NOTA DE LA AUTORA: Estimados lectores, ¿qué tal? Saludandolos de nuevo con una actualización de esta rosada historia en la cual hoy tendremos un episodio relativamente corto, pero no se preocupen, les tengo una sorpresa para estos días, y tendrán actualizaciones rápidas por ser fin de año ;) Ya saben, nunca faltan estos pequeños regalos de Navidad.
Así que para no aturdirlos más con lo que se viene, vamos ya al capítulo.
Nuevamente y como en cada episodio agradezco muchísimo a mi Beta Reader, mi querida GeishaPax, que siempre está atenta y disponible para ayudarme con esta historia y también con mis dilemas de vida. Te quiero mucho hermana.
RESPUESTA A REVIEWS:
josmardata36: ¡Hola! Muchas gracias por tus comentarios y que bueno que te animas a escribir un review, a veces mucha gente lee (me incluyo) y no dejamos reviews por timidez o no sí, espero que ese no haya sido tu caso, pero ya que estamos en contacto, ¡bienvenido! ¿Qué te digo? Meryl es genial y no podía dejar de aparecer en este fic, junto con Rachel McAdams y ¿why not? También Dante de DMC. En fin, la idea de tu fic no suena tan mal, deberías intentarlo, todos empezamos por algo, y creeme la práctica hace al maestro. :) ¡Te mando saludos y mil gracias por tus comentarios!
Belleredfield: Querida, que gusto volver a leerte y me alegro en demasía que te haya gustado el capítulo. Como te prometí en el episodio 12 tendrás tu cameo y tu participación está lista. ;) ¡Disfruta mucho la actualización!
manu: ¡Hey! No te desanimes por lo de la cuenta de FF, muchos de nosotros iniciamos escribiendo relatos cortos en una libreta, en mi caso, empecé a escribir desde el 2012 pero no me animé a publicar nada hasta el 2014, ya sabes, no es un paso fácil pero para comenzar algo, tienes que creer en ello. No hay presión, hazlo cuando estés listo. Del remake de re2, ya estoy esperando la fecha de estreno para poder comprarlo, es un juego que en verdad espero con ansias. Con respecto a DMC en este momento estoy jugando otra saga de videojuegos, así que tal vez, terminando lo que empecé, siga con los juegos de Dante. Espero y disfrutes la actualización.
GeishaPax: Hermana, estabas vetada de esta trivia por obvias razones. En fin, ya falta poco para ese sueño de verano y esa celebración que no la tiene ni Obama. :3 Te quiero mil, ¡gracias por la ayuda hermana!
PikachuFan18: ¡Hola! Por supuesto que me gustan los reviews, siempre es un aliento para los autores conocer la opinión de nuestras historias, y que sean de su agrado es un plus, muchas gracias por eso. Efectivamente, empieza a haber una cierta atracción entre nuestros protas, pero ya veremos qué pasa ;) Espero que te guste la actualización.
Lexugim Greyrat: ¡Hola! Gracias por tu review y como había comentado la intención de esta historia es ser una parodia telenovelesca y de serie cómica de Netflix sobre la nada cotidiana vida de nuestros personajes y de cómo sobreviven a ella. ;) Me alegro que te haya gustado el episodio, y espero que disfrutes la actualización.
"ACCIDENTALLY IN LAW"
Por Light of Moon 12
CAPÍTULO 9: DUDAS
Se encontraba ordenando su ropa en los cajones del enorme mueble que estaba dentro de su vestidor. Esta era una tarea que la servidumbre estaba encargada de realizar, pero odiaba que otras personas hicieran cosas por ella. Al estar haciendo absolutamente nada en la enorme mansión se sentía tremendamente inútil. Y por ello gustaba de hacer estas tareas sencillas por la mañana, antes de que los empleados llegaran a arreglar su habitación.
Mientras doblaba su pijama, encontró en un costado del buró la corbata de Leon, que había estado con ella la noche anterior, puntual a su costumbre desde el día en que habían llegado a Canadá.
Tomó el pedazo de tela y sonrió. Era la misma corbata que había usado el día de la sesión fotográfica para Visages donde anunciarían formalmente su compromiso y boda. Ese día después del beso que habían compartido, Leon se había portado muy cariñoso el resto del día ante la presencia de los medios y después la había invitado a cenar en un restaurante francés ubicado en el corazón de Vancouver. La había hecho sentir tan especial, como no había sucedido en mucho tiempo. Y desde los últimos días, él había estado más atento, más acercado, claro, en la medida de sus posibilidades, ya que la empresa le consumía gran parte de su tiempo. Le gustaba tanto compartir momentos con él, que por un instante se olvidó que todo era una farsa.
