hija mía?— Sabía que eso era imposible, si apenas se conocían y vió toda su interacción, derretida por su dulzura.
La niña negó firmemente con una seriedad que ciertamente le había heredado a su otra madre. —Es... es que...— fruncía el ceño nuevamente.
—Dime mi amor, ¿qué pasa?— insistió preocupada, acariciando las manos más pequeñas de la niña con una ternura infinita.
—Es que ella esta enojada cada vez que te vé, sufre... sufre igual que tú.— Tsukira murmuró y con esto los ojos de Zarabin se abrieron sorprendidos. —No la quiero cerca...— afirmó aún enfurruñada en los brazos de su tío, que miraba preocupado a su hermana, pues ya había pasado antes... afinidad, era una de las divinidades de su hija, ella podía leer las emociones de los otros seres y no lo controlaba del todo siendo todavía tan pequeña.
No muy lejos de allí, Ceret y Derha arribaron a los castillos, pasando primero por la sala de los tronos establecidos para los 3 pilares; la monarca cristalina notando la adhesión de los asientos de las pequeñas Erin y Tsukira, frunció el ceño pues no le parecían adecuados para unas niñas tan pequeñas... —"¿acaso no pudieron encontrar un maestro artesano más adecuado?"— se quejó en el pensamiento, sin mediar más, ideó formas más cómodas para las niñas y las transmutó a un material más suave, algo que además fuera seguro.
—Derha...— Ceret notó lo que hacía su esposa, así que suspiró.
—¿Si?— preguntó la de ojos esmeraldas distraídamente, cuando su mano y sus ojos envueltos en llamas de fuego argento alteraban las formas de las cosas.
—¿Crees que es el momento adecuado para nosotras?
La diosa creadora dió los últimos toques con un par de joyas arcoiris para Erin y azules para Tsukira, ya que tenía la impresión de que este es su color favorito, si su ropa no lo dijo lo suficiente, tenía tonos diversos del mismo color. —¿Para qué cosa? Ceri...
—Para que tengamos nuestros propios hijos...— dijo con cierto temor, a ser rechazada y con la vergüenza en el rostro, quería tener un hijo con Derha, siempre lo deseó... pero no estaba segura si esta personita sería opacada por las otras dos, ya que este hecho irreversible no se mantendría en secreto por demasiado tiempo.
El rostro de Derha se iluminó de inmediato, igual que su cabello. —¿Estás hablando en serio?— tomó la mano de Ceret solo para asegurarse de que dijera la verdad. —O... solo lo dices porque yo me he comportado así, con las niñas de Zarabin. Si es así, disculpa que pusiera esta presión sobre tí.— apaciguó la emoción inicial, ya con algo más de lógica en su pensamiento.
—Derha, yo te amo... literalmente creaste el mundo que he adorado y protegido en honor de tí, eres mi primer pensamiento y el último cada noche al descansar, ¿porque no anhelaría ver crecer una parte de ti y de mí? Más apremiante es cuando te tengo de vuelta, una hazaña que no creí realizable ayer, quiero tener en mis brazos un pequeño ser con tu sonrisa, con tu mirada y tal vez mi cabello.— Rió al final contagiando a Derha de su contento.
—Yo también te amo, Ceri... y estaría encantada de que tengamos hijos. No sé porque pensé algo tan tonto, ¿podrás disculparme?
—Claro que sí, y hay que apurarnos, o de otro modo... las niñas de Zarabin serán demasiado mayores para que jueguen con las nuestras.
—Tienes razón, cariño. Hagamos nuestro mejor esfuerzo.— Sonrió antes de sostener las mejillas de Ceret entre sus palmas y rozar sus labios con los suyos, cuando una joven guardiana se aclaró la garganta.
—Monarcas del inframundo...— Murmuró la mujer con la marca del sol en su insignia. —Mi señora aguarda por su querida hija, Shura y Elfir requieren tu ayuda, señora de la memoria.
—Iré de inmediato, aguarda por mí en tus palacios y deja que conozca tu forma más vigorosa...— Sonrió divertida, sonrojando a la guardiana y a Derha hasta las orejas, poco antes de marcharse en un halo de luz.
Era comprensible que Amaterasu estuviera impaciente por la presencia de Ceret para restaurar las preciosas memorias de las hijas de la espada. La pelirroja no tardó en obedecer a su madre, yendo a los salones exteriores del templo de la luna donde otros apremiantes invitados son alojados durante los festivales y otros eventos especiales de aquella dimensión. Derha pudo permanecer un momento a solas con sus pensamientos, aunque no realmente, se sabía observada desde hace tiempo, podía sentirlo en las superficies reflectantes, y estaba segura que la siguió desde las dársenas de la entrada en el portal.
Entonces se miró en el espejo más cercano, hablando con un tono indiferente. —Padre, ¿por qué vienes como un ladrón en la noche? ¿No es esta tu propia casa? ¿Entonces por qué te ocultas de mí?
Un instante más tarde, un ser magnífico emergió del reflejo como si este fuese cristal líquido, de sus vestiduras púrpura ceñidas se recordaba a la feminidad que ese día su padre exudaba grácilmente, pues hasta un primoroso seno de mujer sobresalía moldeado por sedas tan finas que dejaron pocas cosas a la imaginación de otros seres. Sus ojos que oscilaban entre el color de la plata y el violáceo en el iris la miraron con amor profundo. —Soy feliz de verte, pero temí que fuera terrible tu enojo y tu resentimiento, cuando pasar este tiempo sin ti ha sido terrible y doloroso...— hasta su voz, hermosa y delicada, presionaba un poco en el costado sentimental de Derha de lo triste que se oía. —Quería verte, pero no me siento digno de hacerlo.
—Solo estás actuando como una tonta.— Desvió la mirada cruzándose de brazos, intentando permanecer enojada, aquel fue un sueño tan largo que se siente como una traición. Pero también entiende la responsabilidad en el orden de las cosas y lo nefasto que habría sido la impunidad, pues la justicia es necesaria para todos, no querría que su hermana Terim sufriera por ello. Aún así, no podía perdonarle por completo, al menos no por ahora, así que cambió el rumbo de la conversación. —Además noto que este es el menor de tus problemas, estás en discordia con Satis, sabes como odia que tomes la forma femenina. Ella disfruta más de la presencia masculina... ¿Entonces por qué la evades?
—Es igual que tu esposa, quiere más de lo que puedes dar.— Dice con un tono neutro, el que usa para no mostrar repudio o aprobación por alguien, el indiferente.
—Deja en paz a Ceri— Intenta defenderla. —Fue la esposa que los grandes gobernantes de los dioses escogieron para mí, de modo que eres en parte responsable.
—No significa que estuviera de acuerdo, mi voto fue negativo y somos una triada, nunca habrá empate por esa razón... lo que sí me parece extraño es que... ¿De repente estás enamorada de ella?
—Escuchaste nuestra conversación, eso es grosero, por decir lo menos.— Se quejó.
—Solo observo que quieres darme nietos, y lo celebro... empero, ¿que fue de Zarabin? ¿Es ya un asunto olvidado?
—Lo es...— mintió, lo mejor que pudo.
—He sabido por tus sueños de los últimos mil años, que ella en todas sus formas es la que siempre buscas en cada lugar, algunas veces la encontraste, otras veces no y por ello fuiste bastante desgraciada; fueras un hombre o una mujer, no importare el cuerpo, pero si la persona. Por eso es extraño que ahora le mientas a tu padre...
—¿Me vigilabas?— Preguntó con escepticismo.
Para Tsukuyomi aquello era una obviedad, siempre velaría por su hija, incluso si no podía intervenir. —Lo más discretamente posible, dejar saber a cualquier otro dios quien fuiste realmente durante los últimos siglos, pudo ser desastroso y ciertamente no fuí el único cuya mirada estuvo puesta sobre tí. Solo te diré que has amado tantas veces a Zarabin que creí que olvidarías como cumplir la responsabilidad con Ceri...— ironizó con el tono que mostraba su disgusto por la pelirroja.
—No recordaba que la despreciaras tanto, padre.— Eso era sumamente extraño para Derha, quien no ocultó su disgusto. —¿Qué me escondes?
Tsukuyomi dudó un momento en mencionar la cruda verdad, sin embargo sabía que su hija no le dejaría ir tan tranquilamente después de semejante insinuación. —Ella se ha divertido con Luzine, la diosa de las fantasías... así que no te hablaría de la devoción que te guardó en ese tiempo, no le guardes entonces tanta lealtad.
Aquellas palabras le cayeron como un balde de agua fría, se mezclaron con un dolor intenso en su pecho. —¿No estás hablando de Zarabin?— Era una posible confusión.
Tsukuyomi no esperaba que la reacción de su hija fuese tan adversa, por lo que se acercó y acarició su mejilla. —Temo que no... Luzine ama a Ceret y ella ha concedido su proximidad en el lecho, lo sabe la mitad del inframundo, pues pasó en la fiesta de la vendimia.
Derha negó con la cabeza, abriendo los labios y cerrandolos con evidente tristeza. Luego vino la ira y se mordió el carrillo de la mejilla interna, con ello cada estructura en la tierra de la luna se estremeció, pues muchas de ellas fueron su creación y resonaban con sus emociones. La luminiscencia de sus cabellos comenzó a desvanecerse en cada hebra y la tristeza a plagar las cosas, como el llanto en sus ojos amenazó con diluviar.
—Ten calma, mi niña...— Suplicó Tsukuyomi con pesar, mientras abrazaba a Derha. —La verdad es solo una perspectiva de muchas.— Con una mano acariciaba su espalda y con la otra acomodaba sus cabellos.
Derha se aferró a los brazos que la abrigaban vertiendo un llanto y una pena que no parecía acorde a sus circunstancias, así fue durante varios minutos, hasta que recordó su propia culpa. —Si yo le hice pasar por esta amarga circunstancia, entonces lo tengo merecido.— Murmuró en el hombro de su padre, quien acarició sus cabellos hasta que volvieron a brillar un poco.
—Iré a mis aposentos, sé que las ocupaciones del pacto y los destrozos en la ciudadela te agobiarán un tiempo— Derha decidió buscar un lugar más tranquilo. —Por favor, no dejes que Satis sepa de mi estado de debilidad.
—Tu madre se preocupa, igualmente. ¿Dime que no fingirás que nada de esto pasó?
—Padre, sabes lo que pasó con Zarabin... mi infidelidad esta siendo cobrada.
—Pero a ella la has amado desde el día en que la conociste, cuando incluso eran rivales en el campo de batalla. No engañas a quien le has dicho la verdad desde el principio... y Ceret conoce este hecho según me dijiste alguna vez.— Tsukuyomi intentó mediar. —Ahora puedes solicitar su mano y convertirla en tu segunda esposa, si Ceret esta de acuerdo y ahora realmente no podría negarse después de su desliz.
—Lo pensé alguna vez, pero no quería hacerle daño a Ceri. Y dudo que Zarabin me quiera, si no fuí más que un desahogo ante la traición de su esposo.
—Eso no es verdad, ¿cómo puedes decir eso?— El señor de la Luna comenzaba a preocuparse seriamente sobre las ideas de su hija, quien no parecía ella misma.
—Puedo decirlo, tiene un amante más capaz que yo... ¿Tú me dirás quien es el padre de sus hijas? ¿O temes que le haga daño como a Varun? ¿Por qué nadie lo sabe? ¿Porque lo ocultan de mí?
—Sé perfectamente que lo ocurrido con él, fue una circunstancia aislada, de un momento desafortunado que marcó un antes y un después en los tiempos de paz. Pero solo es una pregunta que ella puede resolverte.
—Entonces soy un ser desgraciado, la mujer que he amado más allá de lo indecible se divierte con uno o con varios de los dioses en secreto, y la esposa por la que hubiera puesto las manos en las llamas del dragón de Nuak, ha encontrado compañía en mi ausencia.— Suspiró, ni siquiera la culpaba por eso realmente, solo era doloroso. —Sé perfectamente que solo necesitan de mi cuerpo para que las creaciones que he hecho persistan, es por ello que Susano-o aceptó mi desfragmentación. Que yo exista nuevamente solo resultará ser un gran inconveniente para todos, por eso haré mi mejor esfuerzo para convertirme en una criatura más fría que pueda sostener el equilibrio.
—Eso no es necesario, tu castigo se ha cumplido, cualquiera que intente decir lo contrario se enfrentará a toda la dimensión de los reflejos.
—No quiero la guerra, padre... solo sufro por Zarabin y me duele Ceret. Soy necesaria, como cualquiera de los otros dioses, así que iré a casa en cuanto el pacto de Kiyoku y Mikoto concluya. Ceret será la madre de mi descendencia y sólo en mi hija guardaré mi afecto profundo.— Tensó la mandíbula. —Te prometo que no volveré a permitirme sentir otro dolor como este.
—Derha, no cometas el mismo error que yo con tu madre... tomar una decisión así en un momento tan lamentable, solo te llevará a lugares más oscuros.
—¿Cómo podrías equivocarte? Mamá esta muerta y dió su vida honorablemente en las viejas guerras. Si viviera, estarías a su lado pues su amor para tí era tan infinito como la arena de sueños en esta dimensión, tu fuiste amado padre, yo no...— murmuró finalmente con otro poco de dolor.
El silencio llenó la sala cuando Derha se desplazó a través de la Luz.
Tsukuyomi tomó asiento en la escalinata de cristal frente a los tronos que su hija modificó para las pequeñas hijas de Zarabin, y suspiró largamente elevando la mirada al cielo. —Desearía poder decir que esa es solo otra perspectiva de la verdad, tal parece que será un poco difícil hacerte ver que ya tienes dos preciosas estrellas por las cuales luchar.
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Desperté en las sombras, con la boca seca y el olor del musgo en el olfato, el sonido de una gota de agua cayendo intermitentemente no muy lejos, hacía frío, porque el aire que respiraba se sentía así, pero mi cuerpo estaba cubierto de un abundante y suave abrigo. Abrí los ojos con esfuerzo, como si cada parte de mi ser quisiese continuar en el sopor eterno, sin embargo, las imágenes de los acontecimientos me bombardearon llenando de angustia mi corazón, pues la última cosa que vi antes de perder la consciencia, fue a Mashiro desvalida y a la merced de aquel gusano despreciable, era aterrador.
