NOTA DE LA AUTORA: Estimados lectores, ¿¡qué tal?! ¿Cómo los trata el 2019? Espero estén iniciando el año con el pie derecho y este sea un año fabuloso para todos, ya saben, mis mejores deseos y toda esa cháchara de fin de año…
Bien, hablando de lo que nos interesa, aquí la primera actualización del año, de esta, su telenovela de las 9:00 pm versión RE jajaja!
Amigos, esto cada vez se pone más interesante y les prometo que con el avanzar de los episodios, lo será más. ;) No daré spoilers, así que, ¡a leer!
Antes de empezar, agradezco infinitamente a la beta y directora de esta producción, mi querida GeishaPax, que indudablemente, la historia no sería la misma sin ella. Millones de gracias hermana.
Por poco lo olvidaba, el siguiente episodio será especial y considerablemente largo con respecto a los demás ;) les adelanto:
Episodio 12: La boda.
Ahora si, ¡a leer!
RESPUESTA A REVIEWS:
josmardata36: ¡Hola! Jajaja me agrada tu entusiasmo y sobretodo agradezco los buenos comentarios hacia esta minitelenovela jaja creo que mandaré mi curriculum a Televisa y abandonaré mi trabajo jajaja ok no. Muchas gracias por tu crítica y espero te guste el capítulo de hoy.
PikachuFan18: ¡Hey! ¿Cómo estás? Qué te digo, esa par de mujeres son odiosas, Leon está bastante alterado, y la prensa no ayuda demasiado, ya veremos qué sucederá con eso. ;) Espero y te guste la actualización. ¡Abrazos!
manu: ¡Hola! Muchas gracias, feliz 2019 para ti también. La historia de Billy y Sheva "Sempiterno" es una de las más complejas que he estado escribiendo y para ello, me requiere un poco de tiempo escribirla, y bueno aún le resta una buena parte, no abandono historias, en cuanto avance un buen tramo a "Accidentally in love" voy a dedicarle más tiempo a "Sempiterno". Respecto a las demás historias, ya tengo dos cleon como ya te había comentado, pero tengo que terminar este, para continuar con los demás. Terminando este fic, planeo darle un pequeño descanso a Leon y a Claire para después darle prioridad a otras parejas. Tengo dos historias con Jill como protagonista, una es un crossover pendiente con Assassin's Creed y otra donde saldrá al lado de Carlos Oliveira. Para Jake también tengo fics pendientes, pero aún no tengo nada concreto. Claire y Jake no es una pareja para la que tenga planes, pero igual no lo descarto, tengo por ahí un one shot de Claire y Steve, casi no escribo sobre esta pareja, lo mismo pasa con el heleon, no soy experta en ello. Lo de escribir Lemmon, no te prometo nada, y la serie, aún no he tenido tiempo de verla. No soy muy fan de todo ese show de "operación Javier", Jill me agrada pero no me gusta el Valenfield, si Sheva no hubiera aparecido, mi personaje favorito hubiese sido Claire y a Chris lo hubiese dejado de pareja con Rebecca. Concuerdo que los últimos juegos de Street Fighter ya no son tan buenos como los primeros, los diseños incluso ya son muy burdos, pero bueno, es parte de la mercadotecnia.. Si conozco esos juegos de lucha que mencionaste, pero sinceramente no me gustan. Bueno, resueltos todos los puntos, espero que te guste la actualización.
GeishaPax: ¡Cristo Redentor aplaca tu ira! ¿Paramos de hacer caos, o nel? Creo que ambas conocemos la respuesta e_e Ya mero llegamos a la boda y a todo ese show, voy preparando mi outfit jajaja ¡Abrazos no balazos, hermana! Te quiero.
Denise Mujica: Hola, muchas gracias por tu apoyo y buenos comentarios, bienvenida a esta pequeña historia que espero siga siendo de tu agrado. ¡Disfruta la actualización!
"ACCIDENTALLY IN LAW"
Por Light of Moon 12
CAPÍTULO 11: EL COMPROMISO
—Espero que esta vez el filete sí esté cocinado en término tres cuartos. —Expresó Meryl mientras el mesero le servía su plato con filete mignon.
—¿Viene papá a comer, o solo vendrá Stacy? —Preguntó Julia a la vez que le colocaba aceite de oliva a la ensalada César.
—Tu padre viene retrasado y me dijo que empezáramos sin él y Stacy no quiso salir y prefirió comer en la casa. —Contestó la madre mientras le servían su bebida en una copa.
Entonces el teléfono de la madre comenzó a sonar.
—¿Diga?… —Respondió mientras cortaba un trozo de carne. —¿Cómo? ¡¿Nadie ha llegado a la degustación?!
La hija enarcó una ceja al escuchar la afirmación de su progenitora.
—¿Si nadie llega a la degustación se perderá la reservación? No, no, de ninguna manera, confirme el banquete llegue o no llegue mi hijo. —Añadió la mujer comenzando a impacientarse y finalizó. —De acuerdo, envíen a la empresa el monto de la liquidación del banquete y los datos de la cuenta bancaria, haremos el depósito cuanto antes, gracias.
Finalizando la llamada, lanzó el smartphone al bolso.
—No puede ser posible…
—¿Ahora qué ocurre? —Cuestionó la rubia con facciones de muñeca.
—Ni tu hermano ni Claire se han aparecido a la degustación y estaban a punto de cancelar el banquete para la boda. Nadie puede hacer nada bien en esta familia. —Se quejó la mayor moviendo la cabeza.
Después de la queja de su madre, ambas continuaron comiendo en silencio. En aquél famoso restaurante de cortes y ensaladas donde en las pantallas gigantes proyectaban muy a menudo partidos de béisbol de la liga local, las mujeres Kennedy hacían caso omiso a la proyección de los modernos televisores.