Este último pensamiento le borró la sonrisa del rostro y la bajó de su nube de un solo golpe.
"Esto es sólo una pantalla. No es real." Se repitió a sí misma, tratando de despejar de su memoria esos gratos pensamientos.
Era una lástima que todo fuera un invento porque lo más seguro era que Leon hiciera todo esto para que ella pasara una buena estancia en Canadá y porque en cierta forma, se lo debía. Realmente era frustrante no poder disfrutar al máximo esos días lindos, porque no eran verdaderos.
Consideraba oportuno recordarse constantemente que todo aquello era un show montado, ya que estaba jugando con fuego. Toda la vida, ella y el ex Policía habían sido buenos amigos como para que su perspectiva respecto a él cambiara con el trato constante. Sabía perfectamente que para el agente había pocas cosas importantes en su vida y el forjar una relación estable no formaba parte de su lista de prioridades. El riesgo de enamorarse de él y no ser correspondida era bastante alto, ya que los límites estaban establecidos desde el principio; en un año terminaría todo y volverían a ser tan amigos como siempre, y si ella cometía la torpeza de dejar de verlo como eso, echaría por la borda todos los lazos que habían forjado con los años.
—Aceptaste un juego peligroso, Claire. —Murmuró para sí misma mientras colocaba la corbata junto a su blusas.
De repente, escuchó que alguien tocaba a su puerta. Salió del vestidor para abrir.
—Hola Ginna. —Saludó a ver allí a la empleada que se encargaba del arreglo de sus cosas personales y recámara.
—Buenos días, señorita Claire. —Contestó la mujer regordeta. —La señora Meryl pide que esté lista en media hora porque irán con el modista para ordenar el diseño de su vestido de novia y demás detalles de la boda.
Claire miró su reloj, eran las 8:30 a.m., más valía que se diera prisa, este sería un día largo.
—Ok, avísale que en media hora estaré en el salón.
—Muy bien, con permiso. —Dijo retirándose para darle el recado a la dueña de la casa.
En cuanto cerró la puerta, la pelirroja corrió a toda prisa hacia la regadera y pidió que le subieran a la habitación un par de galletas de avena y un vaso de leche. Tenía poco tiempo y no lo iba a desaprovechar.
Estaba en el comedor bebiendo una taza de café y mirando una revista de moda cuando alguien se sentó frente a ella.
Al sentir una presencia ajena mirándola, levantó la vista a través de sus lentes caros.
—Meryl, tenemos que hablar.
Cerró la revista de un manotazo y cruzó una pierna por encima de la otra para enseguida colocar su mano en el mentón en una postura sofisticada.
—¿De qué quieres hablar, Stacy?
La más joven suspiró y se reclinó en su asiento.
—Me siento profundamente traicionada y herida. —Expresó con tono de melodrama. —Cancelé mi viaje anual para esquiar en Aspen, es el primer año que quedó mal ante las Hampton desde que se inició la tradición. Tuve que ir a Saks a poner cara de tonta para intentar cambiar el guardarropa de nieve porque ya no iba a necesitarlo, y me descontaron el veinte por ciento de mi compra por concepto de multa. Gasté más de veinte mil dólares en atuendos para mi estancia en tu casa, a pesar de que aún no me recuperaba al cien por ciento de mi operación de nariz. ¿Y todo para qué? ¿Para qué? —Se detuvo unos segundos para sacar de su bolso una publicación impresa que enseguida le mostró a la mujer mayor. —Para que otra mujer termine siendo la portada de Visages, y la futura señora Kennedy ante todo el mundo. —Terminó quejándose amargamente, mostrando un ejemplar de esta semana de la revista Visages, donde en la portada aparecía una fotografía de Leon abrazando a Claire Redfield por la cintura mientras ella descansaba su mano derecha en el pecho de este, a la vez que se miraban de manera amorosa.
La matriarca de los Kennedy observó la revista donde su hijo y futura nuera aparecían en la portada bajo el encabezado de; "La boda más esperada de Vancouver ya es oficial, el Imperio Kennedy tiene nuevos monarcas."
La despechada mujer guardó de nuevo el ejemplar en su bolso y se cruzó de brazos.
—Me prometiste que el lugar de la señora Kennedy sería mío. —Reprochó.
—¿Y qué quieres que yo haga? —Respondió con indiferencia. —Leon ya no es un niño y creo que sabes bastante bien que no es un hombre que se deje manipular.