Me erguí de un brinco, como si una pesadilla acabara, solo para descubrir que apenas iniciaba. Me llevé la mano sobre la herida, el dolor en el vientre era un gran recordatorio de la puñalada que An'hel me hizo a traición. Entonces la mano gentil de Shinzo detuvo el brusco movimiento, y sus ojos preocupados me miraron cristalinos, como si la idea de que no sobreviviera al evento fuera una posibilidad realizable todavía.
Aun así, la única cosa en la que podía pensar era en ella, Mashiro... mi querida Mashiro, saberla en las manos de ese pusilánime alfeñique, un desgraciado infame, de quien no esperaría nada más que la maldad más cruda. ―Shinzo... Mashiro, él la tiene. Era lo que más temía, y Nagi la tiene. ¡Tengo que ir a salvarla!
―Cálmese señorita,― suplicó la mayor con una mirada compasiva. ―En su estado, temo que podría ser perjudicial y si algo le pasa por sus descuidos, entonces la prin... la reina, tendrá verdaderas razones para odiarme más.
―He estado peor.― y lo demostré poniéndome de pie en el oscuro lugar. ―Y ella no te odia, jamás podría, eres como una madre para ella, incluso para mí. Solo esta dolida porque lo nuestro finalmente fue irrealizable y quisiera poder culpar a otras personas, pero la verdad es que... fue nuestra culpa...― Tendí la mano a la doncella para que se irguiese cuan larga es. ―Es por esto que debo retornarle la libertad de inmediato.
―La entiendo, alteza... pero, ¿comprende que no puede ir de cabeza contra el enemigo ahora que controla el castillo?
Me mordí los labios consciente de esa cruda realidad. ―Lo sé, debo medir mis acciones de ahora en más.― Suspiré. ―Debo conocer el escenario que se ha cernido sobre nosotros. ¿Cuánto tiempo he pasado inconsciente Shinzo?
―Estimó que alrededor de las 18 horas, ya ha pasado la noche, y la mañana.
Tragué saliva con temor, era demasiado tiempo, en menos de 5 horas la Luna escarlata llenaría el cielo y por ello Nagi sería invencible, si no lo era ya. Respiré profundamente, sosteniendo con mis dedos la zona herida y notando los hilos con los que Shinzo me coció.
Seguramente mi rostro lo dijo todo...
―Es una costumbre, siempre llevo hilo y agujas, para que la princesa esté perfecta a donde quiera que vaya o por cualquier circunstancia con sus atuendos.― Explicó los hechos la experimentada doncella.
―Tuve suerte.― Miré con más detenimiento la caverna en la que estábamos, era de origen natural, no parecía que hubiese existido por la mano de ninguna persona, de modo que fui traída por lo que pudieron ser kilómetros en... ¿los hombros de Shinzo? Me sentí apenada y agradecida en partes iguales. ―Debemos volver al castillo, siento haber sido una carga.
―Yo jamás lo ví de esa forma.― Me sonrió antes de acomodar mis cabellos y un poco de mi ropa, como lo hacía cuando era pequeña. ―¿A dónde desea que la guíe?
Ni siquiera lo había pensado, por lo que cavilo mis opciones. Si nagi ha podido corromper a Rento, a las doncellas, sirvientes y otros tantos nobles, es posible que incluso mis soldados estuvieran coludidos por cuanto nadie dió la voz de alerta sobre la evidente invasión que sufrimos anoche. De hecho podría pensar que la corte había elegido por voluntad a este nuevo monarca y ¿quien se opondría a su terrible poder? La gente no quiso creerme cuando hablé de los Orphan, o solo fingieron no hacerlo, así que estoy realmente sola en esta empresa, ya que no arriesgaría la vida de Shinzo más de lo que ya lo hice. Un escalofrío en la espalda y pensé en él, en mi hermano Ren, rebajado en mi mente a un lugar tan negro como el que Nagi tiene.
Sonreí con ironía... ―Veamos a mi querido hermano, realmente tiene muchas explicaciones que darme.― No, no quería sus explicaciones realmente, pero sería el último lugar al que mis enemigos esperarían que acudiera, porque este sujeto, un verdadero traidor entregó a la esposa que decía amar profundamente a un desalmado forastero, no dudaría en entregar a su hermana por mucho menos.
Shinzo no cuestionó nada, se limitó a guiarme silenciosamente y en medio de las penumbras que apenas unos hongos de bioluminiscente color atenúan, superamos la cueva, adentrándonos de nueva cuenta en la zona construida de los pasajes del castillo. La dama tomó una antorcha a base de aceites e hizo uso de un eslabón de hierro contra una roca de pedernal para encender la flama, las piezas reposaban en el lugar a cada cierta distancia entre agujeros cuidadosamente disimulados, con ello se alumbró la oscuridad. En el camino Shinzo me explicó a susurros, que es posible perderse fácilmente, por lo que para ser la doncella principal de Mashiro, tuvo que tatuarse en los muslos el mapa mismo de aquel laberinto y que su promesa sobre jamás revelar tal secreto, implicó el que nunca pudiera desposarse. Admitió con vergüenza que seguía siendo pura a su edad, justamente por el valor del secreto... y la admiré más por tal devoción.
―¿Por qué me lo dices? Habiendo hecho tales sacrificios por preservarlo en secreto.― pregunté, abochornada por la idea, ahora sabiendo lo que Shinzo se perdió una parte de mí se condolió.
―Porque si muriera en este lugar, tendrías que mirar en mis muslos para salir.― Murmuró con seriedad. ―Aquí es peligroso, hay trampas, y algunas alimañas en lugares específicos, así que cuando alguien vino aquí por accidente, no vivió para contarlo. Posiblemente los esbirros que envió Nagi tras nosotros padecieron la misma suerte.― hizo varios desvíos y repentinamente me puso la mano en el pecho para que no diera un paso en falso, de darlo caería a un hueco profundo cuyo fondo estaba lleno de púas de hierro mortífero. Tragué saliva. ―La última medida en la que pensó el rey Senka, fue un mecanismo que esencialmente desplazaría la piedra angular y los pilares principales del castillo, dejando solo a salvo la cámara generis, donde normalmente se reúne el rey y las cámaras aura y argenta.― Explicó bajando una palanca que elevó 3 pilares de roca sobre la que pudimos cruzar.
―Es la última medida, la más extrema de todas...― Asentí comprendiendo el sentido de sus palabras, el tiempo de mi sopor fue largo; una doncella llevándome a cuestas habría sido fácil de alcanzar por un par de soldados bien entrenados y henos aquí, sin nadie persiguiéndonos. ―No... sería capaz de mirar en tus muslos...― aclaré cuando entendí las implicaciones de las cosas, ya con el rostro ardiendo de vergüenza. ―Por favor, vive...
Shinzo sonrió ante mis tontas excusas. ―Lo intento, alteza.
―Puedes decir simplemente mi nombre... como antes.
―No debería, ahora eres el príncipe de otro reino...― mencionó con aire diplomático. ―Un día me mirarás con la corona del rey en tu cabeza y yo te reverenciaré con orgullo.
―¿Crees que tomé una buena decisión sobre eso?― Pregunté, ya que en todo este tiempo no pude consultarlo con nadie que fuera al menos un poco imparcial.
La mujer se detuvo frente a una estructura que se ahuecaba en la pared y casi pareciera el interior de un soldado de piedra, como del tamaño de un hombre corpulento de poco menos de dos metros, y con dos agujeros muy sutiles a la altura de la cabeza. ―Creo que eligió en un momento en el que sus emociones estaban turbadas, lo cual no lo hace una mala decisión en sí... si es que no es algo de lo que se arrepiente.― Dijo tan bajito que me costó escucharla mientras aproximaba su rostro cerca de los agujeros para mirar. ―¿Habría elegido lo mismo si hubiese estado serena? Sea cual sea la respuesta a esa pregunta, ¿cuántos caminos podría escoger ahora mismo? ¿Lo revertiría eligiendo a la reina al final de todo esto? ¿O se iría de todos modos a ese país vecino con la señorita Zire? La pregunta siempre fue evidente, a quién elegirías querido príncipe, ¿a Mashiro o a la Imperatoria De' Zire?
Claro, debí saber que no me respondería directamente, aunque realmente lo simplifica en tal grado que... ―Creí que me dirías que es Mashiro quien me conviene.
―Amo a la princesa con cada ápice de mi ser, pero eso no significa que no te estime capaz de tomar la mejor elección, alteza.― siempre pareció que Shinzo tenía las cosas más claras que los demás.
―No quiero ser la sombra de mi hermano...― Confesé, porque creo que es la cosa que sería a su lado, y no quiero robar un lugar que no existe para mí. ―Aunque lo anhelé tantas veces, sería tan infeliz. Me comparé con él toda mi vida, sufrí por no ser suficiente y entonces entiendo al final de las cosas, que soy diferente, no en una mejor o peor forma, solo somos dos hermanos que se enamoraron de la misma persona. No culpo a Mashiro por esto, me culpo a mi por no tener el valor y tomar la oportunidad cada instante que fue antes de que ellos se desposaran... temer al rechazo fue mi error, pero simplemente no puedo quedarme ahí, si tan solo hubiese sido otro hombre o mujer en su vida, podría tolerarlo... pero siendo hermanos, es un principio básico.
―Lo sé...― Me miró comprensiva, aunque sepa que esto le romperá el corazón a la persona que más ama, entonces tal vez... me quiere igual. ―Creo que no es conveniente entrar ahora mismo...― susurra tras alejar su rostro de los agujeros.
―¿Inmensos peligros?― Cuestioné. Shinzo negó con la cabeza desviando sus apenados ojos verdes. ―No tenemos tiempo...― Reproché con algo de apuro. ―Entremos de inmediato, yo me encargo de los oponentes, después de todo solo son humanos todavía.
―Como órdenes alteza.― Murmuró Shinzo con resignación. Movió una palanca con su mano a la par que yo empuñaba mi lanza del cielo lista para enfrentar a cualquier grupo de enemigos.
Lo que ví, ciertamente me dejó sin habla.
Había visto a mi hermano desnudo, si... pero cuando éramos pequeños y más por accidente, pero nada en el mundo me preparó para la escena íntima que tenía lugar en el presente, si es que An'hel cabalgaba sobre el miembro erguido en fogoso e intenso movimiento, apostada febrilmente y casi dando brincos en su regazo.
—¡Dioses! que asco...— Se me escapó mientras me tapaba la cara ardiendo de vergüenza y por ello la pareja volvió la vista sobre mí, siendo An'hel la primera en reaccionar girando su cuerpo, quizás magullando alguna parte de Ren quien gritó como si le hubiera fracturado un hueso o algo similar.
Preocupada por lastimar el príapo de su amante, la argita se desentendió del asunto, volviéndose a verlo con preocupación, unos segundos más tarde fue noqueada por un jarrón en las manos de Shinzo, a quien miré más que sorprendida y con cara de circunstancia, tal vez de duda. —Se lo merecía por lo que le hizo a usted y a la princesa...— Respondió de nueva cuenta a la pregunta no formulada.
Antes de que Ren se recuperara o lograra levantar a la mujer inconsciente de sus brazos, Shinzo la apartó a un lado en el lecho y cubrió la parte de su cintura para abajo con una sábana, aunque aquello más rememoraba una pequeña carpa lo cual me asqueó un poco más. En sus vergüenzas y miserias, sudoroso y espantado, uno de ojos como los míos, se arrinconó contra el espaldar de la cama mirándome como a un fantasma, pues quizás pensó que de verdad había muerto. Sin un arma cerca y desprovisto tanto de ropa como de dignidad, sabía que ni siquiera en una lucha justa podría vencerme, por lo que me miró cual cervatillo espantado en el momento en el que tomé la espada del cinto olvidado en el suelo.
Retiré lentamente la funda a medida que comenzaba a hablarle. —El que me juró ser fiel,— mire el filo del arma pues no mancharía de sangre mundana mi lanza del cielo, su sangre sucia no merecía tanto... —¿Quien me habló de lo imposible que sería desprenderse de su esposa por causa de mí y de su amor?— Pregunté con resentimiento, acercando mis pasos a la cama, mientras Shinzo se ocupaba de atar a An'hel, posando su figura desnuda sobre una silla de madera. —El que se la entregó a un monstruo... ese que me encuentro en su cuarto revolcándose con esta pérfida, mientras la tierra de Windbloom cae a la merced de un arteno... ¿Dime por qué no debo asesinarte aquí y ahora, hermano?— Le apunté finalmente con la hoja del arma.
Fuera la adrenalina o el miedo, finalmente su erección cayó y pude mirarlo al rostro sin desvíos nauseabundos. Ren estrechó las sábanas con fuerza e impotencia, admitiendo finalmente su derrota. —Hazlo entonces, Arika.
—No reprendo tu temor porque es natural, pero si desdeño el que no puedas pensar más allá de ti mismo o de tu cobardía.— bajé el filo sabiendo que ni siquiera merecía ser muerto por mi mano. —Eres una lánguida copia de tu padre.
Tomó sus ropas y cayó al suelo tratando de ponerse unos pantalones por debajo de la sábana, para enfrentarme en igualdad. —Tenemos el mismo padre.— Se puso de pie con al menos la zona inferior cubierta, lo cual agradecí.
—Por desgracia es así. Ser hermanos ahora es una deshonra, si alguna vez pensé que eras bueno, me equivoqué Ren.
—Eres una tríbada, entonces no eres más mi sangre...— Refutó, tal vez herido por mis palabras, pero ya no podía ver las cosas buenas en él, ni en los Sayers.
Recordaba que mi padre, resultó ser el asesino del rey que fue como un hermano para él y mi hermano, un pusilánime incapaz de luchar por su propia familia. —Lo soy, pero es mejor que ser el hombre que vendió a su esposa embarazada a un oscuro benefactor.— Quiso golpearme, pero lo evadí y le clavé la rodilla en el estómago, así que yació en el suelo de nueva cuenta gimiendo de dolor. —y aunque quisiera discutir sobre tu enfermiza indiferencia con las mujeres en tu vida, no tengo tiempo ni interés...— formé la expresión más fría y molesta que pude esbozar en mi cara. —Dime, ¿desde hace cuanto tiempo los Sayers son aliados de Nagi Dai Artai?
—Fue a causa de tu provechosa negociación en la fiesta del primer copo... cuando fingiste ser yo.— Susurró tratando de culparme un poco.
—Traidores.— Eso fue hace meses, el deshielo llegará pronto.