—Creo que papá ya ha demorado bastante. —Comentó Julia para después de darle un sorbo a su limonada.
—Voy a llamarle, le preguntaré dónde está. —Determinó la señora Kennedy mientras sacaba su celular del bolso.
De repente una voz en el televisor llamó la atención a la chica rubia
—Y ahora con nosotros, Richard Kennedy, que nos ha concedido una breve entrevista para aclarar lo sucedido con su hijo y futura nuera respectivamente.
Rodeado de un séquito de periodistas y prensa amarillista apareció el actual presidente de Chambéry Inc. acaparando todos los reflectores y la imagen del canal de noticias.
—¡Mamá, papá está en la televisión! —Señaló ella llamando la atención de su madre de manera inmediata. La interpelada soltó el smartphone y fijó su vista en las pantallas del lugar, confirmando que efectivamente su esposo estaba siendo entrevistado para el noticiero local.
—Buenas tardes a todos. —Saludó amable el mayor de los Kennedy.
—Señor Kennedy, ¿es cierto que su hijo Joey y su nuera sufrieron un terrible accidente? —Cuestionó un sujeto que llevaba una grabadora.
—¿Terrible accidente? Para nada, un pequeño derrapón por culpa de la lluvia. —Contestó tranquilo el patriarca de los Kennedy.
—¿Es cierto que la boda va a cancelarse gracias a este incidente? —Preguntó una mujer que estiraba su mano mientras sostenía un micrófono de un programa de chismes.
—Por supuesto que no, ¿por qué habría de suspenderse?
—¿Qué opina su hijo Leon de todo esto? ¿Por qué no quiso dar entrevistas?
—Es muy reservado y está preocupado por la salud de su hermano y prometida. —Explicó él sin inmutarse. —Y si no les molesta me gustaría hacer lo mismo. —Dijo mientras avanzaba hacia adentro de la clínica. —Gracias a todos por preocuparse, todo está bien y aquí no hay nada que ver.
—Señor Kennedy, ¿podría darnos unos minutos más de entrevista? Necesitamos respuestas. —Demandó un hombre regordete.
—Claro que sí, si gustan podemos agendar una cita para una rueda de prensa y contestaré todas las preguntas relativas a mi negocio y a la empresa que respaldamos. —Contestó cortesmente evadiendo a la prensa y retirándose con educación. —Cualquier cosa agéndalo con nuestra publicista. Con permiso.
Cortando la transmisión del hospital, continuó la presentadora de la sección de chismes y cotilleos.
—Y bien, hasta ahora es toda la información que tenemos del zafarrancho protagonizado por integrantes de una de las familias más prestigiosas de Vancouver y la prensa sensacionalista en la clínica de San Giorgio. Si usted se lo perdió, transmitiremos de nueva cuenta las imágenes.
Y para vergüenza de Julia y sobretodo de Meryl, en las pantallas comenzaron a aparecer las imágenes de su hijo Joey y Claire batallando con los periodistas, que parecían pretender sacar información para crear insinuaciones y al poco tiempo a los mismos periodistas desalojados pero esta vez siguiendo a su hijo Leon que los ignoró campalmente y a su marido que trataba de apaciguar las aguas.
—¿Qué está pasando? —Preguntó la hija a su madre que poco a poco cerraba los ojos con concentración, tratando de ignorar las miradas de la gente que las reconocía y las observaba sin un atisbo de discreción.
Sintiendo que le subían los colores al rostro, Meryl sacó un par de billetes de alta denominación y se levantó de la mesa sin siquiera haber terminado de comer, con su hija siguiéndole el paso, saliendo del lugar como alma que llevaba el diablo.
—¡Auch! —Se quejó cuando sintió el primer pinchazo de la aguja.
—El primer pinchazo es el que duele, señor Kennedy. —Explicó el médico mientras cosía la herida con hilo quirúrgico.
—Ya me di cuenta. —Contestó con una nota de humor.
—Por suerte, no hubo incrustaciones de vidrios en su brazo y la cortada no tocó nervios importantes, por lo cual en un par de días estará como nuevo. —Anunció el doctor mientras realizaba el último punto. —Fue muy oportuno el torniquete que utilizó en su brazo, ya que, aunque la herida no fue de cuidado, si se pudo llegar a perder una cantidad significativa de sangre. Actúo muy bien. —Felicitó.
—Gracias pero el torniquete no fue idea mía, fue de mi compañera que viajaba conmigo la que me auxilió. —Reconoció esbozando una media sonrisa.
—Pues fue muy hábil de su parte.
Joey recordó la hazaña en su mente. Claire Redfield, la mujer que no dejaba de sorprenderlo.
De repente, sonidos de disturbio se escucharon en el pasillo principal de la clínica. Y al juzgar por lo que podían escuchar, la seguridad interna estaba involucrada.
—Creo que tenemos invitados. —Afirmó el médico con tranquilidad.
Entonces la puerta del consultorio donde se encontraba Joey Kennedy, se abrió intempestivamente y cuatro personas ingresaron por la fuerza. El litigante los reconoció de inmediato.
—Buenas tardes. —Saludó el doctor a los recién llegados.
—Doctor, le indicamos a este hombre que no podía entrar por la fuerza al consultorio pero no nos escuchó. —Acusó uno de los guardias de seguridad.
—Son mi hermano y mi padre. —Señaló el castaño refiriéndose a su padre y a Leon que había entrado ocasionando disturbios.
—Bienvenidos, señores Kennedy. —Habló el hombre que vestía una bata blanca y continuó dirigiéndose a los guardias. —Todo está bien, chicos. Yo lo arreglo.
Los policías se marcharon en cuanto escucharon la indicación del médico, cerrando la puerta detrás de ellos.