—¡No puedo creer que permitas que alguien de tan poca clase entre en tu familia!
Meryl ignoró los reproches, no tenía humor de cháchara. En ese momento, Ginna apareció en escena.
—La señorita Claire Redfield estará con usted en la hora indicada. El chofer ya tiene listo el auto para ir donde el modista Jan Tumak. —Informó la mucama.
—Excelente, Ginna. Muchas gracias. Puedes retirarte.
—¿¡Qué!? —Replicó incrédula la hija de los Watson. —¡Meryl, cómo puedes hacer esto! ¡Encima la vas a llevar con el modista más exclusivo de vestidos de novia del continente! —Reclamó con molestia. —¡Definitivamente, esto no tiene nombre!
La escasa paciencia de la señora Kennedy se había ido por la borda gracias a esos caprichosos reproches.
Se enderezó en su sitio y recargó la cabeza hacia a un lado, señal de que la elegante mujer ya se había cabreado, para enseguida darle una de esas intimidantes miradas a la chica más joven.
—¿Y qué pretendes que haga, Stacy? ¿Que me ponga en contra de mi hijo para que abandone la Presidencia? ¿Que haga quedar mal a su prometida para que el nombre de nuestra familia esté en boca de todos? —Interrogó con voz tranquila, pero no por ello menos estricta. —Déjame decirte una cosa, por más que no esté de acuerdo con la elección de Leon, no voy a tirar por la borda el nombre de mi familia para darte gusto. —Sentenció. —Es cierto, yo te prometí que ese lugar de la señora Kennedy sería tuyo, qué más hubiera querido yo, pero mi hijo dispuso otra cosa. Además, linda. —Pronunció bajando la voz y acercándose más a la chica. —Tuviste mucho tiempo para asegurarte ese puesto de esposa y no vi que hicieras el mínimo intento por pretender reconquistar a Leon. Si por algo prefirió a Claire, debe ser por algo, ¿no lo crees?
La joven de apellido Watson se quedó helada ante la llamada de atención de Meryl, pero eso no iba a quedarse así.
—Escucha Meryl, yo…
—Buenos días.
El sonido de la voz de una tercera persona, las sacó de su breve discusión.
—Perdón, no sabía que estaban ocupadas. —Se disculpó la pelirroja Redfield al notar que su suegra y la invitada de la familia mantenían una conversación que parecía privada.
—No te preocupes, Claire. Stacy ya terminó de hablar. —Respondió directamente y se levantó. —Sube al auto, el chofer ya nos está esperando.
La recién llegada obedeció y la madre tomó su bolso para seguir detrás de ella.
El trayecto de la residencia a la casa de modas fue de lo más incómodo y por tanto de los más largos de toda su vida. Meryl no pronunció una sola palabra en todo el camino y ni siquiera volteó a mirarla, lo cual llenaba de tensión a la pelirroja, que no sabía qué hacer para romper el hielo con la madre de Leon, aunque no estuviera segura que romper el hielo fuera la mejor opción. Decidió tratar de concentrarse en la música clásica de la cabina delantera y en mirar por la ventanilla el paisaje que ofrecía la ciudad.
En cuanto llegaron al lugar, el chofer aparcó la camioneta y se apresuró a abrirle la puerta a ambas mujeres. No cabía duda que la capacidad de sorprenderse nunca se le agotaría mientras siguiera conviviendo con esa familia. Se trataba de un inmueble de dos pisos hecho de cristal en casi su totalidad, donde la mayoría de las paredes frontales eran aparadores donde vestidos hermosos y exclusivos eran la carta de presentación del lugar, junto con unas letras enormes que rezaban "Tumak" en caligrafía elegante.
Claire siguió a su futura suegra y caminaron por las ostentosas paredes de mármol hasta llegar a una especie de cubículo donde un varón ya los esperaba.
Un sujeto de aspecto libanés, con peinado moderno y traje pulcro se dio media vuelta para recibir a las invitadas de honor.
—¡Meryl! ¿Cómo has estado? —Dijo saludando a la mayor.
—Excelente Jan. ¿Y tú? —Respondió dándole un educado beso en la mejilla. —Quiero presentarte a alguien.
El varón de ojos oscuros y una de las mujeres más influyentes de Vancouver voltearon a mirar a la más joven.
—Te presento a mi futura nuera, Claire Redfield.
El afamado modista se acercó para darle la mano y un beso suave en la mejilla.
—Jan Tumak, para servirte.
—Claire Redfield, es un placer.