—No tanto como tú, tomando ventaja de la esposa de un hermano... incluso si lo niegan ante Nagi, ¡en todo el castillo se rumora de tus infidencias nocturnas con Mashiro! Si fueras un hombre no estaría claro quien es el padre de su hijo, así de... zorra es...
Esta vez me lastimé el nudillo en su cara y su mejilla se inflamó junto al corte que le causó mi anillo de compromiso. —Eres un desgraciado...— comprendí que lo que construimos después fue todo una mentira y me sentí herida.
Se rió bastante y en mi cara, mirándome como si supiese una cosa que yo no. —Y tú una tonta, incluso creíste que la Imperatoria podría amarte...— Sabía que mentía, que lo decía para herirme y devolverme el golpe, pero aun así sentí una aguja en mi corazón. —Te entregaste a ella presa de la pena por el desamor qué sentiste por Mashiro y ¿nunca te cuestionaste cuan conveniente fue su aparición? Tu querida Sarah, la emperatriz de Remus ha firmado un acuerdo de paz con el nuevo rey de Windbloom.
Negué con la cabeza, con la imagen de la sonrisa de Zire en mi mente para ayudarme a sortear tal vicisitud. —¿Por qué me dices todo esto? Tienes que estar mintiendo...— refuté intentando ocultar esta debilidad.
—Para que sientas el mismo dolor que me embarga... pues qué más te da, Nagi ya ha desposado a Mashiro y ¡tú no estuviste ahí para detener las cosas!— Dijo él, con los ojos llorosos. —¿Dónde estaban tus soldados? ¿No eres acaso el príncipe de Remus?
—Arika, ten calma...— Dijo Shinzo con un eco que en mi mente atormentada apenas fue un susurro.
—Fue la boda con un clérigo que dio sus bendiciones con reticencia, Mashiro por sí misma no pudo negarse, seguramente por la seguridad de su hijo no nato o el estado deplorable de su mente ennegrecida por el sopor de las medicinas que la mantuvieron letárgica en la peor mañana de su vida.— pronunció An'hel, ya consciente de la realidad o quizás escuchó nuestras palabras y el golpe de Shinzo solo la atontó un poco. La argita rió sin preocuparse de su vulnerable estado, atada y desnuda en una silla. —No se le haría un retrato, por la ocasión de un enorme moretón en su rostro.— Sonrió An'hel más que contenta con el hecho de ser la causante de tal daño. —Pero Nagi no se dió a la paciencia de aguardar más de lo necesario, es seguro que ya la ha hecho suya...— se burló y con ello en verdad mereció la bofetada que Shinzo le propinó.
La idea de algo tan horrendo removió mi mundo, la ira y la locura entre mezcladas, sentí el mundo abrirse bajo mis pies y fue necesario apoyar la mano en la mesa más próxima. Sarah, ¿firmó un acuerdo con él antes de irse?
—¿Y no hiciste nada?— Le reproché a mi hermano, quien parecía sufrir y negar su pena de la forma más retorcida posible. —Tu hijo morirá... ¿no te importa eso al menos?
Y eso fue suficiente para que el sopor de su desnaturalizado estado se apagara, y entrara en pánico. —¿Qué podía hacer? ¡¿Enfrentar a su ejército?!— Gritó desesperado. —En cuanto Mashiro se desmayó la llevó con él, sus médicos la despertaron y la drogaron, la prepararon en medio de la noche para la boda, y yo no pude ni acercarme. Dos guardianes me vigilaron durante la ceremonia a la que asistieron tus estimadas, la princesa Zire y la emperatriz, Sarah firmó la carta como testigo.
Saber eso me angustió, cualquier escenario sobre su presencia en el castillo era desalentador y la idea de que Zire hubiera sido aliada de Nagi desde el principio en verdad me quitaba el aire de los pulmones. Pero no podía permitirme caer, no todavía. —¿Y mi escuadrón? ¿Por qué ninguno de ellos se puso en pie de lucha?
—Kamui lo intentó, y por su esfuerzo terminó en los calabozos... lloró en cuanto se insinuó que fuiste asesinado. ¿Acaso también te acostaste con él?
—¡No! ¿por quién me tomas? No soy una prostituta, a esa la tienes ahí... en la maldita silla.— Señalé a An'hel, quien me miró ofendida.
—Para tu información, solo soy amante de Ren...
—Aclarado, y yo solo intimé con Zire... ¡Mi prometida! Lo de Mashiro fueron solo besos...— recalqué este importante aspecto, mientras Ren desviaba la mirada molesto, quiero que entiendan que yo realmente me guardé para el compromiso. Mis palabras hicieron que Shinzo me mirase con reproche, seguramente porque me desvié del tema. —Pasando de eso, ¿cuántos hombres tiene Nagi?
—No lo sé...
—¿Podrás decirme algo que sea útil alguna vez en tu vida?— ¿Por qué no lo he asesinado todavía? Ah sí... es mi hermano. De todos modos lo miré con intenciones homicidas.
Casi me gruñó mientras se ponía una camisa y se fajaba los bordes dentro del pantalón, como si no pudiera pensar, vestirse y hablar al mismo tiempo. —Siempre lo acompaña un séquito de 9 custodios misteriosos, aunque su aspecto no da la ilusión de fieros guerreros y más parecen monjes, estar en su presencia es verdaderamente aterrador.
Esa si era valiosa información, si me acercara a Nagi, sus guardianes lo protegerán siempre y sería demasiado ingenua al pensar que no haya guardado la mejor criatura para sí mismo. —Enfrentarlo será difícil.
—¿Realmente crees que podrás vencerlo?— An'hel se rió a pesar de estar en una situación desventajosa, por no decir denigrante. —La quimera de Artai es un monstruo legendario, tiene tres cabezas enormes, un león, una cabra y un dragón, cada uno con un ataque especial; son tres pares de ojos mirando en toda dirección, no tiene punto ciego. Incluso si las distraes lo suficiente y atacas por la espalda cuando las cabezas no miran, la cola ponzoñosa de una alacrán tiene tal sensibilidad que al menor roce te envenenará... ¡Estás siendo una ilusa!
—Cuando lo dices así, realmente desanimas a cualquiera...— Suspiré molesta mientras buscaba soluciones en mi mente, el escuadrón diezmado, coludido o encerrado, tengo que liberar a Kamui y buscar distractores más efectivos. An'hel es molesta. —Ni siquiera sé porqué me odias tanto, me apuñalaste y me besaste mujer... eso es peor.— La acusé con cierto malestar, sabiendo ya las cosas que hace con mi hermano, tuve náuseas repentinas. —Debería arrojarte por la ventana, pero no soy tan vengativa.
—No eres tú, odio a Mashiro... tú de hecho eres dulce,— admitió la argita desviando la mirada azorada. En realidad ella era linda, y demasiada mujer para Ren.
—¿Entonces todo esto es por él? ¿No has pensado que hay mejores partidos por ahí?
—¡Oye!— se quejó Ren, pero por su expresión no es que él pensara distinto de mí y eso pareció ser doloroso.
—Él es a quien amo.— An'hel desvió la mirada sonrojada por declarar sus sentimientos, cuando lleva todo este tiempo desnuda y atada, tiene un orden de prioridades un poco extraño.
Suspiré, el problema es que yo la entendía tan bien... la forma en la que he amado no siempre tuvo sentido. —Lo entiendo, An'hel— Es difícil de cualquier modo. —Háblame de la criatura...
—¿Porque te diría algo en primer lugar?— Era una chica orgullosa y terca sin duda.
Volví a respirar buscando la calma. —Porque te ayudaré a escapar, a tí y a mi hermano...— Eso fue suficiente para que abriera los ojos sorprendida, pero Ren como siempre tenía que arruinarlo.
—Yo no me iré...— refutó el muy estúpido. —Mi hijo...
—Ren, ¿no lo entiendes todavía?— Realmente sobreestimé la inteligencia de un hombre noble o es solo que está en negación. —Nagi no te ha matado simplemente porque se ha olvidado de tí, si Windbloom permanece en su mano, te liquidará para asegurar su estabilidad en el trono sin un rival directo, justamente porque eres el padre del primer hijo de la Reina. Si el niño nace, tendrá eternamente atada a Mashiro y por temor de su hijo, será sometida de formas horribles. Si por algún milagro de los dioses somos los vencedores, serás juzgado por complicidad con nuestro padre en el asesinato del rey muerto, entonces ¿que tan complicado es entender que morirás si te quedas aquí de cualquier modo?— Me acerqué a él, enfundé la espada y se la entregué. —Tengo que salvar a Mashiro para que tu hijo exista, si lo amas un poco a él o si alguna vez quisiste a su madre, entonces necesito que no me estorbes. An'hel pudo herirme porque fuiste mi debilidad, y no necesito debilidades ahora mismo.
Estrechó la funda entre sus manos. —Pero, no vas a ganar... él te matará a tí, te odia aún más que a mí, pues por tu causa el corazón de la mujer que lo obsesiona jamás será suyo.
—Cuento con que su orgullo sea la fuente de su propia destrucción, hermano.
—No me contrarías, lo que harás, será una locura.
No lo negué. —Esta vez... haz las cosas bien— Me acerqué a su lado. —Si ella esta tan loca para hacer lo que ha hecho por tí, te ama de una forma retorcida en la que nadie te amará alguna vez. Dale un lugar más digno del que ratas como Nagi y los que la vendieron le dieron. Tal vez te sorprendas cuando entiendas que jamás quisiste a Mashiro en tu vida, porque solo anhelaste las cosas que la rodeaban...— Me aparté y miré a Shinzo. —Libérala.
Pese a una mueca de disgusto, la doncella principal desató el nudo y con ello fue suficiente para que la joven argita entendiera mis intenciones, ella era la más interesada en que mi hermano viviera y se beneficiaría por mi causa. Por lo que si deseaba llevar una vida tranquila sin la sombra de Nagi en su espalda, más le valdría decir todo cuanto supiera y así fue durante la siguiente hora, después de una ducha incluida y con la ropa puesta.
Le pedí a la mujer de mi hermano que me proveyera de la misma sustancia que usó conmigo y fue a un lugar un poco recóndito de la habitación, de un cajón doble fondo sacó un vial pequeño cuyo contenido embadurnó en un estilete que tomó del escritorio de Ren, el cual guardó en una funda para evitar el contacto hasta el momento en que pudiera usarla. Posó el arma envenenada en mis manos sabiendo por ello que Nagi conocería su traición y aún así me la entregó, porque intuía que yo la usaría en él. Supe con certeza a qué me enfrentaba entre los maestros Slave y el propio Nagi, pero ya tenía un plan en mi mente que comenté en secreto a Shinzo y con lo que quedase de la familia a salvo, podría luchar sin miedo a nada... o casi nada. Fuimos por los pasadizos con la indispensable guía de quien es muy silenciosa quizás por costumbre de su oficio.
Miré a Ren, ya recompuesto, salvo por la herida en su cara. —¿Lo que dijiste sobre Zire es verdad? ¿O solo querías hacerme daño?— Le dediqué una mirada dolida.
—Te... te enamoraste de ella... Zire te conquistó, ¿pero acaso no amabas a Mashiro?— Me miraba con incredulidad y confusión.
—Las amo a las dos,— es lo que finalmente concluí después de mucho romperme el pensamiento. Ren no era exactamente un referente moral sobre amar a más de una persona, así que no me dijo nada. —Pero Mashiro es alguien a quien dejé ir... fue tu esposa, es la madre de tu hijo, incluso para mí eso es el límite de las cosas. He comprendido que no es nuestro destino yacer juntas, tal vez en otra vida sea posible— Fue difícil decirlo, lidiar con una idea así, pero era la verdad. Sentía un nudo horrible en la garganta en ese momento. —Elegí finalmente a Zire...— Sonreí con lágrimas en los ojos, con la voz rota. —Solo para oír que he sido otra ficha en el juego de los reyes y reinas, y no tenía que hacerme esto, porque yo le sería leal.— Puncé mis dedos sobre mi propio pecho, señalando honestamente mi sentir.
—No lo sé con certeza, no conozco sus intenciones. — Confesó Ren finalmente. —Presumí las cosas debido a los hechos. Vi la firma de los acuerdos, ellas asistieron a la boda, incluso dignatarios de las otras naciones han venido, y hasta los Sekai están aquí.— Su rostro delató una vergüenza cuya voz explicó poco después, —... algunos me miraban con desprecio por haber dejado ir a la madre de mi hijo gestante y permitir su boda con otro hombre, incluso asistir al evento, por eso deserté de allí tan temprano como pude. Todos están en la fiesta de la boda ahora mismo...
—¿Qué dices?— Lo miré con incredulidad. —Enviamos cartas de guerra, las naciones sabrían de su intención oscura y de su plan para tomar a Windbloom por la fuerza.
—Esas cartas jamás se enviaron, yo misma destruí varias de ellas y las reemplacé por otras.— Murmuró An'hel con tranquilidad. —El arteno no es un idiota, Sayers... las cámaras están llenas de hombres que ciertamente quieren más de lo que ya tienen, riqueza, poder, placeres, fueran hombres o mujeres, y eso los hace corruptibles, quienes no coincidieron al respecto fueron puestos en la mazmorra, esperando su propósito...
—¿Por qué no los mató?
—Son personas importantes, son el tesoro por el que otros darían mucho, harían cosas... y por si no lo has notado, es así como Nagi procede, toma algo valioso de tí, la persona o cosa por la que harías lo que fuera.
—Podría solo matarnos a todos y ya...
—Nagi sería conocido como el sanguinario y aunque ese es un método que no creo desestime más adelante, comprende que tomar por la fuerza a Windbloom... solo significaría tener que pelear por conservar lo conquistado, sea contra cada ciudadano patriota de este reino o sus aliados. La mejor forma de ascender al trono y conservarlo, siempre fue... tener a Mashiro Kruger Blan, la actual reina.— Lo decía con obviedad, como si tener que explicarlo fuera absurdo. —Asentado su reinado, puede hacer lo que le plazca, ya sea que lo amen o lo odien, entonces nadie podrá cuestionar su soberanía, porque si lo hacen sería un justificado acto de guerra y ninguna de las naciones querría iniciarla. Menos aún, sí él continúa incrementando su ejército, lo cual pasará en poco tiempo, ya que uno de sus primeros edictos será retornar a la vieja tradición de los Barudak.
—¿Los niños asesinos?— No podría tolerarlo, no permitiré que pase. —¿Estás diciéndome que... para todas las demás naciones esta en una boda concertada y no en un golpe de estado?— Susurré con temor. —¿Me dices que Nagi ahora es un rey legítimo?