—Buen día, doctor. Soy Richard Kennedy. —Se presentó. —Perdone que hayamos entrado de esa manera, pero estábamos un poco preocupados. —Explicó con un atisbo de pena en la voz.
—Encantado, Richard. Yo soy el doctor Facinelli. —Saludó el hombre de barba incipiente. —Entiendo la situación, pasa todos los días.
Leon, que había permanecido en silencio y buscando algo con la mirada por todo el consultorio, finalmente tomó la palabra.
—¿Dónde está Claire?
—Y él es mi hijo, Leon. —Mencionó el padre al referirse a su hijo mayor.
Continuó ignorando la conversación, manteniendo la mandíbula tensa. No ver a la pelirroja por ningún lado le estaba poniendo los nervios de punta.
—Un gusto. —Expresó el comprensivo e imperturbable doctor. —Claire está…
Aún no terminaba de completar la frase, cuando nuevamente la puerta del consultorio volvió a abrirse y la figura conocida de una mujer de ojos azules y cabello rojo ingresaba a la habitación, a la vez que se terminaba de ajustar una sudadera de color gris oxford.
Al verla frente a él, Leon se acercó rápidamente a ella para tomarla por los hombros y observarla de pies a cabeza.
—Claire, ¿realmente estás bien? —Analizó revisándola rápidamente, verificando que no estuviera lastimada.
Al notar la preocupación más que evidente de su prometido, la pelirroja le puso una mano en la mejilla para tratar de calmarlo.
—Tranquilo, no me sucedió nada. Afortunadamente, estoy bien.
Cuando verificó que efectivamente, la ex motociclista estaba bien, sintió un enorme alivio a la tensión que sentía. Era como si el alma le hubiese regresado al cuerpo.
—Dios, estaba tan preocupado, que casi me vuelvo loco. —Expresó con sinceridad y le acarició el rostro con una mano. —No vuelvas a asustarme así.
Acto seguido, realizó algo que ni él mismo esperaba. Con decisión estampó sus labios contra los de ella, en un efusivo beso que sorprendió a su prometida y a su padre.
—Hermano, yo también estoy bien.
La voz de Joey sacó de su trance. Entonces comprendió que quizás la había cagado en grande. Había actuado de manera sumamente impulsiva y eso tendría consecuencias. Sobretodo porque su padre y Claire se harían muchísimas preguntas después.
—Lo siento. —Pronunció separándose de ella, que no dejaba de mirarlo con sorpresa.
—Los actos de amor en público nunca van a ser mal vistos, señor Kennedy. Y menos en una pareja que está a punto de casarse. No se disculpe. —Afirmó el médico y añadió: —Muchas felicidades a ambos.
La felicitación del hombre de ciencia era la prueba evidente de que todo Vancouver estaba al tanto de su boda.
—Gracias. —Expresaron los dos futuros esposos al unísono.
—Bien, creo que es mejor que nos vayamos a casa. —Mencionó el mayor de los Kennedy y añadió mirando su celular. —Tengo quince llamadas perdidas de su madre y creo que debemos darle una explicación sobre esto.
Joey suspiró. Sería una tarde muy larga para todos.
—¿Un alce? ¿Acaso hay explicación más estúpida? —Reclamó furiosa la matriarca de la familia.
—Mamá, es la verdad. —Afirmó Joey Kennedy que mantenía un brazo vendado.
En la sala de la Mansión Kennedy se encontraban Meryl, Richard y Julia sentados en el sofá principal, Joey en el sillón individual y Leon y Claire acomodados juntos en otro.
—Como sea, eso no explica qué diablos iban a hacer al centro de Vancouver cuando tú tenías que estar en la empresa y tú, —dijo dirigiéndose a su futura nuera —en camino a la degustación del banquete de bodas. ¡Por poco y cancelan la reservación!
—En verdad lo siento. —Se disculpó sincera y bastante apenada la menor Redfield. —Pero llamaron de la joyería para que pasara a recoger hoy los anillos de bodas.
—¿De la joyería? Eso es absurdo. Los anillos iban a estar listos mañana. Yo misma me acabo de comunicar con ellos. —Reclamó la enardecida suegra.
—¿Quién te dijo eso? —Preguntó Leon interviniendo por primera vez en la conversación.
Por un segundo, la de ojos azules estuvo a punto de soltar que había sido Stacy quién le había dado dicha información. Pero el problema ya era bastante grande com para involucrar a más gente.
—Yo misma contesté. —Afirmó asumiendo su culpa.
—Entonces quizás los empleados se equivocaron. —Dedujo el rubio.
—¿Ah sí? —Replicó la histérica madre.
—Si Claire afirma que eso le dijeron, yo le creo. —Afirmó Leon con autoridad.
—Como haya sido, ya estamos metidos en medio de un escándalo a sólo dos días de la fiesta de compromiso. —Expresó la esposa de Richard.
—A saber quién fue el que llamó a la prensa. —Murmuró Julia para luego dirigirse a su hermano. —Bien hecho, Joey. Ahora seremos la comidilla de la gente del club por lo menos hasta el día de la boda.
—Perdón, Julia. Pero fue muy divertido para mí exponer mi vida y hacerle un daño de miles de dólares al cofre de mi auto para hacerte quedar mal con tus amistades. —Expresó el interpelado con una voz llena de sarcasmo.
—Ya basta. —Silenció Richard Kennedy al resto de su familia. —Están haciendo una tormenta en un vaso de agua. —Regañó mirando a sus hijos menores y a su esposa. —Hay que tomar las cosas como fueron; un accidente desafortunado en el que gracias al cielo, no hubo algo grave que lamentar. Lo que haya pasado con la prensa no importa, a eso se dedican, a vivir de la vida de los demás, no es algo que a nosotros nos incumba. Así que por el bien de todos, vamos a olvidar este incidente y sigamos con nuestras vidas. ¿De acuerdo? —Terminó mirando a los demás. —Ahora vamos al comedor. —Indicó mirando a Joey, Leon y Claire. —Al menos yo muero de hambre.