—Así que te casas. —Habló esbozando una sonrisa. —Vaya, así que tú eres quien atrapó finalmente a Joey Kennedy.
Claire enarcó una ceja y la matriarca se adelantó a contestar.
—No, Jan, te estás confundiendo. Claire es la prometida de mi hijo mayor, Leon.
—Oh, lo siento. ¡Qué torpe! —Expresó apenado. —Ya recordé la revista de Visages, apenas le di una ojeada pero no me detuve a leer, pero promete ser la boda del año. Pero en fin, para lograr ese objetivo, están en el lugar indicado. —Repuso e indicó con una mano. —Síganme.
Caminando por un pasillo que estaba decorado de fotografías tamaño real en cuadros finos, dibujaban los trabajos del hombre de la moda en donde podían admirarse los más exquisitos vestidos para todo tipo de ocasión, mostrados por bellas modelos que a juego con el vestuario, daban la impresión de ser una excelsa obra de arte.
—¿Son de tu último trabajo? —Comentó la mayor refiriéndose a un vestido largo que simulaba ser una orquídea, modelado por una mujer que lucía guantes verdes hasta los codos, un sombrero con aplicaciones delicadas y otros accesorios lindos.
—Así es, son del desfile de París. Fue todo un éxito.
La pelirroja aún no terminaba de observar todas las fotografías cuando Jan se detuvo e indicó que habían llegado. Una habitación enorme, con aspecto de vestidor se pintó ante sus ojos. Sin problemas, podría montarse una pasarela allí, ya que contaba con todo lo necesario; desde luces, hasta escenario.
—Y bien, linda. —Habló refiriéndose a la activista. —¿Qué es lo que deseas? Tengo todos los vestidos que cualquier mujer podría soñar y más.
Realmente, en todo este tiempo no se había detenido a pensar en qué tipo de modelo deseaba para que fuera su vestido de novia. Todo estaba sucediendo tan rápido y era tan espontáneo que no tenía tiempo para siquiera imaginar algo. Así que sin nada en mente, decidió seguir su intuición.
—En realidad, me gustaría algo muy sencillo, ya sabes, me gustan los atuendos discretos.
—¿Discretos? —Replicó el sujeto eminencia de la moda.
—Sí, no mucha tela, sin tantas aplicaciones, no muy ostentoso…
Jan escuchaba con atención las demandas de Claire, cuando en ese momento, la madre de Leon intervino.
—Jan, querido, ¿me permites un segundo con mi nuera?
—Claro.
Tomando con firmeza a Claire la apartó educadamente a unos pasos donde no pudieran escucharla y le preguntó;
—¿Qué crees que estás haciendo?
—Pidiendo mi vestido de novia. —Respondió con ingenuidad, estando totalmente contrariada por la actitud hosca de la madre de su prometido.
—Oh… ¿tú crees que sólo se trata de pedir un vestido de novia? —Replicó enarcando una ceja.
El rostro de confusión de la pelirroja le demostró a Meryl que su nuera no estaba entendiendo nada de lo que ella estaba tratando de decirle. Así que tenía que ser más clara.
—Quizás para tí sólo sea un vestido de novia, que te implique verte linda para salir bien en las fotografías que guardarás en algún álbum familiar que terminará empolvándose sobre la chimenea, como cualquier otra mujer común. Como cualquier otra boda común. Pero tú, querida, hay algo que creo no has terminado de entender. Desde que aceptaste casarte con mi hijo, dejaste tu vida y tu posición de mujer común. —Espetó. —Ahora, formarás parte de la prestigiosa familia Kennedy, dueños de un apellido y prestigio respetable. Ahora no eres sólo Claire Redfield, la que has sido desde que naciste, ahora eres la futura señora Kennedy, la próxima matriarca de esta familia y la que será la madre de los descendientes que lleven nuestro apellido. Cómo verás, ya no eres una mujer común que va a casarse, sino que es la familia Kennedy que tendrá una boda espectacular observada y por tanto, llevada a juicio por todos.
La pelirroja se mordió el labio inferior ante las fuertes afirmaciones de su suegra que continuó:
—Así que hazme un favor, y tómate en serio el papel de pertenecer a nuestra familia.
Diciendo esto, volvieron nuevamente a donde el diseñador que ya las estaba esperando.
—Jan, queremos una de tus nuevas creaciones. La boda va a ser el evento que acapare todas las revistas y escaparates de Vancouver durante varias semanas, y creemos que sería un parteaguas de tu nueva colección. —Mencionó la orgullosa dama.
—Meryl, creí que nunca me lo pedirías. Tengo justo lo que necesitan. Cariño, ven conmigo.