—Es exactamente eso... la coronación es solo otro asunto que pasará más tarde, porque al ser su esposo tras la muerte del rey anterior, lo demás se da por sentado.— Levantó los hombros con desdén. —Se enviaron invitaciones de boda a inicios de este mes cuando creían que eran misivas de guerra, fue el tiempo suficiente para que las naciones enviaran comitivas y nadie se cuestionara las cosas, más allá del escándalo que surgió por la intención de divorcio de la entonces princesa.
—Las circunstancias reforzaron más su coartada, y con más de la mitad de la corte coludida, cualquier duda sobre las cosas sería solamente un insignificante rumor y denegadas de inmediato,— casi no puedo creer lo meticuloso del plan de ese hombre. —Algunos dirán que hasta hubo un cortejo en las narices de mi hermano, quien ha sido rebajado a la humillación absoluta.
Ren gruñó en respuesta, cruzándose de brazos, pero pronto asintió.
—Esto cambia las cosas.— Presioné los labios hasta formar una línea. —Shinzo, necesito ir a mi habitación...— le indiqué y no tardó en alterar la dirección de nuestros pasos.
—Te lo dije, no podrás vencerlo.— Insistió An'hel, como si me viera de camino a un desfiladero, no sé si deseando empujarme o temiendo por mí.
Suspiré.
—No tengo que vencerlo...— Susurré con una epifanía llenando mi mente. —Solo tengo que jugar su juego.
Ren y su amante me miraron como si hubiera perdido el juicio.
—La tradición de Vedden...— Expliqué y ellos entendieron que iría de frente. Miré a Shinzo cuyos ojos mostraban preocupación. —Necesito que vayas por los pasajes, quiero que lleves a Ren y a An'hel fuera del palacio, yo iré por las personas atrapadas en los calabozos.
—No, deja que yo lo haga...— Musitó Ren sosteniendo mi hombro. —Yo liberaré a Kamui y a los demás.
—Es... demasiado arriesgado.— Negué con la cabeza. —Dicen que sus aliados son buenos con la espada y cuando la luna esté en el cielo sus monstruos te despedazarán.
—Yo soy igual de bueno y aún no anochece... además An'hel, ella es mortífera.
—¡Oye! Al menos pregunta mi opinión...— Se cruzó de brazos indignada la argita.
—Cásate conmigo...— Dice mi hermano como si nada y las dos miramos con incredulidad.
—Eres el más poco romántico...— mascullé entre dientes mirándolos con incredulidad, pero alegre de haber sido escuchada.
—Acepto, pero tendrás que redimirte por esta solicitud tan anticlimática.
—Lo prometo...— Ren sonrió, no sé si esto solo era una manipulación muy evidente o hacía caso de mis palabras, cualquiera que fuera la circunstancia, al parecer las cosas irán a su manera.
—¿Cómo puedo confiar en ti? Me has traicionado hermano.— Pregunté sabiendo que podría actuar como un cobarde en cualquier momento y esperaba que en esta ocasión, mi instinto no me fallara.
—Puedes creer que me importa mi hijo y sé que ese bastardo se deshará de él cuando tenga uno propio para reemplazarlo. Hasta entonces podré huir lejos de mis errores y los de nuestro padre.
—Entonces ve con cuidado y escapa apenas tengas la oportunidad, haz feliz a tu prometida y vive honestamente, no hagas que me arrepienta de esta decisión...— Le susurré antes de entrar por la puerta oculta de la que fue mi habitación. —Te amo, Ren, ten una buena vida— y él se queda de pie, estático por estas inesperadas palabras, como si no lo creyera. —Shinzo, querida... he sido afortunada de tenerte.— Miré en esos hermosos y amorosos ojos oliva, que se cristalizaron con la despedida. —Te suplico les prestes ayuda y huyas como mejor puedas, cuando sea seguro vuelve por Mashiro y cuida de ella.
—Como órdenes, alteza. Fue un honor servirte.
—Ten... cuidado.— Dijo la muchacha argita entre dientes y yo solo sonreí radiante.
—Iré a ver a mis sobrinos cuando existan...— murmuré cerrando el mecanismo y dejando abochornada a An'hel mientras mi hermano me llamaba, como si finalmente entendiera que esta es una despedida.
Una vez a solas quise derrumbarme, mis rodillas se asentaron sobre las losas y apoyé la cabeza contra el muro por debajo y fuera del alcance visual de la falsa pintura, cerré los dedos contra mi boca y escondí los gemidos de mi propio pesar durante algunos minutos... cuando pensaba que no podría romperme, fuí tan tonta. Mashiro, Zire... Sollocé con las imaginaciones atacándome en la mente hasta casi sentir que podría enloquecer, pensar siquiera en lo que le ha hecho Nagi a mi querido cisne, dudar sobre las intenciones de mi esposa durante este tiempo, ¿como podría ser todo esto una falsedad? ¿O solo se trata de un desacuerdo y a Remus no le ha importado el destino de Windbloom realmente?
Necesité respirar, tenía que volver a tener control sobre mí y fortalecerme; aquella tristeza no sería la razón por la que me derrumbara, así que gimotee y respiré, hasta que sentí el pecho menos pesado, me levanté del suelo, fuí al cuarto de baño y me duché raudamente, necesitaba lavarme las penas incluso más que el cuerpo. Usé vendas sobre la herida del estilete, y fuí al armario, que quiérase o no fue dispuesto para el príncipe Arik de Remulus, si iba a ir a esa fiesta necesitaba ser el centro de atención.
Me di la vuelta, para mirar la armadura del Dhalion que Zire me obsequió... intenté no pensar en lo práctico de su regalo o lo creíble que me pareció su preocupación en su momento. ¿Acaso sería chantajeada? ¿O pertenecía al grupo corrupto del que habló An'hel? ¿Por qué estaría en el castillo cuando expresó que se marcharía? Negué con la cabeza, no podría permitirme dudar, no ahora, pues no es el momento.
Abroché el último botón de la camisa, acomodé los brazaletes de platino y los guantes de cuero, luego la coraza hecha de capas flexibles que emulaban las hermosas plumas del ave que inspiró el diseño. Escondí mi lanza entre la espalda y la coraza que ajusté a mi talle dando un aspecto de ser una segunda piel de metal, encima de esta puse la cazadora blanca bordada con hilos dorados y el emblema de los imperator de Remus para cubrir mis intensiones de lucha; usé un fajín intermedio de seda dorada donde guardé la funda del estilete con la tela; tomé las botas de la armadura que eran lo suficientemente ajustadas y sutiles para pasar por prendas de ornamentación al ser de cuero, platino y oro. Finalmente acomodé el casco del precioso Dhalion, retrayendo la pieza de la máscara dorada hacia el interior cuya vicera tracera tambien se ocultó, de tal modo que pude lucirlo como una exquisita hombrera sostenida con cintas de cuero negro.
Una vez estuve presentable, volví a tejer la trenza en mi patilla. —Por tí, Nina...— Susurré en memoria de nuestra promesa, para cuando la dicha nos alcance.
Vi por la ventana, corroborando entonces los arreglos de la fiesta de la que me habló mi hermano, los jardines tenían farolas y fuegos a base de aceites para atenuar el frío. Soldados aquí y allá vigilaban las entradas, incluso a los invitados lo suficientemente atrevidos para salir del cubierto del castillo con temperaturas como estas. Cubrí entonces los símbolos de Remus con la capa cuyo degradado entre el púrpura de tiro y el azul cerúleo llamaría más la atención que lo escondido, sabiendo entonces que no podría moverme pasando desapercibida pensé en apelar al viejo truco, por lo que volví sobre el pasadizo para ir a la habitación de Ren y con algo de suerte salir de ahí aparentando ser él.
El plan funcionó correctamente, pues cuando salí por la puerta del cuarto de Ren, los hombres me miraron un momento antes de desviar la mirada, caminé el equivalente a un pasillo entero, cuando un sujeto de aspecto robusto me miró con sospecha. —¿Por qué no te acompaña tu mujer?
—Disfruta poco de las fiestas de la corte y tampoco podría, apenas puede caminar, si sabes a lo que me refiero...— dije con todo el cinismo que pude, agravando la voz y sonriéndole sin pudor al hombre.
—Algunos sí que saben divertirse...— Dijo con algo de envidia. —Tenga una buena velada, señor.
—Gracias.
Continué mi camino, casi tragando saliva y manteniendo cada fibra del cuerpo en tensión, quería correr al salón, pero eso sería demasiado sospechoso, así que medí cada elegante paso con paciencia hasta que llegué a la entrada y dos hombres me miraron de arriba a abajo. —Las armas señor... se quedan aquí.
Me despojé de los cinturones y amarras de mi arma, luego de mi sable, ambos de aires más decorativos que útiles, y los posé en las manos del hombre. Aquel hombre tan alto como para mirar hacia las bóvedas curvas del techo, era fornido y de pálida piel con todo el aspecto de un arteno; no tardó en hacer un ademán a su compañero mientras se giraba para guardar los elementos; el otro se apresura a abrir la puerta, dejando una vista impecable del salón de bailes donde la mayoría de los miembros de la corte y sus amigos aguardan. Conocía a la mayoría de ellos, había aprendido diligentemente cada rama y progenie de las castas más prestantes, vi hombres y mujeres por igual, con el horrible sentimiento de lo que ocurriría más tarde. Pero ningún rey o dignatario de las naciones extranjeras estaba apostado allí, por lo que entendí que la celebración más distinguida tenía lugar en el trono dentro de la sala generis, como la vanidad y egolatría de Nagi es. Atravesé entonces el espacio escuchando los murmullos confusos, pues varios juzgaron que yo era mi hermano y me hicieron pedazos con las palabras, por lo que pude entender a Ren por un momento.
Nuevamente me topé con otros guardianes, bastante más numerosos que en los pasillos o puertas anteriores. —¿No es un poco tarde para llegar a una boda?— Me cuestionó una mujer de sinuoso aspecto y mirada suspicaz.
—¿Crees que debí solicitar un sello en la mano para tener el derecho a volver? ¿Acaso no sabes quien soy?— Volví a fingir la seguridad que no tenía y fui la clase de idiota que Ren es cuando tiene el ego más grande que la cabeza. —An'hel puede dar fe de lo que hice en las últimas horas en el lecho.
—¿Ren Sayers? ¿El hombre que vendió a su esposa al señor Nagi? Un pusilánime que nunca mereció ser hombre...— Dijo otro, incrédulo de lo que mi hermano fue capaz de hacer, hasta entre bellacos aquello supera un límite.
—Ciertamente nadie notó tu ausencia en la fiesta...— Se burló la mujer.
—Da gracias que no te vendieron a ti, no creo que pagaran tanto en cualquier caso...— Me burlé, quería que me odiara sin pensar en la posibilidad de que fuera otra mujer, u otra persona. —Ella sí que fue un gran negocio... ¿no sirven para eso a fin de cuentas?— Levanté los hombros con desidia y con ello la chica intentó golpearme.
El tercer guardia le detuvo justo a tiempo. —No seas impulsiva... Aun si es un imbécil, es un invitado del rey— La forma en la que lo dijo me hizo odiarlo, Nagi un rey... ese desgraciado no será rey mientras yo viva.
Abrieron la puerta y pude pasar. —Hasta que elija el modo de matarlo lenta y dolorosamente...— a mis espaldas oí de nueva cuenta al hombre, miré de soslayo al arteno cuya mano sostenía la muñeca y su siniestra sonrisa contagió pronto a la de la chica, quien al notar mis ojos puestos sobre los dos, movió su mano felizmente con un ademán de despedida. Mi rostro se mantuvo frívolo a medida que cerraban las puertas, había intuido ese destino para mi hermano, esperaba de todo esto que si lograra liberar a los otros, entonces hiciera algo sabio marchándose de Windbloom.
La luz rojiza me bañó cuando los impresionantes ventanales del salón generis me dejaron ver que la luna que debería emerger en unas horas ya ocupaba antinaturalmente el cielo de una noche lóbrega; gruñidos y sonidos inhumanos me recibieron, junto a la voz del anfitrión, cuya alarde sobre las impresionantes criaturas se extendía ante la sorpresa de los dignatarios. Muchos de sus maestros Slave de menor rango, habían convocado a las criaturas de tan diversas formas, desde Estirges, cambiaformas, tigris ácidos, una mantis roja como la sangre, draco esferas como las que nos hicieron la vida imposible a Nina y a mí saliendo de Fukka aquella vez, hasta un ratón humanoide como el Tesso que las esposas Di´Kruger vencieron alguna vez. Ciertamente era el circo de los horrores y por suerte para mí, esto hizo que yo fuera todo menos el centro de atención...
Vi figuras conocidas, la reina Altria de Remulus y su hermana la emperatriz Shana, al príncipe Agnus de Ealis con el que Rento tenía la idea de enlazarme y la delegación de Argos, con la notoria ausencia de la Reina Chie. Vi a la Reina Nana Sekai y a su séquito, y no muy lejos de ella, estaba Zire junto a su madre, por lo que me escondí detrás de alguna de las formas de los monstruos que exhiben como armas de guerra para ensalzar el poderío de Nagi. Presioné la mano sobre la cazadora a la altura del pecho, sintiendo nada más que la coraza, como si esto fuera a frenar los latidos acelerados de mi corazón o mi angustia y confusión, las palabras de mi hermano, ¿son entonces verdad?
—Queridos amigos, contemplen la magnificencia del poder de los dioses en las manos de los hombres...— Escuché la voz de Nagi, por lo que estiré el cuello entre las columnas laterales para encontrarlo, y en efecto... de pie en el trono que una vez ocupó Taeki Kruger estaba ese desgraciado indigno, y a su lado, estaba ella... Mashiro. Ahora pienso que realmente mi corazón no puede soportar tanto dolor, está preciosa, pero lánguida.