—Chris, tranquilo. —Insistía la pelirroja que hablaba por celular con su hermano. —Estoy bien te lo juro. Fue más el escándalo que armó la prensa que la magnitud real del incidente. —Insistió y se quedó unos segundos en silencio esperando lo que su hermano tenía que decir.
Mientras escuchaba al mayor de los Redfield, se levantó de la cama para abrir la puerta de su habitación. Era Leon
Al notar que estaba en medio de una llamada, guardó silencio y se quedó a esperar sentado en el diván.
—Sólo fueron daños materiales y nada que lamentar, ya lo verás pasado mañana. Ya quiero verte, hermano.
Y después de unos breves segundos de silencio, volvió a hablar.
—Yo también te quiero, adiós.
Terminó la llamada y dejó el smartphone en la mesita de noche.
—¿Chris está muy enojado? —Preguntó el ex policía.
—No, sólo estaba muy preocupado. —Respondió sentándose nuevamente en la cama.
—¿Vendrán a la fiesta de compromiso?
—A la fiesta sólo vendrán Chris, Sheva y los niños. Los demás vendrán hasta el día de la boda. No pueden ausentarse tanto tiempo.
—Si quieres puedes decirle que se queden con nosotros aquí en la casa el resto de la semana hasta el día de la boda, no tengo ningún problema con eso. Si es que no quieren usar sus reservaciones en el hotel. —Ofreció el rubio.
—Eres muy amable Leon, pero Chris me comentó que aprovecharía esta semana para atender unos asuntos pendientes de la B.S.A.A. en Québec. Así que sólo vendrá a la fiesta de compromiso y se quedará en un hotel cerca del aeropuerto para después tomar un avión que lo lleve al otro lado del país. Estará puntual para la boda. —Explicó.
—Entiendo. —Contestó guardando silencio por unos momentos, pensando seriamente en lo siguiente que iba a decir.
—Claire, ¿quién te dijo lo de los anillos de compromiso?
—Ya te lo dije, llamaron y yo misma contesté. —Respondió tratando de evadir el tema.
—A mí no tienes que mentirme.
Ella resopló. No tenía caso seguir manteniendo una mentira.
—Fue Stacy. Me dijo que llamaron de la joyería y que debía recoger los anillos.
—¿Y por qué no lo dijiste?
—No quería hacer más grande el problema.
—Claire, conozco a Stacy. —Explicó él con ademanes. —Estoy seguro que lo hizo para molestarte, es caprichosa y no le agrada la idea de nuestra boda.
—Quizás no lo hizo de mala fe.
Ambos se quedaron callados. Desde que venían de regreso de la clínica, el ambiente entre ambos era demasiado tenso.
—¿Y por qué no me llamaste para contarme todo esto?
—No quería interrumpirte. —Respondió de manera inmediata la menor Redfield.
—Pero a Joey sí. —Soltó de golpe con un tono brusco.
Estas palabras salieron de su boca casi de manera inconsciente. Inmediatamente se arrepintió de haberlas pronunciado.
—¿Estás molesto? —Preguntó la ojiazul aún sin comprender el comportamiento extraño de Leon.
Él se puso de pie y se arrodilló frente a ella, para tomar ambas manos entre las suyas.
—No, no estoy molesto. La verdad estaba muy tenso. Pensé que en realidad algo malo te había sucedido y que yo no estaba ahí para ayudarte. —Confesó mirándola a los ojos. —Por favor, tenme confianza. Sé que te llevas bien con Joey, pero me gustaría que también me contemplaras en tus planes. —Explicó suavizando su discurso.
—¿Te incomoda que hable con tu hermano? —Preguntó directamente.
El ex Policía se puso de pie. El tema de Joey lo tenía estresado y aún estaba el incidente de esa mañana en la habitación de Claire, más el beso que le había robado en la clínica… Se preguntaba si era prudente sacar ese tema a la luz.
—No es eso, es sólo que… —Suspiró hondo y agregó: —No me hagas caso, fue un día pesado. Me voy a dormir.
Diciendo esto, salió de la habitación de la pelirroja, sin siquiera despedirse.
En cuanto Leon se marchó, Claire se dejó caer sobre la cama, totalmente frustrada. Todo se ponía cada vez más difícil, el comportamiento de Leon la confundía; estaba evasivo, taciturno, pero también la había besado aunque cabía la posibilidad de que eso fuera una simple actuación. Era lo más probable. Pero había otras cosas que la hacían dudar. La preocupación era honesta, pero si no conociera a su compañero lo suficiente, juraría que estaba celoso de su hermano. Eran tantas las posibilidades que recorrían su mente en ese momento que decidió que debía dejar de pensar en ellas.
—Creo que mejor me voy a dormir.
Sentía el agua cayendo en todo su cuerpo masajeando sus músculos tensos.
¿Por qué le pasaban estas cosas a él?
A una semana de casarse, se sentía más inseguro que nunca. Todo, absolutamente todo estaba saliendo mal. Sostener la empresa familiar ya era por sí sólo una responsabilidad enorme que no sabía si podría con ella, las presiones de su familia nunca faltaban y encima se sentía totalmente confundido respecto a sus sentimientos hacia Claire.
No podía seguir ocultandolo, sí, estaba celoso pero ni siquiera sabía porqué y ni siquiera entendía si tenía el derecho a estarlo. La Redfield era su amiga y nada más pero cada vez le costaba más asumir esa realidad. Detestaba profundamente sentirse desplazado en la vida de la pelirroja y no podía hacer nada porque no se sentía con ese privilegio. Iban a ser esposos pero sólo de nombre.