Y llamando a la pelirroja la llevó a uno de los vestidores con dos de sus asistentes, mientras él, sacaba de uno de los armarios lo que parecía ser un exclusivo vestido de novia.
Estaba en su oficina recibiendo los últimos documentos que lo acreditarían como próximo presidente de Chambery Inc. cuando de repente, Irma, asistente de su padre y próximamente su asistente personal, entró a su oficina cargado un sobre amarillo en las manos.
—¿Más correspondencia? —Dijo Leon al mirar a la longeva fémina cargando algo entre sus manos.
—Esta es personal, señor Kennedy. Es de parte de Visages.
Entregándole el sobre de papel manila, la secretaria se retiró y el rubio abrió con cuidado el envoltorio para sacar de allí un ejemplar de la revista de variedades en las que aparecía en la portada junto con Claire.
Al mirar las fotos, sonrió de lado. Esa sesión fotográfica le traía buenos recuerdos, especialmente aquella donde compartía un beso con la pelirroja. Definitivamente había disfrutado ese momento. Se llevó una mano a los labios, recordando el sabor cereza que había quedado grabado en su mente.
Maldición. Cada vez se sentía más atraído por ella.
Su cara, su voz, su olor… Cada vez era más y más insoportable, era como una abeja atraída por una flor. Ni en sus mejores tiempos, se había sentido tan inevitablemente cautivado por una chica.
Y de todas las mujeres del mundo tenía que ser, irónicamente, de la que había sido hasta entonces, su mejor amiga.
Enamorarse no estaba en el contrato, pero esto parecía más complicado que huir de las hermanitas bellas con sus motosierras.
Se llevó una mano a la cabeza; estaba perdido, y esta vez no tenía un plan para escapar. O, quizás no quería escapar.
Al releer la revista, por una de las líneas recordó que faltaba una semana para la fiesta de compromiso y dos semanas para la boda.
Suspiró. Realmente estaba nervioso, no sabía cómo iba a terminar esto, aunque supuso que todas las parejas sentían nervios antes de la boda. ¿O no era así?
Seguiría improvisando, después…
—Después seré oficialmente un hombre casado…
Sentada en una de las bancas de cantera, cerca de la enorme fuente central, miraba los tulipanes perfectamente cuidados que adornaban el hermoso jardín y repasaba mentalmente su jornada del día; prácticamente ya habían elegido todo su arreglo de novia, también el banquete y las flores, sólo quedaban algunos detalles. Ya todo había sido escogido, mejor dicho, Meryl ya había decidido todo.
Meryl, la dama de sociedad que no necesitaba alzar la voz para intimidar. Era una mujer muy difícil.
Aunque en teoría, la novia escogía todo lo relativo a su enlace matrimonial, en esta ocasión, la madre de su prometido había tomado la batuta y orquestado toda la fiesta. La menor Redfield se había dejado llevar y traer por la matriarca Kennedy, y a pesar de ello, no era ese detalle lo que la mantenía inquieta, sino la actitud hosca de su futura suegra. En el camino no había dicho ni una sola palabra y sólo le hablaba para consultarle lo necesario en presencia de los proveedores y dueños de las más exclusivas tiendas de novia de la ciudad, pero de ahí en fuera, la señora Kennedy era una tumba.
"Bueno, todas las relaciones suegra-nuera son difíciles, supongo." Decía mentalmente para consolarse a sí misma, pero sabía perfectamente que encajar en la familia de Leon, iba a ser una odisea. Incluso más difícil que sobrevivir a Raccoon.
Trató de olvidarse del tema y empezó a hojear un ejemplar de Visages, observando a detalle las fotos de Leon y ella. Nunca se había imaginado a sí misma casándose y menos con su mejor amigo. Y peor aún, que su compromiso y boda causaran tanto revuelo en un país extranjero.
En esas estaba cuando de repente escuchó su teléfono móvil, vibrando dentro del bolsillo de su chaqueta. Miró el remitente en la pantalla y contestó.
—¿Hola?
—Claire...
—Chris, hermano. ¡Qué gusto oírte! —Saludó contenta la menor Redfield.
—También me da mucho gusto oírte, pequeña. ¿Cómo estás? ¿Te ha gustado Canadá? ¿Qué tal te trata el imbécil de Leon? ¿Aún no necesitas que vaya a patearle el trasero?
Soltó una risita baja. Tantas preguntas, y con cada una comprobaba que Chris seguía siendo el mismo.