La miré en el trono, con la corona lustrosa y la faz pálida, un precioso vestido blanco digno de la boda que nunca pudimos tener, casi desprovista de vida en tantas formas, entonces lo pensé... que Mashiro también estaba maldita, del mismo modo en que Nina lo estuvo alguna vez, pues su amor que era prohibido la hizo padecer pesares indeseables... mi querido Cisne lo fue de una forma diferente, pienso que la maldición realmente pareció silenciosa comparada con la de los otros miembros de su familia; ciertamente algunos de ellos vivieron con la carga del aspecto de monstruosas criaturas, pero para ella el maleficio resultó ser, su inusual belleza. Poseedora de una figura delicada con intensos ojos aguamarinos y cabellos de platinado brillo, que trajeron a su causa el merecido título del Cisne de Plata. Ser amada por dos hermanos que nos enfrentamos por ella, como una infausta manzana de la discordia, solo para perderla de todos modos... y por si esto fuera poco, ser la obsesión de un loco Conde Nagi de Artai, era suficiente mala suerte para varias vidas. La sonrisa del ahora esposo de mi querida Mashiro, me informaba cuán nefasta puede ser la fortuna cuando entre los pesares más hondos para una mujer, ella ha vivido unos cuantos a tan tierna edad.
Sentí el ardor en los ojos, y pegué la frente en la columna para darme fuerza, en lo que como dijo mi hermano, sería una empresa suicida. Tomé aire y pensé en las palabras exactas que usaré...
—¿No te parecen hermosas? Que criaturas incomprendidas son estas...— Oí una voz venir de atrás.
—Yo solo puedo ver monstruos nacidos de la oscuridad más profunda...— murmuré antes de darme vuelta y cruzar miradas con los ojos rojizos de la reina de Artai, Nana. —Majestad.— Añadí inclinando mi cabeza y reverenciándola como dicta el protocolo, dando un beso al envés expuesto por su elegante mano. Con este movimiento la hermosa capa degradada reveló el Dhalion en mi hombro y al levantar la mirada el arco de sus labios rojos se curvaron un poco.
Con la mano que becé, Nana removió sus cabellos cenizos complacida. —Príncipe de Remus, que placer es conocerlo finalmente. Las imperatorias han hablado maravillas de usted, y el rumor de su... prematuro deceso ha sido exagerado al parecer.— La mujer me sujetó del brazo, como si nos conociéramos de toda la vida y comenzó a deambular por el lugar arrastrándome sutilmente más y más cerca de los grandes señores de los reinos, lo cual fue incómodo pues no podría asegurar si ella es o no aliada de Nagi, en cualquier caso... fingir sería lo más prudente por ahora. —El temor a lo desconocido nos haría perder de vista las mortales armas que son estos seres, entonces estoy agradecida de entender que ahora nuestra amistad con Windbloom será perenne por cuanto nuestros lazos ahora son de sangre.
—Por su mortalidad es que soy cauto, excelentísima señora... no sabemos cuando nos ataquen en medio de la noche, casi como las pesadillas que los conforman. Son criaturas impredecibles con un origen desconocido, ¿no es así?
—Pienso exactamente lo mismo que tú, querido Baluarte de Zafiro.— Afirmó, para mi completa incredulidad. No hizo caso de mi faz y simplemente extendió la mano, lo cual hizo que al menos 5 sirvientes tendieran sus bandejas con bebidas, comida y toda clase de manjares conocidos. —Me parece que los rumores sobre tu secreto amor por la actual reina de Windbloom, nos alinean en lugares similares,— tendió una copa de vino en mi mano, la cual sujeté casi por reflejo al entender su insinuación.
—¿Ama usted a Nagi?— Eso sí que sería demasiado difícil de asimilar, aunque técnicamente el hombre no es exactamente feo.
—No,— Se rió divertida, cubriendo elegantemente sus labios con sus manos enguantadas. —Nagi es un primo lejano, los Dai fueron repudiados hace varias generaciones, por lo que las ambiciones de esta rama de Artai ha sido un dolor de cabeza para los Sekai.— Nana detuvo su andar y con su mano acarició la cabeza del tigris. —Pero como sabrás ese infinito vacío es un saco que nunca se llenará, porque esta roto...
—Su sed nunca se saciará...— Sabía que podría ser veneno, ya había tenido una mala noche por causa de uno. Pero contaba con la mirada de los monarcas de tantas naciones como testigos, así que brindé lo suficientemente fuerte para que los líquidos se mezclaran un poco y luego bebí del vino dulce por el que se caracterizaba una de las pocas zonas cálidas de Artai. Nana hizo lo mismo sin dejar de mirarme o relamer sus labios con la bebida, por lo que hablé pronto. —¿No temes que la siguiente cosa en su anhelo, sea la corona que le fue negada por el error de un predecesor?
—Ciertamente podría ir por Remus primero, querido príncipe...— Afirmó con melosa voz y una proximidad inquietante.
—Por la que tenga más apego, podría ser.— Sonreí de vuelta.
—Desde esa perspectiva, tú y yo podríamos ser grandes amigos, más que amigos si lo deseas.— musitó incluso más interesada y yo mantuve a raya mi bochorno, incluso cuando deslizó su mano por el que supuestamente sería mi pecho y se encontró la rigidez de la coraza debajo de la tela. —Te favoreceré en lo que intentes... príncipe, pero sé prudente.
—¿Qué hay de las Fendrak? ¿Serán un problema?— No tengo el tiempo ni el interés de conocer su postura, dicen que Altria es peor que un casanova o tiene ese problema desde que la emperatriz se embarazó y dejó atrás su compromiso, dejando en ridículo a Remulus. Pero también he oído que tiene una espada sagrada, que bien podría rivalizar con mi lanza del cielo.
—Al contrario,— afirmó sin un ápice de duda. —Su recelo ante la amenaza es el mismo que los de todas las naciones, pero nadie es tan tonto para dar el primer paso a la guerra.— dijo esto tremendamente bajo, casi impulsando su aliento tibio en mi lóbulo y lo sé, que nadie es tan idiota como yo.
Tragué saliva incómoda y la miré a los ojos soltando su agarre, pues ya habíamos llegado junto a los dignatarios de todas las naciones. —Sabré que es verdad cuando hagas que el nuevo rey recuerde a sus predecesores, al rey Vedden especialmente.
—Así será. Disfruta la velada, querido baluarte.— Afirmó depositando un beso en mi mejilla y apartándose así lo suficiente para ver sobre su hombro cierto rostro conocido con preciosos ojos violáceos. —Debo dejar a los amantes solos... — Se apartó de mí no sin antes guiñarme el ojo y en verdad pude imaginarla como una serpiente que obtiene lo que quiere, pero que sabe bien cuanto esta en riesgo su reinado con el nuevo poder de este humillado hijo de los Dai Artai.
Pude creer que el tiempo se detuvo cuando nuestras miradas se encontraron, y tal vez, las alas de mi esperanza continuaron elevándose con esmeros, al igual que mis latidos ascendieron. Pero me recordé que nada es lo que yo creí que era, porque realmente estoy sola en la cueva más oscura que he cruzado en mi vida, y los monstruos no me aterran tanto como su presencia bellamente ataviada.
—Arik...— Sus labios murmuraron mi nombre y yo tensé la mandíbula para mantenerme en una pieza.
—Princesa...— La miré llenándome de anhelo y recordando con amargura las circunstancias que nos envuelven. —El dorado luce precioso con su pálida tez y sus interesantes ojos... cristalinos— murmuré con el corazón roto, odiando que fuera incluso más cautivadora que ayer, cuando fingió despedirse con una pena que no sentía. —Entiendo ahora mi lugar ante tí,— incliné suavemente la cabeza, porque entonces tendría que empezar a fingir como todos los demás. —Pues nunca quisiste un igual, aún así... te sirvo como es mi promesa.
No me dijo una palabra, simplemente se acercó y estrechó mis mejillas entre las palmas de sus manos envueltas por la misma seda de la que fue hecho su vestido. —Confía en mí, como siempre lo hiciste...— enormes me parecieron sus ojos, tan inocentes y amorosos, juntó su frente con la mía y rozó mis labios casi fantasmagóricamente. Supe entonces que moriría feliz en sus labios, incluso si fuera una mentira, porque la anhelaba tanto y tan desesperadamente, porque necesito creer en ella como creo en los dioses.
Tragué saliva, sintiendo su exquisito perfume, pero nada eran las notas de vainilla comparadas con su propia esencia, la que probaron mis labios varias noches y que añoraban sentir una vez más. Aún así, no sentí menos miedo, porque podría romperme de una forma que no conocía, cuando ya pensé que me había acostumbrado al dolor. —Entonces mata este miedo o mis ilusiones, pero no me dejes vivir con la zozobra.
Su sonrisa nació en sus labios, temblorosa, tan esperanzada como yo lo estoy ante sus palabras. —Mi voluntad no es mía por ahora, tiene a mi madre en la mira,— habló con amargura y yo la miré preocupada. —Y tú... ¿que elegiste?— Dice las palabras en memoria de mi promesa.
...incluso si no soy yo a quien eliges…
Recordé su voz, nuestros instantes y se superponen al presente, la veo temblar con duda, como si hacer esa pregunta fuera mortífero de alguna forma y tanta dulzura me estremece.
—Te elegí a ti, pues creí en el dulce sueño que me ofreciste y en tu sonrisa cautivadora, tus ojos se robaron mi corazón.— Respondí como cada vez que nos vimos intensamente, con la verdad en los labios. —¿Y tú... a quien elegiste?— miré con temor en dirección del trono, el distraído Nagi tomaba vino y hablaba con una comitiva de Carteya, sin darse cuenta de mí.
Sus manos volvieron mi rostro en su dirección, su expresión contrariada por la pregunta. —Siempre a tí...— su mano estrechaba la solapa de mi cazadora. —Por eso desearía que no hubieras venido aquí hoy... porque él va a apresarte más tarde y estoy aterrada, así que vete antes de que te note,— me implora en un susurro.
Escuché el silbido de un ave entre las notas de la orquesta y el vals que algunas parejas bailaban, sonrío, porque sé que Ren lo logró y Kamui estará aquí con los otros, miró por la ventana las sombras de los soldados. Entonces solo se requiere el tiempo para que Shinzo haga su parte...
—Por hoy finge que me detestas y cree por un momento, que elegí a alguien más.— Comencé a decir mientras las copas se servían en las manos de los representantes y los dignatarios. —Vine a enfrentarlo, para robar de él todo lo que me pertenece... incluida tú.
—Arika, no... no hagas algo tan tonto.— me dice con reprobación mientras sus manos arrugan mi ropa justo antes de desprenderse, pero no se mueve más por miedo a llamar la atención y poner en riesgo a su madre, cuyos ojos en la distancia me miran con una mueca de pesar. La doncella Sward la sostiene lejos de mí y le agradezco con la mirada su gentil cuidado, veo en ella la determinación que espera paciente el momento preciso para actuar.
Me aparto de su lado y tomo una copa de una bandeja a medio camino del trono en el que el rey Nagi esta sentado con la esposa que robó de otro hombre. A su lado, irónicamente esta mi padre junto a la delegación de Carteya y su representante, Kanto... otro que se propuso para ser mi esposo. Rento sonríe, pues me mira sin distinguir inicialmente mi faz de la de su hijo predilecto, salvo por el Dhalion lustroso que me delata y pronto torna su expresión en descontento. —Nagi Dai Artai, nuevo rey de Windbloom, te presento mis mejores deseos y una copa, para celebrarte...— inclino mi cabeza ceremoniosamente, llamando la atención de los otros reyes.
Mashiro me mira con incredulidad, sus ojos en borroso delirio, y yo estoy tan asustada por ella y su bebé. ¿Cómo es siquiera válido este matrimonio? Querido cisne, ya pronto serás libre, por favor... vuelve a verme, necesito que estés despierta. —Te veo y te admiro aún más, reina mía...— Le dirijo la palabra a ella, esperando que esas aguamarinas estén cerca de mí y al menos por un instante me sonríe.
Esto solo enoja a Nagi, en un día tan especial para él. —Rento, mira a tu pequeño muchacho, intentando parecer civilizado. Estoy agradecido por tu interés, así que levanta tu copa y toma de ella si es que puedes, quizás con una bebida de leche estarías mejor.
Las risas de los delegados no se tardan en estallar en burla por mi juventud, pero no me intimidan, no sabiendo que ellos están más aterrados y son solo alfeñiques que se mueven acobardados por un tirano.
—Soy el menor de los hijos, igual que usted... majestad.— Las mujeres no cuentan, entre los Dai Artai, pero él es el menor de los hijos de su padre. —Tenemos cosas en común... ¿Le convido entonces un vaso igual?
—Arika...— La voz apagada de mi querida Mashiro se oye en un susurro y mi corazón se comprime al ver su angustia, pero yo solo puedo llenarme de más convicción al verla en tal estado deplorable.
—Hazte un favor y vete...— exige mi padre, sin preocuparse de esconder su desagrado. —Eres una niña solamente.
—Tienes razón, padre... soy solo una mujer.— Kanto se escandaliza al mirarme, pues mi reconocimiento le habla de quien soy y lo que pude ser de él alguna vez. Entonces no uso mi tono grave, hago uso de la voz natural que mi género me ha otorgado, tan cantarina como puedo. —¿Entonces porque él tiene temor de mí? Envíar a quien intentó asesinarme y fracasó, es una medida un tanto dramática para un hombre poderoso.— insinué y por ello los dignatarios de Carteya palidecieron al comprender las acciones menos honrosas de su nuevo aliado. —O es el afecto de la esposa que me pertenece, ¿lo que teme sea robado? yo ya la he tomado de cualquier modo...
Las miradas están puestas sobre nosotros, el desprecio que me dirigen es terrible y me recuerdo que las falacias que voy a pronunciar, tienen un fin más honroso, aunque eso significa que mi secreto ha sido revelado y no soy más un príncipe digno de Zire. Evito mirarla, con miedo a su desprecio.
—Yo jamás temería a una mujer, que es menos que nada...— Esto es suficiente para hacer que Nagi se levante de su trono y aunque cojea por una vieja herida, se mira orgulloso; a su espalda puedo ver a los 9 maestros Slave que me miran con sospecha, ya preparando su invocación por pura precaución. —Mientes criatura, Mashiro solo ha conocido a dos hombres en su vida... puedo dar fé. Y estoy seguro que tu hermano no era muy dotado,— se burla Nagi, apagando entre los presentes las dudas sobre la naturaleza tríbada de la Reina. Al final es la voz de uno contra el otro y por la forma en la que Mashiro esconde la mirada, me doy cuenta que... que en verdad voy a matarlo.
An'hel tenía razón, siento una estaca en el pecho, él ya la tomó para sí, y yo he llegado demasiado tarde. Mashiro, ¿alguna vez podrás perdonarme? Me trago la ira y la sed homicida, pues se que ni siquiera llegaré un metro más cerca de él... —Juguemos un juego, majestad. La apuesta podría ser interesante y animar un poco más las cosas.