Al principio cuando inició ese plan de la vida falsa al lado de su mejor amiga, creyó que sería fácil; que seguirían siendo los mismos camaradas de siempre que cenaban pizza en ese restaurante local y que de vez en cuando salían al cine. Nunca contempló la posibilidad de que todo se saliera de control y que sus sentimientos quizás pudieran cambiar con la convivencia.
¿Qué pasaría si al final terminaba enamorado de Claire?
Enamorarse nunca estuvo dentro del contrato y si eso sucedía se acababa todo. Perdería a la única mujer que había sido importante en su vida porque no había sabido distinguir la realidad de la actuación que mantenían ante los terceros.
En medio de todas las cavilaciones, una voz en su mente le susurró una posibilidad distinta.
¿Y si Claire también se enamoraba?
Ese último pensamiento lo hizo sonreír. Con ella las probabilidades de éxito eran buenas; se conocían, no había secretos entre ellos, se movían en el mismo gremio...
"No, ya basta. Me estoy demasiados castillos en el aire."
El día siguiente transcurrió de manera apresurada. Leon pasó casi todo el día en la empresa y Claire por su parte de arriba a abajo, revisando los últimos detalles de la boda y la fiesta de compromiso. Hasta que finalmente, llegó el día de la dichosa celebración.
Se despertó muy temprano para que esta vez no tuviera ningún retraso que molestara a la matriarca de los Kennedy y se marchó en auto al centro de Vancouver a ese afamado centro comercial a recoger las alianzas de bodas.
Después de un rato de tráfico y de contestar varias llamadas de sus amistades que le expresaban sus buenos deseos y le enviaban regalos de bodas, se hizo tarde y consideró que era momento de tomar un baño antes de que llegara el maquillista que la arreglaría para esa noche tan especial.
Pero al llegar a su habitación, notó a varios empleados dentro de ella, que llevaban y traían cosas.
—¿Qué pasa? —Preguntó a la empleada de nombre Ginna.
—La señora Meryl nos pidió que comenzaramos a ordenar su nueva habitación y que nos encargaramos de hacer todos los arreglos para acondicionarla.
—¿Qué nueva habitación?
—La del tercer piso, la segunda más grande. —Expresó con naturalidad. —La que será la nueva recamara del señor Leon y usted.
Pasó saliva. Había olvidado que dentro de una semana tendría que empezar a compartir habitación con su mejor amigo y próximo esposo. Pensar en ese detalle la puso nerviosa. No era que le molestara compartir una habitación del tamaño de un departamento de lujo en Nueva York con Leon, sino que no sabía cómo cambiarían las cosas entre ellos. Últimamente se había estado sintiendo algo insegura de la profunda amistad que ambos tenían; el ex policía se estaba comportando hostil, serio, distante… Pero a la vez también era cariñoso, amable y ya se habían besado en tres ocasiones. Ella sabía que todo aquello era una farsa, pero eso no impedía que se sintiera ligeramente cómoda en su papel de prometida del agente. Hacía tanto que no recordaba el amor, que estas pequeñas muestras de afecto le agradaban, y se conformaba con ello.
"Dios, soy patética." Pensó reprendiéndose a sí misma por disfrutar tanto una actuación.
—Ginna, iré a bañarme. Por favor, si el maquillista llega, dile que lo estaré esperando aquí. —Pidió amable a la sirvienta, mientras tomaba una muda de ropa interior y una bata de baño rosada para cubrirse.
Estaba terminando de abrocharse el último botón del chaleco que llevaría debajo del saco que hacía juego de todo su traje de color gris oxford cuando alguien tocó la puerta.
—Adelante.
El mayordomo dio entró y se dirigió respetuosamente a Leon.
—Señor, el hermano de la señorita Claire Redfield acaba de llegar junto con su familia y otros invitados suyos. Están en el hall.
—¿Qué invitados?
—El señor Ark Thompson y las señoritas Helena Harper e Ingrid Hunnigan.
Vaya, al menos sus estimadas compañeras de trabajo y su camarada sí habían podido venir .
—¿Ya le avisaron a mi prometida de la llegada de mi cuñado? —Preguntó mientras se ponía el saco.
—Aún no. El señor Pierre Giroud todavía no termina de arreglarla y su madre dio órdenes estrictas de no interrumpir hasta que la señorita Claire estuviera lista.
—Debí suponerlo. —Murmuró para después agregar. —Está bien, James, muchas gracias. Enseguida bajo a recibirlos.
—Entendido, señor. Con permiso.
Bajando hábilmente las escaleras se dirigió al salón donde miró caras conocidas que lo estaban esperando.
—Hola a todos, muchas gracias por venir.
Acercándose a los recién llegados los saludó a cada uno y les brindó un abrazo fraterno, con excepción a los hijos gemelos de Chris, que los tomó a ambos en brazos y luego de jugar unos momentos con ellos, los devolvió a su madre.
—Tu casa sí que es grande, galán. —Comentó Helena mirando todo el lujo con el que vivía la familia Kennedy.
—Sólo un poco. —Contestó él sintiéndose un algo expuesto de que ahora sus allegados conocerían su cuna.
—¿Dónde está mi hermana? —Preguntó el Capitán mirando hacia todos lados.
—Está en su habitación, está terminando de arreglarse. No debe de tardar. —Informó el agente y agregó: —Si quieren pueden ir acomodándose en la recepción, y enseguida les presentaré a mis padres. —Ofreció indicando que caminaran hasta uno de los salones de fiestas con los que contaba la enorme residencia Kennedy al otro extremo del jardín botánico.
—¿Qué estamos esperando? Vamos. —Contestó Sheva y todos siguieron al ex Policía por la puerta principal.
Pierre Giroud y sus asistentes se habían retirado de la habitación y sólo quedaba la solitaria novia en la recámara.