—Estoy bien, Canadá es fría, Leon me trata bien y creo que aún no es necesario que vengas a patearle el trasero. —Contestó divertida.
—Bien, me da gusto oír eso.
—¿Cómo está Sheva? ¿Los niños están bien? ¿Qué dicen los demás?
—Todos estamos bien, echándote de menos. Sobretodo Keith y Chris. —Señaló el padre de familia.
—También los extraño a todos, en especial a los chicos. —Susurró con cierto aire de nostalgia.
—Sabes, —mencionó para cambiar el tema —tengo aquí justo en mis manos un ejemplar de una revista de moda o no sé de qué diablos sea, pero sales en la portada.
—¡Dios! ¿¡Conseguiste un ejemplar de Visages?!
—Yo no lo hice, Carlos vio tu foto y la de Leon en redes sociales, Jill le pidió que consiguiera la revista y ella la trajo personalmente hoy mismo a mi oficina. Un poco pomposa tu boda ¿eh?
Ella se sonrojó.
—¿Crees que es demasiado?
—No. Es perfecto para ti, mereces lo mejor.
Diablos, en verdad extrañaba mucho a su hermano mayor.
—Anoche llegaron por correo las invitaciones a tu fiesta de compromiso y boda junto con boletos de avión y hospedaje en un buen hotel de Vancouver.
—Sí, Leon se aseguró de que todos estuvieran cómodos en su estancia aquí.
—Los chicos están fascinados, de hecho Barry y Jill están aquí ahora mismo y quieren saludarte.
Y poniendo el teléfono en altavoz, Claire empezó a escuchar voces que reían y hablaban al mismo tiempo.
—Claire ¿cómo estás? ¿estás emocionada por tu boda? ¡Va a ser espectacular! ¡Gracias por invitarnos! —Parloteó Valentine emocionada.
—¿Habrá licor caro? —Preguntó Barry Burton con sorna.
—Estoy más emocionada por verlos que por la fiesta. —Afirmó la pelirroja.
—Hey, esa no es la actitud de una mujer que está a punto de casarse. —Mencionó el padre de Moira en su tono bonachón.
—Vamos Barry, está nerviosa. —Dijo la ex S.T.A.R.S.
—Nervios de novia. —Afirmó la motociclista. —Supongo que es normal.
—Perfectamente, siempre ha sido muy tímida desde niña. —Agregó Chris en tono paternal para luego despedirse. —No te quitamos más tiempo, pequeña. Que sigas muy feliz planeando los últimos detalles de tu boda, y nos veremos en una semana.
—Claro, cuídense mucho, estaré ansiosa por verlos y Chris…
—¿Qué sucede?
—Te quiero, hermano.
El Capitán sonrió con la misma calidez con la que sonríe un padre a sus hijos.
—Yo a ti más, pequeña.
Claire terminó la llamada y guardó el móvil. Extrañaba demasiado a su familia y ahora se sentía demasiado sola.
Al otro extremo del jardín, Joey Kennedy observaba la escena, donde casi podría jurar que si estuviera más cerca, afirmaría que su cuñada estaba llorando.
Sabía de antemano que no era correcto fraternizar más de la cuenta con la prometida de su hermano, pero ahora que la miraba vulnerable, no podía alejarse.
—¿Qué sucede?
La menor Redfield se sobresaltó al escuchar la voz del segundo hijo de los Kennedy a sus espaldas y rápidamente se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.
—No sucede nada, estoy bien.
—Nadie llora así por estar bien, a menos que estés cortando cebollas y no veo ninguna cebolla por aquí.
El comentario bobo del castaño la hizo reír, y él se sentó a su lado.
—No es nada, sólo que extraño demasiado a mi familia, en especial a mi hermano. —Confesó finalmente.
—Entiendo, debes sentirte muy sola aquí.
—Es que... Chris y yo nunca nos habíamos separado.
El abogado la miró fijamente. ¿Qué tenía esa mujer que incluso en su estado más indefenso le parecía tremendamente adorable?
"Claire, eres el fruto prohibido" Pensó Joey mientras suspiraba.
Entonces se le ocurrió una idea.
—Oye, ¿quieres ir a tomar un café? —Invitó.
Ella enarcó una ceja confundida.
—Conozco una cafetería muy agradable, no muy lejos de aquí. No me malinterpretes, sólo será un café.
La pelirroja se mordió el labio inferior y miró la pantalla de su teléfono celular; aún faltaba un buen rato para que Leon regresara de trabajar y tenía dos opciones; quedarse sola, aburrida y tristeando en su habitación o en la terraza, o, pasar un rato en la compañía de Joey.