—No tienes voz, no tienes voto en este lugar... falso príncipe.— Eleva poco a poco su voz, y pronto me juzga delante de todas las miradas. —¡Esta mujer ha suplantado a un varón de linaje prestante! No puede solicitar derechos que para las de su clase no existen. Ella ha engañado a la princesa De'Zire, ¿no es verdad alteza?
La mirada sangrienta llama a la obediencia a mi querida imperatoria, pero es solo una de mil que se posan sobre ella. La observé de la forma en la que quisiera poder susurrar que todo estará bien, que puede culparme de todo y nada pasará.
—Yo he sabido en todo momento que Arika es mujer...— Pero Zire dice aquello a sabiendas y se hincha mi corazón de amor por ella. —Yo lo he elegido así, se le dió voto, obtuvo voz...— Aclara con voz firme y los puños apretados, la barbilla recta... su confianza en mí, mientras me observa con aparente serenidad, como si no pusiera en riesgo a su madre. —Ella sigue siendo mi consorte, y mi esposa, entonces al hablarle, le estás hablando a la futura reina de la nación de Remus, una igual.
Un silencio mortuorio se forma en la sala... algunos desprecian a Zire por revelar tal verdad, pero ella permanece firme y Sarah, incluso alejada de ella por los esbirros de Nagi, la mira con orgullo.
Altria, la reina de Remulus y prima de Zire sonríe de soslayo. —Vamos rey Nagi,— dice jovialmente al perplejo hombre. —Que no te sorprenda, en Remus y Remulus estas cosas son de lo más frecuentes, mientras nazca un heredero del servicio de un harem masculino, naciones como Argos y Remus subsistirán a pesar de las excentricidades de sus gobernantes, y ¿no son los artenos los más libres en las formas amatorias? ¿o fui mal informada?
—Las costumbres Remulianas son conocidas...— afirmó Agnus, quien como yo, sabía de varios casos históricos, como los reyes Julian y Dión, dos varones que se unieron a una madre sustituta para tener progenie y usaron el canal de oro, para evitar el contacto directo con la mujer.
Pasada la incomodidad, ví mi oportunidad.
—Yo puedo darte un espectáculo digno de una boda, majestad...— casi escupí las palabras como un insulto al decir el título. —¿No es algo aburrida esta fiesta? Deja que enfrente a uno de tus maestros y veamos si son tan temibles como se ven, claro que si estás demasiado asustado de una simple mujer.— Levanté los hombros con desinterés, pero tono insidioso.
—¿Es así?— Oí la voz de Nana Sekai. —Primo querido, nos has mostrado estas maravillosas criaturas cuyo aspecto es temible, pero no las hemos visto en acción, y esta curiosa princesa quiere dar el ejemplo, complace su deseo suicida, pues como una sola nada puede hacer contra tus Slave. Demuestra tu valor, ya que ningún predecesor ha rechazado nunca un juego de Vedden en el día de sus nupcias, es solo otra forma de mostrar el orgullo del rey.
—¿Seguirás la tradición, majestad?— Preguntó Altria echando un poco más de leña al fuego y Shana a su lado asiente con aprobación. Mientras Kanto, el príncipe Agnus y las otras delegaciones guardaron un tenso silencio cada segundo después. El mutismo de Nagi hizo exactamente lo que yo deseaba, hacerlo parecer débil e indeciso.
—Y hasta un inculto conoce nuestras tradiciones mejor que nosotros, ¿te negarías querido rey?— preguntó con decepción la reina de los Sekai, antes de parecer dispuesta a marcharse del lugar por la mancha en el honor de la familia real artena.
—Si ella muere, serás responsable de esto Nana, tú consolarás a su viuda.— Nagi señala a su prima con molestia y delega la responsabilidad en su nombre. —¿Tanto deseas ver correr la sangre? ¿Ya no te bastan las representaciones sórdidas de tus juguetes personales? Esta es solo una joven mujer imprudente.
—En la novedad esta el placer, Nagi, tú lo dijiste en el pasado.— Afirmó sonriente la mujer cuyos ojos rojizos eran tan similares a los de él, una característica genética de los hijos de esas líneas de sangre.
—Bien princesa,— Nagi aceptó con cierta resignación y sospecha. —¿Que apostarás para que yo me interese y que querras a cambio?
—El puerto de Windgard,— digo de inmediato. —A cambio tendrás la lanza del cielo cuando sea derrotada.
—Un puerto entero a cambio de un arma... es una exageración...— intentó mediar Nagi.
—La única arma en esta tierra capaz de enfrentarlo, el tesoro de un dios, ¿es poca cosa?— susurré una verdad a medias, además de Neptuno que está en poder de Nina, o Natsuki por sí misma y aquellos que controlan su animus, podrán enfrentarlo. Incluso la espada de luz de Altria, pero podría ser solo un mito, ya que no veo ninguna funda en su vestido.
Parece ser suficiente, Nagi llamó a uno de sus maestros y susurró órdenes en su oído. A la par las personas se apartan y dejan un enorme espacio para que la singular pelea tenga principio, retiró las cintas del casco de batalla con la forma del Dhalion de mi hombro, usándolo esta vez en la cabeza y cubrí mi rostro con la máscara dorada. Aflojé el fajín de mi atuendo para deslizar sutilmente mi lanza y extraje el tesoro desde mi espalda, sostuve el arma en mis manos nuevamente y la extendí cuan larga es, revelando sus filos brillantes, mientras me aseguro de que el estilete siga escondido en mi espalda baja, firmemente amarrado.
Se refleja en el disgusto en los ojos de Nagi al entender que logré filtrar un arma tan peligrosa entre sus medidas de seguridad. Pero fue el objetivo de mostrarme tan pusilánime y discutir con la chica de la entrada lo que les hizo pasar de largo sobre un cateo más cuidadoso, cuando supusieron que la primera guardia me retiró todas las armas.
—Bien, inicien...— ordena Nagi parsimonioso y una invocación tiene lugar. Será un enfrentamiento de uno a uno, porque sé que el Dai Artai me subestimará por ser la mujer que soy y al menos en el primer duelo, intentará parecer firme.
A partir de aquel momento luché una y otra vez, apostando hasta el punto en el que Nagi pasó de la vergüenza a la ira y de la ira al rencor. Derroté a cada Slave con la información secreta que mi cuñada reveló, ciertamente no lo sabía todo de las criaturas y hubieron sorpresas que me pasaron factura, entre golpes, cortes y otras tantas, mi armadura tenía un par de magulladuras, en mi piel seguramente estaban floreciendo una serie de cardenales multicolor, y puede que algún daño más grave. Estaba francamente agotada, aquellos eran los mejores monstruos de su catálogo de criaturas y la mantícora, fue especialmente efectiva en hacerme daño.
El sudor corre por mi cuerpo, el dolor esta en mi mente, pero es un consuelo ver que Mashiro se encuentra más despierta, y presiona sus puños contra los descansa brazos de su trono. La he obligado a ver cosas terribles, por lo que sus ojos irritados y su nariz enrojecida delata el llanto silencioso que ha dejado escapar en algunos momentos. Zire, quizás me odie ahora mismo, pues parece una efigie callada junto a los otros señores de las naciones, aunque sus nudillos blancos dicen otro poco.
—Dime querido rey, qué te parece si subimos la apuesta un poco más...— La sonrisa se esconde en mis labios cubiertos por la máscara que, a mi suerte, tiene un recubrimiento que mantiene fresca la cara interna del metal.
Irritado y atrapado por la tradición del Vedden, Nagi sabe que no puede rechazarme una vez ha iniciado, pues tengo 5 oportunidades más. —¿Ahora qué anhelas?— Tensa la mandíbula. —Ya tienes toda la región de Windgard, ¿quieres la otra mitad suroriental del pais?
Dice, esperando que la tierra sea tan extensa hasta agotar mis intentos.
—Mi señor... si pierdes, me darás al primer hijo de tu esposa,— dije con la quinta apuesta en curso y supe que esta podría ser la ocasión en la que él mostrara su verdadera naturaleza. —Pero si me vences, tendrás de vuelta tu puerto, las regiones perdidas, y no solo te daré la lanza del cielo, yo te serviré con mi vida como el más leal de tus soldados. Ahora que puedes ver que tus maestros no son lo suficientemente fuertes para protegerte.
—Eso no pasará, pide otra cosa— Nagi negó, usando su derecho de retracto, el único que podría usar durante el Vedden, para vergüenza suya. Los dos sabíamos que no podría controlar eternamente a Mashiro, si su hijo fuese criado conmigo en Remus, era la forma en la que comenzaba a arruinar sus planes.
—Dudo que te agrade tanto criar al hijo de otro hombre.— Dije razonablemente y algunos de los dignatarios se rieron, ligeramente más confiados al ver que los Slave no eran invencibles y es que yo lo hacía parecer fácil por fuera. —Solo te privaría de una carga querido rey, podrás disfrutar de tus hijos con la reina después de eso...— guarde un silencio breve, de suspenso, entonces tomé una pose pensativa, y luego divertida. —Aunque se dice que eres un cañón sin balas, vemos que ella no parece tan satisfecha como afirmaste, y ya que es conocido como has tomado a tantas mujeres si traer descendencia previamente es posible que no puedan tener hijos después, así que comprendo porque no quieres dejarlo ir.— Levanté los hombros, mientras sus ojos me miraban con todo el desprecio que podía contener. —Acepto tu retracto, por lo que temiendo tanta desdicha en mi querida amiga, ahora te propongo apostar por la libertad de la reina, ¿porque no me la entregas finalmente?— Dije como si nada y con saña.
Deslicé las palabras mirando a Mashiro a los ojos, los cuales ya mostraban claridad, puede que un poco de anhelo en la imaginación de un camino más fácil. Un sueño imposible, porque él no la entregaría por propia voluntad, pero no me importaba, porque la puerta de salida esta abierta y yo voy a darle una oportunidad.
—Vienes a mi castillo a pedir a mi esposa y a mi hijo adoptivo, el día de nuestra boda. ¡Insultas a tu reina y a tu prometida!— Nagi perdió los estribos finalmente.
—Yo jamás insinué nada vulgar, majestad. El bebé es de mi propia sangre, y ella es...
—Alam. ¡Elimínala!— Gritó, aceptando tácitamente la última oferta.
Miré entonces a mi rival, Alam, un hombre alto y moreno se adelanta de entre sus otros compañeros, no más tarde mueve sus labios mudamente realizando la invocación al parecer con el pensamiento. El abismo se abre a nuestros pies, de este emerge un demonio de cadavéricas formas, la piel adherida a los huesos y agujeros de oscuridad en lugar de ojos, es como un muerto vivo, ardiendo en el infierno, en cuyos hombros picos de roca volcánica resaltan... el espanto llena los rostros de hombres y mujeres por igual, pero yo no puedo temer.
—¡Mátala!— ordena Nagi parsimonioso y un instante después, en las manos de piel rojiza, unas garfas de metal nacidas de la nada brillan como un metal rojo recién salido de la fragua, armas mortales que como cuchillas se abalanzan sobre mí.
Detengo el choque con la vara de mi lanza, por poco... para ser una calaca, es en realidad severamente fuerte y emana un calor que hace insoportable respirar junto a él. Es evidente que se alimenta del oxígeno a su alrededor, por lo que la proximidad es dolorosa para mí. La batalla avanza con el sonido de los metales en contacto, siendo una suerte que la longitud de mi arma lo mantenga a raya, casi se oye el sonido de una hoja caer en expectación de la contienda y los respiros de las gentes. El demonio llena la piel con músculo a medida que el tiempo avanza, me ataca a matar mientras yo busco un punto débil en su férrea defensa. La punta de mi lanza roza la piel y se siente como golpear una roca, chispas saltan al contacto, ahora los agujeros que eran sus ojos se han incendiado.
"El demonio de fuego de Alam, es más peligroso cuanto más tiempo luchas contra él. Por cada segundo de oxígeno que absorbe, gana tamaño y poder, se requiere una tremenda fuerza de voluntad para poder limitarlo y por ello su maestro Slave hizo un voto de silencio. Aunque no lo parezca, toda su piel es acorazada, su punto débil es la única zona blanda de su cuerpo, lo son sus fauces, sin embargo, la que es una debilidad tiene un truco peligroso." Entiendo cuánto sentido tienen las palabras de An'hel, este monstruo me asesinaría incluso con la guardia alta.
Golpeé su cabeza con tal fuerza que el sonido espantó a unos cuantos, pero el efecto rebota con la vibración de la vara y siento dolor por sostenerla, es entonces que rojo, como decidí llamarlo, me embiste arrojándome encima de una de las mesas. La misma estaba llena de jarras de agua y de otras de vino, el sonido de cristales rotos es más escandaloso, aunque mis ropas se han mojado por completo. El gritillo de Zire a quien Sward y un par de los sujetos de Nagi mantienen fuera del altercado me trae de vuelta, Mashiro no parece menos agobiada, pero no encuentra su voz... No puedo rendirme, necesito derrotar al menos a uno más de sus maestros, es indispensable que ella se recupere y si es a base de emociones fuertes, lo haré.
Unos extraños cuernos asoman en el cráneo de rojo, y la flama ardiente se incrementa con cada milímetro que aquella extensión emerge, su carne se regenera y su cuerpo se torna musculoso, hasta que el demonio ha sido renovado, y no quedaron ni las marcas de mis cortes en él.
—Bien... es claro quienes resultaron vencedores,— Nagi intenta dar por terminada la apuesta, ya recuperando todo lo perdido y su honor.
—¿Acaso dije que terminó?— Me apresuré a ponerme de pie. —Si solo hemos estado jugando para que ese monstruo alcance su máximo poder. Solo así sabrás lo que yo puedo hacer...— Grité a pesar del sabor metálico en los labios.
Sin esperar otra palabra, tomé la iniciativa en el ataque golpeando cada punto por el que se abre una brecha minúscula entre los lances de sus garras, así las chispas vuelan. Rojo extiende sus enormes brazos intentando atraparme y evado su abrazo mortal, lanza un zarpazo y me quité del camino girando el cuerpo como si bailara. Ahora solo tengo que evadir, con una mano sostengo mi lanza y con la otra presioné los broches de la capa, liberando la tela azurita que sostengo con la zurda, mientras punteo con la diestra para distraerlo.