Estaba lista y tendría que esperar a que Leon tocara su puerta para que entraran juntos a la recepción. Se dio una mirada rápida en el espejo.
Llevaba un vestido sencillo de corte sirena en color perla que tenía un enorme escote en la espalda, que la llevaba totalmente descubierta salvo por una fina tela de gasa que transparentaba su piel porcelana. La prenda llevaba un par de mangas españolas de vuelo amplio que cubría gran parte de los brazos pero los hombros los llevaba desnudos. Llevaba un collar de oro muy pequeño y aretes a juego. El peinado consistía en una coleta baja con ondas remarcadas, dejando que el fleco cayera de manera natural en la frente, y el maquillaje era bastante discreto, con sobras de tonos cálidos en los ojos, bronceado en las mejillas y labios pintados en color rosa pálido. Finalmente llevaba unas sandalias de tacón alto que le daban unos cuantos centímetros más de estatura, pero que iban muy bien con el atuendo. En conclusión era un look bastante sencillo para que no compitiera con el arreglo del día de la boda, pero lo suficientemente elegante y sofisticado para la ocasión que hacía notar su belleza natural y resaltaba su buena figura.
Dejó su escrutinio cuando escuchó que alguien tocaba la puerta. Sin dudarlo fue a abrir la puerta.
—¿Leon?
Pero al reconocer a la persona que estaba del otro lado de la entrada no se trataba de su prometido. Era Joey.
—Lo siento, Joey, creí que…
—No te preocupes. —Repuso enseguida el hermano del ex policía. —Leon está recibiendo a algunos invitados, ya no debe de tardar.
Ella bajó la mirada, en señal de que estaría sola un momento más.
—Bien, ¿quieres pasar? —Ofreció la pelirroja a su futuro cuñado.
—No, no hace falta. —Negó amablemente el castaño y agregó: —Sólo me di una escapada rápida para traerte esto.
Acto seguido le entregó una pequeña cajita de color café claro.
—¿Qué es? —Preguntó con curiosidad.
—Si no lo abres, no sabrás qué es. —Alentó el mayor a que la dama.
Quitando la tapa superior de la cajita, encontró allí un libro gordo, con un empastado de piel en color oscuro que en la portada rezaba: "Les Misérables". Una primera edición.
—Joey, ¡qué lindo detalle! —Expresó emocionada la menor Redfield, contemplando la obra de Víctor Hugo.
—Sabía que iba a gustarte. —Expresó con una sonrisa al abogado. —Tómalo como un regalo de bodas.
Una pizca de amargura se dibujó en las facciones del abogado, pero la disimuló enseguida para que Claire no pudiera notarlo.
—En verdad me ha gustado mucho, Joey. Gracias.
Diciendo esto, le dio un abrazo al hermano de Leon al que este correspondió abrazándola por los hombros, ocultando una mueca de desilusión.
Después de este breve gesto, ambos se separaron y continuaron de pie en la entrada de la habitación.
—Creo que debo irme. —Anunció él, dando un paso hacia atrás. —Te veré en la recepción.
—Sí, nos veremos ahí.
El castaño asintió y caminó en dirección a las escaleras, cuando de repente detuvo su andar.
—Claire…
La interpelada levantó la mirada hacia donde Joey la llamaba y él habló.
—Te ves muy hermosa esta noche.
La chica sonrió y sintió como sus mejillas se sonrojaban ante la observación de su cuñado que luego de decir esto, se marchó rápidamente hacia la recepción.
Regresó a la habitación y colocó en una mesita cercana el libro que había recibido como obsequio unos momentos antes. Joey era muy amable, siempre era atento, caballeroso y la única persona de esa familia además de Leon y su padre, que en verdad se portaba bien con ella de manera desinteresada. Al principio se había hecho una idea de que el segundo hijo de los Kennedy era nada más y nada menos que un casanova extrovertido, pero al final, resultó ser bastante buen tipo. En verdad era muy de su agrado.
En esas estaba, cuando nuevamente escuchó que alguien llamaba a su puerta. Esta vez sí se trataba de Leon.
El rubio que ya había dejado sus pensamientos inquietantes de lado al menos por esta noche, se acercó a paso seguro a su prometida.
—Te ves preciosa. —Comentó el ex policía en cuanto miró por primera vez a la pelirroja.
—Gracias. —Respondió con una sonrisa radiante y volvió a sonrojarse.
—¿Estás lista? —Preguntó antes de ofrecerle su brazo para que caminaran juntos.
—Sí.
—Espera, antes tengo que darte algo.
Y sacando de su bolsillo una pequeña cajita, le mostró el que sería su insignia de compromiso.
—Leon… Es hermoso. —Expresó la pelirroja al mirar la joya de oro blanco, aplicaciones de circonio y un diamante en el centro.
—Le prometí a tu hermano que te daría un anillo de compromiso. —Mencionó con una media sonrisa. —Espero que no te moleste que no sea nuevo, era de mi abuela.
La pelirroja se sorprendió en demasía ante tal gesto y después de sentirse enormemente halagada, pensó que quizás no debía aceptarlo.
—Leon, es una joya especial para tu familia y yo…
—Por favor, acéptalo. Papá quiere que lo tengas y yo también.
Este sí que era un obsequio. Dejando de lado el valor económico que podía tener la fina sortija, guardaba un enorme valor sentimental para la familia Kennedy. En especial para Leon, podía notarlo.
El rubio tomó el anillo para colocarlo en el dedo anular de la mano izquierda de su prometida, y antes de tenerlo en su mano, notó que tenía grabada una leyenda con caligrafía fina.
—¿"Más de mil razones"? —Preguntó haciendo referencia a la inscripción de la joya.
—Es una historia larga. —Mencionó el ex Policía tomándola de la mano para salir de la habitación.
—¿Me la contarás algún día?
—Sí, pero hoy ya tenemos que aparecer ante los invitados.