La segunda opción, le resultó agradable.
—Está bien, vamos.
El segundo hijo de los Kennedy esbozó una sonrisa brillante y le tendió una mano para ayudarla a levantarse.
—Mi auto está por allá.
Caminaron en silencio hacia el lujoso Ferrari, al cual la activista no pudo evitar darle una hojeada.
—Wow, tu coche es muy bonito. —Felicitó a la vez que el abogado le abría la puerta del copiloto.
—Gracias, es sólo un pequeño lujo.
Subiendo al asiento del conductor, Joey encendió el auto y lo puso en marcha hacia la carretera, en menos de lo que canta un gallo, estarían disfrutando su café.
Había olvidado la última vez en que había reído tanto. Joey Kennedy era encantador.
—Y espera, no te he contado más. —Añadió el castaño. —Ese día además de haber convencido a todo el grupo de no asistir a la clase de la bruja inglesa, le agregué vodka a el agua de frutas que nos servirían en la cafetería. Fui el héroe del Instituto durante todo el semestre. Papá estuvo a nada de enviarme a la academia militar.
Claire contenía las lágrimas pero las carcajadas no. Las peripecias del segundo hijo de la familia Kennedy durante su estancia en Preparatoria eran de lo más divertidas y no podía parar de reír.
—Cielos, eras todo un personaje.
—Lo sé, mi madre nunca entendió la responsabilidad que llevaba en los hombros al ser la celebridad del Instituto. —Mencionó con fingida lamentación.
—Eres incorregible. —Comentó entre carcajadas.
—Gracias. Se hace lo que se puede.
Claire negó con la cabeza en medio de risas y le dio un sorbo a su café. Sin duda el hombre de leyes tenía razón, era el mejor café de moka que había probado en su vida, y el lugar era por demás agradable, ya que además de ser un sitio para pasar un buen rato charlando, también contaba con una zona apartada para leer, ya que tenía una extensa librería.
—Joey tenías razón, este lugar es increíble. —Expresó maravillada, viendo todos los colores y lo espacioso del establecimiento.
—Conozco mejores, sólo es cuestión de organizarnos y puedo darte un tour por todo Canadá.
—Sería fabuloso, pero creo que aún debo ocupar mis tardes en afinar los últimos detalles de la boda.
Al menor Kennedy se le cortó la sonrisa, aunque lo supo disimular. La estaba pasando tan bien con Claire Redfield que por un momento había olvidado el mínimo detalle que era una mujer comprometida, que su boda sería en cuestión de días y peor aún, que se convertiría en la esposa de su hermano.
—Oh, es cierto. —Afirmó a la vez que le dio un trago a su capuccino. — ¿Cómo vas con eso?
—Creo que bien, tu madre me acompañó a ver vestidos de novia y ya elegí uno.
—¿Lo elegiste o mi madre te lo eligió? —Espetó con astucia el varón.
La pelirroja se encogió de hombros.
—Lo supuse. —Concluyó enseguida ante el silencio de la ojiazul. —Claire, sé perfectamente que mi madre es una persona difícil, estricta y controladora, pero no te dejes llevar por eso, es tu boda y es tu día especial, la que debe de decidir todo a su gusto eres tú.
—No te preocupes, Joey. No me molesta. —Dijo tratando de disminuir el asunto.
Alzó las cejas sorprendido.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, tu madre tiene buen gusto y no me molesta que ella se haga cargo de todo lo relativo a la fiesta y sus pormenores.
Él le agregó un poco de canela molida su café y añadió;
—Pues, eres la primera mujer que conozco que no le molesta que su suegra decida sobre su enlace matrimonial. Pero bueno, ¿cómo te sientes al respecto? ¿Estás contenta? ¿Nerviosa?
La motociclista se tomó un momento para responder.
—Un poco de todo, en realidad, no sé cómo sentirme. Ahora estoy tranquila, pero supongo que seré un manojo de nervios el día que me ponga el vestido de novia. —Respondió de manera rápida, buscando evadir el tema.
Pero eso no fue suficiente para el intuitivo hombre de leyes.
—Ya veo, pero dime más. ¿Qué hay del viaje de bodas? ¿Ya pensaron en algún destino? Quizás Paris, Inglaterra, o las Islas Maldivas… ¿Qué opina Leon?
Maldición. No había tocado ese tema con Leon y Joey era un hombre demasiado intuitivo. Y peor aún, a ella no se le daba bien el asunto de mentir.
—Pues, no hemos hablado sobre eso.
El abogado casi escupe el trago de café.