Rojo intenta embestirme de nueva cuenta, pero esta vez me quitó de su trayectoria en el último instante, dejé caer mi capa sobre su cabeza y sus hombreras volcánicas me rozaron rasgando mi cazadora. Por lo que me alegro de haberme puesto la coraza...
El demonio cegado por mi ardid, se apresura a retirar el velo, pero entre el agua, el vino y puede que algún almíbar, sumado a sus cuernos que han funcionado como perchero, solo logra desgarrar las partes con sus filos ardientes sin retirarla por completo. Exasperado como era de esperarse, abre su boca y un chorro de fuego emerge de sus profundidades consumiendo los hilos, lo que no se esperaban es que el filo de la punta de mi lanza se introduce a pesar del fuego, pues el agua me provee brevemente de la protección suficiente.
Rojo gime en agonía mientras la lanza del cielo destroza su cráneo desde adentro y emerge por la nuca. Alam cae al suelo padeciendo lo que podría ser una falla cardiaca antes de extinguirse en brillos verdosos hacia el cielo. El fuego sobre los atuendos de mi torso se desvanece, pero me obliga a retirar la cazadora, cuya tela es ya inservible.
Vista la coraza, quedan mis brazos desnudos y algo manchados de hollín a la vista de todos, por suerte aún cuento con los guantes y los brazaletes para protegerme las manos. Se por la mirada de todos que están más que sorprendidos de que no haya muerto, incluso mi padre me mira con genuina admiración. Los aplausos no tardaron en ser escuchados, pues incluso Nana Sekai me miró con aprobación, y puede que otra cosa bastante difícil de describir.
—Tu esposa es mía ahora, y si me pertenece, el reino que viene con su noble cuna, también es mío.— Le digo, sabiendo que bajo las leyes de los reyes, ha perdido en este juego. —Reina de Windbloom, por mi voluntad eres libre...— Sonreí, porque no se trató nunca de ser dueña suya, yo quiero que Mashiro sea libre finalmente y pueda escoger su camino a la felicidad.
—¿Crees que me has vencido? Tonta niña... ¡Mashiro es mía! ¡Me importa nada la vieja ley!— su rostro, descompuesto de una forma horrorosa me hace ver que grado de locura ha llevado a esta obsesión. —¡Jamás podrás derrotar a mi ejército!
Los maestros traen a la vida a los terroríficos seres, la voz de llamada a los custodios se oye, parece que las cosas van a complicarse, y es en ese momento que las Fendrak y todos los dignatarios en la sala comprenden el peligro real que representa. Me sorprendo de notar que hay más personas armadas, las mujeres hicieron bien en traer las armas bajo las faldas y por ello sonrío cuando los guardias de los otros reyes empuñan los filos, puede que más cortos pero no menos mortíferos. Veo las marcas en las hojas, símbolos arcanos, y al parecer no fuimos los únicos en creer en los orphans y las viejas historias. Admiro a Altria, quien desvela un tatuaje dorado en su brazo derecho justo debajo de su precioso vestido azul, y de él invoca la mítica arma legendaria, la espada emerge con el pulso perfecto de su inconmensurable control del animus, uno capaz de materializar un mandoble realmente impresionante con luz propia.
Los hombres leales a mi escuadrón irrumpen desde las ventanas, asesinando a algunos guardias y maestros, mucho antes de que puedan invocar nada. Veo entre los rostros conocidos el de Kamui, que sonríe bastante contento de verme todavía en una pieza; han venido a mi rescate, incluso Ren y An'hel volvieron armados, ella con su propio Slave, una manticora de piel rojiza con el rostro de un hombre, cuerpo de león y la cola de un dragón, realmente era cierto lo de su letalidad.
La lucha tiene principio y ya no soy la única batallando, es la hora, estos son los verdaderos reyes que requiere el mañana...
Espero que los dioses puedan perdonarme y que Shinzo ya haya salido de ese sitio. —Entonces serás un señor sin castillo...— de mis labios brota un silbido, una respuesta que se replica en las bocas de los hombres leales a la corona de Windbloom y que darán su vida por esta causa, las melodías resuenan a lo largo del inmenso laberinto, pues es la hora de hacer uso del último recurso del rey Senka.
Los dignatarios miran extrañados en todas direcciones, sin entender el correr de los acontecimientos... Finalmente la tierra tiembla con el sonido de un trueno, cuando las placas se desplazan, las explosiones que como una secuencia de dominos estremece cada columna es la respuesta. El sonido del caos y la muerte en los salones contiguos se escucha a medida que los cimientos se hunden en el abismo y con ello los techos caen sobre los infaustos, sin dar la oportunidad a salvar la vida. Solo el salón generis se mantiene en pie con nosotros a salvo, aunque encerrados con el enemigo.
Altria y la guardia le hacen frente a las otras criaturas, la reina de Remulus protege a su hermana quien pese al embarazo no es menos peligrosa, Shana usa el animus para materializar filos en el aire y tal parece que los remulianos conducen su poder con tatuajes misticos. busco con la mirada a Zire y esta se debate peligrosamente con el captor de su madre ante la distracción que he provisto, pero el maldito infame la golpea en el proceso, sin embargo Sward es quien degüella al hombre como una asesina profesional. Le agradezco con la mirada...
—¡Si matan a los maestros, los Slave desaparecerán!— Grité para animar a los temerosos custodios del príncipe Agnus y del 'honorable' Kanto, mientras me enfrentaba una especie de Naga, un reptil semihumano, cabeza afilada, brazos ponzoñosos y una cresta entre los hombros y la cabeza, además de una enorme cola escamada debajo de la cintura.
Hubo intercambio de ataques y fue tremendamente difícil evadir sus colmillos llenos de veneno, incluso sus ojos desprendían alguna clase de magnetismo, por lo que evité mirarlos para mantenerme con vida mientras interponía mi lanza entre él y sus escamas supurantes. Vi por el rabillo del ojo, como Nagi se apresuraba a escapar del lugar con Mashiro, halando de su mano hasta lastimarla cuando esta se esforzaba por permanecer dentro del salón y todavía a mi alcance. Vi no más lejos a un hombre tembloroso, este tenía para la tarea a un Slave alado, así que esperaba huir con ella a algún paradero desconocido...
Ni de broma iba a permitirlo, empujé con toda mi fuerza al Naga, moviendo el filo de la lanza tan rápido como para decapitarlo, la cabeza cayó al suelo mientras el torso aún latente se estremecía vivo a pesar del desmembramiento, por lo que con un salto apenas pude evadir la retracción de su peligrosa cola, un segundo antes de que se evaporara en destellos verdes. Libre de la alimaña, tomé por la empuñadura el estilete de entre la funda en mi cintura, midiendo la distancia para no hacerle daño a Mashiro.
Entonces sentí los pasos de la muerte sobre mi tumba y miré lo inevitable ocurrir, las púas negras viniendo por mí. ¿En qué momento llamó a su quimera?
Nina me explicó que el animus es la fuente de todas las cosas y alimenta la esencia de lo que somos; usado en nosotros mismos, revela nuestro verdadero ser... y yo soy, veloz... Fue el instinto lo que me permitió desplazarme entre las púas mortales que cortaron el aire tan cerca de mí. Estallé mi animus y extendí el brazo con el arma que lancé como un suspiro al aire. Vi la trayectoria afectada por las circunstancias de aquel ataque traicionero y caí de pie sintiendo entonces una fatiga letal.
—Fallaste... querida— Dijo aquel desgraciado, con la sonrisa victoriosa en los labios, pues la daga apenas y rozó el hélix de su oreja, sin embargo, no necesitaba más que eso, el contacto con su sangre, con su carne.
El dolor me informó que no corrí con tanta suerte, ¿por qué no lo ví?
Ya conocía el precio de mis acciones, cuando baje la mirada y vi el material negro de la pua clavada en mi costado, ya con el veneno de la quimera corriendo por mis venas. —Yo... no estaría tan segura...— susurré. —No era yo...— Tosí la sangre de mis heridas, casi sin aire. —No era yo quien iba a vengarse...
Nagi me miró sin entender, pero no le dió importancia... ya satisfecho con su victoria, entonces dió la última orden. No escuché más que gritos sin poder mover mi cuerpo, vi el gruñido de Altria cuya espada luminosa atendía a unos cuantos enemigos, incluso Agnus y Kanto estaban pálidos detrás de sus escoltas, a mi hermano, a Mashiro... incluso mi padre, demasiado lejos para ayudarme.
De los muchos sonidos, se grabó en mi alma el grito de Zire a quien observé forcejear contra su guardiana, la contemplé por la que sabía sería la última vez y me quedé atrapada en el momento, amando a mi hermosa Imperatoria Saphir Purpura, siempre cautivada por sus ojos, una perfecta descripción de su título. Pensé que si un zafiro de tal color existiera, sería el perfecto regalo de bodas, el principio de la historia que no pudimos tener. Lo sentí entonces, el impacto final de la criatura cuya cola afilada y envenenada me atravesó por la espalda, vi el filo puntiagudo que destrozó la coraza del Dhalion que fue el obsequio de Zire, la cual estreché con mi mano.
Sentía el deleite del arteno, quién celebraba cómo la vida se me escapaba a través de los ríos de sangre que brotaban entre mis dedos. Mis extremidades perdieron la fuerza, me sostenía de pie la letal extremidad del Slave que aún me empalaba, así que cuando la quimera retrajo su cola fuera de mi cuerpo, mantuve los dedos cerrados e inmóviles sobre el arma sagrada y desgarré mi garganta con un grito de dolor ahogado que ni siquiera expresó una mínima parte de la agonía que sentí. Caí de rodillas y mantuve mi torso erguido, sujetando con mi mano derecha la lanza del cielo que se clavó en el suelo.
Yo gané...
Contemplé cuando la daga que Nagi omitió desinteresadamente fue usada por la mano delicada de una reina para apuñalarlo por la espalda; sin que la fuerza acudiera a él para defenderse, pues use su propio veneno contra él... Le sonreí a Mashiro, cuando vi su rostro sobre el hombro del arteno, y disfruté la forma en que giró el filo en las entrañas de aquel mezquino y despreciable, pues esta jamás fue mi venganza, debió ser siempre la de los Kruger que perecieron por él.
Mi querido cisne le privó raudamente del collar y la quimera que corrió contra ella se detuvo mucho antes de poder lastimarla, el sello brilló nuevamente ahora con una nueva propietaria a su cargo. Mashiro se mantuvo de pie, soberbia y magnífica a pesar de la sangre que manchaba sus vestiduras nupciales, ella era el bello cisne de plata ante quien todos los maestros Slave en pie se inclinaron para mostrar obediencia, pues en la mano del bello cisne sus destinos ahora aguardaban.
Estaban a salvo, finalmente.
El peso de mi rostro me llevó hacia adelante, sin embargo fui recibida por el gentil pecho de una mujer, cuyo abrazo me envolvió, levanté la mirada ya sin fuerza, para ver a la llorosa persona que era Zire, así que le sonreí con todo el amor que sentía por ella... a la par que mi cuerpo se tornaba inmaterial en un centenar de estelas de brillos dorados tan infinitos como el cielo, cuya luz roja se extinguió junto a la luna escarlata que fue superada.
— Abrió sus ojos azules y ya se encontraban en una de las salas de la ciudadela de la Luna, pues así de inmenso era el castillo de Tsukuyomi.
Comprendió que su existencia tan humana como fue, acabó en el momento en el que los filos de la quimera atravesaron su espalda y perforaron tan cerca de su corazón, sostuvo su pecho con profundo dolor, tratando de recuperar el aire ante el vívido recuerdo. Comprendió unos instantes más tarde, que su cuerpo estaba en perfecto estado pero no era exactamente el que recordaba, era más alta, tal vez mayor y si sabía algo de sí misma, estaba segura que nunca en la vida había usado ropas como esas, porque sabía que tela así no existía en ninguno de los reinos que visitó alguna vez.
A pesar de su confusión, se mantuvo en una clase de silencio bastante contrario a su personalidad más frecuente, tan solo la cautela de entender sus circunstancias la llamaban a dejar a un lado los ímpetus. Miró a la mujer a su lado, alguien que tal vez experimentó lo mismo que ella pues despertó bastante exaltada y guardaba la misma reserva, necesitaba un momento a solas con ella para confirmar sus ideas. Así que se movió con la corriente y obedeció en todo a la reina del sol.
Arribaron a un lugar cristalino en muchas formas, las estructuras dignas de un sueño eran brillantes, las columnas hechas con alguna clase de arena que literalmente brillaba con la presencia de Amaterasu, de la que si entendía bien las cosas, era la gobernante de todo el reino celestial, la luz de los días de todos, tanto de los dioses como de la humanidad. Lo más inverosímil de todo radicaba en que si la deidad no usó alguna clase de simbolismo, y las llamó niñas del modo en que los padres lo hacen con sus hijos... ¿Entonces ella era su madre? Sentía esa afinidad y afecto en alguna parte de su ser. Sin embargo, en su memoria no había gozado del placer de ser la hija de ninguna madre que la amara o que viviera para amarla, salvo por... Shinzo y Sarah, pero aquello fue demasiado breve para poder disfrutarlo.
—Shura...— Amaterasu llamó a la joven del agua, pero esta no se sintió aludida por el nombre, así que la deidad dió un paso atrás. —Niñas,— Las llamó y las dos la miraron con un poco de temor, lo cual solo hizo sentir peor a la madre. —Su hermana, Ceret, pronto reestablecerá sus recuerdos y con ellos esta confusión que sienten se desvanecerá.
Las dos asintieron, sin hacer tanto caso, estaban realmente sumergidas en su propio mundo.
—Así que por favor... sean un poco más pacientes y aguarden por mí unos momentos más.— Dicho esto, la reina de los cielos se marchó siendo escoltada por el comandante de la guardia personal del señor de la luna, mientras las demás custodias mantenían sus rodillas en el suelo ante las dos hijas de la espada.
La de ojos azurita se sintió un poco incómoda al respecto. —Des... descansen.— Susurró sin saber si era correcto, pero fue suficiente para que las mujeres se pusieran de pie y se apostaran junto a la puerta del lugar casi como estatuas.
El silencio reinó nuevamente, aunque los pasos de la otra mujer en la sala tintineaban, era la clase de persona cuya hermosura exultara a la contemplación perenne, pero Arika no podía apartar la mirada por razones diferentes; desde la postura hasta la inquietud que no quería abandonar a la joven, sus cambiantes ojos que por momentos se estancaron en el color fuego y el rojizo de la lava de un volcán, y expresiones que... traían la memoria de alguien especial.