Robándole un beso rápido en la mejilla, Leon indicó a la pelirroja que ya debían hacer acto de presencia a su fiesta de compromiso.
En un elegante salón con aproximadamente ciento cincuenta invitados, se había preparado la recepción del ansiado brindis donde el hijo mayor de los Kennedy anunciaba su compromiso. Las paredes blancas y las columnas de mármol se adornaban con la decoración de luces led rosadas y tulipanes blancos, que a juego con adornos de cristalería y a la luz de los candelabros le daba un toque romántico y sofisticado a la velada. Todo amenizado de las manos de un prestigioso pianista local.
Entre gente de los círculos empresariales, la prensa, amigos y familia de los novios se formaba el séquito de invitados que ya los esperaban impacientes.
La pelirroja pasó saliva. La fiesta era más grande de lo que pensó.
—¿Entramos? —Le preguntó su prometido en señal de cortesía.
Ella sólo se limitó a asentir.
Atravesando por la enorme puerta condecorada con tulipanes entró la pareja próxima a casarse en medio de aplausos y vitoreos.
La pareja saludó a algunos invitados hasta que finalmente, la menor Redfield pudo saludar a su familia.
Los primeros en correr a saludarla fueron los gemelos que la abrazaron con gusto y ella correspondió llenándolos de mimos.
—Mis niños, los he extrañado tanto. —Mencionó ella mientras se agachaba a su altura para poder mirarlos mejor.
Después de saludar a los más jóvenes continuó con los compañeros de trabajo de Leon, luego con su cuñada, para finalizar con su hermano.
—Chris, me alegro tanto de verte. —Dijo mientras le daba un abrazo a su hermano.
—A mí también me da gusto verte de nuevo, pequeña.
—Me gustaría presentarles a mis padres. —Mencionó Leon a su cuñado y su esposa. —Después de todo, la fiesta de compromiso tiene esa finalidad, que las familias de conozcan. —Completó el anfitrión que esperó a que la familia de su prometida se pusieran de pie para caminar unos pasos y con una mano llamó a sus padres. Los niños, que permanecían entretenidos jugando con un centro de mesa de cristal en el cual nadaba un pez de colores, decidieron no moverse de allí.
El padre de familia que vestía un traje negro y Meryl que muy propia a su estilo formal un vestido color verde esmeralda exclusivo de diseñador, se acercaron al hermano mayor y a la cuñada de su futura nuera, y el cuarteto se miró por primera vez.
—Mamá, papá. —Dijo Leon a ambos. —Ellos son el Capitán Chris Redfield y su esposa, Sheva Alomar.
—Encantado de conocerlos. Soy Richard Kennedy. —Contestó saludando de mano a Chris y dando un beso en el dorso de la mano a Sheva.
—Es un gusto conocerle. —Respondió la pareja al unísono.
—Meryl Hamilton de Kennedy —Habló la distinguida dama presentándose primero ante la mujer africana dándole un beso en la mejilla y luego estirando la mano hacia el Capitán para que este la saludara con la misma educación que su esposo había saludado a Alomar.
—El gusto es mío, señora. —Respondió el mayor Redfield haciendo gala de sus modales.
—Es usted muy joven, Capitán Redfield. —Expresó el padre de los Kennedy.
—¿Por qué lo menciona? —Cuestionó el interpelado.
—Claire nos contó que desde la muerte de sus padres, usted se hizo cargo de ella. —Comentó con naturalidad Richard Kennedy.
El Capitán le dio una media sonrisa a su hermana.
—Así es, me hice cargo de ella aunque yo también era muy joven en ese entonces. Básicamente, mi hermana y yo aprendimos a sobrevivir por nosotros mismos desde muy temprana edad.
"Ahora comprendo porque Claire tiene ese comportamiento troglodita." Pensó la madre de Leon mientras escuchaba hablar a Chris.
Después de un rato de hablar de trivialidades, ambas familias y la pareja subieron a un pequeño estrado donde el patriarca de la familia Kennedy tomó la palabra y los meseros se acercaron para darle una copa llena de champagne a los presentes.
La pelirroja, tomó con una mano su copa y con la otra sostuvo fuerte la palma de su prometido. Tanta gente fotografiándola y observándola a detalle la había puesto muy nerviosa. El detalle, no pasó desapercibido por Leon y la acercó más a él sutilmente.
—Estimados amigos, buenas noches. —Saludó el varón a los presentes. —Hoy estamos reunidos porque tenemos el gran placer de anunciar la boda de nuestro hijo mayor Leon Scott, con la distinguida señorita Claire Redfield que se celebrará el próximo sábado. El Capitán Chris Redfield y su esposa nos han concedido el honor de acompañarnos y de dar su visto bueno en este enlace matrimonial. Así que, damas, caballeros. —Expresó levantando su copa y mirando a su alrededor. —Salud por los futuros esposos.
—¡Salud!
Todos los asistentes chocaron sus copas entre sí y la prensa tomó unas cuantas fotos de los novios en medio del brindis y con sus respectivos parientes. Posteriormente, los meseros comenzaron a servir los bocadillos y más bebidas a los invitados.
Joey Kennedy que permanecía sentado en su mesa cruzado de brazos, se mantenía callado, sin haber expresado una sola palabra en toda la noche.
—¿Qué te pasa? —Preguntó su hermana al litigante.
—Nada.—Respondió secamente.
—No mientas. —Insistió la mujer.
—No sé a qué te refieres.
—No has pronunciado ni una sola palabra en todo el brindis. ¿Acaso hay algo que te moleste? —Preguntó la rubia tomando un bocadillo de salmón.
—Estás viendo de más. —Expresó saliéndose por la tangente y para evitar más cuestionamientos se paro de la mesa y salió un momento al jardín.