—¿Cómo que no han hablado de eso? Claire, ¡por Dios! se casan en dos semanas y ¿no han hablado nada de la luna de miel? —Replicó incrédulo.
—Pues no, últimamente Leon ha estado muy ocupado y supongo que lo estará más cuando asuma la Presidencia de la empresa. —Respondió encogiéndose de hombros.
Se quedó totalmente serio. No creía que fuera posible que su hermano se desentendiera tanto de su boda y de su futura esposa por culpa del trabajo y como agravante, que a ella pareciera no importarle. Si no fuera porque trataba de ser imparcial a toda costa, creería por un segundo que las acusaciones de su hermana Julia con respecto a la boda de Leon no eran tan descabelladas.
Claire se dio cuenta de inmediato que tal vez su cuñado estaba sospechando algo extraño y de manera rápida miró el reloj que descansaba sobre el mostrador principal del negocio.
—¡Dios! Mira la hora, seguramente Leon está en casa desde hace un rato y me está esperando para cenar. —Mencionó realmente sorprendida de que el tiempo se haya pasado tan rápido. —Creo que debemos volver a casa.
—Sí, claro. Ya pido la cuenta.
Dejando tres billetes de alta denominación, Joey pagó el consumo y condujo de regreso el Ferrari hasta su casa.
Al llegar a la residencia, se despidió de la pelirroja y subió a su habitación, no sin que antes ella le agradeciera el café y la buena compañía de esa tarde.
Estando en la enorme mansión, la menor Redfield se encaminó hacia el despacho principal y tocó la puerta dos veces, a lo cual, recibió un "adelante" como respuesta.
—Me dijeron que estabas aquí. —Anunció ella al mirar a su prometido revisando algunos documentos que descansaban en el escritorio.
—Llegué hace rato y decidí revisar algunos documentos de las ventas del año pasado. —Respondió el rubio con amabilidad y tomó una silla para colocarla a su lado para invitarla a sentarse.
En cuanto se acercó, Leon la recibió dándole un cálido beso en la frente.
—¿Tienes hambre?
—¿Tú? —Preguntó la pelirroja recargándose en el hombro del ex policía.
—En realidad salí a comer muy tarde y no tengo mucha hambre que digamos, por eso decidí esperarte en caso de que quisieras comer.
—No tengo mucho apetito. Fui a tomar un café.
—¿En serio? ¿A dónde fuiste? —Le preguntó mientras continuaba revisando un par de papeles.
—Fui a una cafetería que no está muy lejos de aquí, se llama "Rayuela". Fui con Joey.
Esto último llamó la atención del agente que soltó los informes de ventas casi en automático.
—¿Con Joey?
—Sí, él me invitó. Estaba sola en el jardín cuando me sugirió ir por un café a ese lugar. No tenía nada qué hacer y acepté. —Explicó con toda la naturalidad.
—Ya veo. ¿Qué más hiciste en el día?
La pelirroja Redfield comenzó a parlotear sobre la odisea que fue elegir un vestido de novia y los demás arreglos en compañía de su madre. A pesar de fingir estar escuchando el relato de su prometida y hacer una que otra pregunta ocasional, el mayor de los hermanos Kennedy no se quitaba de la cabeza la salida que había tenido la activista con su hermano. Sabía que Joey era un casanova, un mujeriego, y todos los demás calificativos que se le pudieran agregar, pero no perdía de vista que era su hermano y que no se atrevería a robarle a su prometida. ¿O sí?
Últimamente pasaba mucho tiempo con ella, tenía atenciones, demasiado encantador para su gusto, y ese pensamiento no dejaba de inquietarle. ¿Joey se habría fijado en Claire? No, simplemente era una tontería. Aunque Claire era bella, agradable, y tuviera los atributos suficientes para volver loco a cualquier hombre sabía que su hermano no sería capaz. O al menos trataba de convencerse de ello.
—¿Te parece si salimos a cenar? —Propuso el policía retirado a la mujer que tenía a su lado.
—Creí que no tenías mucha hambre. —Expresó ella con cierta confusión.
—De repente me ha dado mucho apetito. —Excusó. —Además, hace un tiempo que no salimos juntos.
A la Redfield le tomó por sorpresa la repentina decisión de su viejo compañero, sin embargo, hacía tanto tiempo que no tenían una salida a cenar como en lo viejos tiempos que aceptó de buena gana y sin protestar.
Por su parte, Leon aún meditaba en su mente lo que realmente acababa de hacer. A como diera lugar quería ganar terreno en la vida de Claire Redfield.