Las dos mujeres contemplaban maravillas imposibles en el mundo de los hombres, desde las esculturas hechas de onírico que sostenían un precioso espejo en el que como un bello sueño de arena nacían formas doradas con la imagen del más tierno anhelo. Arika se acercó a uno de los espejos, y en él se formó un precioso Dhalion surcando los cielos y luego la forma de una mujer, una chica preciosa con una sonrisa gentil que acomoda su cabello tímidamente mientras le miraba con ternura, con apenas una sábana cubriendo su desnudez. La castaña se sonrojó, no quería compartir la vista de Zire siendo tan genuina y se apartó para que el artilugio no revelara más.
Cuan taciturna se mostraba la otra joven era un indicio para Arika, no sabía su nombre, pero entendió igualmente que Amaterasu refirió alguna clase de hermandad entre las dos, era una locura... aquello tenía que ser un sueño, se repetía en la mente como un mantra, quizas aún estaba envenenada en alguno de los pasadizos junto a Shinzo y todo lo demás lo soñó, incluida la parte turbia del sexo entre su hermano y la doncella...
Pero la realidad volvió con la suave voz de la otra muchacha al otro lado del salón. —No lo entiendo, recuerdo que cuando salté al lago de los Orphan el dolor fue tan vívido, me laceré el ojo izquierdo contra el hielo... pero aquí esta,— susurró muy quedo, cerró el párpado y lo acarició con sus dedos, consciente del dolor ahora como un recuerdo. —Esta en perfecto estado. Incluso cuando lo siguiente que recuerdo fue la tremenda explosión de las perlas negras y mi cuerpo elevándose suficientes metros, estoy segura de que he muerto. Pero este cuerpo, no se siente como la muerte...— Se quejaba consigo misma, intentando entender sus circunstancias y en un tono imposible de escuchar, que Arika igualmente pudo oír.
—Vaya, esa si que es una muerte legendaria.— La castaña sonrió desde el otro lado del gran salón dando suaves pasos.
—¿Cómo es que pudiste oirme? Apenas y salió de mis labios...— La pelinegra frunció el ceño de una peculiar forma que consternó a la deidad del aire.
—No lo sé, el viento murmura cosas...— Dijo suavemente, desviando la mirada y muy consciente de la imposibilidad de oír algo a tal distancia, sin embargo lo escuchó con claridad. —La gran diosa, nos llamó niñas, así que somos...
—¿Hermanas?— Cuestionó la joven del agua con el ceño fruncido, tan molesta con la idea de que esta extraña persona fuera tan cercana, que los líquidos de las jarras dispuestas para los invitados se hicieron ingrávidos y se deslizaron por el aire muy cerca de su señora.
—Dime que no sientes esta extraña conexión...— insistió la de mirar azul.
La joven fulguró en verde tono su iris, frunció el ceño pero terminó por asentir. Así que Arika decidió usar otra estrategia, porque la persona que ella conoce jamás suelta una prenda de su confianza sin antes recibirla primero.
—Yo fuí asesinada por Nagi Dai Artai en la sala generis, frente al trono de Windbloom— sonrió, —nada tan glamuroso como una explosión, pero... te prometo que me dolió.— Señaló a la altura de su pecho en que un tejido de seda de la bruma desvelaba un seno femenino más desarrollado, uno que la pelinegra evitó mirar por básico respeto. —Aun así, te aseguro que no me arrepiento, porque al final el veneno hizo el trabajo y ellas están a salvo.
—Te entiendo, sacrificarse por la existencia de aquellos a los que amas y proteges ha sido también mi camino— La joven de cabellos negros con este brillo azulino sonrió, lo cual volvió las aguas a su estado sereno, dentro de los vasos y las fuentes, y todo lo que es. —Así que dime, ¿quién eres?
—Cuando vivía, solía ser Arika Sayers.
La diosa del agua palideció, luego se acercó y posó una mano en el hombro de la otra. —Arika... yo... yo soy Nina.
—Has muerto...— murmuró con incredulidad la castaña, con una sensación extraña en el pecho, pues su querida amiga estaba muerta, pero de todos modos estaba frente a ella con otro aspecto, ¿Nina sentiría lo mismo sobre ella? ¿Una desconocida conocida?
—Tu igual...— Advirtió Nina con una mirada avergonzada.
—Las chicas van a matarnos cuando lo sepan.— Dijo Arika, con un escalofrío recorriendo su espalda y es que en realidad, era imposible morir dos veces, pero así de peligrosas pueden ser las amantes enojadas.
—¿Hablas de Mashiro?— No quería ni imaginar lo que estaba sintiendo Erstin, Nina se distrajo pensando en las cosas.
—No, hablo de mi prometida... pero creo que Mashiro igual me odia en este momento.— Arika se cruzó de brazos en pose pensativa. —Las cosas se han complicado un poco...
Nina asintió, hasta el instante en que su mente procesó las circunstancias, y literalmente sacudió a Arika por los hombros. —¿Espera? ¿Te vas a casar? ¡¿Y no es con Mashiro?!— No daba crédito a lo que escuchaba, sus ojos sorprendidos cambiaban de colores como sus emociones y confusiones.
—Eso no es posible, no lo fue desde el día de sus nupcias con mi hermano, Nina.— Suspiró largamente, muchas cosas habían pasado desde la última vez que se vieron.
—Arika, entiendo que sería desagradable en muchos aspectos, ¿pero no te parece que es exagerado?
—Ella esta embarazada, de mi hermano. Ellos consumaron su matrimonio como lo establecía su contrato nupcial para proveer un heredero al trono de Windbloom y así fue, vaya que son fértiles.
La pelinegra de cambiantes iris abrió los labios y los cerró, sin encontrar palabras de consuelo o de felicitación. —Entonces, miraste en otra dirección... ¿Quién es la afortunada?
—Bien... se llama De'Zire...— Arika habló, esta vez con una sonrisa, lo cual alivió mucho a la deidad del agua.
¿Pero estaba hablando de 'esa' De'Zire? —Solo conozco una De'Zire, ya sabes... princesa de una nación vecina, heredera al trono indiscutida, rubia, alta, bella, de ojos violáceos, la que ha rechazado al menos una centena de pretendientes y de la que los rumores afirmaban que era asexuada.
—Si, la misma...
—Vaya, tú sí que no pierdes el tiempo.— La morena sonrió con una mueca pícara.
—¡Nina!— Le dió un pequeño golpe en el hombro, con la camaradería que solo entre ambas compartían, de algún modo costaba creer que fueran hermanas en otro plano, pero al mismo tiempo se sentía la mejor cosa posible.
Las sonrisas se desvanecieron después de un suave silencio, ambas conocían el genuino deseo de las dos. —No sé si hay un camino a casa... estamos pérdidas en tierras desconocidas, pero es nuestro deber volver con ellas.
Nina asintió. —Necesitamos información, saber dónde estamos y con suerte encontrar el camino, por ahora conservemos un bajo perfil.
—Te llamas Shura, sería bueno que te sintieras aludida por tu nombre en este lugar, yo soy Elfir.
—¿Cómo lo sabes?
—Del mismo modo que te comunicas con el agua, es instinto, puedo oír cosas en el aire, susurros del viento y esas mujeres podrán parecer estatuas, pero hablan entre ellas.— Se acercó al oído de su querida amiga. —Al parecer estamos en el templo de la Luna; eres la deidad del agua y no pueden dejar de mirarte, aunque imagino que es en parte por tus atuendos… se ven como hilos de agua,— a Arika le encantaba ese efecto, porque técnicamente jamás podría mojarse y pensó que si el elemento de Nina era el agua, era lo más lógico, aún así resultó ser visualmente hermoso, pero más translúcido.
—¿Qué tiene mi ropa?— La taciturna joven contempló su falda la cual cubría hasta sus muslos, y los velos cerúleos que nacen entre su cinturón y su parte trasera, las que se cruzan cerca de sus caderas por delante, tenía el vientre expuesto y la adecuada cobertura en el pecho, además de las piezas de la armadura, de una vieja guerra olvidada. —No hay nada impropio aquí.
—Tendré que protegerte, este mundo es demasiado rudo para tí— decía con sapiencia, sonriendo un poco por la inocencia de su amiga. —Temo que cierta dama me reproche si tu virtud es robada.
—Enloqueciste y no es...— ¿verdad? Gruñó al ver en los espejos, notando finalmente que la tela dependiendo del ángulo y la luz era translúcida, fue una suerte que las prendas interiores fueran blancas. —Esa ya la tomó esa dama. Así que no hay riesgos al respecto.— Dijo tan roja como es posible. —Erstin es a quien pertenezco, Elfir del aire...— Murmuró dramática y ceremoniosamente.
—¿Entonces debutamos al mismo tiempo?
—¿Qué dices?— Nina podría haberse tropezado con la nada, por la pura impresión.
Una de las guardianas se aclaró la garganta, para hacer notar que estaban en el mismo lugar y tal vez tenían acceso a la conversación, algunas más que desencantadas y envidiando a la tal Erstin, de la que la hija de la espada hablaba con tanto afecto. Pero no fue esta la única razón de la interrupción, el destello de la luz de Amaterasu reveló su llegada junto con la presencia de otra joven y no menos agraciada mujer. Ceret vió a las hermanas con una sonrisa en los labios, sabía que Derha estaría feliz de verlas una vez recordasen sus vidas.
—Saludos, Shura, Elfir... pequeñas hermanas— murmuró con amabilidad. —Permitan que libere sus memorias y traiga el olvido a sus pesarosas vidas mortales, para que continúen con el glorioso propósito de su existencia.
—¡No!— gritaron a coro la castaña y la pelinegra, por lo que Ceret y Amaterasu las miraron con extrañeza.
—Quiero decir...— se aclaró la garganta Nina. —No quisiéramos olvidar nuestra vida mortal, en eso coincidimos Elfir y yo,— señaló a la castaña que se escondía un poco detrás del velo de agua de su hermana, como si Ceret pudiera arrojar polvos mágicos capaces de tan desastrosa circunstancia.
—Pero hijas, sufrirán...— Murmuró Amaterasu preocupada, sus ojos dorados llenos de tristeza, pues había vigilado lo suficiente a sus vástagos para saber que sus lazos en el mundo mortal eran tremendamente fuertes.
—Madre...— Elfir se adelantó un poco y se aferró a las ropas de Amaterasu, con una expresión que la diosa solar no sabía cómo rechazar. —Te suplico, no permitas que llegue el olvido.
Entonces la mujer que les dió la vida, suspiró antes de explicar. —Hijas mías. Cualquiera que sea la idea en sus mentes, deben entender que los dioses no pueden habitar entre los humanos, pues sus cuerpos radiantes son demasiado para ese plano. Nuestras manifestaciones en ese mundo, son básicas proyecciones, una minúscula parte de nuestro poder para no alterar el orden de las cosas. Deben entender que las personas que conocieron, pronto entrarán en el ciclo de la vida y de la muerte, y su recuerdo será una terrible carga en sus corazones. La vida humana es breve en la longevidad de la vida de un dios, y esta decisión sería desastrosa para ustedes.
—No hay nada que quiera olvidar acerca de conocer a Erstin.
—Pienso lo mismo, no quiero olvidar a mis personas favoritas, ni a la hermana que estuvo a mi lado en los momentos más difíciles.— Arika le sonrió a Nina y apoyó la mano en su hombro.
—¿Es... su decisión?— Amaterasu sopesó, sin embargo la manifestación del poder de la pelirroja se hizo presente y las miradas esperanzadas de las hijas de espada, se tornaron en expresiones vacías un instante después de que sus iris brillaran con un fulgor dorado.
—¿Qué les hiciste?— Preguntó la madre, al ver a sus hijas en una clase de estado vegetativo, estando incluso de pie.
—Olvidaron,— murmuró la de ojos azules con tono bajo.
—Ceret— Reprochó la diosa del Sol, incrementando la temperatura en el lugar con el solo tono de advertencia que empleó.
—No permitiré que mis hermanas sufran por el crimen de Kiyoku, sus esencias se mantuvieron con vida en un lugar que es considerado indigno de los dioses.— La pelirroja justificó con seriedad. —Las vidas humanas están en el olvido una vez llegan a este plano, fue la ley que los grandes gobernantes establecieron, y nadie puede no obedecer. Deberías ser la primera en entenderlo, es tu ley, madre.
—Concedo que tienes razón, todos acataremos la ley, solo te recuerdo hija mía, que no debes olvidar tu posición, para cuestionarme ya tengo a Susano-o y a... Tsukuyomi...— Algo en la voz de la señora del reino celestial hizo temer a Ceret, así que no perdió el tiempo en traer de vuelta a las alegres chicas que conocía.
Se acercó a sus hermanas y posó sus dedos en la frente de cada una de las diosas, retornando a ellas los recuerdos de la vida que fue hasta el último instante, cuando entregaron los tesoros a Mikoto para vencer a Kiyoku en el pasado.
Minutos más tarde, las dos diosas abrieron los ojos, solo para encontrarse con el rostro adorado de la diosa del sol. —¡Madre!— Shura y Elfir abrazaron a Amaterasu, pues en su mente la posibilidad de no volver a verla era una sensación muy real. —¿Has sabido lo que hizo Kiyoku? ¿Están todos bien? Nuestro hermano quiere destruir el ciclo de la vida...
—Tranquilas mis niñas... su hermano no pudo lograr su empresa. No obstante, las cosas no son tan festivas como quisiéramos en la actualidad.
La diosa solar besó las frentes de las dos chicas con amor, y luego le ordenó a Ceret, relatar la historia intermedia a las otras dos deidades, por lo que su idea de regresar de inmediato con su esposa Derha fue desechada prontamente. El tercer pilar ocupó un par de espejos cristalinos para mostrarle a las más jóvenes los acontecimientos más importantes, pues como historiadora del reino celestial, llevaba registro de todas las cosas valiosas.
No mucho más tarde, la indignación de Shura y Elfir creció al conocer las circunstancias posteriores, como la actual ubicación de Mikoto en la prisión de los reflejos del dios de la Luna. Las dos pensaron que Mikoto debería ser tratada con veneración y agradecimiento, incluso por sus padres y el señor Tsukuyomi, pero ahora pasaba las horas esperando el momento de la venganza por la extinción de los hijos de la magatama.