—Parece que tu hermano no la está pasando bien. —Comentó Stacy Watson que se separó de los lugares de su familia y se acercó a la hija menor de los Kennedy.
—Ni idea qué lo tenga de mal humor. —Contestó dándole un sorbo a su copa de vino.
Stacy tomó una aceituna con un palillo y comenzó a juguetear con ella antes de darle una mordida.
—Sabes algo; —Dijo fijando su mirada en los ojos azules de Julia. —Últimamente he visto a Joey convivir demasiado con Claire.
La rubia que era de mente ágil, entendió el mensaje oculto de la castaña.
—¿Qué estás insinuando?
—No insinuó nada, Jules. —Terminó dándole la última mordida a su aceituna. —Sólo planteó una posible hipótesis al comportamiento errático de tu hermano.
—Joey es un mujeriego, lo acepto, pero no se atrevería a tanto. —Defendió ella. —Nos guste o no, Claire va a ser la esposa de Leon.
—Pues yo abriría más los ojos. —Insistió y agregó: —Ya sabes lo que dicen; no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Se escuchaban las primeras notas de "My heart will go on" interpretadas por el pianista que amenizaba la fiesta cuando el mayor de los Redfield le pidió a su hermana si podían hablar un momento.
Ambos hermanos, caminaron hacia el jardín y se alejaron a una distancia prudente, donde nadie pudiese escucharlos.
—¿Estás disfrutando la celebración? —Preguntó el Capitán para romper el hielo.
—Sí. —Respondió la pelirroja de inmediato, extrañada por esa clase de interrogante.
—¿Estás segura?
—Sí. —Afirmó nuevamente y agregó; —¿Por qué me preguntas esto?
—Porque te conozco, Claire. —Soltó Chris sin rodeos. —No te ves feliz, cuando se supone que este deberías estarlo.
—Estoy feliz. —Afirmó.
—Por Dios. No me mientas. —Regañó con la misma autoridad que un padre. —Te noto incómoda, nerviosa, pareces un conejo asustado y deslumbrado por una lámpara.
Oh no. Su hermano estaba dándose cuenta que no se sentía agusto con esa fiesta y que no aparentaba la felicidad de una mujer enamorada a días de casarse. Tenía que buscar una salida rápido.
—Claire, lo tuyo con Leon fue tan repentino, que aún no sé qué pensar sobre ello. —Se sinceró el Capitán. —Sé que eres una adulta y que desde hace mucho tomas tus propias decisiones pero si en algo o por algo te sientes presionada, yo puedo hablar con Leon y con sus padres y…
—¡Basta! —Frenó ella en un impulso a su antiguo tutor. —Chris en verdad, despreocupate. Estoy segura de lo que quiero. —La chica resopló y volvió a tomar aire. Por un momento se recordó a sí misma cuando era adolescente y peleaba con su hermano por limitarla en los permisos. —Quiero casarme con Leon, sólo que aún no me adapto a esta nueva vida. —Explicó para tranquilizar al Capitán. —Estoy tan lejos de casa, de mi trabajo, estoy en un proceso en el cual trato de estabilizarme poco a poco.
El mayor Redfield se quedó callado meditando las palabras que su hermana acababa de decirle.
—Por favor, Chris. Confía en mí. —Insistió colocando su mano en el hombro del mayor. —Sé lo que hago.
El ex S.T.A.R.S. suspiró y sonrió con resignación. Si Claire decía que sabía lo que hacía, él no tenía más remedio que apoyarla.
—Si esa es tu última palabra... ¿Vas a querer que te entregue en el altar?
La pelirroja esbozó una sonrisa amplia.
—Por supuesto que sí, papá. —Contestó con sorna y le dio un abrazo a su hermano, que este correspondió gustosamente.
Mientras la pareja de hermanos entraba de nuevo a la recepción a unos pasos de distancia se encontraba Joey Kennedy, que sin querer, había escuchado toda esa conversación ajena y ahora mil preguntas circulaban por su cabeza.
¿Claire no deseaba casarse con Leon?
—¿Te molesta la boda de Leon?
El segundo hijo de los Kennedy volteó hacia donde provenía la voz.
—¿Disculpa?
—Ya me oíste.
Stacy, acostumbrada a salirse con la suya, no iba a quedarse de brazos cruzados y resignarse a renunciar a ser la nueva reina en el imperio Kennedy. Iba a aprovechar cualquier oportunidad que se le presentara y con Joey podía sacar puntos a su favor.
—Si de algo te sirve, a mí tampoco me agrada que Leon y Claire se casen.
—Lo siento por ti, nena. Ya habrá otro millonario que se quiera casar contigo y cumpla todos tus caprichos. —Contestó sin restricciones el litigante.
—¿Y tú? ¿Encontrarás otra mujer que te atraiga tanto como Claire Redfield? —Espetó con astucia.
El castaño sonrió de lado.
—No sé quién te ha metido esa idea en la cabeza, pero quién haya sido, necesita un psicólogo.
—A lo mejor es otro el que necesita un psicólogo para aprender a aceptar sus emociones.
Joey la ignoró campalmente, no iba a caer en el juego de la ex de su hermano.
—Joey, piénsalo. —Dijo la mujer con insistencia. —Si nos unimos, podemos evitar esto. Yo quiero a Leon y tú quieres a Claire.
Él se quedó callado. No estaba dispuesto a darle armas a esta mujer por más dudas que tuviera en la cabeza.
—Cariño. —Expresó con suavidad. —Búscate a alguien más que te ayude a destruir a mi hermano, yo no lo voy a hacer. —Finalizó guiñándole un ojo y retirándose de nuevo a la recepción. No tenía caso seguir afuera.
Por su parte, la única hija de los Watson se quedó rabiando en su sitio.
—Vas a caer, Joey Kennedy, de eso me encargo yo…
